
Los pasados días 19 y 20 de diciembre tuvieron lugar en Valencia las dos representaciones de este año del oratorio “El Mesías” de G.F.Haendel, en su modalidad “participativa” (con inclusión de cantantes no profesionales), en una iniciativa organizada por la Obra Social "la Caixa" y el Institut Valencià de la Música (IVM).
Esta actividad se inició en el año 1995 en Barcelona, con el objetivo de estimular la práctica social del canto y de la música y promover la cohesión social, y se ha ido extendiendo
progresivamente a diferentes ciudades españolas como Madrid, San Sebastián, Palma de Mallorca, Santa Cruz de Tenerife, Lleida, Girona, Valladolid o Valencia, donde este año se ha celebrado la sexta edición.
La experiencia, afortunadamente, se ha consolidado en esta ciudad, y se ha convertido ya en toda una tradición que vuelve puntualmente por Navidad como los turrones, los niños de San Ildefonso o el incremento abusivo del precio de los langostinos. Socialmente, ha recibido el respaldo de un público que espera con ilusión su cita anual con el oratorio de Haendel, vendiéndose la totalidad del aforo de los recintos donde se lleva a cabo, y contando cada vez con un mayor número de solicitudes de participación de cantantes no profesionales.
Esta respuesta social y la ilusión que genera no se ven correspondidas, sin embargo, con un
emplazamiento adecuado y estable de la iniciativa, que cada año va cambiando de ubicación, debido a la dificultad que encuentran para que les sea cedido un local que reúna las condiciones idóneas para la celebración de un concierto de este tipo sin desproporcionadas exigencias económicas.
En la página web de la Obra Social "la Caixa" podemos leer: “El Mesías participativo es una atractiva experiencia que ofrece a los aficionados a la música coral la materialización de un sueño: cantar el célebre oratorio de Händel con una orquesta profesional y en una sala de conciertos”. Esto último, en el caso de Valencia, se aleja mucho de la realidad.
Es verdad que el año pasado el emplazamiento escogido fue el Palau de la Música y los resultados musicales fueron óptimos, pero, eso sí, las condiciones económicas impuestas por doña Mayrén Beneyto hicieron que los organizadores optasen esta vez por buscar otra ubicación que no convirtiese en ruinosa la iniciativa.
En esta ocasión, tanto las gestiones con el Palau de la Música, como
con el Palau de Les Arts de mi amiga Helga Schmidt, parece ser que tuvieron por respuesta la petición de contraprestaciones dinerarias incompatibles con el compromiso social y cultural de la propuesta, acabando por recalar en el Palacio de Congresos, un espacio que no está pensado ni preparado para una interpretación musical de estas características. Muy triste.
Yo tuve la ocasión de asistir a la representación del día 19 y la lamentable acústica de la sala condicionó de manera definitiva los resultados del espectáculo. Tampoco contribuyeron a crear el ambiente adecuado el exceso de iluminación imperante durante toda la obra, ni un público que abarrotaba el recinto, pero que contaba con algunos elementos empeñados en aplaudir cada aria y otros en convertir las toses bronquíticas en un instrumento más.
Este año el encargado de la dirección musical del evento fue
Rinaldo Alessandrini, al frente del Coro y Orquesta del Concerto Italiano. Poco se puede comentar en el ámbito estrictamente musical, ya que, como digo, la acústica de la sala era penosa y los sonidos no se proyectaban adecuadamente. Cuando la totalidad del Coro cantaba, la orquesta parecía un espectáculo mímico de “El Tricicle” y si el trompeta se ponía colorado no se sabía si era de soplar o de la vergüenza que le estaba dando aquello.
La dirección de Alessandrini daba la impresión de ser desganada y de
piloto automático, sin duda también influenciada por las malas condiciones que ofrecía la sala y por la imposibilidad de haber reubicado los coros, tal y como él pretendió el día del ensayo. Su lectura de la partitura estuvo dominada por unos tempi bastante lentos, salvo en el archifamoso “Aleluya” que fue ejecutado con una inhabitual viveza. Sólo en algún momento aislado consiguió el italiano transmitir algún destello de emoción al patio de butacas. Emoción que llegaba a raudales cuando la masa coral intervenía, aunque con el handicap ya comentado de que parecía que lo hiciesen “a cappella”.
Los fragmentos solistas fueron interpretados por los miembros del Coro del Concerto Italiano que iban turnándose, donde sólo destacó el bajo que ejecutó el “The trumpet shall sound”, con una voz bastante robusta y homogénea que emitía con mucho gusto y, sobre todo, la celebre
contralto Sara Mingardo que, ella sí, prendió la mecha de la emoción en casi todas sus intervenciones, con unos graves de ensueño, bien apoyados, destacando especialmente en un “He was despised” antológico.
En cuanto al Coro aficionado, vaya desde aquí mi mayor aplauso y felicitación por haber estado a la altura en semejantes condiciones de trabajo. No sólo tuvieron que luchar con la deficiente acústica del local, sino, además, con una inadecuada ubicación en el mismo. Estuvieron todo lo empastados que la situación permitió y en fragmentos tan complicados como el “He trusted in God” o, sobre todo, el “Amen”, los desajustes fueron prácticamente inapreciables, pese a no contar con la referencia orquestal. Bravo por ellos y por sus preparadores, por haber conseguido conjuntar unas voces aficionadas con resultados profesionales.
Esta actividad se inició en el año 1995 en Barcelona, con el objetivo de estimular la práctica social del canto y de la música y promover la cohesión social, y se ha ido extendiendo

La experiencia, afortunadamente, se ha consolidado en esta ciudad, y se ha convertido ya en toda una tradición que vuelve puntualmente por Navidad como los turrones, los niños de San Ildefonso o el incremento abusivo del precio de los langostinos. Socialmente, ha recibido el respaldo de un público que espera con ilusión su cita anual con el oratorio de Haendel, vendiéndose la totalidad del aforo de los recintos donde se lleva a cabo, y contando cada vez con un mayor número de solicitudes de participación de cantantes no profesionales.
Esta respuesta social y la ilusión que genera no se ven correspondidas, sin embargo, con un

En la página web de la Obra Social "la Caixa" podemos leer: “El Mesías participativo es una atractiva experiencia que ofrece a los aficionados a la música coral la materialización de un sueño: cantar el célebre oratorio de Händel con una orquesta profesional y en una sala de conciertos”. Esto último, en el caso de Valencia, se aleja mucho de la realidad.
Es verdad que el año pasado el emplazamiento escogido fue el Palau de la Música y los resultados musicales fueron óptimos, pero, eso sí, las condiciones económicas impuestas por doña Mayrén Beneyto hicieron que los organizadores optasen esta vez por buscar otra ubicación que no convirtiese en ruinosa la iniciativa.
En esta ocasión, tanto las gestiones con el Palau de la Música, como

Yo tuve la ocasión de asistir a la representación del día 19 y la lamentable acústica de la sala condicionó de manera definitiva los resultados del espectáculo. Tampoco contribuyeron a crear el ambiente adecuado el exceso de iluminación imperante durante toda la obra, ni un público que abarrotaba el recinto, pero que contaba con algunos elementos empeñados en aplaudir cada aria y otros en convertir las toses bronquíticas en un instrumento más.
Este año el encargado de la dirección musical del evento fue

La dirección de Alessandrini daba la impresión de ser desganada y de

Los fragmentos solistas fueron interpretados por los miembros del Coro del Concerto Italiano que iban turnándose, donde sólo destacó el bajo que ejecutó el “The trumpet shall sound”, con una voz bastante robusta y homogénea que emitía con mucho gusto y, sobre todo, la celebre

En cuanto al Coro aficionado, vaya desde aquí mi mayor aplauso y felicitación por haber estado a la altura en semejantes condiciones de trabajo. No sólo tuvieron que luchar con la deficiente acústica del local, sino, además, con una inadecuada ubicación en el mismo. Estuvieron todo lo empastados que la situación permitió y en fragmentos tan complicados como el “He trusted in God” o, sobre todo, el “Amen”, los desajustes fueron prácticamente inapreciables, pese a no contar con la referencia orquestal. Bravo por ellos y por sus preparadores, por haber conseguido conjuntar unas voces aficionadas con resultados profesionales.
Permitidme que dedique una especial felicitación al amigo Álvaro, fiel seguidor del blog, debutante en esta experiencia y futuro heldentenor de referencia. Y otro recuerdo muy especial para las ya veteranas en estas lides Carmina y Ana.
Me parece absolutamente impresentable que este tipo de actividades tengan que ir mendigando
de las instituciones musicales de esta ciudad la cesión de un recinto en condiciones, y que el desprecio por la cultura de sus dirigentes acabe confinando la experiencia a ubicaciones inapropiadas o, lo que es peor, ponga en peligro la pervivencia misma de esta interesante iniciativa. No nos valdrá como excusa que la Presidenta del Palau de la Música diga que el Palau siempre cobra, porque además no es cierto. Eso sí, luego tendremos que estar todo el año escuchando a Mayrén como se le llena la boca hablando de su amor por la música, a Valencia, de la música que se escucha con la piel, y bobadas por el estilo.
Para terminar, como no podía ser de otra forma, os dejo con un fragmento de “El Mesías” de Haendel, en concreto con el "Amen" final, interpretado por la Orquesta y Coro de la Academy of St. Martin in the Fields, dirigidos por Sir Neville Marriner:
video de jesusmiramon
Me parece absolutamente impresentable que este tipo de actividades tengan que ir mendigando

Para terminar, como no podía ser de otra forma, os dejo con un fragmento de “El Mesías” de Haendel, en concreto con el "Amen" final, interpretado por la Orquesta y Coro de la Academy of St. Martin in the Fields, dirigidos por Sir Neville Marriner:
video de jesusmiramon