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domingo, 2 de octubre de 2016

"L'ELISIR D'AMORE" (Gaetano Donizetti) - Palau de les Arts - 01/10/16

Tras el parón veraniego la sala principal del Palau de les Arts volvió a vivir ayer una noche de estreno con la inauguración de la pretemporada operística 2016-2017. Una sana costumbre esto de la pretemporada… que permite aliviarnos el mono de ópera a los más enganchados y que facilita, con jóvenes repartos y precios baratos, el descubrimiento de voces emergentes, que dicen ahora los cursis, y el acercamiento al género de los más jóvenes o de aquellos que se engañan pensando todavía que la ópera es algo elitista reservado a los ricachones.

El año pasado fue una ópera tan popular como La Bohème la elegida y esta vez se ha optado por otra obra muy conocida, como es L’elisir d’amore de Donizetti, de trama simple y divertida, y en una versión escénica tan atractiva como la coproducción entre el Palau de les Arts y el Teatro Real de Madrid que vimos ya en Valencia en 2011, con dirección de escena del italiano Damiano Michieletto.

Me parece una muy buena elección, pese a algunos reproches que se puedan hacer a esta adaptación escénica y a que, como ya muchos sabéis, esta es una ópera que siempre me ha caído un poco gorda, aunque esto es una cuestión puramente personal. Pero si de lo que se trata es de aficionar a nuevos públicos al género, esta producción puede ser un buen instrumento para ello.

La encargada de la reposición escénica de esta creación de Damiano Michieletto ha sido su colaboradora Eleonora Gravagnola. No ha habido demasiadas variaciones respecto a lo ya visto en 2011, por lo que quizás repita muchas de las apreciaciones que manifesté entonces. Lo fundamental es que, a mi juicio, pese a todos los puntos negativos que se pueden reseñar, el resultado global es positivo y la frescura y vistosidad del espectáculo compensan que en ocasiones la voz y la música puedan verse desplazadas a un segundo plano.

Y es que si algo se debe criticar de la propuesta escénica es precisamente algo muy habitual en los trabajos de Michieletto (recordemos, por ejemplo, su cuestionadísimo Barbiere) que el exceso de acción secundaria y el ajetreo sobre las tablas distrae al espectador de lo puramente musical y vocal. Pero al menos aquí hay espectáculo. No han sido pocas las ocasiones en que se nos han presentado producciones en las que se ha perjudicado de una forma u otra la vertiente musical, pero encima no nos han ofrecido absolutamente nada nuevo en el aspecto dramático. Aquí hay una propuesta llena de frescura, agilidad, colorido y vis cómica, y que dota de sentido y coherencia narrativa a todo el conjunto.

La acción, como ya es sabido, se traslada a una playa valenciana, donde Adina regenta un chiringuito; el coro de segadores son familias de bañistas; los soldados, marineros de permiso; y el falso doctor Dulcamara es un vendedor de bebidas energéticas que se dedica a trapichear con drogas.

La obertura esta vez comenzó a telón bajado, pero la alegría duró poco, pues enseguida se alzó, iniciándose la acción y el ruido en escena y dificultando la escucha del preludio orquestal. También el principio del segundo acto se vio sazonado por los grititos y correteo de los miembros del coro. Respecto a 2011, no obstante, ha disminuido algo la distracción escénica, haciendo que el coro no esté siempre presente, reduciendo así la abundancia de diferentes planos de acción dramática y permitiendo mayor concentración en las voces y en la línea narrativa principal.

Ya critiqué en su momento el hecho de que se hiciese cantar a Nemorino el esperado momento de Una furtiva lagrima subido al tejado del chiringuito, pues no tiene dramáticamente nada que aportar y no es la mejor ubicación para proyectar una voz, especialmente si, como ocurrió ayer, ésta no corre especialmente bien. Y ello sin contar con que la generosa envergadura del tenor hacía temer por la resistencia del tejado y que el pobre Nemorinoacabase formando parte del expositor de helados. Al menos en esta ocasión sí se ha evitado, respecto a 2011, que Adina esté presente en escena deambulando mientras Nemorino canta su melancólica aria, y ya sólo aparece cuando ha finalizado.

Pese a todos esos aspectos que, para un tiquismiquis profesional como es servidor, considero que deben cuestionarse, insisto en que el balance global ha de calificarse de positivo, debiendo resaltarse la frescura, viveza y chispa que aporta a una historia bastante boba, y, sobre todo, merece un especial reconocimiento el gran trabajo de dirección de actores y movimiento escénico que presenta, y que tan excelente respuesta obtuvo por parte de los intérpretes, tanto coro, como figurantes y solistas.

En el apartado musical una gozosa novedad es que ocupaba el foso de Les Arts una mujer, la canadiense Keri Lynn-Wilsonde quien estos días los medios especializados no se han privado de resaltar casi más su condición de “esposa de” (en este caso de Peter Gelb, mandamás del neoyorquino MET) que sus posibles méritos como directora en un ámbito, uno más, tan masculinizado. La verdad es que no tuvo una actuación especialmente relevante. Condujo Lynn-Wilson a la Orquestra de la Comunitat Valenciana con gran atención a lo que ocurría en escena y se cantó toda la ópera de principio a fin. Su labor fue muy voluntariosa y correcta en términos generales, aunque hubo algunos cambios de tempo que no parecían muy coherentes y que provocaron algunos desajustes entre cantantes y foso que no siempre fue capaz de controlar. También se le fue en algún momento de las manos el énfasis orquestal, perjudicando la escucha de las voces de menor envergadura. El resultado global no fue malo, pero se echó de menos una batuta más refinada y menos mecánica, capaz de extraer mayores matices.

Esta producción constituye una excepcional piedra de toque para corroborar la extraordinaria capacidad dramática de nuestro Cor de la Generalitat que supo responder con empeño sobresaliente a los exigentes y permanentes requerimientos escénicos concebidos por Michieletto, inmersión en la espuma incluida. En el apartado vocal quizás hubo menos rotundidad que en otras ocasiones, posiblemente también como daño colateral de ese trabajo escénico, aunque sí debe destacarse la extraordinaria intervención de las féminas en toda la escena del segundo acto con Gianettay durante la fiesta de la espuma.

Hace ya tiempo que vengo comentando a quien quiere tener la paciencia de escucharme que no entiendo por qué no se está dando más presencia en este teatro a algunas voces salidas del Centre de Perfeccionament Plácido Domingoen sus primeras promociones, afincadas en Valencia y de gran calidad. Y una de ellas es Ilona Mataradze, quien ayer fue capaz de solventar el complicado papel de Adina con unos resultados magníficos. Mostró Mataradzerebosante musicalidad y refinamiento y un enorme desparpajo escénico. Su bonito timbre de lírico ligera corrió luminoso por la sala, atacó y colocó los agudos con valentía y limpieza e hizo frente a las agilidades del segundo acto con profesionalidad. Tuvo detalles de muy buen gusto, como en Prendi per me sei libero, donde supo regular y usar adecuadamente las medias voces y, en general, cuidó el fraseo con elegante legato. A sus buenas prestaciones vocales hay que añadir además una impecable actuación en escena, todo lo cual la convirtió en la triunfadora de la noche.

Bastante menos me convenció el Nemorino del tenor William Davenport. Lo más llamativo del cantante norteamericano es una atractiva emisión natural que se mueve con facilidad por el registro agudo y que hace inevitable pensar en un pavarottino, pero pocas más semejanzas se pueden hacer sin incurrir en blasfemia. Su principal problema es la falta de homogeneidad en los registros y el escaso empaque de una voz que mostraba problemas de proyección. El fraseo fue bastante frío y tan sólo destacó en su momento esperado, esa Furtiva lágrima en la que echó el resto y presentó las mejores credenciales de la noche, sabiendo respirar y ligar las frases como mandan los cánones, aunque a enorme distancia de aquél refinamiento melódico que nos ofreció Ramón Vargas en 2011. Hay que reconocerle que, pese a su abultada envergadura física, se movió en escena adecuadamente cumpliendo sobradamente las exigencias de la regia.

Pero si de recuerdos de 2011 hablamos, quizás quien más complicado lo tenía era el italiano Paolo Bordogna, de quien había que ver si sería capaz de que no añorásemos al carismático y avasallador Dulcamara que compuso en 2011 el uruguayo Erwin Schrott. Y, aunque hizo un dignísimo papel y fue muy aplaudido, desde mi punto de vista no lo logró. Y eso que a mí me había dejado unas estupendas sensaciones aquel mismo año 2011 como Don Magnífico en La Cenerentola. Es verdad que Bordogna se entregó sin reservas en lo actoral, pero era imposible no rememorar a su antecesor que se comía el escenario. En lo vocal, si Schrottno es precisamente el paradigma de la finura, tampoco Bordogna hizo gala de mucho refinamiento vocal. Agudos abiertos y graves justos se compensaban con más efectismo que autenticidad. Pese a todo, se mostro ajustado en estilo, bien en el canto silabato y con algunos detalles con los que supo conectar con el público, mereciendo la aprobación unánime del respetable.

Mattia Olivieri fue un correcto Belcore. Al barítono italiano se le conoce bien en este teatro tras su paso por el Centre Plácido Domingo y su participación como comprimario en numerosas producciones de los últimos años. Su tendencia habitual al histrionismo actoral, curiosamente, estuvo anoche mucho más controlada y su labor en escena fue irreprochable. Posiblemente fue el que presentó un instrumento de mayor volumen que proyectaba con suficiencia, aunque en los extremos de la tesitura mostró mayores problemas y discutible afinación.

No destacó especialmente Caterina di Tonno en el breve papel de Gianetta, pero su labor fue muy correcta en lo vocal y con excelentes y muy exigentes prestaciones en escena.

Ya lo he comentado mil veces, pero sigo cuestionando la obsesión de los responsables de la subtitulación por hacerse los graciosos. Insisto en que pienso que se deberían limitar a traducir simplemente lo que se dice y que no hay necesidad de transformar los escudosy ducados del libreto por euros, y mucho menos de convertir el vino de Burdeos en de Utiel-Requena, en un guiño pueblerino de primera división.

Lo mejor de la noche fue ver el teatro lleno casi por completo y con numerosa presencia de público joven que pareció pasarlo muy bien. Sin embargo, no aprecié apenas presencia institucional en los palcos, más allá de la consellera de Justicia. Fue muy aplaudido Davenport tras Una furtiva lágrima, pero sobre todo Ilona Mataradze al finalizar el aria Prendi, per me sei libero y la subsiguiente cabaletta Il mio rigor dimentica, donde se produjo una larguísima ovación. Al terminar la función hubo aplausos para todos, incluida la responsable escénica Eleonora Gravagnola, quien casi se estampa de la emoción al corretear con los tacones por la falsa arena playera.

Como ayer hubo quien me preguntó al respecto, quiero dejar constancia aquí de que la Asociación a la que pertenezco, Amics de l’Òpera i de les Arts de la Comunitat Valenciana no se hará cargo esta temporada de dar las charlas previas a las funciones de ópera en Les Arts, por haberlo decidido así la Intendencia del teatro valenciano, que nos ha comunicado que prescinde de nuestra colaboración gratuita, habiendo decidido organizarlas con la colaboración de la Universitat de València. De momento, ayer fue un trabajador de la casa el encargado de hacerlo.

Y hablando de trabajadores de la casa, no estaría de más que encargasen a alguien la revisión y corrección de las publicaciones y textos que lancen al exterior para evitar sonrojantes bochornos como el sufrido por los abonados al recibir los formularios para solicitar la compra preferente de localidades, con una acumulación de erratas difícil de superar.

A quienes todavía no tengáis localidades para disfrutar de esta ópera que supone el chupinazo de inicio de la pretemporada, os animo a que acudáis a Les Arts estos días, el espectáculo vale la pena y será muy interesante también ver el rendimiento de una prometedora cantante como Karen Gardeazábal como Adina en el segundo reparto.

martes, 29 de mayo de 2012

"IL TROVATORE" (Giuseppe Verdi) - Palau de les Arts - 26/05/12


El pasado sábado tuvo lugar la inauguración del V Festival del Mediterrani en el Palau de les Arts de Valencia, con el estreno de la ópera "Il Trovatore", de Giuseppe Verdi. La presencia en la sala de la Reina doña Sofía obró de nuevo el milagro de que a los politiquillos de esta Comunidad, de repente, les apasione la ópera y nos obsequien con su asistencia. La alcaldesa Barberá, el president Fabra, el presidente de les Corts, el ministro García Margallo o la, incomprensiblemente no cesada ni dimitida todavía, Delegada del Gobierno, se dejaron ver junto a otros más habituales en el recinto como la Consellera de Cultura Lola Johnson, la presidenta del Palau de la Música o el vicealcalde Grau. Y todos ellos, por supuesto, como moscas a la miel, rondando a la esposa del regio cazador de elefantes, mientras un desmesurado dispositivo de seguridad impedía, a veces con malos modos, el normal deambular de los aficionados por los espacios de Les Arts.

Dicho esto, quiero dejar claro que me parece muy bien que la Reina visite el teatro que lleva su nombre y ojalá que viniese más si su presencia puede entenderse como un guiño de apoyo a nuestro recinto operístico en estos complicados momentos que se viven, con gran incertidumbre sobre lo que nos pueda deparar el futuro. La lástima, como siempre, fue la eterna ausencia del ministro de cultura, pues hubiera sido una buena ocasión para que hubiera comprobado personalmente cómo, pese a los recortes motivados por la crisis, más los recortes extras de su gobierno, este teatro lleva a cabo una programación operística de primer rango, sin necesidad de cantantes de relumbrón, y contando con la mejor orquesta de foso y coro que hay actualmente en España, lo que debería llevarles a replantear su política actual de reparto manifiestamente injusto de las ayudas públicas.

Y es que la función del sábado creo que es de las que crean afición. Tuvimos la ocasión de disfrutar con una orquesta y un coro en estado de gracia, rindiendo a un nivel inmejorable; junto a un elenco de cantantes solistas muy homogéneo, donde todos cumplieron con nota alta sin que hubiera ninguna nota especialmente discordante y llegando en algún caso a entrar de lleno en terrenos de lo excelente; y con una dirección de escena que, mayoritariamente, gustó.

Precisamente, la dirección escénica corrió a cargo del dramaturgo, director de cine y ex director del Centro Dramático Nacional, Gerardo Vera. Para ser tiempos de crisis y después de haber padecido algunas porquerías como la “Carmen” de Carlos Saura o el “Don Giovanni” de Jonathan Miller, la propuesta de Vera, sin ser tampoco la bomba, a mí me convenció. Creo que puede considerarse efectiva y no especialmente discordante y, al menos, denotaba un trabajo de dramaturgia que, independientemente de que pueda gustar más o menos, creo que convierte en injustos los aislados pero ruidosos abucheos que obtuvo al finalizar, aunque se debe reseñar que el aplauso fue la respuesta mayoritaria.

Cuando yo leí que la misma escenografía servirá para acoger, además de este “Trovatore”, la “Medea” que se estrenará el próximo día 12, me temía lo peor y los espacios vacíos a lo Saura o la inmovilidad escenográfica a lo Miller vinieron a mi memoria, pero, lejos de eso, la propuesta de Vera cuenta con un componente escenográfico elaborado, complementado estupendamente con la iluminación de Juan Gómez Cornejo. Los videos creados por Álvaro Luna, algunos más conseguidos que otros, acabaron de dotar a la obra de un marco escénico que considero adecuado, de carácter intemporal, en el que los diferentes ámbitos en los que sucede la acción quedaban suficientemente descritos. Los gitanos aparecen como refugiados sin rumbo en un ambiente de opresión política, en medio de un entorno que podría representar cualquier ciudad en tiempos de guerra, con el fuego casi siempre presente, directamente o a través de las proyecciones.

Quizás la vertiente donde más parecía flaquear el trabajo de Vera fue en una dirección de actores que, especialmente en el caso de los movimientos del Coro y de la pareja protagonista, hubiera admitido un punto más de creatividad. Pero, en conjunto, creo que, pese a todo, nos encontramos ante un buen trabajo escénico.

En lo musical, Zubin Mehta dirigía por primera vez en Les Arts una ópera de Verdi y no me defraudó en absoluto. Es sabido que el maestro indio domina esta partitura y ahí están para atestiguarlo sus grabaciones, algunas de ellas, como la registrada con Domingo y Pryce, claro referente de la página verdiana. Mehta condujo la Orquestra de la Comunitat Valenciana sin ningún tipo de alarde ni pretensión exhibicionista, muy ajustado en los tiempos, manteniendo la tensión y adecuado en estilo, con un control preciso y equilibrado de las diferentes secciones musicales, con una percusión inspiradísima y la flauta de Álvaro Octavio haciéndonos vibrar es su particular diálogo con la soprano en “D'amor sull'ali rosee”. Hacía mucho tiempo que yo no asistía al estreno de una ópera en Les Arts donde se apreciase en la primera función tal ajuste y precisión en el foso y de éste respecto a las voces, así como un control tan cuidado del volumen de la orquesta, en un recinto cuya acústica suele favorecer que los cantantes se vean tapados con cierta frecuencia por los músicos. Desde mi punto de vista, el maestro Mehta desarrolló un fantástico trabajo de batuta y supo inundar la sala de puro aliento verdiano.

El Cor de la Generalitat, dirigido por Francesc Perales, estuvo espléndido en una obra en la que tiene un especial protagonismo, y, pese a que la dirección escénica en ocasiones le impuso un excesivo estatismo, ofreció en lo musical un rendimiento sobresaliente, brillando como en sus mejores noches.

Jorge de León debutaba el papel de Manrico. Si no me equivoco en las cuentas, es la séptima ópera que canta en este teatro el tenor tinerfeño, siendo el cuarto papel que debuta en Les Arts (tras el Turiddu de “Cavalleria Rusticana”, el Cavaradossi de “Tosca” y el Rodrigue de “El Cid”), todos ellos muy exigentes y el de Manrico no lo es menos. Claramente, De León fue de menos a más, con un comienzo de ópera en el que dio la impresión, no sé si real o mera apreciación mía, de cierto nerviosismo y rigidez, para irse progresivamente arriba y brindarnos una segunda mitad de ópera colosal, brillando especialmente en una “pira” antológica que hizo venirse abajo el teatro con un aluvión de bravos más que merecidos, y de ahí en adelante sólo fue a mejor, deslumbrando con una zona aguda y sobreaguda resplandeciente, llena de brillo y mordiente.

La soprano italiana María Agresta fue una excelente Leonora, para mí lo mejor de la noche. Pudimos ver en escena a una cantante joven, pero que mostró indudables rasgos de gran soprano verdiana. Presentó Agresta una voz  luminosa, clara, de amplio registro y muy homogénea, con una pulida línea de canto y un exquisito uso del legato y las medias voces, consiguiendo enhebrar algunos pianísimos y filados espectaculares. Su buena dicción y la fuerza e intención de su fraseo completaron una actuación sensacional. Su juventud nos hace ilusionarnos con que todavía tiene mucha carrera por delante y tiempo para perfeccionar aún más las grandes condiciones vocales que ya presenta.

Bien, aunque a mi juicio jugando en otra división, estuvo también Ekaterina Semenchuck como Azucena, mostrando una gran expresividad, aunque por momentos rozase la sobreactuación con algún alarde de tintes veristas. Pese a que se echó de menos una mayor rotundidad de auténtica mezzo en la zona más grave, su actuación debo de calificarla de muy notable, con una voz fresca, limpia y algún agudo realmente brillante y sorprendente.

Quienes asistieron al ensayo general de este “Trovatore” me comentaron que no les había gustado demasiado, por ser generosos, el Conde de Luna del italiano Sebastián Catana. Afortunadamente, para el estreno del sábado fue sustituido por el barítono onubense Juan Jesús Rodríguez, teniendo el detalle los eficientes señores de Les Arts de informar del cambio en el reparto ¡tras el descanso!, supongo que después de escuchar por los pasillos durante el intermedio algunos comentarios, como los que yo oí, acerca de lo mucho que estaba gustando Catana, el cual me consta que estaba en una pizzería cercana levantándose unas cervezas. Oficialmente se ha dicho que la causa de la sustitución ha sido la indisposición del cantante italiano, si bien las noticias que a mí me han llegado hablan de un cambio de última hora ante el pobre rendimiento de Catana en los ensayos. Confío en que, si es así, el cambio se mantenga en las próximas funciones y no sólo haya sido una artimaña para evitar las críticas negativas del estreno ni castigar las reales orejas de doña Sofía de Grecia.

Y es que Juan Jesús Rodríguez llevó a cabo una actuación muy meritoria, sobre todo teniendo en cuenta que tuvo apenas 24 horas para incorporarse al equipo, demostrando un gran sentido del declamar verdiano y fuerza interpretativa, siendo muy ovacionado en su aria.

Tampoco creo que se pueda reprochar nada al Ferrando del bajo chino Liang Li, mostrando poderío cuando fue preciso, y dejándonos expectantes respecto a las prestaciones que pueda ofrecer en este mismo Festival del Mediterrani como el Rey Marke de “Tristan e Isolda”, un compromiso, sin duda, de mayor envergadura.

Muy destacable, como siempre, Ilona Mataradze, esta vez en el breve papel de Inés, corriendo muy bien la voz y con solvente presencia escénica.

Y muy correctos estuvieron también Leonard Bernad, Jesús Álvarez y, sobre todo, Mario Cerdá, quien se marcó un precioso detalle, regulando, en su fugaz intervención.

Al finalizar, hubo grandes ovaciones para todos los artistas, que fueron especialmente intensas para la pareja protagonista, y para Juan Jesús Rodríguez y Zubin Mehta, por parte de un público que casi llenaba el recinto, salvo en los pisos más altos, donde se apreciaban huecos.

No quisiera finalizar mi crónica sin reseñar dos cosas que me llamaron la atención. La primera, fue la coincidencia de Helga Schmidt en el palco junto a la Consellera de Cultura Lola Johnson. Justo antes de apagarse las luces mantenían una apasionada (lo intuyo por sus ostensibles gestos) conversación que, igual trataba sobre la repoblación de angulas en la Albufera, pero que me hizo desear fervientemente poder haber escuchado lo que allí se decía.

La segunda circunstancia que quería comentar fue el bochornoso espectáculo de ver en el intermedio a la jefa de protocolo de Les Arts acompañando a la Reina doña Sofía, con el pinganillo puesto e intentando arrancar, cual cutre regidor de concurso televisivo, el aplauso del público que por allí se encontraba. Por cierto, sin ningún éxito.

Bueno, pues hasta aquí esta crónica en la que quería dejar constancia de la que fue sin duda una muy buena noche en la ópera, aunque no cantase Lasparri, y que me lleva a hacer un llamamiento público para que todos los aficionados a la música que puedan se acerquen en los próximos días a Les Arts, porque vale la pena.

AQUÍ podéis leer también la imprescindible crónica de Maac.


video de PalaudelesartsRS

domingo, 6 de noviembre de 2011

"BORIS GODUNOV" (Modest Mussorgsky) - Palau de les Arts - 05/11/11


Ayer, por fin, en una noche más fría de lo esperado, dio comienzo la temporada de ópera 2011-2012 en el Palau de les Arts de Valencia con el estreno de la obra de Modest Mussorgsky “Boris Godunov”, una de las composiciones emblemáticas del género operístico ruso.

Lamentablemente se vieron demasiados huecos en la sala principal de Les Arts para ser la función de inauguración de la temporada. Faranduleo de todo a cien, politiqueo y gorrones varios no faltaron, claro, con la presencia en el palco por vez primera del nuevo President de la Generalitat, Alberto Fabra, y una corte de carguitos y pelotas que le seguían permanentemente, entre ellos la consellera de Cultura Lola Johnson.

Pero, como decía antes, lo más preocupante fue ver más asientos vacíos de lo que es normal en un estreno de comienzo de la temporada, y esa es la peor noticia posible en la situación actual de incertidumbre sobre su futuro en que se encuentra el teatro valenciano. Y encima, en una obra que no es de las más fáciles y con tanto gorrón poco cultivado, tras el descanso los vacíos aumentaron.

Pero bueno, entrando ya en lo importante, esta coproducción del Palau de les Arts con la Fondazione Lirico Sinfonica Petruzzelli e Teatri di Bari y con el Teatro Regio di Torino, inauguró precisamente también la pasada temporada en este último. La versión ofrecida en Les Arts, como ya sucediera en Torino, es la original concebida por Mussorgsky en 1869, omitiendo por tanto el bellísimo acto polaco introducido en 1872, aunque se ha añadido el cuadro del bosque de Kromy con el que finaliza esa versión de 1872, pero intercalada antes del cuadro de la muerte de Boris. En cualquier caso, para conocer más sobre las versiones de “Boris Godunov” y sobre la obra misma, os recomiendo pasar por el blog de maac, de quien también os recomiendo leer la estupenda crónica que ha hecho de este estreno y que podéis ver aquí.

La dirección escénica e iluminación han corrido a cargo del director de cine ruso Andréi Konchalovski. Se caracteriza su puesta en escena por una escenografía de Graziano Gregori muy escueta, apenas unas plataformas móviles inclinadas que consiguieron algunos efectos visuales interesantes, como la caída final del trono a la muerte de Boris o la salida de éste en la escena de la coronación, y tan sólo unos pocos objetos de mobiliario que servían para distinguir en medio de tal sobriedad escénica los distintos espacios físicos en que se desarrollan los cuadros de la obra. Se ha dejado que lo primordial sea la música, el canto y la expresión de las emociones, el mundo interior de los personajes, siendo el vestuario realista de Carla Teti el único vehículo que nos remite a la época y lugar en que se desenvuelve la acción, sirviendo también para marcar las diferencias sociales existentes en la población de la Rusia zarista.

La espléndida iluminación ayuda también a remarcar la carga emocional de las situaciones que viven los personajes y proporciona algunos sugerentes juegos de luces y sombras, como ese gran momento en que el trono de Boris proyecta su larga sombra sobre el escenario.

Todo eso es importante en una obra con una carga psicológica tan fuerte como es esta, pero requiere, además, de unos intérpretes sólidos en el aspecto expresivo, y sobre todo de una dirección de actores coherente y trabajada. Y precisamente en ese punto creo que es donde la propuesta de Konchalovsky convence definitivamente. Se aprecia un consistente trabajo actoral con los cantantes, que resulta especialmente significativo en los movimientos de las masas corales, habiéndose extraído toda la potencialidad teatral del coro, con la dificultad añadida en este caso de su abultado número de componentes y de tener que actuar entre plataformas móviles. Todas estas circunstancias están resueltas con maestría y posiblemente la experiencia cinematográfica del director ruso haya tenido mucho que ver en el innegable éxito que obtuvo ayer la dirección escénica.

Omer Wellber ha iniciado su primera temporada como titular de la dirección musical de Les Arts con una auténtica prueba de fuego como es “Boris Godunov”. El israelí cuenta con una baza importantísima a su favor como es la de tener bajo sus órdenes a una agrupación excepcional como la Orquestra de la Comunitat Valenciana y con una partitura como la de Mussorgsky llena de fuerza dramática de principio a fin, y es indudable que con esos mimbres el cesto no podía ser demasiado malo. Es verdad que dio la impresión el israelí de comenzar un poco perdido y su dirección me pareció por momentos más rutinaria que intensa, pero en conjunto creo que pasó la prueba con nota, sabiendo mantener la tensión dramática y con momentos en los que hizo brillar especialmente a la orquesta, como la escena de la coronación. Mantuvo en todo instante una impecable conexión entre foso y escena y yo le criticaría un cierto descontrol en el abuso de decibelios, que tapó a los solistas en no pocas ocasiones.

Los movimientos que ha habido en la Orquestra de la Comunitat Valenciana durante estos meses entre temporada y temporada, afortunadamente no parecen haber menguado la excelencia de la agrupación, que ayer volvió a maravillar con la exquisitez de su sonido, con una sección de cuerda que sigue estando en estado de gracia y donde quiero destacar a las violas que tuvieron un par de intervenciones de auténtico lujo. Igualmente merecen destacarse las actuaciones solistas del oboe de Christopher Bouwman y la flauta de Álvaro Octavio.

El nunca suficientemente alabado Cor de la Generalitat tenía aquí una obra propicia para el lucimiento, donde el pueblo ruso se convierte en el auténtico protagonista de la ópera, y lo consiguió con creces, y ello pese a que en esta ocasión la prueba se complicaba más, tanto por la complejidad del idioma, como por esa escenografía móvil que exigía una atención permanente al movimiento escénico. Un empaste impecable, con la rotundidad que exige la partitura, y una actuación teatral excelente fueron claves para que lograsen transmitir de forma idónea el lamento y la rabia de un pueblo ruso permanentemente oprimido.

Las mismas alabanzas las hago extensivas a los jóvenes integrantes de la Escolania de la Mare de Déu dels Desemparats y de Pequeños Cantores de Valencia, que llevaron a cabo una labor magnífica.

En una ópera como “Boris Godunov”, donde se incide tanto en lo más íntimo de la personalidad del personaje principal, se requiere un cantante que sea capaz de transmitir con su voz todas las emociones, sabiendo combinar la vertiente más humana del mandatario y su atormentado remordimiento, con su crueldad y ambición. El bajo Orlin Anastassov quizás sea demasiado joven para el papel, pero esa no es su principal carencia, lo cual además compensa con su impresionante envergadura física. Es verdad que el búlgaro tiene una voz realmente bonita, de acentos claramente eslavos, y es un estupendo cantante que hizo un notable trabajo para acentuar los matices del papel, pero su timbre es posiblemente más claro de lo deseable y le falta claramente rotundidad vocal, especialmente en la zona más grave, presentando problemas para proyectar adecuadamente, por lo que, lamentablemente, en muchos momentos se vio tapado por la orquesta y eso en un Boris es imperdonable. No obstante, su rendimiento fue bueno y, hoy por hoy, quitado René Pape, no se me ocurren muchos más nombres que pudieran mejorar el resultado.

El tenor austriaco Nikolai Schukoff, que ya me sorprendiese muy favorablemente como Narraboth en la “Salome” de hace dos temporadas, fue un Grigori (falso Dmitri) de muchos quilates. Su potente voz lírica, de gran belleza, corría con facilidad por la sala y se imponía a la orquesta. Fue una lástima la supresión del acto polaco, porque allí hubiera tenido territorio para lucirse mucho más.

El veterano Vladimir Matorin, con una voz ya no tan fresca como antaño, pero conservando sus resonancias de auténtico bajo ruso y un gran volumen, compuso un Vaarlam excepcional, ayudado además por una interpretación magnífica como actor.

Excelente también fue la actuación de Ilona Mataradze como Xenia, deleitándonos con una preciosa voz cristalina que adornó con unos soberbios matices. Somos ya muchos los que pensamos que esta cantante merece papeles de mayor envergadura.

Aunque las voces infantiles no son precisamente mi debilidad, agradecí en este caso que el papel de Fiódor fuese interpretado por un niño contralto, Iván Khudyakov, en lugar de por una cantante femenina travestida.

El resto de solistas, como el Pimen de Alexánder Morozov o la Posadera de Nadezhda Serdiuk se mantuvo en un buen nivel. Emilio Sánchez, como de costumbre, mejor como actor que como cantante; más flojete me pareció Andréi Zorin como el Idiota, pero al fin y al cabo, haciendo de idiota no desmerecía demasiado; y caso aparte fue Konstantín Plúzhnikov, un deplorable Shúyski, que me hizo dudar de si realmente era un tenor profesional o un payaso del circo instalado actualmente frente al Palau de les Arts que se había colado allí de rondón.

Fuertes ovaciones premiaron la actuación de todos los artistas, siendo especialmente reconocidos Matorin y Anastassov. Patética era la imagen que presentaba el patio de butacas cuando los escasos cinco minutos de aplausos estaban finalizando, pues apenas una veintena de personas quedaban en la platea.

Una de las primeras en salir a la carrera fue la concejala de cultura y presidenta del Palau de la Musica de Valencia, Mairen Beneyto, quien por cierto no dejo de juguetear con su teléfono móvil durante toda la función molestando con su luz, y las prisas en salir de allí desde luego no serían por encontrar un taxi, pues tenía su coche oficial esperando fuera, igual que el resto de carguetes, lo cual, aprovecho para decir, que me parece vergonzoso e irritante con la que está cayendo.

sábado, 9 de abril de 2011

CONCIERTO POR JAPÓN EN LES ARTS: LA CRÓNICA

El pasado jueves tuvo lugar en el Auditorio del Palau de les Arts el concierto organizado a beneficio de los damnificados por los sucesos ocurridos en Japón, del que os hablé en un post anterior.

La organización del evento parece que surgió de los propios músicos y cantantes y que el Palau de doña Helga en este caso se ha limitado a poner el local. Y, por cierto, el día del concierto yo no vi por allí a mi Intendente favorita, aunque no puedo asegurar que no estuviera, dada la ubicación en la que me encontraba.

Una de las personas más implicadas en esta organización ha sido el barítono hispano-uruguayo Erwin Schrott, a quien al finalizar el acto se le veía realmente emocionado y es muy de agradecer el interés personal que ha puesto en ello.

Al tratarse de un acto benéfico, en el que todos los participantes han colaborado de forma gratuita por un fin solidario, no procede poner aquí de manifiesto los fallos o limitaciones que pudieran tener unos u otros, sobre todo teniendo en cuenta que el evento se ha organizado en muy pocos días y sin posibilidad casi de ensayos. Lo importante es la causa solidaria y el hecho de que se haya tomado esta iniciativa y eso ya valora positivamente por sí mismo el trabajo de cuantos intervinieron.

Pero es que además he de decir que todo salió mejor de lo que muchos esperábamos y el público disfrutó un montón del espectáculo.

Tras una briosa interpretación de la Obertura de “La Forza del Destino” por la Orquestra de la Comunitat Valenciana, el tenor mejicano Ramón Vargas nos ofreció uno de los grandes momentos de la noche con el aria “Quando le sere al placido” de “Luisa Miller” de Verdi, que cantó con enorme expresividad, fuerza, sensibilidad y control vocal, emocionando. Al final de la velada volvería Vargas a electrificar la espina dorsal de los asistentes, en este caso con la popular “Granada”, donde de nuevo maravilló con su musicalidad, impresionantes agudos y control del fiato.

La soprano Rocío Ignacio cantó el “Caro Nome” de “Rigoletto”, lo que hizo demostrando un adecuado control de la coloratura y dominio de la zona aguda.

También intervino la guapa soprano georgiana Ilona Mataradze que optó por una pieza siempre agradecida por el gran público como es el “O mio babbino caro” de “Gianni Schicchi” de Puccini, que cantó con una voz muy bella, mostrando mucho gusto y delicadeza.

El Cor de la Generalitat tuvo dos magníficas intervenciones que pusieron fin a cada una de las partes del concierto: “Amen. In sempiterna” del “Stabat Mater” de Rossini, y el “Coro a bocca chiusa” de “Madama Butterfly” de Puccini, bellísimo y emocionante.

Pero si hubo un protagonista de la noche, ese fue Erwin Schrott. Su primera intervención fue cantando “Udite,udite” de “L’Elisir d’Amore” de Donizetti. Y cuando digo cantando, quiero decir cantando de verdad. Dando al personaje el carácter bufo que tiene, pero sin caer en la pantomima excesiva en la que ha incurrido en otras ocasiones en detrimento del canto. Lució su voz potente, profunda y bien timbrada y la puso al servicio de la partitura. Y por supuesto no faltó el peculiar "toque Schrott". Sacó a modo de elixir un folio enrollado y se dirigió al público enarbolándolo en alto mientras cantaba que se lo comprasen, que era el remedio para todos los males. Desplegó el folio en cuestión y era un cartel del concierto firmado por los participantes en él. Un espectador de la primera fila sacó un billete de 20 euros y se lo entregó a Schrott, quien a su vez le dio el cartel. Al finalizar su aria se dirigió al espectador y, mientras se guardaba el billete en el bolsillo de su chaqueta, le dijo: “esto va para el Japón”, procediendo a salir del escenario dejando al hombre con cara de “pues vaya…”

La segunda parte comenzó con unas palabras del Consul General del Japón en Barcelona que, emocionado, dio las gracias en nombre de su país por el acto organizado, tras lo cual tuvo lugar la intervención del dúo de percusión israelí PercaDu que interpretaron una pieza compuesta por el japonés Minoru Miki, en la que exhibieron un portentoso virtuosismo y sincronización.

Tras esto vino el apartado dedicado a los tangos. Omer Wellber salió a escena en chalequillo y con un acordeón para acompañar a Erwin Schrott en “Oblivion” de Astor Piazzolla, que el uruguayo cantó con mucho estilo y cuidando los matices, mientras no dudaba en dirigir la orquesta con gestos indicativos, ya que el maestro estaba ocupado aporreando el acordeón.

Después, Wellber y su acordeón acometieron junto a la orquesta el “Libertango” de Piazzolla y, claro, pasó lo que tenía que pasar. Wellber toca el acordeón igual que dirige, con esa hiperactividad desatada que te hace preguntarte si es que tendrá un ejército de hormigas carnívoras en los calzoncillos y pirañas en los sobacos, así que, a mitad de “Libertango”, dos o tres teclas del acordeón se fueron a tomar… el aire. Se quedó Wellber mirando el instrumento con cara de perplejidad, se encogió de hombros y tuvo que acabar acompañando a la orquesta golpeando rítmicamente el acordeón cual si de unas congas se tratase.

El apartado tanguista finalizó con Erwin Schrott abordando el tema que da título al CD que acaba de lanzar al mercado, “Rojo tango” de Pablo Ziegler, no pudiendo estar acompañado por Wellber y su ex acordeón, como estaba previsto en un principio, ya que no debía haber cover del instrumento. Schrott volvió a demostrar aquí su potencia vocal, muy metido en estilo, y fue divertido observar como Wellber dirigía la Orquesta batuta en ristre y, a su lado, Schrott hacía lo propio con sus manos y no siempre coincidiendo con las indicaciones del maestro.

Al finalizar (sin bises), el público que llenaba las tres cuartas partes del aforo del Auditorio, con una gran presencia de la colonia japonesa en Valencia, tributó, puesto en pie, una larga y calurosa ovación a todos los participantes y nos marchamos todos de allí muy satisfechos tras pasar una noche plagada de emociones, humanas y artísticas.

Ojalá este gesto solidario que tuvo lugar el jueves en Valencia sirva para paliar el dolor de los afectados por la catástrofe de Japón, si no desde un punto de vista económico, al menos sí como mensaje de apoyo para que sientan que no están solos en los difíciles días que están viviendo.

Para finalizar, os dejo la traducción aproximada del poema de Miyazawa Kenji, “Ame ni mo mazeku”, que leyeron en el concierto los dos músicos japoneses de la Orquestra de la Comunitat Valenciana, la violinista Eri Takeya y el contrabajo Nobuaki Nakata, todo un canto a la lucha por la vida y la solidaridad:

Poder resistir la lluvia,
poder resistir el viento,
poder resistir tanto la nieve como el calor del verano
con un cuerpo fuerte,
sin ansias.
 
No dejándose llevar nunca por el temperamento.
Con una alegría tranquila.
Comer cada día cuatro tazas de arroz integral,
miso y algunos vegetales.
 
En todo,
pensar primero en los otros.
Ver, escuchar y entender
y, además, nunca olvidar.

A la sombra de los pinos, en los prados,
estar en una pequeña choza con techo de paja.
Si hay un niño enfermo al Este,
asistirle.
Si hay una madre exhausta al Oeste,
ponerse al hombro sus fajos de arroz.
Si hay un hombre moribundo al Sur,
decirle que no tema.
Si hay una guerra o conflicto al Norte,
decir que sería mejor acabar con ello.

Cuando hay sequía, derramar lágrimas.
Cuando el verano es frío, vagar perplejo.
Ser llamado imbécil por todos,
no ser alabado,
no ser culpado.

Quisiera convertirme
en una persona así.


sábado, 2 de abril de 2011

CONCIERTO SOLIDARIO POR JAPÓN EN LES ARTS

En el Auditorio del Palau de les Arts de Valencia tendrá lugar el próximo jueves 7 de abril un concierto solidario a beneficio de los damnificados por los trágicos sucesos acaecidos recientemente en Japón.

En él participará la Orquestra de la Comunitat Valenciana dirigida por el israelí Omer Meir Wellber, el Cor de la Generalitat y cuatro de los solistas que intervienen en las funciones de “L’Elisir d’Amore” que están desarrollándose actualmente en el recinto valenciano: La soprano sevillana Rocío Ignacio, que iniciará su participación en “L’Elisir” el día 8; el tenor Ramón Vargas; el barítono Erwin Schrott y la soprano Ilona Mataradze que, aunque la mayoría de críticas aparecidas en prensa la hayan obviado por completo, está siendo una estupenda Gianetta.

Sobre el programa que podrá escucharse, apenas se sabe nada. Tan sólo se ha dicho hasta ahora en la web de Les Arts que estará “integrado por una selección de arias de Puccini, Verdi y Massenet, tangos, pasajes para coro, así como movimientos orquestales”.

Lo de los “movimientos orquestales” no sé si se refiere a que habrá fragmentos de música sinfónica o a que los músicos de la Orquestra de la Comunitat Valenciana nos obsequiarán con algún numerito a lo Dudamel:


video de pepodavid77

En cuanto a la referencia que se hace a los tangos, supongo que será porque el señor Schrott aprovechará la ocasión para hacer promoción de su disco Rojotango que acaba de salir a la venta hace una semana... Miedo me da.

El precio único de las localidades para este concierto extraordinario es de 30 euros, en cualquiera de las zonas del Auditorio, lo que constituye una buena oportunidad para adquirir una entrada a un coste razonable en la parte baja del recinto, que es la única donde la acústica es medianamente pasable.

También se ha abierto una cuenta como Fila Cero para quienes deseen hacer su aportación económica al margen de la entrada. El número de cuenta es 2077-0760-71-6600004500.

Por supuesto, la recaudación íntegra que se obtenga en el concierto se dice que será destinada a los damnificados por la catástrofe japonesa. Puede ser una buena ocasión de colaborar con un fin solidario al tiempo que se disfruta de un recital que no dejará de ser interesante. Veremos si doña Helga nos obsequia también con su solidaria presencia.

Os dejo con el video que se ha grabado al efecto. Que, por cierto, ya podrían habérselo preparado un poquito mejor…


video de PalaudelesartsRS