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sábado, 9 de abril de 2011

CONCIERTO POR JAPÓN EN LES ARTS: LA CRÓNICA

El pasado jueves tuvo lugar en el Auditorio del Palau de les Arts el concierto organizado a beneficio de los damnificados por los sucesos ocurridos en Japón, del que os hablé en un post anterior.

La organización del evento parece que surgió de los propios músicos y cantantes y que el Palau de doña Helga en este caso se ha limitado a poner el local. Y, por cierto, el día del concierto yo no vi por allí a mi Intendente favorita, aunque no puedo asegurar que no estuviera, dada la ubicación en la que me encontraba.

Una de las personas más implicadas en esta organización ha sido el barítono hispano-uruguayo Erwin Schrott, a quien al finalizar el acto se le veía realmente emocionado y es muy de agradecer el interés personal que ha puesto en ello.

Al tratarse de un acto benéfico, en el que todos los participantes han colaborado de forma gratuita por un fin solidario, no procede poner aquí de manifiesto los fallos o limitaciones que pudieran tener unos u otros, sobre todo teniendo en cuenta que el evento se ha organizado en muy pocos días y sin posibilidad casi de ensayos. Lo importante es la causa solidaria y el hecho de que se haya tomado esta iniciativa y eso ya valora positivamente por sí mismo el trabajo de cuantos intervinieron.

Pero es que además he de decir que todo salió mejor de lo que muchos esperábamos y el público disfrutó un montón del espectáculo.

Tras una briosa interpretación de la Obertura de “La Forza del Destino” por la Orquestra de la Comunitat Valenciana, el tenor mejicano Ramón Vargas nos ofreció uno de los grandes momentos de la noche con el aria “Quando le sere al placido” de “Luisa Miller” de Verdi, que cantó con enorme expresividad, fuerza, sensibilidad y control vocal, emocionando. Al final de la velada volvería Vargas a electrificar la espina dorsal de los asistentes, en este caso con la popular “Granada”, donde de nuevo maravilló con su musicalidad, impresionantes agudos y control del fiato.

La soprano Rocío Ignacio cantó el “Caro Nome” de “Rigoletto”, lo que hizo demostrando un adecuado control de la coloratura y dominio de la zona aguda.

También intervino la guapa soprano georgiana Ilona Mataradze que optó por una pieza siempre agradecida por el gran público como es el “O mio babbino caro” de “Gianni Schicchi” de Puccini, que cantó con una voz muy bella, mostrando mucho gusto y delicadeza.

El Cor de la Generalitat tuvo dos magníficas intervenciones que pusieron fin a cada una de las partes del concierto: “Amen. In sempiterna” del “Stabat Mater” de Rossini, y el “Coro a bocca chiusa” de “Madama Butterfly” de Puccini, bellísimo y emocionante.

Pero si hubo un protagonista de la noche, ese fue Erwin Schrott. Su primera intervención fue cantando “Udite,udite” de “L’Elisir d’Amore” de Donizetti. Y cuando digo cantando, quiero decir cantando de verdad. Dando al personaje el carácter bufo que tiene, pero sin caer en la pantomima excesiva en la que ha incurrido en otras ocasiones en detrimento del canto. Lució su voz potente, profunda y bien timbrada y la puso al servicio de la partitura. Y por supuesto no faltó el peculiar "toque Schrott". Sacó a modo de elixir un folio enrollado y se dirigió al público enarbolándolo en alto mientras cantaba que se lo comprasen, que era el remedio para todos los males. Desplegó el folio en cuestión y era un cartel del concierto firmado por los participantes en él. Un espectador de la primera fila sacó un billete de 20 euros y se lo entregó a Schrott, quien a su vez le dio el cartel. Al finalizar su aria se dirigió al espectador y, mientras se guardaba el billete en el bolsillo de su chaqueta, le dijo: “esto va para el Japón”, procediendo a salir del escenario dejando al hombre con cara de “pues vaya…”

La segunda parte comenzó con unas palabras del Consul General del Japón en Barcelona que, emocionado, dio las gracias en nombre de su país por el acto organizado, tras lo cual tuvo lugar la intervención del dúo de percusión israelí PercaDu que interpretaron una pieza compuesta por el japonés Minoru Miki, en la que exhibieron un portentoso virtuosismo y sincronización.

Tras esto vino el apartado dedicado a los tangos. Omer Wellber salió a escena en chalequillo y con un acordeón para acompañar a Erwin Schrott en “Oblivion” de Astor Piazzolla, que el uruguayo cantó con mucho estilo y cuidando los matices, mientras no dudaba en dirigir la orquesta con gestos indicativos, ya que el maestro estaba ocupado aporreando el acordeón.

Después, Wellber y su acordeón acometieron junto a la orquesta el “Libertango” de Piazzolla y, claro, pasó lo que tenía que pasar. Wellber toca el acordeón igual que dirige, con esa hiperactividad desatada que te hace preguntarte si es que tendrá un ejército de hormigas carnívoras en los calzoncillos y pirañas en los sobacos, así que, a mitad de “Libertango”, dos o tres teclas del acordeón se fueron a tomar… el aire. Se quedó Wellber mirando el instrumento con cara de perplejidad, se encogió de hombros y tuvo que acabar acompañando a la orquesta golpeando rítmicamente el acordeón cual si de unas congas se tratase.

El apartado tanguista finalizó con Erwin Schrott abordando el tema que da título al CD que acaba de lanzar al mercado, “Rojo tango” de Pablo Ziegler, no pudiendo estar acompañado por Wellber y su ex acordeón, como estaba previsto en un principio, ya que no debía haber cover del instrumento. Schrott volvió a demostrar aquí su potencia vocal, muy metido en estilo, y fue divertido observar como Wellber dirigía la Orquesta batuta en ristre y, a su lado, Schrott hacía lo propio con sus manos y no siempre coincidiendo con las indicaciones del maestro.

Al finalizar (sin bises), el público que llenaba las tres cuartas partes del aforo del Auditorio, con una gran presencia de la colonia japonesa en Valencia, tributó, puesto en pie, una larga y calurosa ovación a todos los participantes y nos marchamos todos de allí muy satisfechos tras pasar una noche plagada de emociones, humanas y artísticas.

Ojalá este gesto solidario que tuvo lugar el jueves en Valencia sirva para paliar el dolor de los afectados por la catástrofe de Japón, si no desde un punto de vista económico, al menos sí como mensaje de apoyo para que sientan que no están solos en los difíciles días que están viviendo.

Para finalizar, os dejo la traducción aproximada del poema de Miyazawa Kenji, “Ame ni mo mazeku”, que leyeron en el concierto los dos músicos japoneses de la Orquestra de la Comunitat Valenciana, la violinista Eri Takeya y el contrabajo Nobuaki Nakata, todo un canto a la lucha por la vida y la solidaridad:

Poder resistir la lluvia,
poder resistir el viento,
poder resistir tanto la nieve como el calor del verano
con un cuerpo fuerte,
sin ansias.
 
No dejándose llevar nunca por el temperamento.
Con una alegría tranquila.
Comer cada día cuatro tazas de arroz integral,
miso y algunos vegetales.
 
En todo,
pensar primero en los otros.
Ver, escuchar y entender
y, además, nunca olvidar.

A la sombra de los pinos, en los prados,
estar en una pequeña choza con techo de paja.
Si hay un niño enfermo al Este,
asistirle.
Si hay una madre exhausta al Oeste,
ponerse al hombro sus fajos de arroz.
Si hay un hombre moribundo al Sur,
decirle que no tema.
Si hay una guerra o conflicto al Norte,
decir que sería mejor acabar con ello.

Cuando hay sequía, derramar lágrimas.
Cuando el verano es frío, vagar perplejo.
Ser llamado imbécil por todos,
no ser alabado,
no ser culpado.

Quisiera convertirme
en una persona así.