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jueves, 21 de julio de 2011

"LA ISLA DE LOS MUERTOS". BÖCKLIN Y RACHMANINOV

“La Isla de los Muertos” - Arnold Böcklin – 1883 - Alte Nationalgalerie - Berlín

El pintor suizo Arnold Böcklin (1827-1901) es uno de los principales representantes de la corriente simbolista y se le considera uno de los precursores del surrealismo. Entre sus creaciones más conocidas se encuentra sin duda el cuadro “La Isla de los Muertos”.

En esta obra, en la que se pueden apreciar importantes influencias románticas y es casi imposible no acordarse del alemán Caspar David Friedrich, Böcklin nos presenta una barca que es guiada por una figura, se supone que Caronte, junto a la que vemos un personaje vestido de blanco, posiblemente el alma del difunto, y un ataúd, surcando unas tenebrosas aguas mientras se acercan a una isla formada por altos acantilados que rodean un bosque de cipreses.

Böcklin llegó a realizar en su vida al menos cinco versiones distintas de este cuadro con pequeñas variaciones. La primera de ellas se encuentra actualmente en el Kunstmuseum de Basilea y data de 1880, aunque curiosamente no fue la primera en finalizarse, ya que cuando se encontraba a medio ejecutar, llegó al estudio del pintor una viuda acaudalada, Marie Berna, quien impresionada por el lienzo inacabado pidió al pintor que le hiciese una copia del mismo, sugiriéndole que añadiese las figuras, en alegoría a la muerte de su esposo unos años antes. Esta segunda versión se puede contemplar en el Metropolitan Museum de Nueva York.

La tercera de las versiones, que es la que encabeza este post, es de 1883 y acabó siendo adquirida cincuenta años después por un tal Adolf Hitler, quien adornó con ella las paredes de la Cancillería del Reich en Berlín, ciudad en la que se conserva actualmente en su Alte Nationalgalerie. La cuarta versión perteneció al barón Von Thyssen y se supone que fue pasto de las llamas durante la Segunda Guerra Mundial; y la última de las variaciones conocidas del cuadro, de 1886, se encuentra en el Museo de Bellas Artes de Leipzig.

Muchas han sido las interpretaciones que se han intentado dar de esta sugerente pintura, aunque su autor jamás dio explicación alguna acerca de lo allí representado. Lo que sí está claro es que la obra ha servido de inspiración a numerosos artistas en múltiples disciplinas. Desde pintores (Dalí) a arquitectos (Garnier), escritores (Strindberg), o cineastas, como el productor Val Lewton que encargó una de sus célebres películas de terror de serie B de la RKO al director Mark Robson, dando lugar a “La isla de los muertos” (1945), con Boris Karloff como protagonista en unos escenarios claramente tomados de la pintura de Böcklin.

Pero sí he traído hoy este tema al blog ha sido para comentar la influencia que tuvo también en el mundo de la música y, en concreto, en el poema sinfónico “La Isla de los Muertos” compuesto en 1908 por el ruso Sergei Rachmaninov (1873-1943).

Se cuenta que, un año antes, Rachmaninov había visto en París una reproducción en blanco y negro de “La Isla de los Muertos”, quedando sobrecogido por la escena representada por Böcklin, lo que le llevó a comenzar a escribir de inmediato una partitura que pudiese convertir en música las sensaciones que le había provocado la visión de la pintura. Años más tarde el compositor contemplaría en Leipzig una de las versiones originales del cuadro y comentó que al verlo con todos sus colores ya no le impresionó tanto como cuando lo hizo en blanco y negro.

Ya desde los primeros compases de la obra, Rachmaninov nos presenta un tema principal, en progresivo crescendo, que nos evoca la cadencia del remero y el vaivén de las aguas. Un nuevo tema de tintes más líricos aparecerá más tarde apuntado por las cuerdas, como añorando los días vividos, y se enfrentará con la fuerza de los metales, como si la vida y la muerte compitiesen en frenética batalla, alcanzando una explosión orquestal tras la que la victoria de la muerte se anunciará con la irrupción del tema del Dies Irae, retornando nuevamente al final de la composición el implacable sonido del remo contra las aguas anunciando así nuestro inexorable destino.

Siempre me ha gustado esta obra de Rachmaninov, incluso mucho antes de tener noticia alguna sobre su origen pictórico, y ya entonces me parecía una composición enormemente sugerente, misteriosa y desasosegante que te va envolviendo mágicamente. A veces pienso que si la pintura no hubiese existido y Böcklin hubiese tenido la oportunidad de escuchar la creación de Rachmaninov, quizás le hubiese inspirado un lienzo que me pregunto si sería muy diferente del que pintó.

Si os apetece y disponéis de unos veinte minutos, os aconsejo disfrutar de la inspiración melódica de Rachmaninov en este poema sinfónico que he querido traer en una versión presentada en el Festival de Salzburgo de 2005, con la Filarmónica de Viena dirigida por Valeri Gergiev. Quizás no sea la mejor de las versiones que existen, pero ver dirigir esta música a este hombre, con su palillico y melena al viento, también tiene su aquél:






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miércoles, 25 de mayo de 2011

UNA EXPOSICIÓN Y UN VALIOSO HALLAZGO

"La mujer de rosa" - Giovanni Boldini - 1916 - Museo Giovanni Boldini (Ferrara) 

Ayer asistí a la exposición que está desarrollándose en Valencia, en el Centro del Carmen, y que lleva por título “Retratos de la Belle Epoque”. Una interesante muestra que se vende como “un repaso por la historia del arte de finales del siglo XIX y principios del XX a través del retrato”. La exposición nace de un convenio de colaboración suscrito entre el Consorcio de Museos de la Comunitat Valenciana y la Obra Social "la Caixa", y podrá verse también en Barcelona a partir del 19 de julio.

La muestra es irregular, alternándose obras de indudable valor con otras más discutibles, donde parece que haya pesado más el nombre del pintor (Sorolla, por ejemplo) que su calidad artística. Además se han incluido algunas obras que difícilmente pueden encuadrarse dentro del género del retrato y se echa de menos la presencia de algunos pintores o corrientes pictóricas que hubieran dado una visión más fiel de la evolución del arte del retrato en esos años. Pero en cualquier caso se trata de una cita cultural de gran interés y que merece sin duda una detenida visita.

Junto al ya mencionado Sorolla, podemos encontrar trabajos de gente tan destacada como Toulouse-Lautrec, Klimt, Zuloaga, Munch o Sargent; y alguna agradable sorpresa, como lo fue para mí el descubrimiento de una pintora noruega, Asta Norregaard, de la que confieso que nunca había oído hablar, y de la que se muestran dos retratos francamente bellísimos.

Otro de los pintores presentes en la exposición es el italiano Giovanni Boldini, un artista por el que reconozco que tengo cierta predilección, autor del retrato más conocido de Giuseppe Verdi, y del que se han incluido en la muestra 4 ó 5 trabajos bastante notables, entre ellos un precioso retrato de la bailarina belga Cléo de Mérode que, inteligentemente, ha sido ubicado junto a otro de la misma Cléo, pintado por el valenciano Manuel Benedito, no menos interesante.

Si queréis saber más acerca de la vida y obra de Boldini, os recomiendo pasar por el blog de Assur que recientemente le dedicó un post completísimo.

Hace aproximadamente un año, Giovanni Boldini fue noticia en los medios de comunicación de todo el mundo a raíz de un curioso suceso.

Una mujer nonagenaria había fallecido en el sur de Francia y entre sus bienes se encontraba un piso en París que se había visto obligada a abandonar poco antes de la Segunda Guerra Mundial y que no se había vuelto a abrir desde entonces, pero del que la fallecida seguía pagando los gastos. Un representante de la casa de subastas Drouot abrió el inmueble y manifestó que la experiencia fue “como si entrase en el castillo de la Bella Durmiente, donde el tiempo se había detenido”. El apartamento se encontraba tal cual se había quedado hacía 70 años. Muebles, telas, porcelanas, juguetes, pinturas y otras obras de arte se amontonaban cubiertas de polvo. Entre estos objetos le llamó la atención especialmente un cuadro que había encima de la chimenea y que representaba a una joven vestida con un elegante traje de noche de color rosa.

Tras analizar detenidamente los enseres y documentación existentes en el piso, especialmente unas cartas de amor que se hallaron atadas con una cinta, se descubrió que la joven del cuadro era una actriz francesa de finales del siglo XIX llamada Marthe de Florian, quien parece ser que contaba con un amplio catálogo de amantes, entre los que se encontraban el Primer Ministro Clemencau o el pintor italiano Giovanni Boldini. Éste último se confirmó finalmente como el autor del lienzo, del que se desconocía su existencia, y que había  regalado a su amada Marthe, que en realidad era la abuela de la fallecida.

El cuadro de Boldini salió a subasta por 300.000 euros y acabó vendiéndose por más de dos millones, el valor más alto pagado hasta ahora por una obra del pintor italiano.

La exposición “Retratos de la Belle Epoque” puede verse en Valencia, en el Centro del Carmen (c/ Museo, 2) hasta el 26 de junio; y en CaixaForum de Barcelona del 19 de julio al 25 de septiembre.