Mostrando entradas con la etiqueta Aida. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Aida. Mostrar todas las entradas

viernes, 26 de febrero de 2016

"AIDA" (Giuseppe Verdi) - Palau de les Arts - 25/02/16

Ayer tuvo lugar en el Palau de les Arts el estreno de la ópera Aida, de Giuseppe Verdi, tras un parón de más de un mes, desde el 23 de enero, lo cual, como ya comenté en mi anterior post, me parece impresentable, sobre todo si el motivo fuese que el Intendente Livermore ha estado en Italia preparando su producción de El barbero de Sevilla para la Ópera de Roma, lo cual significaría que la actividad del Intendente como regista en el exterior podría estar condicionando el calendario del teatro de ópera valenciano.

No sé si se habrá debido al parón livermoriano y las ganas que había de ópera o a la popularidad de Aida, pero el caso es que, si nos atenemos al resultado de taquilla, este parece ser el espectáculo que más expectación ha generado esta temporada, estando todas las entradas agotadas desde hace meses. Yo pensaba que Aida se vendería bien, pero, sinceramente, ni por asomo contaba con semejante éxito de venta, sobre todo teniendo en cuenta que es una producción que ya se ha visto aquí y que tampoco cuenta en su reparto con figuras de especial renombre. Por aquí han pasado óperas que suelen arrastrar más público, como Bohème, Traviata, Tosca, Turandot…, que también han tenido una excelente respuesta de taquilla, pero no han llegado a agotar las localidades con tanta antelación.

La lástima es que esa excelente respuesta del público ante Aida no ha venido acompañada, a mi juicio, de un éxito artístico proporcional. Y el caso es que, en conjunto, yo me lo pasé bien, pero creo que la ocasión merecía un nivel superior, especialmente en el apartado vocal.

Esta coproducción del Palau de les Arts con la Royal Opera House Covent Garden de Londres y la Den Norske Opera & Ballet de Oslo, se pudo ver ya aquí en 2010. La dirección escénica, concebida por el escocés Sir David McVicar, ha sido encomendada en esta reposición a Allex Aguilera. Cuando se presentó la temporada, el Intendente Livermore dijo que esta vez íbamos a ver la versión íntegra, ya que en  la versión ofrecida en Valencia en 2010 se habían suprimido algunas cosas respecto al estreno londinense, añadiendo Livermore que ahora podríamos captar toda la profundidad de la puesta en escena de McVicar. Después de lo visto anoche, os juro por Torrebruno que yo no me percaté de más diferencia que la aparición de unos cadáveres momificados colgando del techo en la escena del desfile triunfal. Lo que no quiere decir que no hubiese más, pero a mí no me llamó la atención nada más. Bien es verdad que ni en 2010 ni anoche la propuesta me dejó un especial poso.

Pienso, igual que dije entonces, que estamos ante una puesta en escena más bien fea, muy oscura (para variar) y que, pese a la mutación espacio temporal que realiza, tampoco creo que aporte nada nuevo ni especialmente transgresor; pero reconozco que puntualmente tiene fuerza visual y dramática y, sobre todo, no me resultó molesta. Posiblemente si hubieran empezado a desfilar egipcios con camello me hubiera hastiado más.

Se ha insistido mucho en que se ha querido huir del aspecto más tópico y zefirelliano de las Aida con pirámides y elefantes, para trasladarnos a un espacio y tiempo indeterminados donde se entremezclan elementos de distintas civilizaciones guerreras y donde el componente religioso, la violencia y los sacrificios rituales han jugado un importante papel. Así encontramos guerreros samurái, druidas, mayas, incas o bereberes. Pero, más allá de esa sustitución del Egipto faraónico por lo que en muchos momentos parece un carnaval de barrio, tampoco se aporta mucho más. No deja de primarse el espectáculo puramente visual (sobre todo en los dos primeros actos), mientras que en los momentos más intimistas no aprecié ninguna lectura especialmente original ni profundización en las emociones o rasgos psicológicos de los personajes.

En esta ocasión, respecto a 2010, me ha dado la impresión de que la dirección de actores y movimientos escénicos, sin que tampoco sean la bomba, han estado algo más trabajados. En el vestuario hay de todo, más para bien que para mal, en mi opinión, aunque sigo sin entender el look espantoso de la pobre Amneris. Y la escenografía es bastante simple, con el escenario dominado por un gran andamiaje central giratorio, muy feo, que siempre nos da la impresión de estar viendo a un grupo de chalados disfrazados en un almacén abandonado de un polígono industrial.

Insisto en que, pese a todo, la propuesta escénica no me pareció ni mucho menos lo peor de la noche e incluso creo que la música y el texto fluyeron con cierta comodidad entre las ocurrencias de Sir David McVicar.

El valenciano Ramón Tebar causó muy buena impresión en la función de Nabucco que dirigió la temporada pasada poco después de haber sido designado principal director invitado de Les Arts. Anoche fue el gran triunfador de la velada, si al aplausómetro nos remitimos. Y yo creo que hizo una meritoria labor, aunque también hubo cosas que me gustaron menos.

Pese a algún pequeño desajuste en el preludio, ya apuntó en estas notas iniciales algunos trazos de extrema sensibilidad que se repetirían en otros muchos momentos. Remarcó los contrastes de la partitura con habilidad, extrayendo de la orquesta todo su potencial para brillar en los numerosos pianísimos que pueblan esta genial página verdiana, deleitándose en estos momentos más líricos con un importante alargamiento de los tempi, y conduciendo con nervio y pulso firme en los pasajes más heroicos.

Dirigió con gesto claro y preciso, manejó las dinámicas con acierto y concertó con inteligencia los difíciles pasajes del segundo acto. ¿Cuál fue el problema entonces?, pues que, en mi modesta opinión, al conjunto le faltó emoción, alma. Me dio la impresión de que la orquesta presentó menor homogeneidad y mayores desequilibrios que en otras ocasiones, careció de continuidad en la exposición, y la ralentización de los tiempos más de una vez llevó aparejada una caída de la tensión dramática. Maazel era el rey de la cámara lenta, su Aida seguro que duró un cuarto de hora más, pero era un genio para llevar la situación al límite sin que la construcción dramático musical se desplomase.

En la Orquestra de la Comunitat Valenciana hay que empezar por destacar a los metales. La colocación de las trompetas en el quinto piso durante la marcha triunfal consiguió un efecto impactante que se resolvió satisfactoriamente en cuanto a la difícil concertación del conjunto y con excelso virtuosismo en la ejecución. La cuerda grave, contrabajos, chelos y violas, tuvieron también una noche inspiradísima, al igual que Tamás Massànyi al clarinete y Pierre Antoine Escoffier al oboe. Conmovedora resultó también la última intervención del concertino en unas notas finales sublimes.

El Cor de la Generalitat volvió a resultar deslumbrante, más allá de alguna puntual entrada en falso, y merece más que nunca todos mis elogios, porque creo que debe valorarse especialmente que cumpliese su cometido con la excelencia a la que nos tiene acostumbrados pese a tener que hacer frente a la contundencia orquestal de los momentos triunfales, o en los internos, con un número de componentes muy inferior al que sería deseable. Si seguimos sin dotar al coro de los refuerzos que precisa en determinadas óperas, acabarán por echar a perder uno de los principales valores de este teatro. Luego encima habrá quien vuelva a decirnos que este coro sólo sabe cantar en forte. Ayer demostró que no es cierto, pero es que además si les dejamos en cuadro y les exigimos apianar, también habrá quien diga que ya no suena tan contundente como antaño.

En el apartado solista es donde más carencias encontré. En 2010, la protagonista femenina que nos chupamos en las funciones dirigidas por Lorin Maazel fue una de las peores cantantes que han pasado por Valencia, Indra Thomas; así que mejorar el recuerdo no era complicado. La encargada de asumir el papel de Aida en el estreno anoche, tras caer del cartel Oksana Dyka “por indisponibilidad” (sic) no explicada, ha sido la uruguaya Maria José Siri, quien, por supuesto, mejoró las prestaciones de Thomas, pero me dejó seriamente preocupado.

Hace apenas un año que tuvimos ocasión de escucharla en Les Arts como Manon Lescaut, así que no ha transcurrido tanto tiempo como para que su voz haya experimentado un cambio radical. Sin embargo, su registro agudo anoche se mostró destemplado, cercano al chillido y, lo peor de todo, presentando un vibrato casi tambaleante propio de voces seniles. Ignoro si será un problema puntual o es el alarmante resultado de venir asumiendo roles de mayor peso de lo que su voz, de lírica pura, aconseja. En su haber se han de anotar sus buenas intenciones toda la noche, regulando, matizando, intentando apianar, con más fortuna unas veces que otras, y ofreciendo en O patria mia sus mejores momentos.

El tenor Rafael Dávila, a quien también vimos en Manon Lescaut como Des Grieux, tampoco es un tenor spinto, es un tenor lírico discreto, con una franja alta en la que muestra poderío en los agudos, algunos de ellos luminosos, pero sus graves y centro carecen totalmente de brillo y sonoridad. Su fraseo es insulso, desganado y tosco, y menos verdiano que el cuac cuac de un pato de los Urales. Se escapó de la orquesta dos o tres veces. Su dicción posiblemente fuese la mejor del trío protagonista, pero tiene el problema que rajoyea, o sea arrastra un poquito las eshes. Su versión peculiar de Celeste Aida hizo irreconocible por momentos el aria, intentó apianar pero casi mejor que no lo hiciese; en su dúo con Amneris pareció que estuviera ausente y en el dúo final llegó incluso a desafinar. Y como actor, el pobrecico mío, es muy malo.

Marina Prudenskaya tampoco me convenció como Amneris. Se mostró muchísimo más solvente en el registro agudo que en los graves, donde la voz perdía color y devenía mate, inaudible y ojetera. Su dicción resultaba ininteligible y transmitió una frialdad absolutamente impropia del personaje. Su mejor momento fue la escena del juicio, único instante de la noche en que consiguió encender una chispa de emoción.

Gabriele Viviani fue un Amonasro vociferante y brutote, con falta de contundencia en la zona grave, pero, sin ser tampoco el baluarte de las esencias verdianas, defendió el personaje con dignidad y, tanto en Quest’assisa como en Non sei mia figlia echó el resto y mostró el tono requerido.

Voces más bien feas, pero cumplidoras en general, presentaron Alejandro López, como el Rey, y Riccardo Zanellato como Ramfis, quien tuvo su mejor momento en la escena interna del juicio. Bien Federica Alfano en su breve intervención, también interna, como Sacerdotisa; y destacado el Mensajero de Fabián Lara.

Uno de los grandes protagonistas de la noche fue el Ballet de la Generalitat, cuyos componentes merecen un enorme aplauso, pues, más allá de la polémica entre rijosos y pacatos acerca de que mostrasen las tetas, tuvieron un excelente rendimiento, muy meritorio por la enorme exigencia escénica que se les ha requerido.

Ojalá todas las noches el recinto operístico de nuestra ciudad pudiese verse como ayer. Lleno completo, con bastante gente joven. Y nutridos aplausos al final para todos los participantes que fueron especialmente efusivos para Ramón Tebar y la orquesta. También hubo presencia institucional, con el Alcalde Joan Ribó y el Secretario Autonómico de Cultura, Albert Girona, entre otras personalidades… Estaba hasta el Intendente Livermore que se ve que ya ha acabado su barbero romano. Ah, y una vez más volvió a honrarnos con su presencia el internacionalmente conocido coro de carrasperos y tísicos terminales del Bajo Aragón, que toda la noche acompañó a destiempo y con saña los momentos más intimistas de la partitura, exhibiéndose especialmente en el primer tercio del acto tercero, donde marcaron un precioso contrapunto gargajoso que sepultó entre flemas todo el lirismo de Verdi sin piedad.

Ya dije al comienzo que, pese a que pueda poner de manifiesto cosas que no me gustaron tanto, yo pasé una noche muy agradable. Aunque si me preguntaseis qué es lo que más me gustó de Aida, os diré que el Encuentro que tuvo lugar dos días antes en el Aula Magistral con Allex Aguilera y Ramón Tebar, hablando de esta producción, y donde el director musical, mostrando también sus dotes como pianista, ilustró algunas ideas interesantísimas sobre esta obra. La pena fue que sólo lo disfrutásemos unas 30 personas. Pero claro, Les Arts lo anunció a sus abonados y en el programa de Aida, apenas unas horas antes de su comienzo.

Esperemos que un día de estos Livermore se centre en Les Arts y se empiecen a enderezar muchas cosas.


viernes, 17 de diciembre de 2010

LA "AIDA" DE OMER MEIR WELLBER. ¿HAY VIDA DESPUÉS DE MAAZEL?


Ayer tomó la batuta por primera vez en el foso del Palau de les Arts el director israelí Omer Meir Wellber, quien fuera designado a comienzos de este año como sucesor de Lorin Maazel para asumir la dirección musical del coliseo valenciano a partir de la próxima temporada 2011-2012. Existía una gran expectación por escuchar la versión de “Aida” que ofrecía el joven director (29 años), sobre todo después de la peculiar y bellísima lectura que hizo el maestro Maazel en las funciones anteriores, y por ver su acople con la excelente Orquesta titular del recinto.

Lamentablemente no pude acudir a vivir la experiencia en directo y tendré que aguardar al día 29 para formar mi propio criterio, no obstante, gracias a la amabilidad de los buenos amigos Assai y Ennecus, que sí tuvieron la fortuna de asistir y de cuya opinión me fío enormemente, os puedo trasladar sus impresiones acerca de lo vivido anoche en Les Arts. Y el resultado parece ser que fue más que positivo:

La versión de Wellber, como era de esperar, poco o nada tuvo que ver con la de Maazel, pero no fue menos brillante. El israelí ofreció una lectura más ajustada a los tempi habituales, que sonaron rapidísimos en comparación con Maazel, pero cargada de precisión y sensibilidad, llena de matices, consiguiendo arrancar unos pianísimos magistrales de la Orquesta y conteniendo su volumen con inteligencia, y todo ello sabiendo mantener una tensión constante.

La Marcha Triunfal fue dotada de brillantez y fuerza, con un colorido espectacular; en el ballet del acto II Wellber emocionó por su claridad en la exposición; y la escena final fue de las que consiguen dejar sin respiración al teatro.

Quizás peque el joven director de demasiada vehemencia en el podio, lo que le conlleva un gran desgaste físico, pero lo importante es que consiga la conexión con los músicos, y eso parece que se logró, estando estos siempre atentos a las indicaciones del maestro.

La dirección de ayer de Omer Wellber se puede calificar de sobresaliente y, aunque quizás gozase de la ventaja de encontrarse con el rodaje previo de la Orquesta en esta obra con Maazel, la sensación que dio el israelí es que nos encontramos ante un director de una talla ciertamente relevante.

La Orquesta, salvo una pifia puntual de la trompeta, sonó en todo momento perfectamente ajustada, con la cuerda empastada y cálida de las mejores noches y un virtuoso Álvaro Octavio en la flauta.

También el Coro volvió a lucir su mejor cara, y respecto a los cantantes, Daniela Barcellona destacó de nuevo ofreciendo una Amneris extraordinaria.

Jorge de León suplió la espantá de Marcelo Álvarez con brillantez, moviéndose más cómodo con los tiempos de Wellber que con las magistrales lentitudes de Maazel.

La china Hui He, sin tener una voz especialmente bella, fue una Aida de verdad. A años luz de la que ofreciera Indra Thomas. Tan sólo se le podría criticar cierto automatismo en la interpretación, pero se mostró afinada, con una emisión limpia y teniendo la valentía de atacar algunas frases claves en piano consiguiendo un resultado más que aceptable aunque se nublase ligeramente su timbre. Especialmente destacable resultó su tercer acto.

Como nos temíamos todos, el Amonasro de Marco Vratogna fue la única nota negra de la noche, graznando como en él suele ser habitual a base de embestidas vocales y golpes de glotis.

En definitiva, parece ser que se pudo asistir a una velada que nos llena de esperanza a los aficionados valencianos que aguardábamos con cierto recelo el debut del joven Wellber ante una ópera de enjundia como es “Aida”. Es sabido que este blog no se caracteriza especialmente por loar la labor de la Intendente de Les Arts, pero igual que critico todo aquello que me parece que se hace mal, en este caso, si se confirman las buenas impresiones que sacaron los asistentes a la función de ayer, habrá que felicitar a la señora Schmidt por su arriesgada, y esperemos que acertada, apuesta en la sustitución de Lorin Maazel.

Ojalá el día 29 pueda yo afirmar también lo mismo que me ha dicho hoy mi amiga Assai: “Ayer me fui a casa con la sensación de que hay vida después de Maazel”.

Gracias Assai y Ennecus.

jueves, 25 de noviembre de 2010

ELIGIENDO AIDA


En la entrada que dediqué recientemente a comentar mi visión sobre la "Aida" que está actualmente representándose en el Palau de Les Arts, el amigo Álvaro planteaba la pregunta de quién considerábamos que sería la cantante que mejor podría interpretar en la actualidad a la protagonista de la famosa ópera de Verdi.

Aunque fueron pocas las personas que decidieron opinar al respecto, sí que salieron mencionados algunos nombres de sopranos actuales que vienen cantando últimamente el papel de la esclava etíope.

Y como estos días ando bastante liado y no tenía muchas ganas de currarme un post como Dios manda, he optado por escoger cuatro de esas cantantes y traerlas aquí interpretando el "O Patria mía" del III acto de "Aida". Podéis dar vuestra opinión al respecto, como siempre, dejando un comentario, o bien simplemente limitaros a votar en la encuesta que he colgado en la columna de la derecha.

No se trata propiamente de un concurso, así que no esperéis cesta de navidad.

A Indra Thomas no la he incluido por si algún despistado insconsciente se decidía a escucharla sin tomar antes un ansiolítico.

En primer lugar podemos escuchar a Micaela Carosi:



video de Giupeppeism

Seguidamente a Sondra Radvanovsky:



video de operalover9001

Ahora a Norma Fantini. Os aconsejo escucharla con los ojos cerrados porque la dirección artística es denunciable ante el Tribunal de La Haya:



video de Agatarco

Y por último acabamos con Violeta Urmana:



video de schicchi1160

lunes, 15 de noviembre de 2010

"AIDA" (Giuseppe Verdi) - Palau de les Arts - 13/11/10


El pasado sábado se produjo el esperado estreno de la temporada 2010-2011 en Les Arts. Como es habitual, hubo presencia de diversos personajetes de la farándula y de todo el politiqueo local, encabezados por la Alcaldesa de Valencia y el President de la Generalitat, que, según me comentaron, llegó tarde, aunque impecablemente trajeado para la ocasión.

Se inauguraba la última temporada de Lorin Maazel como director musical de Les Arts, con “Aida”, de Giuseppe Verdi, en una coproducción del teatro valenciano con la Royal Opera House Covent Garden de Londres y la Den Norske Opera & Ballet de Oslo, con dirección artística de David McVicar y musical del Maestro Maazel.

La función comenzó con un aviso de megafonía en el que se anunciaba un minuto de silencio por el genial cineasta valenciano Luis García Berlanga, fallecido ese mismo día, y a quien se dedicaba la representación. Un detalle que el público recibió con sobrecogedor silencio y gran ovación final.

Respecto a la dirección artística, como ya os comentaba en mi anterior post, David McVicar ha querido alejarse del aspecto más folclórico de las grandes puestas en escena que de esta ópera se han podido ver, y no nos encontramos esta vez pirámides, lujosos templos, ni elefantes, lo cual tampoco esperábamos dada la coyuntura económica actual, pero es que tampoco hay apenas referencia alguna a la cultura egipcia. La acción se traslada a un limbo espacio-temporal, donde aparecen guerreros samurái, druidas celtas, aztecas, bereberes… que se entremezclan en un totum revolutum al que no se le acaba de ver mucho sentido, más allá de exponer que el eterno enfrentamiento de la política y religión frente a los sentimientos más nobles del ser humano, ha caracterizado a las distintas civilizaciones que históricamente se han sucedido, y siempre en un entorno de violencia.

Y es que McVicar se empeña en mostrarnos la maldad y barbarie del hombre con la presencia en escena de sacrificios humanos con abundancia de sangre. Aunque en mucha menor medida que en el estreno de esta producción en Londres.

Se han suprimido ahora respecto a entonces algunos momentos que potenciaban esa vertiente violenta, como la aparición en el desfile triunfal de los cadáveres momificados de los sacrificados colgando del techo. Según me han comentado, parece ser que estos cambios podrían haber venido impuestos por la dirección de Les Arts que los exigió aduciendo que había ya demasiada violencia para el público valenciano. Independientemente de que lo suprimido aportase o no algo a la propuesta escénica, de ser cierto, sería una nueva majadería inadmisible de Les Arts.

La dirección de actores desde mi punto de vista no está demasiado cuidada y falta un mayor énfasis en las relaciones entre los personajes. Los movimientos en escena de los protagonistas parecen la mayor parte de las veces más fruto del azar o de la inspiración del intérprete (unos más inspirados que otros), que de una dramaturgia estudiada para conseguir transmitir una particular lectura del libreto.

La escenografía es bastante simple. El escenario está dominado por un gran andamiaje central giratorio, muy feo, que desconozco lo que representa y que unido al variado vestuario, en ocasiones daba la impresión de que estábamos asistiendo a una reunión de amigotes en una fábrica abandonada tras una fiesta de disfraces. En algunos cuadros ese elemento central desaparecía para dejar un escenario despejado que favorecía el intimismo, como en la escena del Nilo o la tumba final.

Una oscuridad excesiva invadió toda la noche el escenario, potenciando la vertiente más tétrica de la lectura de McVicar.

Pese a todo, la propuesta no carece de fuerza visual y no me resultó molesta, aunque no me acabase de convencer. Desde mi personal punto de vista, se ha prescindido de recurrir a una puesta en escena clásica deslumbrante y kitsch en las que predomina la grandiosidad de cartón piedra, por esta pretendidamente innovadora y que se nos vendía como intimista, pero que no deja de primar el espectáculo puramente visual (sobre todo en los primeros actos) frente a otras lecturas de fondo y análisis de los comportamientos de los personajes.

Pero, frente a esta cierta incapacidad de la regia para transmitir los contrastes de la obra en su vertiente más intimista, allí estuvo el Maestro Maazel inmejorablemente secundado por su Orquesta para lograrlo con creces. Aunque el escenario hubiera estado vacío y los cantantes petrificados, la emoción hubiese inundado la sala igual, gracias a la exhibición de maestría del octogenario director, que declaraba en una entrevista que publica el diario Levante, que el único secreto está en el respeto a la partitura y al músico.

Bueno, pues eso ya es más discutible, porque si el escenario de la representación hubiese sido La Scala, templo guardián de las esencias verdianas, igual el veterano director hubiese salido escoltado por los carabinieri, ya que la lectura de Maazel me pareció extraordinariamente bella, llena de colorido y matices, desgranando con pulcritud la enorme riqueza y los contrastes de esta página verdiana, pero con ese particular uso de los tempi, en los que reconstruye la partitura alla Maazel y donde los ritardandi traspasan en ocasiones los límites de lo admisible (sobre todo para los cantantes). En cualquier caso, el resultado, pese a no ser ortodoxo y verdiano al cien por cien, a mi me resultó altamente gratificante.

El momento curioso de la noche se produjo al inicio del último cuadro del IV acto, cuando Jorge de León se iba acercando desde el fondo del escenario y la música no comenzaba. Me asomé hacia el foso y pude ver a Maazel agachado y la luz verde del atril encendida. Por un momento pensé si habría sufrido alguna súbita indisposición, pero enseguida comprobé que, con toda la pachorra del mundo, el venerable Maestro se estaba anudando los cordones de los zapatos, dejando claro que era él quien decide cuándo se empieza.

De la Orquestra de la Comunitat Valenciana cualquier cosa que se diga suena a repetitiva, pero francamente sólo se me ocurre insistir en que es un enorme placer escuchar a esta orquesta, aunque existan algunos fallos propios de una primera función, como ocurrió el sábado, pero la belleza del sonido que logran extraer estos músicos de sus instrumentos y su capacidad de conjunción y flexibilidad, alcanzan cotas difícilmente superables.

Es justo destacar una vez más a los solistas de flauta, oboe y cello que tuvieron unas portentosas intervenciones.

El Cor de la Generalitat volvió también a dejar claro que es una de las mejores agrupaciones que se pueden encontrar hoy en los teatros de ópera. A pesar de algún desajuste puntual y pequeños desequilibrios, su rendimiento fue magnífico, mejor el masculino, especialmente los tenores, que el femenino.

Mención de honor merece asimismo el original Coro de Tosedores de la Comunitat Valenciana, que debía también inaugurar temporada, convirtiéndose en uno de los protagonistas de la velada. Estratégicamente apostado en las diferentes zonas de la sala, con un ajustado equilibrio entre carrasperos y gargajosos, supo acompañar la partitura atacando con saña los pianísimos y cualquier conato de silencio que se producía, como mandan los cánones.

En cuanto al elenco solista, hay que comenzar por la gran triunfadora de la noche que fue, sin duda, Daniela Barcellona. Estuvo fantástica como Amneris a pesar del espantoso look reina Amidala. Quizás no sea este el papel más adecuado para ella, pero pese a que en los primeros actos no tiene excesivas oportunidades de lucirse, desde su aparición en el escenario derrochó poderío vocal y escénico, adecuación estilística y madurez interpretativa. Su escena del juicio y el dúo con Radamès fueron momentos en los que la emoción en la sala se podía cortar con un cuchillo.

Jorge de León no es Carlo Bergonzi, obviamente, pero me pareció un muy buen Radamès. Y, tal y como está el mercado de Radameses, eso es un lujo. Si algo creo que no se le puede reprochar al tinerfeño es su arrojo para acometer un personaje complicado como este. No tuvo reparos en afrontar el “Celeste Aida” sin trampa alguna, con excelente técnica, fraseo de manual y haciendo ostentación de fiato. Quizás la emisión se percibió en los inicios algo entubada, pero conforme fue avanzando la obra, fue mejorando. En la segunda parte, mucho más lírica, consiguió hilvanar algunos matices llenos de buen gusto y sobre todo hizo alarde de un fraseo bellísimo. En el dúo del tercer acto con Aida, emitió además unos agudos estupendos. Quizás en lo actoral estuvo más justito, pero cumplió hasta con los malabarismos con la catana.

Giacomo Prestia fue un buen Ramfis, presentando una resonante voz ancha y profunda, de atractivo timbre y gran volumen, consiguiendo una emisión llena de nobleza.

Gevorg Hakobyan que me había gustado bastante en sus anteriores actuaciones en Les Arts, como Sharpless y Alfio, me pareció flojísimo como Amonasro, carente completamente de autoridad vocal y carácter.

Marco Spotti, Sandra Fernández y Javier Agulló cumplieron, sin más, como Rey, Gran Sacerdotisa y Mensajero, respectivamente.

He dejado a propósito para el final a la presunta protagonista. Una Indra Thomas con la que procuraré no ser demasiado cruel, pero cuya interpretación de Aida, siendo generoso, sólo puedo calificar de muy deficiente. Me da la impresión de que alguien ha engañado a esta mujer haciéndole creer que está capacitada para afrontar un papel como este. Una voz de color muy oscuro como la de Thomas no basta para cantar Aida si, como es el caso, se carece completamente de graves, casi también de agudos, que se convierten en chillido cuando la tesitura no da más de sí, la emisión es sucia, se desafina, la técnica respiratoria es inexistente y la media voz consiste simplemente en cantar más bajito, que ya es decir, porque la escasez de volumen es otra de sus características y fue inaudible en más de una ocasión.

Con una dicción italiana propia de una pescadilla con frenillo, fue imposible identificar en qué idioma cantaba porque no se entendía absolutamente nada de lo que decía. Y todo eso adornado con una actuación dramática con menos movilidad que los pastorcillos del belén y transmitiendo menos emoción que un langostino (cocido).

La amiga Thomas asesinó, previa cruel tortura, los bellísimos dúos con Barcellona y De León, y fue una lástima, porque estos estuvieron especialmente bien y la orquesta les acompañaba con delicado lirismo.

Hui He no es santo de mi devoción, ni mucho menos, pero dudo mucho que en el segundo reparto pueda hacerlo peor que Thomas, sinceramente.

A pesar del magnífico rendimiento de Barcellona y De León, después de escuchar en el estreno a Indra Thomas, la frase del otro día de Helga Schmidt diciendo que “esta Aida es musicalmente la mejor que se puede ofrecer a día de hoy”, suena a tomadura de pelo. O pone los pelos de punta, si a lo que se refiere la Intendente es a que, con el presupuesto que hay, Indra Thomas es lo mejor que vamos a escuchar. Si es así, que lo aclare, que cambio mi abono por un pase a las cenas de la Tuna de Arquitectura.

El público llenaba casi en su totalidad el recinto. No obstante, pese a que desde hacía ya muchos días apenas quedaban localidades, una hora antes de comenzar todavía quedaban entradas que se podían adquirir al 50%, incluso de las zonas más económicas.

Además de las feroces toses que ya he comentado antes y los ruidosos papelitos de rigor, quisiera hacer una observación respecto al público del sábado que me parece de justicia. Pese a ser función de estreno, su comportamiento respecto a los aplausos fue bastante coherente. Tras el horrísono “Oh, Patria mía” que se marcó la Thomas y pese a la paradinha estratégica de Maazel buscando el aplauso, el silencio absoluto fue lo único que pudo escuchar la americana. Igualmente, al final, Barcellona fue la más reconocida de los solistas, seguida de De León y cuando salió Indra Thomas la ovación se convirtió en educados y tibios aplausillos.

Y no ha transcurrido tanto tiempo desde que en este teatro hemos visto ovacionar y bravear a piñón fijo a todo protagonista en cuanto te hacía un agudo medianamente vistoso (¿os acordáis de una tal Voulgaridou?). ¿Puede ser esto un síntoma de madurez del público de Les Arts?, pues yo creo que sí, que con el paso del tiempo está adquiriendo un mayor criterio y cada vez sabe mejor lo que quiere oír. O eso quiero creer yo.

No salió a saludar ningún miembro de la dirección artística, con lo que no se puede conocer la opinión del público respecto a la puesta en escena, aunque por lo escuchado en los pasillos parecía haber división de opiniones. Esa ausencia en los saludos de la dirección artística, según me han dicho, podría haber sido su modo de protestar ante las imposiciones de Les Arts para eliminar algunos elementos de la puesta en escena.

En fin, ya me he vuelto a alargar demasiado. Pese a la Thomas, fue una buena noche de ópera que me permitió gozar de una extraordinaria Barcellona, un estupendo De León y la magia (peculiar) del Maestro Maazel y sus músicos. Repetiremos algún otro día y veremos que nos depara el segundo reparto con Wellber como director musical y con Marcelo Álvarez y Hui He acompañando a Barcellona.

viernes, 12 de noviembre de 2010

A PUNTO DE INICIARSE LA TEMPORADA EN LES ARTS


Mañana sábado comienza oficialmente (por fin) la temporada 2010-2011 en el Palau de les Arts, con la representación de todo un clásico, la ópera “Aida”, de Giuseppe Verdi, en una coproducción (no tan clásica) del teatro valenciano con la Royal Opera House Covent Garden de Londres y la Den Norske Opera & Ballet de Oslo, que cuenta con la dirección artística del escocés David McVicar, mientras que la dirección musical estará compartida entre Lorin Maazel y el israelí Omer Wellber, principal director invitado del centro operístico valenciano y futuro director musical del mismo.

Ayer, la Intendente de Les Arts, Helga Schmidt, presentó esta producción en rueda de prensa en la que estuvo acompañada por Lorin Maazel, y los principales intérpretes del estreno, la soprano estadounidense Indra Thomas (Aida), la mezzosoprano italiana Daniela Barcellona (Amneris) y el tenor tinerfeño Jorge de León (Radamès).

No tuvo reparo Helga en afirmar categóricamente que esta “Aida” es “musicalmente la mejor que se puede ofrecer a día de hoy”. Algo exagerado parece, desde luego, pero así es nuestra Intendente, contundente.

No fue sin embargo tan tajante respecto a la excelencia de la vertiente escénica, donde McVicar ha abandonado cualquier referencia al antiguo Egipto, no vaya a ser que nos creamos que se desarrolla allí la obra, y parece que ha hecho un batiburrillo importante de culturas tan dispares como la maya, japonesa, escandinava o africana, con una mezcla de estéticas bastante desconcertante donde, por ejemplo, a la pobre Daniela Barcellona (que ya abrió temporada el pasado año con “Les Troyens” vestida ridículamente cual fallera afro) la han disfrazado esta vez de “cosa” a medio camino entre Alaska y personaje de Star Wars, como podéis ver en la foto.

Ya veremos que nos depara esta “Aida”, la juzgaremos con criterio cuando la hayamos visto y oído. De momento el Palau de les Arts ha colgado un video con escenas de los ensayos de la ópera de Verdi que abre mañana la temporada. La verdad es que para haberlo hecho ellos mismos, el sonido es nefasto y los continuos cortes marean más que otra cosa. Vamos, que el video es malo de narices, pero para ir abriendo boca y hacernos una ligerísima idea de los que nos espera, puede valer. Podéis descargarlo en la renovada web de les Arts, AQUÍ.

Esa misma web que tanto les gusta modificar a hurtadillas día tras día, ofreciéndonos numerosos cambios a lo largo de la temporada en la programación anunciada, generalmente para peor. Aunque en esta ocasión la sorpresa ha sido muy positiva, ya que, tal y como nos anunció FLV-M en un comentario a mi post anterior, tras haberse dicho en un principio que el finlandés Juha Uusitalo podría ser el Scarpia de la "Tosca" que podremos ver en mayo y junio en el Festival del Mediterrani de 2011, y después de haber desaparecido luego cualquier referencia a Scarpia en la presentación de la programación de Les Arts, ahora aparece anunciado para este rol el excelente barítono galés Bryn Terfel, quien junto a Marcelo Álvarez (Cavaradossi) y Oksana Dyka (Tosca) formarían el trío protagonista de la ópera de Puccini.

De todas formas, conociendo como se las gasta doña Helga, de aquí a mayo aún podemos ver desfilar a una docena de Scarpias y acabar cantando el papel Francisco. Esperemos que no sea así y que efectivamente sea Bryn Terfel quien finalmente actúe.

Para acabar esta entrada, y mientras esperamos el comienzo oficial mañana de las representaciones en les Arts, os dejo precisamente con Bryn Terfel como Scarpia, interpretando en 1998 el Te Deum que pone fin al primer acto de "Tosca":



video de Gabba02