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lunes, 6 de junio de 2011

"FIDELIO" (Ludwig van Beethoven) - Palau de les Arts - 05/06/11

Decía yo en mi crónica de la “Cavalleria Rusticana” que pudimos ver en el Palau de les Arts la temporada pasada, que éramos felices de saber que algún día podríamos decir: “yo escuché en directo el Intermedio de “Cavalleria Rusticana” de Maazel”, y todos nos envidiarían. Pues bien, ahora somos doblemente felices, porque también podremos decir: “yo escuché en directo a la Orquestra de la Comunitat Valenciana interpretar la Obertura Leonora (III) de “Fidelio” dirigida por Zubin Mehta” y aún nos envidiarán más.

Y es que anoche en Les Arts volvió a vivirse otro de esos momentos mágicos, y afortunadamente, por ahora, no irrepetibles, cuando la Orquestra de la Comunitat Valenciana, con el maestro Mehta al frente, interpretó la segunda (aunque sea conocida como Leonora 3) de las oberturas compuestas por Ludwig van Beethoven para “Fidelio”, la única ópera de su producción, y que se ejecutó inmediatamente antes de la última escena del segundo acto, en una práctica que siguen manteniendo muchos directores desde que así lo hiciese Gustav Mahler por primera vez hace ya unas cuantas lunas. Pero vayamos por partes.

Se estrenaba ayer en Les Arts “Fidelio”, dentro del IV Festival del Mediterrani, en la producción que inauguró en 2006 la actividad operística del recinto valenciano, con dirección escénica de Pier'Alli y musical de Zubin Mehta. Muchas emociones se podían palpar entre los aficionados en los corrillos, comentando y recordando aquellos días, de hace 5 años, cuando cobró vida el proyecto del Palau de les Arts con todas las dudas, ilusiones y esperanzas que se suscitaron.

Al entrar ya tuvimos la primera sorpresa (agradable) al comprobar que en los programas de mano entregados se confirma la presencia del tenor alemán Jonas Kaufmann en la función del día 22 de junio, pese a que parece que quiera llevarse en secreto porque no se le está dando publicidad alguna. En fin, Helga sabrá lo que hace, luego tendrá que volver a recurrir a regalar entradas para evitar el bochorno de ver el patio de butacas semivacío.

Ayer se dio cita bastante menos público que en el estreno de “Tosca” de ocho días atrás, con las entradas más caras prácticamente ocupadas en su totalidad, no sé si vendidas o regaladas, pero numerosos huecos en los pisos altos. Tras el descanso, pudimos ver ubicarse en segunda fila de platea a Oksana Dyka.

La puesta en escena del italiano Pier’Alli es la misma que se pudo ver en 2006 y que está editada en DVD, tratándose posiblemente de una de las más interesantes que han pasado por Les Arts. Parte de una concepción clásica y tradicional, muy fiel al libreto, al tiempo que la dota de cierta originalidad y frescura con una escenografía sobria pero suficiente y adecuada, una inteligente iluminación de Guido Levi, aunque por momentos peque de demasiada oscuridad, y el empleo de algunas proyecciones de gran efectividad, especialmente al comienzo del segundo acto en el impresionante descenso a las mazmorras.

La dirección de actores está trabajada y tiene su representación más destacada en la salida de los prisioneros de las mazmorras, convertido el coro en un auténtico ejército de zombies, alcanzándose a mi juicio uno de los momentos de mayor intensidad dramática y belleza plástica de toda la obra.

Entre los puntos que menos me gustan de la propuesta de Pier’Alli están el momento del desfile soldadil, bastante ridículo; y el último cuadro donde se coloca al coro totalmente plantado en escena, cual figuritas de un belén, llevando a cabo únicamente movimientos con los brazos como si fueran autómatas.


Pero lo verdaderamente importante llegó en el plano musical. Zubin Mehta lleva a cabo con este “Fidelio” una labor de dirección excepcional, contando con la impagable ayuda de una Orquestra de la Comunitat Valenciana a la que logró hacer brillar como en las más grandes ocasiones, con una actuación destacadísima de todos sus miembros, desde la inigualable sección de cuerda a las espléndidas intervenciones solistas de Álvaro Octavio a la flauta o Pierre-Antoine Escoffier con el oboe.

Como bien sabe hacer el maestro indio, condujo de forma equilibrada, cálida y cuidando los detalles, sin que la tensión dramática perdiese intensidad en ningún instante, con un Cuarteto del primer acto ejemplar… y de repente llegó el momento de la noche. La Obertura Leonora III, ejecutada justo antes de la última escena de la obra, y que, bajo la batuta de Mehta y con estos músicos, se convierte en un hito referencial. Así lo demuestran los encendidos aplausos, bravos y hasta alguna petición de bis, que brotaron a su finalización en una espontánea y unánime explosión de emoción. En momentos así, escuchando a estos músicos alcanzar un nivel tan celestial, no podemos sino arrodillarnos y entonar plegarias para que la salida de Maazel, la crisis y la gestión de Les Arts, no den al traste con una agrupación que se ha colocado por méritos propios en el primer nivel mundial.

El Cor de la Generalitat tampoco falló y cumplió de forma extraordinaria con su difícil cometido. Se mostró potente, empastado y con irreprochable articulación en el cuadro final y sencillamente grandioso en la salida de los prisioneros, donde, tanto en el plano vocal como en movimiento escénico, consiguieron imponer el clímax requerido.

Peter Seiffert, como Florestan, estuvo espectacular. Su voz quizás haya perdido un punto de frescura en estos años y se hace patente un cierto desgaste y tirantez en la zona alta, donde en ocasiones aparecía un amenazante vibrato que nos hacía temer que iba tan ajustado que podía romperse, pero no sólo no fue así, sino que, conforme fue centrando la voz, fue yendo a mejor, brindándonos una actuación excelente, entregándose sin reservas, a pecho descubierto, sin trampas, culminando pletórico en el concertante final. Seiffert conserva intacta la capacidad para lucir su espléndido fraseo que sabe dotar de todo el lirismo y fuerza que requiere el personaje. Hizo absoluta exhibición de buen gusto y de detalles de gran cantante. Su canto fue sentido, apasionado, heroico y brillante, desplegando una hechizante luminosidad y una gran expresividad dramática. Un pedazo de tenor.

Jennifer Wilson, como Leonora, generó en los pasillos opiniones contrapuestas. Yo encontré cosas que me gustaron y otras que no tanto, aunque, en conjunto, mi impresión es positiva. Este papel, como ocurre también con el de Florestan, es enormemente exigente y requiere voces que se puedan mover en casi todos los terrenos con autoridad, teniendo desde momentos propios casi de una soprano ligera a otros llamados a ser afrontados por una soprano dramática con poderío. Compararla con Waltraud Meier, que cantó el rol en 2006 en esta misma producción, se hacía inevitable aunque no tiene mucho sentido. Son dos voces y estilos de canto radicalmente diferentes y puede gustar más una u otra, pero no creo que sea cuestión de valorar a la norteamericana en función de lo que hizo Meier, sino de analizar su interpretación por sí misma.

La coloratura que exige el papel, aunque breve, se le atragantó claramente a Wilson y algunas incursiones en el agudo, que por lo general fueron potentes y precisos, las solventó incurriendo en chillidos, especialmente en el segundo acto, posiblemente fruto del cansancio. En la zona grave, que no es su fuerte, pasó algún apuro, costándole proyectar. La chica tampoco es el paradigma de la sutileza expresiva, siempre se le ha achacado su excesiva frialdad y su escasa implicación dramática, pero dentro de sus limitaciones, sobre todo físicas, yo la encontré bastante mejor de lo que me esperaba. Por lo demás, la norteamericana estuvo correctísima, gustándome mucho su interpretación del aria del primer acto. Su voz es potentísima y homogénea, y cuando conseguía controlar la emisión de los agudos estos eran brillantísimos.

El bajo danés Stephen Milling construyó un Rocco muy solvente, de imponente presencia y entrega escénicas, que presentó una voz robusta y flexible, de amplio registro.

No me gustó la Marzelline de Sandra Trattnigg, a la que encontré desafinante y chillona; y me decepcionó el don Pizarro de Yevgueni Nikitin, cuyo Amfortas del ya legendario “Parsifal” dirigido por Maazel en este mismo recinto me pareció estupendo, pero ayer, yendo de más a menos, presentó problemas de proyección y llevó a cabo una interpretación bastante irregular.

Más me gustaron el veterano bajo Robert Lloyd como don Fernando y, sobre todo, el tenor austriaco Karl-Michael Ebner que compuso un Jaquino muy notable.

El público respondió premiando con bravos y largas ovaciones a todos los participantes, incluida la dirección escénica, aunque la mayor intensidad se escuchó en la salida a saludar de Mehta y la orquesta.

Y hablando de público, el de ayer, al menos en la zona en la que yo me encontraba, fue de nota. Volvió a cumplirse esa regla no escrita que parece inducir a la gente a que, cuando sólo hay música y no se canta, ya se puede hablar, incluso empleando un volumen propio de vendedor de lencería en mercadillo. Los móviles adornaron también la partitura de Beethoven con simpatiquillas melodías sincopadas, y alguna tos fue de tal calibre que debió arrastrar, junto a la flema, pulmón, bronquios y cuarto y mitad de higadillos. Pero sin duda la estrella de la noche fue la siempre temida “señora del caramelito”, que ayer logró su propósito de figurar en el Libro Guiness, prolongando la ruidosa apertura del celofán durante casi un minuto de reloj (y sin viento a favor), sin dejarse despistar en su encomiable proeza por las voces de quienes estábamos más próximos a ella, quienes ya nos encontrábamos a punto de horadarle la nuca con un Bic cristal, cuando lamentablemente una acomodadora le hizo poner fin a su sonatina de forma más diplomática.

A pesar de toda la fauna, vivimos una noche realmente inolvidable y, ya que la venta de entradas parece que va bastante regular, yo aconsejaría al aficionado a la música que aprovechara la ocasión y acudiera a este “Fidelio”. Sólo por esa Obertura Leonora III vale la pena.

Aquí podéis leer la estupenda crónica que ha escrito Maac