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domingo, 30 de diciembre de 2018

PATOS KAZAJOS Y GESTORES PATOSOS. ACABANDO EL AÑO EN LES ARTS.


Ayer se estrenó en el Palau de les Arts el ballet El lago de los cisnes, de Tchaikovski, la ración anual de danzarines que nos embuten sin derecho a rechistar a los simples aficionados al género operístico que, ignorantes de nosotros, decidimos fidelizar nuestra presencia en Les Arts mediante la compra de un abono de ópera y siempre nos lo encontramos adornado con espectáculos de danza y conciertos sinfónicos, no necesariamente deseados, a modo de impuesto revolucionario. Ya sé que esto no es algo que ocurra sólo en nuestro teatro, pero eso no quita para que me siga pareciendo un agravio injustificado tanto para los amantes de la ópera como para los del ballet.

Al igual que ocurre cada año con los espectáculos de danza que salen a la venta, este Lago de los cisnes ha agotado rápidamente todas las localidades de las seis funciones que se ofrecen. Me consta que ha habido muchas personas amantes de los tutús saltarines que se han quedado sin entrada, entre otras cosas porque se ha colocado este ballet en 5 de los 7 turnos de abono operístico, reduciendo así notablemente el aforo disponible para la venta libre y “condenando” al abonado a chuparse el ballet con ganas o sin ellas. Me parece absurdo.

Creo que si se dejasen las funciones de ballet para la venta libre se llenarían igualmente con toda seguridad, pero sólo por personas amantes de ese tipo de espectáculo. Incluso pienso que, dentro de esa política que se quiere implantar, con buen criterio, de dar más uso a las salas y a la orquesta, podría incluso plantearse la posibilidad de ofrecer un abono anual independiente de ballet. Parece que ahora se dé por sentado que si te gusta la ópera te ha de gustar el ballet, lo cual no es cierto. El mío no es un caso aislado, conozco a un buen número de abonados de Les Arts a los que, como a mí, les apasiona la ópera y el ballet nos aburre soberanamente; al igual que me consta que hay muchos aficionados a la danza o a los conciertos sinfónicos que no soportan a los obesos gritones de la ópera. Ya sé que es una guerra que tengo perdida, pero como soy un cansino lo seguiré repitiendo.

Dicho esto, he de admitir que anoche ha sido el día que menos me he aburrido en una sesión danzarina desde aquellas funciones en 2009 de Pajáro de fuego y Schéhérazade con la compañía del Mariinski, Gergiev y con Carlos Acosta como artista invitado. La producción del Lago de los cisnes estrenada ayer es del Teatro Estatal de Ópera y Ballet de Astaná (capital de Kazajistán). Y claro, desde mi absoluta ignorancia, me planteo si realmente es preciso traer a una compañía kazaja para ofrecer la dosis anual de ballet, cuando tampoco me pareció que fueran la repanocha… Insisto en que soy un primate ignorante en temas de baile y, como ya he dicho otras veces, no lo manifiesto haciendo ostentación de ello, sino reconociendo mi carencia. Me encantaría entender y disfrutar con el ballet como lo hago con la ópera, pero por más que lo intento no hay manera.

Precisamente es mi lamentable ignorancia la que me lleva a obviar cualquier crítica o crónica seria de lo sucedido anoche sobre el escenario de Les Arts. Únicamente diría que me llamaron mucho la atención las intervenciones de Madina Basbayeba, en sus papeles de Odette y Odile, y de Serik Nakyspekov como Bufón. La primera, con una inusitada capacidad para mantener el equilibrio y tragarse el vómito sin que se note, porque a mí que no me digan que después de ponerse a girar en puntas por todo el escenario como una peonza en una centrifugadora, cualquier ser humano se derrumbaría con cara de lelo y echaría la pota. Y el segundo, por lograr conservar la sonrisa puesta pese al chile habanero que debía tener introducido en el ojete y que sería la única explicación razonable a los desaforados saltos que pegaba con despatarre muslar completo rozando el desgarre escrotal. Más flojo me pareció un príncipe Sigfrid patilargo, culiestrecho y un tanto sosainas. Una pobre chica del conjunto de cisnes, en una de esas bobadas de: ahora salto, me espatarro y caigo en un solo pie; perdió el equilibrio y se estampó contra el suelo, dejándonos ver que efectivamente eran seres humanos kazajos y no un holograma de realidad virtual lo que se movía en escena.

Después de haber asistido al estreno de temporada con una Flauta mágica provocadora y transgresora, ayer pasamos al extremo opuesto con una puesta en escena de un clasicismo irreprochable: donde se decía palacio aparecía un palacio, el lago era un lago y los cisnes, cisnes; allí ellas con sus tutús impolutos y ellos con sus nalgas prietas y paquetes marcadores. Pero hay que reconocer que visualmente la cosa funcionó estupendamente y se acoplaba como un guante a la música de Tchaikovski. Música de una obra a la que, francamente, yo diría que le sobra bastante paja, con perdón. Todos esos bailes regionales y momentos de lucimiento danzarín que trufan la partitura, alargan absurdamente la duración de la función y provocan los saluditos de sus protagonistas en cada chimpún, a lo que le sigue los esperados aplausos del público, todo lo que a su vez provoca que se demore aún más el fin del espectáculo. Ayer entramos a las 19 horas y salimos cerca de las 22… Casi tres horas de piruetas y saltitos… y sin que diga que me aburrí… quién me ha visto y quién me ve…

De todas formas, si he decidido hacer esta pequeña reseña de la función y si algo contribuyó a hacerme pasar una buena velada fue la preciosa música de Tchaikovski en manos de una Orquestra de la Comunitat Valenciana que merece público reconocimiento y mi más encendido elogio, ya que sonó ayer maravillosamente, como en los mejores momentos. Se colocó a su frente en el foso el kazajo Arman Urazgaliyev, con una técnica gestual un tanto marionetil (brazos arriba y abajo de forma mecánica como si le tirasen de unos hilos), pero con unos resultados estupendos. Es verdad que hubo algunos pasajes algo toscos y de volumen exagerado, pero en general se obtuvo un sonido bellísimo y homogéneo con unas intervenciones solistas que volvieron a poner de manifiesto el enorme nivel de los atriles de nuestra orquesta. Absolutamente mágico se elevó anoche nuevamente el oboe de Christopher Bouwman y magníficas fueron igualmente las apariciones de arpa, violín, chelos, trompeta, flautas o clarinete.

La sala estaba prácticamente llena, con mucha gente joven y más que joven y un público distinto al habitual que aplaudió todo lo aplaudible. Pero si algo se comentaba especialmente anoche a la salida era el gran rendimiento de la orquesta y lo bien que había sonado, lo cual tiene mucho más mérito si lo enmarcamos en la situación de incertidumbre que, desgraciadamente, se sigue viviendo en este teatro año tras año.

Estos últimos días hemos asistido a un capítulo más del sainete de Les Arts que, estoy convencido, acabará siendo argumento de una teleserie. El pasado 5 de diciembre, tras la dimisión de Francisco Potenciano como Director General, se anunciaba a bombo y platillo desde la Conselleria de Cultura el nombramiento de la funcionaria castellonense Inmaculada Pla como su sustituta, recalcando su idoneidad para el cargo por su trayectoria y experiencia en la Administración Pública. Apenas 13 días después, coincidiendo con el Día de los Inocentes, se hacía pública la renuncia de Inmaculada Pla, La Breve, por “razones personales” y se anuncia ahora a José Carlos Monforte como tercer Director General de la casa en el plazo de un año.

Pero si hay algo que realmente no entiendo en todo este trajín son las prisas con las que se está actuando desde la Conselleria de Cultura y desde el propio Patronato de Les Arts para estos nombramientos a la carrera, cuando, recordemos, en verano se nombró un director artístico que todavía no se ha incorporado de hecho a su despacho.

Mientras tanto, el Comité de Empresa del Palau de les Arts ha hecho pública una nota de prensa en la que denuncia la “incompetente gestión del coliseo” y “la falta de dirección y rumbo”; mientras que los representantes de la orquesta en el Comité se han desligado de dicha crítica y han defendido la gestión actual por entender que “se están sentando las bases para un futuro estable desde el punto de vista organizativo y de excelencia artística para el futuro del Palau de Les Arts".

Personalmente tengo bastante confianza en que la situación se enderece y pienso sinceramente que el rumbo marcado es el correcto, aunque es innegable que en el caso de los nombramientos de la Dirección General se ha actuado de forma precipitada y poco comprensible. Esperemos que con la incorporación a partir de enero de Jesús Iglesias como Director Artístico se pueda controlar definitivamente la situación, se vaya perfilando la programación futura y empiecen a solucionarse los muchos temas que todavía están pendientes antes de que sea demasiado tarde.

Y ahora toca esperar hasta febrero a que vuelva la ópera a València. Una práctica que puso de moda Livermore, la de dejar el mes de enero incomprensiblemente en blanco, y que este año se ha repetido. Confiemos en que eso también cambie.

Mientras tanto, llegados a estas fechas, os deseo a todos muy feliz año y mucha música.



martes, 13 de diciembre de 2011

DOBLE RACIÓN DE "ROMEO Y JULIETA" Y UN RECITAL DE PIANO


La acumulación de eventos musicales a los que asistir el pasado fin de semana en Valencia, ha motivado que no haya tenido tiempo para dejaros aquí mis impresiones sobre todo lo visto y oído estos días. Así que, aunque sea con cierto retraso, quisiera al menos hablaros de la doble ración de “Romeo y Julieta” ofrecida en el Palau de les Arts y de un estupendo recital de piano que tuve ocasión de presenciar el domingo.

“ROMEO Y JULIETA” (Héctor Berlioz) – Auditorio del Palau de les Arts – 09/12/11

El director ruso Valeri Gergiev acudía de nuevo a Les Arts tras haberse puesto al frente de la Orquestra de la Comunitat Valenciana en el estreno de la temporada 2009/2010 con “Les Troyens” de Berlioz. En esta ocasión la cita de Gergiev con el público valenciano era doble, por un lado dirigió a la agrupación titular de Les Arts en otra obra de Berlioz, su sinfonía dramática “Romeo y Julieta”; y al Ballet y Orquesta del Teatro Mariinski de San Petersburgo en una de las dos funciones programadas de otro “Romeo y Julieta”, en este caso el de Prokófiev.

Respecto al “Romeo y Julieta” compuesto por Héctor Berlioz, la dirección de Les Arts cometió dos errores de peso. En primer lugar, publicitarlo en su página web dentro del apartado “óperas”, con lo que gran parte del público que no conocía la obra se encontró con la sorpresa de que aquello de ópera tenía lo que Helga de top model, y no fueron pocos los comentarios que se escucharon, durante y tras la representación, extrañados ante la escasa parte cantada de aquella presunta ópera.

El segundo de los errores, de consecuencias mucho más graves, fue llevar el espectáculo a ese almacén de patatas de diseño que es el inaudible auditorio de Les Arts. Lo hemos dicho ya cientos de veces, pero como no nos hacen ni caso y somos muy pesaditos, seguiremos insistiendo: Por favor, dejen ya de utilizar el Auditorio para representaciones musicales y péguenle fuego en presencia de la Alcaldesa y la Fallera Mayor. Es unánime el clamor del público. Tienen una sala principal de excelente acústica que puede ser usada también para los conciertos, recitales y óperas en versión concierto y no existe justificación alguna para seguir condenando este tipo de eventos a ese recinto de incomodísimo acceso y donde el sonido tan sólo es medianamente aceptable en menos de un cuarto de las localidades de la sala.

A pesar de luchar contra todos esos elementos, la verdad es que los resultados musicales de este “Romeo y Julieta” fueron espléndidos. Valeri Gergiev llevó a cabo un trabajo de dirección impecable, equilibrado, de ritmo ágil, lleno de matices, con una fuerza lírica apabullante, extremadamente romántica pero sin empalago, y logrando que la riqueza orquestal de la partitura de Berlioz se desplegara en plenitud, gracias también a una ejecución soberbia de todos y cada uno de los atriles de la Orquestra de la Comunitat Valenciana, que cuando están bajo las órdenes de directores de auténtica primera fila, y no las últimamente tan habituales “prometedoras batutas emergentes”, mejoran clarísimamente sus prestaciones.

Siempre puede ser injusto, con unos resultados globales tan buenos, destacar nominalmente sólo a algunos miembros de la orquesta, pero, francamente, me lo parecería más no reseñar el virtuosismo y pulcritud que mostraron todas las trompas, Joan Enric Lluna al clarinete, Luisa Domingo al arpa o un magistral Pierre Antoine Escoffier al oboe.

De los componentes del Coro de la Generalitat cualquier cosa que pueda decir suena ya redundante, pero una vez más volvieron a hacernos disfrutar de su excelencia y a conseguir que sigamos viviendo ese sueño en el que lo excepcional es tan habitual que nos parece lo normal. E incluso se aprecian mejoras, porque no sé si esta temporada lo he manifestado ya en alguna ocasión, pero vengo teniendo la sensación de que la cuerda de tenores ha mejorado sensiblemente. Hubo algunos instantes sublimes, pero el Coro Fúnebre de Julieta fue uno de esos momentos que tardarán mucho tiempo en olvidarse. El mérito del Coro esta vez ha debido ser mucho mayor, además, al tener que descifrar sin diccionario (deditos-castellano/castellano-deditos) el incomprensible lenguaje dígito-gestual de Gergiev cuando les marcaba las entradas.

Los solistas vocales elegidos para la ocasión tuvieron muy poca oportunidad de lucimiento. Pero Kenneth Tarver mostró frescura y agilidad con un bonito timbre lírico lígero; Mijail Petrenko, pese a carecer del peso y consistencia de un auténtico bajo, exhibió un fraseo intencionado y de gran musicalidad; y la mezzosoprano rusa Ekaterina Gubanova fue todo un lujo para los apenas cinco minutos en que pudimos extasiarnos con una voz privilegiada, bellísima, que rezuma calidez y potencia y que manejó con un gusto exquisito, aportando mil y un matices. Yo no pude evitar pensar por un momento lo que podía haber sido el “Boris Godunov”, recientemente ofrecido en Les Arts, con un acto polaco en que Gubanova hubiera compartido protagonismo con Nikolai Schukoff… Una gozada.

“ROMEO Y JULIETA” (Serguéi Prokófiev) – Palau de les Arts – 11/12/11


A pesar de mi reconocida aversión al ballet, que es algo de lo que no me enorgullezco en absoluto y sufro como particular limitación, esta vez no dudé demasiado en acudir a la función programada con dos grandes motivaciones para ello: la genial partitura de Serguéi Prokófiev, que me parece inspiradísima, y la posibilidad de escuchar la versión que de la misma ofrecía Valeri Gergiev al frente de la emblemática Orquesta del Mariinski.

Esta segunda expectativa se frustró pronto, ya que, cuando tenía ya las entradas compradas para el día 11, Helga nos regaló uno de sus afamados cambios de programa por el morro, y la actuación de Gergiev se limitó a la función del día 10, fecha para la que, además de no disponer de localidad, tenía previsto asistir al cine a ver la retransmisión de “Faust” desde el MET con Jonas Kaufmann y René Pape, como así hice y por cierto disfrutando un montón.

Así que me tuve que conformar con escuchar a la Orquesta del Mariinski dirigida por el batutero reserva de la casa, Alexei Repnikov, y la verdad es que no me acabó de convencer. Su dirección me pareció bastante ruda, áspera, estridente en muchas ocasiones y muy poco atenta al detalle, a excepción de algunos pasajes como el despertar de Julieta o el lamento de Romeo donde se atisbaron destellos de esa orquesta de renombre que es la agrupación de San Petersburgo.

Bueno, que es… o que ha sido, porque, sinceramente, después de haber escuchado 48 horas antes a la Orquesta de la Comunitat Valenciana (y eso que fue en el infecto auditorio), la comparación era sonrojante. El primer acto me pareció flojísimo, con múltiples desajustes en el foso, sonidos sucios y mala coordinación con el escenario. La cosa fue mejorando de ahí al final, pero el resultado quedó bastante lejos del nivel al que nos tiene acostumbrados nuestra orquesta.

La producción y coreografía presentada es la misma que en 1940 estrenase la obra en el Mariinski. Y eso se nota. Los decorados pintados tienen su gracia y son interesantes los ágiles cambios de escenografía, pero el conjunto desprendía más ranciedad que el salón-comedor de Sara Montiel.

De las coreografías y los bailarines no quiero decir nada porque mi ignorancia absoluta en el género me impide hacer juicios de valor, aunque mi impresión personal es que los bailarines, siendo buenos, tampoco eran el recopetín, pues fueron numerosos los movimientos a destiempo con la música o la falta de sincronización en las coreografías de grupo. De todas formas seguro que estoy equivocado porque el público aplaudió muchísimo y todos comentaban lo bonito que había sido todo.

Hombre, desde luego, prefiero mil veces antes este “Romeo y Julieta”, aunque sólo sea por la música, que el infumable y soporífero “Don Quixote” que vi este verano en Londres y del que os hablé aquí.

Como en casa Helga siempre hay algo para protestar, quisiera mencionar algo que me llamó poderosamente la atención y que no alcanzo a comprender. Y es que esta vez no han salido a la venta las entradas de visión reducida de 4º piso (15 euros) estando vacío todo el lateral y parte de los hombros de ese piso. Y esas localidades quedaron desocupadas al mismo tiempo que mucha gente se quedó en la calle sin poder comprar entradas para ninguna de las dos funciones, al haberse agotado a las pocas horas de haber salido a la venta. Yo seré muy cortito, pero no lo entiendo.

RECITAL DE PIANO - Pablo García-Berlanga - Ateneo Mercantil de Valencia – 11/12/11


No quisiera finalizar este post de hoy sin hacer una breve referencia al estupendo recital que ofreció el domingo por la mañana el pianista Pablo García-Berlanga (Valencia 1986).

Comenzó el concierto con dos páginas mozartianas, la Fantasía en do menor KV 475 y la Sonata en do menor KV 457. Pese a ponerse de manifiesto una cierta rigidez inicial, poco a poco la impecable ejecución, caracterizada por el virtuosismo y precisión de la digitación, fue llenándose además de espíritu, configurando una interpretación intensa y muy emotiva.

Lo mejor del recital vino a continuación, con tres de los Preludios (Libro 1) de Claude Debussy: “La fille aux cheveux de lin”, “La sérénade interrompue” y “La chatédrale engloutie”, donde llevó a cabo, especialmente en la última pieza, una delicadísima lectura, conmovedora, llena de madurez y comprensión de la escritura del compositor francés, que yo particularmente hacía mucho tiempo que no escuchaba con tal grado de belleza.

La segunda parte comenzó con las siete Fantasías opus 116 de Johannes Brahms, unas piezas en las que García-Berlanga supo revelar sutilmente todo el colorido y fuerza expresiva de la partitura, sin perderse dentro de la compleja densidad de la escritura brahmsiana, siendo revelador en este sentido la claridad de la exposición que presentó el pianista en el Capriccio Allegro Agitato que cierra la obra.

Y el concierto finalizó con tres fragmentos del “Romeo y Julieta” de Serguéi Prokófiev, poniendo auténtico broche de oro con una interpretación de Capuletos y Montescos que fue todo un ejemplo de precisión y riqueza dinámica.

Una calurosa ovación, de un público por cierto bastante ruidoso y molesto durante todo el recital, premió con justicia la labor de un joven pianista que está llamado a alcanzar muy pronto merecidos éxitos internacionales.

martes, 6 de septiembre de 2011

EL RAH, LA ROH Y UNAS PINTAS CON MUSETTA (IIª Parte)


En el capítulo anterior dejamos al autor de este blog y sus 4 acompañantes bebiendo pintas en Londres tras haber asistido a uno de los conciertos de los PROMS de este verano en el Royal Albert Hall (RAH). Pero ahí no acabarían las andanzas musicales de estos intrépidos melómanos.

Cuando organizamos el viaje a Londres, por supuesto lo primero que miramos es si en esas fechas se representaba alguna ópera en el recinto operístico por excelencia de la capital, la Royal Opera House Covent Garden. Pero no hubo suerte. Nuestra visita coincidía con una gira del Ballet Mariinsky de San Petersburgo, que celebraba el 50 aniversario de su primera actuación en la ROH, y toda la semana estaba ocupada por funciones de ballet.

Los que me conocéis ya sabéis que el ballet me atrae casi tanto como introducir los pies en ácido sulfúrico al amanecer, así que la perspectiva no era muy halagüeña, pero como algunos de los amigos que me acompañaban no habían estado nunca en la ROH y siempre es un placer visitar mi teatro favorito, cometimos la imprudencia de sacarnos unas entradas baratas para una función de “Don Quixote” y así aprovechar para ver el ambientillo de la ROH y sus interioridades. Lo único malo es que había que tragarse el espectáculo danzarín.

Vaya por delante, antes de continuar, que respeto y envidio muchísimo a aquellas personas a las que les gusta el ballet. Yo me reconozco en ese campo un absoluto inculto con orejas y, por más que me empeño en acercarme a él con buenos ojos, siempre me acabo aburriendo soberanamente. Así que pido disculpas desde este momento a todos los amantes del género por mi atrevida ignorancia, y las opiniones que vierta a partir de ahora no son las de ningún tipo que va de listo, sino que casi podrían denominarse “Homer Simpson va al ballet”.

Bueno, pues el Quixote este cuenta con una historia y coreografías que se inventó en el año de la tos un tal Marius Petipa, que se ve que, como entonces no había muchos más entretenimientos que no fueran pecado, no se le ocurrió nada mejor al chavalote que dejar para la posteridad este mayúsculo pestiño, para el que juran y perjuran que se basó en la obra homónima de Miguel de Cervantes.

El responsable criminal de la música es el austriaco Ludwig Minkus. Realmente es muy apropiada para ballet y agradable al oído, pero aburrida, simple y previsible como la de un anuncio de salva slips. Está trufada de referencias hispanas, jota incluida, para darle el toque exótico, y llena de chim-pon para que el público tenga claro dónde tiene que aplaudir y la danseuse pueda hacer su posturita con el abanico. Para quince minutillos la cosa no está mal, pero dos horas de quixotismo sin una UVI móvil cerca, debería ser considerado deporte de alto riesgo.

Y digo yo que si una obra se llama “Don Quixote” y se supone que va del héroe cervantino, lo normal es que el protagonista del asunto sea Quixote, creencia que se reafirma si, como es el caso, en los carteles preside el reparto un sujeto llamado Vladimir Ponomarev que era el encargado de dar vida al personaje...Pues de eso nada... Aquello se llamaba “Don Quixote” como podía haberse llamado “La faja de la tía Lorenza” o “Los Bingueros”, y se parecía a la obra de Cervantes como Helga a Mónica Bellucci.

El artistazo este del Ponomarev deambulaba a cámara lenta por el escenario (perfectamente caracterizado de Alonso Quijano, eso sí) y toda su interpretación consistía en aparecer entre los bailarines de vez en cuando, echar la cabeza hacia arriba muy despacio con cara de lelo; ponerse la mano izquierda en la pechera, en la intertetal misma; y levantar el brazo derecho muy tieso hacia lo alto, también muy despacico, como si le fuese a cantar una saeta a la Esperanza de Triana. Durante toda la obra estuve esperando que en un momento dado Ponomarev-Quixote nos sorprendiese poniéndose a pegar saltos y se desvelase como un bailarín excepcional, pero no… del gesto de la mano en el pecho, el brazo en alto y la cara de lelo no pasó en toda la noche.

Aquí podéis ver (si tenéis bemoles) un video de esta producción de “Don Quixote”. Ojito al papelón del Quixote de turno, podéis verle al fondo, detrás de las monísimas bailarinas, aunque luego, a partir del minuto 4, avanza hacia las primeras filas para que no nos perdamos ni un detalle de su arte:


video de kabaiivansko

Desde luego, si D. Miguel de Cervantes levantase la cabeza y viese a su heroico hidalgo convertido en un pelele idiotizado, iba a empezar a repartir estopa y lo de Lepanto iba a parecer una fiesta infantil.

Los papeles protagonistas de verdad, los de brincar, hacer puntas, pas de deux y todas esas gaitas, fueron asumidos por Yevgenia Obraztsova y Alexei Timofeyev, dos jóvenes bailarines muy finos ellos, huesuditos, con la sonrisa de Joker puesta todo el tiempo… vamos, lo que toca. Yo ya digo que no entiendo una patata, pero parecía que lo hacían bien. Ella se movía de puntas por todo el escenario sin caerse ni nada y daba más vueltas que un tiovivo sin luego darle la risa tonta y vomitar, y la gente aplaudía un montón y ella se quedaba con la sonrisa petrificada como si hubiese visto a Rappel en tanga. El chico salía marcando nalgazas y paquetín y saltaba abriendo mucho las piernas como si le hubiesen puesto una guindilla en el escroto, pero sin hacer ni un mal gesto el tío, y cogía a la Yevgenia con una mano y la levantaba a lo alto como si fuese un camarero llevando una bandeja con cuatro cañas y unas bravas, y la otra allá arriba, abriendo el abanico muy digna y risueña al son del chim-pon, aunque el Alexei le estuviese clavando la uña larga del meñique en la misma sobaca.

Luego salía también Sofia Gumerova dando unas zancadas que ni el correcaminos. Saltaba girando en el aire y caía con todo su peso en un solo pie, que yo sólo de verla casi me hago un esguince de tobillo. Y también estaba Karen Ioanissiyan, un torero paquetero más apropiado para boy de “Victor/Victoria” que para saltar a un ruedo, y que menos torear hacía de todo: ponía posturitas, pegaba unos brincos tremendos como si le hubieran amenazado con tragarse la obra hasta el final, y manejaba la capa con mucho arte como si fuese el abanico de Locomía.

El apartado musical corrió a cargo de la Orquesta del Teatro Mariinsky dirigida por la veterana y experta batuta de Boris Gruzin. La excelente acústica de la ROH no pudo ocultar que el conjunto sonase con demasiada frecuencia un poco a banda, aunque en el apartado positivo hay que consignar la excelente coordinación del foso con la escena.

Los decorados y el vestuario eran muy vistosos y coloridos, aunque todo era un puro disparate y allí se mezclaban bandoleros, faralaes, toreros, caballeros con plumero, duendes, baturros, gitanos, Quixotes y tutús sin ton ni son. Aquí podéis ver otro video (si es que no habéis tenido bastante) con algunos momentos estelares de este montaje de “Don Quixote” en 2006 con otros protagonistas, para que os hagáis una idea de todo esto. A partir del minuto 3.10 aparece la impagable cuadrilla de toreros, que no se sabe si mueven capotes u orean la ropa interior de Helga:


video de patricalin118

Todo el público (mayoritariamente femenino), que llenaba la sala por completo, se lo pasó estupendamente por lo visto. Me quedé con la boca abierta (también es verdad que me pilló bostezando) cuando vi el entusiasmo y las cerradas ovaciones y bravos que la gente tributaba enloquecida a semejante ladrillo caravista desde su inicio. Pero el belfo me llegó ya al ombligo cuando después leí en el prestigioso The Times que, además de ensalzar el espectáculo como algo grandioso, el crítico arremetía con fiereza contra los responsables de que una maravilla como esta sólo se representase dos días. A éste le parecieron poco dos días de Quixote y yo sin embargo en el segundo descanso ya no pude más y me largué.

Sí, lo reconozco, soy un gañán sin sensibilidad, pero como no tenía hecho testamento opté por abandonar la sala antes del último acto por temor a estirar la pata en el anfiteatro de la ROH. Entre que el sopor me apabullaba, que a mi vecino de asiento, un portugués con halitosis que se debía aburrir tanto como un servidor, le dio por canturrear, y que dos de mis amigos pronunciaron las palabras mágicas “¿nos largamos?”, al finalizar el segundo descanso el grupo se dividió y tres de nosotros no retornamos a la localidad.

Nos quedamos paseando por la terraza y pasillos de la ROH deteniéndonos con tranquilidad en cada detalle, e intentando convencer a las amables acomodadoras, que se empeñaban en que si queríamos podíamos entrar a ver terminar la función, de que estábamos ya hasta los quixotes de tanto ballet.

Finalmente salimos de allí disfrutando del frescor de la noche y nos dirigimos a un Pub cercano a esperar con unas pintas al resto del grupo para ir a cenar.

Hablando de pintas, os dije que os hablaría de las pintas con Musetta y me he enrollado demasiado con la ROH, así que tendrá que ser en el siguiente capítulo.

TO BE CONTINUED