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viernes, 13 de diciembre de 2013

"MESSA DA REQUIEM" (Giuseppe Verdi) - Palau de les Arts - 12/12/13

Cuando se anunció oficialmente el contenido de la programación de la temporada operística 2013/2014 en el Palau de les Arts, hubo dos previsiones que me atrajeron especialmente. La primera fue la esperada reposición de La Valquiriacon el maestro Mehta al frente. Y la segunda, que me ilusionaba aún más si cabe, era el regreso de Riccardo Chailly a Valencia con la Messa da Requiem de Giuseppe Verdi, tras el éxito obtenido la temporada pasada con una Bohème y una Novena de Beethoven que quedarán para siempre grabadas en nuestra memoria entre los mejores momentos vividos en este teatro.

La desilusión vino cuando, apenas tres días antes de la primera de las funciones previstas, se anunciaba oficialmente que Chailly cancelaba su participación debido a una bronquitis aguda, comunicándose que su sustituto sería el también milanés Carlo Rizzi (por cierto, si no me equivoco, Carlo Rizzi era también el nombre de uno de los personajes de El Padrino, en concreto el marido de Connie).

A pesar del desencanto que nos produjo a muchos el saber que no íbamos a poder disfrutar de la maestría de Riccardo Chailly, hay que reconocer que la sustitución podría haber sido mucho peor y que se ha buscado a un director que garantizaba unos mínimos de calidad.

Siempre nos quedará la duda de saber qué hubiera pasado si hubiese dirigido Chailly. Sospechamos, tras los resultados de la Novenadel pasado año, que el genio del milanés nos hubiese ofrecido una versión personal, cargada de matices, tensión y contrastes, obteniendo unos deslumbrantes sonidos de la orquesta. Pero no lo sabemos, y además sería profundamente injusto pretender comparar a Rizzicon lo que no ha sido.

Ayer tuvo lugar la primera de las dos funciones previstas de este Requiem y lo primero que me gustaría dejar claro es que, aunque quizás faltase esa chispa de magia que surge de las grandes batutas, lo cierto es que, desde mi punto de vista, Carlo Rizzi llevó a cabo un trabajo excelente, absolutamente impecable, ejemplo de profesionalidad y buen hacer, sobre todo teniendo en cuenta que, según él mismo confesó, hace escasos días que le trasladaron el encargo de asumir la sustitución de Riccardo Chailly.

Tras el fiasco verdiano del pasado fin de semana con La Traviata de La Scala, ayer sí tuvimos una lectura de Verdique me sonó a Verdi. El maestro Rizzi ofreció acentos remarcados y unas transiciones perfectamente hilvanadas. Hubo claridad de líneas, naturalidad en la exposición  y un uso ejemplar de las dinámicas, solventando con pulcritud artesanal el equilibrio entre orquesta y voces.

En Lacrimosasupo transmitir toda la belleza y emoción que requiere la página, pese a no contar con un cuarteto de lujo pero sí eficiente. Las sucesivas apariciones del Dies Irae estuvieron cargadas de dinamismo y fuerza, ofreciendo además distintos matices en cada una de ellas. Me resultó muy interesante también el subrayado de los timbales en el Confutatis. Todos estos detalles evidencian una labor de dirección detrás, que dista mucho de ser un simple trámite para atender un encargo de última hora. Hubo implicación y resultados eficaces.

La Orquesta de la Comunitat Valenciana respondió con una entrega absoluta y un magnífico rendimiento y todas las secciones tuvieron intervenciones destacadas. Desde la expuesta prestación de las trompetas en el Tuba mirum que se resolvió con enorme solvencia, hasta las brillantísimas ejecuciones de Pierre Antoine Escoffier al oboe, las siempre acertadas apariciones de fagots, flautas o clarinetes, o la celestial entrada de los violonchelos al comienzo del Ofertorio.

El Cor de la Generalitat, tal y como esperábamos, nos brindó otra de sus grandes noches, pleno de intensidad expresiva, refinamiento y riqueza de matices, mostrándose majestuoso, suplicante o delicado según los requerimientos de la partitura. Toda una lección para los que siguen insistiendo en que este coro sólo sabe cantar en forte. Ejemplar me resultó ayer su articulación y dicción, y recordaré especialmente ese mágico y estremecedor susurro del Libera Me, o la fuga subsiguiente extraordinariamente regulada. 

En cuanto a los solistas vocales, Verdi escribió con gran exigencia para cuatro voces poderosas que además fuesen ejemplo de su estilo, requerimientos que actualmente hacen muy difícil encontrar un cuarteto equilibrado. Si a esa dificultad natural le añadimos las penurias económicas actuales, la empresa parece casi imposible y nos contentamos con obtener unas dignas prestaciones. Y ayer pienso que las obtuvimos.  

Los retos de la parte de la soprano en esta partitura son especialmente diabólicos. La soprano italiana Carmen Giannattasio no convenció a muchos, pero yo creo que debe valorarse su esfuerzo. Mostró un timbre lírico, esmaltado, en una voz grande y con cuerpo que, en la zona grave, aunque resultase corta, alcanzaba casi resonancias de mezzosoprano, lo que, unido a los cambios de color del instrumento en los diferentes registros, hacía complicado a veces identificar en la distancia si cantaba ella o la mezzo. En la vertiente positiva destacaría que, en todo momento, procuró dotar de variedad a su fraseo, modulando y regulando, aunque en los pianísimos se pasease siempre al borde mismo del quiebro de la voz. Tuvo alguna nota calada y las subidas al agudo no siempre eran ortodoxas, pero ya digo que mi valoración general pese a todo es positiva.  

La mezzosoprano Verónica Simeoni cantó con una corrección casi matemática, pero su línea me resulto plana, fría y a mí no llegó a transmitirme emoción en ningún momento. La voz no parecía especialmente grande y sus graves fueron poco sonoros. 

Del tenor Giorgio Berrugi destacaría un timbre incisivo, color atractivo y que sonaba muy italiano y ajustado en estilo. Fue una lástima ese agudo tan estrangulado y una zona grave completamente desguarnecida.

El bajo chino Liang Li me causó una gratísima sorpresa en el Tristan e Isolda de 2012. Ayer estuvo correcto, como sus compañeros, pero poco más. Faltó rotundidad en sus graves y fueron problemáticas todas las subidas al agudo. Eché de menos una mayor modulación del sonido y del color y una lectura algo menos tosca.

El público llenó prácticamente el infecto Auditorio, posiblemente atraído en gran parte por el tirón del finalmente ausente Riccardo Chailly, y, tras sonar las últimas notas, prorrumpió en una fuerte ovación, dedicando los bravos más entusiastas al Cor de la Generalitat, si bien no se vivió la locura colectiva de otras noches, como, por ejemplo, la de la última presencia de Chailly en el podio. El comportamiento de los presentes, al menos en mis alrededores, no fue muy ejemplar. Me costó bastante concentrarme en la representación gracias a varios de mis vecinos. Desde el mastuerzo que pareció buscar el efecto trompeta en sus toses durante los pianísimos orquestales del inicio, hasta la señora que batió el record mundial de desenvoltura de caramelos a cámara lenta, sobrepasando de largo los cinco minutos de manipulación, o la joven a la que no sólo le sonó el móvil, sino que devolvió la llamada y se puso a hablar y, por si no había bastante, continuó guasapeandoy comentándolo con su vecino desde el inicio del Kyrie hasta poco antes del Ingemisco, momento en que alguno de sus colindantes no aguantó más y les llamó al orden.

Pese a la decepción inicial por la ausencia del maestro Chailly y todas las incidencias y carencias que haya puesto de manifiesto en esta crónica de urgencia, la experiencia fue enormemente positiva. De hecho, yo ahora mismo me voy a  repetir y recomendaría a todo el que todavía esté a tiempo que acuda a disfrutarlo.

Después de esto ya sólo nos queda esperar hasta febrero a que se reanude la programación. Malos tiempos para la lírica.

lunes, 23 de septiembre de 2013

PREMIOS "HELGA DE ORO" 2013. LOS GANADORES

Los visitantes del blog de Atticus ya han votado y los premios “Helga de Oro” de la edición 2013 tienen ya destinatarios. Como siempre, quiero ante todo agradeceros la participación a cuantos habéis pasado por aquí y habéis dejado vuestros votos en las diferentes categorías. Creo que con ello se obtiene un retrato bastante fiel de lo que el público de Les Arts, en general, considera que ha sido lo mejor y lo peor de lo que pasó por el teatro valenciano la temporada anterior. Y por si cabía alguna duda sobre ello, recientemente se concedieron los premios de la Asociación Amics de l’Òpera i de les Arts de la Comunitat Valenciana, por votación de sus asociados, y coinciden exactamente con los Helga de Oro de este año.

Desde que se inició el plazo de votación ha habido dos datos que han quedado claros. En primer lugar, que la pugna por la victoria en las diferentes categorías no iba a deparar muchas emociones, resultando claramente destacados desde el comienzo los finalmente ganadores, salvo en el apartado de mejor dirección musical. Y, en segundo lugar, que ha habido dos producciones que se han repartido la totalidad de los premios y que puede afirmarse que han sido lo mejor de la pasada temporada: “La Bohème” y “Otello”.

Los premiados de este año han sido:

Helga de Oro 2013 a la mejor dirección escénica: Davide Livermore por “La Bohème”

El trabajo del turinés Davide Livermore, en la coproducción del Palau de les Arts y la Opera Company of Philadelphia, de la ópera de Puccini “La Bohème”, ha sido el claro vencedor en la categoría de mejor dirección escénica, con una propuesta de corte muy clásico, en la que destacó el atractivo visual de las proyecciones con imágenes de famosos cuadros impresionistas, una iluminación cuidada y eficaz, y con una labor de dirección de actores muy notable, que brilló especialmente en el abarrotado escenario del segundo acto.
Davide Livermore (“La Bohème”): 35 votos
Damiano Michieletto (“Il Barbiere di Siviglia”): 10 votos
Stephen Medcalf (“La Flauta Mágica”): 9 votos

Helga de Oro 2013 a la mejor dirección musical: Riccardo Chailly por “La Bohème”

Tres años consecutivos llevaba el maestro Zubin Mehta obteniendo este galardón al mejor director musical, pero esta vez, aunque ha sido por una diferencia de tan sólo 5 votos, ha sido vencido por Riccardo Chailly y su trabajo al frente de la Orquestra de la Comunitat Valencianaen “La Bohème”. La votación ha estado reñidísima y hasta el último instante no se sabía si el premio recaería en el director indio o en el milanés, pero, finalmente, los votantes han optado por este último. Es una lástima que el duelo entre Chaillyy Mehta haya dejado en segundo plano la extraordinaria labor de batuta que el italiano Ottavio Dantone nos ofreció en “La Flauta Mágica”.  
Riccardo Chailly (“La Bohème”): 28 votos
Zubin Mehta (“Otello”): 23 votos
Ottavio Dantone (“La Flauta Mágica”): 8 votos

Helga de Oro 2013 al mejor tenor: Gregory Kunde

Si la anterior era la categoría más reñida, la dedicada a premiar al mejor tenor ha sido la que ha finalizado con una victoria más rotunda. Como era fácil de presagiar, el tenor norteamericano Gregory Kunde ha conseguido el premio, obteniendo nada menos que el 90% de los votos. A sus casi 60 años, Kunde nos maravilló a todos con un moro personalísimo, muy expresivo y excelentemente cantado. Fue el principal responsable de que tardemos mucho en olvidar esas mágicas funciones de “Otello” del pasado mes de junio.
Gregory Kunde (Otello): 46 votos
Aquiles Machado (Rodolfo en “La Bohème”): 4 votos
Ivan Magrì (Jacopo Foscari “I due Foscari”): 1 voto

Helga de Oro 2013 al mejor bajo/barítono: Carlos Álvarez

También corresponde a ese “Otello” el vencedor en el apartado de mejor bajo o barítono, donde Carlos Álvarez, con su emocionante creación del malvado Yago, ha obtenido una holgada victoria. Una enorme alegría para todos supuso ese retorno a los escenarios del barítono malagueño, si no en plenitud de forma, sí al menos ofreciendo un nivel excelente, transmitiendo buenísimas sensaciones y cautivándonos con un irreprochable sentido verdiano del drama. Álvarezha triplicado casi los votos del segundo clasificado, un Juan Jesús Rodríguez que también nos brindó un Rigoletto muy destacable.
Carlos Álvarez (Yago en “Otello”): 33 votos
Juan Jesús Rodríguez (Rigoletto): 13 votos
Paata Burchuladze (Don Basilio en “Il Barbiere di Siviglia”): 3 votos

Helga de Oro 2013 a la mejor Soprano: María Agresta

Repite galardón por segundo año consecutivo la soprano italiana María Agresta, que completa así el premiado trío protagonista de “Otello”, gracias a una Desdémona llena de sensibilidad, cuyos filados y medias voces hipnotizaron al patio de butacas. Agresta vuelve a demostrar, tras su también premiado trabajo del año pasado en “Il Trovatore”, ser una de las mejores sopranos verdianas de la actualidad.
Maria Agresta (Desdémona en “Otello”): 35 votos
Erin Morley (Gilda en “Rigoletto”): 8 votos
Grazia Doronzio (Pamina en “La Flauta Mágica”): 5 votos

Helga de Oro 2013 al cantante revelación: Carmen Romeu

En esta categoría, la soprano valenciana Carmen Romeu ha obtenido también una contundente victoria que ha premiado la excelente Musetta que pudimos disfrutar el pasado invierno en esa Bohèmedirigida por Chailly. Os recomiendo leer la interesante entrevista con Carmen Romeu que se publico hace unos meses en la web de Amics de l’Òpera i de les Arts de la Comunitat Valenciana y a la que podéis acceder pinchando AQUÍ.
Carmen Romeu (Musetta en “La Bohème”): 35 votos
Cristina Faus (Emilia en “Otello”): 13 votos
Gianluca Buratto (Loredano en “I due Foscari”): 3 votos

Helga de Oro 2013 al mejor espectáculo de la temporada: “Otello”

Tampoco ha existido ninguna duda a la hora de decidir cuál ha sido el espectáculo más redondo de los que pasaron por Les Arts la pasada temporada. Ese inolvidable “Otello” que protagonizó el reciente VI Festival del Mediterrani, será para siempre una de las grandes óperas del coliseo valenciano. Pese a las dificultades que se presentaron en un principio, con la falta de presupuesto para abordar una producción de envergadura y los repetidos cambios de tenor anunciados, el resultado final fue fantástico, gracias sobre todo a un trío protagonista magistral y una orquesta y coro en estado de gracia.
“Otello”: 43 votos
“La Bohème”: 7 votos
“La Flauta Mágica”: 1 voto

Helga Abucheadora 2013 a lo peor del año: “Il Barbiere di Siviglia”

La gran decepción de la temporada, por el contrario, fue ese Barbiere de infausto recuerdo, donde se durmieron hasta los peatones que pasaban por el exterior de Les Arts. El bajo nivel vocal del trío protagonista, por falta de adecuación al rol o por ineptitud manifiesta, como es el caso de Mario Cassi; y una puesta en escena muy trabajada, pero con efectos negativos para las voces y el seguimiento de la trama, fueron los principales culpables de que una ópera divertida con inspiradas melodías, acabase siendo un ladrillo insoportable.  
“Il Barbiere di Siviglia”: 29 votos
Omer Meir Wellber (Dirección musical de “Rigoletto”): 10 votos
Amartuvshin Enkhbat(Monterone en “Rigoletto”): 10 votos

Pues hasta aquí los premios de este año. Espero que dentro de doce meses, más o menos, podamos seguir por aquí hablando de premiar lo mucho bueno que nos ofrezca la temporada que está ahora a punto de iniciarse. Gracias de nuevo a todos los que habéis participado.

domingo, 16 de diciembre de 2012

NOVENA SINFONÍA (Ludwig van Beethoven) - Palau de les Arts - 14/12/12

 
Riccardo Chaillynos ofreció el pasado viernes en el Palau de les Arts una velada musical absolutamente mágica. Y aquí voy a hablar simplemente de emociones, sin entrar a diseccionar en exceso el trabajo realizado ni valorar si esta lectura que ha hecho el maestro milanés es más o menos acorde a lo que escribió Beethoven o si es mejor o peor que otras versiones que puedan ser de referencia (si es que eso realmente puede fijarse de manera objetiva).

Yo, como asistente a esa representación y aficionado a la música, lo único de lo que quería dejar aquí constancia, de forma breve pero clara, es que la emoción invadió el patio de butacas desde el momento en que sonó la primera nota y no nos abandonó hasta mucho después de que hubiera finalizado el concierto.

He dicho que la emoción llegó con la primera nota y realmente no fue así. El primer escalofrío no provino del sonido, sino del silencio. Y es que, pocos instantes antes de que Chailly saliera a dirigir, todos los miembros de la Orquestra de la Comunitat Valenciana y del Cor de la Generalitat se pusieron en pie y se mantuvieron leyendo en silencio el manifiesto de los trabajadores del Palau de les Arts en protesta por el anunciado ERE y la actual política cultural, mientras recibían la calurosa ovación de apoyo de un público que lucía en su mayoría el lazo azul que los empleados del coliseo valenciano habían repartido a la entrada.

La versión de Chailly se anunciaba como de estricto respeto a lo escrito en la partitura original por Beethoven, especialmente en cuanto a los tempi. Y desde luego lo primero que llamaba la atención era la rapidez que se impuso a la orquesta, lo cual fue especialmente llamativo en el primer movimiento y sobre todo en el tercero. Los que ya llevamos unas cuantas Novenas pasadas por nuestras orejas constatábamos que aquello sonaba diferente, pero increíblemente bien. Y ello pese a que, una vez más, las mentes preclaras del Palau de les Arts condenaron una representación de indudable relieve al infame Auditorio, con su pésima y desigual acústica.

Riccardo Chaillyimpuso una dirección veloz y vigorosa, pero siempre logrando imprimir una tensión y dramatismo constantes que se mantuvieron sin un instante de desfallecimiento. La velocidad no conllevó en modo alguno una disminución de la profundidad de la lectura, ni los pasajes más líricos vieron decaer su hondura por ello, así como tampoco me dio la impresión de que el conjunto mostrase una especial rigidez derivada de la resurrección de las indicaciones metronómicas de Beethoven.

El manejo de las dinámicas fue ejemplar y creo que hubo un gran equilibrio y homogeneidad orquestal, con un sonido transparente donde resplandecían permanentemente multitud de detalles que, a un oído medio como el mío, le habían pasado desapercibidos en otras ocasiones. Para ello, el maestro Chailly contó con la genialidad de los músicos de la Orquestra de la Comunitat Valenciana, de quienes supo extraer todo el virtuosismo que atesoran.

La orquesta sonó como en las mejores noches y volvió a notarse la mano maestra de un gran director. La entrega de todos sus componentes fue extrema ante el máximo rendimiento exigido por Chailly. Hacer menciones concretas quizás pueda resultar injusto, pero extraordinario estuvo toda la noche el trío formado por Álvaro Octavio a la flauta, Joan Enric Lluna al clarinete (increíble en el Adagio) y Christopher Bouwman al oboe. También destacó en el cuarto movimiento Virginie Reibelcon el flautín.

Pero si algo merece reseñarse especialmente es el grandísimo trabajo del Cor de la Generalitat, cuyos resultados sólo pueden calificarse de excelsos. El brillo, luminosidad y trascendencia que se alcanzó en el último movimiento fue debido en gran parte a la excelencia de este coro del que cada día debemos estar más orgullosos. Parecía realmente sobrehumano que sus componentes pudiesen seguir, con tal grado de intensidad y precisión, las exigencias del maestro Chailly y daba la impresión de que hubiera el doble de voces de las que realmente había.

También hay que destacar el mérito del cuarteto solista, compuesto por Rudolf Rosen, Steve Davislim, Julia Bauer y Mª José Montiel, a quienes Chaillyno se lo puso tampoco nada fácil. Pese a algunos chillidos de la Bauer y algún apuro de los varones en ascensos al agudo, mostraron un comportamiento ejemplar, y tan sólo lamenté que la belleza de la voz de María José Montiel no tuviese ocasión de un mayor protagonismo.

El público que llenaba por completo el recinto tuvo un comportamiento mucho más respetuoso que en otras noches (como en la ruidosa Bohème del día siguiente, por ejemplo), y explotó en auténtico delirio al finalizar la representación, brindando larguísimos minutos de aplausos emocionados, siendo a la salida unánimes los comentarios respecto a la excelencia de lo vivido.

Ojalá noches como esta sirvan para que, quedando una vez más de manifiesto la enorme calidad de la orquesta y coro de la casa, puedan todavía replantearse actuaciones en materia cultural que ponen en claro peligro su supervivencia.

Previamente a este concierto del viernes, Riccardo Chailly mantuvo un encuentro con el público en el Aula Magistral de Les Arts. Allí, el denominado ‘dramaturgo’ de la casa, Justo Romero, conversó con el director milanés durante unos 40 minutos, tiempo durante el cual el maestro, esforzándose por hablar en castellano, nos ofreció su interesante visión de la obra de Beethoven, así como su opinión sobre diversos temas. Entre ellos, comentó que el motivo de que se prodigue tan poco en la dirección de ópera, pese a que le encante el género, se debe a los directores de escena, ya que estaba harto de chocar con ellos respecto a los diferentes conceptos que pudieran tener a la hora de acercarse a una obra concreta. Sin embargo, dijo que con Davide Livermore, responsable de la dirección escénica de “La Bohème” que se está representando actualmente en Valencia, ha tenido un entendimiento absoluto y ha disfrutado muchísimo.

Las intervenciones de Romero en alguna ocasión me parecieron inadecuadas, con apostillas o introducción de datos que interrumpían las contestaciones de Chailly. Pero lo más desafortunado llegó cuando el maestro estaba explicando que su versión incluía los rittornelli del Scherzo escritos por Beethoveny preguntó a Romero: “¿cómo se dice en español Rittornello?”. “Pues… Rittornello, igual”, contestó Romero. E inmediatamente después Romero pregunta a Chailly: “¿Oye, has incluido las repeticiones del segundo movimiento?”. El maestro abrió los ojos con estupefacción y dijo: “Lo acabo de decir… ¿de qué estamos hablando aquí, de pomodori?”.

Cosas de Les Arts...
 

lunes, 3 de diciembre de 2012

"LA BOHÈME" (Giacomo Puccini) - Palau de les Arts - 02/12/12


Ayer se estrenó en el Palau de les Arts de Valencia la segunda ópera de una temporada de crisis que se caracteriza por la programación de títulos muy populares. Y pocos hay que lo sean tanto como La Bohème, de Giacomo Puccini.

Se busca con ello asegurar los ingresos de taquilla por venta de entradas en estos tiempos tan complicados económicamente. Al igual que ocurriese con el “Rigoletto” que abrió la temporada, está casi garantizado que, en los próximos días, el teatro valenciano estará prácticamente lleno. Sin embargo, también a semejanza de lo ocurrido entonces, el día del estreno volvió a haber muchísimos huecos. No sé si será el momento de que en Les Arts se replanteen que las entradas del primer día dejen de ser más caras que las del resto de representaciones y posibilitar así que el aspecto de la sala un día de estreno no sea tan deprimente como lo fue ayer, sobre todo en los pisos altos.

Los trabajadores del Palau de les Arts volvieron a manifestarse a las puertas del teatro haciendo llegar sus reivindicaciones al público que allí iba llegando. Además, ayer consiguieron un gran golpe de efecto colocando unas lápidas con el nombre de famosos compositores bajo los que figuraban las óperas de cada uno de ellos estrenadas en Les Arts, para indicar que la política cultural que se pretende llevar a cabo conllevará que no volvamos a disfrutar de momentos como los vividos hasta ahora. Por su parte, los músicos de la orquesta también ejecutaron su particular protesta, interpretando cinco minutos antes del comienzo un fragmento de La Bohéme, en concreto el vals de Mussetta, y, al finalizar, enarbolaron en alto el manifiesto de los trabajadores mientras el público rompía a aplaudir.

La Bohème estrenada ayer es la única producción propia que va a presentar el teatro valenciano esta temporada, en concreto se trata de una coproducción del Palau de les Arts y la Opera Company of Philadelphia, que cuenta con la dirección escénica del italiano Davide Livermore. Creo que la puesta en escena de Livermore, sin ser especialmente innovadora, es inteligente y constituye un acierto y, aunque absolutamente clásica y ambientada en la época del libreto, no huele a rancio.

Es de una gran sencillez, con una escenografía mínima, donde la ambientación se consigue mediante proyecciones, a veces con movimiento, de conocidas obras pictóricas impresionistas y postimpresionistas que enmarcan la acción. A veces se trata de indicar las circunstancias en que se desarrolla la misma, como el paisaje de invierno de Monet en el acto III, con el que a mi juicio se logra uno de los momentos estéticamente más bellos, o La Pradera de Renoir, con la que concluye el acto III y se inicia el IV, en alusión a la llegada de la primavera. En otras ocasiones se trata de subrayar menciones específicas del libreto, como esa “Costurera” de Renoir que aparecía cuando Mimí describe su trabajo. Especialmente interesante me pareció la escena final, con el cuadro de Jean Beraud “Après la faute” dominando el escenario, reflejando esa imagen de una mujer en un sofá rojo, similar a la que se desarrollaba en escena. Cuando Mimí muere, la mujer desaparece del lienzo y el sofá aparece vacío.

Pero además de que estéticamente me pareciera atractiva la propuesta, con un uso de la iluminación también acertado, lo que destacaría principalmente es que denota un serio y efectivo trabajo de dirección. Esto es especialmente relevante en el acto II, donde los distintos planos en los que transcurre la acción y la abundancia de personajes en escena, requieren inteligencia y sentido de la dramaturgia y del movimiento escénico para resolverlo adecuadamente. Y creo que Livermore lo consigue con creces.

Si en el pasado “Rigoletto” manifesté mi decepción ante la dirección musical del titular de la casa, Omer Meir Wellber, en esta “Bohème” sólo puedo tener alabanzas hacia el formidable trabajo de batuta llevado a cabo por quien se dijo en su día que pudo haber ocupado ese puesto, Riccardo Chailly. El milanés ha dirigido por fin una ópera en Les Arts tras haber cancelado en todas las ocasiones anteriores en que fue anunciado. Y la cita resulta aún más especial teniendo en cuenta que no tiene previsto volver a dirigir una ópera hasta 2015.

Chailly había insistido en sus manifestaciones previas a este estreno en que su versión de La Bohème se alejaría de lo que estamos acostumbrados a escuchar y sería mucho más fiel a lo originariamente escrito por Puccini. Como desconozco la literalidad de la partitura original no puedo pronunciarme acerca de la fidelidad o no de la versión de Chailly a la escritura de Puccini, pero es cierto que no se recrea en excesos melodramáticos efectistas, a cambio de ofrecer una lectura general más uniforme, llena de belleza, donde el conjunto rezuma sentimiento, sin alharacas ni explosiones desbordadas, pero con alma. Los tempi impuestos fueron ágiles, por momentos veloces, con una primera mitad del acto I o un acto II llenos de vitalidad y frescura, y con un uso de las dinámicas inteligentísimo, consiguiendo en todo momento mantener la tensión y extraer un colorido orquestal brillante y riquísimo, plagado de matices, mostrándose, eso sí, inclemente con los cantantes en diversas ocasiones en cuanto a volúmenes. La fuerza dramática del final del acto IV fue memorable, y espectacular el maravilloso crescendo de las cuerdas en la entrada de Mimí del acto I.

Nuestra Orquesta de la Comunitat Valenciana volvió a tener un gran director al mando y eso se notó. En comparación con otros estrenos hubo, en general, una precisión y conjunción inusual, tanto en el foso como entre éste y los cantantes, demostrando Chailly además un control ejemplar en los concertantes. Entre las intervenciones solistas destacaron las del concertino Serguéi Ostrovski, así como las flautas comandadas por Álvaro Octavio en “D’onde lieta uscì“, y la inspiradísima noche de los clarinetes o del arpa de Cristina Montes.

El coro no interviene demasiado en esta obra, aunque sí con un alto nivel de exigencia vocal y de movimiento escénico en el acto II, y aquí tanto el magnífico Cor de la Generalitat como la Escola Coral Veus Juntes de Quart de Poblet y la Escolanía de la Mare de Déu dels Desamparats, ofrecieron un rendimiento excelente.

El papel de Mimí fue interpretado por la israelí Gal James, una cantante de la que, francamente, esperaba un poco más. No puedo decir que hiciese nada mal, porque no lo hizo, pero no acabó de encender esa chispa que se precisa para que la emoción te invada. Al menos conmigo. Tiene una voz de atractivo timbre, aunque más bien pequeña, sufriendo notablemente en muchas ocasiones para hacerse oír. Es verdad que cantó bien y mostró sensibilidad en los compases más líricos, cuidando el matiz y apianando con gusto, pero me resultaba fría. De cualquier modo, me gustó más en la segunda mitad que en los dos primeros actos.

Del Rodolfo de Aquiles Machado yo destacaría su entrega interpretativa y el intencionado fraseo, con cuidada dicción, muy ajustado a las exigencias de los tempi impuestos en cada momento por Chailly. Sus agudos se mostraron demasiado tirantes, con una voz que dejaba entrever en la parte alta de la tesitura un adelgazamiento y un oscilante vibrato preocupante. Su centro sin embargo ha ganado cuerpo y cantó en todo momento con mucho gusto, con un uso de las medias voces que rozó el abuso.

El italiano Massimo Cavalletti fue un buen Marcello. Este barítono, curiosamente nacido, al igual que Puccini, en Lucca, posee una voz de bello timbre y sobrado volumen, aunque presentó puntuales engolamientos. Se echó de menos que no abandonase el forte en más ocasiones de lo que lo hizo.

La valenciana Carmen Romeu compuso una estupenda Mussetta, mostrando frescura vocal y resultando espléndida en lo actoral, consiguiendo dotar al personaje del espíritu que requiere.

Gianluca Buratto fue un Colline de hermosa voz, estando muy correcto en la ocasión que tiene de lucirse con “Vecchia Zimarra”. También correcto Mattia Olivieri como Schaunard aunque debe controlar un poco su tendencia a la sobreactuación.

Los saludos finales fueron un tanto atípicos. Los cantantes, según saludaban, se iban quedando sentados en el sofá en el que había expirado Mimí, con gesto serio, y acabaron como si estuvieran posando para una fotografía. Fueron muy aplaudidos todos los intérpretes, así como la dirección escénica, pero la gran ovación de la noche fue para Riccardo Chailly y los miembros de la orquesta. El director italiano, antes de que cayese el telón, cuando ya tuvo bastantes aplausos y saludos, tomó el camino de los camerinos haciendo lo propio todos los demás, bajándose entonces el telón.  

Y hablando de telón, lo de ayer con las prisas por aplaudir en cuanto empieza a bajar, alcanzó cotas de premio Nobel. En esta ópera es mucho más grave la cosa porque el final musicalmente no es el típico chimpún, sino que la música se va apagando progresivamente. Unos cuantos imbéciles comenzaron a aplaudir en cuanto se movió el telón, otro necio se unió gritando “Bravi” y, afortunadamente, una gran parte del público reaccionó pidiendo silencio, acallándose la ganadería hasta que se apagó definitivamente el sonido de la orquesta, aunque no se pudo evitar la aparición desgañitada del memo habitual en todas las representaciones del maestro de Lucca gritando “Viva Puccini”. La diferencia entre que estos majaderos intervengan a destiempo o no, es tan sencilla como que acabes emocionado disfrutando de los compases finales o termines la representación avergonzado e indignado. Creo que, ya que los mentecatos no parecen tener remedio, va siendo hora de que los responsables de Les Arts den instrucciones de que no se baje el telón hasta que la música haya finalizado por completo.


video de PalaudelesartsRS


video de PalaudelesartsRS

jueves, 1 de diciembre de 2011

SIR ANDREW DAVIS SUSTITUYE A CHAILLY EN "ARIADNE AUF NAXOS"


Según se ha sabido hoy, parece que será finalmente el director británico Sir Andrew Davis el encargado de sustituir a Riccardo Chailly al frente de la Orquesta de la Comunitat Valenciana en las funciones programadas para los próximos días 16 y 18 de diciembre, en el Palau de les Arts de Valencia, de la ópera de Richard Strauss “Ariadne auf Naxos”, en versión concierto.

Tras la decepción que sufrimos la pasada semana, al enterarnos de que problemas de salud volvían a impedir que pudiésemos ver a Chailly dirigiendo en Les Arts, algunos nos temimos lo peor y se especuló seriamente con la posibilidad de que incluso se cancelasen las representaciones previstas de “Ariadne auf Naxos”, dado lo cercano de las fechas del espectáculo y la dificultad de encontrar a un director disponible con garantías en tan breve plazo.

El veterano Sir Andrew Davis es actualmente director musical de la Lyric Opera de Chicago, donde precisamente estos días se encuentra dirigiendo esta ópera de Richard Strauss, finalizando allí sus compromisos el día 11 de diciembre y estrenando en Valencia el 16.

Davis es un director todoterreno que, en principio, parece asegurar un trabajo de batuta más eficaz que brillante, pero contando con una orquesta como la titular del coliseo valenciano, la elegancia y exuberancia de la maravillosa partitura de Strauss tienen presencia asegurada, aunque hayamos de padecer la infame acústica de esa cosa parida por Calatrava a la que decidieron llamar Auditorio para confundir al personal.

En cualquier caso, si definitivamente se confirma la presencia de Sir Andrew Davis en Valencia y que no se cancelan las representaciones de “Ariadne auf Naxos”, habremos de reconocer que, una vez más, Helga Schmidt y sus chicos habrán hecho bien los deberes en el plano artístico. Lástima que en su gestión administrativa interna y en la relación con el abonado y el público en general no sean igual de competentes.

Y finalizo hoy con este video perteneciente a los Proms de este año 2011, donde podemos ver a Sir Andrew Davis dirigiendo a la BBC Symphony Orchestra en un breve fragmento del poema sinfónico de Richard Strauss "Till Eulenspiegels":


video de Radio3Video