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jueves, 27 de mayo de 2010

"DAS RHEINGOLD" DESDE LA SCALA


Ayer se retransmitió en directo a cines de toda Europa la representación de “Das Rheingold” (El Oro del Rhin), de Richard Wagner, que tuvo lugar en el Teatro alla Scala de Milán, en una coproducción entre el recinto milanés y la Staatsoper Unter den Linden berlinesa, con la que se inicia la tetralogía “El Anillo del Nibelungo” que se pretende completar en las próximas temporadas con el resto de obras (“Die Walküre”, “Siegfried” y “Götterdämmerung”) hasta llegar a 2013, año en que se cumple el 200 aniversario del nacimiento de Richard Wagner, y en el que se ha previsto la representación del ciclo completo. Para esta aventura se cuenta con la dirección musical de Daniel Barenboim y la puesta en escena ideada por el belga Guy Cassiers.

He de comenzar diciendo que, en términos generales, no me gustó el planteamiento de Cassiers. La propuesta escenográfica tiene algunos momentos interesantes, como las sombras de los gigantes o la aparición de Erda. El charco del comienzo, a modo de Rhin, no es nada especialmente original y contó con el agravante de que durante toda la representación hubiera gente chapoteando, hasta en el Nibelheim. A mi juicio se pecó también de demasiada oscuridad, lo que unido a la pésima realización de la retransmisión, provocó dificultades en el seguimiento de lo que ocurría en escena.

Las proyecciones de video en el muro que cerraba el escenario iban creando los diferentes ambientes, unos más logrados que otros. Muy flojo el Valhalla, donde la triunfal entrada en el mismo de los dioses se limitó a una desaparición en la oscuridad.

La dirección de actores, sin ser especialmente destacable, sí fue algo más trabajada de lo que suele ser habitual.

Pero en mi opinión lo que lastró definitivamente la propuesta de Cassiers fue la presencia omnipresente junto a los cantantes de un cuerpo de baile en constante movimiento. “Das Rheingold” es una obra que cuenta ya con numerosos intérpretes en escena como para llenarla además de bailarines y mimos haciendo el ganso.

Cuando finalizó la escena de las hijas del Rhin y empezaron a deambular bailarines por allí, lo primero que pensé fue: “sí que es grave el tema de la huelga en los teatros italianos, que tienen que aprovechar para representar a la vez una ópera de Wagner y Coppelia”. Me pareció indignante asistir a las invocaciones de Wotan mientras una panda de mozalbetes medio en bolas le gesticulaban y le metían las manos por la cara a punto de sacarle el ojo sano. Pero es que además de ridiculizar a Wagner y entorpecer el seguimiento de la acción dramática, no encontré que se aportase absolutamente nada nuevo con semejantes sandeces.

El vestuario anacrónico, ridículo y feísta de Tim Van Steenbergen, no ayudo precisamente a hacer más atractiva la propuesta.

En el apartado musical siempre es complicado juzgar una función como la de ayer, vista en el cine, donde todo se oye bien y no es fácil calibrar cómo todos esos sonidos amplificados se están proyectando, conjuntando y escuchando en una sala en directo. Así pues, mis comentarios están condicionados por esa circunstancia y posiblemente fueran diferentes de haber estado presente en el teatro.

Ante todo, vaya mi mayor aplauso y reconocimiento para Daniel Barenboim y la Orquesta de la Scala que ofrecieron una maravillosa interpretación de la bellísima música de Richard Wagner, de la cual el director volvió a demostrar ser uno de los mejores ejecutores posibles que hay en la actualidad. Barenboim llevó a cabo una dirección muy cuidadosa con todos los detalles de la rica partitura wagneriana. La grandiosidad en esta ocasión cedió el paso al refinamiento tímbrico y al contraste de texturas y matices, logrando alcanzar unos niveles de emotividad e intensidad dramática enormes, viéndose resaltados los aspectos más líricos de la obra. La orquesta se mostró controlada en todo momento por la sabia mano del director que cuidó con mimo, a veces demasiado, los volúmenes en favor de los cantantes, o esa al menos fue la impresión que tuve escuchando la retransmisión.

El bajo alemán René Pape, reputado intérprete wagneriano de regios papeles como Marke (Tristan e Isolda) o Heinrich (Lohengrin), afrontaba por vez primera el exigente rol del dios Wotan. Pape hizo gala de su bellísimo timbre, cuidado fraseo, carisma, musicalidad, expresividad, conocimiento del repertorio y un comportamiento escénico irreprochable, aunque se mostrase un tanto estático en ocasiones, si bien eso puede ser achacable a la dirección de Cassiers.

Sin embargo, daba la impresión de que Wotan no acabara de ser su papel, para sorpresa de muchos, entre los que me incluyo, que pensábamos que podríamos estar ante el gran Wotan de los últimos años El Hans Hotter del siglo XXI. Quizás con mayor rodaje del personaje pueda llegar a serlo, pero ayer, aun gustándome mucho, no dejó la impronta que yo esperaba. En la zona aguda no acababa de llegar cómodo y se percibió, especialmente al final, demasiada tirantez. El problema puede estribar en que Pape realmente no es barítono. Ni siquiera un bajo-barítono. Es un auténtico bajo. Y eso se ponía de manifiesto en su disputa con los gigantes, donde el contraste entre las voces prácticamente era inexistente. Pese a todo disfrutamos de un estupendo Wotan, al que esperaremos para juzgarle con más criterio en la prueba de fuego que será “La Valquiria” con la que se abrirá la próxima temporada milanesa. Por cierto, acompañado de un reparto de lujo, con Waltraud Meier en el papel de Sieglinde y Nina Stemme como Brünnhilde.

Johannes Martin Kraenzle fue también un buen Alberich. Me dio la impresión de que quizás en directo su voz no alcanzase la gravedad y proyección deseadas, y resultase un tanto blando vocalmente, pero escuchado en el cine sonó francamente bien, con un ligero vibrato que no molestaba, y sobre todo, con una magnífica interpretación actoral.

La gran sorpresa de la noche para mí fue el extraordinario Loge del tenor alemán Stephan Rügamer. Su voz no se caracteriza precisamente por su belleza y brillantez. Una acusada nasalidad afea notablemente el timbre. Pero estuvo compensado con creces por un canto ricamente matizado y lleno de lirismo, sabiendo transmitir todos los dobleces del astuto Loge, acompañándolo además con un rendimiento inmejorable como actor, gestualmente impecable, con permanente movimiento escénico, apuntando incluso pasos de baile y dotando al personaje del carácter requerido, convirtiéndose en auténtico protagonista de la obra. Y todo ello pese al horrible look entre Punset y el Sombrerero Loco de Alicia con que le disfrazaron.

Excelente estuvo también el bajo coreano Kwangchul Youn como Fasolt. Llamaba la atención de inicio que se hubiese elegido para interpretar a uno de los gigantes a este cantante de envergadura más bien Torrebrunesca, pero su canto y expresividad fueron suficientes para componer un imponente Fasolt.

Por el contrario, el finlandés Timo Riihonen fue un Fafner bastante deficiente en todos los aspectos, con una voz fea y sin entidad alguna, que quedaba en ridículo en sus dúos con Youn.

Doris Soffel, la reciente Herodias del Real, deja más en evidencia, en el papel de Fricka, las limitaciones actuales de su voz, pero su actuación fue muy notable, adornando su canto con algunos matices exquisitos. Por eso no entiendo por qué al saludar fue objeto de algunos abucheos.

Wolfgang Ablinger-Sperrhacke fue un gran Mime. Estando brillante, tanto como actor, como vocalmente.

Anna Larsson, que curiosamente fue la Fricka del Anillo visto en Les Arts la pasada temporada, asumió en esta ocasión el papel de Erda. Tuvo algún apuro en la zona aguda, pero exhibió algunos graves de peso, especialmente al final de su advertencia a Wotan.

Correcta sin más, Anna Samuil como Freia, y muy bien Marco Jentzsch como Froh, luciendo un bonito timbre lírico.

Jan Buchwald fue un patético Donner. Vocalmente estuvo simplemente discreto, pero entre la constitución gordinfloide del muchacho, el peinado de Pumuky y un hieratismo escénico propio de un clik de famobil con golondrinos, el imponente dios del trueno sólo provocaba risa en sus apariciones y más bien parecía un Forrest Gump con sobrepeso.

Muy bien estuvieron las hijas del Rhin: Aga Mikolaj, Maria Gortsevskaya y Marina Prudenskaya, a quien ya vimos como Flosshilde en las piscinas fureras del Anillo valenciano.

El público milanés esta vez sí aplaudió y braveó con entusiasmo a Barenboim y la Orquesta, mostrándose un poco más frío con el resto de participantes.

De nuevo he de hacer una mención negativa de la realización de la retransmisión, que se empeñó en ofrecernos los poros y legañas de los cantantes con infinidad de primeros planos, entorpeciendo en numerosas ocasiones el seguimiento de la obra y la visión escénica en su conjunto.

Como ilustración musical he traído el final de "Das Rheingold", en este caso en la versión que pudo verse en Valencia, con Juha Uusitalo como Wotan, Anna Larsson como Fricka e Ilya Bannik como Donner, y la Orquesta de la Comunitat Valenciana dirigida por Zubin Mehta:


video de Reinhard62

jueves, 18 de junio de 2009

DIE WALKÜRE (Richard Wagner). Palau de Les Arts 16/06/09


A pesar de tener entradas para el segundo ciclo de la tetralogía del “Anillo del Nibelungo”, que empezará a representarse la próxima semana, el martes decidí asistir a la función de “Die Walküre” (La Valquiria) correspondiente al primer ciclo. Mi motivación principal era el interés en escuchar al tenor alemán Torsten Kerl en el papel de Siegmund, rol que desempeñará Plácido Domingo el próximo día 24.

Las perspectivas eran muy buenas, con un elenco de cantantes de gran nivel a priori. Yo no había visto en directo ni a Torsten Kerl ni a Eva-Maria Westbroek, pero tanto las grabaciones que había escuchado de ellos como las referencias obtenidas, hacían presagiar una gran velada de ópera con la maravillosa música compuesta por Richard Wagner.

Al final el resultado no fue el esperado.
Fue muchísimo mejor. Una grandiosa noche, llena de intensas emociones. Una función donde todos los dioses del Walhalla parecían haberse conjurado para que los allí presentes no olvidásemos nunca la fecha del 16 de junio de 2009. De hecho, cuando esto escribo, sigo profundamente conmovido por el espectáculo musical vivido el martes. Hacía muchísimo tiempo (por no decir nunca) que no asistía en directo a una representación con todos los cantantes a un nivel tan alto. Realmente aquello parecía una competición a ver quién lo hacía mejor y, según discurría la obra, en lugar de ir a menos, se seguían superando.

Este impacto emocional me llevó en principio a pensar que no iba a escribir sobre la representación. Simplemente porque me sentía incapaz de encontrar adjetivos apropiados. Sabía que, escribiese lo que escribiese, me quedaría muy lejos de poder transmitir todo lo que merecerían los tremendos artistas que nos obsequiaron con su infinito talento.
Pero aún así me parecía injusto dejar sin reseña un espectáculo como el vivido el martes. Sólo pido benevolencia ante mi pobreza expresiva si no soy capaz de analizar todo lo ocurrido ni trasladar toda la emoción sentida.

Sobre la puesta en escena de Carlus Padrissa y La Fura dels Baus, poco hay que decir. Más de lo mismo. Sin que suene peyorativo. Ya conocíamos su propuesta y la llevamos viendo estos últimos años. Siempre he dicho que me parece positiva y especialmente adecuada a las dos primeras entregas de la Tetralogía. Los defectos, los de siempre. Demasiada distracción visual y poca dirección escénica de actores. Pero hoy no es día de hablar de defectos.

La Orquesta de la Comunitat Valenciana, cuya calidad creciente nunca me canso de alabar, con Zubin Mehta al frente, funcionó mucho mejor que en el reciente “Götterdämmerung”. Volvió el director indio a abusar un poco del volumen, lo que se notó especialmente en la escena de las Valquirias que quedaban un tanto tapadas cuando no se movían por el registro agudo. Su sección de cuerda volvió a maravillar y ofreció algunos momentos excelsos, como el preludio y la escena final del primer acto, con cuyo último acorde el teatro no sólo prorrumpió en aplausos, como suele ser habitual, sino en un auténtico estallido de bravos, un grito unánime, apasionado, sin que el público pareciese querer descanso alguno.

La pareja Siegmund (Torsten Kerl) – Sieglinde (Eva-María Westbroek), estuvo inmensa. Perfecta. Su rendimiento es casi imposible de superar.
Torsten Kerl compuso un Siegmund impecable. Con más expresividad de la que suele hacer gala habitualmente. Mostró su conocida facilidad para el agudo, y lo que más me sorprendió de él fue su increíble dominio del registro grave, donde se movió con una autoridad y nitidez extremas.

Eva-Maria Westbroek merece, desde ya, un altarcito en Les Arts y sentida veneración. Su Sieglinde fue excelsa. Para mí, sin duda, la gran sorpresa de la noche. Me conquistó totalmente. Su atractivo timbre oscuro refulgió esplendoroso a pleno volumen en esas proyecciones sobrehumanas que exhibió la holandesa. La expresividad de su canto y su derroche actoral contribuyeron a que saliéramos convencidos de que ella ERA Sieglinde. Mostró cierta tirantez en el agudo, marca de la casa, pero su canto es un puro hechizo.

Os recomiendo visitar aqui la entrada que ha hecho Maac sobre la Westbroek, donde podéis escuchar como canta, entre otros papeles, el de Sieglinde.

Jennifer Wilson, no sé si motivada por la calidad de la pareja del primer acto, estuvo también deslumbrante. Sus agudos fueron limpios y seguros, y la entrada en escena de Brünhilde fue apabullante, con unos “¡Hojotoho!” perfectos. Pero es que además la valquiria-palo de otras ocasiones se movió en escena con soltura y derrrochó expresividad en su canto, con un fraseo impoluto, elegante, bellísimo.

El veterano Matti Salminen, vestido a lo Chewbacca, fue un malvado Hunding que, una vez más, enamoró a la platea con su profunda y poderosa voz y su presencia escénica. La anécdota de la noche estuvo en el traspiés que dio al tropezar con una de las tibias que conformaban su hogar y a un pelo estuvo de darse tremendo morrón.

El Wotan de Juha Uusitalo en las anteriores ocasiones que le había visto, sin llegar a estar mal, no me había convencido del todo. Pues bien, Uusitalo también dio lo mejor de si mismo y fue un Wotan de grandísimo nivel. Mostró una voz consistente y bien proyectada que supo administrar inteligentemente. Sus larguísimos 20 minutos de monólogo del segundo acto fueron espléndidos, desbordantes de riqueza expresiva y capacidad de matización, culminando con un “Das Ende” estremecedor. Dotó por fin al personaje de todo el carácter que requería.

Anna Larsson como Fricka fue la que menos brilló de los solistas principales, pero cumplió dignamente, como también lo hicieron las 8 Valquirias pese al volumen orquestal y tener que cantar subidas en unas grúas que no cesaban de moverse arriba y abajo.

La ovación final fue auténticamente apoteósica, quizás la más intensa que he escuchado en Les Arts, con todo el público puesto en pie reconociendo la excelencia del espectáculo ofrecido.

Ante tanta emoción y descarga adrenalínica costaba luego conciliar el sueño, pero ¿para qué quería dormir si ya estaba soñando?. Soñando que en Valencia habíamos visto una “Die Walküre” digna de Bayreuth.

Para finalizar os dejo con un fragmento del comienzo del Acto III, la cabalgata de las valquirias, en el ensayo general de hace dos años en Les Arts:



video de iTubeVlc