Mostrando entradas con la etiqueta Berlioz. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Berlioz. Mostrar todas las entradas

jueves, 21 de junio de 2018

"LA DAMNATION DE FAUST" (Hector Berlioz) - Palau de les Arts - 20/06/18


Ayer tuvo lugar en el Palau de les Arts el estreno de La Damnation de Faust, de Héctor Berlioz, la última ópera de la temporada en su sala principal (el próximo domingo se estrenará en el Auditori La Clemenza di Tito, de Mozart, en versión semi escenificada). La principal noticia de este estreno es, sin duda, que el mismo se llevó a cabo sin que tengamos que reseñar ninguna incidencia ajena a lo puramente musical, ya que, finalmente, se desconvocó la huelga anunciada por el Cor de la Generalitat.

Eso no quiere decir que el problema se haya solucionado, ni mucho menos. Sus justas reivindicaciones continúan sin ser atendidas por la administración autonómica. Sigue sin haber un compromiso claro y por escrito que garantice la estabilidad de la plantilla y la consolidación de los puestos de trabajo que llevan desempeñando desde hace entre 15 y 30 años. La traición del sindicato FSP-UGT, obrando por la espalda y por motivos que algún día se conocerán, ha sido en primera instancia la causa de una desconvocatoria que ha venido seguida de la expresa voluntad de los miembros de la agrupación de dar una oportunidad más a la negociación, aceptando participar en una comisión de seguimiento junto a representantes de la empresa y la administración y posponiendo posibles acciones de protesta y huelga al inicio de la pretemporada si todo sigue igual.

No voy a ahondar más en este tema de momento. No quiero remover las heces con el viento en contra, prefiero dejar que las negociaciones sigan su curso en el ámbito en el que han de desarrollarse y no contribuir a que el ambiente pueda enrarecerse más. Es decir, justo lo contrario de lo que hizo recientemente el secretario autonómico de Cultura, Albert Girona, con unas impresentables declaraciones, indignas de un representante público, que lo único que hacen es dejar en evidencia que su imprudencia es aún superior a su ignorancia.

El caso es que estaba previsto que el Cor de la Generalitat protagonizase las crónicas de este estreno y finalmente así acabará siendo, aunque no por haber ejercido su derecho a la huelga, sino por protagonizar una de las actuaciones más memorables de un coro en un teatro de ópera que ha vivido quien esto escribe, convirtiéndose por los méritos de su propia valía en los indiscutibles triunfadores de la noche. Por supuesto sin que ninguno de los chupatintas, bocachancla y mequetrefes mentales varios que se permiten cuestionar y poner en riesgo la supervivencia del Cor estuviese presente. Aunque en su descargo hay que decir que televisaban el apasionante Irán-España y en À Punt se programaba un nuevo capítulo de “Açò és un Destarifo”.

Decía antes que La Damnation de Faust y La Clemenza di Tito van a ser los dos últimos espectáculos de la temporada. Y hay algo que me ha llamado la atención. La Clemenza se va a interpretar en el aborrecible Auditori en versión semi escenificada (en principio iba a ser en versión concierto) y Damnation escenificada y en la sala principal, cuando lo cierto es que La Clemenza es una ópera que nació con el objeto de ser escenificada y La Damnation es una cosa extraña. Berlioz la calificó como leyenda dramática y en múltiples ocasiones se representa en versión concierto, y es que el componente sinfónico de esta obra tiene mayor peso que el dramático. Quizás hubiera sido más lógico que la programación se hubiese hecho al contrario, pero me alegro enormemente de que no haya sido finalmente así, pues eso nos ha permitido disfrutar de la maravillosa música de Héctor Berlioz sin las distorsiones de la imposible acústica del Auditori.

Para la ocasión se ha presentado una nueva producción del Palau de les Arts en colaboración con el Teatro Regio di Torino y el Teatro dell’Opera di Roma, donde precisamente abrió la temporada 2017/18. La puesta en escena la firma el italiano Damiano Michieletto, de quien en este teatro ya se han visto bastantes trabajos; algunos mejores, como L’elisir d’amore o La scala di seta, y otros claramente fallidos, como Il Barbiere di Siviglia. La producción estrenada ayer obtuvo recientemente el reconocimiento de la crítica italiana obteniendo el premio Franco Abbiati al mejor espectáculo de 2017.

Hace unos días tuve la oportunidad de asistir a unos minutos de uno de los ensayos de esta Damnation de Faust y una de las primeras cosas que pensé fue que la puesta en escena concebida por Damiano Michieletto iba a ser fuertemente abucheada. Pero al final me equivoqué. Es verdad que hubo algunos abucheos, pero en absoluto el rechazo generalizado que yo imaginaba. Está claro que Michieletto decide aquí arriesgar fuerte y apuesta por dar una visión muy particular del mito de Fausto. Ya Berlioz, a su vez, ofreció en esta obra su personal lectura del Fausto de Goethe, eliminando el inicial pacto del protagonista con el diablo para lograr la juventud y llevándolo al final como forma de salvar el alma de Marguerite, o ambientando el inicio en Hungría en lugar de Alemania, entre otras cosas. Michieletto va aún más allá y transforma a Faust en un adolescente traumatizado por la muerte de su madre y objeto de bullying por sus compañeros que intenta suicidarse y que se agarra al amor de Marguerite como tabla de salvación frente a su sufrimiento.

La escenografía corre a cargo de Paolo Fantin, el vestuario de Carla Teti y la iluminación de Alessandro Carletti. Toda la acción se desarrolla en un mismo espacio escénico y el coro estará permanentemente presente en escena, sentado en un graderío por encima de los cantantes. El protagonista en la propuesta de Michieletto es claramente Méphistophélès, quien también estará casi siempre en escena, presencialmente o en proyecciones, con un comportamiento histriónico que recuerda bastante al de presentadores de reality show, donde su punto de vista será mostrado además mediante las imágenes que graba sobre el escenario un cámara portando una steadycam.

Visual y estéticamente hay que reconocer lo impactante de una producción que no puede dejar indiferente a nadie. El blanco luminoso predominante hasta el tramo final y la frialdad de la iluminación me recordaban un poco la estética del 2001 de Kubrick. Los momentos de amor junto a Marguerite trasladarán a Faust a su particular Paraíso que será mostrado con la proyección del cuadro del mismo título de Lucas Cranach el Viejo mientras Méphistophélès contempla la escena transmutado en serpiente, en uno de los instantes a mi juicio más logrados. Otros momentos que me parecieron muy positivos fueron el del coro celestial que salva a Faust del suicidio tras la brutal escena de bullying y que se ilustrará con los recuerdos de éste junto a su madre celebrando un cumpleaños; o la escena de la cabalgada a los infiernos y el Pandemonium, pese al aspecto de bolsas de basura gigantes en movimiento; o la Apoteosis de Marguerite final.

Es verdad que hay cosas que funcionan menos o alguna provocación un tanto gratuita, aunque creo que, en conjunto, los aspectos positivos pesan más que los negativos y yo me lo pasé especialmente bien. Reconozco que puede haber espectadores que se sientan molestos o desconcertados y un poco perdidos, pero en mi opinión hay ideas y sentido dramatúrgico e incluso creo que se consigue dotar de una cierta unidad narrativa a una obra que no puede presumir precisamente de tener un armazón dramático especialmente consistente. Además, algo que me parece incuestionable es el enorme trabajo de dirección de actores (cantantes y figurantes), cuidado hasta el último detalle, y ya sólo por eso el abucheo resultaría injusto.

Aspectos que considero negativos de la propuesta de Michieletto son: el ruido que se organiza en escena más de una vez perjudicando la música y, en general, que creo que pretende contar demasiadas cosas y quizás en ese afán de mostrar todas las lecturas y subniveles que ve el regista en la historia, se le ofrece un exceso de información visual al espectador en forma de claves que acaban por saturarle, haciendo que en lugar de centrarle le enreden más y le distraigan del apartado musical. Dicho eso pienso que en sucesivas visiones la propuesta puede ir ganando y el espectador descubriendo nuevos detalles. A mí sí me gustó.

La dirección musical corrió a cargo de Roberto Abbado, quien tras la marcha de Biondi se ha quedado ya como director titular en solitario de la Orquestra de la Comunitat Valenciana, pero esta va a ser la única ópera que dirija esta temporada, algo ciertamente chocante. No obstante, la próxima no va a salir del foso más que para aliviar vejiga porque está previsto que asuma la dirección de 3 de las 5 óperas que se representarán en la sala principal.

La labor de Abbado ayer me pareció bastante destacable. Es verdad que con esta orquesta y este coro y la espléndida orquestación de Berlioz, era complicado que la cosa saliese demasiado mal. Abbado ayer se lo pasó teta, se le veía en el foso disfrutar con la obra que estaba dirigiendo. Hubo incluso momentos en los que daba la impresión de que tanto se emocionaba que alguna entrada se retrasaba o el tempo variaba. En cualquier caso creo que hizo un trabajo relevante, mantuvo el pulso y la tensión y consiguió que la partitura brillase como merecía. Aunque en ese resultado intervino y mucho la calidad de los músicos de la orquesta, destacadísimos del primero al último. Excelentes los metales, la percusión, una cuerda descomunal, con mención para la solista de viola, y unas maderas que lo bordaron con unas inspiradísimas flautas y Pierre Antoine Escoffier y Ana Rivera en oboe y corno inglés marcándose un acompañamiento bellísimo a D’amour l’ardente flamme.

Del Cor de la Generalitat ya he adelantado antes que fueron los grandes protagonistas de la velada. La calidad del sonido obtenida ayer fue espectacular. El empaste impecable y todas las cuerdas se escuchaban con un equilibrio extraordinario. Creo que habrá pocos coros fuera de nuestras fronteras que puedan garantizar hoy un rendimiento mucho mejor ante una obra tan enormemente exigente como esta. Todas sus intervenciones fueron, incluso pese a algún puntual desajuste, de poner los pelos de punta, pero destacaría la belleza obtenida en el coro de gnomos y sílfides del sueño de Faust y, por supuesto, en el maravilloso coro final. La colocación del coro estático y arriba por la propuesta escénica, ha motivado que el director musical haya decidido que algunos de sus miembros se ubiquen en el foso junto a la orquesta, posiblemente temeroso de que no tuviesen sus voces la relevancia adecuada. Yo creo que no hubiera pasado nada por situar a todo el coro arriba y quizás se evitarían problemas de puntuales desequilibrios entre el coro de foso y el del escenario, pero no voy a dar yo consejos al director. Más allá de haber conseguido Abbado o no su objetivo, lo que quedó claro es que músicos y cantantes estuvieron en el foso como sardinillas en lata. Y que todos los miembros de Cor, en foso y escena, demostraron que la retención urinaria la llevan bastante bien.

Buena fue también la participación final de los niños y niñas de la Escola Coral Veus Juntes de Quart de Poblet y la Escolania de la Mare de Déu dels Desemparats.

En el reparto vocal se ha contado con un trío protagonista íntegramente hispano, con el tenor Celso Albelo como Faust, Silvia Tro Santafé como Marguerite y Rubén Amoretti como Méphistophélès.

Gran mérito el de Celso Albelo ante un papel mucho más difícil de lo que parece a primera vista y que, si no me equivoco, debutaba. Además de eso tuvo que afrontar unas exigencias escénicas muy importantes y de todo ello salió con unos muy buenos resultados, yendo, a mi juicio, de menos a más, administrando perfectamente sus recursos. Su voz y fraseo ofrecen belleza y una técnica depurada, con una zona aguda muy solvente, brillante y potente. Hubo algún desliz de afinación y una cierta frialdad general, pero el resultado fue positivo.

También creo que se debe valorar como meritorio el desempeño de Silvia Tro Santafé componiendo una buena Marguerite pese a que creo que no es el papel que mejor se ajusta a sus características vocales. Quizás le faltase un poquito más de refinamiento, de control de volumen e intensidades, pero insisto en considerar positivos sus resultados, teniendo también que hacer frente a diversas exigencias escénicas de lo más variopinto, como el tener que cantar echándose vasos de agua por encima…

Aunque si ayer hubo un artista digno de reconocimiento por su comportamiento escénico, ese fue el bajo burgalés Rubén Amoretti. Sensacional toda la noche, con un trabajo actoral exhaustivo que además iba acompañado de numerosos primeros planos que sostuvo con sobresaliente. Impecable en lo dramático y muy destacado también en lo vocal, sabiendo transmitir toda la malvada ironía del personaje.

Correcto el Brander del alumno del Centre Plácido Domingo Jorge Eleazar Álvarez en la canción de la rata, uno de los instantes que más rechazo parece que provocó en el público por la ocurrencia de Michieletto de ilustrarlo con un gigantesco roedor en escena.

Especial reconocimiento merece también en esta obra el numeroso plantel de figuración que lleva a cabo un trabajazo monumental.

La sala principal de Les Arts presentó, lamentablemente, bastantes huecos. Parece que al público valenciano le siga costando animarse a asistir a óperas menos habituales, lo que es muy triste, pero si además le metemos un partido de Ejpaña, pues para qué queremos más. Aunque lo verdaderamente triste y lamentable de ayer no fue tanto el comportamiento del público que se quedó en casa como el de quienes asistieron a la función. Conté no menos de ocho deserciones durante la representación, con taconeo, portazo y cuchicheo incluido. Y lo mejor estaba por llegar. Al final, nada más apagarse la luz, bajarse el telón y cuando Abbado aun no se había bajado del atril, ocurrió esto:



Una estampida de proporciones dantescas en una de las mayores faltas de respeto a los artistas que yo he vivido en este teatro, y mira que he asistido a situaciones parecidas, pero lo de ayer era digno de un simulacro anti incendios con previa inserción de guindillas en el ano. No sé a qué narices se debió. El partido de fútbol ya había acabado y era una hora más que razonable… Los que se quedaron brindaron fuertes ovaciones para todos, y eso que durante la representación no hubo ni un solo aplauso pese a alguna que otra paradita estratégica de Abbado. Especialmente jaleados fueron el coro y la orquesta y también muy aplaudidos los solistas vocales. La salida del equipo escénico fue recibida con bastantes aplausos a los que se unieron algunos abucheos que no me dio la impresión que llegasen a ser mayoritarios.

Bueno, pues hasta aquí mi crónica de esta última ópera de la temporada en la sala principal. No puedo por menos que animaros a haceros con alguna de las numerosas entradas que hay disponibles para los próximos días. La belleza de la música de Berlioz lo merece. La calidad de nuestra orquesta y coro, más. Y la oportunidad de asistir a un espectáculo diferente siempre vale la pena. Los más reacios y clásicos haced un esfuerzo... el año que viene ya os hartaréis de Rigoletto, Lucia, Turandot y cosas de esas bonitas



domingo, 14 de abril de 2013

"TO THE WONDER". LA MÚSICA DEL ÚLTIMO MALICK


El ser humano es un profundo misterio… No, tranquilos, que no os voy a dar la brasa con ninguna interpretación metafísica. Decía que el ser humano es un misterio porque es muy complicado averiguar por qué algunos congéneres nuestros pueden encontrar satisfacción en cosas como pasarse horas a la intemperie pescando truchas con mosca, dedicar el tiempo libre a escuchar discos de la tuna de Derecho o, como es mi caso, disfrutar sin reservas con el cine de Terrence Malick.

Para mí, asistir a un nuevo estreno del director tejano es todo un acontecimiento. Y eso que no tiene la magia de antes, cuando podían transcurrir 20 años de espera entre una película y otra, lo que contribuía a engrandecer el mito (sobre todo si se trataba de dos obras maestras como “Días del Cielo” y “La delgada línea roja”); porque ahora Malick ha tenido un arranque de creatividad y en el plazo de dos años ha culminado dos películas (“El árbol de la vida” y esta “To the Wonder”) y tiene otras dos más en cartera a punto de salir de la sala de montaje.

Pero, en cualquier caso, cuando acudo al cine a ver uno de sus trabajos, lo hago con una especial motivación y disposición. No se trata de entrar en la sala esperando a ver “qué me echan”, sino mentalizado para asistir a un recital de poesía en imágenes, a través de las cuales no sólo vamos a ver una historia, sino que vamos a compartir emociones y sensaciones a base de pura genialidad cinematográfica.

Algunos se sienten incómodos ante una técnica narrativa con voces en off, ausencia de diálogos, grandes elipsis, inserciones súbitas de planos aparentemente incoherentes… pero ahí reside gran parte de la verdad y magia de su construcción. Esa es la forma en la que nuestra memoria guarda los recuerdos. Así funcionaría nuestra mente si, como los protagonistas de las historias de Malick, intentásemos rememorar lo sucedido tiempo atrás y recuperar las sensaciones vividas. Y si además logra que compartamos esas emociones y sensaciones que pretende contarnos, mediante cuidados planos de aparente sencillez (unas manos intentando aprehender la luz del sol en un cristal, el contacto del agua sobre la piel, el roce de unos labios…), el disfrute está garantizado. Al menos para algunos raritos como yo.

De todas formas, no pretendía hablar aquí de “To the Wonder”, la última película de Terrence Malick y menos aún defenderla. Comprendo que haya personas que no la soporten y, por supuesto, no se la recomendaría a nadie a quien ya no le haya convencido cualquiera de sus películas previas. Pero, ¿a mí me ha gustado?: pues sí. Desde luego considero que está lejos de “El árbol de la vida” y de creaciones anteriores. Pienso también que hay un evidente fallo de casting con el reparto masculino. Y si se quiere hablar de pretenciosidad a raudales, de preciosismo formal, de hueco misticismo… no seré yo quien lo discuta. Pero sus imágenes siguen siendo bellísimas y su cine me sigue emocionando. Independientemente de sus mensajes. Es muy fácil hacer chistes sobre su grandilocuencia desbordante, aunque para mí es mucho más importante dejarme llevar por mis sensaciones y esas me siguen compensando, con mucho, cualquier reproche que se pueda hacer. Y se pueden hacer muchos.  

Pero, como decía, no era mi intención analizar el último estreno de Terrence Malick, sino, tal y como ya hice cuando se estrenó “El árbol de la vida”, efectuar una referencia a la música que podemos escuchar en el film, o parte de ella. Y es que, como es habitual en las películas de Malick, la música ocupa un lugar esencial y no hay apenas ningún momento en el metraje en el que la imagen no esté acompañada por alguna melodía cuidadosamente escogida por el director estadounidense. En esta ocasión, firma la banda sonora original el neozelandés Hanan Townshend, y, como siempre, la cinta está plagada de fragmentos, más o menos conocidos, de música clásica.

Al poco de comenzar “To the Wonder”, acompañando unas bellísimas e inolvidables imágenes de la abadía del Monte Saint-Michel y su entorno, nos encontramos nada menos que con las maravillosas notas del Preludio al acto I de la ópera “Parsifal”, la última de las compuestas por Richard Wagner. Este fragmento volverá a sonar en dos ocasiones más y, cada vez que se escucha, las emociones en la sala suben varios enteros. Aquí traigo ese Preludio, en la mítica versión que en 1951 interpretase en el Festival de Bayreuth la orquesta titular de la casa bajo la dirección del maestro Hans Knappertsbusch:


Addiobelpassato

No es inhabitual que Malick recurra a la música de Héctor Berlioz, ya lo hizo en “El árbol de la vida” con la “Grande Messe de Morts” del compositor francés. En esta ocasión se pueden escuchar fragmentos del segundo movimiento de su segunda sinfonía, conocida como “Harold en Italie”, compuesta por Berlioz en 1834 y estructurada en cuatro movimientos, con un protagonismo indiscutible de la viola. Aquí os dejo con ese segundo movimiento, “Marcha de los Peregrinos”, en interpretación de la London Symphony Orchestra, con Nobuko Imai a la viola y la dirección de Sir Colin Davis (por cierto, hoy lamentablemente fallecido):


video de sstuddert

Otro compositor que repite respecto a “El árbol de la vida” es Ottorino Respighi, quien aparecía allí representado con la Suite III de sus “Arias y Danzas Antiguas”, siendo en esta ocasión la Suite II la que puede escucharse. En esta obra, Respighi procedió a transcribir libremente algunas piezas para laúd de los siglos XVI y XVII, convirtiéndolas en suite orquestal. Esta es la versión de esa Suite II que grabó en 1976 Sir Neville Marriner al frente de Los Angeles Chamber Orchestra:


video de peartree336

Al poema sinfónico “La Isla de los Muertos”, compuesto en 1908 por Sergei Rachmaninov, ya le dedique una entrada en este blog. La obra fue escrita tras quedar impresionado el compositor con la visión en París de una reproducción del cuadro del mismo título del pintor suizo Arnold Böcklin. Malick incluye en su última película algún fragmento de este poema sinfónico de Rachmaninov, que podemos escuchar aquí a la Royal Stockholm Philharmonic Orchestra bajo la dirección de Sir Andrew Davis:


video de Nocturne331

También Joseph Haydn tiene su hueco en “To the Wonder”, pudiéndose escuchar un fragmento de su genial oratorio “Las Estaciones”, compuesto alrededor de 1801,  cuando ya era un venerable anciano, y que constituye una de sus más relevantes obras, aunque haya estado un tanto infravalorada en su comparación con el otro gran oratorio del compositor austriaco, “La Creación”. Aquí podemos escuchar El Invierno, de “Las Estaciones” de Joseph Haydn, con Karl Böhm al frente de la Wiener Symphoniker y con Gundula Janowitz, Peter Schreier y Martti Talvela como solistas:


video de Enrico Wessels

Y vamos ahora con otras Estaciones, en este caso las compuestas por Peter I. Tchaikovsky en 1875 y 1876. Se trata de doce piezas breves para piano que fueron subtituladas con los nombres de los doce meses del año. La sexta, Junio, es una bellísima Barcarola que puede escucharse también en el último film de Malick en su versión orquestal. Como esta, interpretada por la Orquesta Sinfónica de Detroit dirigida por Neeme Järvi:


video de MrBambolfiga

Y no menos belleza destila el Concierto para Piano nº 2 del ruso Dmitri Shostakóvich, compuesto como regalo de diecinueve cumpleaños para su hijo Maxim. Su maravilloso segundo movimiento, Andante, aparece también en la última película de Terrence Malick y podemos escucharlo ahora en una interpretación de 1958, con el propio Shostakovich al piano, acompañado por la Orquestre National de la Radiodiffusion Française bajo la dirección de André Cluytens:


video de theoshow2

En 1977 el compositor estonio Arvo Pärt escribe “Fratres”. Al igual que Malick, Pärt está influido en su obra por un sentimiento trascendente y religioso que tienen claro reflejo en sus partituras. No es la primera vez que esta composición de Arvo Pärt llega a la gran pantalla. Ya en 2007, Paul Thomas Anderson la incluyó en su film “There will be blood” (Pozos de Ambición). Hay numerosas versiones de la pieza para diferentes combinaciones de instrumentos, la presentada en “To the Wonder” es para ocho violonchelos. En este blog, como no queremos ser menos, tenemos la versión para doce, que podemos escuchar ahora en la interpretación de los violonchelos de la Filarmónica de Berlín:


video de clarisaxoflute

Bueno, pues hasta aquí esta entrada de hoy sobre la música clásica que aparece en “To the Wonder”. No está referenciada toda la que suena en un momento u otro, ni mucho menos, pero sí los principales fragmentos que he podido identificar en esta última creación del siempre polémico y genial Terrence Malick. Espero que si no os ha gustado la película o ni siquiera vais a ir a verla, al menos podáis pasar un buen rato escuchando la música que he dejado.


video de movietrailers
 

martes, 13 de diciembre de 2011

DOBLE RACIÓN DE "ROMEO Y JULIETA" Y UN RECITAL DE PIANO


La acumulación de eventos musicales a los que asistir el pasado fin de semana en Valencia, ha motivado que no haya tenido tiempo para dejaros aquí mis impresiones sobre todo lo visto y oído estos días. Así que, aunque sea con cierto retraso, quisiera al menos hablaros de la doble ración de “Romeo y Julieta” ofrecida en el Palau de les Arts y de un estupendo recital de piano que tuve ocasión de presenciar el domingo.

“ROMEO Y JULIETA” (Héctor Berlioz) – Auditorio del Palau de les Arts – 09/12/11

El director ruso Valeri Gergiev acudía de nuevo a Les Arts tras haberse puesto al frente de la Orquestra de la Comunitat Valenciana en el estreno de la temporada 2009/2010 con “Les Troyens” de Berlioz. En esta ocasión la cita de Gergiev con el público valenciano era doble, por un lado dirigió a la agrupación titular de Les Arts en otra obra de Berlioz, su sinfonía dramática “Romeo y Julieta”; y al Ballet y Orquesta del Teatro Mariinski de San Petersburgo en una de las dos funciones programadas de otro “Romeo y Julieta”, en este caso el de Prokófiev.

Respecto al “Romeo y Julieta” compuesto por Héctor Berlioz, la dirección de Les Arts cometió dos errores de peso. En primer lugar, publicitarlo en su página web dentro del apartado “óperas”, con lo que gran parte del público que no conocía la obra se encontró con la sorpresa de que aquello de ópera tenía lo que Helga de top model, y no fueron pocos los comentarios que se escucharon, durante y tras la representación, extrañados ante la escasa parte cantada de aquella presunta ópera.

El segundo de los errores, de consecuencias mucho más graves, fue llevar el espectáculo a ese almacén de patatas de diseño que es el inaudible auditorio de Les Arts. Lo hemos dicho ya cientos de veces, pero como no nos hacen ni caso y somos muy pesaditos, seguiremos insistiendo: Por favor, dejen ya de utilizar el Auditorio para representaciones musicales y péguenle fuego en presencia de la Alcaldesa y la Fallera Mayor. Es unánime el clamor del público. Tienen una sala principal de excelente acústica que puede ser usada también para los conciertos, recitales y óperas en versión concierto y no existe justificación alguna para seguir condenando este tipo de eventos a ese recinto de incomodísimo acceso y donde el sonido tan sólo es medianamente aceptable en menos de un cuarto de las localidades de la sala.

A pesar de luchar contra todos esos elementos, la verdad es que los resultados musicales de este “Romeo y Julieta” fueron espléndidos. Valeri Gergiev llevó a cabo un trabajo de dirección impecable, equilibrado, de ritmo ágil, lleno de matices, con una fuerza lírica apabullante, extremadamente romántica pero sin empalago, y logrando que la riqueza orquestal de la partitura de Berlioz se desplegara en plenitud, gracias también a una ejecución soberbia de todos y cada uno de los atriles de la Orquestra de la Comunitat Valenciana, que cuando están bajo las órdenes de directores de auténtica primera fila, y no las últimamente tan habituales “prometedoras batutas emergentes”, mejoran clarísimamente sus prestaciones.

Siempre puede ser injusto, con unos resultados globales tan buenos, destacar nominalmente sólo a algunos miembros de la orquesta, pero, francamente, me lo parecería más no reseñar el virtuosismo y pulcritud que mostraron todas las trompas, Joan Enric Lluna al clarinete, Luisa Domingo al arpa o un magistral Pierre Antoine Escoffier al oboe.

De los componentes del Coro de la Generalitat cualquier cosa que pueda decir suena ya redundante, pero una vez más volvieron a hacernos disfrutar de su excelencia y a conseguir que sigamos viviendo ese sueño en el que lo excepcional es tan habitual que nos parece lo normal. E incluso se aprecian mejoras, porque no sé si esta temporada lo he manifestado ya en alguna ocasión, pero vengo teniendo la sensación de que la cuerda de tenores ha mejorado sensiblemente. Hubo algunos instantes sublimes, pero el Coro Fúnebre de Julieta fue uno de esos momentos que tardarán mucho tiempo en olvidarse. El mérito del Coro esta vez ha debido ser mucho mayor, además, al tener que descifrar sin diccionario (deditos-castellano/castellano-deditos) el incomprensible lenguaje dígito-gestual de Gergiev cuando les marcaba las entradas.

Los solistas vocales elegidos para la ocasión tuvieron muy poca oportunidad de lucimiento. Pero Kenneth Tarver mostró frescura y agilidad con un bonito timbre lírico lígero; Mijail Petrenko, pese a carecer del peso y consistencia de un auténtico bajo, exhibió un fraseo intencionado y de gran musicalidad; y la mezzosoprano rusa Ekaterina Gubanova fue todo un lujo para los apenas cinco minutos en que pudimos extasiarnos con una voz privilegiada, bellísima, que rezuma calidez y potencia y que manejó con un gusto exquisito, aportando mil y un matices. Yo no pude evitar pensar por un momento lo que podía haber sido el “Boris Godunov”, recientemente ofrecido en Les Arts, con un acto polaco en que Gubanova hubiera compartido protagonismo con Nikolai Schukoff… Una gozada.

“ROMEO Y JULIETA” (Serguéi Prokófiev) – Palau de les Arts – 11/12/11


A pesar de mi reconocida aversión al ballet, que es algo de lo que no me enorgullezco en absoluto y sufro como particular limitación, esta vez no dudé demasiado en acudir a la función programada con dos grandes motivaciones para ello: la genial partitura de Serguéi Prokófiev, que me parece inspiradísima, y la posibilidad de escuchar la versión que de la misma ofrecía Valeri Gergiev al frente de la emblemática Orquesta del Mariinski.

Esta segunda expectativa se frustró pronto, ya que, cuando tenía ya las entradas compradas para el día 11, Helga nos regaló uno de sus afamados cambios de programa por el morro, y la actuación de Gergiev se limitó a la función del día 10, fecha para la que, además de no disponer de localidad, tenía previsto asistir al cine a ver la retransmisión de “Faust” desde el MET con Jonas Kaufmann y René Pape, como así hice y por cierto disfrutando un montón.

Así que me tuve que conformar con escuchar a la Orquesta del Mariinski dirigida por el batutero reserva de la casa, Alexei Repnikov, y la verdad es que no me acabó de convencer. Su dirección me pareció bastante ruda, áspera, estridente en muchas ocasiones y muy poco atenta al detalle, a excepción de algunos pasajes como el despertar de Julieta o el lamento de Romeo donde se atisbaron destellos de esa orquesta de renombre que es la agrupación de San Petersburgo.

Bueno, que es… o que ha sido, porque, sinceramente, después de haber escuchado 48 horas antes a la Orquesta de la Comunitat Valenciana (y eso que fue en el infecto auditorio), la comparación era sonrojante. El primer acto me pareció flojísimo, con múltiples desajustes en el foso, sonidos sucios y mala coordinación con el escenario. La cosa fue mejorando de ahí al final, pero el resultado quedó bastante lejos del nivel al que nos tiene acostumbrados nuestra orquesta.

La producción y coreografía presentada es la misma que en 1940 estrenase la obra en el Mariinski. Y eso se nota. Los decorados pintados tienen su gracia y son interesantes los ágiles cambios de escenografía, pero el conjunto desprendía más ranciedad que el salón-comedor de Sara Montiel.

De las coreografías y los bailarines no quiero decir nada porque mi ignorancia absoluta en el género me impide hacer juicios de valor, aunque mi impresión personal es que los bailarines, siendo buenos, tampoco eran el recopetín, pues fueron numerosos los movimientos a destiempo con la música o la falta de sincronización en las coreografías de grupo. De todas formas seguro que estoy equivocado porque el público aplaudió muchísimo y todos comentaban lo bonito que había sido todo.

Hombre, desde luego, prefiero mil veces antes este “Romeo y Julieta”, aunque sólo sea por la música, que el infumable y soporífero “Don Quixote” que vi este verano en Londres y del que os hablé aquí.

Como en casa Helga siempre hay algo para protestar, quisiera mencionar algo que me llamó poderosamente la atención y que no alcanzo a comprender. Y es que esta vez no han salido a la venta las entradas de visión reducida de 4º piso (15 euros) estando vacío todo el lateral y parte de los hombros de ese piso. Y esas localidades quedaron desocupadas al mismo tiempo que mucha gente se quedó en la calle sin poder comprar entradas para ninguna de las dos funciones, al haberse agotado a las pocas horas de haber salido a la venta. Yo seré muy cortito, pero no lo entiendo.

RECITAL DE PIANO - Pablo García-Berlanga - Ateneo Mercantil de Valencia – 11/12/11


No quisiera finalizar este post de hoy sin hacer una breve referencia al estupendo recital que ofreció el domingo por la mañana el pianista Pablo García-Berlanga (Valencia 1986).

Comenzó el concierto con dos páginas mozartianas, la Fantasía en do menor KV 475 y la Sonata en do menor KV 457. Pese a ponerse de manifiesto una cierta rigidez inicial, poco a poco la impecable ejecución, caracterizada por el virtuosismo y precisión de la digitación, fue llenándose además de espíritu, configurando una interpretación intensa y muy emotiva.

Lo mejor del recital vino a continuación, con tres de los Preludios (Libro 1) de Claude Debussy: “La fille aux cheveux de lin”, “La sérénade interrompue” y “La chatédrale engloutie”, donde llevó a cabo, especialmente en la última pieza, una delicadísima lectura, conmovedora, llena de madurez y comprensión de la escritura del compositor francés, que yo particularmente hacía mucho tiempo que no escuchaba con tal grado de belleza.

La segunda parte comenzó con las siete Fantasías opus 116 de Johannes Brahms, unas piezas en las que García-Berlanga supo revelar sutilmente todo el colorido y fuerza expresiva de la partitura, sin perderse dentro de la compleja densidad de la escritura brahmsiana, siendo revelador en este sentido la claridad de la exposición que presentó el pianista en el Capriccio Allegro Agitato que cierra la obra.

Y el concierto finalizó con tres fragmentos del “Romeo y Julieta” de Serguéi Prokófiev, poniendo auténtico broche de oro con una interpretación de Capuletos y Montescos que fue todo un ejemplo de precisión y riqueza dinámica.

Una calurosa ovación, de un público por cierto bastante ruidoso y molesto durante todo el recital, premió con justicia la labor de un joven pianista que está llamado a alcanzar muy pronto merecidos éxitos internacionales.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

"EL ÁRBOL DE LA VIDA". MUSICA PARA UNA OBRA MAESTRA


Siempre he considerado que la persistencia, durante los días siguientes a la proyección, de las sensaciones provocadas por la contemplación de las imágenes de una película que has visto por primera vez, es un fiel indicador del valor de la misma. Al menos del valor que para ti tiene.


Si parto de esa premisa, a la reciente ganadora de la Palma de Oro en el Festival de Cannes, “El Árbol de la Vida” (2011), dirigida por Terrence Malick, habré de considerarla como una de las mejores películas que he visto en los últimos años. O, al menos, una de las más memorables, en cuanto a persistentes en la memoria.

Este último trabajo del director estadounidense no está dejando indiferente a nadie y el público se divide claramente entre quienes opinan (opinamos) que nos encontramos ante una maravillosa obra maestra, y quienes la califican de soberano tostón o incluso directamente de desvergonzada tomadura de pelo.

No voy a ser yo quien defienda aquí la cinta de Malick. Reconozco que tiene muchos elementos que la hacen presa fácil de la crítica despiadada. ¿Es una película pretenciosa?, sin duda. Es larga, de ritmo moroso, desconcertante, narrada de forma poco convencional…

El cine de Malick probablemente no sea apto para todos los paladares, pero para poder disfrutar de él es imprescindible acercarse a la butaca de una forma distinta. Ir a ver una película suya puede ser lo más parecido a asistir a un recital de poesía visual de casi tres horas de duración, donde lo importante no es tanto lo que se cuenta, que también, sino cómo se cuenta. Al igual que ocurre cuando leemos un poema, es obvio que los mensajes que se quieren transmitir podrían surgir de manera más clara y concisa, pero probablemente no de forma más bella.

En esta película especialmente, el director norteamericano consigue hablarnos de la experiencia vital del ser humano y su comunión con la naturaleza, el universo y la trascendencia, en ocasiones quizás de forma demasiado abstracta y metafórica, pero con una belleza y una fuerza emocional difícilmente superables. Y lo consigue, además, no a base de apisonarnos con largos y complejos discursos, sino transmitiendo directamente sensaciones al espectador. Sensaciones que nos remiten sutilmente a nuestras propias experiencias de vida y nos hacen participar emocionalmente de esta inmensa obra maestra, a base de pura técnica cinematográfica esculpida con la paciencia y deleite que requiere la mutación del celuloide en poesía.

De cualquier forma no era mi intención entrar en un sesudo análisis de esta película en cuanto a sus valores puramente visuales o cinematográficos, sino que pretendía centrarme en un aspecto muy concreto, como es el de traer aquí algunos de los temas musicales incluidos en la misma, porque la música juega también un papel primordial a lo largo de todo el film. Contrariamente con lo que ocurre respecto a la escasez de diálogos, hay muy pocos momentos donde no se escuche la banda sonora.

Y es que una de las características del cine de Malick, melómano reconocido, como lo era también del de Stanley Kubrick, es el cuidado con el que emplea la música en sus trabajos y el acierto con el que suele elegir determinados fragmentos de música clásica que, a partir de entonces, suele ser difícil disociarlos de los fotogramas. Así ocurre con “Gassenhauer” de Carl Orff respecto de “Malas Tierras” (1973); con “El Acuario” de “El Carnaval de los Animales”, de Saint-Saëns, respecto de “Dias del Cielo” (1978); con “In Paradisum”, del “Réquiem” de Gabriel Fauré, respecto de “La Delgada Línea Roja” (1998); o con el inicio de “Das Rheingold”, de Richard Wagner, respecto a “El Nuevo Mundo” (2005).

La Banda Sonora original en esta ocasión corre a cargo del francés Alexandre Desplat, que ha compuesto una serie de temas de tono minimalista que se adaptan perfectamente a las poderosas imágenes de Malick, acompañándolas pero sin hacer perder el protagonismo a estas, y que se complementan a la perfección con los cortes clásicos incluidos por el director.

Son muchos, más de 30, y muy distintos, los fragmentos de música clásica que en algún momento suenan durante la proyección de “El Árbol de la Vida”, y quería proponer la escucha de algunos de ellos. Unos son tan conocidos como la Tocata y Fuga BWV 565 de J.S. Bach, la Sonata para piano KV 545 de Mozart, la Sinfonía nº 4 de Brahms, o este “Vltava” (El Moldava), el segundo de los seis poemas sinfónicos que componen “Ma Vlast” (Mi Patria) de Bedřich Smetana, y que podemos escuchar a continuación en la interpretación de la Filarmónica de Viena dirigida por Wilhelm Furtwängler:




También en diferentes momentos de la película se escucha el comienzo del primer movimiento de la Sinfonía nº 1 “Titán” de Gustav Mahler, cuyos primeros minutos os dejo en la interpretación, de nuevo, de la Filarmónica de Viena, esta vez bajo la batuta de Leonard Bernstein:


video de Tokkemon

Una de las secuencias finales del film transcurre al son de los acordes del impresionante “Agnus Dei”, de la “Grande Messe de Morts” del francés Héctor Berlioz, que podemos escuchar al Coro y Orquesta Sinfónica de Atlanta, dirigidos por Robert Shaw:


video de orincorr

Hacia 1930, Ottorino Respighi compuso la Suite III de sus “Arias y Danzas Antiguas”, transcribiendo libremente algunas piezas para laúd de los siglos XVI y XVII y convirtiéndolas en suite orquestal. La “Siciliana”, que también puede escucharse en “El Árbol de la Vida”, parece que se basó en una composición anónima:




Uno de los momentos más entrañables de la película, y al que pertenece la imagen que encabeza este post, es la secuencia en la que padre e hijo ensayan, al piano y guitarra respectivamente, esta pieza compuesta hacia 1717 por el francés François Couperin, originariamente para clavecín, y titulada “Las Barricadas Misteriosas”, que podemos escuchar en una versión para piano interpretada por Angela Hewitt:


video de oldedrum

En 1913, Gustav Holst, apenas un año antes de embarcarse en su gran obra “Los Planetas”, compuso este “Himno a Dionisos”, musicando un fragmento de “Las Bacantes” de Eurípides, traducido al inglés por Gilbert Murray. Esta pieza se caracteriza por sus continuos cambios de tempo que progresivamente van acercándose al desenfreno final, una vez que el dios Baco ha hecho acto de presencia. La versión que propongo es la del Royal College of Music Chamber Choir y la Royal Philharmonic Orchestra dirigidos por Sir David Willcocks:


video de 13Orcun

El compositor polaco Zbigniew Preisner, conocido sobre todo por sus trabajos para el cine (“Azul”, “El Jardín Secreto”, “La Doble Vida de Verónica”), estrenó en 1998 la obra “Réquiem para mi amigo”, dedicada póstumamente a la memoria del director de cine Krzysztof Kieslowski, a la cual pertenece este “Lacrimosa” que adquiere una importante presencia en la película de Malick y que podemos escuchar a continuación interpretado por la soprano Elzbieta Towarnicka, junto a la Sinfonia Varsovia y el Varsov Chamber Choir, dirigidos por Jacek Kaspszyk:


video de quickwear

Y, para ir acabando, os dejo otro de los momentos musicalmente más intensos de “El Árbol de la Vida”, se trata del segundo movimiento de la impactante Sinfonía nº 3 de Henryk Górecki, también conocida como “Sinfonía de las Lamentaciones”. Compuesta en 1976 para orquesta y soprano, en este segundo movimiento Górecki puso música a un texto escrito por una prisionera de 18 años en la pared de una celda de la Gestapo en Polonia y dirigido a su madre, en el que dice: “Mamá, no llores. Reina de los Cielos, protégeme siempre”.