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lunes, 8 de noviembre de 2010

EL "STABAT MATER" DE ROSSINI, CON PAPPANO Y EL "DREAM TEAM"


La discográfica EMI Classics ha sacado a la venta el CD del “Stabat Mater”, de Gioachino Rossini, del que os hablé en la entrada que dediqué al tenor norteamericano Lawrence Brownlee, en una grabación efectuada en el Auditorio del Parco della Musica de Roma por la Orquesta y Coro de la Accademia Santa Cecilia, dirigidos por Antonio Pappano, y que cuenta con las intervenciones solistas del ya mencionado Lawrence Brownlee, Anna Netrebko, Ildebrando D’Arcangelo y Joyce DiDonato.

Rossini inició en 1831, por encargo del clérigo español Manuel Fernández Varela, la composición de esta obra sobre los versos del siglo XIII atribuidos al franciscano Jacopone da Todi. Fernández Varela pretendía contar con un “Stabat Mater” que pudiese competir con el compuesto un siglo antes por Pergolesi y que gozaba entonces de una notable fama. Rossini aceptó el encargo con la condición de que únicamente fuese interpretada su obra en conciertos privados.

El compositor de Pesaro no pudo acabar la partitura debido a un ataque de lumbago, y encomendó su finalización a su antiguo discípulo Giuseppe Tadolini, que se encargó de escribir 4 de las 10 partes de las que consta, siendo estrenada el día de Viernes Santo de 1833 en el Convento de San Felipe el Real de Madrid, tras lo cual Fernández Varela guardó la partitura.

En 1837 falleció el clérigo y la obra fue vendida por sus herederos a un editor francés. Rossini ante la amenaza de ver publicada su composición, inició acciones legales y eliminó los números de Tadolini, procediendo a reescribir las cuatro partes de la partitura que había compuesto éste. El “Stabat Mater” rossiniano, en su versión definitiva, fue estrenado en París en 1842, obteniendo un gran éxito.

El CD que ahora sale a la venta cuenta con el aliciente de un elenco solista enormemente atractivo, que el propio Pappano califica de "dream team", y con gran tirón comercial, aunque la adecuación de las voces a la obra habrá que juzgarla una vez se escuche. En principio, Brownlee y DiDonato me ofrecen pocas dudas, pero alguna reticencia más tengo respecto a mi querida Netrebko y a D’Arcangelo. En cualquier caso, la belleza de la voz de la rusa, la calidad de los solistas y, sobre todo, el buen hacer de Pappano y la Orquesta y Coro de la Accademia Santa Cecilia, auguran un resultado de conjunto que promete ser muy interesante.

Ya veremos.



video de emiclassics

miércoles, 30 de diciembre de 2009

ATTICUS AWARDS 2009


El año 2009 toca a su fin. Todos los fines de año, hay costumbres que se repiten puntualmente y que esta vez, lamentablemente, tampoco faltarán, como las retransmisiones televisivas de las campanadas, los programas joseluismorenescos, los cotillones con baile de conga con corbata anudada en la frente, etc.

Otra tradición, menos perjudicial para la salud, es el hacer balance de lo ocurrido en los 365 días anteriores. Así que, ya que no voy a cumplir ni con las congas ni viendo a Raphael cantar el tamborilero, he decidido hacer mi propio resumen musical del año, con una particular entrega de premios a lo que considero más destacado de aquellos espectáculos que he podido presenciar en directo durante 2009.

Así que, por votación unánime del jurado de los Atticus Awards 2009, compuesto por el autor de este blog reunido consigo mismo y su circunstancia, los premios otorgados son los siguientes:

Helga de Oro a la mejor dirección musical:
En esta categoría quizás el premio se vea lastrado por mi imposibilidad de asistir a ninguna de las funciones de la “Turandot” que dirigió Lorin Maazel en Les Arts en abril, y porque el “Parsifal”, dirigido también por Maazel en el mismo recinto, tuvo lugar en 2008. Así que ajustándome escrupulosamente a las normas que yo mismo me he autoimpuesto, voy a conceder la Helga de Oro en este apartado a Antonio Pappano por su magistral dirección, llena de profundidad y matices, de “Il Barbiere di Siviglia” rossiniano en el ROH londinense el pasado mes de julio.

Helga de Oro al mejor Coro:
Sin duda alguna, el premio va a parar al Cor de la Generalitat Valenciana, por todas y cada una de las intervenciones que ha tenido este año, con referencia especial al magnífico desempeño demostrado en la exigente partitura de “Les Troyens”.

Helga de Oro a la mejor Orquesta:
Tampoco he tenido que pensar mucho. La dorada Helga es para la Orquestra de la Comunitat Valenciana, que nos sigue sorprendiendo favorablemente función tras función, y que ha alcanzado unos niveles de excelencia que la colocan en el primer rango internacional.

Helga de Oro a la mejor dirección artística:
Si el premio fuese para la peor labor en este apartado, el galardón habría estado reñidísimo, pero si tengo que destacar una puesta en escena que me haya convencido plenamente, aportando originalidad, respeto a la obra e inteligencia en la propuesta, me inclino por conceder la Helga de Oro al italiano Damiano Michieletto y su sensacional dirección artística concebida para “La Scala di Seta” de Rossini.

Helga de Oro al mejor intérprete individual:
En este apartado es en el que ha habido más dudas, ya que he tenido la suerte de escuchar en directo a artistas de talla indiscutible (y a algunos conocerlos personalmente) como Plácido Domingo, Waltraud Meier, Piotr Beczala, Juan Diego Flórez, Joyce Di Donato, Renée Fleming, Elina Garanca o mi admiradísima Eva Maria Westbroek a quien hasta el último momento he estado dudando si le adjudicaba el premio por la maravillosa Sieglinde que nos ofreció en “Die Walküre” en junio en Les Arts. Pero, finalmente, he decidido que la Helga de Oro vaya a parar a la sueca Nina Stemme por la interpretación que hizo de Isolde en el "Tristan und Isolde" de Wagner que pude escuchar en Londres el pasado mes de octubre, donde demostró que es la nueva cantante de referencia de este papel, consiguiendo elevar los niveles de emoción del público a cotas altísimas.

Helga de Oro al mejor espectáculo del año:
Habiendo disfrutado tanto como lo hice este mes de junio en Les Arts, creo que es de justicia que esta Helguita vaya a parar al “Der Ring des Nibelungen” wagneriano que se ofreció completo en Les Arts en el II Festival del Mediterrani, con la puesta en escena de Carlus Padrissa y La Fura dels Baus, dirección musical de Zubin Mehta al frente de la Orquestra de la Comunitat Valenciana y un elenco de cantantes homogéneo, que ofreció un inmejorable rendimiento y que estuvo muy por encima de lo que pudimos escuchar en Bayreuth este verano.

Bueno, pues hasta aquí mis particulares chorra-galardones. Para poner el broche musical a los mismos, he decidido que sea con un video de la premiada Nina Stemme, en esta ocasión cantando la escena final de "Salomé" de Richard Strauss, en la abominable producción que se pudo ver este año en el Liceu barcelonés:


video de LiceuOperaBarcelona

Y como punto final a este 2009, con mis mejores deseos para todos vosotros para el próximo año, os dejo con uno de mis finales operísticos favoritos, el trío final de “Der Rosenkavalier”, también de Richard Strauss, en la interpretación de Anne Sophie von Otter (Octavian), Barbara Bonney (Sophie), y Felicity Lott (Marschallin):


video de rwprof



¡¡FELIZ AÑO 2010!!

martes, 13 de octubre de 2009

"TRISTAN UND ISOLDE" (Richard Wagner) - Royal Opera House - Londres 09/10/09


Tenía gran interés por asistir a esta producción del “Tristan und Isolde” de Wagner, en el Royal Opera House Covent Garden de Londres, cuyas primeras representaciones suscitaron cierta controversia respecto a la propuesta escénica y unanimidad absoluta acerca del rendimiento de la sueca Nina Stemme como Isolde.

Desde mi punto de vista, seguramente equivocado, la dirección escénica de Christof Loy es de las de mamarrachada cum laude. Se trata de un minimalismo feo, pretencioso e imbécil. La escena es un gran espacio vacío con tan sólo una silla y una mesa repugnantes, dignas de una celda de castigo, situadas junto a un panel en el lado izquierdo del escenario donde se desarrollaba prácticamente toda la acción pegada a él, lo que originaba que el público situado en ese lado del teatro no viese apenas nada de lo que ocurría, por lo que seguro que están muy contentos con la originalidad de Loy. Al fondo del escenario, una cortina puntualmente se descorría para dejar ver un segundo plano de la acción, consistente en un comedor con varias mesas dispuestas para un banquete y un gran ventanal al fondo. Allí se situaban los cortesanos del rey Marke y el coro masculino, vestidos de esmoquin, con frecuentes momentos en que aparecían simulando imágenes congeladas. En la llegada del rey Marke a Kareol del tercer acto los chicos del esmoquin se ponen a hacer como que pelean a cámara lenta embadurnándose todos de sangre, a lo Reservoir Dogs. Muy profundo. En el primer acto podemos escuchar al coro cantando “arriad las velas", "largad el cabo", "levad el ancla” etc, mientras vemos a los presuntos marineros vestidos de esmoquin paralizados, sentados a la mesa, y lo único que huele por allí a mar es el merluzo que se inventó semejante sarta de majaderías.

A mi juicio, la puesta en escena molesta el seguimiento de la acción, con una divergencia tremenda entre lo que se canta y lo que se ve, e interfiere en la poesía y sentido musical de la obra con tanta bobada. Y todo ello ¿con qué fin?. ¿Dejar a los dos protagonistas en ese espacio vacío, sin ningún aditamento de atrezzo, para que nos encontremos únicamente con sus almas y sentimientos?, pues a lo mejor, aunque a mí que me perdonen los más listos, pero, reconociendo que quizás soy demasiado corto de entendederas para tanta sapiencia artística, yo a quien dejaba solo en una isla desierta era al señor Loy para ver si le caía un coco en la crisma y se le refrescaban las ideas.

En lo musical, la lectura de Antonio Pappano me pareció espléndida. Está claro que no es Baremboim, pero hoy nadie dirige Wagner como Baremboim. Y Pappano rozó la excelencia. Sorprende la conjunción que logra este hombre con la Orquesta de la ROH en cada proyecto que acomete, y cómo consigue siempre extraer los mejores sonidos de ella. Llevó el pulso de la obra de forma magistral, apasionada, sentida, llenando el teatro de emoción, con un preludio del tercer acto antológico y un Liebestod, junto a Stemme, de los que hacen brotar las lágrimas de puro éxtasis.

El Coro masculino estuvo bastante correcto, a pesar de tener que cantar vestidos de maitres de Parador Nacional.

Nina Stemme es la más grande Isolde de nuestros días por méritos propios. Personalmente, yo no he escuchado nada igual, salvo que nos vayamos a las grabaciones históricas de las grandes diosas wagnerianas. Su interpretación fue absolutamente perfecta y consiguió hacernos vivir una noche inolvidable, pese a la absurda puesta en escena que la envolvía y el fiasco de tenor que tuvo por acompañante. Su voz, redonda y extraordinariamente homogénea, se impuso siempre a la orquesta, llegando aparentemente fresca al final tras cuatro horas de plenitud canora. Irradió durante ese tiempo altivo orgullo, amor y desesperación, exhibiendo una fuerza dramática inmensa en el primer acto, consiguiendo alcanzar en el segundo las cimas del lirismo y el canto matizado, y finalizando con un “Mild und Liese” espectacular y sobrecogedor. Todo ello acompañado de una intensa interpretación como actriz, cuidando al máximo cada gesto y cada mirada. Su salida al escenario a la finalización del espectáculo fue acompañada por una tormenta enloquecida de bravos, mientras la totalidad del teatro se ponía en pie para premiar el esfuerzo de esta mujer que nos hizo gozar con su mayúsculo arte. Y cinco horas y media después del comienzo aun tuvo el aguante de atender a los fans para firmar programas y conversar brevemente con ellos, y yo la fortuna de hallarme allí y poderle transmitir mi reconocimiento y admiración.

Ben Heppner es un cantante al que le profeso enorme respeto, y es (o ha sido), sin duda, uno de los Tristanes referenciales de los últimos años. Sin embargo, los comentarios de quienes habían asistido a las anteriores funciones de este Tristán coincidían en afirmar que Heppner había presentado graves problemas vocales, aunque todos confiábamos en que se tratase de un problema pasajero y surgiese de nuevo el Heppner que conocemos, ese Tristán fuerte, emotivo, brillante y resistente. Pues nada más lejos de la realidad. Estuvo sencillamente espantoso. Su voz se quebró por completo, no era una voz cansada, sino absolutamente rota. Comenzó el primer acto con problemas de emisión, quedando frecuentemente por debajo de la orquesta, con una respiración inadecuada que afeaba su fraseo, pero aguantando las subidas al agudo con cierta dignidad e intentando matizar. Pero en el segundo acto el fracaso fue definitivo. Alguien secuestró al esforzado cantante de ópera en el entreacto y soltó a escena a un representante de granjas avícolas que no hubo nota que diese que no fuese acompañada de su correspondiente gallo. Daba igual que se moviera en el registro agudo que en la zona central, que cantase en forte o pianissimo, que allí aparecía el gallo Claudio en cada nota, castigando los oídos de los pacientes espectadores, mancillando la exquisita música de Wagner e impidiendo que se pudiese gozar en plenitud de la perfección del canto de su compañera de reparto. En el tercer acto, disminuyó un tanto el número de gallos, pero la desafinación y los problemas de emisión continuaron hasta el final. Algo vergonzoso e imperdonable.

Al comienzo del tercer acto una señorita de la ROH salió a escena siendo recibida con aplausos de quienes pensaban que iba a anunciar la salida del cover, pero hete aquí que lo que anunció fue que el señor Heppner se encontraba indispuesto a causa de una alergia, pero que había decidido continuar la representación. Si no hubiéramos tenido noticia de su rendimiento en las funciones anteriores, igual la cosa colaba, pero si ya la semana anterior se infló a soltar gallos y a desafinar, o es que definitivamente se le ha roto la voz o es que no estando en condiciones de cantar, lo hizo, para desgracia del público presente que, no obstante, al finalizar la obra le obsequió con inmerecidos aplausos de respeto. Ese respeto que él no tuvo con el público, no teniendo la dignidad siquiera de dar la cara a la salida, huyendo a escondidas sin pasar por la stage door.

El grandísimo Matti Salminen fue, una vez más, el rey Marke. Él es Marke y no hay otro igual. Su tremenda voz, la intensidad dramática de su canto y ese fraseo imponente en el que consigue ligar los silencios con los versos como nadie, dando a cada frase su perfecto sentido, logran transmitir la dignidad, desconcierto, ira y tristeza de este personaje que ha hecho suyo. Más meritoria aún es la actuación de este finlandés incombustible teniendo en cuenta que tuvo que moverse en escena pese a acusar una ostensible cojera que le obligaba a ir apoyándose en un bastón.

La francesa Sophie Koch compuso una Brangäne extraordinaria, con una enorme fuerza interpretativa, sabiendo dar la réplica a Stemme en sus intervenciones conjuntas.

Michael Volle fue también un gran Kurnewal con una voz impresionante y una poderosa presencia escénica.

El resto del reparto estuvo correcto, aunque no me acabó de gustar la voz del Melot de Richard Berkeley Steele.

Al final, pese a Loy y Heppner, pudimos vivir una noche intensa, llena de emoción, donde disfrutamos de un Wagner excelso gracias a Pappano y a esta diosa wagneriana llamada Nina Stemme.



video de paterprofundus

miércoles, 8 de julio de 2009

"IL BARBIERE DI SIVIGLIA" (Gioachino Rossini) - Royal Opera House - Londres 04/07/09


Con más retraso del deseado, comienzo está crónica del “Barbiere” londinense cuando ya casi todo se ha dicho y escrito sobre el estreno del pasado día 4, no sólo por el gran éxito obtenido, sino sobre todo por el insólito gesto de pundonor y profesionalidad de esa enorme artista que es Joyce DiDonato, que fue capaz de seguir en escena más de dos horas con el peroné roto, cantando y actuando al máximo nivel. Ella misma lo cuenta en su blog con un sentido del humor increíble.

El hecho en cuestión se produjo cuando en la segunda escena del acto I, poco después de cantar excepcionalmente la Cavatina “Una voce poco fa”, la americana, corriendo con tacones por el escenario, resbaló cayendo sobre la pierna derecha. Se levantó enseguida sin que aparentemente hubiese tenido consecuencias el incidente, pero unos minutos más tarde pudo verse como Joyce cojeaba ligeramente e intentaba no apoyar su pie derecho en el suelo. Al final del acto apareció en escena apoyada en un bastón y me temí lo peor. Mis temores aumentaron cuando tras el descanso un empleado del ROH salió al escenario y para sorpresa de todos anunció que, efectivamente, DiDonato se había lesionado y tenía fuertes dolores, pero que había decidido cantar hasta el final. El público celebró la decisión con cerrados aplausos. DiDonato entró en escena en el acto II sujetándose en una muleta adornada con un floripondio rosa a juego con su vestido. Curiosamente, en el libreto la primera frase del personaje de Rosina en este segundo acto no podía ser más apropiada: tras descubrir a su amado Lindoro disfrazado, da un pequeño grito de sorpresa y cuando el tutor le pregunta: “¿qué te ha pasado?”, Rosina responde: “E' un granchio al piede” (es un calambre en el pie), lo que motivó las carcajadas del público y una gran ovación. A partir de ahí, DiDonato prosiguió su actuación con cierta dosis de improvisación respecto a los movimientos en escena y la complicidad de todos sus compañeros, sin que en ningún momento se transmitiese la sensación de que lo que ocurría en escena no estaba planificado. En el momento en que Rosina descubre que Lindoro es en realidad Almaviva, se cae al suelo de la impresión, y así lo hizo Joyce, contando luego con la discreta ayuda de Flórez para reincorporarse mientras continuaba actuando sin disminuir la excelencia de su canto.

Es obvio que una persona con rotura de peroné tiene fuertes dolores, si a eso le añadimos el movimiento de una actuación escénica durante dos horas, con tacones y teniendo que cantar Rosina en un teatro de ópera de primer nivel, lo conseguido por DiDonato tiene un mérito excepcional.

Pero es que además la profesionalidad y el arrojo de la americana ha ido mucho más allá, al haber decidido ésta mantener su participación en las próximas representaciones, escayolada y en silla de ruedas, adaptando la escenografía a la nueva situación. Estoy deseando leer los comentarios de esas funciones para ver cómo se ha conseguido integrar en la obra la lesión de la bravísima Joyce.

Dejando a un lado la anécdota de la noche, el espectáculo del que pudimos disfrutar fue realmente espectacular. Todos los que intervinieron: Pappano, la Orquesta, el Coro, los solistas, parecían especialmente motivados y rindieron al máximo, brindándonos una noche de absoluto ensueño.

La producción presentada es una reposición de la ya estrenada en el recinto londinense en 2005, con dirección escénica de Patrice Caurier y Moshe Leiser, decorados de Christian Fenouillat y vestuario de Agostino Cavalca. El primer acto se desarrolla en una especie de proscenio con un fondo dominado por una gran luna en cuarto creciente, un árbol y con el balcón de la ventana de Rosina a la derecha completamente enrejado potenciando así la idea de reclusión de la joven, un concepto que aparece mucho más reforzado en la siguiente escena, donde la habitación de Rosina es como una caja, sin puertas ni ventanas, las cuales sólo aparecen cuando tiene que entrar o salir algún personaje y vuelven a ocultarse con paneles corredizos. Al final del acto primero el efectismo de la puesta en escena alcanza su punto álgido, cuando todos los intérpretes y el Coro cantan al unísono el “Mi par d'esser con la testa”, quejándose del mareo y aturdimiento por tanto ruido, y la habitación entera comienza a tambalearse de arriba a abajo y de derecha e izquierda cada vez con más brío. En conjunto me pareció una escenificación interesante, sin propuestas especialmente innovadoras, carente quizás de algún elemento que la hiciese visualmente más atractiva, pero que dio una visión distinta dentro del respeto a la idea original, resultando efectiva y adecuada.

La dirección musical de Antonio Pappano fue magistral. Desde el mismo comienzo de la Obertura consiguió emocionar, enganchar anímicamente con el patio de butacas, como si estuviese lanzando un invisible cable a cada espectador diciéndole: “vamos a estar conectados estas 3 horas sin que puedas apartar tu atención”. Ya desde ese inicio se vislumbró la propuesta de un Rossini vivo, lleno de fuerza y delicadeza a la par, con un asombroso uso de las dinámicas, alejado completamente de lecturas planas o rutinarias para cubrir el expediente. La ovación que premió el final de la Obertura fue algo sentido y hacía presagiar el festín músico-vocal que íbamos a disfrutar.

El Coro también ofreció un rendimiento óptimo. En su triple papel músicos-soldados-policías se mostró compacto y tuvo un comportamiento escénico soberbio cuidando sus movimientos a pesar del reducido espacio y aportando la dosis de humor requerida a las escenas en las que intervinieron.

El elenco vocal reunido en Londres para este “Barbiere” es inmejorable.
Pietro Spagnoli era el Figaro de repuesto, tras la cancelación hace ya tiempo de Simon Keenlyside de todas las funciones. El italiano cumplió con creces las expectativas y compuso un Figaro de gran nivel, con una dicción perfecta y una expresividad y naturalidad mayúsculas. Para ser redondo, tan sólo le faltaría a su voz un poco de más empaque.

Juan Diego Flórez confirmó su condición de ser extraterrestre, producto de algún extraño cruce entre la raza humana y alguna ignota civilización, allende nuestra galaxia, mucho más desarrollada físicamente. Sus facultades canoras son abrumadoras y su técnica perfecta. No creo que haya en la actualidad ningún Almaviva como el peruano. Superó todas las coloraturas diabólicas del personaje con esa aparente facilidad con la que todo lo canta Flórez, que se permite incluso seguir sonriendo mientras va subiendo cada vez más el listón de las exigencias de forma imperceptible. Su “Ecco, ridente in cielo”, nada más salir a escena, dejó ya al público completamente noqueado por la perfección y elegancia de la emisión y la chispa humorística de su actuación. La voz del peruano no es una voz grande, sin embargo el día 4 se imponía sin dificultad sobre la orquesta y llenaba por completo cada recodo del teatro. Sus habituales virtudes ya conocidas se pusieron de manifiesto en cada una de sus intervenciones. Una exquisita musicalidad, legato perfecto, una línea de canto bellísima, fraseo impoluto, un control del fiato que sólo puede tener origen en una insólita respiración anal… El momento culminante de la velada (lesiones aparte) fue sin duda el antológico “Cessa di più resistere” con que nos obsequió Flórez, un fragmento que suele ser eliminado de muchas producciones por los tenores por su excesiva dificultad. Aquí el peruano bordó de nuevo las coloraturas y finalizó con una nota larguíiiiiisima, que provocó una auténtica histeria colectiva en el público que interrumpió la representación durante casi 5 minutos de aplausos, bravos y peticiones de bis. Personalmente nunca había asistido en directo a una situación similar. En ese tiempo, Nucci se hubiera marcado dos o tres propinas.

Podemos escuchar aquí a Flórez cantar el "Cessa di più resistere" hace unos años. Si queréis saber como lo hizo el día 4 podéis hacerlo en el blog de Mei:


video de seapoeg

Joyce DiDonato, como ya he dicho, se convirtió en la protagonista de la noche por motivos ajenos a su canto, pero eso no quiere decir que su canto no mereciera protagonismo por sí mismo, todo lo contrario. La mezzosoprano americana ofreció una magistral Rosina, temperamental y emotiva. Hizo gala de un instrumento cálido y sumamente expresivo que supo ornamentar con maestría al trabajar las coloraturas. Su amplio registro, con un centro aterciopelado, sólidos agudos y graves consistentes le permiten afrontar las diferentes facetas del personaje con brillantez. Magnífica estuvo en “Una voce poco fa”, con un derroche de expresividad vocal e interpretativa. Su actuación dramática, pese a la lesión, fue impecable, llegando en la escena de la tempesta a arrojar un armario al suelo a pesar de llevar la muleta en una de sus manos.

Aquí podemos ver a la de Kansas cantando "Una voce poco fa" en 2007. Si queréis saber como sonó el otro día podéis hacerlo también en el blog de Mei:


video de Oneguin65

Alessandro Corbelli compuso un muy notable Don Bartolo, excelente en el aspecto bufo del personaje y mostrando un gran dominio de la rapidez en la dicción que le permitió realizar una magnífica “A un dottor de la mia sorte”. Puso la nota de humor de la noche cuando, mientras el público no dejaba de ovacionar a Flórez tras “Cessa di più resistere”, sacó el reloj para consultar la hora con gesto de “a ver cuando acabáis”.

Inmenso estuvo también el veterano Ferruccio Furlanetto como Don Basilio. Con un look tétrico mezcla entre Alice Cooper y La Bruja Mala del Este, demostró poseer aún una voz profunda, enorme, y clarísima con la que se marcó una “Calunnia” espectacular, finalizando subido en pie sobre los brazos de una silla ante el temor de los presentes de que se agotasen ese día las existencias de muletas en el ROH.

Jennifer Rhys-Davies, como Berta, abusó quizás un poco de la exageración bufa, pero cumplió más que dignamente con su papel, como también lo hizo el jovencísimo Changhan Lim en el breve papel de Fiorello.

El resultado final: un éxito apoteósico con un público completamente enloquecido, que cuando ya no podía gritar más acompañaba la ovación con pateos en el suelo. Yo nunca había visto al público británico tan pasionalmente entregado a unos artistas y eso creo que da idea de la magnificencia de lo vivido.

En definitiva, entre esta noche mágica del “Barbiere”, la estupenda “Traviata” del día anterior, y el insuperable “Anillo del Nibelungo” del mes de junio, hemos vivido últimamente unas jornadas operísticas que permanecerán imborrables en nuestra memoria. Ahora, viendo la programación de Les Arts para la próxima temporada, es inevitable sentirse un tanto decepcionado. Es lo que tiene estar tan mal acostumbrado. Volvemos a la realidad.

lunes, 6 de julio de 2009

"LA TRAVIATA" (Giuseppe Verdi) - Royal Opera House - Londres 03/07/09


Mientras mi querida Helga Schmidt aprovechaba, tras un injustificable retraso, para hacer un adelanto de la descafeinada programación de la próxima temporada de Les Arts, la cual se ha hecho oficial hoy en la página web del teatro, yo iniciaba una nueva visita al ROH, en esta ocasión para aprovechar el fin de semana asistiendo al estreno de “El Barbero de Sevilla” con Juan Diego Flórez y Joyce DiDonato el sábado, y previamente, el viernes, a “La Traviata” con un reparto de lujo: los veteranos Renée Fleming y Thomas Hampson en los papeles de Violeta Valery y Giorgio Germont, y el joven maltés Joseph Calleja como Alfredo Germont.

La producción presentada es añeja, data de 1994 en lo que supuso el lanzamiento internacional de Angela Gheorghiu, que estuvo acompañada en aquel entonces por el bisador Leo Nucci y un insoportable Frank Lopardo, dirigidos en lo musical por Sir Georg Solti. Periódicamente al ROH le gusta desempolvar este montaje y presentarlo con nuevos protagonistas (por cierto, la última fue la Netrebko).

Se caracteriza por una dirección escénica de Richard Eyre absolutamente clásica y tradicional, pero sin que eso constituya un elemento negativo, al menos para mí. No aporta nada nuevo a la historia, pero es adecuada para la construcción narrativa de la misma, y siempre prefiero eso a un Giorgio Germont vestido de nazi o una Violeta drag-queen. El movimiento escénico está muy cuidado y resulta fluido pese a la acumulación de personajes que se produce en alguna escena. Los decorados vistosos, la pertinente iluminación y el deslumbrante vestuario diseñado por Bob Crowley, contribuyen al favorable resultado del conjunto.

En cuanto a la dirección musical, Antonio Pappano condujo con maestría a la extraordinaria Orquesta del ROH ofreciendo una peculiar lectura de la partitura verdiana, con unos tempi muy rápidos que enfatizaban perfectamente el desarrollo dramático de la primera parte de la obra, si bien en la segunda yo eché de menos una mayor dosis de contención velocípeda, aunque es cierto que pese a todo, la carga lírica no disminuyó y Pappano supo extraer espléndidamente cada matiz de la partitura. Especialmente relevante fue el comienzo del acto III donde la sensibilidad orquestal alcanzó su culminación. Al comenzar el segundo acto los músicos lo hicieron despojados de sus chaquetas, pese a que en la sala la temperatura era de lo más agradable. Ignoro el motivo.

El Coro funcionó a la perfección y tan sólo hay que reprocharle un pequeño desajuste con la orquesta al final del primer acto.

Renée Fleming salió a escena con un tobillo vendado en un fatídico augurio de lo que nos esperaba al día siguiente con DiDonato. Con 51 años declarados, la americana demostró encontrarse en un estado vocal sensacional. Nunca he creído que el papel de Violeta sea especialmente apropiado a su voz, especialmente en el primer acto, y sigo pensando lo mismo después de haberla escuchado en directo. No obstante, demostró estar dispuesta a asumir todavía riesgos y, lo que es más importante, a superarlos con brillantez. En “Sempre Libera” pasó algunos apuros con las rápidas coloraturas, pero solventó la papeleta muy dignamente, con el apoyo fundamental de una depuradísima técnica y una actuación dramática sensacional. A partir del segundo acto encontró un terreno mucho más propicio para sus cualidades, y su voz cálida y rica en matices se fue mostrando más firme y segura, al tiempo que fraseaba con enorme gusto y hacía ostentación de su espectacular dominio de las dinámicas ofreciendo unos pianissimi majestuosos. Su “Teneste la promessa… addio del passato” electrificó la espina dorsal de todos los asistentes. La capacidad dramática de Fleming es envidiable y supo dotar a Violeta de toda la carga emotiva que requiere el personaje. Demostró en todo momento ser una actriz extraordinaria, cuidando hasta el más pequeño detalle (impresionantes sus toses) y gestos sin perder su línea de canto.

Thomas Hampson estuvo fabuloso. Conoce de memoria el personaje y sabe exprimir cada detalle del mismo. Proyectó el americano con potencia una voz que se mantiene fresca, matizando con muchísima elegancia. Toda su actuación desprendía sentimiento. Sus dúos del segundo acto con Fleming fueron majestuosos en lo vocal y lo interpretativo.

Joseph Calleja fue un muy convincente Alfredo. No había tenido ocasión de escuchar al maltés en directo. Su voz respecto a recientes grabaciones parece haber adquirido un color más oscuro y un ligerísimo vibrato de fondo que suena natural y no molesta. Derrochó volumen y fuerza a raudales, sabiendo matizar también cuando fue preciso. Hizo ostentación de un fiato muy importante que favoreció un impecable legato. Sus agudos fueron limpios y bien atacados. En el debe de su actuación quizás haya que reseñar su faceta actoral, aunque con dos monstruos interpretativos al lado como la pareja norteamericana no quedar demasiado en evidencia ya fue un logro.

El resto del reparto estuvo a un nivel muy digno. Me gustó especialmente la Flora de Monika-Evelin Liiv.

La única nota discordante en ese buen nivel general la puso Richard Wiegold, que fue un pésimo Doctor Grenvil. Su voz es profunda y de bello timbre, pero no lograba proyectarla más allá de sus gafas, siendo absolutamente inaudible en todas sus intervenciones. Su comportamiento actoral no fue mejor, mostrando todos los defectos de la Escuela de los Pinochos, con menos movilidad que la momia de Lenin.


Al finalizar, cerradas ovaciones para los tres protagonistas, Pappano y la orquesta, de un público que se mostró respetuoso cuando debía serlo (me impresionó el silencio que reinaba en el acto I) y sumamente entusiasta al premiar a los intérpretes.

Tras la función Renée Fleming se mostró, como siempre, atentísima con los fans que la importunamos y firmó todo lo firmable y posó para todos los pesados con su mejor gesto.

Por último, os dejo un video de Renée Fleming en la Opera de Los Ángeles en 2006 interpretando el 'Addio del passato':


video de LadyArmide