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miércoles, 2 de octubre de 2019

HASTA SIEMPRE, DOÑA HELGA


Ayer recibí la triste noticia, no por esperada menos dolorosa, del fallecimiento de la ex Intendente del Palau de les Arts, Helga Schmidt, el pasado día 25 de septiembre. Una persona por la que sentía un gran afecto personal. Y no me estoy refiriendo aquí sólo al reconocimiento de su faceta profesional, sino especialmente a la calidad humana, la cercanía y la autenticidad que demostró conmigo en las ocasiones en que tuve la suerte de poder compartir con ella un poco de su tiempo y mantener algunas interesantísimas conversaciones que guardaré para siempre en mi memoria.

Posiblemente haya algunas personas a las que les extrañe que realice estas manifestaciones, después de que este blog haya sido especialmente crítico, a veces demoledor, con algunos aspectos de su gestión al frente de Les Arts. Igual hay quien piensa que esto lo hago para quedar ahora bien uniéndome al carro de las fáciles alabanzas a los muertos. No es así. Ya lo he hecho otras veces, posicionándome a su favor y explicando mis críticas, en momentos donde lo fácil precisamente era cargar duramente contra Helgacuando estaba siendo objeto de un injusto linchamiento político y mediático sin precedentes tras su destitución. Pero lo vuelvo a hacer.

En los primeros años de funcionamiento del Palau de les Arts, la brillante dirección artística no fue acompañada de una gestión administrativa que estuviera al nivel. Especialmente, yo le reprochaba al teatro su actitud hacia el aficionado, al abonado, al cual ignoraba y casi despreciaba, pareciendo que no se mereciese ningún tipo de atención o explicación sobre ningún aspecto de la gestión. Esa crítica de la gestión administrativa la personalicé en la figura de Helga, siendo plenamente consciente de que muchos de los reproches no eran responsabilidad suya, pero ella era la imagen pública de Les Arts y hacia ella dirigí mis dardos, tal vez injustamente a veces, pero con la intención de que con ello alguien reaccionase y además se supiera que al público valenciano sí le importaba lo que se hacía en el teatro y cómo se hacía, para bien y para mal.

Cuando hablé con ella personalmente por primera vez, lo entendió perfectamente e incluso se rió conmigo de algunas de las cosas escritas, porque he de decir que, a pesar de su imagen seria y fría, tenía un particular sentido del humor y una capacidad de asumir la crítica mucho mayor que, por ejemplo, la que demostró su sucesor, el susceptible e irascible Livermore. Lo que más le molestó a Helga de todo lo que yo puse en este blog, fue cuando la saqué caricaturizada con nariz de Pinocchio y no por el hecho de que saliera esa imagen, sino porque yo dijese que había mentido respecto a la ausencia de un cantante previamente anunciado, porque “yo no soy mentiggosa”, me dijo muy seria y convincente, con ese inconfundible acento suyo.

Esa misma apelación a su sinceridad y a negar que ella mintiese, la volvió a realizar con vehemencia en mi presencia algún tiempo después, cuando estaba siendo objeto de la miserable campaña de descrédito a cargo de las huestes de la entonces consellera Catalá y de los chupópteros, medios de comunicación y juntaletras a su servicio. La aparentemente fuerte Helgamostró su fragilidad y no podía entender que se mintiese para atacarla y humillarla sin posibilidad de defensa. Sólo clamaba una y otra vez para poder defenderse, para poder ir a juicio y acreditar su inocencia.

Lamentablemente no lo ha podido hacer, la enfermedad se la ha llevado, casi cinco años después de su cese, antes de que pudiera celebrarse un juicio justo. La justicia española también merecería un capítulo aparte. Eso sí, la justicia mediática y de las redes sociales funciona como un reloj y pueden manchar toda tu trayectoria en cinco segundos sin posibilidad alguna de reparación. Plácido Domingo creo que también sabe bastante de esto. Me parece vergonzante que, para algún diario estos días, toda la larga trayectoria profesional de Helga Schmidt, irreprochable y apabullante, se presente casi como secundaria y lo único relevante de su carrera parece ser recordar el bochornoso e indecente episodio de su salida de Les Arts.

Me gustaría que su casa, el Palau de les Arts, reaccione esta vez como debe y no le duelan prendas en hacer público homenaje, sin miedos ni melindres, a la memoria de la mujer que ha sido el alma de este teatro. No me refiero sólo a dedicarle una función por megafonía y… hasta luego Lucas. Por ejemplo, creo que su nombre debería estar presente en el edificio, y me uno aquí a la petición que ha formulado Justo Romero, en un emotivo e imprescindible artículo que podéis leer AQUÍ, para que la sala de Les Arts se llame Helga Schmidt. Bueno, él propone el Auditori, pero creo que la memoria de Helga merece mejor recinto.

Al escribir hoy aquí no pretendo más que alzar mi pequeña voz, dentro de la modestia de este blog, para honrar la memoria de esta mujer por su trabajo. A ella sólo cabe darle las gracias. Ya lo hice en persona y lo hago ahora públicamente. Jamás le estaré bastante agradecido por haber sido la principal responsable de que en la ciudad en la que vivo estemos disfrutando de un nivel operístico de relevancia internacional. Habrá quien sostenga que el mérito no es tanto de ella como de haber tenido el dinero para hacerlo. Discrepo. Obviamente el dinero hizo mucho, pero cualquier otro con los mismos medios no hubiera alcanzado sus resultados. Estoy convencido. Además, en la última etapa suya al frente de Les Arts, cuando los recursos cayeron en picado y estaba controlada por todas partes, también supo seguir demostrando su valía y su capacidad para la elección de elencos en los que la calidad destacaba por encima de todo.

Al finalizar la comida en que nos conocimos personalmente, me abrazó y me dijo: “más vale tarde que nunca”. Es verdad que tardamos en conocernos, pero no sabe usted cuánto le agradezco todo lo que aprendí en nuestras charlas, y, sobre todo, su trato hacia mí, su generosidad y la sinceridad con la que siempre habló conmigo. Hoy no voy a poner ningún montaje con su cara, ni más foto que la que usted dejó encargado que fuese la que ilustrase la noticia de su fallecimiento y que es la que encabeza esta entrada. Gracias por todo, doña Helga, buen viaje y hasta siempre.

domingo, 1 de febrero de 2015

"DON PASQUALE" (Gaetano Donizetti) - Palau de les Arts - 31/01/15

Ópera 1 después de Helga.

Tras inundarse los últimos días los medios de difamación, digo manipulación, digo información, con noticias y chismes del Palau de les Arts nada edificantes, ayer, por fin, volvió a ser un estreno operístico el principal protagonista en el coliseo valenciano.

Había curiosidad por saber si la nefanda consellera Catalá asomaba el morro por el recinto operístico, en esta noche de estreno posterior a la presunta destitución (parece que no está formalizada) de Helga Schmidt como Intendente, y por saber si el público de Les Arts le iba a mostrar de algún modo su agradecimiento ante lo bien que, según El Mundo, está gestionando este tema y en general la política cultural de la Comunidad. Pero no pudo ser.

Parece ser que la señora consellera no asistió al estreno porque se hallaba en el acto de exaltación de la fallera mayor infantil de Valencia 2015. Chúpate esa. Con eso se dice todo. Quien sí estuvo fue Davide Livermore, el nuevo director artístico o Intendente o lo que sea del Palau de les Arts. Y es que nadie, ni la prensa cercana a la consellera, parece aclararse acerca del alcance del nombramiento del italiano, que se dice que tampoco está todavía formalizado.

Algo sí me gustaría decir de Livermore antes de entrar en el análisis puramente operístico de lo vivido ayer. Este hombre, como director escénico y responsable del Centre de Perfeccionament, ha demostrado muchas cosas. Como director artístico o Intendente, o ambas cosas, del Palau, creo que lo único que se puede decir de él hasta ahora es que habla mucho. Le plantan un micrófono delante y, como buen latino hiperactivo, larga todo lo que le viene a la cabeza, con buena intención, sin duda, pero me da la impresión de que sin calibrar demasiado el que sus palabras van a ser analizadas hasta la última coma. Pienso que en estos momentos debería mostrarse más cauto y centrarse en organizar su trabajo y sus planes de futuro, sin necesidad de contarnos todo lo que se le pase por la testa. Hemos pasado de una gestión casi secreta a un exceso de información que, además, muchos están utilizando con aviesas intenciones. Pero mira, una de las cosas que podría hacer es hablar con Potenciano y con su amiga Catalá para ver si pagan a los cantantes que actuaron en el inicio de temporada, porque si no, al final, entre unas cosas y otras, aquí no va querer venir a cantar ni Leonardo Dantés.

El aspecto que presentaba la sala fue bastante parecido al de estrenos anteriores, con huecos en platea y los pisos altos con más asientos vacíos que ocupados, y eso que me consta que en los últimos días se han repartido gratuitamente un importante número de entradas, cosa que, por cierto, si Helga continuase siendo la Intendente, hoy habría sido, por supuesto, portada de El Mundo. Este reparto de última hora, en las circunstancias que vivimos actualmente en el teatro, no me parece inocente y creo que responde al propósito de que se transmita la falsa imagen de que sin Helga todo va mejor. Pero bueno, esto es otro tema que da para mucho y ya habrá ocasión de ir comentando.

Jonathan Miller firma la dirección escénica de esta producción del Maggio Musicale Fiorentino, si bien en Valencia ha sido Rodula Gaitanou la encargada de dirigir esta reposición. Curiosamente, tuve la oportunidad hace casi tres años de ver en Londres una Carmen, representada en el pub King’s Theatre, con una dirección escénica de Gaitanou muy interesante. Por el contrario, el recuerdo de Jonathan Miller en Les Arts no puede ser peor. Su Don Giovanni creo que ha sido una de las mayores inmundicias de dirección escénica que han pasado por Valencia, posiblemente sólo superada por la Carmen de Saura.

Además del pésimo recuerdo del responsable de esta puesta en escena, las primeras imágenes que habían circulado de la misma mostraban una especie de casa 13 rue del Percebe que también me hicieron rememorar otra desafortunada dirección escénica, como fue la de Damiano Michieletto para El barbero de Sevilla.

Pues bien, pese a ir tan predispuesto contra lo que me iba a encontrar en escena, he de empezar por manifestar que considero en esta ocasión un acierto el trabajo de Miller y Gaitanou, con sus defectos, pero de un gran impacto visual, muy efectista y adecuado para el desarrollo de la acción, percibiéndose además un importante trabajo de dirección de actores con los solistas, al contrario de lo que ocurriese en Don Giovanni, donde sólo las escenas con el coro y figurantes presentaron algún interés.

El decorado representa una gran casa de muñecas en tres alturas, con tres estancias en cada una de ellas, donde cada detalle está estudiado al extremo, y en ese escenario único se desarrollará toda la trama. Al iniciarse la representación, tras la obertura, la gran casa se abre para enseñarnos su interior, entornándose las puertas en la última escena que se desarrollará delante de aquélla.

La principal crítica que debe hacerse de la propuesta de Miller es que la proyección de las voces no se ve precisamente favorecida, al estar encajonadas en esta escenografía que además se halla alejada del foso. Cuando en la última escena el tenor y la soprano cantan delante de la casa junto al foso, la voz por fin les corría libremente y daba la impresión de que se las hubieran amplificado.

Los intérpretes van exageradamente maquillados, como si fuesen muñecos o personajes de la comedia del arte italiana, y con un vestuario de época, clásico, que acentúa esa sensación de casa de muñecas, la cual se potencia todavía más con los movimientos de algunos personajes al final, como si fuesen autómatas. Lo que no entiendo es por qué esa visión clásica es absurdamente rota con la aparición de los sirvientes con paquetes de compras de Gucci, Prada, etc.

La iluminación juega un papel esencial creando ambientes en las diferentes estancias, especialmente en el crepúsculo de la segunda escena del tercer acto, originariamente desarrollada en el jardín y aquí delante de la casa de muñecas, donde se consigue un efecto de gran belleza y que favorece la intriga burlesca del episodio.

Los movimientos de los intérpretes están trabajados con inteligencia y gran sentido de la acción dramática, de forma muy adecuada al ritmo fluido y ligero de la partitura donizettiana. Los personajes están bien definidos en sus rasgos principales, con sentido del humor, pero sin caer en la excesiva exageración bufa que los ridiculice demasiado y haga poco creíbles.

Con ocasión del estreno en Florencia de esta producción, Jonathan Miller abrió esa boquita que tiene, especialista en soltar sandeces (recordemos aquel revelador “a mí no me gusta la ópera” que espetó en una entrevista con motivo de su Don Giovanni), diciendo a propósito de su propuesta para Don Pasquale que “en la vida somos como marionetas guiadas por una maquinaria interna, de ahí la casa de muñecas, metáfora del cuerpo y la vida”. La mamarrachada es sublime, digna de aparecer en facebook con la jeta de Paolo Coelho, pero tengo que reconocer que, en mi opinión, nos encontramos ante un trabajo de regia coherente y solvente que me hace reconciliarme en buena medida con Jonathan Miller.

Lo mejor de la noche, en cualquier caso, estuvo en el foso. Al frente de la Orquestra de la Comunitat Valenciana, volvimos a tener a un muy buen director. El milanés Roberto Abbado, a quien es inevitable que en todas las crónicas se aluda a su condición de sobrino del desaparecido genio Claudio Abbado, pero que es digno de reconocimiento por méritos propios. Méritos que ya se dejaron ver con los primeros compases, plenos de brío y garra, de una lectura de la obertura absolutamente antológica.

Ese nervio y fuerza en la dirección se mantuvo durante toda la noche, evitando que decayese la tensión en ningún momento. Jugó con las dinámicas de manera fantástica y, como él mismo había reconocido en la prensa los últimos días, compensó la densidad de la orquestación donizettiana mostrando un cuidado exquisito hacia las voces, lo que no evitó, sin embargo, que éstas quedasen superadas por la orquesta en momentos puntuales, pero no tanto por culpa de la dirección como por una escenografía que no ayudaba, y por la liviandad de alguna de ellas. En los concertantes se dejó ver también el control de batuta de un director extraordinario que durante toda la noche consiguió hacer surgir del foso unos sonidos mágicos, transparentes, como hacía mucho tiempo que no se escuchaban.

Si mañana anunciase el verborreico Livermore que Abbado, ya que está por aquí, se va a quedar de director titular, no sería yo quien protestase.

Mención especial merece entre los músicos el solista de trompeta que acompañó el aria de Ernesto. Lamentablemente, por mi posición no pude ver quién era, así que agradecería la información. (Era Rubén Marqués)

El Cor de la Generalitat tiene una escasa intervención en esta obra, pero nuevamente estuvieron a la altura de las exigencias escénicas y vocales, mostrándose solvente y divertido en el tin, tin di qua, ton, ton di là y magnífico en su actuación dramática como la nueva servidumbre de Don Pasquale tras su falso matrimonio.

El veterano Michele Pertusi se conoce al dedillo el personaje de Don Pasquale que ha convertido en uno de sus referentes. El bajo italiano es un experto en el género y se muestra perfecto en estilo, con un fraseo lleno de sapiencia belcantista. Supo moderar la vertiente cómica del papel, sabiendo ofrecer también el aspecto más entrañable del mismo. La voz es amplia, generosa, aunque acusa cierto desgaste. No comenzó demasiado bien y en su primer encuentro con Malatesta presentaba más tintes barítonales que de bajo y algunos problemas de emisión, por lo que el registro grave perdía contundencia y se me hacía difícil identificar quién de los dos cantaba. Poco a poco se fue yendo arriba y culminó una buena actuación.

Uno de mis grandes alicientes para ver este Don Pasquale estaba en la Norina de la jovencísima soprano norteamericana (26 años) Nadine Sierra, de quien había escuchado grandes elogios pero no su voz. Y no me defraudó. Quizás me sorprendió que me esperaba una voz más carnosa, con más presencia, más cercana a una lírica que a una ligera, pero no fue así. La voz es de soprano ligera, e hizo gala de una técnica magnífica. Marcó trinos, adornos y todas las exigencias de la partitura, y tan sólo mostró apuros en la coloratura de su aria de entrada, aunque debió ser algo puntual, pues en los actos siguientes estuvo impecable. Exhibió un portentoso control de la respiración y se permitió algunos reguladores de bella factura. En el apartado escénico estuvo entregadísima y divertida y supo dibujar vocalmente con maestría la doble cara del personaje.

Un sobresaliente Doctor Malatesta fue también el que nos ofreció el barítono polaco Artur Rucinski, a quien ya tuvimos en Les Arts como Lescaut en Manon y como Eugene Onegin en la temporada 2010/2011. Tiene una voz pesada, no especialmente bonita y con emisión algo atrasada, pero cantó extraordinariamente bien, con una implicación escénica también encomiable. Ofreció un canto ligado y fraseo intencionado, y culminó de forma sensacional las agilidades endiabladas del Aspetta, aspetta. Por todo ello me sorprendió muchísimo enterarme de que había cantado con un resfriado fortísimo y que a punto estuvo de salir a escena en la segunda parte, para sustituirle, el cover previsto.

Completaba el cuarteto protagonista el ruso Maxim Mironov, un tenor de tintes rossinianos, con facilidad en el agudo y dominio del registro de cabeza, aunque con una vocecita blanquecina, con vibratillo, de poca enjundia, que transmitía fragilidad. Sin embargo cantó con exquisito gusto, ligando el fraseo con elegancia, y tan sólo se echo en falta algún matiz que hubiera hecho brotar la chispa de la emoción dotando de mayor expresividad al personaje.

El público, al menos en la zona en la que yo me encontraba se comportó con bastante corrección toda la noche y las principales intervenciones de los solistas fueron premiadas con aplausos durante la representación. Al finalizar, la respuesta fue cálida, ovacionándose a todos los participantes, incluida la dirección escénica de Jonathan Miller y Rodula Gaitanou, aunque sin el entusiasmo de las grandes noches. Sí hubo una especial acogida hacia la labor de la orquesta y su director, y entre los solistas el más aplaudido sin duda fue Artur Rucinski.

Bueno, pues hasta aquí mi crónica de esta primera ópera sin Helga. Ojalá en los próximos días la situación se vaya normalizando y sólo lo musical sea noticia en el Palau de les Arts. Aunque conociendo a nuestra consellera y a su diario oficial, lo dudo.

Y desde aquí aprovecho para animaros a todos a asistir a un espectáculo muy divertido y de gran calidad musical. De verdad que vale la pena.



 

viernes, 23 de enero de 2015

EL TERREMOTO DE LES ARTS



Ante las noticias que están sucediéndose en el Palau de les Arts en las últimas fechas, y pese a que el cansancio, el desánimo y la tristeza me inundan ahora mismo, creo que alguna reflexión debo hacer. No pretendo generar debate alguno, simplemente hacer pública mi opinión, guste o no guste, ya que me parece de justicia y además muchos de vosotros me lo estabais pidiendo.

Este blog desde su inicio ha sido duramente crítico con una buena parte de la gestión del teatro de ópera valenciano, fundamentalmente en lo que respecta a su relación con el público. Porque quiero recordar que yo no soy más que un aficionado. No soy artista, ni músico, ni gestor cultural, quienes tendrán su propia visión del asunto. Yo he manifestado simplemente mi opinión como parte del público que paga sus entradas para ver un espectáculo operístico de calidad.

Mi crítica la he venido personalizando en la figura de su intendente Helga Schmidt, aun a sabiendas en muchas ocasiones, lo reconozco, que no era ella la responsable directa de esa mala gestión. Con mi crítica, divertida para unos, insultante para otros, y posiblemente a veces excesiva, lo único que he pretendido es que, quien tuviese poder para hacerlo, reaccionase, y la buena gestión artística se viese acompañada por una correcta actuación administrativa y un mayor respeto hacia el aficionado. Y creo que en esos aspectos se ha mejorado bastante en los últimos años, aunque obviamente no soy tan imbécil como para pensar que ha sido por lo que se ha dicho desde este blog.

La nefasta consellera Catalá ya ha anunciado que el próximo lunes el Patronato de la Fundación Palau de les Arts va a acordar la destitución de la Intendente Helga Schmidt.

Pues bien, en estos momentos en que están apareciendo todas las ratas desde las alcantarillas para darse el festín con los despojos de la Intendente Schmidt, yo quiero, ante todo, manifestar públicamente mi agradecimiento y reconocimiento a su labor artística y profesional. Ella ha sido la principal artífice de que en la ciudad en la que vivo se haya podido disfrutar de un nivel operístico de primera línea mundial y de que hoy sigamos teniendo, aunque no sé por cuanto tiempo, la mejor orquesta de foso de España. Sí, a base de generosas inversiones de dinero público; pero más dinero se ha perdido en mil y un inventos peregrinos o mal gestionados que no han dado fruto alguno. Aquí tenemos un activo cultural de primera magnitud que deberíamos cuidar y que la ignorancia de algunos y la imprudencia de otros está poniendo en gravísimo peligro.

Obviamente no voy a entrar a opinar o enjuiciar los hechos que están siendo objeto de investigación judicial, los cuales además desconozco. Pero hay cosas que me llaman la atención desde mi absoluta ignorancia.

Me parece absolutamente de locos la parafernalia de una operación policial más propia de una operación antiterrorista que del registro del despacho de una señora de 74 años.

Me parece inmoral la manipulación informativa que se ha estado haciendo del tema, con algunos titulares absolutamente impresentables, dirigidos exclusivamente a echar carnaza a las fieras y a condenar públicamente a la Intendente Schmidt antes de que comenzase incluso la intervención judicial. Que se diga, por ejemplo, en un titular, que Schmidt cobró medio millón de euros en comisiones ocultas, como si se lo hubiera echado ella al bolsillo a escondidas, cuando de esa misma noticia se desprende que ese sería el importe de los servicios prestados por la sociedad, de la que era ella consejera junto con otras personas, desde 2008, me parece aberrante.

Me sorprende que sólo aparezca Helga Schmidt como presunta responsable de lo que haya podido hacer esa famosa sociedad de patrocinio, cuando de la misma formaban parte otras personas mucho más puestas en temas legales como, por ejemplo, el presidente del Consell Jurídic Consultiu.

Me sorprende que la conselleria de Cultura o la Generalitat no parezcan haber tenido noticia alguna de la externalización del servicio de patrocinio de una Fundación de la que forman parte.

Me indigna que aparezca la consellera Catalá como adalid de la pureza, faltándole tiempo para anunciar, con una indecente sonrisa, que se aparta a la Intendente de sus funciones, antes incluso de que se conociese la imputación, por unos hechos que ya se conocían desde hace años.

Me produce enorme tristeza ver como gran parte de la sociedad permanece idiotizada por la desinformación que se le traslada y renuncian a pensar por sí mismos, lanzándose a gritar “lapidación, lapidación” a las primeras de cambio.

Me alarma que la oposición política no haya hecho ni una sola declaración valorando lo positivo que se ha podido conseguir en el Palau de les Arts que es, hoy por hoy, insisto, un activo cultural importantísimo de nuestra ciudad que debería ser protegido, y únicamente se escuchen voces identificando el teatro de ópera con la podredumbre del PP.

Y todo esto me preocupa especialmente porque considero que ni desde el gobierno valenciano ni desde la oposición, se está calibrando la repercusión que pueda tener todo esto en el futuro de la ópera y de la cultura en nuestra Comunidad.

Por si no se habían hecho hasta ahora las cosas suficientemente mal, hoy, rizando el rizo, sin esperar a que el Patronato se reúna y adopte su decisión, se ha decidido hacer público ya, que el lunes los Patronos votarán que se rescinda el contrato de la Intendente Schmidt y se nombre a Davide Livermore. Hay tanta prisa por aparentar que se controla la crisis que las formas vuelven a importarle muy poco a la consellera Catalá.

Pero claro, también conviene recordar aquí que el Patronato está compuesto por el president Fabra, el vicepresidente Císcar, la consellera María José Catalá, la secretaria autonómica de Cultura y Deporte, el secretario autonómico de Hacienda, el director general de Economía, el jefe del gabinete del presidente y el director general de CulturArts… más Enrique García Asensio y Francesc Perales.

La noticia del nombramiento de Livermore dista mucho de ser una sorpresa. Era el único nombre que circulaba, es un hombre de la casa que da imagen de continuidad del proyecto, y en un momento de emergencia como éste estaba claro que no se iba a anunciar ningún nombramiento estrella, para el que tampoco había presupuesto.

Veremos si los que tanto han criticado estos días que se nombrase en su momento a una Intendente extranjera también protestan respecto de Livermore, quien, por cierto, parece que también cobrará lo mismo que venía cobrando la Intendente Schmidt.

Livermore ha sido un hombre fundamental los últimos años, tanto por su labor al frente del Centre de Perfeccionament Plácido Domingo, como por su trabajo de dirección escénica en distintas producciones de la casa de reducido coste y notable calidad. Pero, ahora que tanto se mencionan las incompatibilidades, ¿podrá seguir Les Arts contratando producciones de Livermore siendo éste Intendente?

Pero bueno, de Livermore ya habrá tiempo de hablar.

Finalizo aquí. Como he dicho al comienzo, no pretendo generar debate alguno, sino simplemente hacer pública mi opinión, y ya anuncio que no voy a contestar ningún comentario que aquí se haga, y si alguno contiene cualquier tipo de expresión ofensiva para cualquier persona, lo eliminaré.

Señor Livermore, mucha suerte.

Frau Helga, gracias.

Consellera Catalá, por favor, váyase lejos.

Yo, por mi parte, sólo tengo ganas en estos momentos de alejarme también (en dirección opuesta, claro) del mundo…



sábado, 3 de enero de 2015

EMPEZANDO EL AÑO

Pues aquí estamos iniciando un año más… Y otros muchos que vengan. En estos pasados doce meses, en lo personal no me puedo quejar, porque sin duda ha predominado lo positivo, lo cual a ciertas edades es ya todo un privilegio. Es verdad que algunos cambios laborales y otras actividades extraescolares han hecho que tenga más desatendido de lo deseado este blog, pero, como en ambos casos se trata de cambios deseados, tampoco me quejo y procuraré compaginarlo todo como pueda para seguir dándoos la lata de vez en cuando.

En el apartado musical, el año se ha iniciado, como es habitual, con el tradicional Concierto de Año Nuevo retransmitido desde el Musikverein de Viena, donde, en esta ocasión, hemos tenido la suerte de contar con el protagonismo de alguien tan unido a la historia del Palau de les Arts de Valencia como el maestro Zubin Mehta, quien, además del cariño que algunos podamos profesarle por su decidida defensa de una ópera de calidad en nuestra ciudad, hay que admitir que llevó a cabo una magnífica actuación artística.

Reconozco mi emoción y orgullo escuchando a Zubin Mehta el día 1, una emoción que no pude evitar ver mezclada con una importante rabia y tristeza, pensando en que si las cosas se hubiesen hecho el pasado año en Valencia como tocaba, estarían presentando al maestro Mehta a millones de televidentes de todo el mundo como el director musical titular de la orquesta del teatro de ópera de la ciudad de Valencia. Lástima que las instancias políticas de esta Comunidad, que tanto daño han hecho a la misma en todos los ámbitos, incluido el cultural, no fuesen capaces en su momento de gestionar debidamente la situación por analfabetismo musical y ambición política.

Fue significativo escuchar como el locutor encargado de la retransmisión, el incombustible José Luis Pérez de Arteaga, ponía de relieve la vinculación del maestro indio con el Palau de les Arts  y calificaba la labor de su Intendente Helga Schmidt como “heroica”. Me imaginé en ese momento la cara de doloroso estreñimiento que estaría poniendo María José Catalá si lo estaba oyendo, aunque enseguida llegué a la conclusión de que lo más probable era que la señora consellera de cultura estuviese chupándose en La 2 la bendición papal urbi et orbi, a ver si le llegaba algo de empuje divino y consigue al fin ser califa en lugar del califa, digo Presidenta en lugar del President.

El caso es que aunque la Catalá no lo viese directamente, alguien se lo debió chivar y, como es habitual en ella, no ha tardado ni 24 horas en aparecer en todos los medios una nota de prensa de la conselleria, disfrazada de “noticia”, en la que se habla del Palau de les Arts aprovechando para loar la gestión de Catalá y sus boys y cuestionar, más o menos sutilmente, la labor de Helga Schmidt. En este caso la información en sí no es mala, pues el que la Fundación Palau de les Arts haya acabado el año sin déficit, es una buena noticia; pero, vamos, de ahí a decir que eso se ha conseguido por la decisión de haber nombrado a un director económico administrativo o por un plan estratégico que aún no está aplicándose, hay un mundo.

Lo peor de todo es que el ahorro económico principal, que con tanta alegría se pretende vender, viene derivado de la aplicación de un traumático ERE que ha afectado de forma directa o indirecta a un buen número de familias y trabajadores del Palau de les Arts. Y, al menos a mí, me parece feo vender alegremente como una buena noticia aquello que, aunque haya conllevado alguna parte positiva en lo económico, ha causado dolor en lo personal. Además de que sólo faltaba que después del ERE no se hubiera ahorrado ni un euro…

Bueno, el caso es que, pensando en todo esto, han venido a mi memoria los intensos momentos vividos el año pasado en las últimas funciones dirigidas por Zubin Mehta en Les Arts, donde el público valenciano tuvo un comportamiento ejemplar, abucheando a la consellera y mostrando su apoyo expreso al maestro Mehta, quien recibió el día de la última representación de Turandot el sentido homenaje de todo el teatro, en una de las jornadas más emocionantes que yo he vivido en Les Arts y con cuyas imágenes me despido por hoy, deseándoos a todos un año 2015 con menos conselleras Catalá y más y mejor música.


miércoles, 10 de diciembre de 2014

"MANON LESCAUT" (Giacomo Puccini) - Palau de les Arts - 09/12/14

Yo tenía una vez un blog…

Mucho, demasiado tiempo he mantenido este espacio sin actividad, y lo primero que quisiera hacer es dar las gracias a todos los que me habéis transmitido vuestro cariño y el deseo (incomprensible) de volver a leer las sandeces que escribo.

Os recuerdo que esto no es una página de crítica oficial, ni nadie me paga o contrata para escribir crónicas operísticas. Esto es un simple blog de un aficionado que tiene la osadía de decir en voz alta lo que piensa, y debe ser tomado únicamente como eso, como la opinión personal de un aficionado más.

Y también quiero aclarar que mi silencio no se ha debido a nada especial, simplemente ha sido consecuencia del cansancio y la falta de tiempo. Mi trabajo habitual me exige últimamente más dedicación y esfuerzo, y también las actividades de la Asociación Amics de l’Òpera i de les Arts de la Comunitat Valencianame ocupan gran parte del poco tiempo libre. Incluso había llegado a plantearme cerrar definitivamente el blog, pero… la temporada oficial de ópera ha vuelto a Valencia y no he podido resistirme a regresar yo también, al menos de momento... Aunque no para hablar de mí.

Este comienzo de temporada ha vuelto a traernos algunas situaciones parecidas a las que se vivieron al final de la anterior. La, al parecer, nunca suficientemente ambiciosa consellera Catalá, ha vuelto a caldear el ambiente filtrando interesadas y sesgadas informaciones sobre gastos de la Intendente de Les Arts desde los tiempos en que hizo la Comunión. No voy a opinar ni a recrearme en el tema. Helga Schmidt ya ha contestado con su claridad (de ideas, no verbal) habitual y a sus palabras me remito. Simplemente diré que lo que de verdad me parece indecente es que la presunta responsable de la cultura en esta depauperada Comunidad siga utilizando un activo cultural de primera magnitud, como es el Palau de les Arts, para torticeros intereses políticos.

Ya sé que también hay quien dice que últimamente me he vendido a Helga y ya no la critico. Pues bien, vuelvo a aclarar que en las opiniones que emito en este blog sólo me vendo a mi personalísima, y por supuesto cuestionable, conciencia; aunque, desde luego, en esta guerra, no declarada ni reconocida, entre Catalá y Schmidt, tengo clarísimo a quién apoyo, porque lo que de verdad defiendo es el proyecto que representa el Palau de les Arts como garantía de una ópera de calidad en la ciudad en la que vivo. Y eso, hoy por hoy, es Helga quien mejor lo puede garantizar. De todas formas, lo que considere que debo criticar de ella lo seguiré haciendo, y ahora mismo, por ejemplo, voy a pasar a darle un capón o dos.

Se inauguró ayer, demasiado tarde, la temporada operística en Valencia y se ha decido dedicar estas funciones de Manon Lescaut a Lorin Maazel, fallecido el pasado 13 de julio. Que se haya iniciado la temporada tan tarde sé que no es directamente culpa de Helga, pero ¿de verdad, después de esperar todo este tiempo, era preciso abrir la temporada un martes tras tres días de fiesta? Creo que hubiera sido mucho mejor hacerlo un fin de semana, o un festivo o víspera de festivo y publicitando debidamente el evento.

De todas formas, lo que me ha parecido directamente impresentable es que el único homenaje que desde Les Arts se haya hecho a Lorin Maazel, principal responsable de que hoy disfrutemos en Valencia de la mejor orquesta de España, haya tenido lugar casi cinco meses después de su muerte, y limitándose a eso, a escribir en el programa que se le dedican las funciones de Manon Lescaut. Lo cual, además, habrá sonado casi a chiste, porque, vamos, que esta orquesta, que logró aquellos sonidos celestiales con él, le recuerde con la dirección de Plácido Domingo, de la que luego hablaré, tampoco parece lo más adecuado. Sé que no hay presupuesto para casi nada, pero la capacidad de reflejos de los dirigentes de este teatro sigue dejando muchísimo que desear y, una vez más, pienso que no se ha estado a la altura. Creo que no costaba tanto haber hecho un concierto especial o, al menos, un acto más relevante de recuerdo y homenaje al maestro Maazel nada más conocerse la noticia de su fallecimiento.

Sí ha habido más reflejos, sin embargo, para anunciar por megafonía al comienzo del espectáculo que la función se dedicaba a la memoria de María José Anderica, una joven trabajadora del departamento de vestuario que falleció de forma inesperada y repentina el pasado fin de semana; si bien parece que esta dedicatoria no ha surgido de la dirección del teatro sino de la iniciativa de los propios trabajadores y compañeros de la fallecida.

Pero bueno, voy a ver si me centro en la crónica del espectáculo.

Pese a que este año, por fin, el precio de las localidades de los estrenos es el mismo que el del resto de funciones, se vieron otra vez demasiados huecos en el teatro. Los pisos 3 y 4 estaban casi vacíos y había butacas desocupadas en todas las zonas. E insisto en que un martes post puente festivo, no es la fecha más indicada para abrir una temporada operística si se quiere dar cierta relevancia al acontecimiento.

En el palco, sin ningún rubor, estaba la consellera de cultura María José Catalá, acompañada del ex director de CulturArts, Manuel Tomás, el imputado vicealcalde de Valencia, Alfonso Grau, el presidente de les Corts, Alejandro Font de Mora, y otros personajetes y carguillos de medio pelo.

Esta Manon Lescaut se tenía que haber representado hace ahora prácticamente un año, pero, como ya es suficientemente conocido, la caída de un trozo del trencadís de la cubierta del edificio y la injustificable decisión, de algún político que no quería perder su viaje navideño al Caribe, de cerrar el teatro unos meses, motivaron la suspensión de su representación, y finalmente se optó porque fuese la ópera que abriese la temporada 2014/2015 en el día de ayer, curiosamente con el edificio vestido ya con un impresionante andamiaje para proceder a las obras de reposición de la cubierta.

La producción presentada, del Teatro Regio de Parma, cuenta con la dirección escénica del británico Stephen Medcalf, de quien ya pudimos ver su versión de La flauta mágica en abril de 2013, y con la escenografía y vestuario de Jamie Vartan e iluminación de Simon Corder. La propuesta se caracteriza por una ambientación muy clásica, totalmente ajustada al libreto, con vestuario de época y abundancia de pelucas y encajes. La escenografía es escasa pero, en general, de gran eficacia visual.

Me pareció bastante conseguido el efecto tanto de la llegada de la diligencia en el primer acto, como del barco del tercero. Mas fallido encontré el cuarto acto, con un interesante trabajo de iluminación y un sorprendente efecto en la muerte de Manon, pero no me gustó ese desierto limitado a dos montoncillos de arena (que más bien parecían el rastro excremental de unos caballos), ni la discutible decisión de que veamos a Des Grieux pululando mientras Manon canta “sola, perduta, abbandonata”.

Tampoco acabo de entender la extendida manía, aquí también presente, de hacer que la acción se tenga que desarrollar sobre plataformas inclinadas, con el riesgo que conlleva de caídas para los intérpretes, sin que tampoco aporte absolutamente nada.

Los tres primeros actos comienzan con Des Grieux accediendo al escenario desde la platea, contemplando lo que ocurre, no sé si pretendiendo simbolizar un flash back del protagonista, pero al menos eso fue lo que yo interpreté.

Entre lo más positivo destacaría que la propuesta desvela un buen trabajo de dirección de actores, con un primer acto bastante bien resuelto, gracias también a un excelente rendimiento del coro. Y, aunque ya está bastante visto en otras producciones, los momentos de encuentro amoroso entre Des Grieux y Manon en el primer acto son subrayados con la congelación del resto de la acción escénica, lográndose un efecto visual impactante. También me gustó el comienzo del acto tercero, el más conseguido en mi opinión, con esos espejos aparecidos en el acto segundo y aquí convertidos en las celdas de las presas.

En resumen, pienso que se trata de una puesta en escena visualmente interesante, con buen trabajo de dirección y que, aunque no aporta nada especialmente relevante, sirve perfectamente al propósito de ambientar la acción de un libreto que de origen ya resulta bastante caótico.

En el foso, como ya he dicho antes, se encontraba Plácido Domingo al frente de la Orquestrade la Comunitat Valenciana. Hablar de Domingo es uno de esos temas que suele levantar ampollas tanto si se alaba su trabajo como si se critica, así que una vez más me voy a limitar a dar mi particular e indocumentada opinión, reconociendo que yo mismo tengo sensaciones muy encontradas. Por una parte me alegra que se involucre de esta forma con nuestro teatro, y su presencia, tanto en el escenario como en el foso, es garantía de que pueda atraerse a artistas de cierta calidad, además de conllevar un importante tirón de público. Pero creo que es evidente que su labor como director de esta orquesta deja bastante que desear.

Y es que si algo se echó de menos fue precisamente una labor de dirección, de control del desarrollo musical de la obra. Hubo notables desajustes de coordinación entre foso y escenario, ante un Domingo que marcó poquísimas entradas y permanecía todo el tiempo con la cabeza metida en la partitura, como si fuese una pantalla en la que estuviesen retransmitiendo un partido del Real Madrid. Eso sí, hizo todas las paradinhaspertinentes para intentar que el público se arrancase a aplaudir.

Su lectura de esta página pucciniana estuvo además carente de alma. Fueron poquísimas las ocasiones en las que la emoción llegó a la platea y, lo que es peor, en las que la orquesta ofreció ese sonido suntuoso y mágico que le es habitual: apenas en el dúo del segundo acto (aunque a todo volumen tapando a los cantantes), en la segunda mitad del tercer acto y en el intermedio entre los actos segundo y tercero, si bien en esta ocasión con una lectura del mismo blanda y carente de matices.

Nada hay que reprochar a los solistas de la Orquestra de la Comunitat Valenciana, con unos violines mágicos y una cuerda grave gloriosa, destacando las violas y el violonchelo de Rafal Jezierski; o unas excelentes intervenciones de Pierre Antoine Escoffier al oboe.

También debe alabarse especialmente, una vez más, el espléndido rendimiento del Cor de la Generalitat. Es de destacar su trabajo en una página tan complicada vocal y escénicamente como ese primer acto, sobre todo careciendo de un director en el foso que marcase entradas; imponente se mostró en el tercero y bellísima fue la intervención de las madrigalistas en el segundo, con una delicadeza que sí hizo brotar la emoción en la sala.

En el apartado solista reconozco que salí algo defraudado. Esperaba bastante más de la pareja protagonista y, aunque la cosa no fuese tampoco un desastre, no contribuyeron a caldear el gélido ambiente.

La uruguaya María José Siri tiene un instrumento de indudable valía, con una voz con cuerpo, muy homogénea y de bello timbre lírico. Fue claramente de menos a más. En el primer acto anduvo reservona y no resultaba muy creíble en el papel. Mejoró bastante en los siguientes, mostrándose poderosa en el registro agudo, aunque a veces se acusasen ciertas destemplanzas. Menos contundencia presentó en la zona grave, donde quedó inaudible en muchas intervenciones, pero al menos la voz mostró homogeneidad e incluso apuntó algunos reguladores y matices de bella factura. Lástima que tampoco consiguiera transmitir mucha emoción con su canto, y en “sola, perduta, abbandonata”más que “quiero morir” parece que estuviese diciendo “quiero otra de calamares, camarero, si me hace usted el favor”.

Menos me gustó el Des Grieux que compuso el portorriqueño Rafael Dávila. Todo su activo se fundamenta en un agudo luminoso y potente donde la voz brilla con suficiencia, pero el manejo del instrumento es tosco, con una línea de canto inexistente, el registro grave ausente y, sobre todo, si cuestionaba antes la expresividad de Siri, la de Dávila no supera a la de un salmonete congelado.

El Lescautanunciado originariamente, Gabriele Viviani, parece que no llegó ni a pisar Valencia y, en su lugar, ha cantado el barítono del Centre de Perfeccionament, Germán Olvera. Es evidente que tiene camino todavía por recorrer. Le faltó contundencia vocal y en los ascensos al agudo recurrió a algún grito, forzando una voz que se le iba.

Estupendo, por el contrario, estuvo el Geronte elegido para la ocasión. Aunque pretendió engañarnos saliendo disfrazado de mamarracho, con peluca y floreadas medias y bailando minués, era el mismísimo Hundingde La Valquiria… El danés Stephen Milling volvió a dar una lección de poderío vocal que compenso su escasa italianitá.

Del Edmondode Matthew Peña poco puedo decir, ya que con semejante técnica de emisión y al no tener mi entrada ubicada en su píloro no le oí ni una nota, aunque su comportamiento en escena fue positivo. Al igual que el de Mariam Battistelli, solista en el madrigal, que se movió con gracia y lució una bonita voz, pero con tendencia a desafinar.

Muy correctos el resto de comprimarios, entre los que destaco la breve, pero siempre eficaz, intervención del veterano Luigi Roni.

En una noche en la que hacía un frío para chuparse los dedos, las bajas temperaturas parecieron contagiarse a un público al que ni las paradinhas de Domingo conseguían arrancar más que algunos pocos aplausos. Al terminar la representación hubo tibias muestras de aprobación para todos los participantes, incluyendo la dirección escénica, pero sin mucho entusiasmo. Al final, Domingoprácticamente se quedó solo haciendo aspavientos saludadores mientras la platea casi se había vaciado.

Pese a todos los reparos que he hecho, pienso que no se debe desaprovechar la ocasión de acudir a disfrutar la música de Puccini en una función de ópera de buen nivel, con una orquesta y un coro que sobreviven a la batuta, y donde estoy convencido de que en futuras funciones se irá mejorando el engranaje general.

Voy a ir terminando porque, después de llevar tanto tiempo sin escribir, me estoy alargando demasiado, pero no quisiera finalizar sin mostrar hoy mi público reconocimiento a todos los trabajadores del Palau de les Arts. Que se siga pudiendo representar ópera de primer nivel, se debe también en gran medida a los que nunca salen a recibir aplausos. Y, ahora más que nunca, tiene un mérito increíble, tras haber padecido un ERE traumático que ha dejado sin empleo a algunos compañeros y ha obligado a los que se han quedado a hacer su trabajo y el de los que no están. Incluso en las circunstancias más penosas o tristes, como ha sido en este caso la muerte de María José Anderica.

Vaya desde aquí mi recuerdo para ella, mi condolencia para sus allegados y mi agradecimiento a todos los compañeros que con su esfuerzo diario hacen posible que este proyecto siga adelante.