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martes, 10 de marzo de 2009

"I CAPULETI E I MONTECCHI" (Vincenzo Bellini) - Royal Opera House - Londres 07/03/09


Al fin llegó el día en que iba a ver juntas en directo a Anna Netrebko y Elīna Garanča. O eso creía yo...

Al llegar al Royal Opera House Covent Garden, unos carteles anuncian que Anna Netrebko “ha decidido retirarse de la función” porque tras el nacimiento de su hijo en septiembre aún no se ha recuperado en plenitud para mantener su resistencia ante el apretado calendario al que se comprometió antes de su embarazo, por lo que el papel de Giulietta sería cantado por la soprano japonesa Eri Nakamura, que debutaba en ese rol.

Pues vaya –pienso- y de todo ese calendario apretado, el día elegido para cancelar tenía que ser precisamente el día que voy yo… (Papá, ¿por qué somos del Atleti?).

Importante decepción que, en un principio, aminora la enorme emoción que siempre supone acudir a una representación en el ROH. La verdad es que sólo por vivir ese ambiente que se crea alrededor de las funciones en estos recintos operísticos de primer nivel, vale la pena el viaje. Allí consigues olvidarte de las Helgas Schmidt que infectan otros teatros y parece que lo normal es que todo funcione correctamente.

Pese a la noche fría y ventosa de Londres, observé, como ya hice en anteriores visitas, que la acumulación de animales muertos con mangas era notoriamente inferior a la que se produce en las representaciones de Les Arts, donde las señoronas suelen acreditar su distinción con una variada fauna cadavérica sobre sus hombros. Eso sí, la vecina del asiento de detrás abrigaba sus famélicas carnes con la piel de lo que debió ser un juvenil leopardo allá por el Pleistoceno, dada la provecta edad de la dama, y el abriguito lo debía tener guardado en el armario desde la coronación de la Reina Victoria (siglo arriba - siglo abajo), a juzgar por la intensidad del pestuzo a naftalina que me acompañó durante toda la representación.

El público asistente era, en general, bastante mayor. Bueno, digamos, para precisar algo más, que la media de edad sería similar a la de los protagonistas de la sección de esquelas del ABC. Los primeros en llegar fueron tomando posiciones en la barra del bar para endilgarse la primera copichuela antes de la función y encargar las sucesivas para el entreacto.

Poco a poco, el teatro se va llenando. Los músicos afinan sus instrumentos. Se atenúan las luces. Todo parece listo para comenzar. Pero… hete aquí que aparece una desconocida mujer en el escenario, con un papelito en la mano, y procede a leerlo. Confirma lo que ya anunciaban los carteles del Hall: Netrebko será sustituida por Eri Nakamura. Se escuchan murmullos entre el público y alguna muestra de reprobación, silbido hispano incluido. Alguien incluso grita que no debe ser el mismo precio (a ese le contrataba yo para que viniera a Valencia y se lo gritara a Helga cuando saque a la Voulgaridou).

La salida de Mark Elder al podio, torna los murmullos en encendidos aplausos que progresivamente se van apagando hasta, y esto sí es inaudito, lograr el silencio absoluto. Ni una sola tos, estornudo, carraspeo, o sonido gutural interrumpió la interpretación de la Obertura, que fue además aplaudida a su final viéndose forzado Elder a saludar. Bien es cierto que tras el intermedio reaparecieron los habituales virtuosos del concierto para bronquio y caramelito en cof, cof mayor.

La producción de Pier Luigi Pizzi, adaptada para la ocasión por Massimo Gasparon, data de 1984, habiéndose estrenado precisamente en este mismo recinto con las sensacionales Agnes Baltsa y Edita Gruberova, dirigidas por Ricardo Mutti. Los años se le notan al planteamiento escénico que destila una cierta ranciedad, si bien el resultado final es positivo. Puesta en escena clásica y sencilla, pero eficaz. Apenas unas columnas, una cama, un balcón, constituyen toda la escenografía, pero bastan para enmarcar la acción y, gracias a una buena disposición y movimientos de los intérpretes, se compensa su planteamiento minimalista. Los juegos de luces, especialmente en el acto II, resultan efectistas, realzando la escenografía, dando profundidad al escenario y trazando planos diferentes, con sentido y buen gusto.


El vestuario también se presentó clásico, dominando el tono negro, tan sólo con las notas de color de las capas rojas de los Capuletos y azules de los Montescos, para que nadie se confundiese de bando. Destacó en esa negritud la blancura refulgente del vestido de Giuletta, que, posiblemente por lo imprevisto de la sustitución, le venía claramente grande a Nakamura.

Mark Elder dirigió a la Orquesta del ROH con maestría y elegancia. Esta orquesta suena bien casi siempre, ayudada por la acústica fantástica de la sala, pero el otro día, además, supo adaptar en todo momento sus volúmenes a los intérpretes, sin absurdas exhibiciones, y sin que se resintiese la brillantez orquestal. En el terreno solista la partitura ofrecía lucimiento especial al arpa, clarinete y trompa, cumpliendo sus titulares con sobresaliente.

El Coro masculino, pese a un leve desajuste al comienzo, se mostró en todo momento empastado y muy potente, ofreciendo una musicalidad extraordinaria el femenino en su breve aparición con el cadáver de Giuletta.

Las coreografías de las luchas a espada dirigidas por Mike Loades no pudieron dejar indiferente a nadie. Desde luego no vimos los ridículos choques de armas propios de función de fin de curso, al contrario, en algún momento llegué a temer por la integridad física de alguno de los intérpretes dada la fogosidad que le estaban echando al tema. Quizás sobrase tanto amago chulesco tipo “a que te meto”.

En cuanto a los solistas vocales he de empezar por la debutante. Eri Nakamura, una japonesa de apenas 30 años, que se encontró con la oportunidad de su vida. La sustitución de Netrebko, de un día para otro, sin haber llegado a hacer ni un solo ensayo con orquesta (como luego me confirmaron), con el teatro a reventar, teniendo que hacer olvidar a la rusa, con una compañera de reparto como Elīna Garanča, y teniendo que empezar a pelo con un aria como el “Oh! quante volte”, constituía un hueso bien duro de roer. Pero desde luego la nipona no desaprovechó la ocasión y se impuso a las dificultades con soltura y desparpajo.
Comenzó algo nerviosa en el recitativo “Eccomi in lieta vesta...”, pero enseguida acopló su voz y afronto el aría con seguridad y dominio de los agudos, mostrando un buen volumen y una fácil emisión. En la escena final se notó que acusaba ya un poco el cansancio vocal, y yo le eché en falta en toda su actuación un mejor juego de las intensidades (¡ay… esos matices sublimes que ofrece la Netrebko!…). Pero no hay nada que reprochar. Su actuación fue fantástica y su acople con Garanča impecable, gracias también a la ayuda de la letona que se entregó en cuerpo y alma a no hacérselo difícil. Pero insisto, es muy meritorio lo que hizo Nakamura, y ya quisiéramos que cualquier sustituta de esos teatros que frecuentamos (léase Voulgaridou) o incluso titulares (léase Voulgaridou otra vez) tuvieran la mitad de calidad, arrojo y dignidad que exhibió Nakamura el día 7. Al caer el telón obtuvo una merecida y cerradísima ovación cuajada de Bravos, muy emocionante, en lo que sin duda fue una noche que no olvidará jamás.

De Elīna Garanča me cuesta realmente escribir porque me siento impotente de trasladar a palabras todo lo que me hizo sentir esta mujer, que con 32 años escasos muestra una insólita madurez vocal e interpretativa. Puedo asegurar que ha sido la voz que he escuchado en directo que más me ha emocionado. Y he oído ya unas cuantas. Su "Ascolta… Se Romeo t’uccise" fue antológico, y el aria “Deh! tu, bell'anima, che al ciel ascendi” absolutamente estremecedora. Ante todo asombra su volumen y las inusitadas proyecciones estratosféricas de esa voz poderosa y contundente, de bellísimo timbre oscuro, que mueve por todo el registro con homogeneidad y emite con insultante facilidad. Una técnica perfecta. Línea de canto excelente. Coloraturas eficaces y expresivas, eludiendo el lucimiento puramente canoro. El fraseo depuradísimo y la expresividad de sus múltiples matices consiguen emocionar hasta el éxtasis, pasando con credibilidad del romántico mozalbete enamorado envuelto en exultante lirismo, al varonil Montesco dispuesto a combatir al enemigo con crueldad. Y todo ello con una calidad dramática e interpretativa y una presencia escénica inconmensurables, muy alejada de algunas marimachos travestidas que han pisado las tablas en más de una ocasión y se hacían increíbles de puro ridículas. Al final el público la ovacionó y jaleó con tanta fuerza que el mismísimo Nelson tuvo que agarrarse a su columna de Trafalgar Square para no caer.

El argentino Darío Schmunck salió a escena pese a arrastrar una incomoda bronquitis que afectó algo a su emisión. Su perfecta dicción, su credibilidad dramática y la elegancia y gusto de su fraseo compensaron con creces sus problemas físicos y cumplió más que dignamente con su difícil papel de rival de la galáctica Garanča, viniéndose notablemente arriba en el último acto. Confieso que me he quedado con ganas de escuchar a Schmunck en plenitud de facultades.

El norteamericano Clive Owens compuso un Capellio con poderío escénico y volumen, pero su acusado vibrato afeaba notablemente su línea de canto.
Giovanni Battista Parodi estuvo bien en lo actoral y proyecto su voz con fuerza, pero le faltó riqueza de matices.

En definitiva, pese al desencanto inicial por la “espantá” de Netrebko, el Arte con mayúsculas que se nos ofreció esa noche generó una densa emoción que traspasó la frontera de la platea, envolviéndolo todo, poniendo los pelos de punta hasta al leopardo de mi vecina.


Y eso no era todo.

Gracias a la amable gestión realizada por Darío Schmunck, un tipo grande donde los haya, tuve la oportunidad de acceder a los camerinos del ROH tras la función. Allí pude conversar brevemente con el argentino, que estaba molesto porque su bronquitis no le hubiese permitido estar al cien por cien, y deseando tomarse unos días de descanso en Buenos Aires. Al menos pude felicitarle por su trabajo y agradecerle que me hubiese permitido conocerle a él y a las protagonistas.

Pude llegar después hasta el camerino de Elīna Garanča, en cuya puerta se hallaba esperando una Eri Nakamura que no cabía en sí de felicidad, como una auténtica adolescente (más o menos como estaba yo en esos momentos).
Cuando salió Elīna Garanča, guapísima por cierto, se fundió en un emocionado abrazo con Nakamura, quien no dejaba de agradecerle su apoyo. Ambas amabilísimas, pese al cansancio por el tremendo esfuerzo derrochado, accedieron a charlar conmigo y pude felicitar a la japonesa por su exitoso debut y transmitir a la letona mi agradecimiento por la emoción sin parangón que había conseguido generar con su canto.


Finalmente se marchó de allí del brazo de su marido, el director de orquesta gibraltareño Karel Mark Chichon, no sin antes atender a todo el público que se agolpaba en el exterior de la Stage Door esperando su salida.

Una noche intensísima. De las que no se olvidan. Y eso que no estuvo Anna Netrebko

Para finalizar os dejo tres videos de Elīna Garanča. En el primero precisamente interpreta el "Ascolta… Se Romeo t’uccise" de "I Capuleti e i Montecchi":



video de primohomme

En este otro video podemos verla dirigida por su marido, K.M.Chichon, interpretando la "Seguidille" de "Carmen" de Bizet:



video de Onegin65

Por último la escuchamos cantar "Al pensar en el dueño de mis amores" (Carceleras) de "Las hijas de Zebedeo" del alicantino Ruperto Chapí:



video de Pablojvayon

... Nosotros sí que sentimos mareos encantadores al escucharte, Elīna.

martes, 10 de febrero de 2009

FAUST (Gounod) - Palau de Les Arts - 08/02/09

Finalmente, asistí a la representación del "Faust" de Gounod que venía siendo noticia últimamente más por sus cambios de reparto que por sus propuestas artísticas. El resultado del conjunto me pareció altamente positivo, pese a algún despropósito que ya nos temíamos.

Se trata de una coproducción del londinense Royal Opera House, la Opéra de Monte-Carlo, la Opéra de Lille, y la Fondazione Teatro Lirico Giuseppe Verdi de Trieste, que cuenta ya más de 20 años. La puesta en escena original de David McVicar, adaptada por Bruno Ravella, es espectacular, de tintes clásicos, aunque la acción se traslade ligeramente de época y lugar (de la Alemania del siglo XVI a la Francia de finales del XIX), con un tono sombrío y gótico que considero muy adecuado al drama mefistofélico, apoyado por una escenografía de Charles Edwards barroca e impactante. El cuidado movimiento escénico y el inteligente uso de los espacios permiten el seguimiento de la acción, jugando en muchas ocasiones con los segundos planos. La escena del crucifijo, provocadora donde las haya, el episodio heroinómano de Fausto, la bailarina embarazada y el travestismo de Schrott en esa noche de Walpurgis que acaba en orgía, me parecieron lo más chocante y prescindible de esta puesta en escena que, en general, valoro muy positivamente.
La iluminación de Gary Dooley resultó efectista cuando debía serlo y ayudó a conseguir el tono sombrío buscado por la regia sin pecar de oscuridad.
El vestuario de Brigitte Reiffenstuel es muy vistoso, aunque mostrase algunos anacronismos.
El típico ballet de toda ópera francesa que se precie se incluye en esta ocasión en la escena de la Noche de Walpurgis, con coreografía de Esther Balfe. Unos buenos bailarines, descalzos, protagonizan un interesante número a modo de paródica “Giselle”.

En el apartado puramente musical, empezaré por lo mejor: El Coro de la Generalitat, sin duda. Excelso. No se puede hacer mejor. ¡Qué barbaridad!. La capacidad de asombro ante la emoción desmedida que genera este grupo de hombres y mujeres, con su perfección, sigue superando cualquier expectativa. El empaste y poderío que demuestran en cada intervención alcanzó su culminación en el brillantísimo coro masculino "Gloire immortelle de nos aïeux" del acto IV.

Frédéric Chaslin fue el encargado de sustituir al frente de la Orquesta de la Comunitat Valenciana al presunto enfermo Lorin Maazel. Maazel nunca ha dirigido "Faust", con lo que no podemos saber como lo hubiese hecho. Todo apunta a que muy bien como suele ser norma en él. No obstante, me cuesta creer que Maazel hubiera conseguido superar la emotividad, la fuerza, el dramatismo, la expresividad y la poesía que logró transmitir ayer Chaslin. Sin duda el francés conoce bien el repertorio y manejó la batuta con autoridad, guiando las secciones con precisión milimétrica y extrayendo unos sonidos cálidos y robustos de esta Orquesta, extraordinariamente cohesionada, que muestra cada día mayor musicalidad y perfección. A los músicos se les ve disfrutar con lo que hacen, y transmiten al oyente ese placer de tocar bien. Impecables estuvieron todas las secciones. Una vez más, volvió a lucirse el primer clarinete en un par de solos espléndidos, así como el primer violín, quien en la Cavatina “Salut, demeure, chaste et pure” alcanzó un grado de lirismo exquisito, derrochando todo el sentimiento que el tenor no logró acabar de transmitir.

En cuanto a las voces solistas:

Mario Cassi, como Valentin, demostró potencia y buen gusto, superando los escollos de su aria "Avant de quitter ces lieux" con aparente facilidad y mostrando un fraseo elegante. Lástima que como actor resultase muy mejorable.

La Siebel de Ekaterina Gubanova estuvo aceptable, aunque anduvo un poco falta de fuelle y el vibrato afeaba su gama alta. En ocasiones se desconcentraba en su actuación y la cojera de su personaje igual era exagerada que milagrosamente inexistente.

Annie Vavrille como Marthe dibujó bien el perfil de su personaje aunque el timbre de su voz no me resultó nada atractivo.

Vittorio Prato fue un Wagner simplemente correcto, pasando sin pena ni gloria por el escenario en ese corto y poco lucido papel.

Vittorio Grigolo estuvo muy bien en el complicado papel protagonista. Comenzó su interpretación del anciano doctor con un look y movimientos un tanto exagerados que me recordaron al Dick Van Dyke de Mary Poppins. Vocalmente, este comienzo fue adornado inteligentemente por el italiano, acentuando el vibrato para avejentar una voz que, tras la transformación, surgió con toda su frescura y claridad. Exhibió volumen y buen control del fiato, así como una descarada facilidad para los agudos, si bien tendían a abrirse en alguna ocasión, sin que acabase de redondearlos. Le faltó capacidad de matización y de regular intensidades, lo que hizo que no transmitiese toda la emotividad que en ciertos pasajes, especialmente el dúo con Marguerite del acto III, se hacen imprescindibles.

Erwin Schrott fue de menos a más. Comenzó bastante reservón, pero en la segunda mitad refulgió esa maravillosa voz, amplia, poderosa y consistente con que regala nuestros oídos el uruguayo. Su presencia escénica es imponente y perfiló magistralmente el aspecto sarcástico y seductor del rol, aunque no acabó de sacar toda la maldad de Méphistophélès, si bien estuvo impresionante en la escena de la maldición de Marguerite, posiblemente lo mejor del uruguayo, con un tremendo "Marguerite, sois maudite! à toi l'enfer!". En cualquier caso, el Sr. Netrebko fue con diferencia el gran triunfador de la velada.

Alexia Voulgaridou, aunque no os lo creáis, no es una de mis cantantes favoritas. ¿Qué le vamos a hacer?. No puedo evitarlo, a mi esta señora no me gusta. Algo haría bien, pensaréis. Pues sí: saludar elegantemente al final y largarse de una escena que jamás debía haber pisado. Bueno, para ser justos, en la dificilísima escena final bastante hizo con que no se le calase el motor. Sacó toda la fuerza que pudo y se movió en la zona alta con unos agudos, algo planos, pero bastante aceptables, sin perder la compostura ni quebrarse. Fue lo mejor de su actuación, aunque ignoro si acabaría defecándose encima, pues el esfuerzo se veía que era límite. El timbre de su voz es agradable, pero en cuanto tiene que moverse con fluidez hacia la zona grave o realizar un mínimo salto interválico, se quiebra su línea de canto y la voz se desmorona, al estilo de (perdóneseme la herejía) la Callas de los últimos años. Personalmente, me parece inaceptable que se coloque en este papel a una mujer absolutamente incapacitada para las agilidades y adornos. En el comienzo del aria de las joyas resultó simplemente ridícula, con unos grititos desacompasados patéticos. Se preparó bien los agudos para alcanzarlos con seguridad y con eso asegurarse el aplauso fácil. Tuvo a bien la griega, eso sí, para que su leyenda no decaiga, de obsequiarnos con un inmisericorde gallo poco antes de comenzar la escena final. Consiguió algunos buenos momentos en que jugó con las medias voces y filados, pero su capacidad de transmisión de emociones es nula. Su voz me parece profundamente inexpresiva, con lo que su actuación, en el mejor de los casos, acaba siendo fría, sosa, aburrida, vulgar.

Al final disfrutamos de un extraordinario espectáculo operístico que ni la vulgar consiguió empañar.

De postre, para desengrasar, este video de Schrott en plan torero:

video de fritz51269

miércoles, 28 de enero de 2009

I LOVE HELGA

La gestión de la querida Helga Schmidt al frente del Palau de Les Arts es un ejemplo. En estos momentos en que los teatros de ópera de todo el mundo están sufriendo también las consecuencias de la maldita crisis globalizada, se necesitan gestores eficaces, serios y responsables. Así que temblemos, porque todos van a desear llevarse a Helga. Cada día que pasa nuestra amiga nos vuelve a dar una lección de gestión de un recinto operístico, a la par que derrama por todos sus poros atención y respeto ejemplar a sus abonados.

Eres un ejemplo, Helga. Si es que hay escuelas de aprendizaje del oficio, allí deberías estar… pero para que todos vieran cómo no se deben hacer las cosas. En cada contacto que tiene el ciudadano con Les Arts, por mínimo que sea, surge una muestra de ineptitud manifiesta.

Último acontecido: Al fin nos han contestado a los que hicimos la solicitud por escrito para el ciclo completo del Anillo. Nos han ofrecido lo que dicen que está disponible, sin explicar, por supuesto, por qué no está disponible el resto. Pero bien, tragamos. Una vez hecho, damos los datos de la tarjeta para el pago, te dicen que ya está… y te cuelgan el teléfono, dejando al ciudadano con más cara aún de tonto de la que Natura tuvo a bien concedernos.

Yo no tengo ni un solo justificante de que he pagado (salvo el que me remita el banco) y mucho menos de que lo que he comprado ha sido la entrada para 4 representaciones en unos días determinados y en una butaca concreta, a un precio considerable. He esperado para ver si mandaban algún correo, e-mail, sms, llamada telefónica, paloma mensajera o remotas señales de tam-tam, pero nada. Contacto telefónicamente con el divertidísimo contestador automático del box office de Les Arts y cuando, tras múltiples esperas y pulsaciones varias de teclas, tonos y politonos, consigo escuchar una voz humana... me dicen que es normal. Que ellos lo hacen así, que no envían nada, pero que no me preocupe, que, en el improbable caso de que haya algún problema, con el resguardo del banco me devolverán el dinero (hombre, ¡sólo faltaba!). A la próxima estos tipos se lanzarán un escupitajo en la palma de la mano y nos dirán que choquemos esos cinco que así se hacen los tratos entre hombretones.

En cuanto al ámbito puramente musical, el desgobierno y la desinformación siguen siendo la pauta de la gestión de Schmidt. Ya se ha había caído de Faust la soprano prevista, Gallardo-Domas, ahora le ha tocado a Lorin Maazel aquejado de presunta bronconeumonía y se especula con la posibilidad de que la vulgar Voulgaridou, prevista para sustituir a la Gallardo, también caiga del cartel (lo cual no estaría nada mal, por cierto) debido a la enfermedad de un familiar.
A mi que no me digan, pero esto no es normal. Es recibir la llamada de Les Arts y aquí enferma hasta el apuntador con semanas de antelación. Creo que hay que adoptar soluciones drásticas. Es hora de que se llame al padre Karras y emprenda un ritual de exorcismo en el recinto.



Pero lo más gordo es que entras en la página web de Les Arts y se han limitado a cambiar el nombre de Maazel por el de Frédéric Chaslin sin más explicaciones. Y la Vulgar sigue apareciendo anunciada, por desgracia. Si al final no canta no sabemos si tendrá que ser la propia Helga quien tenga que asumir el papel de Marguerite, y el caso es que, con el perdón de Bianca Castafiore, un cierto aire le tiene a esta insigne intérprete del rol.


Bueno, Helga me tiene un poquito quemado, pero ahora mismo me relajo escuchando al grandísimo Alfredo Kraus, como Fausto, cantando "Salut demeure, chaste et pure", y a Joan Sutherland en el aria de las joyas, que la canta mucho mejor que Helga.


video de Onegin65


video de coloraturafan

jueves, 15 de enero de 2009

DESMADRE EN LES ARTS


Como nos confirmó Maac en su blog el pasado martes, definitivamente Cristina Gallardo Domas no cantará en Fausto por cuestiones de salud. Será sustituida por la desconocida Nataliya Kovalova, y por Alexia Voulgaridou. Esta última una habitual, desgraciadamente, de Les Arts, a la que hemos sufrido en una Micaela (Carmen) muy floja, una Liú (Turandot) fría y vulgar, y, sobre todo, en una Luisa Miller deleznable. Ignoramos otras facetas de la Voulgaridou, pero desde luego este amor que le han cogido a la griega en Les Arts no es normal, ni se justifica en su ars canendi. Hay cientos de cantantes jóvenes deseando abrirse camino y con mucha más valía para afrontar estos papeles que la Vulgar, y seguro que cobran menos, porque ésta, a lo tonto a lo tonto, está haciendo currículo a costa de Helga Schmidt y los suyos.
Ya es la segunda vez que cancela la Gallardo sus compromisos en Valencia (no seremos malpensados) y la segunda que es sustituida por la Vulgar. En fin, la próxima vez que veamos a Gallardo anunciada en Les Arts, sabremos que será la griega la que nos chille.

En cualquier caso, que un cantante se encuentre indispuesto antes de una función no es algo extraño y en todos los teatros del mundo sucede. Eso sí, aquí cancelan por adelantado y sin opción a cantar ningún día. Recientemente estuve en Londres viendo y escuchando a Villazón, recién salido de un fuerte resfriado que le obligó a cancelar una función, pero cantó el resto. Aquí ya ni vienen.

Y esto no es nada. La tomadura de pelo de los gestores de Les Arts ha alcanzado este año sus cotas máximas. Después de anunciado el programa para la temporada y vendidos los abonos, se nos descuelgan con cambios en los repartos absolutamente injustificados: Bárbara Frittoli es sustituida por Alexandra Deshorties, Elisabete Matos cantará algunos días en que estaba anunciada María Guleghina, y se anunció que Marco Berti sería sustituido como Calaf (Turandot) por Jon Villars y Jeong Wong Lee, y ahora, en un nuevo triple salto mortal con doble tirabuzón de los Schmidt Brothers, esos dos también se han caído del cartel, sin que se sepa quien cantará o si acabará Helga en escena tarareando el papel.

Esto es impresentable. En cualquier pequeño teatro europeo cosas como esas bastarían para cesar a todos sus gestores con unas cuantas acusaciones de estafa de por medio.
Una cosa es que compres una entrada y asumas que si la estrella sufre a última hora una indisposición vas a escuchar a un sustituto, y otra que, meses antes de la representación y vendidas las entradas a precio de oro, te cambien los repartos discrecionalmente, habiéndose embolsado ya el dinero que han obtenido anunciando una figura que no vendrá, y cobrándote lo mismo por ver a Gallardo que a la Vulgar, a Guleghina que a Matos, a Frittoli que a Deshorties y a Berti que a Dios sabe quién, cuando no son lo mismo, ni mucho menos.
A ellos no les cuesta lo mismo un artista que otro, seguro. Pero a nosotros sí nos cobran la entrada al mismo precio, por adelantado y con engaños.
Alguien aquí merece ser denunciado, o bien los artistas por el Palau si no han cumplido sus compromisos, o bien el Palau por el público si han vendido una programación de campanillas sin tenerla firmada.
Pero en esta ciudad nunca pasa nada. Seguirán metiéndonos puyazos y seguiremos humillando el hocico. La cultura fallera seguirá imperando. Que parezca que somos los más grandes aunque luego todo sea cartón piedra.
Ya puestos, que se dejen de finuras, y que traigan a Francisco para que cante Calaf junto a Salomé como Turandot, y de paso aprovechen para grabarnos otro Himne de la Comunitat, ante las lágrimas del Molt Honorable vestido de torrentí.


Quizás "Un bel di vedremo" a Gallardo-Domas en el Palau de Les Arts