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domingo, 1 de febrero de 2015

"DON PASQUALE" (Gaetano Donizetti) - Palau de les Arts - 31/01/15

Ópera 1 después de Helga.

Tras inundarse los últimos días los medios de difamación, digo manipulación, digo información, con noticias y chismes del Palau de les Arts nada edificantes, ayer, por fin, volvió a ser un estreno operístico el principal protagonista en el coliseo valenciano.

Había curiosidad por saber si la nefanda consellera Catalá asomaba el morro por el recinto operístico, en esta noche de estreno posterior a la presunta destitución (parece que no está formalizada) de Helga Schmidt como Intendente, y por saber si el público de Les Arts le iba a mostrar de algún modo su agradecimiento ante lo bien que, según El Mundo, está gestionando este tema y en general la política cultural de la Comunidad. Pero no pudo ser.

Parece ser que la señora consellera no asistió al estreno porque se hallaba en el acto de exaltación de la fallera mayor infantil de Valencia 2015. Chúpate esa. Con eso se dice todo. Quien sí estuvo fue Davide Livermore, el nuevo director artístico o Intendente o lo que sea del Palau de les Arts. Y es que nadie, ni la prensa cercana a la consellera, parece aclararse acerca del alcance del nombramiento del italiano, que se dice que tampoco está todavía formalizado.

Algo sí me gustaría decir de Livermore antes de entrar en el análisis puramente operístico de lo vivido ayer. Este hombre, como director escénico y responsable del Centre de Perfeccionament, ha demostrado muchas cosas. Como director artístico o Intendente, o ambas cosas, del Palau, creo que lo único que se puede decir de él hasta ahora es que habla mucho. Le plantan un micrófono delante y, como buen latino hiperactivo, larga todo lo que le viene a la cabeza, con buena intención, sin duda, pero me da la impresión de que sin calibrar demasiado el que sus palabras van a ser analizadas hasta la última coma. Pienso que en estos momentos debería mostrarse más cauto y centrarse en organizar su trabajo y sus planes de futuro, sin necesidad de contarnos todo lo que se le pase por la testa. Hemos pasado de una gestión casi secreta a un exceso de información que, además, muchos están utilizando con aviesas intenciones. Pero mira, una de las cosas que podría hacer es hablar con Potenciano y con su amiga Catalá para ver si pagan a los cantantes que actuaron en el inicio de temporada, porque si no, al final, entre unas cosas y otras, aquí no va querer venir a cantar ni Leonardo Dantés.

El aspecto que presentaba la sala fue bastante parecido al de estrenos anteriores, con huecos en platea y los pisos altos con más asientos vacíos que ocupados, y eso que me consta que en los últimos días se han repartido gratuitamente un importante número de entradas, cosa que, por cierto, si Helga continuase siendo la Intendente, hoy habría sido, por supuesto, portada de El Mundo. Este reparto de última hora, en las circunstancias que vivimos actualmente en el teatro, no me parece inocente y creo que responde al propósito de que se transmita la falsa imagen de que sin Helga todo va mejor. Pero bueno, esto es otro tema que da para mucho y ya habrá ocasión de ir comentando.

Jonathan Miller firma la dirección escénica de esta producción del Maggio Musicale Fiorentino, si bien en Valencia ha sido Rodula Gaitanou la encargada de dirigir esta reposición. Curiosamente, tuve la oportunidad hace casi tres años de ver en Londres una Carmen, representada en el pub King’s Theatre, con una dirección escénica de Gaitanou muy interesante. Por el contrario, el recuerdo de Jonathan Miller en Les Arts no puede ser peor. Su Don Giovanni creo que ha sido una de las mayores inmundicias de dirección escénica que han pasado por Valencia, posiblemente sólo superada por la Carmen de Saura.

Además del pésimo recuerdo del responsable de esta puesta en escena, las primeras imágenes que habían circulado de la misma mostraban una especie de casa 13 rue del Percebe que también me hicieron rememorar otra desafortunada dirección escénica, como fue la de Damiano Michieletto para El barbero de Sevilla.

Pues bien, pese a ir tan predispuesto contra lo que me iba a encontrar en escena, he de empezar por manifestar que considero en esta ocasión un acierto el trabajo de Miller y Gaitanou, con sus defectos, pero de un gran impacto visual, muy efectista y adecuado para el desarrollo de la acción, percibiéndose además un importante trabajo de dirección de actores con los solistas, al contrario de lo que ocurriese en Don Giovanni, donde sólo las escenas con el coro y figurantes presentaron algún interés.

El decorado representa una gran casa de muñecas en tres alturas, con tres estancias en cada una de ellas, donde cada detalle está estudiado al extremo, y en ese escenario único se desarrollará toda la trama. Al iniciarse la representación, tras la obertura, la gran casa se abre para enseñarnos su interior, entornándose las puertas en la última escena que se desarrollará delante de aquélla.

La principal crítica que debe hacerse de la propuesta de Miller es que la proyección de las voces no se ve precisamente favorecida, al estar encajonadas en esta escenografía que además se halla alejada del foso. Cuando en la última escena el tenor y la soprano cantan delante de la casa junto al foso, la voz por fin les corría libremente y daba la impresión de que se las hubieran amplificado.

Los intérpretes van exageradamente maquillados, como si fuesen muñecos o personajes de la comedia del arte italiana, y con un vestuario de época, clásico, que acentúa esa sensación de casa de muñecas, la cual se potencia todavía más con los movimientos de algunos personajes al final, como si fuesen autómatas. Lo que no entiendo es por qué esa visión clásica es absurdamente rota con la aparición de los sirvientes con paquetes de compras de Gucci, Prada, etc.

La iluminación juega un papel esencial creando ambientes en las diferentes estancias, especialmente en el crepúsculo de la segunda escena del tercer acto, originariamente desarrollada en el jardín y aquí delante de la casa de muñecas, donde se consigue un efecto de gran belleza y que favorece la intriga burlesca del episodio.

Los movimientos de los intérpretes están trabajados con inteligencia y gran sentido de la acción dramática, de forma muy adecuada al ritmo fluido y ligero de la partitura donizettiana. Los personajes están bien definidos en sus rasgos principales, con sentido del humor, pero sin caer en la excesiva exageración bufa que los ridiculice demasiado y haga poco creíbles.

Con ocasión del estreno en Florencia de esta producción, Jonathan Miller abrió esa boquita que tiene, especialista en soltar sandeces (recordemos aquel revelador “a mí no me gusta la ópera” que espetó en una entrevista con motivo de su Don Giovanni), diciendo a propósito de su propuesta para Don Pasquale que “en la vida somos como marionetas guiadas por una maquinaria interna, de ahí la casa de muñecas, metáfora del cuerpo y la vida”. La mamarrachada es sublime, digna de aparecer en facebook con la jeta de Paolo Coelho, pero tengo que reconocer que, en mi opinión, nos encontramos ante un trabajo de regia coherente y solvente que me hace reconciliarme en buena medida con Jonathan Miller.

Lo mejor de la noche, en cualquier caso, estuvo en el foso. Al frente de la Orquestra de la Comunitat Valenciana, volvimos a tener a un muy buen director. El milanés Roberto Abbado, a quien es inevitable que en todas las crónicas se aluda a su condición de sobrino del desaparecido genio Claudio Abbado, pero que es digno de reconocimiento por méritos propios. Méritos que ya se dejaron ver con los primeros compases, plenos de brío y garra, de una lectura de la obertura absolutamente antológica.

Ese nervio y fuerza en la dirección se mantuvo durante toda la noche, evitando que decayese la tensión en ningún momento. Jugó con las dinámicas de manera fantástica y, como él mismo había reconocido en la prensa los últimos días, compensó la densidad de la orquestación donizettiana mostrando un cuidado exquisito hacia las voces, lo que no evitó, sin embargo, que éstas quedasen superadas por la orquesta en momentos puntuales, pero no tanto por culpa de la dirección como por una escenografía que no ayudaba, y por la liviandad de alguna de ellas. En los concertantes se dejó ver también el control de batuta de un director extraordinario que durante toda la noche consiguió hacer surgir del foso unos sonidos mágicos, transparentes, como hacía mucho tiempo que no se escuchaban.

Si mañana anunciase el verborreico Livermore que Abbado, ya que está por aquí, se va a quedar de director titular, no sería yo quien protestase.

Mención especial merece entre los músicos el solista de trompeta que acompañó el aria de Ernesto. Lamentablemente, por mi posición no pude ver quién era, así que agradecería la información. (Era Rubén Marqués)

El Cor de la Generalitat tiene una escasa intervención en esta obra, pero nuevamente estuvieron a la altura de las exigencias escénicas y vocales, mostrándose solvente y divertido en el tin, tin di qua, ton, ton di là y magnífico en su actuación dramática como la nueva servidumbre de Don Pasquale tras su falso matrimonio.

El veterano Michele Pertusi se conoce al dedillo el personaje de Don Pasquale que ha convertido en uno de sus referentes. El bajo italiano es un experto en el género y se muestra perfecto en estilo, con un fraseo lleno de sapiencia belcantista. Supo moderar la vertiente cómica del papel, sabiendo ofrecer también el aspecto más entrañable del mismo. La voz es amplia, generosa, aunque acusa cierto desgaste. No comenzó demasiado bien y en su primer encuentro con Malatesta presentaba más tintes barítonales que de bajo y algunos problemas de emisión, por lo que el registro grave perdía contundencia y se me hacía difícil identificar quién de los dos cantaba. Poco a poco se fue yendo arriba y culminó una buena actuación.

Uno de mis grandes alicientes para ver este Don Pasquale estaba en la Norina de la jovencísima soprano norteamericana (26 años) Nadine Sierra, de quien había escuchado grandes elogios pero no su voz. Y no me defraudó. Quizás me sorprendió que me esperaba una voz más carnosa, con más presencia, más cercana a una lírica que a una ligera, pero no fue así. La voz es de soprano ligera, e hizo gala de una técnica magnífica. Marcó trinos, adornos y todas las exigencias de la partitura, y tan sólo mostró apuros en la coloratura de su aria de entrada, aunque debió ser algo puntual, pues en los actos siguientes estuvo impecable. Exhibió un portentoso control de la respiración y se permitió algunos reguladores de bella factura. En el apartado escénico estuvo entregadísima y divertida y supo dibujar vocalmente con maestría la doble cara del personaje.

Un sobresaliente Doctor Malatesta fue también el que nos ofreció el barítono polaco Artur Rucinski, a quien ya tuvimos en Les Arts como Lescaut en Manon y como Eugene Onegin en la temporada 2010/2011. Tiene una voz pesada, no especialmente bonita y con emisión algo atrasada, pero cantó extraordinariamente bien, con una implicación escénica también encomiable. Ofreció un canto ligado y fraseo intencionado, y culminó de forma sensacional las agilidades endiabladas del Aspetta, aspetta. Por todo ello me sorprendió muchísimo enterarme de que había cantado con un resfriado fortísimo y que a punto estuvo de salir a escena en la segunda parte, para sustituirle, el cover previsto.

Completaba el cuarteto protagonista el ruso Maxim Mironov, un tenor de tintes rossinianos, con facilidad en el agudo y dominio del registro de cabeza, aunque con una vocecita blanquecina, con vibratillo, de poca enjundia, que transmitía fragilidad. Sin embargo cantó con exquisito gusto, ligando el fraseo con elegancia, y tan sólo se echo en falta algún matiz que hubiera hecho brotar la chispa de la emoción dotando de mayor expresividad al personaje.

El público, al menos en la zona en la que yo me encontraba se comportó con bastante corrección toda la noche y las principales intervenciones de los solistas fueron premiadas con aplausos durante la representación. Al finalizar, la respuesta fue cálida, ovacionándose a todos los participantes, incluida la dirección escénica de Jonathan Miller y Rodula Gaitanou, aunque sin el entusiasmo de las grandes noches. Sí hubo una especial acogida hacia la labor de la orquesta y su director, y entre los solistas el más aplaudido sin duda fue Artur Rucinski.

Bueno, pues hasta aquí mi crónica de esta primera ópera sin Helga. Ojalá en los próximos días la situación se vaya normalizando y sólo lo musical sea noticia en el Palau de les Arts. Aunque conociendo a nuestra consellera y a su diario oficial, lo dudo.

Y desde aquí aprovecho para animaros a todos a asistir a un espectáculo muy divertido y de gran calidad musical. De verdad que vale la pena.



 

miércoles, 3 de octubre de 2012

PREMIOS "HELGA DE ORO" 2012. LOS GANADORES


Los lectores y visitantes de este blog han dictado su veredicto y las estatuillas “Helga de Oro” de 2012 tienen ya sus destinatarios, elegidos por democrática votación. Ante todo, quisiera agradeceros vuestra participación a todos los que habéis tenido la paciencia de entrar y votar en las diferentes categorías.

Estos premios son lo que son, y para empezar ni son premios ni son nada, que no están los tiempos para repartir ni gominolas. Se trata simplemente de sondear lo que pueda ser la opinión de los habituales asistentes al Palau de les Arts, representados en este caso por los lectores del blog, acerca de lo que gustó más o menos de lo ofrecido la pasada temporada en el recinto operístico valenciano, ofreciendo estas simbólicas estatuillas a modo de premio del público.

Esta vez no ha habido ni la tradicional gala virtual cuyas fotos falsas suelen adornar estas entradas. Hay algún malpensado que me ha preguntado si se ha debido a que la Consellera de Cultura hubiera intercedido ante el Gobierno Central para pedir que dieran más presupuesto a la gala, y en lugar de bocata de chóped pudiese ser de atún con aceitunas, y con lo bien que hace las cosas, al igual que ha pasado con los presupuestos de Les Arts para el próximo año, nos quedásemos todavía peor que estábamos. Pero no, en esta ocasión la culpa es sólo del autor de este blog que no ha tenido tiempo de tanta tontuna.

En relación con otras ediciones, lo primero que se constata es que ha existido mucha más igualdad en casi todas las categorías y no ha habido ninguna producción que salga netamente como ganadora. Está claro que “Thaïs”, “Il Trovatore” y “Medea” son los espectáculos que más han gustado y ellos se han repartido el mayor número de votos.

Pero bueno, vayamos al grano. Los premiados este año son:

Helga de Oro 2012 a la mejor dirección escénica: Nicola Raab

Tras un inicio de votación donde se mantuvo un equilibrado duelo entre la finalmente ganadora y la “Medea” de Gerardo Vera, los votos acabaron dando la victoria a la joven directora alemana Nicola Raab y su “Thaïs”, siendo también bastante valorado por los votantes el buen trabajo de Andréi Konchalovski para “Boris Godunov”. Creo que cualquiera de los tres podría haber ganado, pero Raab es una justa vencedora al haber conquistado al público con una puesta en escena brillante, que, pese a reubicar temporalmente la acción del libreto, resulto muy respetuosa y coherente con el mismo, siendo además estéticamente muy atractiva, gracias sobre todo a un vestuario e iluminación muy cuidados y con una vistosa escenografía que permitía un ágil discurrir de la acción.
Nicola Raab (“Thaïs”): 18 votos
Gerardo Vera (“Medea”): 15 votos
Andréi Konchalovski (“Boris Godunov”): 10 votos
Gerardo Vera (“Il Trovatore”): 4 votos
Phillip Himmelmann (“Dido y Eneas”): 1 voto

Helga de Oro 2012 a la mejor dirección musical: Zubin Mehta por “Il Trovatore”

Por tercer año consecutivo el maestro Zubin Mehta se lleva el galardón al mejor director, esta vez por su labor al frente de la Orquestra de la Comunitat Valenciana en “Il Trovatore”. Aunque en esta ocasión la cosa ha estado reñidísima y hasta el último instante no se sabía si el premio recaería en el director indio o en Sir Andrew Davis, cuyo excepcional trabajo en “Ariadne auf Naxos” a punto ha estado de dar la sorpresa. Finalmente, la experiencia mostrada por el maestro Mehta con la partitura verdiana se ha impuesto y, posiblemente, a ello haya influido también el hecho de que las funciones de “Il Trovatore” hayan sido vistas por más espectadores que las dos escasas representaciones de la ópera de Richard Strauss.  
Zubin Mehta (“Il Trovatore”): 17 votos
Sir Andrew Davis (“Ariadne auf Naxos”): 15 votos
Patrick Fournillier (“Thaïs”): 10 votos
Zubin Mehta (“Medea”): 10 votos
Michele Mariotti (“La Cenerentola”): 5 votos

Helga de Oro 2012 al mejor tenor: Jorge de León por “Il Trovatore”

Pues si reñida ha estado la elección de director, no lo ha estado menos la de mejor tenor. Desde que se abrieron las votaciones se destacó claramente Jorge de León por su papel de Manrico en “Il Trovatore”, a quien desde el principio yo consideraba como el gran favorito al premio. Sin embargo, poco a poco fueron aumentando los votos para el ruso Dmitri Korchak por el Don Ottavio de “Don Giovanni”, llegando a encabezar la clasificación en muchos momentos. Finalmente, por tan sólo dos votos de diferencia, la brillantez y poderío en el agudo de De León se han impuesto a la musicalidad y riqueza de matices de Korchak.
Jorge de León ("Il Trovatore"): 16 votos
Dmitri Korchak ("Don Giovanni"): 14 votos
Jorge de León (“Tosca”): 7 votos
Nikolai Schukoff (“Ariadne auf Naxos”): 6 votos
Jorge de León (“Le Cid”): 3 votos

Helga de Oro 2012 al mejor bajo/barítono: Liang Li

En este apartado el público ha tenido las cosas más claras desde el comienzo de las votaciones, que siempre ha encabezado el chino Liang Li con su notable Rey Marke de “Tristan und Isolde”. Un apoyo importante ha recibido también el excelente Comendador de “Don Giovanni” que nos brindó Alexánder Tsymbalyuk y que ha quedado segundo. Aquí tengo que reconocer mi sorpresa ante el escaso apoyo que ha obtenido Plácido Domingo con su Athanaël, ya que pensaba que sus admiradores le facilitarían un mayor número de votos, si no en cuanto barítono en sentido estricto, sí al menos por el poderío escénico y artístico que demostró.
Liang Li (“Tristan und Isolde”): 16 votos
Alexánder Tsymbalyuk (“Don Giovanni”): 13 votos
Plácido Domingo (“Thaïs”): 7 votos
Dmitri Beloselski ("Medea”): 6 votos
Dmitri Ulianov (“Iolanta”): 5 votos

 

Helga de Oro 2012 a la mejor soprano: María Agresta

El alto nivel de las sopranos finalistas hacía presagiar la dura pugna que efectivamente ha habido. En un primer momento pensé en haber incluido a Amber Wagner en la categoría de cantante revelación, ya que, si somos sinceros, la gran revelación para muchos de esta pasada temporada fue su sensacional Ariadne; no obstante al final decidí que, precisamente por esa calidad, merecía estar en la votación a mejor soprano, aunque ello supusiera tenérselas que ver, sobre todo, con otras dos grandes triunfadoras del pasado ejercicio operístico, como son Violeta Urmana por una “Medea” espectacular y María Agresta por la fantástica Leonora de “Il Trovatore”. Siendo esta última quien al final ha logrado el triunfo por tan sólo dos votos de diferencia respecto a Urmana, quedando Amber Wagner en tercera posición con un nada despreciable 27% de los votos.
Maria Agresta (“Il Trovatore”): 20 votos
Violeta Urmana (“Medea”): 18 votos
Amber Wagner (“Ariadne auf Naxos”): 14 votos
Malin Byström (“Thaïs”): 6 votos
Ludmila Monastirska (“Le Cid”): 2 votos

Helga de Oro 2012 a la mejor mezzosoprano: María José Montiel

Aquí las cosas también han estado claras desde el comienzo y la madrileña María José Montiel ha dominado la votación con autoridad gracias a su inolvidable trabajo como la Neris de “Medea”, reconocido unánimemente por público y crítica, y que reclama un mayor protagonismo de esta excelente cantante en nuestros principales teatros. También se ha valorado por los votantes la soberbia Brangäne de Ekaterina Gubanova que ha quedado en segunda posición y que ha sido otra de las mejores voces de las que se ha podido disfrutar este año en Les Arts.
María José Montiel (“Medea”): 24 votos
Ekaterina Gubanova (“Tristan und Isolde”): 13 votos
Ekaterina Semenchuk (“Il Trovatore”): 4 votos
Cecelia Hall (“Ariadne auf Naxos”): 4 votos
María Luisa Corbacho (“La Vida Breve”): 2 votos

Helga de Oro 2012 al cantante revelación: Mario Cerdá

En esta categoría si que no ha existido la más mínima duda acerca de quién iba a ser el vencedor. Al poco de abrirse las votaciones se registró un aluvión de votos para el tenor Mario Cerdá que ha motivado que en este apartado se haya duplicado casi la participación respecto al resto de categorías. Independientemente de los motivos de esa lluvia repentina de votos, creo que es justo reconocer el trabajo que a lo largo de toda la temporada ha llevado a cabo Cerdá en papeles pequeños, pero donde siempre ha dejado entrever algunos detalles prometedores y muy interesantes. Aunque hayan quedado muy por detrás, deben valorarse también las prestaciones del resto de candidatos al premio, especialmente de Juan Jesús Rodríguez, que puede tener en poco más de un mes la posibilidad de confirmar las buenas sensaciones que dejó en “Il Trovatore” con ese “Rigoletto” que abrirá la temporada.
Mario Cerdá (“Dido y Eneas”): 52 votos
Juan Jesús Rodríguez (“Il Trovatore”): 15 votos
Serguéi Skorojodov (“Medea”): 12 votos
Paolo Bordogna (“La Cenerentola”): 10 votos
Helen Kearns (“Dido y Eneas”): 3 votos

Helga de Oro 2012 al mejor espectáculo de la temporada: “Thaïs”

Otra de las votaciones más reñidas ha sido la encargada de designar el mejor espectáculo de la temporada, donde ha existido un empate casi permanente entre “Medea” y “Thaïs” que al final se ha resuelto a favor de esta última por tan sólo dos votos de diferencia. Si se hubiese producido un empate y hubiese tenido que romper la igualdad con mi voto, la victoria hubiera ido a “Medea” que a mí, personalmente, fue la producción que me pareció más redonda de las que pasaron por Les Arts.
“Thaïs”: 20 votos
“Medea”: 18 votos
“Il Trovatore”: 10 votos
“Boris Godunov”: 8 votos
“Ariadne auf Naxos”: 3 votos

Helga Abucheadora 2012 a lo peor del año: Jonathan Miller

Desde que el pasado 27 de enero salí del estreno de “Don Giovanni”, estaba convencido de que Jonathan Miller se iba a llevar este premio, y eso que quedaba por pasar gente como Marco Vratogna, que ha quedado en un merecidísimo segundo puesto; pero la tomadura de pelo a precio de oro que nos vendió el señorito Miller debe quedar para las galerías de los horrores en Les Arts haciendo compañía a otras basuras míticas como la “Carmen” de Saura. En tercera posición ha quedado Sebastian Catana, un “meraviglioso cantante” según sus indignados seguidores que tanto criticaban su candidatura, pero que se ha llevado el 19% de los votos, y juro que no son míos.
Jonathan Miller (“Don Giovanni”): 21 votos
Marco Vratogna (“Tosca”): 16 votos
Sebastian Catana (“Il Trovatore”): 9 votos
Omer Meir Wellber (“Tosca”): 5 votos
Serena Malfi (“La Cenerentola”): 2 votos

Pues estos han sido los premios de este año. Espero que dentro de doce meses, más o menos, pueda volver a proponeros que participéis en una nueva elección, al menos sería señal de que nuestro Palau de les Arts ha aguantado hasta entonces con vida a los terremotos económicos y a la incompetencia y estupidez de nuestros gobernantes.

Para finalizar os dejo con un video en el que podemos ver al premiado Jorge de León afrontando la archifamosa cabaletta "Di quella pira" en una de las funciones de "Il Trovatore" que pudimos ver en Les Arts el pasado mes de junio:


video de LyricArt

domingo, 29 de enero de 2012

"DON GIOVANNI" (W.A. Mozart) - Palau de les Arts - 27/01/12


A finales de 2006, el Palau de les Arts de Valencia vivió uno de los momentos más complicados de su corta historia al producirse el hundimiento de la plataforma central del escenario, lo que motivó que la producción de “Don Giovanni”, que estaba a punto de estrenarse, tuviera que hacerlo con una puesta en escena que se vendió como “de circunstancias”, y que era poco más que una versión en concierto.

El pasado viernes, cinco años después de aquellos acontecimientos, se ha estrenado la reposición de esta producción de “Don Giovanni”, con la dirección escénica, concebida por el prestigioso Jonathan Miller, por fin pudiendo brillar en todo su esplendor. Pero, lamentablemente, lo único que brilló el viernes en Les Arts fue el enorme collar que lucía Rappel en el patio de butacas, porque la creación de Miller es una tomadura de pelo en toda regla que muy poco se diferenciaba de lo que se vio en 2006.

La ‘fabulosa’ escenografía que no pudo lucirse en aquella ocasión no son más que tres oscuras fachadas de mansiones con numerosas puertas y ventanas; un enorme espacio vacío en el centro del escenario a modo de plaza donde se desarrolla toda la acción, ya sea el jardín, un patio, el salón de la casa de Don Giovanni o el cementerio; y dos bancos en cada uno de los extremos del escenario. No existe ni un solo cambio en la escenografía, y ese estatismo en los decorados tampoco se compensa con una iluminación sugerente que pueda crear distintos ambientes. Nada. Espacio vacío, la luz justa y a cantar.

Llegados a ese punto, el desastre sólo podía salvarlo una inteligente, o por lo menos adecuada, dirección de actores. Pues tampoco. Todo el trabajo de Miller en este sentido parece haberse centrado en la escena del baile de máscaras, donde se ve una cierta preparación y hay unos movimientos mínimamente estudiados. El resto es de llorar. Miller se empeña en colocar a los cantantes siempre que puede quietos y a ser posible sentados en los bancos de los extremos del escenario, no sé si por pura incompetencia o para fastidiar al espectador de los laterales. En todos los miembros del elenco solista se percibía un importante estatismo en escena que sólo podía responder a las instrucciones del ingenio de Miller. El colmo llegó en la escena del banquete, cuando la presunta pugna final entre la estatua del Comendador y Don Giovanni, más bien parecía una foto para la prensa en la escalera de La Moncloa entre Rajoy y Zapatero. Los dos personajes completamente quietos chocando sus manos sin mover un músculo, mientras Leporello, por supuesto, permanecía también quieto sentado en el banco del extremo del escenario, para variar.

La concepción es absolutamente clásica y respetuosa del libreto, eso sí. La única innovación aportada por Miller es la inclusión al finalizar la escena del banquete, mientras Don Giovanni desciende a los infiernos, de una especie de mujeres zombis que se supone serán las almas de las féminas ultrajadas por el conquistador. No me parece mal la cosa, pero,  vamos, que ese sea todo el bagaje de su propuesta es vergonzoso.

Dejando aparte la infumable dirección escénica de Miller y yendo a lo puramente musical, tengo que decir que todo se movió en un nivel de corrección muy aceptable, pero curiosamente el resultado de conjunto resultó frío, soso y rozó siempre los límites del aburrimiento, lo cual, hablando de una obra maestra como “Don Giovanni”, es un crimen. Posiblemente Jonathan Miller tuvo mucho que ver en eso, pero creo que Zubin Mehta tampoco consiguió que la emoción de la música de Mozart acabase de prender en la sala.

La primera impresión que me produjo la dirección de Mehta fue la de desconcierto. Los primeros compases de la obertura fueron lentísimos y parecían augurar un “Don Giovanni” alla Maazel, pero inmediatamente después el tempo se aceleraba y se escuchaba un Mozart lleno de brío y frescura y hasta con cierto apresuramiento. A lo largo de toda la obra se repitieron momentos donde de repente se echaba el freno a la orquesta y los tempi se ralentizaban para volver luego a acelerarse, produciéndome una personal sensación de incoherencia en la lectura que se estaba ofreciendo de la partitura mozartiana.

En la parte positiva, tengo que consignar algunos pasajes donde la excelente labor de técnica de dirección de Mehta consiguió extraer unos sonidos de la orquesta verdaderamente increíbles, escuchándose algunos detalles que la mayoría de las veces pueden pasar desapercibidos, especialmente en maderas y cuerdas. En lo negativo, destacaría los numerosos instantes de falta de sincronía entre el foso y la escena, que quiero pensar que tan sólo fueron producto de pocos ensayos con los solistas. En conjunto, algunos momentos sublimes se vieron empañados por una lectura que me pareció incoherente, muy irregular y con un notable decaimiento de la tensión dramática en muchos pasajes.

La Orquesta de la Comunitat Valenciana cumplió su trabajo con enorme corrección, con un Joan Enric Lluna al clarinete sencillamente soberbio, como también lo estuvo el siempre acertado Alvaro Octavio a la flauta.

Los miembros del Coro de la Generalitat, aunque no tienen en esta obra demasiadas opciones de lucimiento, también mantuvieron su habitual nivel de excelencia.

En el apartado de los solistas, se ha conseguido reunir un joven reparto bastante homogéneo, donde no hubo nada extraordinariamente malo, pero tampoco nada especialmente genial.

Lo mejor, a mi juicio, el Don Ottavio que compuso el tenor ruso Dmitri Korchak, quien protagonizó el momento de mayor emoción de toda la noche con su aria “Dalla sua pace”, que dibujó con una sensibilidad enorme, haciendo un inteligente uso de las medias voces y exhibiendo un legato espléndido.

Estupendo estuvo también el bajo ucraniano Alexánder Tsymbalyuk como El Comendador, haciendo absoluta ostentación de su profunda y enorme voz que provocaba el temblor de los asientos de la sala, y ofreciéndonos una escena del banquete sobresaliente en lo vocal.

Me gustó bastante la Zerlina de la joven italiana Rosa Feola, así como la Donna Anna de la rusa Anna Samuil, aunque esta última tuvo en su contra una deficiente pronunciación y unos agudos, la mayoría de las veces, chillados.

Muy bien el Leporello de David Bizic, pero habría que escucharle en otra producción con otros directores escénico y musical, porque la mamarracha puesta en escena de Miller le llevaba a estar siempre sentado, hasta en el aria del catálogo, donde además la dirección lentísima de Mehta le deslució su mejor momento.

Correcto sin más el Masetto de Simon Lim. Y en cuanto al protagonista, el bajo barítono italiano Nicola Ulivieri, me dejó cierto sabor agridulce. No hizo nada especialmente mal, tiene una voz bonita, cantó con buen gusto, pero mostró grandes carencias de expresividad, numerosos desajustes con la orquesta y creo que le falta fuerza vocal y autoridad escénica para este papel.

Lo peor, lamento decir que fue la Donna Elvira de Sonia Ganassi. La mezzosoprano italiana era uno de los mayores alicientes que encontraba yo en el reparto a priori y sin embargo me defraudó muchísimo. No sé si es que tendría algún problema puntual, pero desde luego mostró algunos preocupantes signos de decadencia vocal propios de cantantes de bastante más edad que la suya. Sus graves eran inexistentes, su fiato escasísimo y la línea de canto horrorosa. Es verdad que en la difícil aria “Mi tradì, quell'alma ingrata” tuvo sus mejores prestaciones, y expresivamente quizás fuese la mejor de todo el reparto, pero los problemas ya mencionados deslucieron mucho el resultado final.

El público que prácticamente llenaba las butacas de Les Arts se mostró bastante frío toda la noche, pero al final supo estar a la altura y premió con cálidos aplausos a la orquesta y a todo el elenco solista, destacando una gran ovación a Alexánder Tsymbalyuk, y tributó algunos merecidos abucheos a Jonathan Miller.

Supongo que eso igual es lo que esperaba el director británico, después de haber declarado esta pasada semana que la ópera no le interesaba nada, que era un coñazo y que pensaba que el público que llenaba las butacas de los teatros de ópera tan sólo buscaba lucir las pieles. No sé si lo dijo para provocar o no, pero es impresentable que haga semejantes declaraciones cuando luego lo que ofrece sobre el escenario es de encefalograma plano. Si al menos nos hubiera sorprendido con alguna genialidad, le aguantaríamos su majadería, pero, encima, demostrándonos su incompetencia, lo mínimo que le podía pasar era llevarse el abucheo que se le propinó.

Así que confío fervientemente en que cumpla lo que decía este sujeto en sus declaraciones, cuando afirmaba que espera no volver a trabajar en la ópera. Hágalo señor Miller, la gente a la que sí nos gusta ese coñazo se lo agradeceremos.


No os perdáis las estupendas crónicas de Titus, Maac y FLV-M.