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lunes, 2 de abril de 2012

"TOSCA" (Giacomo Puccini) - Palau de les Arts - 01/04/12


Por mucha crisis que haya y aunque “Tosca” sea siempre un título de los que tienen garantizado un tirón popular, no considero que tenga mucho sentido reponer una producción cuando apenas han transcurrido diez meses desde su estreno, sobre todo si tampoco la dirección escénica era como para tirar cohetes y más aún si, como ocurrió ayer, los resultados musicales son mucho peores.

Después de haber asistido el día anterior a una extraordinaria “Thaïs”, tanto en el plano escénico, como en el musical y vocal, esta “Tosca” me ha defraudado enormemente. La dirección de escena no me gustó ya el año pasado, la musical de Omer Wellber está a años luz del trabajo de Zubin Mehta y sustituir en el papel de Scarpia a Bryn Terfel por Marco Vratogna es como cambiar a Messi por el cojo Manteca. Pero vayamos por partes.

Esta coproducción de Les Arts con la Fundación del Festival Puccini de Torre del Lago, la Ópera de Montecarlo y el Teatro Regio de Turín, cuenta con la dirección escénica ideada por Jean-Louis Grinda que ya tuve ocasión de comentar con motivo de su estreno en el Festival del Mediterrani del pasado año, por lo que a aquella crónica me remito (podéis leerla aquí) y poco más tengo que decir, salvo reiterarme en lo poco que me gustó. Me sigue pareciendo una demostración de absoluta falta de ideas que lo único que hace es llevar a cabo un planteamiento muy clásico con una escenografía pobre y absurda y una vulgar dirección de actores. Para colmo, hubo un problema en el tercer acto con la bajada de la escenografía, que parece que se quedó enganchada, haciendo un ruido horroroso.

La dirección musical de Omer Wellber no me ha gustado. Ya hace tiempo que vengo diciendo que, conforme le voy viendo dirigir más funciones, más se asienta mi sensación de que no es el genio que nos quisieron vender. La principal reacción que me suele provocar siempre el director israelí es la de desconcierto y ayer no fue una excepción. Su lectura de la genial página pucciniana me pareció superficial y, en apariencia al menos, caprichosa. Sus tiempos fueron lentísimos, pero, junto a estas ralentizaciones que rozaban lo exasperante, introducía unas extrañas aceleraciones sin sentido, todo ello adornado con una gestualidad desbocada, más propia, como decía mi amiga Assai, de un conductor de cuádrigas que de un director de orquesta.

Lo malo es que toda esta exageración no se tradujo en la más mínima emoción. En los pasajes más intensamente dramáticos la dirección resultó plana, con una falta absoluta de tensión y en ningún momento logró, a mi juicio, crear la atmósfera precisa. Si acaso sólo salvaría el inicio del tercer acto. Para empeorar las cosas no se privó de toques efectistas, como las paradinhas estratégicas para provocar el aplauso a los cantantes, y nos castigó con un altísimo volumen que, junto a los vozarrones de Jorge De León y Oksana Dyka, hacían, con toda seguridad, la función audible desde el exterior. Fueron evidentes también numerosos desajustes y claras descompensaciones, culminando una noche para el olvido, en la que, tener tan presente la dirección de Zubin Mehta del año pasado, hizo mucho más cruel y sangrante la comparación.

La Orquesta de la Comunitat Valenciana, con esta dirección, no pudo brillar como de costumbre. Esos desajustes que ya he mencionado antes, posiblemente indiquen la falta de rodaje con un director que, según me han comentado, no se ha caracterizado precisamente por los ensayos en esta “Tosca”. Pese a todo, la calidad de los músicos es incuestionable y durante toda la noche destacaron las intervenciones del clarinete de Tamás Massànyi y la sensacional actuación en el tercer acto de los cellos de Guiorgui Anichenko y Arne Neckelmann.

Buenas prestaciones tanto del Coro de la Generalitat como de la Escolania de la Mare de Déu dels Desemparats, aunque también se apreciasen algunos desajustes con el foso y el Tedeum no resultase tan lucido como siempre se espera, debido a los tiempos marcados por Wellber y al deficiente Scarpia de Marco Vratogna. Me volvió a llamar la atención en los saludos finales la ausencia del director del Coro de la Generalitat, Francesc Perales.

Lo mejor de la noche vino de la mano de Jorge de León como Cavaradossi. Ya sabemos que el tenor tinerfeño tiene un centro a veces oscilante e inestable y alguna puntual desafinación, pero sus agudos son brillantes y auténticos cañonazos, y su entrega en escena es irreprochable, así como su valentía a la hora de abordar por derecho cualquier obstáculo de la partitura con absoluta convicción. Hizo gala de un fraseo intencionado y lleno de expresividad, y de buen control del fiato. En “Recondita Armonia” entró un tanto frío, asomando un feo vibrato inicial, pero resolvió la página con brillantez, con gran musicalidad y unos agudos espectaculares, obteniendo la primera ovación de la noche. Aunque eso no sería nada para su culminación de un “E lucevan le stelle…” muy meritorio, donde tuvo que lidiar con el tempo lentísimo que imprimió Wellber, y donde tan sólo se echó de menos una mayor capacidad de matización, que fue premiado con un torrente de bravos y unos larguísimos aplausos que me hicieron incluso pensar que se fuera a producir un bis que hubiera sido un premio excesivo.

La Tosca de Oksana Dyka, como ya ocurriese en el estreno, resultó más fría que una bolsa de menestra congelada. Sigue sin apenas regular intensidades y se limita a dar rienda suelta a su enorme y potente voz, pero sin llegar a transmitir ninguna emoción. Su fraseo es abrupto y chillón, y el “Vissi d’arte” que se marcó me pareció bastante penoso, pura rutina sin el más mínimo matiz. En frases clave para sacar toda la fuerza del personaje, como “Questo è il bacio di Tosca!” o “E avanti a lui tremava tutta Roma!”, parecía que estuviese leyendo el precio de los pepinos.

La guinda la puso el Scarpia compuesto por Marco Vratogna, con su característica voz fea, opaca y de emisión sucia con la que nos obsequió cantando de forma tosca, a empujones, arrastrando la voz. Toda la perversidad de Scarpia que transmitía Bryn Terfel con un simple gesto de su ceja, aquí estaba ausente; la única maldad que se vislumbraba era lo malo que es el propio Vratogna cantando. Bueno, cantando y actuando, porque el tío se plantaba estático, mirando el patio de butacas cual clik de Famobil y con eso ya estaba bien. Ni siquiera supo simular que escribía el salvoconducto, limitándose a echar rayotes. Estoy seguro de que si a Cavaradossi, en lugar de llevárselo a la cámara de tortura, le dejan en la habitación de Scarpia con Vratogna cantándole a la orejita, confiesa hasta haber matado a Manolete. Su “Non mi vendo a prezzo di moneta” fue horroroso, plano e inaudible. Lo mejor que hizo en toda la noche fue morirse, aunque, para desconsuelo de algunos, sólo estaba fingiendo. Pese a todo lo dicho, lo cual demuestra que no tengo ni idea, fue ovacionado en los saludos finales e incluso hubo algún cachondo que le braveó.

Del resto del reparto merece destacarse el buen Sacristan de Fabio Previati y Gianluca Buratto como Carcelero. Bien estuvo también el niño José Escorihuela. Angelotti fue el bajo finlandés Mika Kares quien, como siempre, le pone mucha intención, pero esa voz de emisión cuasi anal, no acaba de convencerme.

Al final, encendidos aplausos para todos los intervinientes, incluidos Wellber y Vratogna, con una ovación larga y ensordecedora para el tenor Jorge de León, esta sí más coincidente con mi criterio.

Una vez más la sala principal de Les Arts presentaba demasiados huecos para tratarse de un estreno en día festivo y con una ópera popular como “Tosca”. Hasta los que se creen VIPs fueron muchos menos que en otras ocasiones, apenas la Consellera de Cultura, el presidente del Consejo Jurídico Consultivo, pelotas varios y algún engominado ex Secretario Autonómico recientemente cesado. Nada que ver con el oropel de la “Thaïs” del sábado, con el President Fabra y la Infanta doña Pilar a la cabeza. Es lo que tiene que cante Plácido Domingo.

Por cierto, ahora sólo queda esperar a ver si Domingo consigue mejorar la dirección de Wellber en las últimas funciones. A priori me hubiera atrevido a apostar que no, pero después de lo escuchado ayer, todo es posible.

Aquí podéis leer también la siempre interesante y fundamentada crónica de Maac.

viernes, 17 de diciembre de 2010

LA "AIDA" DE OMER MEIR WELLBER. ¿HAY VIDA DESPUÉS DE MAAZEL?


Ayer tomó la batuta por primera vez en el foso del Palau de les Arts el director israelí Omer Meir Wellber, quien fuera designado a comienzos de este año como sucesor de Lorin Maazel para asumir la dirección musical del coliseo valenciano a partir de la próxima temporada 2011-2012. Existía una gran expectación por escuchar la versión de “Aida” que ofrecía el joven director (29 años), sobre todo después de la peculiar y bellísima lectura que hizo el maestro Maazel en las funciones anteriores, y por ver su acople con la excelente Orquesta titular del recinto.

Lamentablemente no pude acudir a vivir la experiencia en directo y tendré que aguardar al día 29 para formar mi propio criterio, no obstante, gracias a la amabilidad de los buenos amigos Assai y Ennecus, que sí tuvieron la fortuna de asistir y de cuya opinión me fío enormemente, os puedo trasladar sus impresiones acerca de lo vivido anoche en Les Arts. Y el resultado parece ser que fue más que positivo:

La versión de Wellber, como era de esperar, poco o nada tuvo que ver con la de Maazel, pero no fue menos brillante. El israelí ofreció una lectura más ajustada a los tempi habituales, que sonaron rapidísimos en comparación con Maazel, pero cargada de precisión y sensibilidad, llena de matices, consiguiendo arrancar unos pianísimos magistrales de la Orquesta y conteniendo su volumen con inteligencia, y todo ello sabiendo mantener una tensión constante.

La Marcha Triunfal fue dotada de brillantez y fuerza, con un colorido espectacular; en el ballet del acto II Wellber emocionó por su claridad en la exposición; y la escena final fue de las que consiguen dejar sin respiración al teatro.

Quizás peque el joven director de demasiada vehemencia en el podio, lo que le conlleva un gran desgaste físico, pero lo importante es que consiga la conexión con los músicos, y eso parece que se logró, estando estos siempre atentos a las indicaciones del maestro.

La dirección de ayer de Omer Wellber se puede calificar de sobresaliente y, aunque quizás gozase de la ventaja de encontrarse con el rodaje previo de la Orquesta en esta obra con Maazel, la sensación que dio el israelí es que nos encontramos ante un director de una talla ciertamente relevante.

La Orquesta, salvo una pifia puntual de la trompeta, sonó en todo momento perfectamente ajustada, con la cuerda empastada y cálida de las mejores noches y un virtuoso Álvaro Octavio en la flauta.

También el Coro volvió a lucir su mejor cara, y respecto a los cantantes, Daniela Barcellona destacó de nuevo ofreciendo una Amneris extraordinaria.

Jorge de León suplió la espantá de Marcelo Álvarez con brillantez, moviéndose más cómodo con los tiempos de Wellber que con las magistrales lentitudes de Maazel.

La china Hui He, sin tener una voz especialmente bella, fue una Aida de verdad. A años luz de la que ofreciera Indra Thomas. Tan sólo se le podría criticar cierto automatismo en la interpretación, pero se mostró afinada, con una emisión limpia y teniendo la valentía de atacar algunas frases claves en piano consiguiendo un resultado más que aceptable aunque se nublase ligeramente su timbre. Especialmente destacable resultó su tercer acto.

Como nos temíamos todos, el Amonasro de Marco Vratogna fue la única nota negra de la noche, graznando como en él suele ser habitual a base de embestidas vocales y golpes de glotis.

En definitiva, parece ser que se pudo asistir a una velada que nos llena de esperanza a los aficionados valencianos que aguardábamos con cierto recelo el debut del joven Wellber ante una ópera de enjundia como es “Aida”. Es sabido que este blog no se caracteriza especialmente por loar la labor de la Intendente de Les Arts, pero igual que critico todo aquello que me parece que se hace mal, en este caso, si se confirman las buenas impresiones que sacaron los asistentes a la función de ayer, habrá que felicitar a la señora Schmidt por su arriesgada, y esperemos que acertada, apuesta en la sustitución de Lorin Maazel.

Ojalá el día 29 pueda yo afirmar también lo mismo que me ha dicho hoy mi amiga Assai: “Ayer me fui a casa con la sensación de que hay vida después de Maazel”.

Gracias Assai y Ennecus.