Mostrando entradas con la etiqueta Berrugi. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Berrugi. Mostrar todas las entradas

domingo, 6 de diciembre de 2015

"MACBETH" (Giuseppe Verdi) - Palau de les Arts - 05/12/15

El Palau de les Arts inauguró oficialmente anoche la temporada operística 2015/2016, décima temporada de abono del joven coliseo valenciano, con un programa digno del acontecimiento, la magnífica Macbeth, de Giuseppe Verdi, con el protagonismo de una figura como Plácido Domingo. Y lo cierto es que se vivió una emocionante noche de ópera.

Este año se ha hecho algo menos larga la espera con los espectáculos ofrecidos en la pretemporada, pero aún así había una gran expectación ante el inicio del nuevo ejercicio operístico y ello se tradujo en un lleno casi completo de la sala principal, que presentaba el rutilante aspecto de las grandes ocasiones.

Eso sí, si en la Bohème que abrió la pretemporada fue notable la presencia de representantes políticos, ayer, en el estreno oficial de temporada, no se dejó ver ninguno de los principales responsables autonómicos o municipales; ignoro si porque la campaña electoral les tiene muy ocupados o porque la temporada a precios normales no la consideran digna de apoyo. En cualquier caso, vuelve a ser muy triste que, sea cual sea el color de las instituciones políticas, siga quedando patente su ignorancia y la falta de respaldo político a la ópera en general y a este proyecto cultural que debería ser una de las joyas de la corona de la cultura en España.

La producción de Macbeth presentada ayer es del Teatro dell'Opera di Roma y el Festival de Salzburgo, donde se estrenó en 2011, y cuenta con la dirección de escena concebida por el prestigioso regista alemán Peter Stein y dirigida en esta reposición por el italiano Carlo Bellamio. La versión presentada es la de 1865, sin el ballet y sustituyendo el coro final por la escena final de la de 1847, con el aria de MacbethMal per me che m'affidai”.

La propuesta es absolutamente clásica y fiel al libreto, con un vistoso vestuario de época de Anna María Heinreich que pone cierto contrapunto colorista a una escena tan oscura como la historia que se nos narra. A mí particularmente me agotan ya estas oscuridades escénicas que obligan al espectador a estar a veces, como si viese el Canal Plus codificado, haciendo ímprobos esfuerzos para enterarse de lo que ocurre en escena. Supongo que se ahorrará factura de luz, lo cual viene muy bien, pero cansa. Y, dicho esto, tengo que reconocer que los juegos de luces de Joachim Barth constituyen uno de los grandes valores de esta puesta en escena.

La escenografía es mínima y la sensación de vacío en escena está presente toda la representación. Quizás el problema venga de ser una producción pensada para un espacio tan peculiar como la Felsenreitschule de Salzburgo, con su decorado natural excavado en la roca. Pero aquí tan sólo enmarca la acción un fondo que cambia de color a la par que las emociones en el drama, mientras que la parte del escenario más próxima a la orquesta está ocupada por un suelo en pendiente que vuelve a poner a prueba las habilidades equilibristas de coro y solistas.

De las innovaciones más conseguidas de esta propuesta me parece el haber representado a las tres brujas con tres bailarines que mueven los labios y actúan, mientras componentes del coro femenino prestan su voz disfrazadas de bosque, consiguiendo un resultado visual y dramático espectacular. Algo similar ocurrirá con los sicarios encargados de dar muerte a Bancoy su hijo, que serán representados por 4 bailarines, mientras cantan el papel los componentes del coro masculino ocultos con capas negras que parecen representar un bosque petrificado.

También me gustó la resolución, siempre complicada, de la escena de las apariciones, consiguiendo un efecto visual impactante. Al menos desde platea, porque desde los pisos altos quedarán demasiado evidentes los trucos escenográficos.

Me sorprendió la escena de la batalla final, con unos espadachines que hicieron un trabajo buenísimo, muy alejado del ridículo chocar de espadas de función fin de curso que suele ser tan habitual.

Lo que menos me convenció de esta puesta en escena es una dirección de actores muy primaria, por no decir inexistente. Parece que se haya centrado todo el trabajo en los efectos escénicos, descuidando los movimientos de cantantes, sin que se aprecie una labor de dirección que potencie la dramaturgia, pareciendo más bien que la mayoría de las veces se les ha dejado sueltos en escena a su buen o mal hacer.

Me llama la atención que después de que este teatro optase por nombrar a dos directores titulares de la orquesta de la casa (Roberto Abbado y Fabio Biondi), más un director principal invitado (Ramón Tebar), ninguno de los tres sea el designado para ocupar el foso en la función que abre la temporada. El encargado ayer de tomar la batuta al frente de la Orquestra de la Comunitat Valenciana fue el húngaro Henrik Nánási, quien ya dirigiese la temporada pasada, con un resultado extraordinario, El castillo del duque Barbazul, de Bartók. Pero claro, una cosa es un húngaro dirigiendo Bartók y otra los peculiares acentos que exige Verdi; así que fui con cierta prevención ante lo que pudiese ofrecernos Nánási y he de decir que, para mi muy grata sorpresa, me pareció uno de los mejores trabajos de dirección de los últimos años en este teatro.

Los primeros compases fueron ejecutados a un ritmo trepidante que hicieron temer unos tempi acelerados en exceso, pero no fue así. Nánási supo incluir las dosis requeridas de cada ingrediente para que la tensión dramática y la emoción estuviesen presentes en todo momento, honrando la partitura con acentos de puro sabor verdiano y llevando a cabo un control milimétrico de cuanto se desarrollaba en foso y escena. Supo extraer las mejores prestaciones de una orquesta que volvió a maravillar a lugareños y foráneos, con algunos matices espectaculares. Mostró autoridad en el control de los concertantes y cuidó a los cantantes con pulcritud, administrando sabiamente los volúmenes orquestales. Me pareció una dirección sobresaliente.  

Toda la Orquestra de la Comunitat Valenciana sonó anoche con la brillantez deseada. Estupendas fueron las intervenciones de arpa y corno inglés, pero es de justicia destacar especialmente la labor de los vientos, donde además tuvimos la gratísima sorpresa del retorno de Christopher Bouwman, quien con su oboe hizo trío de lujo junto a Joan Enric Lluna al clarinete y la flauta de Álvaro Octavio, de quien se comenta que pueda abandonar la orquesta para ir a la ONE, lo que sería una pérdida irreparable para nosotros.

Pero sí de sobresaliente puede calificarse la labor orquestal, el trabajo derrochado ayer por el Cor de la Generalitat merece matrícula de honor. Uno de los principales protagonistas de esta ópera, sin duda, son las brujas, y anoche las componentes femeninas del coro que cantaban el papel tuvieron un protagonismo capital, realizando una espectacular exhibición vocal y escénica que algunos tardaremos tiempo en olvidar, con el mérito añadido de tenerse que mover por el escenario camufladas como arbustos. También la sección masculina tuvo ocasión de lucirse, mostrándose imponente ya desde su primera intervención acompañando a Macbeth, hasta el magnífico momento de los sicarios. Y todo el coro al completo nos maravilló en los dos concertantes que cierran los dos primeros actos, pero, sobre todo, en un Patria oppressa memorable que inundó de emoción el Palau de les Arts. Jamás había escuchado yo este fragmento tan excelentemente cantado y con un acompañamiento orquestal tan bello como el que proporcionó Nánási. Para mí fue el momento mágico de la noche.

Uno de los alicientes principales de este Macbethlo constituye la presencia en el papel protagonista del incombustible Plácido Domingo. Una presencia que ya roza lo sobrenatural cuando sigue incorporando a su repertorio nuevos papeles y, sobre todo, cuando hace menos de dos meses pasaba otra vez por el quirófano, haciéndonos temer a todos una previsible cancelación de sus compromisos en Valencia. Pero, parece ser, que sigue sin descubrirse la kriptonita que le haga doblar la rodilla a este hombre.

El problema es que, aunque él se vea hecho un machote y con fuerzas para asumir nuevos retos, es obvio, y cada vez más evidente, que está al límite. En toda la primera parte me lo hizo pasar fatal. La falta de fiatoera alarmante, dificultando el fraseo ligado. Daba la impresión de estar extenuado y, en cuanto el tempoorquestal se aceleraba y parecía que se le escapaba la orquesta, personalizaba el fraseo comiéndose palabras y saltándose notas. En el concertante final del primer acto me resultó inaudible y su pronunciación durante toda la velada fue bastante deficiente, presentando además numerosos lapsus de texto, pese a contar con apuntador, cuya concha (con perdón) rondaba en cuanto podía.

Pero si algo no se le puede negar a Domingo es su entrega, su dominio de las tablas y una fuerza dramática absolutamente ejemplar, como también lo es su autoridad vocal y una belleza tímbrica que perdura milagrosamente. Enhebró algunas frases bellísimas, rotundas e impregnadas del mejor sabor verdiano. En la segunda parte fue a mejor, con una escena de las apariciones muy notable y, especialmente, con dos arias finales “Pietà, rispetto, amore” y “Mal per me che m'affidai”, que fueron toda una lección de sentido dramático.

La verdad es que tuve toda la noche sentimientos muy encontrados con él y escuchándole en “Pietà, rispetto, amore” no pude evitar pensar que al comienzo de la velada era casi piedad y lástima lo que estaba sintiendo hacia él; que, pese a todo, su categoría dramática y su entrega eran dignas del mayor de los respetos; y que, finalmente, había acabado por caer rendido y enamorado del gran artista que, una vez más, nos demostró ser.

Confieso que tenía gran curiosidad por ver el rendimiento que podía ofrecer la mezzosoprano rusa Ekaterina Semenchuk debutando en un papel tan exigente, y no escrito específicamente para mezzo, como Lady Macbeth, y a mí me gustó. Es cierto que tiene un instrumento poco flexible, de resonancias puramente eslavas, sin atisbo de italianitá, con dicción problemática, falta de contundencia en el registro grave y algunas carencias en la franja más aguda; pero creo que compuso una Lady Macbeth segura, poderosa y muy destacable. Mostró una incontestable potencia vocal y presencia escénica, derrochando expresividad, sobre todo en su gran escena final, donde sin embargo empañó un tanto el resultado con un par de agudos capados muy feos. En cualquier caso, pienso que llevó a cabo una actuación muy meritoria.

El bajo Alexander Vinogradov en el aria de Bancocantó con legato e intención, con una voz oscura y rotunda, aunque con una emisión sucia y, como diría el amigo Titus, ogresca.

El tenor italiano Giorgio Berrugi cumplió en el breve papel de Macduff con voz de color atractivo y bellos perfiles, luciéndose especialmente en su bellísima aria “Ah, la paterna mano”, con un canto bien ligado, pero sobraron un par de apuntes veristas que no venían a cuento.

Fabián Lara fue un correcto Malcom. Destacables en papeles menores estuvieron Federica Alfano, apuntando incluso un pianísimo en el cuarto acto, y Lluis Martínez. Cumplieron también sobradamente Boro Giner, Pablo Aranday y Juan Felipe Durá. Y fueron estupendas las intervenciones de los dos niños de la Escolanía de la Mare de Déu dels Desamparats, Josep de Martín y Héctor Francés.

Como decía al comienzo, la sala principal presentaba un lleno casi completo, con bastante presencia de público foráneo, pudiéndose ver incluso vestidos típicos más propios de Salzburg que de la costa mediterránea. Plácido tenía sus fans y su “Pietá, respeto, amore” fue ovacionada larga y justamente. Al final de la representación hubo emocionados aplausos para todo el elenco, especialmente para Semenchuk, Domingo, coro y orquesta. La dirección de escena fue acogida con tibios aplausos y con algún abucheo aislado pero ruidoso.

Bueno, pues hasta aquí mi crónica del estreno de la temporada valenciana. Estos días que en la prensa no dejamos de leer como presumen otros teatros de ópera por tener a Leo Nucci o Juan Diego Flórez, creo que podemos decir bien alto y con orgullo: pues aquí tenemos al Cor de la Generalitat y sólo por disfrutar de su profesionalidad ya vale la pena chuparse todas las funciones de este Macbeth.

viernes, 13 de diciembre de 2013

"MESSA DA REQUIEM" (Giuseppe Verdi) - Palau de les Arts - 12/12/13

Cuando se anunció oficialmente el contenido de la programación de la temporada operística 2013/2014 en el Palau de les Arts, hubo dos previsiones que me atrajeron especialmente. La primera fue la esperada reposición de La Valquiriacon el maestro Mehta al frente. Y la segunda, que me ilusionaba aún más si cabe, era el regreso de Riccardo Chailly a Valencia con la Messa da Requiem de Giuseppe Verdi, tras el éxito obtenido la temporada pasada con una Bohème y una Novena de Beethoven que quedarán para siempre grabadas en nuestra memoria entre los mejores momentos vividos en este teatro.

La desilusión vino cuando, apenas tres días antes de la primera de las funciones previstas, se anunciaba oficialmente que Chailly cancelaba su participación debido a una bronquitis aguda, comunicándose que su sustituto sería el también milanés Carlo Rizzi (por cierto, si no me equivoco, Carlo Rizzi era también el nombre de uno de los personajes de El Padrino, en concreto el marido de Connie).

A pesar del desencanto que nos produjo a muchos el saber que no íbamos a poder disfrutar de la maestría de Riccardo Chailly, hay que reconocer que la sustitución podría haber sido mucho peor y que se ha buscado a un director que garantizaba unos mínimos de calidad.

Siempre nos quedará la duda de saber qué hubiera pasado si hubiese dirigido Chailly. Sospechamos, tras los resultados de la Novenadel pasado año, que el genio del milanés nos hubiese ofrecido una versión personal, cargada de matices, tensión y contrastes, obteniendo unos deslumbrantes sonidos de la orquesta. Pero no lo sabemos, y además sería profundamente injusto pretender comparar a Rizzicon lo que no ha sido.

Ayer tuvo lugar la primera de las dos funciones previstas de este Requiem y lo primero que me gustaría dejar claro es que, aunque quizás faltase esa chispa de magia que surge de las grandes batutas, lo cierto es que, desde mi punto de vista, Carlo Rizzi llevó a cabo un trabajo excelente, absolutamente impecable, ejemplo de profesionalidad y buen hacer, sobre todo teniendo en cuenta que, según él mismo confesó, hace escasos días que le trasladaron el encargo de asumir la sustitución de Riccardo Chailly.

Tras el fiasco verdiano del pasado fin de semana con La Traviata de La Scala, ayer sí tuvimos una lectura de Verdique me sonó a Verdi. El maestro Rizzi ofreció acentos remarcados y unas transiciones perfectamente hilvanadas. Hubo claridad de líneas, naturalidad en la exposición  y un uso ejemplar de las dinámicas, solventando con pulcritud artesanal el equilibrio entre orquesta y voces.

En Lacrimosasupo transmitir toda la belleza y emoción que requiere la página, pese a no contar con un cuarteto de lujo pero sí eficiente. Las sucesivas apariciones del Dies Irae estuvieron cargadas de dinamismo y fuerza, ofreciendo además distintos matices en cada una de ellas. Me resultó muy interesante también el subrayado de los timbales en el Confutatis. Todos estos detalles evidencian una labor de dirección detrás, que dista mucho de ser un simple trámite para atender un encargo de última hora. Hubo implicación y resultados eficaces.

La Orquesta de la Comunitat Valenciana respondió con una entrega absoluta y un magnífico rendimiento y todas las secciones tuvieron intervenciones destacadas. Desde la expuesta prestación de las trompetas en el Tuba mirum que se resolvió con enorme solvencia, hasta las brillantísimas ejecuciones de Pierre Antoine Escoffier al oboe, las siempre acertadas apariciones de fagots, flautas o clarinetes, o la celestial entrada de los violonchelos al comienzo del Ofertorio.

El Cor de la Generalitat, tal y como esperábamos, nos brindó otra de sus grandes noches, pleno de intensidad expresiva, refinamiento y riqueza de matices, mostrándose majestuoso, suplicante o delicado según los requerimientos de la partitura. Toda una lección para los que siguen insistiendo en que este coro sólo sabe cantar en forte. Ejemplar me resultó ayer su articulación y dicción, y recordaré especialmente ese mágico y estremecedor susurro del Libera Me, o la fuga subsiguiente extraordinariamente regulada. 

En cuanto a los solistas vocales, Verdi escribió con gran exigencia para cuatro voces poderosas que además fuesen ejemplo de su estilo, requerimientos que actualmente hacen muy difícil encontrar un cuarteto equilibrado. Si a esa dificultad natural le añadimos las penurias económicas actuales, la empresa parece casi imposible y nos contentamos con obtener unas dignas prestaciones. Y ayer pienso que las obtuvimos.  

Los retos de la parte de la soprano en esta partitura son especialmente diabólicos. La soprano italiana Carmen Giannattasio no convenció a muchos, pero yo creo que debe valorarse su esfuerzo. Mostró un timbre lírico, esmaltado, en una voz grande y con cuerpo que, en la zona grave, aunque resultase corta, alcanzaba casi resonancias de mezzosoprano, lo que, unido a los cambios de color del instrumento en los diferentes registros, hacía complicado a veces identificar en la distancia si cantaba ella o la mezzo. En la vertiente positiva destacaría que, en todo momento, procuró dotar de variedad a su fraseo, modulando y regulando, aunque en los pianísimos se pasease siempre al borde mismo del quiebro de la voz. Tuvo alguna nota calada y las subidas al agudo no siempre eran ortodoxas, pero ya digo que mi valoración general pese a todo es positiva.  

La mezzosoprano Verónica Simeoni cantó con una corrección casi matemática, pero su línea me resulto plana, fría y a mí no llegó a transmitirme emoción en ningún momento. La voz no parecía especialmente grande y sus graves fueron poco sonoros. 

Del tenor Giorgio Berrugi destacaría un timbre incisivo, color atractivo y que sonaba muy italiano y ajustado en estilo. Fue una lástima ese agudo tan estrangulado y una zona grave completamente desguarnecida.

El bajo chino Liang Li me causó una gratísima sorpresa en el Tristan e Isolda de 2012. Ayer estuvo correcto, como sus compañeros, pero poco más. Faltó rotundidad en sus graves y fueron problemáticas todas las subidas al agudo. Eché de menos una mayor modulación del sonido y del color y una lectura algo menos tosca.

El público llenó prácticamente el infecto Auditorio, posiblemente atraído en gran parte por el tirón del finalmente ausente Riccardo Chailly, y, tras sonar las últimas notas, prorrumpió en una fuerte ovación, dedicando los bravos más entusiastas al Cor de la Generalitat, si bien no se vivió la locura colectiva de otras noches, como, por ejemplo, la de la última presencia de Chailly en el podio. El comportamiento de los presentes, al menos en mis alrededores, no fue muy ejemplar. Me costó bastante concentrarme en la representación gracias a varios de mis vecinos. Desde el mastuerzo que pareció buscar el efecto trompeta en sus toses durante los pianísimos orquestales del inicio, hasta la señora que batió el record mundial de desenvoltura de caramelos a cámara lenta, sobrepasando de largo los cinco minutos de manipulación, o la joven a la que no sólo le sonó el móvil, sino que devolvió la llamada y se puso a hablar y, por si no había bastante, continuó guasapeandoy comentándolo con su vecino desde el inicio del Kyrie hasta poco antes del Ingemisco, momento en que alguno de sus colindantes no aguantó más y les llamó al orden.

Pese a la decepción inicial por la ausencia del maestro Chailly y todas las incidencias y carencias que haya puesto de manifiesto en esta crónica de urgencia, la experiencia fue enormemente positiva. De hecho, yo ahora mismo me voy a  repetir y recomendaría a todo el que todavía esté a tiempo que acuda a disfrutarlo.

Después de esto ya sólo nos queda esperar hasta febrero a que se reanude la programación. Malos tiempos para la lírica.