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jueves, 14 de junio de 2012

"MEDEA" (Luigi Cherubini) - Palau de les Arts - 12/06/12

El pasado martes 12 de junio, el Palau de les Arts de Valencia acogió el estreno del segundo de los espectáculos operísticos enmarcados dentro del V Festival del Mediterrani que se está desarrollando en el coliseo valenciano. Se trata de una nueva producción de la ópera “Medea” del italiano Luigi Cherubini (1760 – 1842).
"Medea" es una ópera en tres actos con libreto original en francés de François-Benoît Hoffmann, basado en la tragedia del griego Eurípides y en los textos de Séneca y el francés Corneille. En el Palau de les Arts se ha optado por ofrecer su versión en italiano con recitativos cantados, que fue la que popularizara a mediados del siglo pasado la inolvidable Maria Callas, quien hizo de la protagonista de esta obra uno de sus personajes emblemáticos.
De hecho, si “Medea” se representa tan poco dentro de los circuitos operísticos habituales, es entre otras cosas por la dificultad de encontrar sopranos que asuman y estén capacitadas para sacar adelante un papel de una exigencia terrible, con una envergadura dramática enorme, donde lo principal no es tanto la belleza del canto como la fuerza interior del personaje que es necesario saber transmitir, fundamentalmente a través de los intensos recitativos que pueblan la partitura. Y en esta ocasión esa cantante se ha encontrado y se llama Violeta Urmana.
Gerardo Vera es el responsable de la dirección escénica de esta producción, utilizando como base escenográfica elementos del montaje que también ha servido para "Il Trovatore" que se está ofreciendo en el presente Festival. Eso, que tanto reparo me causaba en un principio, al final ha resultado no ser tan malo y, dados los tiempos de recortes que vivimos, no me parece una mala opción, siempre que se le ponga un poco de interés a la cosa, como aquí ha ocurrido, y lo encuentro preferible a versiones en concierto o a costosos montajes en los que se pague más por el nombre del responsable (Saura, Miller...) que por su trabajo efectivo que luego acaba denotando pura sequía mental.

Lo principal en esta obra es el componente dramático y el conflicto psicológico interior de los personajes. Por eso, a la hora de abordar este trabajo no es tan importante la descripción pormenorizada del espacio físico en el que se desarrolla la acción, como ofrecer un marco adecuado que no confunda ni despiste al espectador y que posibilite que el drama fluya naturalmente y que las pulsiones humanas que nutren el texto puedan verse amparadas y reforzadas por el elemento escénico. Y, desde mi punto de vista, así ocurrió con el montaje ideado por Gerardo Vera, que, en conjunto, me gustó mucho.

Hay que dejar claro que, aunque se utilicen elementos de la escenografía utilizada en “Il Trovatore”, los espacios y ambientes creados son completamente distintos y, a diferencia de aquél, se facilita mucho más en esta “Medea” el movimiento de los cantantes y coro. También me dio la impresión de que se había trabajado más la dirección de actores. Y muy efectista, aunque un punto gore, fue la aparición final de los niños muertos y ensangrentados

La iluminación de Juan Gómez-Cornejo vuelve a jugar un importante papel, con el predominio del rojo para acentuar el sentimiento de venganza que va creciendo en la protagonista. El vestuario atemporal de Alejandro Andújar cumple su función de forma efectiva. Y en las creaciones videográficas de Álvaro Luna hubo un poco de todo: me pareció impactante la imagen del cráneo de carnero, aunque acabó por ser repetitiva su aparición cada vez que se mencionaba el vellocino, se crearon algunos efectos estéticamente atractivos con las imágenes del mar y me desagradó el momento del caballo sobre las aguas.

En lo musical, el maestro Zubin Mehta, que cogía por vez primera la batuta para dirigir la partitura de Cherubini, volvió a ofrecernos una lección más de portentosa técnica de dirección, sobria y eficaz al tiempo que intensa, cargada de tensión, estando muy atento en todo momento a los cantantes, cuidando los volúmenes y las dinámicas y posibilitando que cada matiz de lirismo, de arrebatado dramatismo y los toques heroicos, quedasen perfectamente remarcados por la música que surgía desde el foso. Un gran trabajo.

Los músicos de la Orquestra de la Comunitat Valenciana rindieron al óptimo nivel que nos tienen acostumbrados y, aunque esta vez por mi posición en la sala no pude identificar a los solistas, deben destacarse las sensacionales intervenciones del fagot, oboe y flauta, así como la percusión en la introducción al acto III.

El Cor de la Generalitat puso de nuevo en evidencia que nos encontramos ante el mejor coro operístico de España, con una actuación soberbia, tanto en el terreno vocal como en el movimiento escénico. Los coros internos resultaron impresionantes, sobre todo en la escena de la boda, y magistral fue su intervención junto a Jasón en los momentos finales de la obra. La excelencia de su actuación quedó plasmada en los saludos finales, cuando el maestro Mehta se fundió en un emocionado abrazo con el director del Coro, Francisco Perales.

La soprano Violeta Urmana debutaba el exigente papel protagonista. Sólo por el hecho de haber dado el paso para afrontar el reto en nuestro teatro ya merece todo nuestro reconocimiento, pero es que, además, lo hizo llevando a cabo una actuación fabulosa, en la que fue yendo de menos a más, consiguiendo emocionar a la platea con la contundencia de su interpretación desde el momento mismo en que salió a escena. La tirantez de los agudos, sobre todo en la primera mitad de la obra, no deslució en absoluto el derroche interpretativo de la cantante lituana, a la que se le exigía transmitir emociones y lo hizo con creces. Sus graves fueron contundentes y su fraseo incisivo y cargado de intencionalidad, logrando hacer creíble todo el devenir psicológico del personaje, sabiendo matizar cada faceta del mismo. Una Medea de muchos quilates.

Si impresionante resultó la entrega dramática de Urmana, no le anduvo a la zaga la llevada a cabo por la mezzosoprano María José Montiel encarnando a su sirviente Neris. La recientemente galardonada  como mejor cantante de ópera en los Premios Líricos Teatro Campoamor de Oviedo, se mostró espléndida en el aspecto dramático y magistral en lo vocal, luciendo un instrumento potente, cada vez más sólido y redondo, que controla con altísimas dosis de sensibilidad. Especialmente emocionante fue su interpretación del fragmento de mayor lucimiento que tiene el personaje, el recitativo y aria “Medea, O Medea!... Solo un pianto”, donde la cálida voz de Montiel se fundió mágicamente con el bellísimo sonido del fagot, adornando su canto la madrileña con una exquisita gama de matices y obteniendo a su finalización una atronadora, larguísima y muy emocionante ovación.

La soprano valenciana Ofelia Sala no me acabó de gustar como Glauce. Reconozco que estuvo bien técnicamente, metida en estilo y con entrega interpretativa, pero aparecen en su voz unas feas oscilaciones que deslucen mucho el resultado, incluso el del conjunto en los concertantes. También tuvo alguna entrada a destiempo que espero que vaya corrigiendo conforme avancen las funciones.

Bastante bien estuvo el tenor ruso Serguéi Skorojodov, en el papel de Jasón, quien exhibió unas facultades notables, con una voz clara y bien timbrada con la que se movió con solvencia por terrenos francamente complicados.

Una agradabilísima sorpresa fue para mí el bajo Dmitri Beloselski, como Creonte, luciendo una potentísima voz profunda de auténtico bajo, con nobleza tímbrica, que casi pedía a gritos cantar un Boris. Tan sólo se le podría reprochar que a veces su fraseo quedase algo descuidado.

Correctos en lo vocal y con muy buen comportamiento escénico estuvieron también los alumnos del Centre de Perfeccionament Plácido Domingo, Leonard Bernad, Brigitta Simon y Hagar Sharvit en sus breves intervenciones.

Al caer el telón, una enorme ovación premió la salida a escena en solitario de una Violeta Urmana muy emocionada. También fueron espectaculares los bravos a María José Montiel y Zubin Mehta, y en esta ocasión hubo aplausos unánimes hasta para la dirección de escena, poniéndose así punto final a otra extraordinaria noche de ópera que únicamente tuvo el punto negro de la baja asistencia de público. Lamentablemente, el aspecto que presentaba la sala principal de Les Arts estaba muy por debajo de lo que un espectáculo de tal nivel merecía. Muchísimos huecos, pese a que en las últimas horas hubo repartos apresurados de entradas para minimizar la debacle.

También tuvimos ausencia casi total de autoridades, apenas una Consellera, el presidente del Consejo Juridico Consultivo, la concejala de Cultura y algún condenado por la trama Gürtel. Ignoro si fue debido a que todavía no se han recuperado de ese rescate europeo que se vende como si nos hubiese tocado la lotería, o a que esta vez no venía la reina. Eso sí, si hubieran saltado al escenario veintidós señores en calzones pateando un balón, nos hubiera visitado hasta el presidente Rajoy.

En cualquier caso, vuelvo a animar desde aquí a todos los aficionados a la música a que se acerquen estos días al Palau de les Arts a ver una obra poco habitual, pero interesantísima, con un reparto vocal, músicos y coro de auténtico lujo.

AQUÍ podéis leer también la estupenda crónica de maac.

AQUÍ podéis acceder a la página de Amics de l'Òpera i de les Arts de la Comunitat Valenciana, donde se irán recopilando los enlaces a todas las críticas que se vayan publicando de esta "Medea".


video de PalaudelesartsRS

martes, 29 de mayo de 2012

"IL TROVATORE" (Giuseppe Verdi) - Palau de les Arts - 26/05/12


El pasado sábado tuvo lugar la inauguración del V Festival del Mediterrani en el Palau de les Arts de Valencia, con el estreno de la ópera "Il Trovatore", de Giuseppe Verdi. La presencia en la sala de la Reina doña Sofía obró de nuevo el milagro de que a los politiquillos de esta Comunidad, de repente, les apasione la ópera y nos obsequien con su asistencia. La alcaldesa Barberá, el president Fabra, el presidente de les Corts, el ministro García Margallo o la, incomprensiblemente no cesada ni dimitida todavía, Delegada del Gobierno, se dejaron ver junto a otros más habituales en el recinto como la Consellera de Cultura Lola Johnson, la presidenta del Palau de la Música o el vicealcalde Grau. Y todos ellos, por supuesto, como moscas a la miel, rondando a la esposa del regio cazador de elefantes, mientras un desmesurado dispositivo de seguridad impedía, a veces con malos modos, el normal deambular de los aficionados por los espacios de Les Arts.

Dicho esto, quiero dejar claro que me parece muy bien que la Reina visite el teatro que lleva su nombre y ojalá que viniese más si su presencia puede entenderse como un guiño de apoyo a nuestro recinto operístico en estos complicados momentos que se viven, con gran incertidumbre sobre lo que nos pueda deparar el futuro. La lástima, como siempre, fue la eterna ausencia del ministro de cultura, pues hubiera sido una buena ocasión para que hubiera comprobado personalmente cómo, pese a los recortes motivados por la crisis, más los recortes extras de su gobierno, este teatro lleva a cabo una programación operística de primer rango, sin necesidad de cantantes de relumbrón, y contando con la mejor orquesta de foso y coro que hay actualmente en España, lo que debería llevarles a replantear su política actual de reparto manifiestamente injusto de las ayudas públicas.

Y es que la función del sábado creo que es de las que crean afición. Tuvimos la ocasión de disfrutar con una orquesta y un coro en estado de gracia, rindiendo a un nivel inmejorable; junto a un elenco de cantantes solistas muy homogéneo, donde todos cumplieron con nota alta sin que hubiera ninguna nota especialmente discordante y llegando en algún caso a entrar de lleno en terrenos de lo excelente; y con una dirección de escena que, mayoritariamente, gustó.

Precisamente, la dirección escénica corrió a cargo del dramaturgo, director de cine y ex director del Centro Dramático Nacional, Gerardo Vera. Para ser tiempos de crisis y después de haber padecido algunas porquerías como la “Carmen” de Carlos Saura o el “Don Giovanni” de Jonathan Miller, la propuesta de Vera, sin ser tampoco la bomba, a mí me convenció. Creo que puede considerarse efectiva y no especialmente discordante y, al menos, denotaba un trabajo de dramaturgia que, independientemente de que pueda gustar más o menos, creo que convierte en injustos los aislados pero ruidosos abucheos que obtuvo al finalizar, aunque se debe reseñar que el aplauso fue la respuesta mayoritaria.

Cuando yo leí que la misma escenografía servirá para acoger, además de este “Trovatore”, la “Medea” que se estrenará el próximo día 12, me temía lo peor y los espacios vacíos a lo Saura o la inmovilidad escenográfica a lo Miller vinieron a mi memoria, pero, lejos de eso, la propuesta de Vera cuenta con un componente escenográfico elaborado, complementado estupendamente con la iluminación de Juan Gómez Cornejo. Los videos creados por Álvaro Luna, algunos más conseguidos que otros, acabaron de dotar a la obra de un marco escénico que considero adecuado, de carácter intemporal, en el que los diferentes ámbitos en los que sucede la acción quedaban suficientemente descritos. Los gitanos aparecen como refugiados sin rumbo en un ambiente de opresión política, en medio de un entorno que podría representar cualquier ciudad en tiempos de guerra, con el fuego casi siempre presente, directamente o a través de las proyecciones.

Quizás la vertiente donde más parecía flaquear el trabajo de Vera fue en una dirección de actores que, especialmente en el caso de los movimientos del Coro y de la pareja protagonista, hubiera admitido un punto más de creatividad. Pero, en conjunto, creo que, pese a todo, nos encontramos ante un buen trabajo escénico.

En lo musical, Zubin Mehta dirigía por primera vez en Les Arts una ópera de Verdi y no me defraudó en absoluto. Es sabido que el maestro indio domina esta partitura y ahí están para atestiguarlo sus grabaciones, algunas de ellas, como la registrada con Domingo y Pryce, claro referente de la página verdiana. Mehta condujo la Orquestra de la Comunitat Valenciana sin ningún tipo de alarde ni pretensión exhibicionista, muy ajustado en los tiempos, manteniendo la tensión y adecuado en estilo, con un control preciso y equilibrado de las diferentes secciones musicales, con una percusión inspiradísima y la flauta de Álvaro Octavio haciéndonos vibrar es su particular diálogo con la soprano en “D'amor sull'ali rosee”. Hacía mucho tiempo que yo no asistía al estreno de una ópera en Les Arts donde se apreciase en la primera función tal ajuste y precisión en el foso y de éste respecto a las voces, así como un control tan cuidado del volumen de la orquesta, en un recinto cuya acústica suele favorecer que los cantantes se vean tapados con cierta frecuencia por los músicos. Desde mi punto de vista, el maestro Mehta desarrolló un fantástico trabajo de batuta y supo inundar la sala de puro aliento verdiano.

El Cor de la Generalitat, dirigido por Francesc Perales, estuvo espléndido en una obra en la que tiene un especial protagonismo, y, pese a que la dirección escénica en ocasiones le impuso un excesivo estatismo, ofreció en lo musical un rendimiento sobresaliente, brillando como en sus mejores noches.

Jorge de León debutaba el papel de Manrico. Si no me equivoco en las cuentas, es la séptima ópera que canta en este teatro el tenor tinerfeño, siendo el cuarto papel que debuta en Les Arts (tras el Turiddu de “Cavalleria Rusticana”, el Cavaradossi de “Tosca” y el Rodrigue de “El Cid”), todos ellos muy exigentes y el de Manrico no lo es menos. Claramente, De León fue de menos a más, con un comienzo de ópera en el que dio la impresión, no sé si real o mera apreciación mía, de cierto nerviosismo y rigidez, para irse progresivamente arriba y brindarnos una segunda mitad de ópera colosal, brillando especialmente en una “pira” antológica que hizo venirse abajo el teatro con un aluvión de bravos más que merecidos, y de ahí en adelante sólo fue a mejor, deslumbrando con una zona aguda y sobreaguda resplandeciente, llena de brillo y mordiente.

La soprano italiana María Agresta fue una excelente Leonora, para mí lo mejor de la noche. Pudimos ver en escena a una cantante joven, pero que mostró indudables rasgos de gran soprano verdiana. Presentó Agresta una voz  luminosa, clara, de amplio registro y muy homogénea, con una pulida línea de canto y un exquisito uso del legato y las medias voces, consiguiendo enhebrar algunos pianísimos y filados espectaculares. Su buena dicción y la fuerza e intención de su fraseo completaron una actuación sensacional. Su juventud nos hace ilusionarnos con que todavía tiene mucha carrera por delante y tiempo para perfeccionar aún más las grandes condiciones vocales que ya presenta.

Bien, aunque a mi juicio jugando en otra división, estuvo también Ekaterina Semenchuck como Azucena, mostrando una gran expresividad, aunque por momentos rozase la sobreactuación con algún alarde de tintes veristas. Pese a que se echó de menos una mayor rotundidad de auténtica mezzo en la zona más grave, su actuación debo de calificarla de muy notable, con una voz fresca, limpia y algún agudo realmente brillante y sorprendente.

Quienes asistieron al ensayo general de este “Trovatore” me comentaron que no les había gustado demasiado, por ser generosos, el Conde de Luna del italiano Sebastián Catana. Afortunadamente, para el estreno del sábado fue sustituido por el barítono onubense Juan Jesús Rodríguez, teniendo el detalle los eficientes señores de Les Arts de informar del cambio en el reparto ¡tras el descanso!, supongo que después de escuchar por los pasillos durante el intermedio algunos comentarios, como los que yo oí, acerca de lo mucho que estaba gustando Catana, el cual me consta que estaba en una pizzería cercana levantándose unas cervezas. Oficialmente se ha dicho que la causa de la sustitución ha sido la indisposición del cantante italiano, si bien las noticias que a mí me han llegado hablan de un cambio de última hora ante el pobre rendimiento de Catana en los ensayos. Confío en que, si es así, el cambio se mantenga en las próximas funciones y no sólo haya sido una artimaña para evitar las críticas negativas del estreno ni castigar las reales orejas de doña Sofía de Grecia.

Y es que Juan Jesús Rodríguez llevó a cabo una actuación muy meritoria, sobre todo teniendo en cuenta que tuvo apenas 24 horas para incorporarse al equipo, demostrando un gran sentido del declamar verdiano y fuerza interpretativa, siendo muy ovacionado en su aria.

Tampoco creo que se pueda reprochar nada al Ferrando del bajo chino Liang Li, mostrando poderío cuando fue preciso, y dejándonos expectantes respecto a las prestaciones que pueda ofrecer en este mismo Festival del Mediterrani como el Rey Marke de “Tristan e Isolda”, un compromiso, sin duda, de mayor envergadura.

Muy destacable, como siempre, Ilona Mataradze, esta vez en el breve papel de Inés, corriendo muy bien la voz y con solvente presencia escénica.

Y muy correctos estuvieron también Leonard Bernad, Jesús Álvarez y, sobre todo, Mario Cerdá, quien se marcó un precioso detalle, regulando, en su fugaz intervención.

Al finalizar, hubo grandes ovaciones para todos los artistas, que fueron especialmente intensas para la pareja protagonista, y para Juan Jesús Rodríguez y Zubin Mehta, por parte de un público que casi llenaba el recinto, salvo en los pisos más altos, donde se apreciaban huecos.

No quisiera finalizar mi crónica sin reseñar dos cosas que me llamaron la atención. La primera, fue la coincidencia de Helga Schmidt en el palco junto a la Consellera de Cultura Lola Johnson. Justo antes de apagarse las luces mantenían una apasionada (lo intuyo por sus ostensibles gestos) conversación que, igual trataba sobre la repoblación de angulas en la Albufera, pero que me hizo desear fervientemente poder haber escuchado lo que allí se decía.

La segunda circunstancia que quería comentar fue el bochornoso espectáculo de ver en el intermedio a la jefa de protocolo de Les Arts acompañando a la Reina doña Sofía, con el pinganillo puesto e intentando arrancar, cual cutre regidor de concurso televisivo, el aplauso del público que por allí se encontraba. Por cierto, sin ningún éxito.

Bueno, pues hasta aquí esta crónica en la que quería dejar constancia de la que fue sin duda una muy buena noche en la ópera, aunque no cantase Lasparri, y que me lleva a hacer un llamamiento público para que todos los aficionados a la música que puedan se acerquen en los próximos días a Les Arts, porque vale la pena.

AQUÍ podéis leer también la imprescindible crónica de Maac.


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