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miércoles, 22 de julio de 2009

GUSTAV MAHLER. Canciones de un camarada errante


Gustav Mahler compuso su ciclo de cuatro canciones “Lieder eines fahrenden Gesellen” (Canciones de un camarada errante) entre 1884 y 1885, en la ciudad alemana de Kassel, donde, a los 24 años, había asumido la dirección musical del Königliches Theater. Allí parece ser que se enamoró perdidamente de una soprano local, Johanna Richter, quien fue su inspiración en la composición de este ciclo.

En unas cartas dirigidas a su amigo Fritz Löhr durante estos años, Mahler le habla de sus sentimientos por esta joven, aunque se abstiene de mencionarla por su nombre, y le cuenta que las canciones están dedicadas a ella, “son –decía- como si un compañero errante, que ha tenido un infortunio, saliera a recorrer el mundo caminando”.

Mahler no hizo público que él mismo había sido el autor de los textos, ya que, según confesó años más tarde, se sentía un tanto ridículo debido a la sencillez e inocencia de los poemas.

Los “Lieder eines fahrenden Gesellen” no se estrenaron hasta 1896, sin embargo muchas de sus melodías fueron utilizadas en su revolucionaria Sinfonía Nº1, “Titán”, a la que Mahler no quería llamar Sinfonía, se dice que por respeto a Beethoven, sino "Symphonische Dichtung in zwei Teilen" (Poema Sinfónico en dos partes), la cual fue estrenada el 20 de noviembre de 1889 en Budapest.

Hoy quería traer al blog dos de estas canciones, la segunda y la cuarta del ciclo, que son precisamente las que más aportaron musicalmente a su primera Sinfonía.

En primer lugar, podemos escuchar a Dietrich Fischer-Dieskau en 1968, acompañado al piano por Leonard Bernstein, interpretando magníficamente "Ging heut morgen übers Feld" (Esta mañana caminé por el campo) cuyas notas podremos encontrar en el primer movimiento de la Sinfonía nº 1:



"Ging heut morgen übers Feld" (Esta mañana caminé por el campo)

Esta mañana caminé por el campo
cuando el rocío cubría cada brizna de hierba.
El alegre pinzón me dijo:
"¡Eh! ¿No te parece? ¡Buenos días! ¿No te parece?
¡Tú! ¿No te parece bello el mundo?
¡Pío! ¡Pío! ¡Bello y brillante!
¡Cuánto me gusta el mundo!
"También, las campanillas en el campo,
alegremente y de buen humor,
tocaron con campanas ¡ding, dong!
su saludo matutino:
"¿No es bello el mundo?
¡Mundo bello! ¡Ding, dong! ¡Bello!
¡Cuánto me gusta el mundo!
"Y después, bajo la luz del sol,
el mundo de repente comenzó a brillar.
¡Los sonidos y el color revivieron
bajo la luz del sol!
¡Flores y pájaros, pequeños y grandes!
¡Buenos días! ¿No es bello el mundo?
¡Eh! ¿No creéis que es bello el mundo?
"¿Ahora también comenzará mi felicidad?
¡No, no la felicidad que yo quiero
jamás podrá florecer!


Y a continuación, la última canción del ciclo: "Diezwei blauen Augen von mein Schatz" (Los ojos azules de mi tesoro), que se reproducirá en el tercer movimiento de la “Titán”. La podemos escuchar en la versión que nos dejaron, en 1990, el barítono americano Thomas Hampson y la Wienner Philharmoniker dirigida, otra vez, por Leonard Bernstein:


video de alissoncfr

"Diezwei blauen Augen von mein Schatz" (Los ojos azules de mi tesoro)

Los ojos azules de mi tesoro
me han llevado a otro mundo más grande.
¡Tuve que dejar
este entrañable lugar!
¡Oh, ojos azules! ¿Por qué tuvisteis que mirarme?
Salí a caminar en la noche tranquila
en lo profundo del monte oscuro.
Nadie vino a despedirme.
¡Adiós! ¡El amor y la tristeza son mi única compañía!
Ahí, junto al camino, hay un tilo.
¡Y ahí por vez primera encontré el descanso en el sueño
!Bajo el tilo que nevaba
sus flores sobre mí.
¡No supe cómo la vida continuaba,
y todo estaba bien otra vez!
¡Todo! ¡Todo, el amor y la tristeza
y el mundo y el sueño!

lunes, 6 de julio de 2009

"LA TRAVIATA" (Giuseppe Verdi) - Royal Opera House - Londres 03/07/09


Mientras mi querida Helga Schmidt aprovechaba, tras un injustificable retraso, para hacer un adelanto de la descafeinada programación de la próxima temporada de Les Arts, la cual se ha hecho oficial hoy en la página web del teatro, yo iniciaba una nueva visita al ROH, en esta ocasión para aprovechar el fin de semana asistiendo al estreno de “El Barbero de Sevilla” con Juan Diego Flórez y Joyce DiDonato el sábado, y previamente, el viernes, a “La Traviata” con un reparto de lujo: los veteranos Renée Fleming y Thomas Hampson en los papeles de Violeta Valery y Giorgio Germont, y el joven maltés Joseph Calleja como Alfredo Germont.

La producción presentada es añeja, data de 1994 en lo que supuso el lanzamiento internacional de Angela Gheorghiu, que estuvo acompañada en aquel entonces por el bisador Leo Nucci y un insoportable Frank Lopardo, dirigidos en lo musical por Sir Georg Solti. Periódicamente al ROH le gusta desempolvar este montaje y presentarlo con nuevos protagonistas (por cierto, la última fue la Netrebko).

Se caracteriza por una dirección escénica de Richard Eyre absolutamente clásica y tradicional, pero sin que eso constituya un elemento negativo, al menos para mí. No aporta nada nuevo a la historia, pero es adecuada para la construcción narrativa de la misma, y siempre prefiero eso a un Giorgio Germont vestido de nazi o una Violeta drag-queen. El movimiento escénico está muy cuidado y resulta fluido pese a la acumulación de personajes que se produce en alguna escena. Los decorados vistosos, la pertinente iluminación y el deslumbrante vestuario diseñado por Bob Crowley, contribuyen al favorable resultado del conjunto.

En cuanto a la dirección musical, Antonio Pappano condujo con maestría a la extraordinaria Orquesta del ROH ofreciendo una peculiar lectura de la partitura verdiana, con unos tempi muy rápidos que enfatizaban perfectamente el desarrollo dramático de la primera parte de la obra, si bien en la segunda yo eché de menos una mayor dosis de contención velocípeda, aunque es cierto que pese a todo, la carga lírica no disminuyó y Pappano supo extraer espléndidamente cada matiz de la partitura. Especialmente relevante fue el comienzo del acto III donde la sensibilidad orquestal alcanzó su culminación. Al comenzar el segundo acto los músicos lo hicieron despojados de sus chaquetas, pese a que en la sala la temperatura era de lo más agradable. Ignoro el motivo.

El Coro funcionó a la perfección y tan sólo hay que reprocharle un pequeño desajuste con la orquesta al final del primer acto.

Renée Fleming salió a escena con un tobillo vendado en un fatídico augurio de lo que nos esperaba al día siguiente con DiDonato. Con 51 años declarados, la americana demostró encontrarse en un estado vocal sensacional. Nunca he creído que el papel de Violeta sea especialmente apropiado a su voz, especialmente en el primer acto, y sigo pensando lo mismo después de haberla escuchado en directo. No obstante, demostró estar dispuesta a asumir todavía riesgos y, lo que es más importante, a superarlos con brillantez. En “Sempre Libera” pasó algunos apuros con las rápidas coloraturas, pero solventó la papeleta muy dignamente, con el apoyo fundamental de una depuradísima técnica y una actuación dramática sensacional. A partir del segundo acto encontró un terreno mucho más propicio para sus cualidades, y su voz cálida y rica en matices se fue mostrando más firme y segura, al tiempo que fraseaba con enorme gusto y hacía ostentación de su espectacular dominio de las dinámicas ofreciendo unos pianissimi majestuosos. Su “Teneste la promessa… addio del passato” electrificó la espina dorsal de todos los asistentes. La capacidad dramática de Fleming es envidiable y supo dotar a Violeta de toda la carga emotiva que requiere el personaje. Demostró en todo momento ser una actriz extraordinaria, cuidando hasta el más pequeño detalle (impresionantes sus toses) y gestos sin perder su línea de canto.

Thomas Hampson estuvo fabuloso. Conoce de memoria el personaje y sabe exprimir cada detalle del mismo. Proyectó el americano con potencia una voz que se mantiene fresca, matizando con muchísima elegancia. Toda su actuación desprendía sentimiento. Sus dúos del segundo acto con Fleming fueron majestuosos en lo vocal y lo interpretativo.

Joseph Calleja fue un muy convincente Alfredo. No había tenido ocasión de escuchar al maltés en directo. Su voz respecto a recientes grabaciones parece haber adquirido un color más oscuro y un ligerísimo vibrato de fondo que suena natural y no molesta. Derrochó volumen y fuerza a raudales, sabiendo matizar también cuando fue preciso. Hizo ostentación de un fiato muy importante que favoreció un impecable legato. Sus agudos fueron limpios y bien atacados. En el debe de su actuación quizás haya que reseñar su faceta actoral, aunque con dos monstruos interpretativos al lado como la pareja norteamericana no quedar demasiado en evidencia ya fue un logro.

El resto del reparto estuvo a un nivel muy digno. Me gustó especialmente la Flora de Monika-Evelin Liiv.

La única nota discordante en ese buen nivel general la puso Richard Wiegold, que fue un pésimo Doctor Grenvil. Su voz es profunda y de bello timbre, pero no lograba proyectarla más allá de sus gafas, siendo absolutamente inaudible en todas sus intervenciones. Su comportamiento actoral no fue mejor, mostrando todos los defectos de la Escuela de los Pinochos, con menos movilidad que la momia de Lenin.


Al finalizar, cerradas ovaciones para los tres protagonistas, Pappano y la orquesta, de un público que se mostró respetuoso cuando debía serlo (me impresionó el silencio que reinaba en el acto I) y sumamente entusiasta al premiar a los intérpretes.

Tras la función Renée Fleming se mostró, como siempre, atentísima con los fans que la importunamos y firmó todo lo firmable y posó para todos los pesados con su mejor gesto.

Por último, os dejo un video de Renée Fleming en la Opera de Los Ángeles en 2006 interpretando el 'Addio del passato':


video de LadyArmide