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domingo, 16 de diciembre de 2012

NOVENA SINFONÍA (Ludwig van Beethoven) - Palau de les Arts - 14/12/12

 
Riccardo Chaillynos ofreció el pasado viernes en el Palau de les Arts una velada musical absolutamente mágica. Y aquí voy a hablar simplemente de emociones, sin entrar a diseccionar en exceso el trabajo realizado ni valorar si esta lectura que ha hecho el maestro milanés es más o menos acorde a lo que escribió Beethoven o si es mejor o peor que otras versiones que puedan ser de referencia (si es que eso realmente puede fijarse de manera objetiva).

Yo, como asistente a esa representación y aficionado a la música, lo único de lo que quería dejar aquí constancia, de forma breve pero clara, es que la emoción invadió el patio de butacas desde el momento en que sonó la primera nota y no nos abandonó hasta mucho después de que hubiera finalizado el concierto.

He dicho que la emoción llegó con la primera nota y realmente no fue así. El primer escalofrío no provino del sonido, sino del silencio. Y es que, pocos instantes antes de que Chailly saliera a dirigir, todos los miembros de la Orquestra de la Comunitat Valenciana y del Cor de la Generalitat se pusieron en pie y se mantuvieron leyendo en silencio el manifiesto de los trabajadores del Palau de les Arts en protesta por el anunciado ERE y la actual política cultural, mientras recibían la calurosa ovación de apoyo de un público que lucía en su mayoría el lazo azul que los empleados del coliseo valenciano habían repartido a la entrada.

La versión de Chailly se anunciaba como de estricto respeto a lo escrito en la partitura original por Beethoven, especialmente en cuanto a los tempi. Y desde luego lo primero que llamaba la atención era la rapidez que se impuso a la orquesta, lo cual fue especialmente llamativo en el primer movimiento y sobre todo en el tercero. Los que ya llevamos unas cuantas Novenas pasadas por nuestras orejas constatábamos que aquello sonaba diferente, pero increíblemente bien. Y ello pese a que, una vez más, las mentes preclaras del Palau de les Arts condenaron una representación de indudable relieve al infame Auditorio, con su pésima y desigual acústica.

Riccardo Chaillyimpuso una dirección veloz y vigorosa, pero siempre logrando imprimir una tensión y dramatismo constantes que se mantuvieron sin un instante de desfallecimiento. La velocidad no conllevó en modo alguno una disminución de la profundidad de la lectura, ni los pasajes más líricos vieron decaer su hondura por ello, así como tampoco me dio la impresión de que el conjunto mostrase una especial rigidez derivada de la resurrección de las indicaciones metronómicas de Beethoven.

El manejo de las dinámicas fue ejemplar y creo que hubo un gran equilibrio y homogeneidad orquestal, con un sonido transparente donde resplandecían permanentemente multitud de detalles que, a un oído medio como el mío, le habían pasado desapercibidos en otras ocasiones. Para ello, el maestro Chailly contó con la genialidad de los músicos de la Orquestra de la Comunitat Valenciana, de quienes supo extraer todo el virtuosismo que atesoran.

La orquesta sonó como en las mejores noches y volvió a notarse la mano maestra de un gran director. La entrega de todos sus componentes fue extrema ante el máximo rendimiento exigido por Chailly. Hacer menciones concretas quizás pueda resultar injusto, pero extraordinario estuvo toda la noche el trío formado por Álvaro Octavio a la flauta, Joan Enric Lluna al clarinete (increíble en el Adagio) y Christopher Bouwman al oboe. También destacó en el cuarto movimiento Virginie Reibelcon el flautín.

Pero si algo merece reseñarse especialmente es el grandísimo trabajo del Cor de la Generalitat, cuyos resultados sólo pueden calificarse de excelsos. El brillo, luminosidad y trascendencia que se alcanzó en el último movimiento fue debido en gran parte a la excelencia de este coro del que cada día debemos estar más orgullosos. Parecía realmente sobrehumano que sus componentes pudiesen seguir, con tal grado de intensidad y precisión, las exigencias del maestro Chailly y daba la impresión de que hubiera el doble de voces de las que realmente había.

También hay que destacar el mérito del cuarteto solista, compuesto por Rudolf Rosen, Steve Davislim, Julia Bauer y Mª José Montiel, a quienes Chaillyno se lo puso tampoco nada fácil. Pese a algunos chillidos de la Bauer y algún apuro de los varones en ascensos al agudo, mostraron un comportamiento ejemplar, y tan sólo lamenté que la belleza de la voz de María José Montiel no tuviese ocasión de un mayor protagonismo.

El público que llenaba por completo el recinto tuvo un comportamiento mucho más respetuoso que en otras noches (como en la ruidosa Bohème del día siguiente, por ejemplo), y explotó en auténtico delirio al finalizar la representación, brindando larguísimos minutos de aplausos emocionados, siendo a la salida unánimes los comentarios respecto a la excelencia de lo vivido.

Ojalá noches como esta sirvan para que, quedando una vez más de manifiesto la enorme calidad de la orquesta y coro de la casa, puedan todavía replantearse actuaciones en materia cultural que ponen en claro peligro su supervivencia.

Previamente a este concierto del viernes, Riccardo Chailly mantuvo un encuentro con el público en el Aula Magistral de Les Arts. Allí, el denominado ‘dramaturgo’ de la casa, Justo Romero, conversó con el director milanés durante unos 40 minutos, tiempo durante el cual el maestro, esforzándose por hablar en castellano, nos ofreció su interesante visión de la obra de Beethoven, así como su opinión sobre diversos temas. Entre ellos, comentó que el motivo de que se prodigue tan poco en la dirección de ópera, pese a que le encante el género, se debe a los directores de escena, ya que estaba harto de chocar con ellos respecto a los diferentes conceptos que pudieran tener a la hora de acercarse a una obra concreta. Sin embargo, dijo que con Davide Livermore, responsable de la dirección escénica de “La Bohème” que se está representando actualmente en Valencia, ha tenido un entendimiento absoluto y ha disfrutado muchísimo.

Las intervenciones de Romero en alguna ocasión me parecieron inadecuadas, con apostillas o introducción de datos que interrumpían las contestaciones de Chailly. Pero lo más desafortunado llegó cuando el maestro estaba explicando que su versión incluía los rittornelli del Scherzo escritos por Beethoveny preguntó a Romero: “¿cómo se dice en español Rittornello?”. “Pues… Rittornello, igual”, contestó Romero. E inmediatamente después Romero pregunta a Chailly: “¿Oye, has incluido las repeticiones del segundo movimiento?”. El maestro abrió los ojos con estupefacción y dijo: “Lo acabo de decir… ¿de qué estamos hablando aquí, de pomodori?”.

Cosas de Les Arts...
 

martes, 20 de diciembre de 2011

"ARIADNE AUF NAXOS" (Richard Strauss) - Palau de les Arts - 16/12/11

Una de las citas más esperada por mí de la presente temporada del Palau de Les Arts era la ópera “Ariadne auf Naxos”, de Richard Strauss, que se ha representado finalmente los pasados 16 y 18 de diciembre. La verdad es que mi ilusión había bajado muchos enteros cuando, primero, se anunció que se ofrecería en versión concierto, después canceló Riccardo Chailly por problemas médicos y se comunicó que sería sustituido por Sir Andrew Davis, y, por último, sin previo aviso y sin una mísera nota explicativa, como suele hacer las cosas Helga Schmidt, la soprano Adrianne Pieczonka también caía del reparto, anunciándose en su lugar a una desconocidísima Amber Wagner. Para rematar el asunto, las geniales mentes pensantes de Les Arts decidieron, una vez más, que la representación tuviera lugar en su impresentable Auditorio en lugar de en la sala principal.

Pues bien, pese a todo lo anterior, lo primero que tengo que reconocer es que he vivido dos veladas memorables de Ópera con mayúsculas, y ni el repugnante sonido del Auditorio ni la ausencia de escena consiguieron disminuir el enorme disfrute de la música de Strauss en manos de unos músicos y cantantes sensacionales.

De la dirección de Sir Andrew Davis esperaba que fuese correcta y poco más, pero lo cierto es que la labor llevada a cabo por el veterano director inglés resultó excelente. Quizás no alcance la chispa de genialidad de otras ilustres batutas, pero no le hizo ninguna falta. Consiguió que la Orquestra de la Comunitat Valenciana, reducida para la ocasión a poco más de una treintena de componentes, brillase como en las mejores noches, haciendo refulgir, como merece, la maravillosa partitura de Richard Strauss. Sonó a orquesta de cámara cuando así se requería, mientras que en otros pasajes, como el impresionante dúo final, la agrupación orquestal parecía estar engrosada por un centenar de músicos. Davis realizó un esmerado y meticuloso trabajo de dirección donde todo sonaba cuando y como debía sonar, aunque en algunos instantes hubiese sido preferible controlar un poco el volumen. Estuvo muy atento en todo momento a los cantantes, marcando sus entradas con precisión e incluso interactuando con ellos desde el podio. La complicidad del director con sus músicos era también evidente y quedó plenamente de manifiesto al finalizar la representación, momento en que éstos le tributaron una cariñosa y sentida ovación.

Todas las secciones orquestales estuvieron impecables, destacando por su virtuosismo cada uno de los atriles solistas que tuvieron ocasión de lucimiento, debiéndose reseñar en este apartado la maestría del joven concertino Serguéi Ostrovski.

Que la Orquesta de la Comunitat Valenciana ofrezca unas excelentes prestaciones siempre es una buena noticia, aunque, afortunadamente, ya no es una sorpresa. Lo que sí constituyó una sorpresa enorme, al menos para mí, fue el nivel vocal ofrecido por los cantantes, sobre todo por la soprano Amber Wagner, que llegaba a Les Arts como una perfecta desconocida para interpretar el papel de Primadonna y Ariadna y se marcha de aquí con la rendida admiración de todos los que tuvimos la suerte de escucharla en directo.

Nada más afrontar sus primeras frases en el Prólogo ya pudimos apreciar la belleza de una voz ancha, cálida, esmaltada, homogénea y de gran volumen que además moldeaba con un gusto exquisito, pero sería durante la exigente segunda parte cuando todo el potencial del instrumento de la Wagner nos cautivaría incondicionalmente. Su “Es gibt ein Reich” fue todo un recital de canto en el que exhibió una técnica portentosa y una abrumadora capacidad expresiva, vocal y gestual. Demostró gran control del fiato y un fraseo inmaculado que adornó con deslumbrantes matices. Acometió notas en pianísimo con apenas un hilo de voz, aumentando la intensidad del sonido gradualmente sosteniendo el mismo golpe de aliento en un progresivo crescendo hasta inundar la sala con un volumen espectacular. Su dúo final con el Baco de Nikolai Schukoff y la orquesta a pleno rendimiento, es de los que se tarda mucho tiempo en olvidar.

Creo que hemos tenido la fortuna de presenciar los primeros pasos de una mujer que me atrevo a aventurar que esté llamada a ocupar un lugar de honor en el mundo de la ópera durante los próximos años. Y en el momento en el que su registro grave adquiera un poco más de envergadura y perfeccione aún más su técnica podemos encontrarnos ante una soprano de referencia.

El tenor austriaco Nikolai Schukoff tuvo que hacer frente al diabólico papel de Tenor/Baco. Decir que acabó la representación sin romper la voz ya sería todo un mérito, pero es que además llevó a cabo una actuación que considero muy meritoria y, por momentos, brillante, aunque al final pasase sus apuros, cercanos a la defecación, y todavía tenga algunas cosas que pulir.

Julia Bauer también tuvo una destacada actuación en otro papel complicado como es el de Zerbinetta. Su voz, delgada, blanquecina y desprovista de esmalte, no me resulta especialmente grata. Es verdad que adquiere más valor en la zona alta, pero con tendencia al chillido. Pese a esto, debo reconocer que la ejecución de su aria fue estupenda, consiguiendo, gracias también a la paradinha estratégica de Andrew Davis, una fuerte ovación a su finalización.

Me gustó bastante la mezzosoprano Cecelia Hall como El Compositor. Su voz me pareció francamente bonita, con un registro central luminoso y aterciopelado. Presentó ciertas carencias en la zona grave y los agudos sonaron ocasionalmente hirientes, pero su musicalidad, exquisita línea de canto y profunda expresividad, compensaron sobradamente sus limitaciones.

Existía gran expectación por presenciar el retorno a nuestra ciudad del barítono Carlos Álvarez, en el papel de Maestro de Música, tras el prolongado periodo en que una grave enfermedad le ha mantenido apartado de los escenarios.

Me resulta enormemente satisfactorio poder decir bien alto que el cantante malagueño nos sorprendió a todos muy favorablemente, mostrando un estado vocal aparentemente estupendo. Es verdad que el papel no es excesivamente largo y que en su tramo final se le vio un poco forzado, pero exhibió potencia y musicalidad y fue un auténtico placer volver a reencontrarse con la nobleza de timbre de uno de los mejores cantantes que ha dado este país y al que deseo que muy pronto pueda retomar plenamente su carrera. De momento, en una sorpresa más de Helga (esta vez agradable), nos han anunciado de repente que, el próximo 15 de enero, Carlos Álvarez volverá a Les Arts para interpretar un recital de zarzuela.

Del resto del reparto destacaría a Nikolái Borchev como Harlekin, con bonito timbre y maneras de liederista, y al Brighella del tenor británico Barry Banks, muy solvente en lo vocal y sobresaliente en su interpretación. Notable actuación también de Vicenç Esteve como Maestro de Danza y Scaramuccio, y de Sandra Ferrández como Eco.

El público aplaudió calurosamente a todos los artistas y a la salida se podía palpar la emoción de las grandes noches, coincidiendo la gran mayoría en alabar la calidad de lo escuchado y en manifestar su sorpresa y admiración por la interpretación de Amber Wagner, a quien, por cierto, tuve oportunidad de saludar personalmente, pudiendo comprobar su simpatía y sencillez.

Desde luego es una soprano a seguir de cerca. A ver si Helga se anima y consigue que la podamos disfrutar por aquí más a menudo. Si no es así, por si hay alguien interesado os diré que tiene previsto cantar la Sieglinde de “La Valquiria” en junio del próximo año en Frankfurt.