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viernes, 16 de marzo de 2018

UNA LUNA SOPORÍFERA Y OTRAS COSAS DE LES ARTS


El pasado día 8 de marzo se estrenó en el Teatre Martin i Soler del Palau de les Arts la ópera de Joseph Haydn Il mondo della luna. Desde entonces a hoy no he tenido ocasión de publicar nada al respecto y como además también me aburrí bastante, no he hecho tampoco demasiado esfuerzo por dejar aquí antes mis impresiones.

El caso es que ayer alguien me preguntó mi opinión y al final he decidido hacer esta breve reseña, entre otras cosas para que dentro de unos años pueda yo acordarme de haber asistido a ese pestiño que intuyo se evaporará de mi memoria antes de que el olor fallero a orín y fritanga desaparezca de la capital valenciana.

Cuando vi en el programa de mano que la duración estimada de aquello se iba a las dos horas y cincuenta minutos, me temí lo peor… y acerté. La velada comenzó con un manifiesto leído por algunos miembros de la Comisión de Igualdad del Palau de les Arts en defensa de la igualdad y apoyando a las mujeres trabajadoras del Palau que esa noche habían hecho posible la representación. Al final eso fue lo más entretenido de la noche.

El primer acto se me hizo eterno; pese a que pienso que es el mejor de la ópera y que al ser el primero no te suena todavía todo tan a repetido, pero yo llegué al descanso buscando compañía para, por primera vez en mi historia en Les Arts, largarme al bar antes de acabar la función. Como no conseguí convencer a nadie, opté, craso error, por quedarme a los actos segundo y tercero que, como me esperaba, me aburrieron casi hasta el dolor… el dolor de quijadas de tanto bostezar.

En mi modesta e ignorante opinión, esta ópera de Haydn es un soberano tostón de casi 3 horas, más repetitivo que un sándwich de pepino y ajoaceite, con agradables melodías esporádicas en medio de un conjunto donde todo sonaba igual. Una especie de reguetón del siglo XVIII, insoportable cual discurso de Rajoyen cine Exín. Al menos esas fueron mis sensaciones.

Y eso que la obra contó con una  puesta en escena de Emilio Sagi auténticamente fantástica. La inteligencia del director asturiano volvió a quedar patente con un trabajo minucioso de dirección de actores y un aliño de la infumable trama de la ópera ciertamente divertido y muy atractivo visualmente. Sólo le reprocharía lo molestos que resultaban al espectador los aritos luminosos del comienzo de la obra.

Junto a Sagi, lo mejor de la representación fueron los miembros del Cor de la Generalitat que derrocharon gracia escénica (memorable su bajada de escalera) y subieron el listón de un apartado vocal donde los cantantes del Centre Plácido Domingo estuvieron mejor que en otras ocasiones, pero mostraron en general unas voces bastante verdes aún, aunque es muy elogiable su esfuerzo y sobre todo su absoluta entrega a las divertidas instrucciones escénicas de Sagi.

Algo menos me gustó la labor con la batuta de Jonathan Brandani que no fue capaz de insuflar un poco de chispa a la partitura, centrándose en su trabajo de concertación, donde cumplió aceptablemente.

Ahora a esperar el estreno de Il Corsaro verdiano, que, también os confieso, no me motiva especialmente, ojalá me equivoque…

Mientras tanto Les Arts sigue funcionando sin director artístico y sin que se sepa cuándo narices piensan llevar a cabo ese concurso o paripé de concurso que se supone habrá de nombrar al nuevo responsable artístico del coliseo. Dijeron que el nuevo Patronato se iba a constituir en este mes de marzo y a partir de ahí se iniciaría la cadena administrativa que condujese al nombramiento; pero a día de hoy sigue el silencio.

Lo malo como ya he dicho muchas veces es cómo pueda afectar este descabezamiento provisional de Les Arts a su futuro y parece claro que cuanto más se demore el nombramiento mucho peores serán las consecuencias. Es verdad que la responsabilidad de todos los trabajadores de la casa hace que la máquina siga funcionando de cara al exterior, pero hay muchas decisiones que tomar, empezando por cerrar una temporada próxima que, aunque Livermore dejase medio hilvanada, hay que anunciar y asegurar con contratos y gestiones que no parece que se quieran culminar hasta la llegada del Mesías. Los problemas en el interior no son pocos y cada día que pasa el clima se puede enrarecer más.

Y por si había poca chicha en el cocido, hace dos días se hizo público el anuncio de que el Cor de la Generalitat llevará a cabo movilizaciones y acciones de protesta, sin descartar jornadas de huelga en algunas representaciones, si la administración autonómica no lleva a cabo de una puñetera vez la consolidación definitiva de la actual plantilla que vive una situación de precariedad absolutamente inaceptable. Esto, obviamente, no es culpa de Les Arts, pero sí de los mismos responsables políticos, cuya insensibilidad, ignorancia y torpeza puede acabar con uno de los valores culturales más importantes de la Comunitat como es el Cor.

Veremos cómo sigue todo esto.


domingo, 14 de abril de 2013

"TO THE WONDER". LA MÚSICA DEL ÚLTIMO MALICK


El ser humano es un profundo misterio… No, tranquilos, que no os voy a dar la brasa con ninguna interpretación metafísica. Decía que el ser humano es un misterio porque es muy complicado averiguar por qué algunos congéneres nuestros pueden encontrar satisfacción en cosas como pasarse horas a la intemperie pescando truchas con mosca, dedicar el tiempo libre a escuchar discos de la tuna de Derecho o, como es mi caso, disfrutar sin reservas con el cine de Terrence Malick.

Para mí, asistir a un nuevo estreno del director tejano es todo un acontecimiento. Y eso que no tiene la magia de antes, cuando podían transcurrir 20 años de espera entre una película y otra, lo que contribuía a engrandecer el mito (sobre todo si se trataba de dos obras maestras como “Días del Cielo” y “La delgada línea roja”); porque ahora Malick ha tenido un arranque de creatividad y en el plazo de dos años ha culminado dos películas (“El árbol de la vida” y esta “To the Wonder”) y tiene otras dos más en cartera a punto de salir de la sala de montaje.

Pero, en cualquier caso, cuando acudo al cine a ver uno de sus trabajos, lo hago con una especial motivación y disposición. No se trata de entrar en la sala esperando a ver “qué me echan”, sino mentalizado para asistir a un recital de poesía en imágenes, a través de las cuales no sólo vamos a ver una historia, sino que vamos a compartir emociones y sensaciones a base de pura genialidad cinematográfica.

Algunos se sienten incómodos ante una técnica narrativa con voces en off, ausencia de diálogos, grandes elipsis, inserciones súbitas de planos aparentemente incoherentes… pero ahí reside gran parte de la verdad y magia de su construcción. Esa es la forma en la que nuestra memoria guarda los recuerdos. Así funcionaría nuestra mente si, como los protagonistas de las historias de Malick, intentásemos rememorar lo sucedido tiempo atrás y recuperar las sensaciones vividas. Y si además logra que compartamos esas emociones y sensaciones que pretende contarnos, mediante cuidados planos de aparente sencillez (unas manos intentando aprehender la luz del sol en un cristal, el contacto del agua sobre la piel, el roce de unos labios…), el disfrute está garantizado. Al menos para algunos raritos como yo.

De todas formas, no pretendía hablar aquí de “To the Wonder”, la última película de Terrence Malick y menos aún defenderla. Comprendo que haya personas que no la soporten y, por supuesto, no se la recomendaría a nadie a quien ya no le haya convencido cualquiera de sus películas previas. Pero, ¿a mí me ha gustado?: pues sí. Desde luego considero que está lejos de “El árbol de la vida” y de creaciones anteriores. Pienso también que hay un evidente fallo de casting con el reparto masculino. Y si se quiere hablar de pretenciosidad a raudales, de preciosismo formal, de hueco misticismo… no seré yo quien lo discuta. Pero sus imágenes siguen siendo bellísimas y su cine me sigue emocionando. Independientemente de sus mensajes. Es muy fácil hacer chistes sobre su grandilocuencia desbordante, aunque para mí es mucho más importante dejarme llevar por mis sensaciones y esas me siguen compensando, con mucho, cualquier reproche que se pueda hacer. Y se pueden hacer muchos.  

Pero, como decía, no era mi intención analizar el último estreno de Terrence Malick, sino, tal y como ya hice cuando se estrenó “El árbol de la vida”, efectuar una referencia a la música que podemos escuchar en el film, o parte de ella. Y es que, como es habitual en las películas de Malick, la música ocupa un lugar esencial y no hay apenas ningún momento en el metraje en el que la imagen no esté acompañada por alguna melodía cuidadosamente escogida por el director estadounidense. En esta ocasión, firma la banda sonora original el neozelandés Hanan Townshend, y, como siempre, la cinta está plagada de fragmentos, más o menos conocidos, de música clásica.

Al poco de comenzar “To the Wonder”, acompañando unas bellísimas e inolvidables imágenes de la abadía del Monte Saint-Michel y su entorno, nos encontramos nada menos que con las maravillosas notas del Preludio al acto I de la ópera “Parsifal”, la última de las compuestas por Richard Wagner. Este fragmento volverá a sonar en dos ocasiones más y, cada vez que se escucha, las emociones en la sala suben varios enteros. Aquí traigo ese Preludio, en la mítica versión que en 1951 interpretase en el Festival de Bayreuth la orquesta titular de la casa bajo la dirección del maestro Hans Knappertsbusch:


Addiobelpassato

No es inhabitual que Malick recurra a la música de Héctor Berlioz, ya lo hizo en “El árbol de la vida” con la “Grande Messe de Morts” del compositor francés. En esta ocasión se pueden escuchar fragmentos del segundo movimiento de su segunda sinfonía, conocida como “Harold en Italie”, compuesta por Berlioz en 1834 y estructurada en cuatro movimientos, con un protagonismo indiscutible de la viola. Aquí os dejo con ese segundo movimiento, “Marcha de los Peregrinos”, en interpretación de la London Symphony Orchestra, con Nobuko Imai a la viola y la dirección de Sir Colin Davis (por cierto, hoy lamentablemente fallecido):


video de sstuddert

Otro compositor que repite respecto a “El árbol de la vida” es Ottorino Respighi, quien aparecía allí representado con la Suite III de sus “Arias y Danzas Antiguas”, siendo en esta ocasión la Suite II la que puede escucharse. En esta obra, Respighi procedió a transcribir libremente algunas piezas para laúd de los siglos XVI y XVII, convirtiéndolas en suite orquestal. Esta es la versión de esa Suite II que grabó en 1976 Sir Neville Marriner al frente de Los Angeles Chamber Orchestra:


video de peartree336

Al poema sinfónico “La Isla de los Muertos”, compuesto en 1908 por Sergei Rachmaninov, ya le dedique una entrada en este blog. La obra fue escrita tras quedar impresionado el compositor con la visión en París de una reproducción del cuadro del mismo título del pintor suizo Arnold Böcklin. Malick incluye en su última película algún fragmento de este poema sinfónico de Rachmaninov, que podemos escuchar aquí a la Royal Stockholm Philharmonic Orchestra bajo la dirección de Sir Andrew Davis:


video de Nocturne331

También Joseph Haydn tiene su hueco en “To the Wonder”, pudiéndose escuchar un fragmento de su genial oratorio “Las Estaciones”, compuesto alrededor de 1801,  cuando ya era un venerable anciano, y que constituye una de sus más relevantes obras, aunque haya estado un tanto infravalorada en su comparación con el otro gran oratorio del compositor austriaco, “La Creación”. Aquí podemos escuchar El Invierno, de “Las Estaciones” de Joseph Haydn, con Karl Böhm al frente de la Wiener Symphoniker y con Gundula Janowitz, Peter Schreier y Martti Talvela como solistas:


video de Enrico Wessels

Y vamos ahora con otras Estaciones, en este caso las compuestas por Peter I. Tchaikovsky en 1875 y 1876. Se trata de doce piezas breves para piano que fueron subtituladas con los nombres de los doce meses del año. La sexta, Junio, es una bellísima Barcarola que puede escucharse también en el último film de Malick en su versión orquestal. Como esta, interpretada por la Orquesta Sinfónica de Detroit dirigida por Neeme Järvi:


video de MrBambolfiga

Y no menos belleza destila el Concierto para Piano nº 2 del ruso Dmitri Shostakóvich, compuesto como regalo de diecinueve cumpleaños para su hijo Maxim. Su maravilloso segundo movimiento, Andante, aparece también en la última película de Terrence Malick y podemos escucharlo ahora en una interpretación de 1958, con el propio Shostakovich al piano, acompañado por la Orquestre National de la Radiodiffusion Française bajo la dirección de André Cluytens:


video de theoshow2

En 1977 el compositor estonio Arvo Pärt escribe “Fratres”. Al igual que Malick, Pärt está influido en su obra por un sentimiento trascendente y religioso que tienen claro reflejo en sus partituras. No es la primera vez que esta composición de Arvo Pärt llega a la gran pantalla. Ya en 2007, Paul Thomas Anderson la incluyó en su film “There will be blood” (Pozos de Ambición). Hay numerosas versiones de la pieza para diferentes combinaciones de instrumentos, la presentada en “To the Wonder” es para ocho violonchelos. En este blog, como no queremos ser menos, tenemos la versión para doce, que podemos escuchar ahora en la interpretación de los violonchelos de la Filarmónica de Berlín:


video de clarisaxoflute

Bueno, pues hasta aquí esta entrada de hoy sobre la música clásica que aparece en “To the Wonder”. No está referenciada toda la que suena en un momento u otro, ni mucho menos, pero sí los principales fragmentos que he podido identificar en esta última creación del siempre polémico y genial Terrence Malick. Espero que si no os ha gustado la película o ni siquiera vais a ir a verla, al menos podáis pasar un buen rato escuchando la música que he dejado.


video de movietrailers