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domingo, 2 de octubre de 2016

"L'ELISIR D'AMORE" (Gaetano Donizetti) - Palau de les Arts - 01/10/16

Tras el parón veraniego la sala principal del Palau de les Arts volvió a vivir ayer una noche de estreno con la inauguración de la pretemporada operística 2016-2017. Una sana costumbre esto de la pretemporada… que permite aliviarnos el mono de ópera a los más enganchados y que facilita, con jóvenes repartos y precios baratos, el descubrimiento de voces emergentes, que dicen ahora los cursis, y el acercamiento al género de los más jóvenes o de aquellos que se engañan pensando todavía que la ópera es algo elitista reservado a los ricachones.

El año pasado fue una ópera tan popular como La Bohème la elegida y esta vez se ha optado por otra obra muy conocida, como es L’elisir d’amore de Donizetti, de trama simple y divertida, y en una versión escénica tan atractiva como la coproducción entre el Palau de les Arts y el Teatro Real de Madrid que vimos ya en Valencia en 2011, con dirección de escena del italiano Damiano Michieletto.

Me parece una muy buena elección, pese a algunos reproches que se puedan hacer a esta adaptación escénica y a que, como ya muchos sabéis, esta es una ópera que siempre me ha caído un poco gorda, aunque esto es una cuestión puramente personal. Pero si de lo que se trata es de aficionar a nuevos públicos al género, esta producción puede ser un buen instrumento para ello.

La encargada de la reposición escénica de esta creación de Damiano Michieletto ha sido su colaboradora Eleonora Gravagnola. No ha habido demasiadas variaciones respecto a lo ya visto en 2011, por lo que quizás repita muchas de las apreciaciones que manifesté entonces. Lo fundamental es que, a mi juicio, pese a todos los puntos negativos que se pueden reseñar, el resultado global es positivo y la frescura y vistosidad del espectáculo compensan que en ocasiones la voz y la música puedan verse desplazadas a un segundo plano.

Y es que si algo se debe criticar de la propuesta escénica es precisamente algo muy habitual en los trabajos de Michieletto (recordemos, por ejemplo, su cuestionadísimo Barbiere) que el exceso de acción secundaria y el ajetreo sobre las tablas distrae al espectador de lo puramente musical y vocal. Pero al menos aquí hay espectáculo. No han sido pocas las ocasiones en que se nos han presentado producciones en las que se ha perjudicado de una forma u otra la vertiente musical, pero encima no nos han ofrecido absolutamente nada nuevo en el aspecto dramático. Aquí hay una propuesta llena de frescura, agilidad, colorido y vis cómica, y que dota de sentido y coherencia narrativa a todo el conjunto.

La acción, como ya es sabido, se traslada a una playa valenciana, donde Adina regenta un chiringuito; el coro de segadores son familias de bañistas; los soldados, marineros de permiso; y el falso doctor Dulcamara es un vendedor de bebidas energéticas que se dedica a trapichear con drogas.

La obertura esta vez comenzó a telón bajado, pero la alegría duró poco, pues enseguida se alzó, iniciándose la acción y el ruido en escena y dificultando la escucha del preludio orquestal. También el principio del segundo acto se vio sazonado por los grititos y correteo de los miembros del coro. Respecto a 2011, no obstante, ha disminuido algo la distracción escénica, haciendo que el coro no esté siempre presente, reduciendo así la abundancia de diferentes planos de acción dramática y permitiendo mayor concentración en las voces y en la línea narrativa principal.

Ya critiqué en su momento el hecho de que se hiciese cantar a Nemorino el esperado momento de Una furtiva lagrima subido al tejado del chiringuito, pues no tiene dramáticamente nada que aportar y no es la mejor ubicación para proyectar una voz, especialmente si, como ocurrió ayer, ésta no corre especialmente bien. Y ello sin contar con que la generosa envergadura del tenor hacía temer por la resistencia del tejado y que el pobre Nemorinoacabase formando parte del expositor de helados. Al menos en esta ocasión sí se ha evitado, respecto a 2011, que Adina esté presente en escena deambulando mientras Nemorino canta su melancólica aria, y ya sólo aparece cuando ha finalizado.

Pese a todos esos aspectos que, para un tiquismiquis profesional como es servidor, considero que deben cuestionarse, insisto en que el balance global ha de calificarse de positivo, debiendo resaltarse la frescura, viveza y chispa que aporta a una historia bastante boba, y, sobre todo, merece un especial reconocimiento el gran trabajo de dirección de actores y movimiento escénico que presenta, y que tan excelente respuesta obtuvo por parte de los intérpretes, tanto coro, como figurantes y solistas.

En el apartado musical una gozosa novedad es que ocupaba el foso de Les Arts una mujer, la canadiense Keri Lynn-Wilsonde quien estos días los medios especializados no se han privado de resaltar casi más su condición de “esposa de” (en este caso de Peter Gelb, mandamás del neoyorquino MET) que sus posibles méritos como directora en un ámbito, uno más, tan masculinizado. La verdad es que no tuvo una actuación especialmente relevante. Condujo Lynn-Wilson a la Orquestra de la Comunitat Valenciana con gran atención a lo que ocurría en escena y se cantó toda la ópera de principio a fin. Su labor fue muy voluntariosa y correcta en términos generales, aunque hubo algunos cambios de tempo que no parecían muy coherentes y que provocaron algunos desajustes entre cantantes y foso que no siempre fue capaz de controlar. También se le fue en algún momento de las manos el énfasis orquestal, perjudicando la escucha de las voces de menor envergadura. El resultado global no fue malo, pero se echó de menos una batuta más refinada y menos mecánica, capaz de extraer mayores matices.

Esta producción constituye una excepcional piedra de toque para corroborar la extraordinaria capacidad dramática de nuestro Cor de la Generalitat que supo responder con empeño sobresaliente a los exigentes y permanentes requerimientos escénicos concebidos por Michieletto, inmersión en la espuma incluida. En el apartado vocal quizás hubo menos rotundidad que en otras ocasiones, posiblemente también como daño colateral de ese trabajo escénico, aunque sí debe destacarse la extraordinaria intervención de las féminas en toda la escena del segundo acto con Gianettay durante la fiesta de la espuma.

Hace ya tiempo que vengo comentando a quien quiere tener la paciencia de escucharme que no entiendo por qué no se está dando más presencia en este teatro a algunas voces salidas del Centre de Perfeccionament Plácido Domingoen sus primeras promociones, afincadas en Valencia y de gran calidad. Y una de ellas es Ilona Mataradze, quien ayer fue capaz de solventar el complicado papel de Adina con unos resultados magníficos. Mostró Mataradzerebosante musicalidad y refinamiento y un enorme desparpajo escénico. Su bonito timbre de lírico ligera corrió luminoso por la sala, atacó y colocó los agudos con valentía y limpieza e hizo frente a las agilidades del segundo acto con profesionalidad. Tuvo detalles de muy buen gusto, como en Prendi per me sei libero, donde supo regular y usar adecuadamente las medias voces y, en general, cuidó el fraseo con elegante legato. A sus buenas prestaciones vocales hay que añadir además una impecable actuación en escena, todo lo cual la convirtió en la triunfadora de la noche.

Bastante menos me convenció el Nemorino del tenor William Davenport. Lo más llamativo del cantante norteamericano es una atractiva emisión natural que se mueve con facilidad por el registro agudo y que hace inevitable pensar en un pavarottino, pero pocas más semejanzas se pueden hacer sin incurrir en blasfemia. Su principal problema es la falta de homogeneidad en los registros y el escaso empaque de una voz que mostraba problemas de proyección. El fraseo fue bastante frío y tan sólo destacó en su momento esperado, esa Furtiva lágrima en la que echó el resto y presentó las mejores credenciales de la noche, sabiendo respirar y ligar las frases como mandan los cánones, aunque a enorme distancia de aquél refinamiento melódico que nos ofreció Ramón Vargas en 2011. Hay que reconocerle que, pese a su abultada envergadura física, se movió en escena adecuadamente cumpliendo sobradamente las exigencias de la regia.

Pero si de recuerdos de 2011 hablamos, quizás quien más complicado lo tenía era el italiano Paolo Bordogna, de quien había que ver si sería capaz de que no añorásemos al carismático y avasallador Dulcamara que compuso en 2011 el uruguayo Erwin Schrott. Y, aunque hizo un dignísimo papel y fue muy aplaudido, desde mi punto de vista no lo logró. Y eso que a mí me había dejado unas estupendas sensaciones aquel mismo año 2011 como Don Magnífico en La Cenerentola. Es verdad que Bordogna se entregó sin reservas en lo actoral, pero era imposible no rememorar a su antecesor que se comía el escenario. En lo vocal, si Schrottno es precisamente el paradigma de la finura, tampoco Bordogna hizo gala de mucho refinamiento vocal. Agudos abiertos y graves justos se compensaban con más efectismo que autenticidad. Pese a todo, se mostro ajustado en estilo, bien en el canto silabato y con algunos detalles con los que supo conectar con el público, mereciendo la aprobación unánime del respetable.

Mattia Olivieri fue un correcto Belcore. Al barítono italiano se le conoce bien en este teatro tras su paso por el Centre Plácido Domingo y su participación como comprimario en numerosas producciones de los últimos años. Su tendencia habitual al histrionismo actoral, curiosamente, estuvo anoche mucho más controlada y su labor en escena fue irreprochable. Posiblemente fue el que presentó un instrumento de mayor volumen que proyectaba con suficiencia, aunque en los extremos de la tesitura mostró mayores problemas y discutible afinación.

No destacó especialmente Caterina di Tonno en el breve papel de Gianetta, pero su labor fue muy correcta en lo vocal y con excelentes y muy exigentes prestaciones en escena.

Ya lo he comentado mil veces, pero sigo cuestionando la obsesión de los responsables de la subtitulación por hacerse los graciosos. Insisto en que pienso que se deberían limitar a traducir simplemente lo que se dice y que no hay necesidad de transformar los escudosy ducados del libreto por euros, y mucho menos de convertir el vino de Burdeos en de Utiel-Requena, en un guiño pueblerino de primera división.

Lo mejor de la noche fue ver el teatro lleno casi por completo y con numerosa presencia de público joven que pareció pasarlo muy bien. Sin embargo, no aprecié apenas presencia institucional en los palcos, más allá de la consellera de Justicia. Fue muy aplaudido Davenport tras Una furtiva lágrima, pero sobre todo Ilona Mataradze al finalizar el aria Prendi, per me sei libero y la subsiguiente cabaletta Il mio rigor dimentica, donde se produjo una larguísima ovación. Al terminar la función hubo aplausos para todos, incluida la responsable escénica Eleonora Gravagnola, quien casi se estampa de la emoción al corretear con los tacones por la falsa arena playera.

Como ayer hubo quien me preguntó al respecto, quiero dejar constancia aquí de que la Asociación a la que pertenezco, Amics de l’Òpera i de les Arts de la Comunitat Valenciana no se hará cargo esta temporada de dar las charlas previas a las funciones de ópera en Les Arts, por haberlo decidido así la Intendencia del teatro valenciano, que nos ha comunicado que prescinde de nuestra colaboración gratuita, habiendo decidido organizarlas con la colaboración de la Universitat de València. De momento, ayer fue un trabajador de la casa el encargado de hacerlo.

Y hablando de trabajadores de la casa, no estaría de más que encargasen a alguien la revisión y corrección de las publicaciones y textos que lancen al exterior para evitar sonrojantes bochornos como el sufrido por los abonados al recibir los formularios para solicitar la compra preferente de localidades, con una acumulación de erratas difícil de superar.

A quienes todavía no tengáis localidades para disfrutar de esta ópera que supone el chupinazo de inicio de la pretemporada, os animo a que acudáis a Les Arts estos días, el espectáculo vale la pena y será muy interesante también ver el rendimiento de una prometedora cantante como Karen Gardeazábal como Adina en el segundo reparto.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

"LA CENERENTOLA" (Gioachino Rossini) - Palau de les Arts - 22/11/11


Por primera vez en la breve historia del Palau de les Arts, con el estreno anoche de “La Cenerentola”, se representaba una ópera de Gioachino Rossini en la sala principal del teatro valenciano donde, hasta ahora, se había reservado la producción del compositor de Pésaro a la pequeña sala Martin i Soler y a cantantes del Centre de Perfeccionament Plácido Domingo.

El hecho de que el estreno fuese un martes y que ayer estuviese lloviendo intensamente durante todo el día en la ciudad, contribuyó decisivamente (quiero pensar) a dejar de nuevo los asientos de Les Arts con muchos huecos, estando los pisos altos prácticamente vacíos. En conjunto poco más de media entrada (más Rappel). También pudo verse en el patio de butacas a Carlo Goldstein, el joven asistente de Omer Wellber que, por enfermedad de éste, le sustituyó a última hora en el “Boris Godunov” del pasado domingo, obteniendo un importante e inesperado éxito.

La producción de “La Cenerentola” presentada ayer fue concebida originalmente a finales de los 90 por el reputado regista Luca Ronconi para el Festival de Pésaro, donde se ha convertido en una de sus obras emblemáticas. La dirección de escena de Ronconi, a pesar de los años, conserva bastante frescura y resulta visualmente atractiva, aunque también presenta algunos puntos débiles.

La casa de Don Magnífico es una estancia llena de muebles apilados en diferentes niveles, lo que, si bien permite que en las intervenciones de conjunto la colocación de los cantantes favorezca una mejor distribución de las voces, exige a los intérpretes moverse por el escenario con riesgo de pegarse un buen batacazo. El palacio del príncipe está representado por una habitación de suelos de mármol rodeada de chimeneas, a una de las cuales llega Angelina para asistir al baile transportada por los aires por una cigüeña, en uno de los momentos más espectaculares de la producción.

La transición entre los dos ámbitos escenográficos se lleva a cabo mediante el izado y descenso, a la vista del público, de la plataforma sobre la que se asienta el decorado que representa la casa de Don Magnífico, bajo la cual está el palacio del príncipe. Esto origina largas interrupciones entre cuadro y cuadro, lo que lastra a mi juicio la agilidad de la propuesta, aunque sirva para hacer exhibición de la maquinaria escénica del teatro.

Ronconi ha acentuado con la dirección de actores la vertiente cómica del libreto, con una notable preocupación por remarcar los diferentes caracteres de los personajes, los cuales se ven aún más resaltados por el maquillaje y vestuario, éste por cierto bastante horrible.

En conjunto, una propuesta efectiva y divertida que no llega a entusiasmar, pero que tampoco me parece merecedora de los dos o tres abucheos aislados que se llegaron a escuchar al finalizar la función.

En el apartado musical, el joven director italiano Michele Mariotti debutaba anoche al frente de la Orquesta de la Comunitat Valenciana y he de decir que a mí me gustó. Su lectura de la página quizás no sonase todo lo rossiniana que uno imagina a priori, pero el vuelo lírico que imprimió me pareció más que interesante, alcanzando algunos momentos bellísimos donde la técnica contrapuntística del compositor de Pésaro pudo disfrutarse gracias a la batuta de Mariotti y los excelentes músicos a su cargo, pese a que los solistas vocales no ayudaban mucho, como en el quinteto del primer acto ”Nel volto estatico”. Mariotti marcó atento y con precisión las entradas de los cantantes, y resultaba curioso verle vocalizar el libreto, de principio a fin, mientras dirigía. Es verdad que hubo algunos desajustes y cierto descuido de la tensión en momentos puntuales, pero el conjunto de su dirección me pareció muy notable.

Una vez más fue todo un lujo poder escuchar a la Orquesta de la Comunitat Valenciana rindiendo a un altísimo nivel y, como me comentó un amigo en el entreacto, es inevitable cada día que pasa hacerse la pregunta: ¿cuánto puede durar esto con la que está cayendo? Esperemos que todo el tiempo posible, porque es una gozada poder disfrutar del increíble sonido de esa sección de cuerda que llega a hacer irrelevante casi cualquier referencia anterior que se tenga, o de esas flautas y clarinetes que también destacaron anoche especialmente.

El otro gran pilar de nuestro teatro de ópera, el magnífico Cor de la Generalitat, limitado en esta ocasión a su sección masculina, pese a algún fugaz despiste en el segundo acto ofreció también unas prestaciones dignas de aplauso.

Fue una auténtica pena que el buen rendimiento de orquesta y coro no se viera acompañado por un reparto solista homogéneo que brillase al mismo nivel y, aunque todos pusieron mucha voluntad, el resultado fue muy desigual.

La mezzosoprano Serena Malfi dio vida a la protagonista, Angelina, en lo que suponía su debut en España. Al alzarse el telón fue difícil no acordarse de Cecilia Bartoli por el aspecto físico de la cantante y el color oscuro de la voz con el que afrontó sus primeras notas, pero lamentablemente la comparación con la Bartoli acabó ahí, en breves segundos. La voz de Malfi tiene algunos acentos interesantes en la zona media, pero es muy pequeña, lo que unido a una emisión entubadísima, que parece provenir de la misma nuca, y a su incapacidad de proyectar adecuadamente, hace que quede tapada permanentemente por orquesta, coro y compañeros de reparto. Si la hubiesen sustituido por un muñeco de José Luis Moreno en los concertantes, el efecto hubiera sido el mismo, ella movía la boca pero daba igual que cantase o que mascase chicle. Su rondó final “Nacqui all’ affanno… non piú mesta” fue un cúmulo de despropósitos, agudos calados unos y capados los más, graves eructados, la expresividad de un berberecho cocido, coloratura tramposa, y adornos… los del pelo. Una Angelina francamente decepcionante.

Lo mejor de la noche en el plano solista vino de la mano del tenor ruso Dmitri Korchak, que ya nos enamorase con su Lensky de la pasada temporada y que anoche, aunque no estuvo al mismo nivel, volvió a destacar por encima de sus compañeros de reparto. Su preciosa voz, bien timbrada y rica en armónicos corrió luminosa por la sala. Comenzó un tanto frío, con algún agudo abierto y tirante, pero llegó al final pletórico y en su “Si, ritrovarla io giuro” dio toda una lección de potencia y elegancia belcantista, pese a que las agilidades no sean su fuerte.

Paolo Bordogna fue un Don Magnífico irreprochable en cuanto a lo actoral, con su punto justo de exageración, sabiendo dotar al rol del carácter bufo que requiere, con una interpretación soberbia en lo gestual y en el movimiento escénico. Vocalmente comenzó fatal, desafinando directamente y con dificultades en la emisión, pero poco a poco fue yendo a más y estuvo estupendo en su aria del acto segundo, ayudado siempre por su apabullante dominio de las tablas con el que se metió al público en el bolsillo desde el primer momento.

El barítono Mario Cassi, a quien ya hemos tenido ocasión de escuchar en Les Arts en algún papel como el Valentín de “Fausto”, fue un Dandini lastimoso. El joven cantante italiano puede que dé el pego en algún otro repertorio, pero anoche demostró estar absolutamente negado para el belcanto rossiniano, con ostensible falta de fiato, incapacidad técnica para moverse por las agilidades que exige la partitura, escuchándose todas sus respiraciones cual rebuznos y con continuas pérdidas de impostación. Una auténtica pena porque el papel de Dandini tiene gran importancia y deslució notablemente el conjunto.

El bajo coreano Simon Lim también se encuentra lejos de ser el Alidoro ideal. Tampoco pudo con la coloratura y producto de ello fue que en su aria del acto primero hubo un momento en que perdió a la orquesta produciéndose un evidente desajuste que se corrigió enseguida. Su voz tiene algunas bonitas resonancias en la zona media, pero carece todavía del suficiente peso en la zona grave.

Las dos hermanastras encarnadas por Cristina Faus y María José Moreno cumplieron con corrección, mostrando evidentes limitaciones cuando se escuchaban sus voces en solitario, pero conjuntándose sin embargo ambas a la perfección, sonando preciosas en los dúos.

El público de ayer se mostró bastante frío, no sé si por la humedad que reinaba en el exterior o porque tampoco les estaba gustando mucho el espectáculo, y al final tan sólo fue clamorosa la ovación dedicada a Paolo Bordogna, con fuertes aplausos también para Korchak, Malfi y la orquesta, pero que fueron extremadamente cortos de duración, finalizando antes de bajarse el telón y encenderse las luces, ante cierta perplejidad de todos los que estaban en el escenario. La dirección escénica de Luca Ronconi, representada por su adaptador Ugo Tessitore, fue objeto de generalizados aplausos de cortesía y, como dije antes, de un par de abucheos aislados.

Me gustaría poner de manifiesto, a quien corresponda, que el ruido que se escucha últimamente en la sala principal de Les Arts proveniente del sistema de aire acondicionado está alcanzando unas proporciones muy molestas y el zumbido persistente se oye desde cualquier punto del teatro en cuanto el nivel de la música es bajo.

Por otro lado también quisiera dejar constancia, una vez más, de mi inútil queja por las estúpidas traducciones al castellano de los libretos en la subtitulación, donde siguen obsequiándonos con giros y expresiones “actuales” como: “que se te pasa el arroz” o “me quedo de pasta de boniato”, pretendiendo (supongo) acercar el texto a los más jóvenes o hacerse los graciosillos, pero consiguiendo únicamente sonrojar al público, al que parece que toman por imbécil.

No quiero finalizar sin hacer referencia a un par de noticias de las que tuvimos conocimiento anoche. En primer lugar se ha hecho ya oficial, muy lamentablemente, que Riccardo Chailly no dirigirá en Les Arts la ópera “Ariadne auf Naxos”, de Richard Strauss, prevista para mediados de diciembre, al estar siendo objeto el director italiano de pruebas cardiológicas que le han obligado a cancelar todos sus compromisos para el próximo mes. Ahora queda en manos de la dirección del teatro valenciano decidir si cancela definitivamente la representación, la pospone o busca a otro director con garantías, cosa que en las fechas en que nos encontramos me parece harto difícil.

Por otro lado, ya se van confirmando parte de los repartos previstos para las funciones del Festival del Mediterrani. Para “Il Trovatore” se anuncia que Jorge de León estará acompañado por la soprano italiana María Agresta y por el barítono Sebastián Catana. En “Medea”, Violeta Urmana asumirá el papel protagonista, anunciándose a María José Montiel como Neris, Ofelia Sala como Glauce, y del elenco masculino nada se sabe aún. Y para “Tristán e Isolda” la protagonista femenina será Jennifer Wilson, con Ekaterina Gubanova como Brangane y el barítono británico James Rutherford, intuyo que como Kurwenal.

Veremos en qué queda todo al final.