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domingo, 14 de abril de 2013

"TO THE WONDER". LA MÚSICA DEL ÚLTIMO MALICK


El ser humano es un profundo misterio… No, tranquilos, que no os voy a dar la brasa con ninguna interpretación metafísica. Decía que el ser humano es un misterio porque es muy complicado averiguar por qué algunos congéneres nuestros pueden encontrar satisfacción en cosas como pasarse horas a la intemperie pescando truchas con mosca, dedicar el tiempo libre a escuchar discos de la tuna de Derecho o, como es mi caso, disfrutar sin reservas con el cine de Terrence Malick.

Para mí, asistir a un nuevo estreno del director tejano es todo un acontecimiento. Y eso que no tiene la magia de antes, cuando podían transcurrir 20 años de espera entre una película y otra, lo que contribuía a engrandecer el mito (sobre todo si se trataba de dos obras maestras como “Días del Cielo” y “La delgada línea roja”); porque ahora Malick ha tenido un arranque de creatividad y en el plazo de dos años ha culminado dos películas (“El árbol de la vida” y esta “To the Wonder”) y tiene otras dos más en cartera a punto de salir de la sala de montaje.

Pero, en cualquier caso, cuando acudo al cine a ver uno de sus trabajos, lo hago con una especial motivación y disposición. No se trata de entrar en la sala esperando a ver “qué me echan”, sino mentalizado para asistir a un recital de poesía en imágenes, a través de las cuales no sólo vamos a ver una historia, sino que vamos a compartir emociones y sensaciones a base de pura genialidad cinematográfica.

Algunos se sienten incómodos ante una técnica narrativa con voces en off, ausencia de diálogos, grandes elipsis, inserciones súbitas de planos aparentemente incoherentes… pero ahí reside gran parte de la verdad y magia de su construcción. Esa es la forma en la que nuestra memoria guarda los recuerdos. Así funcionaría nuestra mente si, como los protagonistas de las historias de Malick, intentásemos rememorar lo sucedido tiempo atrás y recuperar las sensaciones vividas. Y si además logra que compartamos esas emociones y sensaciones que pretende contarnos, mediante cuidados planos de aparente sencillez (unas manos intentando aprehender la luz del sol en un cristal, el contacto del agua sobre la piel, el roce de unos labios…), el disfrute está garantizado. Al menos para algunos raritos como yo.

De todas formas, no pretendía hablar aquí de “To the Wonder”, la última película de Terrence Malick y menos aún defenderla. Comprendo que haya personas que no la soporten y, por supuesto, no se la recomendaría a nadie a quien ya no le haya convencido cualquiera de sus películas previas. Pero, ¿a mí me ha gustado?: pues sí. Desde luego considero que está lejos de “El árbol de la vida” y de creaciones anteriores. Pienso también que hay un evidente fallo de casting con el reparto masculino. Y si se quiere hablar de pretenciosidad a raudales, de preciosismo formal, de hueco misticismo… no seré yo quien lo discuta. Pero sus imágenes siguen siendo bellísimas y su cine me sigue emocionando. Independientemente de sus mensajes. Es muy fácil hacer chistes sobre su grandilocuencia desbordante, aunque para mí es mucho más importante dejarme llevar por mis sensaciones y esas me siguen compensando, con mucho, cualquier reproche que se pueda hacer. Y se pueden hacer muchos.  

Pero, como decía, no era mi intención analizar el último estreno de Terrence Malick, sino, tal y como ya hice cuando se estrenó “El árbol de la vida”, efectuar una referencia a la música que podemos escuchar en el film, o parte de ella. Y es que, como es habitual en las películas de Malick, la música ocupa un lugar esencial y no hay apenas ningún momento en el metraje en el que la imagen no esté acompañada por alguna melodía cuidadosamente escogida por el director estadounidense. En esta ocasión, firma la banda sonora original el neozelandés Hanan Townshend, y, como siempre, la cinta está plagada de fragmentos, más o menos conocidos, de música clásica.

Al poco de comenzar “To the Wonder”, acompañando unas bellísimas e inolvidables imágenes de la abadía del Monte Saint-Michel y su entorno, nos encontramos nada menos que con las maravillosas notas del Preludio al acto I de la ópera “Parsifal”, la última de las compuestas por Richard Wagner. Este fragmento volverá a sonar en dos ocasiones más y, cada vez que se escucha, las emociones en la sala suben varios enteros. Aquí traigo ese Preludio, en la mítica versión que en 1951 interpretase en el Festival de Bayreuth la orquesta titular de la casa bajo la dirección del maestro Hans Knappertsbusch:


Addiobelpassato

No es inhabitual que Malick recurra a la música de Héctor Berlioz, ya lo hizo en “El árbol de la vida” con la “Grande Messe de Morts” del compositor francés. En esta ocasión se pueden escuchar fragmentos del segundo movimiento de su segunda sinfonía, conocida como “Harold en Italie”, compuesta por Berlioz en 1834 y estructurada en cuatro movimientos, con un protagonismo indiscutible de la viola. Aquí os dejo con ese segundo movimiento, “Marcha de los Peregrinos”, en interpretación de la London Symphony Orchestra, con Nobuko Imai a la viola y la dirección de Sir Colin Davis (por cierto, hoy lamentablemente fallecido):


video de sstuddert

Otro compositor que repite respecto a “El árbol de la vida” es Ottorino Respighi, quien aparecía allí representado con la Suite III de sus “Arias y Danzas Antiguas”, siendo en esta ocasión la Suite II la que puede escucharse. En esta obra, Respighi procedió a transcribir libremente algunas piezas para laúd de los siglos XVI y XVII, convirtiéndolas en suite orquestal. Esta es la versión de esa Suite II que grabó en 1976 Sir Neville Marriner al frente de Los Angeles Chamber Orchestra:


video de peartree336

Al poema sinfónico “La Isla de los Muertos”, compuesto en 1908 por Sergei Rachmaninov, ya le dedique una entrada en este blog. La obra fue escrita tras quedar impresionado el compositor con la visión en París de una reproducción del cuadro del mismo título del pintor suizo Arnold Böcklin. Malick incluye en su última película algún fragmento de este poema sinfónico de Rachmaninov, que podemos escuchar aquí a la Royal Stockholm Philharmonic Orchestra bajo la dirección de Sir Andrew Davis:


video de Nocturne331

También Joseph Haydn tiene su hueco en “To the Wonder”, pudiéndose escuchar un fragmento de su genial oratorio “Las Estaciones”, compuesto alrededor de 1801,  cuando ya era un venerable anciano, y que constituye una de sus más relevantes obras, aunque haya estado un tanto infravalorada en su comparación con el otro gran oratorio del compositor austriaco, “La Creación”. Aquí podemos escuchar El Invierno, de “Las Estaciones” de Joseph Haydn, con Karl Böhm al frente de la Wiener Symphoniker y con Gundula Janowitz, Peter Schreier y Martti Talvela como solistas:


video de Enrico Wessels

Y vamos ahora con otras Estaciones, en este caso las compuestas por Peter I. Tchaikovsky en 1875 y 1876. Se trata de doce piezas breves para piano que fueron subtituladas con los nombres de los doce meses del año. La sexta, Junio, es una bellísima Barcarola que puede escucharse también en el último film de Malick en su versión orquestal. Como esta, interpretada por la Orquesta Sinfónica de Detroit dirigida por Neeme Järvi:


video de MrBambolfiga

Y no menos belleza destila el Concierto para Piano nº 2 del ruso Dmitri Shostakóvich, compuesto como regalo de diecinueve cumpleaños para su hijo Maxim. Su maravilloso segundo movimiento, Andante, aparece también en la última película de Terrence Malick y podemos escucharlo ahora en una interpretación de 1958, con el propio Shostakovich al piano, acompañado por la Orquestre National de la Radiodiffusion Française bajo la dirección de André Cluytens:


video de theoshow2

En 1977 el compositor estonio Arvo Pärt escribe “Fratres”. Al igual que Malick, Pärt está influido en su obra por un sentimiento trascendente y religioso que tienen claro reflejo en sus partituras. No es la primera vez que esta composición de Arvo Pärt llega a la gran pantalla. Ya en 2007, Paul Thomas Anderson la incluyó en su film “There will be blood” (Pozos de Ambición). Hay numerosas versiones de la pieza para diferentes combinaciones de instrumentos, la presentada en “To the Wonder” es para ocho violonchelos. En este blog, como no queremos ser menos, tenemos la versión para doce, que podemos escuchar ahora en la interpretación de los violonchelos de la Filarmónica de Berlín:


video de clarisaxoflute

Bueno, pues hasta aquí esta entrada de hoy sobre la música clásica que aparece en “To the Wonder”. No está referenciada toda la que suena en un momento u otro, ni mucho menos, pero sí los principales fragmentos que he podido identificar en esta última creación del siempre polémico y genial Terrence Malick. Espero que si no os ha gustado la película o ni siquiera vais a ir a verla, al menos podáis pasar un buen rato escuchando la música que he dejado.


video de movietrailers
 

miércoles, 21 de septiembre de 2011

"EL ÁRBOL DE LA VIDA". MUSICA PARA UNA OBRA MAESTRA


Siempre he considerado que la persistencia, durante los días siguientes a la proyección, de las sensaciones provocadas por la contemplación de las imágenes de una película que has visto por primera vez, es un fiel indicador del valor de la misma. Al menos del valor que para ti tiene.


Si parto de esa premisa, a la reciente ganadora de la Palma de Oro en el Festival de Cannes, “El Árbol de la Vida” (2011), dirigida por Terrence Malick, habré de considerarla como una de las mejores películas que he visto en los últimos años. O, al menos, una de las más memorables, en cuanto a persistentes en la memoria.

Este último trabajo del director estadounidense no está dejando indiferente a nadie y el público se divide claramente entre quienes opinan (opinamos) que nos encontramos ante una maravillosa obra maestra, y quienes la califican de soberano tostón o incluso directamente de desvergonzada tomadura de pelo.

No voy a ser yo quien defienda aquí la cinta de Malick. Reconozco que tiene muchos elementos que la hacen presa fácil de la crítica despiadada. ¿Es una película pretenciosa?, sin duda. Es larga, de ritmo moroso, desconcertante, narrada de forma poco convencional…

El cine de Malick probablemente no sea apto para todos los paladares, pero para poder disfrutar de él es imprescindible acercarse a la butaca de una forma distinta. Ir a ver una película suya puede ser lo más parecido a asistir a un recital de poesía visual de casi tres horas de duración, donde lo importante no es tanto lo que se cuenta, que también, sino cómo se cuenta. Al igual que ocurre cuando leemos un poema, es obvio que los mensajes que se quieren transmitir podrían surgir de manera más clara y concisa, pero probablemente no de forma más bella.

En esta película especialmente, el director norteamericano consigue hablarnos de la experiencia vital del ser humano y su comunión con la naturaleza, el universo y la trascendencia, en ocasiones quizás de forma demasiado abstracta y metafórica, pero con una belleza y una fuerza emocional difícilmente superables. Y lo consigue, además, no a base de apisonarnos con largos y complejos discursos, sino transmitiendo directamente sensaciones al espectador. Sensaciones que nos remiten sutilmente a nuestras propias experiencias de vida y nos hacen participar emocionalmente de esta inmensa obra maestra, a base de pura técnica cinematográfica esculpida con la paciencia y deleite que requiere la mutación del celuloide en poesía.

De cualquier forma no era mi intención entrar en un sesudo análisis de esta película en cuanto a sus valores puramente visuales o cinematográficos, sino que pretendía centrarme en un aspecto muy concreto, como es el de traer aquí algunos de los temas musicales incluidos en la misma, porque la música juega también un papel primordial a lo largo de todo el film. Contrariamente con lo que ocurre respecto a la escasez de diálogos, hay muy pocos momentos donde no se escuche la banda sonora.

Y es que una de las características del cine de Malick, melómano reconocido, como lo era también del de Stanley Kubrick, es el cuidado con el que emplea la música en sus trabajos y el acierto con el que suele elegir determinados fragmentos de música clásica que, a partir de entonces, suele ser difícil disociarlos de los fotogramas. Así ocurre con “Gassenhauer” de Carl Orff respecto de “Malas Tierras” (1973); con “El Acuario” de “El Carnaval de los Animales”, de Saint-Saëns, respecto de “Dias del Cielo” (1978); con “In Paradisum”, del “Réquiem” de Gabriel Fauré, respecto de “La Delgada Línea Roja” (1998); o con el inicio de “Das Rheingold”, de Richard Wagner, respecto a “El Nuevo Mundo” (2005).

La Banda Sonora original en esta ocasión corre a cargo del francés Alexandre Desplat, que ha compuesto una serie de temas de tono minimalista que se adaptan perfectamente a las poderosas imágenes de Malick, acompañándolas pero sin hacer perder el protagonismo a estas, y que se complementan a la perfección con los cortes clásicos incluidos por el director.

Son muchos, más de 30, y muy distintos, los fragmentos de música clásica que en algún momento suenan durante la proyección de “El Árbol de la Vida”, y quería proponer la escucha de algunos de ellos. Unos son tan conocidos como la Tocata y Fuga BWV 565 de J.S. Bach, la Sonata para piano KV 545 de Mozart, la Sinfonía nº 4 de Brahms, o este “Vltava” (El Moldava), el segundo de los seis poemas sinfónicos que componen “Ma Vlast” (Mi Patria) de Bedřich Smetana, y que podemos escuchar a continuación en la interpretación de la Filarmónica de Viena dirigida por Wilhelm Furtwängler:




También en diferentes momentos de la película se escucha el comienzo del primer movimiento de la Sinfonía nº 1 “Titán” de Gustav Mahler, cuyos primeros minutos os dejo en la interpretación, de nuevo, de la Filarmónica de Viena, esta vez bajo la batuta de Leonard Bernstein:


video de Tokkemon

Una de las secuencias finales del film transcurre al son de los acordes del impresionante “Agnus Dei”, de la “Grande Messe de Morts” del francés Héctor Berlioz, que podemos escuchar al Coro y Orquesta Sinfónica de Atlanta, dirigidos por Robert Shaw:


video de orincorr

Hacia 1930, Ottorino Respighi compuso la Suite III de sus “Arias y Danzas Antiguas”, transcribiendo libremente algunas piezas para laúd de los siglos XVI y XVII y convirtiéndolas en suite orquestal. La “Siciliana”, que también puede escucharse en “El Árbol de la Vida”, parece que se basó en una composición anónima:




Uno de los momentos más entrañables de la película, y al que pertenece la imagen que encabeza este post, es la secuencia en la que padre e hijo ensayan, al piano y guitarra respectivamente, esta pieza compuesta hacia 1717 por el francés François Couperin, originariamente para clavecín, y titulada “Las Barricadas Misteriosas”, que podemos escuchar en una versión para piano interpretada por Angela Hewitt:


video de oldedrum

En 1913, Gustav Holst, apenas un año antes de embarcarse en su gran obra “Los Planetas”, compuso este “Himno a Dionisos”, musicando un fragmento de “Las Bacantes” de Eurípides, traducido al inglés por Gilbert Murray. Esta pieza se caracteriza por sus continuos cambios de tempo que progresivamente van acercándose al desenfreno final, una vez que el dios Baco ha hecho acto de presencia. La versión que propongo es la del Royal College of Music Chamber Choir y la Royal Philharmonic Orchestra dirigidos por Sir David Willcocks:


video de 13Orcun

El compositor polaco Zbigniew Preisner, conocido sobre todo por sus trabajos para el cine (“Azul”, “El Jardín Secreto”, “La Doble Vida de Verónica”), estrenó en 1998 la obra “Réquiem para mi amigo”, dedicada póstumamente a la memoria del director de cine Krzysztof Kieslowski, a la cual pertenece este “Lacrimosa” que adquiere una importante presencia en la película de Malick y que podemos escuchar a continuación interpretado por la soprano Elzbieta Towarnicka, junto a la Sinfonia Varsovia y el Varsov Chamber Choir, dirigidos por Jacek Kaspszyk:


video de quickwear

Y, para ir acabando, os dejo otro de los momentos musicalmente más intensos de “El Árbol de la Vida”, se trata del segundo movimiento de la impactante Sinfonía nº 3 de Henryk Górecki, también conocida como “Sinfonía de las Lamentaciones”. Compuesta en 1976 para orquesta y soprano, en este segundo movimiento Górecki puso música a un texto escrito por una prisionera de 18 años en la pared de una celda de la Gestapo en Polonia y dirigido a su madre, en el que dice: “Mamá, no llores. Reina de los Cielos, protégeme siempre”.