Mostrando entradas con la etiqueta Barcellona. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Barcellona. Mostrar todas las entradas

sábado, 24 de junio de 2017

"TANCREDI" (Gioachino Rossini) - Palau de les Arts - 23/06/17

En la corta historia del Palau de les Arts la presencia de Gioachino Rossini ha tenido cierta asiduidad. Hemos podido disfrutar, que yo recuerde, de La scala di seta, La cenerentola, Il barbiere di Siviglia, L’italiana in Algeri y el Stabat Mater. Ayer se dio un paso más en el recorrido por el catálogo rossiniano haciendo la primera incursión en sus llamadas óperas serias con el estreno de Tancredi, que ha sido la obra elegida para poner el punto y final a la temporada operística en el teatro valenciano. Y no ha podido tener un mejor colofón.

Al igual que ocurriese el año pasado con A midsummer night’s dream de Britten, la ópera que ha cerrado la temporada ha sido probablemente el mejor espectáculo de la misma. Este año hemos tenido voces muy interesantes, direcciones musicales relevantes e incluso alguna dirección de escena que se dejaba ver; pero el Tancredi de ayer fue, a mi juicio, el espectáculo más redondo y equilibrado en su conjunto, con una nota bastante alta en todos sus apartados.

Yo que no soy precisamente muy rossiniano y que esta ópera me ha parecido siempre una tontunez un poquito pesada, me chupé ayer el Tancredi sin pestañear. Es verdad que sigo pensando que unos cuantos tijeretazos no le vendrían mal, porque a Rossini le pasaba como a mí en mis crónicas, que se ponía a escribir y no tenía mesura. Pero siempre he defendido frente a algunos conocidos que insisten en el aburrimiento irreconciliable que les genera Rossini, que para acercarse a él es fundamental que esté bien servido. Como me comentaba ayer un amigo, incluso una obra tan inspirada como Il barbiere puede ser una maravilla o un tostón inaguantable, dependiendo simplemente de que haya unas buenas y adecuadas voces y una batuta con oficio. Y ayer lo hubo.

La producción elegida para cerrar la temporada es una coproducción de la Opéra de Lausanne y el Teatro Municipal de Santiago de Chile, con dirección de escena a cargo de Emilio Sagi y su equipo habitual (vestuario de Pepa Ojanguren e iluminación de Eduardo Bravo) que vuelven a Les Arts tras la Lucrezia Borgia que nos presentaron en marzo. La acción se traslada desde principios del siglo XI a lo que parece ser finales del XIX o comienzos del XX, sin que sepamos muy bien por qué. Supongo que por liberar algo la carga de ranciedad de la historia y presentarla más cercana, al menos visualmente. De todas formas da un poco igual. Como suele ser habitual en el director asturiano, su objetivo no es contarnos nada especial ni formular nuevas interpretaciones, sino construir un entramado escénico en el que el drama se desarrolle cómodamente, sin forzar situaciones, y resultando visualmente atrayente.

Y en esta ocasión la propuesta escénica de Sagi tiene nuevamente como gran valor su indudable atractivo plástico, logrando crear unos sugerentes ambientes, con influencias cinematográficas como el propio director ha reconocido, en los que la iluminación juega un papel destacado. La escenografía, en esta ocasión a cargo de Daniel Bianco, es imponente, pero sin que ese protagonismo escénico dificulte, en aras de la estética, lo realmente importante que es el canto. Escenografía impactante pero con inteligencia, dejando espacio para el movimiento de los cantantes, a los que además se procura acercar al proscenio en los momentos más importantes y no se perjudica la proyección de sus voces.

Toda la acción se desarrolla enmarcada por las paredes de lo que podría ser un decadente palacio siciliano, con columnas de mármol y grandes ventanales en los que asoman decoraciones de estilo art déco. Esas paredes móviles irán configurando los diferentes escenarios, desde el palacio de Argirio, la plaza pública, el campo abierto o la cárcel, con mayor ajuste en unas ocasiones que en otras, pero sin que tampoco haya nada que desconcierte al espectador. Quizás se echase en falta alguna referencia marina que acompañase a la musical barcarola de la entrada de Tancredi. Eso sí, no voy a dejar de reseñar un nuevo episodio de lo que parece ser la última moda en la dirección de escena: “tóquele la entrepierna al espectador deslumbrándole, no se vaya a dormir”. Este año llevamos ya tres quemaduras de cornea con Lucrezia Borgia, The turn of the screw y ayer con las linternitas del Tancredi. Imagino que ya falta poco para ver a la asociación de oftalmólogos de Monteolivete entre los patrocinadores del teatro.

Me gustó bastante el efecto conseguido con las sombras fuera de escena tras el duelo. También en el cuadro final se hará morir al protagonista a los pies de un gran mausoleo blanco con un gran efecto simbólico y visual. Toda esta fuerza estética compensa de algún modo la, en mi opinión, poca chicha dramática de la mayor parte del libreto y el estatismo escénico que del mismo se desprende. Estatismo que está presente en muchos momentos y no se evita, pero que también sirve para centrarnos en lo puramente vocal. Pienso que no es esta una obra que permita precisamente el lucimiento del regista, el cual con salir del paso dignamente ya hace bastante. Y yo creo que Sagi lo logra.

Para finalizar con el apartado escénico no quiero dejar de comentar el misterio de la noche: al inicio del aria de Amenaide No, che il morir non è, se vio caer un objeto desde las alturas del escenario que aterrizó en un extremo de éste, fuera ya de escena. No pude identificar de qué se trataba, pero por el ruido no parecía precisamente un paquete de kleenex; era algo pesado. Afortunadamente no pilló a nadie debajo y supongo que se trataría de un accidente porque por allí ni pasaba Livermore ni nada…

La cotitularidad de Roberto Abbado al frente de la Orquestra de la Comunitat Valenciana cada vez pierde más peso y está alcanzando niveles de lo meramente anecdótico. Su presencia ayer en el foso suponía la segunda ópera que dirigía en toda la temporada tras haberla inaugurado con I vespri siciliani. Y el año que viene se prevé que tan sólo dirija una, la última, que se estrenará a finales de junio y que será La Damnation de Faust. O sea, que tenemos que esperar casi un año para volver a ver al titular dirigir a su orquesta en una ópera. Es verdad que estará presente en un par de conciertos, pero su poca continuidad al frente de la orquesta dista muchísimo de lo que se espera de un director titular.

Ayer, para colmo, Abbado apareció en el foso con el brazo derecho en cabestrillo, dirigiendo toda la obra con la mano izquierda, con movimientos de cabeza y gergieveando con los deditos de la derecha. Pese a las limitaciones, he de decir que yo salí bastante satisfecho de la labor del italiano, quien demostró desenvolverse con soltura en el género, logrando que la orquesta mostrase la ligereza y transparencia que requiere. Ya en la obertura se imprimió un arranque ágil y con nervio y brío, con un eficaz juego de dinámicas, buenas regulaciones del crescendo y un equilibrio orquestal que sería la tónica de la noche. También hubo equilibrio con el escenario, respirando con los cantantes, y concertando y marcando las entradas con esa mano izquierda que ayer fue más valiosa que la de Joselito.  Elocuente fue en este sentido cómo en el aria de Roggiero, donde Rita Marqués perdió el tempo, la recondujo a la orquesta con gesto rápido y claro, y en la repetición del aria le indicó perfectamente dónde hacer la pausa para no volverse a perder. Abbado consiguió ofrecer diversidad de acentos y me pareció ejemplar el cuidado e intensidad que se mostró en los recitativos toda la noche tanto por los cantantes como por el sostén orquestal.

Se obtuvieron momentos musicales bellísimos en los que la orquesta brilló especialmente, como las introducciones a la entrada de Tancredi o al recitativo de Amenaide In mia vita infelice. También la cuerda sobrecogió en ese final trágico de la versión de Ferrara que se ha elegido y que, aunque reconozco que corta el rollo, a mí me encanta. Las maderas estuvieron inspiradísimas toda la noche: flauta, oboe, corno inglés o ese precioso clarinete que acompaña el aria de Isaura. Y no quiero dejar de alabar la buena labor toda la noche del continuo, con José Ramón Martín al fortepiano, Rafal Jezierski al chelo y David Molina al contrabajo.

El Cor de la Generalitat, reducido en esta ocasión a sus voces masculinas, mostró empaque, autoridad, rotundidad y esa variedad dinámica que alguna comentarista de prensa parece que nunca sabe o quiere ver. Fantásticas fueron sus intervenciones en la llamada a la batalla, el finale primo o la maravillosa escena final; y, como siempre, fue estupendo el desempeño escénico de todos sus integrantes.

El principal aliciente con el que contaba la representación era la presencia de un reparto vocal más que interesante que ayer no sólo no defraudó, sino que hizo honor y dignificó el concepto mismo de bel canto.

La veterana Daniela Barcellona asumía el papel que da título a la obra. Un rol que la lanzó a la fama en el Festival de Pésaro de 1999 y que desde entonces ha paseado por todo el mundo, habiendo devenido una de sus más solventes intérpretes. Conoce el personaje a la perfección y lo hace suyo, con sabiduría, llevándolo a su terreno, sabiendo cómo y dónde mostrar sus mejores recursos y también cómo disimular sus limitaciones. Sólo por la corrección estilística y la expresividad mostrada ya vale la pena disfrutar su Tancredi. Es verdad que junto a algún agudo imponente, marca de la casa, también tuvo alguna subida apurada; es cierto que ha perdido homogeneidad y, aunque ofreció algún grave rotundo, asomaban cambios de color y puntualmente se abría la emisión en la parte más baja de la tesitura; y yo eché de menos un poquito más de pasión y garra.  Alguien que había estado en el ensayo general me comentó que aquél día estuvo mejor que en el estreno. Las próximas funciones comprobaré si fue algo pasajero, pero en cualquier caso estamos ante un Tancredi de primera división, lleno de calidad canora y musicalidad, con un fraseo de clase, intenso y sentido. Lo mejor de la noche sin duda fueron sus excelsos dúos con la Pratt, especialmente el del primer acto, un auténtico goce para los sentidos.

Ya se ha dicho muchas veces, pero esta ópera en realidad debería llamarse Amenaide. Y, sin que ello se entienda como una crítica a Barcellona, ayer aún mas, pues la exhibición de bel canto en estado puro que ofreció Jessica Pratt fue sublime. Era la primera vez que la soprano subía al escenario principal de Les Arts para cantar una ópera, tras su paso fugaz por el infausto Auditori en 2015 con el mozartiano Davidde Penitente, donde nos dejó buenas sensaciones, pero nada que ver con la lección de maestría de anoche. Jessica Pratt deslumbró con un brillo vocal espectacular, un poderío en la zona aguda incontestable y una línea de canto exquisita y cuidada, consiguiendo unos sonidos delicados y etéreos sin que por ello la voz perdiese presencia ni cuerpo. Un canto refinado que adornó con elegantes reguladores (sensacionales, por ejemplo, los pianísimos en Giusto Dio che umile adoro); una impoluta coloratura, donde cada nota se daba colocada en su sitio con perfecta afinación; cada mordiente, cada trino, cada picado, cada apunte en la partitura se escuchaba perfectamente, transmutado en esos sonidos celestiales que ofreció ayer la soprano australiana.

El tercer personaje en importancia de la obra es Argirio, padre de Amenaide, un papel verdaderamente complicado y exigente. Para la ocasión se presentaba en València el tenor chino Yijie Shi, quien, pese a su juventud, presenta en su curriculum un importante bagaje rossiniano. El cantante tiene la vocalidad, conoce el estilo, se mueve cómodo en las agilidades y destaca por la frescura y potencia de su agudo (imponente resultó el agudo final, largo y mantenido, en el aria del segundo acto Ah! segnar invano io tento). Sus recitativos también estuvieron bien fraseados, con variados acentos y algunos detalles de muchísimo gusto. Sin embargo, a mí había algo que no me acababa de convencer y posiblemente fuese un timbre ingrato que afeaba un tanto el resultado final, en el que eché de menos una mayor nobleza. Por otra parte, si el personaje ya de por sí resulta poco creíble en el libreto, ayer ni por presencia escénica ni por estética convencía, y es que, pese a los buenos intentos de maquillaje y peluquería por hacernos creer que el chino del flequillo podía ser padre de Jessica Pratt, allí había algo que chirriaba (no sé si de ahí vendrá la expresión “engañarte como a un chino”). De cualquier modo, sólo cabe felicitar al tenor por su entrega y desempeño.

El cuarteto protagonista se completa con el malvado personaje de Orbazzano, encarnado ayer por Pietro Spagnoli. El barítono italiano tiene muchísimas tablas y también controla el género, lo que le ayudó a solventar con habilidad una actuación para la que, en mi opinión, su voz carecía del peso requerido, faltando autoridad y rotundidad en los graves. Eso sí, su dicción fue perfecta y supo dotar de intención al fraseo. En su aria se mostró algo plano y perdió la orquesta en un par de ocasiones, pese a los intentos de Abbado desde el foso por reconducirle.

En los dos papeles menores de Isaura y Roggiero cumplieron bien Martina Belli y la alumna del Centre Plácido Domingo, Rita Marques, sacando adelante sus respectivas arias di sorbetto.

El único punto negro de la función estuvo en la escasa presencia de público. Ha sido el estreno de la temporada con más huecos en la sala, no sé si debido a la competencia de la Nit de Sant Joan, al inicio del fin de semana playero, al escaso tirón de Rossini y de una ópera poco conocida, o a una mezcla de todo ello; pero el caso es que no se llegaba a los tres cuartos de aforo. De cualquier modo, los presentes nos lo pasamos en grande y pese a que la función acababa cerca de las once y media de la noche hubo largas y muy cálidas ovaciones para todos, incluida la dirección de escena. Una platea entusiasmada es el indicador perfecto de que las cosas se han hecho bien.

Fue una lástima que no se llenase porque el resultado ha sido muy bueno y estamos posiblemente ante el mejor espectáculo de la temporada, siendo una oportunidad inmejorable para acercarse a la música de Rossini como debe hacerse, con buenos intérpretes y una cuidada dirección musical. Aún quedan cuatro representaciones más. Si os lo estáis pensando, no lo dudéis, todo el conjunto es extraordinario, pero aunque sólo fuese por escuchar a la Pratt vale la pena. Si ya fuisteis ayer no creo que os tenga que convencer, seguro que, como yo, repetiréis.

domingo, 30 de octubre de 2011

PREMIOS "HELGA DE ORO 2011". LOS GANADORES


A menos de una semana para que “Boris Godunov” inaugure en el Palau de les Arts la temporada operística 2011-2012 (que algunos parece que estén empeñados en conseguir que sea la última), los votos de los lectores del Blog de Atticus ya han elegido destinatarios para los premios “Helga de Oro” correspondientes a la pasada temporada 2010-2011.

Antes de nada, como siempre, quisiera agradeceros vuestra participación en esta tontería que un día me dio por promover. No sé si los resultados obtenidos serán o no representativos de lo que pueda ser la opinión mayoritaria del público que acude habitualmente al Palau de les Arts, aunque creo que no diferirá mucho, pero desde luego lo son respecto de las personas que se pasan por aquí.

Soy consciente de que premiar “lo mejor” o “lo peor” es una tarea que no suele ser fácil, implica demasiada simplificación y muchas veces es injusta, pero siempre he pensado que, aunque sea dentro de los reducidísimos límites de este blog, es positivo conocer qué opina el aficionado respecto a la programación operística que se le ofrece. No se trata tanto de resaltar lo mal o lo bien que lo puedan haber hecho determinados artistas, potenciando filias y fobias, cuanto de que se sepa aquello que gusta o no gusta al público, aunque luego los responsables artísticos de Les Arts se pasen la opinión por allí mismo y sus alrededores.

Yo, como de costumbre, me había reservado mi opción de votar por si hubiese habido que desempatar en alguna de las categorías, pero no ha hecho falta mi intervención y, aunque en apartados como el de mejor tenor ha habido mucha igualdad entre algunos candidatos, en la mayoría de categorías, desde el principio mismo de la votación, se han destacado claramente los finalmente ganadores.

Como resumen, se podría decir que la indiscutible triunfadora de la temporada 2010-2011 en Les Arts ha sido la reposición de la producción propia del teatro valenciano de la ópera “Fidelio” de Beethoven, que inaugurase en 2006 el recinto valenciano y que se pudo ver el pasado mes de junio dentro del IV Festival del Mediterrani, la cual ha obtenido cuatro de las siete “Helga de Oro” que se repartían, incluyendo la correspondiente a Mejor Espectáculo de la temporada. Los otros tres premios dorados se los han repartido “Tosca”, “Aida” y “Mefistofele”, con lo que se han ido de vacío dos producciones como “Yevgueni Oneguin” y “L’Elisir d’amore” que yo pienso que hubieran merecido algo más.

En la tradicional gala* virtual celebrada esta misma noche en el Palau de les Arts, y a la que pertenecen algunas de las imágenes que ilustran este post, se ha procedido a la entrega de los premios a los galardonados. La Intendente Schmidt ha presidido el acto luciendo el nuevo look que puede verse en la fotografía de la derecha y con el que se apunta como posible nueva chica Bond. Este año la crisis ha vuelto a hacer mella en el evento y los tristes bocadillos de chóped de la última edición han sido sustituidos por Boca Bits, y sándwiches de margarina de tres colores, todo ello regado con abundante Champín de fresa.

Los galardonados han sido:

Helga de Oro a la mejor Dirección Escénica: Pier’Alli por “Fidelio”.

Pocas dudas parecen haber existido entre los votantes sobre cuál era la mejor puesta en escena que había pasado por Les Arts la pasada temporada. Desde el primer minuto de votación, la propuesta concebida por el italiano Pier’Alli en 2006 para inaugurar el teatro valenciano con la ópera “Fidelio”, comenzó a destacarse claramente, habiendo obtenido el 50 por cien de los votos en este apartado. También era esta mi opción preferida, aunque he de reconocer que pensaba que el original trabajo de Damiano Michieletto para “L’Elisir d’Amore”, iba a obtener un mejor resultado que los escasos 11 votos que ha recibido, pese a haber quedado en segunda posición.
Pier’Alli: 25 votos
Damiano Michieletto: 11 votos
Robert Lepage: 7 votos
Vincent Paterson: 5 votos
Mariusz Trelinski: 2 votos

Helga de Oro a la mejor Dirección Musical: Zubin Mehta por “Fidelio”.

Este ha sido otro de los galardones donde ha habido una holgada diferencia de votos desde el principio, teniendo muy claro los votantes, y yo también, que había que recompensar el excelente trabajo de Zubin Mehta al frente de la Orquestra de la Comunitat Valenciana en “Fidelio”, con lo que el director indio consigue este premio por segundo año consecutivo. Pero, pese a la justicia de este galardón, nos queda cierto sabor agridulce viendo como el magistral trabajo de batuta de Nicola Luisotti en “Mefistofele” queda sin premio, al igual que la genialidad (esta ya más discutida) de Lorin Maazel en “Aida”. Más preocupante es que el sucesor de éste, Omer Wellber, no haya obtenido ni uno solo de los votos emitidos en este apartado, quedando en último lugar.
Zubin Mehta (Fidelio): 29 votos
Lorin Maazel: 9 votos
Nicola Luisotti: 8 votos
Zubin Mehta (Tosca): 3 votos
Omer Wellber: 0 votos

Helga de Oro al mejor tenor: Jonas Kaufmann.

Si de sabor agridulce hablaba en el apartado anterior, otro tanto se podría decir de este premio al mejor tenor de la temporada. Aquí sí que ha existido una reñida pugna, desde el principio al fin de la votación, entre Jonas Kaufmann y Dmitri Korchak. Al final, por tan solo 3 votos de diferencia, el premio ha ido a manos del alemán, que nos enamoró con el impresionante Florestan que se marcó el 22 de junio pasado, en aquella visita inesperada para cantar una sola noche este breve (y exigente) papel. Pero no hubiera sido más injusto que se hubiera llevado el premio Korchak, por un Lensky lleno de lirismo y sensibilidad, con detalles de un gusto exquisito; o Seiffert, por un Florestan pletórico por entrega y con una voz que dejó momentos bellísimos pese a acusar el paso de los años; o Jorge de León, por su espectacular debut como Cavaradossi; o Ramón Vargas, por la elegancia y delicadeza de su canto… En fin, afortunadamente este año en este apartado ha habido mucho y bueno donde elegir.
Jonas Kaufmann: 19 votos
Dmitri Korchak: 16 votos
Jorge de León: 8 votos
Ramón Vargas: 8 votos
Peter Seiffert: 5 votos

Helga de Oro al mejor Bajo/Barítono: Bryn Terfel.

La verdad es que este premio no ha sido una sorpresa para nadie. Desde la designación de los candidatos se veía venir que Terfel iba a arrasar en las votaciones. Su Scarpia ha sido uno de los mejores acontecimientos que ha pasado por el escenario de Les Arts, tanto por calidad vocal como por personalidad escénica y fuerza interpretativa, y el galardón llevaba su nombre puesto, pese a la calidad y meritorio trabajo llevado a cabo por sus rivales en esta categoría, que, de no haber competido con Scarpia, nos hubiesen proporcionado una emocionante y reñida votación. A la salida del acto pude conversar brevemente con el cantante galés, quien manifestó: “la estatuilla es fea de narices, pero muchas gracias. A ver si tenéis cocos de premiar el año que viene también al Scarpia de Marco Vratogna, jajaja…”.
Bryn Terfel: 34 votos
Erwin Schrott: 10 votos
Ildar Abdrazakov: 4 votos
Stephen Milling: 4 votos
Artur Rucinski: 1 voto

Helga de Oro a la mejor cantante femenina: Daniela Barcellona.

La escasez este año de candidatas al premio y la calidad de la interpretación que llevó a cabo la mezzosoprano Daniela Barcellona del personaje de Amneris en “Aida”, también parecían garantizar la victoria de la cantante triestina con holgada mayoría de votos, como así ha ocurrido, ya que ha obtenido el mayor número de votos y porcentaje de todas las categorías. Es significativo que haya estado acompañada en la candidatura por dos cantantes que venían de segundos repartos (Hui He y Kristine Opolais) y por dos sopranos cuya actuación había generado controversia (Oksana Dyka y Jennifer Wilson), pero es que no había más nombres para elegir en papeles femeninos protagonistas (para el olvido quedan gente como Indra Thomas, Irina Mataeva, Aleksandra Kurzak, Rocío Ignacio o Ailyn Pérez).
Daniela Barcellona: 35 votos
Kristine Opolais: 8 votos
Jennifer Wilson: 6 votos
Oksana Dyka: 4 votos
Hui He: 3 votos

Helga de Oro al cantante revelación: Fabio María Capitanucci.

Ya sé que el concepto “cantante revelación” es relativo, sobre todo cuando se trata de artistas que, pese a actuar por primera vez en Les Arts, llevan ya unos años de carrera a sus espaldas, o porque algunos de los nombres propuestos tuvieron poca ocasión de dejar apreciar su auténtica valía por lo breve de sus papeles; pero el jurado ha procurado incluir aquí a cantantes que combinen el hecho de haber actuado por vez primera en Les Arts y que, sin estar propuestos en ninguna de las restantes categorías, hayan dejado detalles interesantes que sean merecedores de reconocimiento y que nos hayan motivado a desear volver a verles actuar en papeles de mayor enjundia. Finalmente, tras una gran igualdad inicial entre la soprano Yannick-Muriel Noah y el barítono Fabio Capitanucci, ha sido el cantante italiano quien ha obtenido el galardón, con gran alegría por mi parte, pues personalmente no me acabó de convencer la cantante canadiense, pese a que crítica y público coincidieron en alabar su Margherita de “Mefistofele”. De todas formas, mi voto se debatía entre el Gremin de Groissböck y la Gianetta de Mataradze.
Fabio Capitanucci: 21 votos
Yannick-Muriel Noah: 13 votos
Ilona Mataradze: 9 votos
Günther Groissböck: 8 votos
Jenniffer Lynn Waters: 3 votos

Helga de Oro al mejor espectáculo: “Fidelio”.

Este ha sido sin lugar a dudas el premio que menos emoción ha generado de todos, pues también desde el principio parecía bastante claro que la estatuilla estaba destinada a la producción del Palau de les Arts de “Fidelio”, que contó con una dirección musical y escénica y unos solistas de primer nivel, en la que ha sido indiscutiblemente la ópera más redonda de toda la temporada. En segundo lugar, aunque a gran distancia, ha quedado un “L’Elisir d’Amore” que, como ya dije antes, creo que fue una interesante y original producción que merecía mayor reconocimiento, el cual posiblemente hubiera obtenido con unas Adinas menos decepcionantes que Kurzak y Rocío Ignacio.
"Fidelio": 31 votos
“L’Elisir d’Amore”: 8 votos
“Aida”: 6 votos
“Yevgueni Oneguin”: 2 votos
“Tosca”: 1 voto

Helga Abucheadora a lo peor de la temporada: “1984”, de Lorin Maazel.

Una vez más, mi poco admirado Vittorio Grigolo se ha librado de la Helga Abucheadora, pero lo cierto es que en esta ocasión ha vuelto a tener unos contrincantes que le han puesto relativamente fácil la escapatoria. En los primeros días de votación hubo bastante igualdad entre la infame Aida que perpetró Indra Thomas y el pestiño king size concebido en una noche de resaca por el maestro Maazel, pero al final los votantes han dejado claro que debía señalarse la ópera del ex director musical de Les Arts como lo peor que pasó por aquí la pasada temporada. Yo en su momento fui bastante duro con “1984” y sigo manteniendo todo cuanto escribí, pero considero que peor que Indra Thomas ha habido pocas cosas en este teatro… incluida la Voulgaridou
“1984”: 23 votos
Indra Thomas: 14 votos
Vittorio Grigolo: 9 votos
Jean-Louis Grinda: 7 votos
Marco Vratogna: 4 votos

Pues hasta aquí ha llegado esta edición de los Helga de Oro 2011. Reitero mi agradecimiento a todos por vuestra participación y espero, como digo siempre, que dentro de un año este blog y el Palau de les Arts sigan funcionando y que podamos participar en la elección de lo mejor de esa temporada 2011-2012 que levanta el telón el próximo sábado, y que confiemos que no sea la última.

Para finalizar, os dejo con dos videos donde podemos escuchar a los dos intérpretes masculinos ganadores del Helga de Oro al mejor tenor y al mejor bajo/barítono.

En primer lugar podemos escuchar a Bryn Terfel cantando el “Tedeum” del final del acto primero de “Tosca”, tal y como lo hizo el día 31 de mayo pasado en el Palau de les Arts acompañado por la Orquestra de la Comunitat Valenciana y el Cor de la Generalitat, dirigidos por Zubin Mehta:


video de MrsTLeighton

Y aquí está el señor Jonas Kaufmann, interpretando el aria de Florestan “Gott, welch Dunkel hier!”, de “Fidelio”. El video pertenece a una función grabada en Munich tan sólo 16 días después de cantar Kaufmann el papel en Valencia. La puesta en escena de Calixto Bieito debía ser de las toma pan y moja:


video de ximowb

(*) Vuelvo a advertir como siempre a crédulos y despistados que, tanto la gala como las fotografías de la misma, son más falsas que las mechas de Mairen Beneyto.

viernes, 17 de diciembre de 2010

LA "AIDA" DE OMER MEIR WELLBER. ¿HAY VIDA DESPUÉS DE MAAZEL?


Ayer tomó la batuta por primera vez en el foso del Palau de les Arts el director israelí Omer Meir Wellber, quien fuera designado a comienzos de este año como sucesor de Lorin Maazel para asumir la dirección musical del coliseo valenciano a partir de la próxima temporada 2011-2012. Existía una gran expectación por escuchar la versión de “Aida” que ofrecía el joven director (29 años), sobre todo después de la peculiar y bellísima lectura que hizo el maestro Maazel en las funciones anteriores, y por ver su acople con la excelente Orquesta titular del recinto.

Lamentablemente no pude acudir a vivir la experiencia en directo y tendré que aguardar al día 29 para formar mi propio criterio, no obstante, gracias a la amabilidad de los buenos amigos Assai y Ennecus, que sí tuvieron la fortuna de asistir y de cuya opinión me fío enormemente, os puedo trasladar sus impresiones acerca de lo vivido anoche en Les Arts. Y el resultado parece ser que fue más que positivo:

La versión de Wellber, como era de esperar, poco o nada tuvo que ver con la de Maazel, pero no fue menos brillante. El israelí ofreció una lectura más ajustada a los tempi habituales, que sonaron rapidísimos en comparación con Maazel, pero cargada de precisión y sensibilidad, llena de matices, consiguiendo arrancar unos pianísimos magistrales de la Orquesta y conteniendo su volumen con inteligencia, y todo ello sabiendo mantener una tensión constante.

La Marcha Triunfal fue dotada de brillantez y fuerza, con un colorido espectacular; en el ballet del acto II Wellber emocionó por su claridad en la exposición; y la escena final fue de las que consiguen dejar sin respiración al teatro.

Quizás peque el joven director de demasiada vehemencia en el podio, lo que le conlleva un gran desgaste físico, pero lo importante es que consiga la conexión con los músicos, y eso parece que se logró, estando estos siempre atentos a las indicaciones del maestro.

La dirección de ayer de Omer Wellber se puede calificar de sobresaliente y, aunque quizás gozase de la ventaja de encontrarse con el rodaje previo de la Orquesta en esta obra con Maazel, la sensación que dio el israelí es que nos encontramos ante un director de una talla ciertamente relevante.

La Orquesta, salvo una pifia puntual de la trompeta, sonó en todo momento perfectamente ajustada, con la cuerda empastada y cálida de las mejores noches y un virtuoso Álvaro Octavio en la flauta.

También el Coro volvió a lucir su mejor cara, y respecto a los cantantes, Daniela Barcellona destacó de nuevo ofreciendo una Amneris extraordinaria.

Jorge de León suplió la espantá de Marcelo Álvarez con brillantez, moviéndose más cómodo con los tiempos de Wellber que con las magistrales lentitudes de Maazel.

La china Hui He, sin tener una voz especialmente bella, fue una Aida de verdad. A años luz de la que ofreciera Indra Thomas. Tan sólo se le podría criticar cierto automatismo en la interpretación, pero se mostró afinada, con una emisión limpia y teniendo la valentía de atacar algunas frases claves en piano consiguiendo un resultado más que aceptable aunque se nublase ligeramente su timbre. Especialmente destacable resultó su tercer acto.

Como nos temíamos todos, el Amonasro de Marco Vratogna fue la única nota negra de la noche, graznando como en él suele ser habitual a base de embestidas vocales y golpes de glotis.

En definitiva, parece ser que se pudo asistir a una velada que nos llena de esperanza a los aficionados valencianos que aguardábamos con cierto recelo el debut del joven Wellber ante una ópera de enjundia como es “Aida”. Es sabido que este blog no se caracteriza especialmente por loar la labor de la Intendente de Les Arts, pero igual que critico todo aquello que me parece que se hace mal, en este caso, si se confirman las buenas impresiones que sacaron los asistentes a la función de ayer, habrá que felicitar a la señora Schmidt por su arriesgada, y esperemos que acertada, apuesta en la sustitución de Lorin Maazel.

Ojalá el día 29 pueda yo afirmar también lo mismo que me ha dicho hoy mi amiga Assai: “Ayer me fui a casa con la sensación de que hay vida después de Maazel”.

Gracias Assai y Ennecus.

lunes, 15 de noviembre de 2010

"AIDA" (Giuseppe Verdi) - Palau de les Arts - 13/11/10


El pasado sábado se produjo el esperado estreno de la temporada 2010-2011 en Les Arts. Como es habitual, hubo presencia de diversos personajetes de la farándula y de todo el politiqueo local, encabezados por la Alcaldesa de Valencia y el President de la Generalitat, que, según me comentaron, llegó tarde, aunque impecablemente trajeado para la ocasión.

Se inauguraba la última temporada de Lorin Maazel como director musical de Les Arts, con “Aida”, de Giuseppe Verdi, en una coproducción del teatro valenciano con la Royal Opera House Covent Garden de Londres y la Den Norske Opera & Ballet de Oslo, con dirección artística de David McVicar y musical del Maestro Maazel.

La función comenzó con un aviso de megafonía en el que se anunciaba un minuto de silencio por el genial cineasta valenciano Luis García Berlanga, fallecido ese mismo día, y a quien se dedicaba la representación. Un detalle que el público recibió con sobrecogedor silencio y gran ovación final.

Respecto a la dirección artística, como ya os comentaba en mi anterior post, David McVicar ha querido alejarse del aspecto más folclórico de las grandes puestas en escena que de esta ópera se han podido ver, y no nos encontramos esta vez pirámides, lujosos templos, ni elefantes, lo cual tampoco esperábamos dada la coyuntura económica actual, pero es que tampoco hay apenas referencia alguna a la cultura egipcia. La acción se traslada a un limbo espacio-temporal, donde aparecen guerreros samurái, druidas celtas, aztecas, bereberes… que se entremezclan en un totum revolutum al que no se le acaba de ver mucho sentido, más allá de exponer que el eterno enfrentamiento de la política y religión frente a los sentimientos más nobles del ser humano, ha caracterizado a las distintas civilizaciones que históricamente se han sucedido, y siempre en un entorno de violencia.

Y es que McVicar se empeña en mostrarnos la maldad y barbarie del hombre con la presencia en escena de sacrificios humanos con abundancia de sangre. Aunque en mucha menor medida que en el estreno de esta producción en Londres.

Se han suprimido ahora respecto a entonces algunos momentos que potenciaban esa vertiente violenta, como la aparición en el desfile triunfal de los cadáveres momificados de los sacrificados colgando del techo. Según me han comentado, parece ser que estos cambios podrían haber venido impuestos por la dirección de Les Arts que los exigió aduciendo que había ya demasiada violencia para el público valenciano. Independientemente de que lo suprimido aportase o no algo a la propuesta escénica, de ser cierto, sería una nueva majadería inadmisible de Les Arts.

La dirección de actores desde mi punto de vista no está demasiado cuidada y falta un mayor énfasis en las relaciones entre los personajes. Los movimientos en escena de los protagonistas parecen la mayor parte de las veces más fruto del azar o de la inspiración del intérprete (unos más inspirados que otros), que de una dramaturgia estudiada para conseguir transmitir una particular lectura del libreto.

La escenografía es bastante simple. El escenario está dominado por un gran andamiaje central giratorio, muy feo, que desconozco lo que representa y que unido al variado vestuario, en ocasiones daba la impresión de que estábamos asistiendo a una reunión de amigotes en una fábrica abandonada tras una fiesta de disfraces. En algunos cuadros ese elemento central desaparecía para dejar un escenario despejado que favorecía el intimismo, como en la escena del Nilo o la tumba final.

Una oscuridad excesiva invadió toda la noche el escenario, potenciando la vertiente más tétrica de la lectura de McVicar.

Pese a todo, la propuesta no carece de fuerza visual y no me resultó molesta, aunque no me acabase de convencer. Desde mi personal punto de vista, se ha prescindido de recurrir a una puesta en escena clásica deslumbrante y kitsch en las que predomina la grandiosidad de cartón piedra, por esta pretendidamente innovadora y que se nos vendía como intimista, pero que no deja de primar el espectáculo puramente visual (sobre todo en los primeros actos) frente a otras lecturas de fondo y análisis de los comportamientos de los personajes.

Pero, frente a esta cierta incapacidad de la regia para transmitir los contrastes de la obra en su vertiente más intimista, allí estuvo el Maestro Maazel inmejorablemente secundado por su Orquesta para lograrlo con creces. Aunque el escenario hubiera estado vacío y los cantantes petrificados, la emoción hubiese inundado la sala igual, gracias a la exhibición de maestría del octogenario director, que declaraba en una entrevista que publica el diario Levante, que el único secreto está en el respeto a la partitura y al músico.

Bueno, pues eso ya es más discutible, porque si el escenario de la representación hubiese sido La Scala, templo guardián de las esencias verdianas, igual el veterano director hubiese salido escoltado por los carabinieri, ya que la lectura de Maazel me pareció extraordinariamente bella, llena de colorido y matices, desgranando con pulcritud la enorme riqueza y los contrastes de esta página verdiana, pero con ese particular uso de los tempi, en los que reconstruye la partitura alla Maazel y donde los ritardandi traspasan en ocasiones los límites de lo admisible (sobre todo para los cantantes). En cualquier caso, el resultado, pese a no ser ortodoxo y verdiano al cien por cien, a mi me resultó altamente gratificante.

El momento curioso de la noche se produjo al inicio del último cuadro del IV acto, cuando Jorge de León se iba acercando desde el fondo del escenario y la música no comenzaba. Me asomé hacia el foso y pude ver a Maazel agachado y la luz verde del atril encendida. Por un momento pensé si habría sufrido alguna súbita indisposición, pero enseguida comprobé que, con toda la pachorra del mundo, el venerable Maestro se estaba anudando los cordones de los zapatos, dejando claro que era él quien decide cuándo se empieza.

De la Orquestra de la Comunitat Valenciana cualquier cosa que se diga suena a repetitiva, pero francamente sólo se me ocurre insistir en que es un enorme placer escuchar a esta orquesta, aunque existan algunos fallos propios de una primera función, como ocurrió el sábado, pero la belleza del sonido que logran extraer estos músicos de sus instrumentos y su capacidad de conjunción y flexibilidad, alcanzan cotas difícilmente superables.

Es justo destacar una vez más a los solistas de flauta, oboe y cello que tuvieron unas portentosas intervenciones.

El Cor de la Generalitat volvió también a dejar claro que es una de las mejores agrupaciones que se pueden encontrar hoy en los teatros de ópera. A pesar de algún desajuste puntual y pequeños desequilibrios, su rendimiento fue magnífico, mejor el masculino, especialmente los tenores, que el femenino.

Mención de honor merece asimismo el original Coro de Tosedores de la Comunitat Valenciana, que debía también inaugurar temporada, convirtiéndose en uno de los protagonistas de la velada. Estratégicamente apostado en las diferentes zonas de la sala, con un ajustado equilibrio entre carrasperos y gargajosos, supo acompañar la partitura atacando con saña los pianísimos y cualquier conato de silencio que se producía, como mandan los cánones.

En cuanto al elenco solista, hay que comenzar por la gran triunfadora de la noche que fue, sin duda, Daniela Barcellona. Estuvo fantástica como Amneris a pesar del espantoso look reina Amidala. Quizás no sea este el papel más adecuado para ella, pero pese a que en los primeros actos no tiene excesivas oportunidades de lucirse, desde su aparición en el escenario derrochó poderío vocal y escénico, adecuación estilística y madurez interpretativa. Su escena del juicio y el dúo con Radamès fueron momentos en los que la emoción en la sala se podía cortar con un cuchillo.

Jorge de León no es Carlo Bergonzi, obviamente, pero me pareció un muy buen Radamès. Y, tal y como está el mercado de Radameses, eso es un lujo. Si algo creo que no se le puede reprochar al tinerfeño es su arrojo para acometer un personaje complicado como este. No tuvo reparos en afrontar el “Celeste Aida” sin trampa alguna, con excelente técnica, fraseo de manual y haciendo ostentación de fiato. Quizás la emisión se percibió en los inicios algo entubada, pero conforme fue avanzando la obra, fue mejorando. En la segunda parte, mucho más lírica, consiguió hilvanar algunos matices llenos de buen gusto y sobre todo hizo alarde de un fraseo bellísimo. En el dúo del tercer acto con Aida, emitió además unos agudos estupendos. Quizás en lo actoral estuvo más justito, pero cumplió hasta con los malabarismos con la catana.

Giacomo Prestia fue un buen Ramfis, presentando una resonante voz ancha y profunda, de atractivo timbre y gran volumen, consiguiendo una emisión llena de nobleza.

Gevorg Hakobyan que me había gustado bastante en sus anteriores actuaciones en Les Arts, como Sharpless y Alfio, me pareció flojísimo como Amonasro, carente completamente de autoridad vocal y carácter.

Marco Spotti, Sandra Fernández y Javier Agulló cumplieron, sin más, como Rey, Gran Sacerdotisa y Mensajero, respectivamente.

He dejado a propósito para el final a la presunta protagonista. Una Indra Thomas con la que procuraré no ser demasiado cruel, pero cuya interpretación de Aida, siendo generoso, sólo puedo calificar de muy deficiente. Me da la impresión de que alguien ha engañado a esta mujer haciéndole creer que está capacitada para afrontar un papel como este. Una voz de color muy oscuro como la de Thomas no basta para cantar Aida si, como es el caso, se carece completamente de graves, casi también de agudos, que se convierten en chillido cuando la tesitura no da más de sí, la emisión es sucia, se desafina, la técnica respiratoria es inexistente y la media voz consiste simplemente en cantar más bajito, que ya es decir, porque la escasez de volumen es otra de sus características y fue inaudible en más de una ocasión.

Con una dicción italiana propia de una pescadilla con frenillo, fue imposible identificar en qué idioma cantaba porque no se entendía absolutamente nada de lo que decía. Y todo eso adornado con una actuación dramática con menos movilidad que los pastorcillos del belén y transmitiendo menos emoción que un langostino (cocido).

La amiga Thomas asesinó, previa cruel tortura, los bellísimos dúos con Barcellona y De León, y fue una lástima, porque estos estuvieron especialmente bien y la orquesta les acompañaba con delicado lirismo.

Hui He no es santo de mi devoción, ni mucho menos, pero dudo mucho que en el segundo reparto pueda hacerlo peor que Thomas, sinceramente.

A pesar del magnífico rendimiento de Barcellona y De León, después de escuchar en el estreno a Indra Thomas, la frase del otro día de Helga Schmidt diciendo que “esta Aida es musicalmente la mejor que se puede ofrecer a día de hoy”, suena a tomadura de pelo. O pone los pelos de punta, si a lo que se refiere la Intendente es a que, con el presupuesto que hay, Indra Thomas es lo mejor que vamos a escuchar. Si es así, que lo aclare, que cambio mi abono por un pase a las cenas de la Tuna de Arquitectura.

El público llenaba casi en su totalidad el recinto. No obstante, pese a que desde hacía ya muchos días apenas quedaban localidades, una hora antes de comenzar todavía quedaban entradas que se podían adquirir al 50%, incluso de las zonas más económicas.

Además de las feroces toses que ya he comentado antes y los ruidosos papelitos de rigor, quisiera hacer una observación respecto al público del sábado que me parece de justicia. Pese a ser función de estreno, su comportamiento respecto a los aplausos fue bastante coherente. Tras el horrísono “Oh, Patria mía” que se marcó la Thomas y pese a la paradinha estratégica de Maazel buscando el aplauso, el silencio absoluto fue lo único que pudo escuchar la americana. Igualmente, al final, Barcellona fue la más reconocida de los solistas, seguida de De León y cuando salió Indra Thomas la ovación se convirtió en educados y tibios aplausillos.

Y no ha transcurrido tanto tiempo desde que en este teatro hemos visto ovacionar y bravear a piñón fijo a todo protagonista en cuanto te hacía un agudo medianamente vistoso (¿os acordáis de una tal Voulgaridou?). ¿Puede ser esto un síntoma de madurez del público de Les Arts?, pues yo creo que sí, que con el paso del tiempo está adquiriendo un mayor criterio y cada vez sabe mejor lo que quiere oír. O eso quiero creer yo.

No salió a saludar ningún miembro de la dirección artística, con lo que no se puede conocer la opinión del público respecto a la puesta en escena, aunque por lo escuchado en los pasillos parecía haber división de opiniones. Esa ausencia en los saludos de la dirección artística, según me han dicho, podría haber sido su modo de protestar ante las imposiciones de Les Arts para eliminar algunos elementos de la puesta en escena.

En fin, ya me he vuelto a alargar demasiado. Pese a la Thomas, fue una buena noche de ópera que me permitió gozar de una extraordinaria Barcellona, un estupendo De León y la magia (peculiar) del Maestro Maazel y sus músicos. Repetiremos algún otro día y veremos que nos depara el segundo reparto con Wellber como director musical y con Marcelo Álvarez y Hui He acompañando a Barcellona.