
Ayer pudimos asistir en la sala Martín y Soler del Palau de Les Arts de Valencia a una excelente representación de ópera, con la producción del ROF de Pésaro de “La Scala di Seta” de Gioachino Rossini, en la que disfrutamos con la espléndida dirección artística de Damiano Michieletto, inmejorablemente reforzada por la adecuada escenografía y vestuario de Paolo Fantin, desarrollándose una puesta en escena original, imaginativa e inteligente que ayudó a engrandecer, sin duda, una obra musical de tono menor del genio de Pésaro.
Como ya comenté en mi anterior post, la escena se desarrolla en un plano de planta arquitectónica a Escala 1.1 del apartamento de Giulia. No sé si será una idiotez mía o la idea del plano a escala

La farsa se ha trasladado a la actualidad sin perder un ápice de su sentido original, y dibujándose

Es de destacar una dirección de actores cuidada, exhaustiva, que exige muchísima entrega y concentración a los intérpretes, y que ayuda a remarcar el perfil de los diferentes personajes, quienes están en escena en continuo movimiento, y siempre en plena concordancia con la música que se escucha.
Se le podrían criticar ciertos aspectos que coincidirían con los reproches que he efectuado repetidamente a los montajes de La Fura dels Baus, y que he de reconocer que encontré que podrían estar de más. Así, durante la ejecución de la obertura, se abre el telón y los tramoyistas van llenando el escenario vacío con los muebles de las diferentes estancias e incluso colocando a los cantantes en posición. Una propuesta que me pareció muy interesante visualmente, pero que

Pese a ser una ópera en un acto, al igual que ocurrió en Pésaro este verano, se hizo un entreacto, tras el cual el personaje de Blansac sale al escenario frente al telón bajado y comienza a entonar el aria “alle voci dell’amore” (originariamente “alle voci della gloria”). Un aria que, como nos informó en su día Joaquim en su blog, no estaba incluida en la ópera y fue añadida, precisamente, por Alberto Zedda. El que se trate de un aria no incluida por el autor en la trama se soluciona escénicamente de forma inteligentísima, haciendo que comience a cantarse en el proscenio a telón bajado y, cuando éste se abre y durante todo el desarrollo del aria, quienes ocupan el escenario no son los personajes, sino los propios artistas, el personal técnico y los directores escénicos como si hubiesen sido sorprendidos de improviso por la reanudación de la función en pleno descanso, volviendo a retomarse la trama a la finalización del aria.
Si la dirección artística merece un sonoro Bravo, otro tanto hay que decir respecto a la musical.

Dentro de la orquesta, que rindió de nuevo al máximo nivel, es justo destacar el extraordinario papel de José Ramón Martín, quien estuvo impecable en el clave.
Los jóvenes cantantes del Centre de Perfeccionament Plácido Domingo que actuaban como cantantes solistas derrocharon entrega dramática, sentido escénico y vis cómica. En el ámbito vocal no es momento de hacer reproches con la lupa puesta, ya que se está en proceso de formación y todos ellos tienen mucho tiempo por delante para pulir defectos y potenciar virtudes. Unos más que otros, desde luego.
Sin duda, destacó por méritos propios Dolores Lahuerta, como Giulia, haciendo gala de una

Respecto al resto del reparto, Hans Ever Mogollón, como Dorvil paso algunos apuros puntuales, aunque tuvo momentos donde lució un buen control del fiato y gran expresividad vocal, y se agradeció que renunciase a los exigentes sobreagudos del aria “Vedrò qual sommo incanto”.
Germano es el personaje conductor de la obra. En esta producción se nos presentó como un criado filipino, y requiere de un cantante con unas grandes dotes para la comedia y con resistencia física. Lluís Martínez cumplió en este sentido sobradamente. Fue de menos a más en sus prestaciones vocales, con una actividad permanente en escena, teniendo que cantar mientras plancha, dobla la ropa, limpia el polvo, cocina… y por si fuera poco hace malabarismos con todo lo que encuentra a su mano (naranjas, rollos de papel higiénico…). Fue interesante escuchar como en los recitativos Martínez recalcaba el acento asiático del personaje.
Ekaterina Metlova compuso una Lucilla descarada y provocativa, desenvolviéndose en escena con una soltura irreprochable. Lució más en los recitativos y las réplicas a Blansac que en su aria “Sento talor nell'anima”. Es poseedora, no obstante, de una materia prima interesante que deberá trabajar más.
Isaac Galán fue un Blansac limitado en el aspecto vocal, pero con un extraordinario comportamiento actoral.
Javier Tomé, como Dormont, cumplió en un papel muy breve y poco agradecido.
El público, con numerosa presencia de gente joven, finalmente llenó la sala, pese al gran número de entradas que quedaban por vender hace apenas un par de días (¿se regalaron a última hora?),

A destacar también la presencia en primera fila de mi amiga Helga Schmidt, quien no paraba de incorporarse para controlar el foso, ignoro con qué motivo (¿abrir expediente disciplinario al que tocase con desgana o se riese del profesor?), lo que sé es que el pobre señor que estaba tras ella no hacía más que buscar por diestra y siniestra un campo de visión que no fuera obstaculizado por la abultada presencia de la Schmidt. Y a ver quién era el valiente que le decía algo… Si hubiese estado Kynan Johns…
Aquí podéis leer la excelente crónica que ha escrito Titus.
Para finalizar podemos escuchar a William Mateuzzi interpretando el aria de Dorvil "Vedrò qual sommo incanto", y este no se come ni una nota:
video de vilaph
video de vilaph