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viernes, 14 de febrero de 2014

HELGA, NO NOS MIENTAS...

Últimamente, desde este blog no han sido pocas las veces que he alabado la forma en que, desde la dirección del Palau de les Arts, léase Helga Schmidt, se está afrontando la situación preocupante en la que se encuentra el teatro de ópera valenciano. Sin embargo hay cosas que no cambian.

Siempre he criticado la pésima gestión que se ha venido llevando a cabo en cuanto a la relación del teatro con su público. El secretismo, la desinformación y el desprecio a quienes nos dejamos en Les Arts el poco dinero que tanto nos cuesta ganar, han sido las señas de identidad del coliseo valenciano desde su inauguración. En la última temporada se había mejorado un poco en ese apartado y, aunque ha seguido habiendo movimientos de programas y repartos inesperados, al menos se ha ido informando al público. Pero han vuelto a las andadas.

La última pifia de la casa ha sido la desaparición del cartel de L'Italiana in Algeri, apenas a diez días del estreno y con gran parte de las entradas vendidas, del protagonista masculino anunciado desde agosto, el barítono  Erwin Schrott. Ha ocurrido sin previo aviso, como siempre, y sin anuncio alguno de cancelación. Simplemente, de repente, se ha esfumado su nombre del reparto, como si el mismo Houdini hubiese pasado por el Palau de Calatrava, y han aparecido los de Simón Orfila, Burak Bilgili y Ricardo Seguel.

Ahora habrá quien diga que eso pasa en todos los teatros, que los cantantes también tienen derecho a ponerse enfermos o a que surjan imprevistos, que yo soy muy exigente y bla, bla, bla... Pues no. En la mayoría de los teatros, si pasa, se informa, y se explican las causas. Por supuesto que puede ocurrir un imprevisto a pocos días de la representación y tener que proceder a la sustitución de un artista, pero se informa. Aquí no. En Les Arts, incluso, han sido habituales las cancelaciones a meses vista del estreno, lo cual más que imprevistos indicaban mala gestión y estafa al aficionado. Y esto parece que es lo que ha vuelto a ocurrir en esta ocasión.

Como aquí el blogero Atticus es así de puñetero, le he preguntado directamente al Sr. Erwin Schrott qué había ocurrido para que no estuviese presente en las funciones de Valencia, y esta es la respuesta que he recibido del equipo de Erwin Schrott a través de facebook esta misma mañana: (reproduzco literalmente)

"El Palau le propuso a Erwin Schrott el papel hace algún tiempo, pero Erwin no aceptó ya que tiene su calendario ocupado en ese periodo. Sin embargo, recién se enteró que su nombre figura en el cartel de Valencia. Erwin Schrott nunca aceptó la propuesta, así como nunca se firmó contrato con Valencia por esa producción o cualquier otra durante ese periodo".

Eso en mi pueblo se llama estafar al aficionado. Esto no pasa en los teatros serios. Y aquí me temo que ya ha ocurrido demasiadas veces. Se han vendido las entradas anunciando a Erwin Schrott, al cual no tenían contratado, y, cuando queda una semana para el estreno, se cambian los nombres del reparto y aparece Burak Bilgili, que será buenísimo, no digo yo que no, pero le conocerán en el Kebab Omar de Estambul.

Ya puestos a hacer el sinvergüenza, anuncie usted una temporada 2014-2015 de campanillas, con Netrebko, Alagna, Kaufmann, Stemme, Barenboim… haga caja y luego que canten los chavales del Centre de Perfeccionament, así por lo menos nos hace usted felices unos meses y se asegura vender todas las localidades.  

Muy mal, doña Helga. Eso es hacer trampitas. ¿Ahora nos tenemos que creer que Zubin Mehta va a ser el director titular; que vamos a tener un Festival del Mediterrani con Kunde, Monastirska o Lindstrom; que se está cerrando la próxima temporada... o está usted jugando de farol?.

No estaría mal dar una bonita explicación, porque si no, perderás definitivamente toda la credibilidad. Aunque me imagino que, ni aunque sea San Valentín, vas a querer hablarle a tu público que tanto te quiere.... qué pena.


sábado, 9 de abril de 2011

CONCIERTO POR JAPÓN EN LES ARTS: LA CRÓNICA

El pasado jueves tuvo lugar en el Auditorio del Palau de les Arts el concierto organizado a beneficio de los damnificados por los sucesos ocurridos en Japón, del que os hablé en un post anterior.

La organización del evento parece que surgió de los propios músicos y cantantes y que el Palau de doña Helga en este caso se ha limitado a poner el local. Y, por cierto, el día del concierto yo no vi por allí a mi Intendente favorita, aunque no puedo asegurar que no estuviera, dada la ubicación en la que me encontraba.

Una de las personas más implicadas en esta organización ha sido el barítono hispano-uruguayo Erwin Schrott, a quien al finalizar el acto se le veía realmente emocionado y es muy de agradecer el interés personal que ha puesto en ello.

Al tratarse de un acto benéfico, en el que todos los participantes han colaborado de forma gratuita por un fin solidario, no procede poner aquí de manifiesto los fallos o limitaciones que pudieran tener unos u otros, sobre todo teniendo en cuenta que el evento se ha organizado en muy pocos días y sin posibilidad casi de ensayos. Lo importante es la causa solidaria y el hecho de que se haya tomado esta iniciativa y eso ya valora positivamente por sí mismo el trabajo de cuantos intervinieron.

Pero es que además he de decir que todo salió mejor de lo que muchos esperábamos y el público disfrutó un montón del espectáculo.

Tras una briosa interpretación de la Obertura de “La Forza del Destino” por la Orquestra de la Comunitat Valenciana, el tenor mejicano Ramón Vargas nos ofreció uno de los grandes momentos de la noche con el aria “Quando le sere al placido” de “Luisa Miller” de Verdi, que cantó con enorme expresividad, fuerza, sensibilidad y control vocal, emocionando. Al final de la velada volvería Vargas a electrificar la espina dorsal de los asistentes, en este caso con la popular “Granada”, donde de nuevo maravilló con su musicalidad, impresionantes agudos y control del fiato.

La soprano Rocío Ignacio cantó el “Caro Nome” de “Rigoletto”, lo que hizo demostrando un adecuado control de la coloratura y dominio de la zona aguda.

También intervino la guapa soprano georgiana Ilona Mataradze que optó por una pieza siempre agradecida por el gran público como es el “O mio babbino caro” de “Gianni Schicchi” de Puccini, que cantó con una voz muy bella, mostrando mucho gusto y delicadeza.

El Cor de la Generalitat tuvo dos magníficas intervenciones que pusieron fin a cada una de las partes del concierto: “Amen. In sempiterna” del “Stabat Mater” de Rossini, y el “Coro a bocca chiusa” de “Madama Butterfly” de Puccini, bellísimo y emocionante.

Pero si hubo un protagonista de la noche, ese fue Erwin Schrott. Su primera intervención fue cantando “Udite,udite” de “L’Elisir d’Amore” de Donizetti. Y cuando digo cantando, quiero decir cantando de verdad. Dando al personaje el carácter bufo que tiene, pero sin caer en la pantomima excesiva en la que ha incurrido en otras ocasiones en detrimento del canto. Lució su voz potente, profunda y bien timbrada y la puso al servicio de la partitura. Y por supuesto no faltó el peculiar "toque Schrott". Sacó a modo de elixir un folio enrollado y se dirigió al público enarbolándolo en alto mientras cantaba que se lo comprasen, que era el remedio para todos los males. Desplegó el folio en cuestión y era un cartel del concierto firmado por los participantes en él. Un espectador de la primera fila sacó un billete de 20 euros y se lo entregó a Schrott, quien a su vez le dio el cartel. Al finalizar su aria se dirigió al espectador y, mientras se guardaba el billete en el bolsillo de su chaqueta, le dijo: “esto va para el Japón”, procediendo a salir del escenario dejando al hombre con cara de “pues vaya…”

La segunda parte comenzó con unas palabras del Consul General del Japón en Barcelona que, emocionado, dio las gracias en nombre de su país por el acto organizado, tras lo cual tuvo lugar la intervención del dúo de percusión israelí PercaDu que interpretaron una pieza compuesta por el japonés Minoru Miki, en la que exhibieron un portentoso virtuosismo y sincronización.

Tras esto vino el apartado dedicado a los tangos. Omer Wellber salió a escena en chalequillo y con un acordeón para acompañar a Erwin Schrott en “Oblivion” de Astor Piazzolla, que el uruguayo cantó con mucho estilo y cuidando los matices, mientras no dudaba en dirigir la orquesta con gestos indicativos, ya que el maestro estaba ocupado aporreando el acordeón.

Después, Wellber y su acordeón acometieron junto a la orquesta el “Libertango” de Piazzolla y, claro, pasó lo que tenía que pasar. Wellber toca el acordeón igual que dirige, con esa hiperactividad desatada que te hace preguntarte si es que tendrá un ejército de hormigas carnívoras en los calzoncillos y pirañas en los sobacos, así que, a mitad de “Libertango”, dos o tres teclas del acordeón se fueron a tomar… el aire. Se quedó Wellber mirando el instrumento con cara de perplejidad, se encogió de hombros y tuvo que acabar acompañando a la orquesta golpeando rítmicamente el acordeón cual si de unas congas se tratase.

El apartado tanguista finalizó con Erwin Schrott abordando el tema que da título al CD que acaba de lanzar al mercado, “Rojo tango” de Pablo Ziegler, no pudiendo estar acompañado por Wellber y su ex acordeón, como estaba previsto en un principio, ya que no debía haber cover del instrumento. Schrott volvió a demostrar aquí su potencia vocal, muy metido en estilo, y fue divertido observar como Wellber dirigía la Orquesta batuta en ristre y, a su lado, Schrott hacía lo propio con sus manos y no siempre coincidiendo con las indicaciones del maestro.

Al finalizar (sin bises), el público que llenaba las tres cuartas partes del aforo del Auditorio, con una gran presencia de la colonia japonesa en Valencia, tributó, puesto en pie, una larga y calurosa ovación a todos los participantes y nos marchamos todos de allí muy satisfechos tras pasar una noche plagada de emociones, humanas y artísticas.

Ojalá este gesto solidario que tuvo lugar el jueves en Valencia sirva para paliar el dolor de los afectados por la catástrofe de Japón, si no desde un punto de vista económico, al menos sí como mensaje de apoyo para que sientan que no están solos en los difíciles días que están viviendo.

Para finalizar, os dejo la traducción aproximada del poema de Miyazawa Kenji, “Ame ni mo mazeku”, que leyeron en el concierto los dos músicos japoneses de la Orquestra de la Comunitat Valenciana, la violinista Eri Takeya y el contrabajo Nobuaki Nakata, todo un canto a la lucha por la vida y la solidaridad:

Poder resistir la lluvia,
poder resistir el viento,
poder resistir tanto la nieve como el calor del verano
con un cuerpo fuerte,
sin ansias.
 
No dejándose llevar nunca por el temperamento.
Con una alegría tranquila.
Comer cada día cuatro tazas de arroz integral,
miso y algunos vegetales.
 
En todo,
pensar primero en los otros.
Ver, escuchar y entender
y, además, nunca olvidar.

A la sombra de los pinos, en los prados,
estar en una pequeña choza con techo de paja.
Si hay un niño enfermo al Este,
asistirle.
Si hay una madre exhausta al Oeste,
ponerse al hombro sus fajos de arroz.
Si hay un hombre moribundo al Sur,
decirle que no tema.
Si hay una guerra o conflicto al Norte,
decir que sería mejor acabar con ello.

Cuando hay sequía, derramar lágrimas.
Cuando el verano es frío, vagar perplejo.
Ser llamado imbécil por todos,
no ser alabado,
no ser culpado.

Quisiera convertirme
en una persona así.


sábado, 2 de abril de 2011

CONCIERTO SOLIDARIO POR JAPÓN EN LES ARTS

En el Auditorio del Palau de les Arts de Valencia tendrá lugar el próximo jueves 7 de abril un concierto solidario a beneficio de los damnificados por los trágicos sucesos acaecidos recientemente en Japón.

En él participará la Orquestra de la Comunitat Valenciana dirigida por el israelí Omer Meir Wellber, el Cor de la Generalitat y cuatro de los solistas que intervienen en las funciones de “L’Elisir d’Amore” que están desarrollándose actualmente en el recinto valenciano: La soprano sevillana Rocío Ignacio, que iniciará su participación en “L’Elisir” el día 8; el tenor Ramón Vargas; el barítono Erwin Schrott y la soprano Ilona Mataradze que, aunque la mayoría de críticas aparecidas en prensa la hayan obviado por completo, está siendo una estupenda Gianetta.

Sobre el programa que podrá escucharse, apenas se sabe nada. Tan sólo se ha dicho hasta ahora en la web de Les Arts que estará “integrado por una selección de arias de Puccini, Verdi y Massenet, tangos, pasajes para coro, así como movimientos orquestales”.

Lo de los “movimientos orquestales” no sé si se refiere a que habrá fragmentos de música sinfónica o a que los músicos de la Orquestra de la Comunitat Valenciana nos obsequiarán con algún numerito a lo Dudamel:


video de pepodavid77

En cuanto a la referencia que se hace a los tangos, supongo que será porque el señor Schrott aprovechará la ocasión para hacer promoción de su disco Rojotango que acaba de salir a la venta hace una semana... Miedo me da.

El precio único de las localidades para este concierto extraordinario es de 30 euros, en cualquiera de las zonas del Auditorio, lo que constituye una buena oportunidad para adquirir una entrada a un coste razonable en la parte baja del recinto, que es la única donde la acústica es medianamente pasable.

También se ha abierto una cuenta como Fila Cero para quienes deseen hacer su aportación económica al margen de la entrada. El número de cuenta es 2077-0760-71-6600004500.

Por supuesto, la recaudación íntegra que se obtenga en el concierto se dice que será destinada a los damnificados por la catástrofe japonesa. Puede ser una buena ocasión de colaborar con un fin solidario al tiempo que se disfruta de un recital que no dejará de ser interesante. Veremos si doña Helga nos obsequia también con su solidaria presencia.

Os dejo con el video que se ha grabado al efecto. Que, por cierto, ya podrían habérselo preparado un poquito mejor…


video de PalaudelesartsRS

lunes, 28 de marzo de 2011

"L'ELISIR D'AMORE" (Gaetano Donizetti) - Palau de les Arts - 26/03/11

El pasado sábado tuvo lugar la última noche de estreno de esta fugaz temporada en la sala principal del Palau de les Arts valenciano, con la ópera de Donizetti “L’Elisir d’Amore”. Aún quedará una ópera más, “Mefistofele” de Arrigo Boito, pero será interpretada en versión concierto y en el nefasto Auditorio.

Este “Elisir” es una coproducción entre el Palau de les Arts y el Teatro Real, y, a la vista de la línea de programación que ha impuesto el amigo Mortier, me temo que en Madrid va a tardar bastante tiempo en poderse ver.

La dirección de escena corre a cargo del italiano Damiano Michieletto y empezaré dejando claro que me gustó mucho. Se ha trasladado la acción de la granja italiana del libreto a un chiringuito en una playa mediterránea, donde Adina es quien lo regenta, los segadores son familias de bañistas, los soldados son marineros de permiso y el falso doctor Dulcamara se troca en un chulo de playas, vendedor de bebidas energéticas, que se dedica a trapichear con drogas. De hecho, el elixir es sustituido aquí por una bolsita con polvos blancos, que tienen que mezclar con agua para que luego tenga sentido el libreto cuando se habla de que “la botella se agita, se destapa…”, aunque las referencias posteriores al vino de Burdeos no haya por dónde pillarlas. Leído así se le ponen los pelos de punta a cualquiera, pero el resultado final fue muy satisfactorio.

Es verdad que se le pueden hacer bastantes reparos, y los más puristas criticarán ciertas licencias, posiblemente con razón, pero lo cierto es que el público se lo pasó en grande, incluido yo, que ya sabéis que me suelo aburrir soberanamente con esta ópera, y daba la impresión de que los que estaban sobre el escenario también estaban disfrutando con su trabajo. Y eso al final es lo importante.


Michieletto ha planteado una propuesta enormemente fresca, colorida, ágil y entretenida. Quizás demasiado entretenida. Porque el principal punto que se le puede criticar, precisamente, es que se ofrece demasiada información visual, excesivos planos de acción, lo que tiende a distraer al espectador de lo que realmente importa. Mientras Nemorino intenta conquistar a Adina, unos hacen aerobic, otros juegan al fútbol o se zampan un arroz al horno en biquini, y es casi imposible no acabar apartando la atención de lo puramente musical.

Otro aspecto criticable a mi juicio fue la decisión de que Nemorino cantase el aria “Una Furtiva Lagrima” subido en el tejado del chiringuito. Me pareció estéticamente atrayente que mientras cantaba abrazase el nombre de Adina en el neón iluminado y que al finalizar el aria se fuesen apagando progresivamente las letras, pero creo que no era la mejor ubicación para proyectar la voz, y, sobre todo, me indignó el hecho de que se hiciese aparecer a Adina en escena deambulando antes de que Nemorino acabase su melancólica aria.

Nemorino no aparece aquí retratado con unos rasgos tan acusados de tonto del pueblo como en otras producciones, sino que su diferencia respecto al resto de personajes se ha acentuado más desde una perspectiva social, como tipo sin recursos que trabaja de chico para todo.

Al positivo resultado final contribuyó también de forma decisiva la excelente iluminación de Alessandro Carletti, creando la ambientación requerida en cada momento y mostrando el discurrir del día con los inteligentes cambios de luces.

Como en todo chiringuito que se precie, una marca de cervezas, otra de refrescos de cola y una más de helados, tienen permanente publicidad a la vista, con lo que imagino que Helga igual ha sacado una ayudilla para sus polvorientas arcas, y no es descartable que se imponga como sistema de obtener ingresos en futuros montajes, así que cualquier día nos vemos a un Scarpia con una camiseta de publicidad de tomate frito. Como me comentó un amigo durante la cena “por un momento pensé que cuando salió Vargas a cantar la Furtiva Lagrima iban a decir: Poca Cola Light patrocina este aria”.

Ya lo he comentado en alguna ocasión, pero reitero que no me parecen bien las licencias en la traducción de la subtitulación. Creo que se deberían limitar a traducir simplemente lo que se dice y, si chirría más o menos, que asuma el director de escena las discordancias que pueda haber, pero, aunque sea una bobada, cambiar los escudos y ducados del libreto por euros, me pareció una majadería.

En el apartado musical, Wellber dirigió con sus habituales aspavientos e hiperactividad a una Orquestra de la Comunitat Valenciana que, una vez más, sonó increíblemente bien, a pesar de los desajustes y desequilibrios puntuales que ya son habituales en los estrenos, y de que hubo cierta precipitación en los tempi. Destacaron en sus intervenciones solistas el fagot de Salvador Sanchís, Magdalena Martínez a la flauta y José Ramón Martín en el fortepiano. También hay que alabar a los contrabajos que continuaron tocando aguantando estoicamente la imprevista lluvia de espuma que les llegó desde el escenario en un momento dado.

Una mención muy especial merece hoy el fantástico Cor de la Generalitat. Y en esta ocasión aún más si cabe, pues a su buen hacer en el terreno musical hay que añadir un trabajo escénico impresionante, enormemente exigente, combinando el canto con las múltiples actividades playeras impuestas por la regia. Y no sólo lo hicieron bien, sino que además evidenciaban que se lo estaban pasando pipa.

Con el quinteto vocal solista creo que se ha logrado el nivel más alto y homogéneo de la temporada, y aunque parecieron comenzar un poco fríos, acabaron todos ellos por cuajar una fantástica actuación, empezando por un Ramón Vargas inconmensurable.

El tenor mejicano fue de menos a más, comenzando algo inseguro, pero finalizando pletórico. Hizo gala de su depuradísima técnica, exhibiendo una bellísima línea de canto, una elegancia mayúscula y gran expresividad. Es un placer escuchar hoy a tenores que son capaces de cantar tan bonito sin gritos ni aspavientos, delineando puro bel canto a base de legato y musicalidad. El momento siempre esperado de la famosísima “Una Furtiva Lagrima” ha quedado ya archivado en mi memoria como uno de los instantes mágicos vividos en este teatro. Vargas elevó en este fragmento aún más el listón y maravilló con un portentoso fiato e increíble elegancia melódica, esculpiendo un aria majestuosa, donde su voz se proyectaba con una delicadeza extrema, como si se deslizase lentamente por la sala en una invisible alfombra de seda, culminando en un final excelso, donde la emoción se desbordó por completo. Lástima que el típico mentecato de turno rompiese el hechizo iniciando un desafinado bravo cuando la música aún no había dejado de sonar.

Aleksandra Kurzak compuso una solvente Adina, muy implicada en lo actoral y luciendo una voz bonita y fresca, aunque resultase algo pequeña. Se apreció alguna cortedad en los agudos, y ciertos problemas de afinación, especialmente en el primer acto, pero su actuación general fue muy notable, resolviendo las complicadas coloraturas del segundo acto con limpieza y precisión.

Ya sé que ahora parece que hablar bien de Erwin Schrott casi esté mal visto, pero es imposible no elogiar el carismático Dulcamara que crea el uruguayo. Borda el personaje, aquí reconvertido en un chulo de playas que trapichea con droga. Lució su vozarrón de enorme volumen, con algunas resonancias profundísimas, y una buenísima dicción. Ya en su aria de entrada, “Udite, udite”, obtuvo los primeros bravos de la noche y, a partir de ahí, se creció aún más, sobre todo en la parte actoral, donde es un maestro. Se come absolutamente la escena y se desenvuelve con una tremenda soltura. El problema es que hace demasiado el ganso, poniendo tanto énfasis en su faceta de actor que se ve perjudicado en muchos momentos el fraseo, siendo habitual la pérdida de impostación.

Fabio Capitanucci fue también un estupendo Belcore. Nunca le había escuchado en directo y hubo quien no me dio precisamente buenas referencias de él, pero he de decir que me gustó bastante. Presentó una voz potente, homogénea y robusta, que proyectaba con suficiencia, con unos graves contundentes y su actuación dramática fue más que aceptable.

También es de destacar la Gianetta de Ilona Mataradze. La joven soprano georgiana sacó petróleo de este breve papel, luciendo una voz francamente bonita y muy bien colocada, estando acertadísima en sus intervenciones junto al Coro, y llevando a cabo un trabajo escénico infatigable durante toda la obra como camarera choni: sirviendo copas, fregando vajilla, limpiando las mesas, pasando el mocho y marcándose un animado baile al final del primer acto encima de una mesa.

Como decía al principio, el público se lo pasó en grande y lo demostró con fuertes aplausos para todos los participantes tanto musicales como escénicos, siendo Erwin Schrott quien cosechó los mayores bravos en una de las más sonoras ovaciones que he escuchado yo en este teatro.

Creo que fue la primera vez que en Les Arts anuncian por megafonía antes de comenzar la función y después de los descansos que no se olvide el público de apagar los teléfonos móviles. Y el aviso tuvo sus frutos. Yo no escuché ni un maldito soniquete en toda la noche, cosa rara en este teatro.

Muchas toses, eso sí, como siempre. Aunque lo peor vino al final, cuando comenzaron los aplausos muchísimo tiempo antes de que acabase la música, privándonos a los demás de escuchar los últimos compases, para, inmediatamente después, salir a la carrera cual manada de búfalos con cistitis en estampida.

No quiero acabar sin comentaros el Expediente X de la noche. Nada más finalizar los largos aplausos tras la Furtiva Lagrima, se escuchó claramente en la zona de la orquesta un sonido de acople de amplificación. Me dijeron que parecía ser que se trataba del fortepiano que contaba con algún tipo de ayuda sonora. Yo no sé más.

Otras opiniones: Titus, Maac

jueves, 9 de septiembre de 2010

FESTIVAL DE SALZBURGO 2010 (II). "ROMEO Y JULIETA" (13/08/10)

Piotr Beczala y Anna Netrebko - "Romeo y Julieta" - Festival de Salzburgo 2010

Tras las intensas emociones de la noche anterior con “Elektra”, me dispuse a vivir mi segunda y última jornada de ópera en el Festival de Salzburgo. En esta ocasión se trataba de “Romeo y Julieta” de Charles Gounod. No es que sea una de mis óperas favoritas, pero lo que me atraía era la posibilidad de poder escuchar por fin en directo a Anna Netrebko después de algunos intentos fallidos, y si para ello tenía que pasar por un “Romeo”, no había problema, y menos aún en Salzburgo, donde hubiese estado dispuesto a tragarme hasta un Elisir donizettiano, que ya es decir.

Al llegar a la calle de los Festivales observé que el ambiente era ligeramente distinto al día anterior. Más joyas, más gente presuntamente famosa que era parada por fotógrafos de prensa y, sobre todo, muchísimas más personas con el típico cartelito: “Suche Karte” (busco entrada). Alguno de los cuales estaba posteriormente en el interior de la sala, con lo cual supongo que consiguió su objetivo. Según leí después en la prensa local parece que en el día del estreno de este “Romeo” se pagaban en reventa unos 1.000 euros por una localidad, lo que pone de manifiesto, aparte de la incorregible estulticia de algunas personas, el tirón popular que tiene Anna Netrebko.

Esta vez la representación tenía lugar en la Felsenreitschule, antigua escuela de equitación, y que constituye uno de los más emblemáticos recintos del Festival. Aquí se vienen representando espectáculos desde los primeros años del Festival de Salzburgo, y los seguidores de los musicales de Rodgers y Hammerstein lo conocemos bien gracias a la película “The sound of music” (en Ejpaña, que somos más chulos, “Sonrisas y Lágrimas”). Realmente impresiona ver este inmenso escenario de anchura inacabable, con sus características arcadas de fondo en 3 pisos, que lo primero que te hace pensar es que los cantantes que no tengan una voz de gran volumen se las van a ver negras para conseguir proyectar adecuadamente. Pero, al menos en este caso, la pareja protagonista lo consiguió con creces.

La producción presentada es la reposición de la que ya pudo verse en el Festival en 2008 y que fue posteriormente editada en DVD. Preparada en aquella ocasión para reunir de nuevo a la mediática pareja Villazón-Netrebko, el embarazo de ésta frustró las previsiones, aunque lanzó a la fama a su sustituta, la georgiana Nino Machaidze. Este año se ha llevado de nuevo la producción al Festival con la presencia, esta vez sí, de Anna Netrebko, y, en lugar de Villazón, el tenor polaco Piotr Beczala.

La dirección escénica ya conocida de Bartlett Sher es vistosa, colorida y muy clásica. No aporta absolutamente nada, pero tampoco llega a molestar. Es muy “americana”, con una estética y planteamiento muy de comedia musical. De hecho, Bartlett Sher ganó en 2008 un premio Tony, como mejor director de un musical, por “South Pacific” en Broadway. Pero, como decía, a mí al menos no me molestó y la puesta en escena es eficaz como mero entretenimiento visual, sabiendo aprovechar el enorme espacio escénico. Incluso parece que a veces se le quedase pequeño, pues hubo varios momentos en los que se decidió desarrollar la acción por los pasillos de platea (un error desde mi punto de vista).

Las coreografías ideadas por BH Barry para las luchas a espada estuvieron bastante bien resueltas y se notaba un trabajo serio de preparación de los cantantes, no quedando, como suele ser habitual, de función fin de curso o filà de moros y cristianos.

Yannick Nézet-Séguin se encargó de la dirección musical, al frente de la Orquesta del Mozarteum. El quebequés debutó en el Festival en 2008 dirigiendo precisamente esta producción de “Romeo y Julieta”. Siempre vehemente en el pódium, su dirección resultó apasionada y llena de ímpetu, sin descuidar los matices más emotivos y la elegancia inherente al repertorio. En el preludio del segundo acto hizo brillar especialmente a una orquesta que mostró durante toda la obra una impecable conjunción y musicalidad, como también lo hizo el Coro de la Ópera de Viena.

La belleza de la voz de Anna Netrebko hace mucho tiempo que me conquistó. Independientemente de la mercadotecnia que siempre acompaña al personaje y de las aventuras profesionales más o menos acertadas que en algún momento ha podido acometer, lo cierto es que esta mujer posee una de las voces más privilegiadas del panorama actual. Pero realmente hasta que no se escucha una voz en directo no se pueden calibrar sus auténticas cualidades. Yo llevaba ya mucho tiempo intentando conseguirlo y la verdad es que esta vez tenía cierto temor a salir desilusionado o a que las condiciones actuales de la rusa no fueran ya las más idóneas. Pero, afortunadamente, no fue así y la experiencia de escuchar y ver a Anna Netrebko sobre la escena supero todas mis expectativas, y estuvo auténticamente radiante.

La cosa sin embargo no empezó del todo bien y en su primera intervención estuvo bastante insegura sin acabar de controlar la emisión de la voz, pero cuando llegó al “Je veux vivre” el torrente vocal fluyó seguro y cristalino consiguiendo una interpretación de gran calibre. Las agilidades siguen siendo uno de los caballos de batalla de Netrebko, pero resolvió la papeleta con encomiable corrección, ayudada también por el tempo impuesto por Nézet-Séguin.

Otro de los habituales reproches que se le suelen hacer es su mala dicción francesa, y he de decir que en este aspecto ha mejorado muy notablemente. No es que la chica sea Régine Crespin, pero no chirría tanto su escucha como hace años.

A partir del segundo acto, donde sus características vocales se adaptaban mejor a la partitura, las prestaciones de la cantante alcanzaron su punto máximo, sabiendo transmitir perfectamente la evolución del personaje. El momento más importante de la tarde vino sin duda con la extraordinaria aria de la poción “Viens! viens! Amour, ranime mon courage” que nos brindó Netrebko, dando una auténtica exhibición de canto, fuerza, matices y emoción, que arrancó el espontaneo aplauso del público y numerosos bravos que se mantuvieron durante largos instantes.

Creo que Juliette es un papel que se le queda ya pequeño a sus condiciones actuales, que reclaman roles de mayor envergadura, pero daba igual. La magia y carisma que desprende Anna Netrebko con su mera presencia es inigualable. Nada más salir a escena su imagen magnetiza todas las miradas. Es como aquellas actrices de cine clásico que con una simple caída de ojos llenaban la pantalla. Además su comportamiento actoral es inmejorable, lo que unido a la mayúscula expresividad que despliega con su canto, hace de la experiencia de asistir a su interpretación un acontecimiento inolvidable.

La belleza de su voz en directo se acentúa, y esa oscura suntuosidad que la caracteriza se extiende homogéneamente, abrazando al espectador e inundándole de belleza sonora. Y no sólo canta con belleza, sino que además emociona. Y lo hace consiguiendo desplegar una paleta de matices casi imposible, llegando desde los pianísimos y filados más exquisitos, desbordados de lirismo, hasta los arrebatados momentos cargados de fuerza y pasión en que despliega toda su exuberancia vocal y el volumen hace que se estremezcan los cimientos del teatro. Y todo ello además lo lleva a cabo con una apariencia de facilidad casi insultante para el resto de los mortales.

Como decía antes, al final la experiencia no sólo valió la pena, sino que superó mis expectativas, y escuchar a Anna Netrebko en directo es algo que recomiendo a todos los amantes de la ópera, incluso a aquellos que puedan ser más críticos o escépticos respecto a la cantante. Creo que no les defraudará.

A Piotr Beczala pude escucharle en directo el año pasado en Viena, también cantando Gounod (en aquella ocasión “Fausto”), y he observado respecto a entonces dos circunstancias que han cambiado para mejor: su dicción francesa, y, sin ser un volcán de pasión, ha mejorado también notablemente en expresividad tanto actoral como vocal. Su comportamiento escénico fue impecable y su dominio de la técnica es espectacular. Exhibió una exquisita musicalidad, homogeneidad y adecuación al género, sin brusquedades ni los histrionismos efectistas de algún antecesor en estas tablas. No capó ni un solo agudo, y en todo momento estuvo valiente, encarando por derecho los escollos de la partitura. Sigue teniendo la peculiaridad de que en los sobreagudos la voz tiende a irse hacia atrás, pero su emisión es limpia y segurísima, mostrando una luminosidad deslumbrante. Su fraseo es impoluto y se marcó algunos pianísimos de ensueño. Un estupendo Romeo.

El resto del reparto estuvo correcto en general, destacando Mikhail Petrenko, que fue un meritorio Fray Lorenzo, luciendo una emisión llena de prestancia y empaque. Su “Entends ma prière fervente” fue más que notable.

Nada más sonar el último acorde, la respuesta del público, que llenaba por completo las más de 1.400 localidades de la Felsenreitschule, fue exultante. Una gran ovación para todos los intervinientes que se convertía en atronadora tempestad de bravos para la pareja protagonista. Muy largos minutos de aplausos que obligaron a salir a saludar al elenco reiteradamente, incluso después de encendidas las luces y retirada ya la orquesta. Pese a que Beczala animaba a Netrebko a recibir en solitario su ovación, ella cogió la mano del tenor y le obligó a compartir con ella todo el tiempo los calurosísimos aplausos.

Al haber comenzado la función a las 3 de la tarde, cuando salimos todavía no había anochecido, y como además no llovía decidí acercarme a ver el ambientillo que había por la puerta de salida de artistas. Para lo que suele ser habitual cuando canta una artista tan mediática como Anna Netrebko, no había demasiada gente, unas 30 personas. Eso sí, allí estaba un curioso sujeto (ver foto) al que ya me he encontrado dos veces en la stage door del ROH de Londres, otra en la Opéra Bastille parisina y ahora en Salzburg. A modo de “dónde está Wally” no hay puerta de artistas europea que no cuente con la presencia en primera fila de este individuo entradito en carnes, francoparlante, siempre con gafas de sol aunque sea noche cerrada y siempre acompañado de su madre, la cual siempre lleva, aunque sea agosto, una gabardina blanca no precisamente recién estrenada. Tienen, sobre todo la mami, una habilidad innata para colocarse en primera fila y sortear a las hordas de fans, con grácil manejo del hincamiento de codos en higadillos, siendo los primeros en dar la vara al cantante de turno y haciéndoles firmar hasta las fotos de la Comunión. Ya me diréis si os suena.

Muy pronto salió Anna Netrebko acompañada de su pareja, el barítono uruguayo Erwin Schrott, quien el día anterior había obtenido un importante éxito en el Festival como Leporello. Mientras ella atendía amablemente a mami Wally y al resto de admiradores, yo aproveché para acercarme a Schrott y conversar con él unos instantes. Cuando supo que veníamos de Valencia le faltó tiempo para contarnos que están pensando en venirse a vivir a Valencia o hacia la zona de Jávea, donde han estado viendo algunas casas, y que el único problema es que Anna dice que está un poco lejos de todo, pero que no descartan trasladarse aquí porque les encanta esta parte de España. Me confirmó que vendrá esta temporada a Les Arts como Dulcamara (omití prudentemente mi parecer acerca de L’Elisir) y le dije que ya nos veríamos por aquí. Luego me acerqué a Netrebko, a la que no dije nada de la conversación con Erwin no la fuéramos a liar, me limité a felicitarla y me di cuenta de que, aunque ganó peso tras el embarazo, está menos oronda de lo que parece en algunas fotografías. Al grito de “Erwin, andiamo!” la pareja se alejó caminando del teatro y podía seguirse su ruta por los aplausos con que les iban obsequiando la gente que estaba cenando en las terrazas de las calles próximas.

Posteriormente salió Beczala con quien también estuve charlando brevemente en universal idioma ciclista (un poco de todo mezcladillo) y que me dijo que cantará “Fausto” en el Liceu a principios de la próxima temporada, precisamente con Schrott de Mefistófeles.

Bueno, pues hasta aquí han llegado mis crónicas salzburguenses. Creo que me he extendido demasiado, pero quería dejar constancia de una experiencia francamente muy positiva y que espero poder repetir algún día.

De momento ya parece confirmarse que en el Festival de 2011 se repondrá la Trilogía Da Ponte de Mozart (“Las Bodas de Figaro”, “Cosí fan Tutte” y “Don Giovanni”) con la conocida y polémica dirección escénica de Claus Guth y dirección musical de Robin Ticciati, Marc Minkowski y Yannick Nézet-Séguin, respectivamente.

También se habla de tres nuevas producciones:
- “Macbeth” de Giuseppe Verdi, con dirección escénica de Peter Stein y musical de Riccardo Muti.
- “El caso Makropulos” de Janacek, con dirección escénica de Christian Marthaler y musical de Essa Pekka Salonen.
- Y “La mujer sin sombra” de Richard Strauss, con dirección escénica de Christof Loy y musical de Christian Thielemann, con un reparto del que podrían formar parte Anne Schwanewilms, Evelyn Herlitzius, Michaela Schuster, Stephen Gould y Wolgang Koch.

No pinta mal. Por si acaso, iremos ahorrando.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

"CARMEN" ABRE TEMPORADA EN LA SCALA


El día de San Ambrosio (7 de diciembre) es una cita obligada para todo amante de la ópera, pues supone el inicio de la temporada en el templo por excelencia del género, el Teatro alla Scala de Milán. Tradicionalmente, el día de San Ambrosio, patrón de la ciudad, ha supuesto un antes y un después para muchos músicos y cantantes, pues la apertura de la temporada milanesa (la prima della Scala) podía encumbrarte o hundirte definitivamente, en el tiempo que dura una representación operística.

Hay que reconocer que hace ya algunos años que la prima no es lo que era, tanto por el nivel de la propuesta artística que se escoge para abrir la temporada, como por haberse convertido en un acontecimiento casi más social que musical, donde se aprovecha para exhibir todo el glamour y la decadencia de los que son capaces los milaneses cuando se ponen a ello. Pero la magnitud mediática del evento sigue siendo importantísima, como se aprecia en el hecho de que la función del lunes fuese retransmitida en directo en cines de 25 países y por televisión, en “falso directo”, por el canal Arte.

La obra escogida en esta ocasión para abrir la temporada ha sido “Carmen” de
Georges Bizet, una ópera que no inauguraba la sesión milanista desde 1984, presentándose ahora una producción con dirección artística de Emma Dante y musical del maestro Barenboim, y la presencia protagonista del tenor alemán Jonas Kaufmann, como Don José, y una desconocida georgiana procedente de la "Academia de Perfeccionamiento de La Scala", Anita Rachvelishvili, como Carmen.

La dirección artística, como decía, corrió a cargo de la siciliana Emma Dante, una,
presuntamente, innovadora directora de teatro que tiene su propia compañía teatral en Palermo, y que recientemente se jactó en una entrevista de no haber pisado jamás La Scala hasta que fue contratada para esta “Carmen” y no haber asistido nunca a una representación en un teatro de ópera. En los días previos al estreno, la propia regista se dedicó a difundir que se trataba de una puesta en escena completamente provocadora con monjas, violaciones, féretros en escena y majaderías por el estilo. Pues bien, de eso casi nada. Finalmente la propuesta de la Sra. Dante no fue tan osada, aunque sí tan estúpida o más de lo que se esperaba, pero precisamente por quedarse a medio camino en todo, sin aportar absolutamente nada nuevo.
En realidad fue una puesta en escena muy tradicional, que recordaba en muchos momentos a
otras producciones clásicas, dando a la obra, eso sí, un aire más siciliano que andaluz y adornándolo todo con elementos esporádicos claramente buscados para provocar, pero que lo único que motivaban era risa y vergüenza ajena. Se ve que la señora Dante pensó: “¿cómo puedo provocar al respetable?, pues con religión, sexo y violencia. Así que les voy a dar un poco de todo esto, pero no demasiado no se vayan a molestar”. Y le salió muy mal la jugada.
La violencia aparecía esporádicamente, pero sin un planteamiento de fondo que diese coherencia al discurso. La escena de la pelea de las cigarreras comenzó con algunas con la boca abierta como si estuviesen gritando,
mientras eran sujetadas por los pelos, y culminó con uno de los soldados pateando en el suelo a una de ellas que acababa sangrando por la boca. Otro de los momentos de exposición gratuita de violencia fue en la canción del toreador, donde, mientras Escamillo cantaba sus hazañas taurinas, se desplegaban tras él dos fotografías de toros muertos y ensangrentados, desviando claramente la atención de donde tenía que estar que era en el cantante. Y por último, culminó el acto cuarto con una presunta violación deprisa y corriendo, metida con calzador, de Don José a Carmen, antes de matarla, carente de nuevo de toda coherencia con el resto de la propuesta.
Con el tema religioso, más de lo mismo, presencia de curas y monaguillos con enormes cruces y Cristos en escena sin sentido ni coherencia alguna.
Otra estupidez king size fue que Escamillo tuviese que salir siempre a
escena acompañado por unos personajes disfrazados que parecían la Moma del Corpus. Especialmente ridículo resultó el desfile de las cuadrillas del acto cuarto, con botafumeiro sevillano, mozos de San Fermín, exposición de exvotos, las Momas de Escamillo al frente del cortejo y un cura con teja comandando, cruz en alto, a los toreros, banderilleros y picadores, que eran siempre los mismos cuatro boys, con pecho descubierto y pantalón de luces, y desfilando de rodillas… Pabernosmatao.
En definitiva una puesta en escena pretenciosa y ridícula que obtuvo su justo pago en un sonorosísimo abucheo final, principalmente proveniente del Loggione, que dejo a la Dante con cara de circunstancias y al borde de la lágrima.

La dirección musical de Daniel Barenboim fue a mi juicio muy notable, pese a abusar un tanto de los tempi lentos, pero logrando una perfecta conjunción de la orquesta y siempre pendiente de los cantantes, mostrando una sutileza y musicalidad enormes en todo momento.

Excelente fue también el rendimiento de los Coros, luciendo especialmente el masculino.

Jonas Kaufmann es, sin ninguna duda, una de las voces más interesantes del panorama actual
y el mejor Don José que puede subirse ahora mismo a un escenario. De auténtica referencia es su “Carmen”, junto a Anna Caterina Antonacci, del ROH londinense en 2006, y el lunes en La Scala volvió a demostrar su dominio del personaje. A punto estuvo de no hacerlo, pues su ausencia en el pase para jóvenes por una indisposición, desató todas las alarmas y se especuló con su presencia o no en tan esperado estreno, pero al final el tenor alemán actuó y lo hizo, como suele ser ya habitual en él, con absoluta brillantez. Llevó a cabo una interpretación vocal y actoral extraordinaria. Derrochando expresividad, matizando cada frase con un gusto exquisito, con unos pianissimi y medias voces antológicos, transmitiendo emoción en todo momento por los cuatro costados. No hay otro Don José como Kaufmann.

Anita Rachvelishvili, a sus escasos 25 años, fue la gran triunfadora de la noche. De entrada hay que destacar la seguridad y desparpajo con que afrontó el reto de protagonizar una prima della Scala retransmitida internacionalmente, sin que flaquease en ningún momento. Anita (de apellido imposible) lució una voz de bello timbre y equilibrada, con un buen registro agudo, un centro poderoso, y los graves quizás algo faltos de redondez, pero hay que pensar que está comenzando su carrera y creo que con el tiempo puede llegar a ser una cantante muy destacable. Su actuación dramática estuvo a la altura de Kaufmann en muchos momentos, con fuerza escénica y expresividad, aunque mostró algunas carencias en sus movimientos, abusando del levantamiento de falda y golpe de melena, y en las escenas de baile estuvo torpona. Pero en conjunto, una destacable Carmen que puede tener un futuro importante por delante.

Erwin Schrott como Escamillo fue de menos a más. En la canción del toreador perdió varias veces la impostación y llegó a desafinar, no sé si sería debido al espanto que le produciría verse la pinta que tenía con esa ridícula montera que le colocaron. Sin embargo su comportamiento en el tercer acto fue espléndido. Dotó al personaje de un aire chulesco y donjuanesco, y demostró una vez más ser un muy buen actor.

Adriana Damato, como Micaela, en lugar de una inocente adolescente parecía una vieja resabiada. Presentó una voz oscilante, brusca, chillona y sin matices, absolutamente inapropiada para el personaje.

El resto de reparto, bastante aceptable, especialmente la Frasquita de Michéle Losier.

Al final, enormes ovaciones para Barenboim, Kaufmann y Anita Comosellame, viéndose a
ésta enormemente emocionada. Fuertes aplausos para el resto del elenco y Coros, salvo para Damato que recibió algunos tímidos abucheos. Para la directora artística Emma Dante, tremendo abucheo que no gustó nada a Barenboim, quien salió abrazado a ella posiblemente para intentar, inútilmente, aplacar la ira del Loggione milanista.

Y mientras todo eso ocurría en el interior del teatro, en el exterior, bajo la lluvia, un centenar de trabajadores protestaba por las consecuencias de la crisis económica, lanzando huevos al público que acudía de etiqueta a la representación del coliseo milanés, mientras gritaban: "La presa della bastiglia è vicina!! Lasciamo all'aristocrazia gli ultimi istanti di fama....prima del patibolo! Il popolo ha fame:.....dategli brioches" ("La toma de la Bastilla está cercana, dejemos a la aristocracia los últimos instantes de fama antes del patíbulo. El pueblo tiene hambre...dadles brioches"). Casi ná, y eso que no vieron las chorriocurrencias de Mariemma.

Para finalizar os dejo con el video de Kaufmann y Anita en la escena final, con pseudoviolación y procesión incluidas: