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jueves, 1 de noviembre de 2012

CONTRA HALLOWEEN, DON JUAN

"Cartel de Don Juan Tenorio" – Salvador Dalí - 1949 - Nueva York

Cuando yo era un tierno infante y llegaban estas fechas, todos sabíamos lo que íbamos a ver en la única televisión que había: “Don Juan Tenorio”. La obra de teatro de José Zorrilla (1817-1893) se asomaba puntualmente a las pantallas de los hogares españoles, sí o sí, y no había actor o actriz de la época que no pasase por calzarse las mallas de Don Juan o los hábitos de Doña Inés si quería hacerse un nombre en el mundillo.

Reconozco que a mí el Tenorio me gustaba y siempre esperaba con cierta dosis de ilusión la cita anual con los versos de Zorrilla, aunque también admito que a la larga podía llegar a cansar… Pero vamos, considero que no hay color entre celebrar la festividad de difuntos con cierto recogimiento, buñuelos de viento, visita al cementerio y viendo una buena representación de “Don Juan Tenorio” (lo cual por cierto cada vez es más complicado dado el mayoritario nivel actual de los actores españoles formados en imbéciles teleseries) o tener que soportar a hordas de zangolotinos ebrios invadiendo nuestras calles vestidos de mamarracho y haciendo honor a su disfraz con sus actitudes, sin ni siquiera saber pronunciar jalogüin. Es triste, pero debe ser prueba inequívoca de que me he hecho mayor…

Pero bueno, a raíz de esta reflexión he pensado en traer al blog a Don Juan para conmemorar estas fechas a la vieja usanza, aunque esta vez ciñéndome a su faceta musical, y no con la intención de hacer aquí ningún profundo análisis ni erudita disertación, sino únicamente quisiera aprovecharlo como excusa para dejar algunos fragmentos de buena música.

Monumento a Don Juan
Pza. Refinadores (Sevilla)
Desde que en 1630 Tirso de Molina (1579-1648) publicase su obra teatral El burlador de Sevilla y convidado de piedra, introduciendo por primera vez a Don Juan Tenorio (aunque hay quien defiende la autoría de Andrés de Claramonte), han sido innumerables las representaciones que en las diferentes vertientes artísticas ha tenido la figura de Don Juan, tanto en la literatura, como en la pintura, el cine o, por supuesto, en la música.

Si en este último aspecto nos centramos, no creo que haya muchas dudas para concluir que la ópera “Don Giovanni”, de Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791), es la manifestación más relevante que la música ha ofrecido del seductor español. Fue estrenada en Praga el 29 de octubre de 1787 y Mozart contó para la creación de esta obra maestra con la imprescindible colaboración del libreto escrito por Lorenzo da Ponte, quien a su vez se basó en El burlador de Sevilla de Tirso de Molina. Pues nada, de esto ya no hay más que decir que no sepáis, así que, por si os apetece, aquí os dejo enterito un “Don Giovanni” histórico, el del Festival de Salzburgo de 1954, con la dirección musical de Wilhelm Furtwängler y nombres míticos como Cesare Siepi, Elisabeth Grümmer, Lisa Della Casa o Anton Dermota:


video de dormirosol

Unos cuantos años antes de que la ópera de Mozart subiese a los escenarios, Christoph Willibald Gluck (1714-1787) había compuesto ya la música para un ballet basado también en la figura de Don Juan, aunque en esta ocasión la fuente no sería directamente la obra de Tirso de Molina, sino Dom Juan ou Le Festin de Pierre”, la versión que escribiese Molière en 1665 basándose en aquella. El “Don Juan” de Gluck sería estrenado en Viena el 17 de octubre de 1761. Esta es una obra a la que, pese a odiar el ballet, le tengo gran cariño, pues una grabación de la misma fue mi premio en uno de los concursos del añorado programa de RNE “Clásicos Populares”. Aquí podemos escuchar uno de sus fragmentos más conocidos, la Danza de los Espectros y las Furias que cierra el ballet y acompaña la muerte de Don Juan, y que sería posteriormente utilizada por Gluck en su ópera “Orfeo y Eurídice”. La versión elegida corre a cargo de Il Giardino Armonico, dirigido por Giovanni Antonini:


video de RachelPortman

En 1787, el mismo año en que Mozart estrenaba su “Don Giovanni” en Praga, pero ocho meses antes, Giuseppe Gazzaniga (1743-1818) subía al escenario del Teatro Giustiniani di San Moisè de Venecia “Don Giovanni o sia Il convitato di pietra”, una ópera en un acto que había compuesto con libreto de Giovanni Bertati, basada en la obra de Tirso de Molina y con enormes coincidencias con el libreto que Da Ponte escribiese para Mozart, aunque bastante más breve. Aquí podemos escuchar el aria del catálogo en la voz del bajo italiano Ferruccio Furlanetto que interpreta a Pasquariello, el equivalente al Leporello mozartiano, acompañado por la doña Elvira de la soprano Luciana Serra:


video de raganellabianca1

El 20 de junio de 1822, se estrenaba en Barcelona “Il dissoluto punito, ossia Don Giovanni Tenorio”, una ópera en dos actos compuesta por el catalán Ramón Carnicer i Batlle (1789-1855). La autoría del libreto no está clara, hay quien lo atribuye a Giovanni Bertati que ya escribiese el Don Giovanni de Gazzaniga, aunque otras fuentes apuntan al propio Carnicer como autor del texto tras haber adaptado el escrito por Da Ponte para Mozart. Quienes han escuchado completa la obra de Carnicer (que lamentablemente no es mi caso) coinciden en afirmar que es de una gran belleza y que son innegables sus influencias rossinianas, con vocalidades y melodías puramente belcantistas. Aquí os dejo la Obertura del Don Giovanni Tenorio de Carnicer, en la que podemos escuchar una referencia musical expresa a la ópera de Mozart:


video de LaArsinoelV

El 11 de noviembre de 1889 se estrenaba en Weimar el poema sinfónico “Don Juan”, compuesto por un joven Richard Strauss (1864-1949), bajo la dirección del propio compositor. La obra constituía el tercer poema sinfónico que escribía y su primer gran éxito internacional, y su música ya apuntaba los rasgos inconfundibles del genial compositor alemán. Strauss se baso para ello en la visión de la historia de Don Juan escrita por el poeta alemán Nicolaus Lenau. A continuación podemos escuchar este “Don Juan” de Richard Strauss, en una interpretación de 1984 de la Berliner Philharmoniker dirigida por Herbert von Karajan:


video de shostakk

El 24 de febrero de 1909, apenas un mes antes de morir, el compositor valenciano Ruperto Chapí (1851-1909) estrenaba con gran éxito en el Teatro Real de Madrid otra particular visión del mito de Don Juan. Se trata de la ópera en tres actos “Margarita la Tornera”, sobre un libreto escrito por Carlos Fernández Shaw, basado en una historia de José Zorrilla del mismo título, que a su vez tomó elementos de leyendas populares, y que ya apunta personajes y rasgos que luego se repetirían en el popular “Don Juan Tenorio”. Casi podría calificarse de un borrador de ese Tenorio que escribiría cuatro años más tarde. Aquí podemos ver y escuchar un fragmento de “Margarita la Tornera” con Plácido Domingo en el papel de Don Juan Alarcón y la soprano portuguesa Elisabete Matos como Margarita:


video de 952995291

Estas son algunas referencias musicales al mito de Don Juan. Hay bastantes más, pero como muestra creo que puede valer. En cualquier caso, por si alguien se ha quedado con más ganas de Don Juan aquí os dejo al genuino “Don Juan Tenorio” de José Zorrilla, en una adaptación televisiva dirigida por Gustavo Pérez Puig en 1966 para el legendario espacio Estudio 1, con el protagonismo de Francisco Rabal y Concha Velasco (entonces Conchita), acompañados por un extraordinario elenco de secundarios. Que ustedes lo disfruten si tienen a bien y si prefieren disfrazarse de zombie, no me lo cuenten:


video de Alexis Clio
 

viernes, 30 de abril de 2010

EL "SIMON BOCCANEGRA" DE DOMINGO EN LA SCALA


Que Plácido Domingo a sus 70 (presuntos) años siga cantando en los escenarios, ofreciendo un rendimiento óptimo, es toda una heroicidad, y sobre todo algo muy poco común en estos tiempos en los que la moda parecen ser los tenores kleenex, de usar y tirar, con carreras meteóricas en las que logran llegar, en medio de un gran revuelo mediático, a los principales teatros del mundo en un corto plazo. Casi tan corto como suele ser luego el tiempo que la voz les aguanta sana.

Que además Plácido Domingo lo haga menos de dos meses después de haber sido sometido a una complicada operación para extirparle un pólipo canceroso en el colon, es algo que roza lo sobrenatural.

Y que, encima, esa reaparición en los escenarios sea nada menos que en La Scala, el templo operístico por excelencia, cantando Verdi, y ante uno de los públicos más exigentes del mundo, eleva el reto del tenor madrileño a cotas difícilmente igualables, resultando realmente increíble.

Para que pudiésemos creerlo, ayer tuvimos la ocasión de verlo y escucharlo en directo, gracias a la retransmisión a cines de toda Europa, que se llevó a cabo desde el Teatro alla Scala de Milán, de la representación de “Simon Boccanegra” de Giuseppe Verdi, con el principal aliciente de asistir a esta vuelta a los escenarios del incombustible Domingo.

La producción presentada cuenta con una puesta en escena, dirigida por Federico Tiezzi, que no me convenció en absoluto. Se inclina por una concepción clásica “ma non troppo”. Así que intercala algunos toques escenográficos presuntamente modernos, junto a un vestuario tradicional y una rutinaria dirección de actores que, en algún momento, se notaba forzada, al existir contradicciones entre el planteamiento escénico y el libreto; y al final le sale un pastiche, bastante atractivo en cuanto a plasticidad (gracias sobre todo al, aunque un poco kitsch, deslumbrante vestuario de Giovanna Buzzi), pero profundamente vacío respecto al fondo, sin que aporte nada, y sin que ni siquiera acabe de resultar un vehículo adecuado que no incomode el desarrollo del drama.

Lo que podía haberse quedado en una dirección escénica simplemente sosa y olvidable, alcanza por méritos propios la calificación de majadería nivel 3 en la escena final, donde, de repente, el coro aparece con vestimentas de principios de siglo XX, tras haber estado toda la obra con vestuario del siglo XIV, y, para completar la soplagaitez, un espejo baja al escenario y la sala se ve reflejada en él (vaya, esto me suena… igual ya se le había ocurrido antes a alguien). Se ve que este año la tendencia primavera-verano de los directores de escena viene marcada por el “momento espejo”. Aquí, al igual que ocurre en “La Traviata” que está representándose en Les Arts, el espejo y las memeces finales lo único que consiguen es distraer al espectador en los momentos de mayor intensidad dramática de la obra.

De cualquier modo, la dirección artística fue algo muy secundario. Quien atraía toda la atención era Placido Domingo y su nueva incursión en terrenos baritonales. Y Domingo hizo su Boccanegra. Si alguien esperaba enjuiciarle comparándole vocalmente con otros Boccanegra, examinándole como barítono dramático, la crítica era fácil. Él no es barítono, es un tenor cantando un papel de barítono atenorando el mismo. Es evidente que sus graves no son propiamente de barítono, sino de un tenor con un centro que continúa siendo amplio y contundente y con un buen registro grave. Y es verdad que su voz no siempre sonaba natural, especialmente en las zonas más bajas. Hay quien pueda cuestionar esto, pero no seré yo. Este señor, que tanto ha hecho por el mundo de la ópera, se ha ganado el derecho, a estas alturas de su vida, a pisar los escenarios cantando los papeles que le apetecen, aunque no sean propiamente de su cuerda. Y si además, como es el caso, el resultado final es muy positivo, aunque se aleje de la estricta ortodoxia, yo no tengo reproche alguno que efectuar.

Llegó Domingo (qué menos) un tanto fatigado al final y en algún momento dejo entrever también algún problema de fiato, pero todo eso se compensaba sobradamente con un canto exquisito (especialmente en las partes más líricas de la partitura), una mayúscula expresividad, un fraseo memorable que ajustaba a sus condiciones físicas sin que se viera afectado el discurso, logrando aguantar las tremendas exigencias que los lentísimos tiempos de Barenboim imponían y, sobre todo, haciendo derroche de su imponente presencia escénica con una interpretación majestuosa llena de fuerza e intensidad.

Lo mejor de la noche, junto a la exhibición de superpoderes de Domingo, fue la excepcional soprano alemana Anja Harteros, que, como diría el amigo Joaquim, merece un reclinatorio para ella solita, para celebrar a la mejor Amelia que he escuchado en mucho tiempo, recordándome por momentos (y no fui el único) a algún nombre tan ilustre que hasta me causa pudor exteriorizarlo. Ya me sorprendió muy agradablemente en el “Lohengrin” de Munich con Kaufmann, y ayer dio toda una lección de canto, con una voz muy homogénea, consistente y redonda en todos los registros, con unos graves bellísimos en los que no perdía el color y unos agudos limpios, brillantes, potentes y bien atacados. Y todo ello adornado con un recital absoluto de matices, marcándose unas medias voces y pianísimos estremecedores.

Ferruccio Furlanetto compuso un destacable Fiesco. Se nota que los años no pasan en balde, pero el veterano bajo italiano, aun no teniendo sus graves la fuerza y rotundidad de antaño, llevó a cabo una encomiable labor. Por eso me pareció insultante y vergonzoso el abucheo que recibió al final por parte de un sector del Loggione milanés, absolutamente injustificado.

Massimo Cavalletti, sin embargo, obtuvo una de las grandes ovaciones de la noche, pese a que su Paolo me pareció simplemente correcto. Su voz tiene un bonito color baritonal, pero su canto fue irregular, con algún problema incluso de afinación y llegando a gallear en un momento dado.

Fabio Sartori, a quien no había escuchado anteriormente, me sorprendió muy positivamente cantando el papel de Adorno que tantas veces ha interpretado Domingo. Sartori presentó una voz brillante, lírica, muy rica en armónicos, fraseó con mucho gusto y aunque algún agudo le quedó un poco estrangulado, su actuación fue muy notable.

La dirección musical corrió a cargo de Daniel Barenboim, quien recibió sonoros abucheos al salir a escena en el segundo acto y supongo que al final. Digo que “supongo” porque la pésima realización de la retransmisión (nefasta toda la noche) decidió omitir los saludos del director y la orquesta. Barenboim ofreció una lectura reposada, detallista y muy intimista de la partitura. Es verdad que no sonaba muy verdiana, pero a mí me resultó enormemente atractiva. Unos tiempos lentos, saboreados con deleite, caracterizaron su ejecución, a mi juicio bellísima, aunque no fuese muy italiana, de ahí las protestas de un sector milanés que quizás se sintió mancillado en su condición de guardián de las esencias verdianas.

Muy destacable fue la labor de los cuerpos estables scaligeros, donde el Coro mostró un empaste y control de las dinámicas sobresaliente, aunque presentase algunas carencias en lo actoral, con unos soldados que parecían más clicks de Famobil que fieros combatientes.

Enorme ovación final para Domingo no escuchándose esta vez los aislados abucheos que hubo en el estreno.

Veremos cual es el próximo reto del Maestro, se dice que quiere interpretar el papel de Rigoletto en Mantua. Pues muy bien, como si quiere cantar “Boris Godunov”. A este paso le veremos con 80 años cantando la Olympia de “Los Cuentos de Hoffmann” o la Reina de la Noche. Da igual, lo que hace falta es que podamos seguir disfrutando muchos años de un artista y un ser humano de los que ya no quedan.

miércoles, 8 de julio de 2009

"IL BARBIERE DI SIVIGLIA" (Gioachino Rossini) - Royal Opera House - Londres 04/07/09


Con más retraso del deseado, comienzo está crónica del “Barbiere” londinense cuando ya casi todo se ha dicho y escrito sobre el estreno del pasado día 4, no sólo por el gran éxito obtenido, sino sobre todo por el insólito gesto de pundonor y profesionalidad de esa enorme artista que es Joyce DiDonato, que fue capaz de seguir en escena más de dos horas con el peroné roto, cantando y actuando al máximo nivel. Ella misma lo cuenta en su blog con un sentido del humor increíble.

El hecho en cuestión se produjo cuando en la segunda escena del acto I, poco después de cantar excepcionalmente la Cavatina “Una voce poco fa”, la americana, corriendo con tacones por el escenario, resbaló cayendo sobre la pierna derecha. Se levantó enseguida sin que aparentemente hubiese tenido consecuencias el incidente, pero unos minutos más tarde pudo verse como Joyce cojeaba ligeramente e intentaba no apoyar su pie derecho en el suelo. Al final del acto apareció en escena apoyada en un bastón y me temí lo peor. Mis temores aumentaron cuando tras el descanso un empleado del ROH salió al escenario y para sorpresa de todos anunció que, efectivamente, DiDonato se había lesionado y tenía fuertes dolores, pero que había decidido cantar hasta el final. El público celebró la decisión con cerrados aplausos. DiDonato entró en escena en el acto II sujetándose en una muleta adornada con un floripondio rosa a juego con su vestido. Curiosamente, en el libreto la primera frase del personaje de Rosina en este segundo acto no podía ser más apropiada: tras descubrir a su amado Lindoro disfrazado, da un pequeño grito de sorpresa y cuando el tutor le pregunta: “¿qué te ha pasado?”, Rosina responde: “E' un granchio al piede” (es un calambre en el pie), lo que motivó las carcajadas del público y una gran ovación. A partir de ahí, DiDonato prosiguió su actuación con cierta dosis de improvisación respecto a los movimientos en escena y la complicidad de todos sus compañeros, sin que en ningún momento se transmitiese la sensación de que lo que ocurría en escena no estaba planificado. En el momento en que Rosina descubre que Lindoro es en realidad Almaviva, se cae al suelo de la impresión, y así lo hizo Joyce, contando luego con la discreta ayuda de Flórez para reincorporarse mientras continuaba actuando sin disminuir la excelencia de su canto.

Es obvio que una persona con rotura de peroné tiene fuertes dolores, si a eso le añadimos el movimiento de una actuación escénica durante dos horas, con tacones y teniendo que cantar Rosina en un teatro de ópera de primer nivel, lo conseguido por DiDonato tiene un mérito excepcional.

Pero es que además la profesionalidad y el arrojo de la americana ha ido mucho más allá, al haber decidido ésta mantener su participación en las próximas representaciones, escayolada y en silla de ruedas, adaptando la escenografía a la nueva situación. Estoy deseando leer los comentarios de esas funciones para ver cómo se ha conseguido integrar en la obra la lesión de la bravísima Joyce.

Dejando a un lado la anécdota de la noche, el espectáculo del que pudimos disfrutar fue realmente espectacular. Todos los que intervinieron: Pappano, la Orquesta, el Coro, los solistas, parecían especialmente motivados y rindieron al máximo, brindándonos una noche de absoluto ensueño.

La producción presentada es una reposición de la ya estrenada en el recinto londinense en 2005, con dirección escénica de Patrice Caurier y Moshe Leiser, decorados de Christian Fenouillat y vestuario de Agostino Cavalca. El primer acto se desarrolla en una especie de proscenio con un fondo dominado por una gran luna en cuarto creciente, un árbol y con el balcón de la ventana de Rosina a la derecha completamente enrejado potenciando así la idea de reclusión de la joven, un concepto que aparece mucho más reforzado en la siguiente escena, donde la habitación de Rosina es como una caja, sin puertas ni ventanas, las cuales sólo aparecen cuando tiene que entrar o salir algún personaje y vuelven a ocultarse con paneles corredizos. Al final del acto primero el efectismo de la puesta en escena alcanza su punto álgido, cuando todos los intérpretes y el Coro cantan al unísono el “Mi par d'esser con la testa”, quejándose del mareo y aturdimiento por tanto ruido, y la habitación entera comienza a tambalearse de arriba a abajo y de derecha e izquierda cada vez con más brío. En conjunto me pareció una escenificación interesante, sin propuestas especialmente innovadoras, carente quizás de algún elemento que la hiciese visualmente más atractiva, pero que dio una visión distinta dentro del respeto a la idea original, resultando efectiva y adecuada.

La dirección musical de Antonio Pappano fue magistral. Desde el mismo comienzo de la Obertura consiguió emocionar, enganchar anímicamente con el patio de butacas, como si estuviese lanzando un invisible cable a cada espectador diciéndole: “vamos a estar conectados estas 3 horas sin que puedas apartar tu atención”. Ya desde ese inicio se vislumbró la propuesta de un Rossini vivo, lleno de fuerza y delicadeza a la par, con un asombroso uso de las dinámicas, alejado completamente de lecturas planas o rutinarias para cubrir el expediente. La ovación que premió el final de la Obertura fue algo sentido y hacía presagiar el festín músico-vocal que íbamos a disfrutar.

El Coro también ofreció un rendimiento óptimo. En su triple papel músicos-soldados-policías se mostró compacto y tuvo un comportamiento escénico soberbio cuidando sus movimientos a pesar del reducido espacio y aportando la dosis de humor requerida a las escenas en las que intervinieron.

El elenco vocal reunido en Londres para este “Barbiere” es inmejorable.
Pietro Spagnoli era el Figaro de repuesto, tras la cancelación hace ya tiempo de Simon Keenlyside de todas las funciones. El italiano cumplió con creces las expectativas y compuso un Figaro de gran nivel, con una dicción perfecta y una expresividad y naturalidad mayúsculas. Para ser redondo, tan sólo le faltaría a su voz un poco de más empaque.

Juan Diego Flórez confirmó su condición de ser extraterrestre, producto de algún extraño cruce entre la raza humana y alguna ignota civilización, allende nuestra galaxia, mucho más desarrollada físicamente. Sus facultades canoras son abrumadoras y su técnica perfecta. No creo que haya en la actualidad ningún Almaviva como el peruano. Superó todas las coloraturas diabólicas del personaje con esa aparente facilidad con la que todo lo canta Flórez, que se permite incluso seguir sonriendo mientras va subiendo cada vez más el listón de las exigencias de forma imperceptible. Su “Ecco, ridente in cielo”, nada más salir a escena, dejó ya al público completamente noqueado por la perfección y elegancia de la emisión y la chispa humorística de su actuación. La voz del peruano no es una voz grande, sin embargo el día 4 se imponía sin dificultad sobre la orquesta y llenaba por completo cada recodo del teatro. Sus habituales virtudes ya conocidas se pusieron de manifiesto en cada una de sus intervenciones. Una exquisita musicalidad, legato perfecto, una línea de canto bellísima, fraseo impoluto, un control del fiato que sólo puede tener origen en una insólita respiración anal… El momento culminante de la velada (lesiones aparte) fue sin duda el antológico “Cessa di più resistere” con que nos obsequió Flórez, un fragmento que suele ser eliminado de muchas producciones por los tenores por su excesiva dificultad. Aquí el peruano bordó de nuevo las coloraturas y finalizó con una nota larguíiiiiisima, que provocó una auténtica histeria colectiva en el público que interrumpió la representación durante casi 5 minutos de aplausos, bravos y peticiones de bis. Personalmente nunca había asistido en directo a una situación similar. En ese tiempo, Nucci se hubiera marcado dos o tres propinas.

Podemos escuchar aquí a Flórez cantar el "Cessa di più resistere" hace unos años. Si queréis saber como lo hizo el día 4 podéis hacerlo en el blog de Mei:


video de seapoeg

Joyce DiDonato, como ya he dicho, se convirtió en la protagonista de la noche por motivos ajenos a su canto, pero eso no quiere decir que su canto no mereciera protagonismo por sí mismo, todo lo contrario. La mezzosoprano americana ofreció una magistral Rosina, temperamental y emotiva. Hizo gala de un instrumento cálido y sumamente expresivo que supo ornamentar con maestría al trabajar las coloraturas. Su amplio registro, con un centro aterciopelado, sólidos agudos y graves consistentes le permiten afrontar las diferentes facetas del personaje con brillantez. Magnífica estuvo en “Una voce poco fa”, con un derroche de expresividad vocal e interpretativa. Su actuación dramática, pese a la lesión, fue impecable, llegando en la escena de la tempesta a arrojar un armario al suelo a pesar de llevar la muleta en una de sus manos.

Aquí podemos ver a la de Kansas cantando "Una voce poco fa" en 2007. Si queréis saber como sonó el otro día podéis hacerlo también en el blog de Mei:


video de Oneguin65

Alessandro Corbelli compuso un muy notable Don Bartolo, excelente en el aspecto bufo del personaje y mostrando un gran dominio de la rapidez en la dicción que le permitió realizar una magnífica “A un dottor de la mia sorte”. Puso la nota de humor de la noche cuando, mientras el público no dejaba de ovacionar a Flórez tras “Cessa di più resistere”, sacó el reloj para consultar la hora con gesto de “a ver cuando acabáis”.

Inmenso estuvo también el veterano Ferruccio Furlanetto como Don Basilio. Con un look tétrico mezcla entre Alice Cooper y La Bruja Mala del Este, demostró poseer aún una voz profunda, enorme, y clarísima con la que se marcó una “Calunnia” espectacular, finalizando subido en pie sobre los brazos de una silla ante el temor de los presentes de que se agotasen ese día las existencias de muletas en el ROH.

Jennifer Rhys-Davies, como Berta, abusó quizás un poco de la exageración bufa, pero cumplió más que dignamente con su papel, como también lo hizo el jovencísimo Changhan Lim en el breve papel de Fiorello.

El resultado final: un éxito apoteósico con un público completamente enloquecido, que cuando ya no podía gritar más acompañaba la ovación con pateos en el suelo. Yo nunca había visto al público británico tan pasionalmente entregado a unos artistas y eso creo que da idea de la magnificencia de lo vivido.

En definitiva, entre esta noche mágica del “Barbiere”, la estupenda “Traviata” del día anterior, y el insuperable “Anillo del Nibelungo” del mes de junio, hemos vivido últimamente unas jornadas operísticas que permanecerán imborrables en nuestra memoria. Ahora, viendo la programación de Les Arts para la próxima temporada, es inevitable sentirse un tanto decepcionado. Es lo que tiene estar tan mal acostumbrado. Volvemos a la realidad.