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miércoles, 2 de noviembre de 2011

ME PONGO COLORADO CUANDO TE MIRO (I)


Con este título quiero iniciar hoy una serie de entregas en las que iré dando a conocer, con suficiente distancia entre una publicación y la siguiente para permitir nuestra recuperación cerebral, algunos videos en los que artistas consagrados del mundo de la ópera nos sorprenden perpetrando actuaciones sonrojantes, bien por dedicarse a hacer cosas que no son precisamente las suyas o porque se acompañan en sus interpretaciones por quien no deben, dejando así una tacha indeleble en su historial sin que sepamos muy bien a qué se ha debido semejante incursión en las profundidades del Averno: ¿a la falta de dinero?, ¿a agentes sádicos y despiadados?, ¿a apuestas perdidas en una noche de borrachera?, ¿a traumatismos craneoencefálicos?...

Desde ya os digo que las autoridades sanitarias desaconsejan el visionado de estos videos de un tirón sin ansiolíticos a mano y lo prohíben directamente a personas con enfermedades del sistema nervioso o con oído absoluto.

No hay duda de que uno de los habituales de esta sección será el siempre admirado Plácido Domingo, quien, en su versatilidad artística, ha incurrido en múltiples ocasiones en cosas que no le hacían ninguna falta y que han coloreado inevitablemente las mejillas de sus admiradores. Ahí está por ejemplo este video del tema de Manuel Alejandro “Soñadores de España”, toda una leyenda, grabado por el tenor madrileño junto a Julio Iglesias. Sobran las palabras:


video de NECA1629

Rolando Villazón no necesita tampoco muchas compañías para sacarnos los colores por menos de nada, pero si encima se une al espeluznante Andrea Bocelli y a esa especia de ovejita lucera llamada Katherine Jenkins para maltratar “Non ti scordar di me” (No me olvides), de Ernesto de Curtis, los resultados son dignos del título de la canción. Efectivamente se hace difícil olvidarnos de esto:


video de lovinthe80s1

Luciano Pavarotti es otro cantante que tiene material para protagonizar él solito esta sección. Ya lo iremos viendo, pero para ser el primer día podemos empezar disfrutando de esta actuación al lado de Barry White en “You’re the first, the last, my everything”. Se le ve completamente fuera de lugar, tenso y parece decir ¿quién me mandaría a mí…?. En la salida de los inmensos cantantes a escena no se sabe si van a cantar o a protagonizar un combate de Pressing Catch:


video de tonyontele

Si uno se empeña en actuar con su pareja aunque esta tenga la musicalidad de una ameba sorda, pues le puede pasar lo que a Dmitri Hvorostovsky en este dúo de “La Viuda Alegre” de Franz Lehar. El ruso no comienza tampoco muy bien, la verdad, pero cuando entra en acción su esposa Florence, la vergüenza ajena se adueña de la sala y ellos allí, tan contentos y enamorados mientras el mundo se hunde a su alrededor:


video de MARISOLDELMONACO

Y es que lo de ir por ahí con la familia tiene estas cosas. Aquí tenemos también una actuación de la gran Montserrat Caballé con su hija Montserrat Martí. Pero eso no es lo peor, sino que ambas además están acompañadas por Al bano, y todos juntitos se lanzan con el “Ave María” de Gounod, y claro, pasa lo que pasa. Afortunadamente el video se corta antes del final:


video de PugliaLiveNet

Y voy a finalizar por hoy este festival del horror con mi querida Anna Netrebko, que lamentablemente tampoco se libra de la vergüenza ajena. Para ejemplo valga este suculento video en el que la soprano rusa acompaña a ese ser vivo con orejas y de fino estilismo (curiosa mezcla entre tertuliano de La Noria, Pumuki y José Luis Rodríguez “El Puma”), que se hace llamar Philip Kirkorov, interpretando (o lo que sea) esa cosa que pretende ser una canción llamada “La Voz”. Dicen que el video tardó dos meses en montarse (intuyo que por el irremediable fallecimiento de los sucesivos montadores) y que tuvo que grabarse en un solo día por los muchos compromisos de los cantantes (aunque supongo que el mayor compromiso sería el de Netrebko de salir corriendo de allí cuanto antes). El resultado final no tiene desperdicio… bueno, más bien todo él es puro desperdicio:


video de kirkorovofficial

jueves, 24 de septiembre de 2009

"LA BOHÈME". Giacomo Puccini. Ópera Estatal de Praga - 05/09/09


Praga es sin duda una de las ciudades más bonitas del mundo, y es otro de esos enclaves donde se vive la música en cada rincón de la ciudad. Todo tipo de música. Música clásica en decenas de auditorios e iglesias, multitud de clubes de jazz, músicos callejeros en cada palmo de calle… Y sobre todo la deliciosa música de las manadas de turistas: “Neenaaa, ponte aquí y echa otra footo”.

En el caso de la ópera, Praga cuenta con tres importantes recintos donde se representan obras de repertorio internacional casi a diario. El Teatro Nacional (el más relevante), el coqueto Teatro Estatal (dedicado casi por completo actualmente a la música de Mozart, donde éste estrenó “Don Giovanni” el 29 de octubre de 1787), y la Ópera Estatal de Praga, donde finalmente pude asistir en una fría noche de primeros de septiembre a una representación de “La Bohème” de Giacomo Puccini.

El teatro de la Ópera Estatal de Praga (Státní Opera Praha) se inauguró el 5 de enero de 1888, con “Die Meistersinger von Nürnberg” de Richard Wagner. Por este recinto han pasado músicos como Mahler, Zemlinsky o Richard Strauss y cantantes de la categoría de Caruso, Gigli, Kiepura o María Jeritza. Hasta 1945 se le denominó “Nuevo Teatro Alemán”, cambiando su nombre tras la II Guerra Mundial y la ocupación nazi, por obvias razones. A partir de ese momento vivió una época de cierta decadencia, renaciendo plenamente con su actual denominación en 1992, con una programación regular que incluye óperas, ballet y conciertos prácticamente todos los días del año.

El teatro es un edificio muy vistoso, con un interior muy recargado, con estucos dorados y grandes lámparas y espejos, todo muy rococó, pero que resulta ciertamente atractivo. El público asistente presentaba una media de edad bastante más joven de lo que suele ser habitual en otros recintos, con un importante número de foráneos. Conscientes de este hecho y de la dificultad de entendimiento del idioma checo, las funciones son sobretituladas en checo e inglés.

La representación se enmarcaba dentro de un llamado “Festival de Ópera Italiana” donde en un plazo de 20 días se representaron 9 óperas de Verdi, 7 de Puccini y 1 de Rossini. Cambiando los decorados a diario. Con la misma orquesta y casi los mismos repartos. Ahí es ná.

La puesta en escena presentada el día 5 era sumamente clásica, fiel al libreto, con unos decorados sencillos pero de máxima eficacia. Mediante una plataforma giratoria, en menos de un minuto pasábamos de la buhardilla de Rodolfo y sus compañeros al Café Momus lleno de gente. La escenografía no presentaba grandes alardes, innovaciones ni lecturas alternativas, simplemente clasicismo y eficacia con fidelidad al libreto. ¿Esto es criticable? La discusión puede no acabar nunca, pero yo siempre he dicho y sigo manteniendo que prefiero que no me aporte nada una propuesta clásica y fiel a lo escrito, aunque me aburra el montaje, a que me deje igual de aburrido una majadería pretenciosa como, por ejemplo, la del “Faust” de Viena que os comenté en el anterior post.

Eso sí, aquí también hubo lugar para algunas sandeces del regista dignas de museo de los horrores. A saber, tres: la obra empieza con el foso apagado, abriéndose el telón y apareciendo los ocupantes de la buhardilla hablando en italiano acerca de las creaciones artísticas que están haciendo, introduciendo unas frases que no existen en el libreto ni tienen ningún sentido, luego se cierra el telón y ya comienza la música y la obra como tal. No sé si será muy profundo su significado o sólo profundamente estúpido. La segunda mamarrachada fue el primer golpe de tos de Mimí, que fue emitido en una grabación por megafonía a un volumen tal que parecía que Godzilla se había despertado con resaca; y la tercera, absolutamente ridícula y sonrojante, fue al final del primer acto, donde, en lugar de finalizar cantando fuera de escena Rodolfo y Mimí, se quedan delante del telón, que se cierra y, mientras se cambia el decorado (apenas llegó a 30 segundos), se pusieron a hacer sombras chinescas en el telón, una mariposita por acá, un conejito por allá y un borriquito por acullá… Para borrico (con perdón de la cabaña equina) el genio que se inventó semejantes necedades sin más justificación que un excesivo consumo de Becherovka.

La Orquesta de la casa mostró sobrada profesionalidad en una ejecución sin sobresaltos ni salidas de tono. El tempo marcado por el director, Jiri Strunc, pecó de rapidez, lo que en algún momento vino bien a los cantantes para aligerar situaciones comprometidas. La dirección fue correcta, aunque plana, no llegando a aportar un plus de emoción a la emocionante de por sí partitura pucciniana.

El Coro tuvo una relevante actuación, especialmente el femenino en el acto II. No se esperaron a saludar al final de la representación, seguramente debido al trabajo a destajo que llevan, con funciones diarias.

Me sorprendió sobremanera el Marcello del cantante Martin Bárta, una bellísima y potentísima voz baritonal que me hizo hasta dudar de su amplificación, aunque enseguida comprobé que era natural. Flaqueó en su capacidad de movimiento interpretativo en escena, lo que originaba que en ocasiones pareciese más un maniquí de atrezzo que un actor.

Christina Vasileva, como Mimí, estuvo también espléndida. Se trata de una soprano de 39 años, hija de madre checa y padre búlgaro, que desde 2006 es solista de la Ópera Estatal de Praga. Mostró un gran nivel vocal y unas cualidades excepcionales. Un bello timbre de soprano lírica, de gran volumen, con una zona media rica y carnosa y unos agudos fáciles, limpios y redondos, sin flaquear tampoco en la zona grave. Le faltó una mayor capacidad de matización, sobre todo en el primer acto, donde puso el forte en el piloto automático y no lo soltó. Sin embargo, en el tercero estuvo magnífica, jugando con las dinámicas y logrando algunos momentos verdaderamente emotivos. Se movió muy bien en escena, y exhibió una dicción perfecta.

Tomas Cerny es uno de los tenores solistas invitados permanentes en la Ópera Estatal y en el Teatro Nacional. Fue un Rodolfo muy aceptable, que estuvo mucho mejor en los actos III y IV que en los dos anteriores. Mostró también un amplio volumen, moviéndose cómodo en la zona media y aguda, aunque en “che gelida manina”, alcanzó el sobreagudo de “speranza” recurriendo al falsete cuando ya estaba a punto de caer en inmenso gallo. En la zona grave se movió con bastantes dificultades en la emisión. Mostró buen movimiento escénico, y en cualquier caso ofreció un canto agradable y gran profesionalidad.

Ludmila Vernerová fue una digna Musetta, sin más, que alcanzaba los agudos requeridos, pero planos, faltos de brillo y mordiente, y que en lo actoral estuvo también un poco Pinocho, como su amado Marcello.

Ivo Hrachovec fue un discreto Colline que solventó bastante bien su “Vecchia Zimarra”.

Oldrich Kriz, como Schaunard, estuvo espléndido como actor, pero con una voz muy cascada, y más temblona que los antebrazos de Aramís Fuster.

En definitiva pudimos disfrutar de un espectáculo interesante, de mucho mejor nivel que esas producciones eslavas que solían visitar Valencia antes de Les Arts, e incluso que alguna del propio Palau de doña Helga. Y al final pasamos una agradable velada por apenas 14 euros.

Al salir, para redondear la noche, una preciosa luna llena brillaba sobre los tejados de la ciudad vieja de Praga. Ya nos lo había advertido Rodolfo: “per fortuna è una notte di luna, e qui la luna l'abbiamo vicina”.

Como ilustración musical os dejo el aria de Mimí del acto I, "Sí, mi chiamano Mimí", en la extraordinaria interpetación de Montserrat Caballé en un concierto en el Liceu en 1975:



video de Onegin65

lunes, 25 de mayo de 2009

EL DÚO DE LA AFRICANA. Teatro Auditorio TAMA - Aldaia - 23/05/09


El moderno Teatro Auditorio TAMA en Aldaia (Valencia), con capacidad para más de 700 personas y una acústica aceptable, acogió el pasado sábado 23 de mayo la representación de la zarzuela en un acto “El Dúo de la Africana”, con libreto de Miguel Echegaray y música de Manuel Fernández Caballero.

La obra, un sainete que se encuadra dentro del llamado “género chico”, se estrenó en el Teatro Apolo de Madrid en 1893 con un éxito apoteósico, donde se estuvo representando nada menos que 211 funciones seguidas. El Apolo fue durante años “la catedral del género chico” y su famosa cuarta sesión en horario nocturno (“la cuarta del Apolo”), era el paradigma de público de dudosa reputación, muchas veces de peor ralea que los personajes de las obras representadas.

El libreto de Miguel Echegaray (por cierto, hermano del Premio Nobel José Echegaray) para “El Dúo de la Africana”, cuenta una típica situación de teatro dentro del teatro, en este caso de ópera dentro de la zarzuela, ambientada en una compañía operística de tercera fila, cuyo director, Querubini, un tacaño empresario que habla un absurdo castellano italianizado, pretende representar la ópera “La Africana” de Giacomo Meyerbeer. El bajo de la compañía persigue a su hija, quien está enamorada del tenor Giuseppini, un aragonés que a su vez pretende a la “prima donna”, la sevillana Antonelli, esposa de Querubini, y éste consiente la situación con tal de que el tenor cante gratis, ya que se jacta de que él no paga a nadie (Helga, no te des por aludida, el libreto es así), sucediéndose equívocos que generan numerosas situaciones jocosas. Tras el enredo argumental se esconde un sentido homenaje a las sufridas gentes que viven del mundo de la escena, mientras se critica el italianizante dominio de la ópera clasista de la época, en detrimento de un género puramente español.

Posiblemente sea ésta, junto a “Gigantes y Cabezudos”, la obra más conocida del murciano Manuel Fernández Caballero, un músico que compuso más de 200 zarzuelas y del que fue famoso su gusto por el buen yantar. Baste decir que el periodista y humorista Salvador Granés, en su libro “Calabazas y Cabezas”, describía así al compositor:
Comilón de siete suelas,
escribe con rapidez
partituras de zarzuelas,
siempre y cuando que a la vez
mueva la pluma y las muelas.
Si su inspiración se agosta
y queréis que por la posta
recobre la inspiración,
enseñadle una langosta,
seis chuletas y un jamón.


Sin duda, el momento más conocido de esta zarzuela es el dúo y jota que cantan el tenor y la soprano. Y precisamente fue lo último que escribió Fernández Caballero, quien no dejaba de pensar en cómo resolver este momento de la obra sin éxito, mientras la empresa le apremiaba su finalización. Finalmente, una noche encargó a su hijo que le trajera un pastel de Lhardy y, zampa que te zampa, le vino la inspiración de que el tenor aragonés le cantase una jota a su amada andaluza. Se cuenta que a las tres de la madrugada ya estaba acabada la pieza... y el pastel.

Seguidamente podemos escuchar este famoso fragmento en las voces de Monserrat Caballé y José Carreras en el Teatro Bolshoi en 1989:


video de lucpebo

La representación ofrecida el sábado, presentada por “Saga Producciones”, se enmarcaba dentro de las actividades dedicadas por el Ayuntamiento de Aldaia a las personas mayores. Eso motivó un retraso de casi 30 minutos en el comienzo de la función al tener que esperar que acabasen los discursos de la alcaldesa y su gente glosando lo bien que lo hace todo la Corporación.

La sala se encontraba llena de gente muy mayor, alguno de ellos puede que fuese incluso de la quinta de Fernández Caballero, demostrando las señoras un dominio espectacular del uso del abanico, amenizando la velada con sus “riiiiiis chac, chac, chac, chac, raaaaas”, mientras los señores comentaban lo que acontecía en el escenario a un volumen adecuado para los que se habían olvidado el sonotone e incluso para los que se quedaron en casa.

La puesta en escena fue clásica, con una escenografía dominada por los telones pintados a mano en 1940 por Viuda de Pastor, y un notable movimiento actoral perfectamente acorde al espacio disponible, consiguiendo una dramaturgia ágil y efectiva.

El vestuario diseñado por Fidel David aportó un toque de innovación, frescura y color al conjunto.

Vicente Martínez Alpuente dirigió la Orquesta con profesionalidad y, aunque hubo algún desajuste en las entradas y cierta descompensación de volumen entre secciones, el resultado general fue positivo y hubiese mejorado aún mas de contar con un foso en condiciones.

El Coro estuvo magnífico, posiblemente lo mejor de la noche, especialmente el femenino, mostrando empaste, fuerza y exquisita vocalidad, además de una entrega escénica total, moviéndose con soltura y desparpajo, bailando, y colaborando de forma capital a dotar a la obra del tono chispeante requerido.

En el apartado individual, Vicenç Esteve (padre) cumplió sobradamente en su papel de Querubini llevando con autoridad el peso de la obra, demostrando muchas tablas en su buen hacer como actor, derrochando vis cómica sin caer en el griterío a lo “Escenas de Matrimonio”, y solventando con dignidad su parte cantada pese al natural desgaste de su voz.

Amanda Serna, como la Antonelli, mostró prometedoras dotes, con una voz muy apropiada al género, con volumen y poderío en la emisión, facilidad en los agudos y una dicción más que correcta, aportando, además, en su actuación el gracejo requerido al personaje. En el famoso dúo y jota estuvo impecable.

Vicenç Esteve (hijo), al que hemos tenido ocasión de ver este mismo año en Les Arts como Pang en “Turandot” y Jeremías en “El rey que rabió”, solventó con facilidad los requerimientos cómicos del papel y vocalmente estuvo muy correcto.

Sandra Minguez, como Amina, apuntó, en su corta intervención, la existencia de una voz digna de un papel de más enjundia.

David Sentinella, en el ingrato rol del bajo de la compañía, exhibió sus dotes bufas y una voz interesante.

Isabel Torrijo, como doña Serafina, mostró hechuras de actriz veterana en una actuación breve pero de alto nivel.

Los bailarines Marieta Romero y Paco Berbel cumplieron brillantemente en su pequeño número, a pesar de la reducida dimensión de la mesa en que tuvieron que ejecutarlo.

Es habitual en esta obra la introducción de cameos de artistas consagrados o de jóvenes que se quieren promocionar, en la escena del casting para contratar nuevos cantantes para la compañía. En esta ocasión los artistas invitados fueron la soprano Tamara Izquierdo, el barítono Andrés del Pino y la tiple cómica Aurora Frías.

Tamara Izquierdo cantó “Me llaman la primorosa”, de la zarzuela “El Barbero de Sevilla”, una pieza de excesiva dificultad para la falta de homogeneidad en el registro y el feo vibrato que presentó, si bien exhibió generoso volumen del instrumento y una exagerada facilidad para alcanzar el sobreagudo limpiamente.

El barítono Andrés del Pino interpretó espléndidamente la bonita romanza “Ya mis horas felices”, de la zarzuela “La del Soto del Parral”, haciendo gala de calidad tímbrica, buena técnica, delicado fraseo y un legato de gran nivel.

Aurora Frías llegó dispuesta a revolucionar el añoso patio de butacas con la escueta vestimenta que requiere la famosa canción babilónica “Ay Ba” de “La Corte de Faraón”, haciendo participar al público en un "concurso" de suspiros que fue respondido con el habitual entusiasmo del público masculino de cierta edad. Demostró gran desparpajo y frescura, llegando a desconcertar a la orquesta que se veía incapaz de seguir las continuas improvisaciones de la vedette.

Al finalizar la función el público premio a todos los intérpretes con cerradas ovaciones en agradecimiento a una entretenida tarde de sábado en la que por encima de todo se defendió el género con dignidad, entusiasmo y entrega.

Como colofón os dejo otra vez la célebre jota, en esta ocasión en las voces de Marcelo Álvarez y Elina Garanca:


video de marcelissimo