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lunes, 2 de abril de 2012

"TOSCA" (Giacomo Puccini) - Palau de les Arts - 01/04/12


Por mucha crisis que haya y aunque “Tosca” sea siempre un título de los que tienen garantizado un tirón popular, no considero que tenga mucho sentido reponer una producción cuando apenas han transcurrido diez meses desde su estreno, sobre todo si tampoco la dirección escénica era como para tirar cohetes y más aún si, como ocurrió ayer, los resultados musicales son mucho peores.

Después de haber asistido el día anterior a una extraordinaria “Thaïs”, tanto en el plano escénico, como en el musical y vocal, esta “Tosca” me ha defraudado enormemente. La dirección de escena no me gustó ya el año pasado, la musical de Omer Wellber está a años luz del trabajo de Zubin Mehta y sustituir en el papel de Scarpia a Bryn Terfel por Marco Vratogna es como cambiar a Messi por el cojo Manteca. Pero vayamos por partes.

Esta coproducción de Les Arts con la Fundación del Festival Puccini de Torre del Lago, la Ópera de Montecarlo y el Teatro Regio de Turín, cuenta con la dirección escénica ideada por Jean-Louis Grinda que ya tuve ocasión de comentar con motivo de su estreno en el Festival del Mediterrani del pasado año, por lo que a aquella crónica me remito (podéis leerla aquí) y poco más tengo que decir, salvo reiterarme en lo poco que me gustó. Me sigue pareciendo una demostración de absoluta falta de ideas que lo único que hace es llevar a cabo un planteamiento muy clásico con una escenografía pobre y absurda y una vulgar dirección de actores. Para colmo, hubo un problema en el tercer acto con la bajada de la escenografía, que parece que se quedó enganchada, haciendo un ruido horroroso.

La dirección musical de Omer Wellber no me ha gustado. Ya hace tiempo que vengo diciendo que, conforme le voy viendo dirigir más funciones, más se asienta mi sensación de que no es el genio que nos quisieron vender. La principal reacción que me suele provocar siempre el director israelí es la de desconcierto y ayer no fue una excepción. Su lectura de la genial página pucciniana me pareció superficial y, en apariencia al menos, caprichosa. Sus tiempos fueron lentísimos, pero, junto a estas ralentizaciones que rozaban lo exasperante, introducía unas extrañas aceleraciones sin sentido, todo ello adornado con una gestualidad desbocada, más propia, como decía mi amiga Assai, de un conductor de cuádrigas que de un director de orquesta.

Lo malo es que toda esta exageración no se tradujo en la más mínima emoción. En los pasajes más intensamente dramáticos la dirección resultó plana, con una falta absoluta de tensión y en ningún momento logró, a mi juicio, crear la atmósfera precisa. Si acaso sólo salvaría el inicio del tercer acto. Para empeorar las cosas no se privó de toques efectistas, como las paradinhas estratégicas para provocar el aplauso a los cantantes, y nos castigó con un altísimo volumen que, junto a los vozarrones de Jorge De León y Oksana Dyka, hacían, con toda seguridad, la función audible desde el exterior. Fueron evidentes también numerosos desajustes y claras descompensaciones, culminando una noche para el olvido, en la que, tener tan presente la dirección de Zubin Mehta del año pasado, hizo mucho más cruel y sangrante la comparación.

La Orquesta de la Comunitat Valenciana, con esta dirección, no pudo brillar como de costumbre. Esos desajustes que ya he mencionado antes, posiblemente indiquen la falta de rodaje con un director que, según me han comentado, no se ha caracterizado precisamente por los ensayos en esta “Tosca”. Pese a todo, la calidad de los músicos es incuestionable y durante toda la noche destacaron las intervenciones del clarinete de Tamás Massànyi y la sensacional actuación en el tercer acto de los cellos de Guiorgui Anichenko y Arne Neckelmann.

Buenas prestaciones tanto del Coro de la Generalitat como de la Escolania de la Mare de Déu dels Desemparats, aunque también se apreciasen algunos desajustes con el foso y el Tedeum no resultase tan lucido como siempre se espera, debido a los tiempos marcados por Wellber y al deficiente Scarpia de Marco Vratogna. Me volvió a llamar la atención en los saludos finales la ausencia del director del Coro de la Generalitat, Francesc Perales.

Lo mejor de la noche vino de la mano de Jorge de León como Cavaradossi. Ya sabemos que el tenor tinerfeño tiene un centro a veces oscilante e inestable y alguna puntual desafinación, pero sus agudos son brillantes y auténticos cañonazos, y su entrega en escena es irreprochable, así como su valentía a la hora de abordar por derecho cualquier obstáculo de la partitura con absoluta convicción. Hizo gala de un fraseo intencionado y lleno de expresividad, y de buen control del fiato. En “Recondita Armonia” entró un tanto frío, asomando un feo vibrato inicial, pero resolvió la página con brillantez, con gran musicalidad y unos agudos espectaculares, obteniendo la primera ovación de la noche. Aunque eso no sería nada para su culminación de un “E lucevan le stelle…” muy meritorio, donde tuvo que lidiar con el tempo lentísimo que imprimió Wellber, y donde tan sólo se echó de menos una mayor capacidad de matización, que fue premiado con un torrente de bravos y unos larguísimos aplausos que me hicieron incluso pensar que se fuera a producir un bis que hubiera sido un premio excesivo.

La Tosca de Oksana Dyka, como ya ocurriese en el estreno, resultó más fría que una bolsa de menestra congelada. Sigue sin apenas regular intensidades y se limita a dar rienda suelta a su enorme y potente voz, pero sin llegar a transmitir ninguna emoción. Su fraseo es abrupto y chillón, y el “Vissi d’arte” que se marcó me pareció bastante penoso, pura rutina sin el más mínimo matiz. En frases clave para sacar toda la fuerza del personaje, como “Questo è il bacio di Tosca!” o “E avanti a lui tremava tutta Roma!”, parecía que estuviese leyendo el precio de los pepinos.

La guinda la puso el Scarpia compuesto por Marco Vratogna, con su característica voz fea, opaca y de emisión sucia con la que nos obsequió cantando de forma tosca, a empujones, arrastrando la voz. Toda la perversidad de Scarpia que transmitía Bryn Terfel con un simple gesto de su ceja, aquí estaba ausente; la única maldad que se vislumbraba era lo malo que es el propio Vratogna cantando. Bueno, cantando y actuando, porque el tío se plantaba estático, mirando el patio de butacas cual clik de Famobil y con eso ya estaba bien. Ni siquiera supo simular que escribía el salvoconducto, limitándose a echar rayotes. Estoy seguro de que si a Cavaradossi, en lugar de llevárselo a la cámara de tortura, le dejan en la habitación de Scarpia con Vratogna cantándole a la orejita, confiesa hasta haber matado a Manolete. Su “Non mi vendo a prezzo di moneta” fue horroroso, plano e inaudible. Lo mejor que hizo en toda la noche fue morirse, aunque, para desconsuelo de algunos, sólo estaba fingiendo. Pese a todo lo dicho, lo cual demuestra que no tengo ni idea, fue ovacionado en los saludos finales e incluso hubo algún cachondo que le braveó.

Del resto del reparto merece destacarse el buen Sacristan de Fabio Previati y Gianluca Buratto como Carcelero. Bien estuvo también el niño José Escorihuela. Angelotti fue el bajo finlandés Mika Kares quien, como siempre, le pone mucha intención, pero esa voz de emisión cuasi anal, no acaba de convencerme.

Al final, encendidos aplausos para todos los intervinientes, incluidos Wellber y Vratogna, con una ovación larga y ensordecedora para el tenor Jorge de León, esta sí más coincidente con mi criterio.

Una vez más la sala principal de Les Arts presentaba demasiados huecos para tratarse de un estreno en día festivo y con una ópera popular como “Tosca”. Hasta los que se creen VIPs fueron muchos menos que en otras ocasiones, apenas la Consellera de Cultura, el presidente del Consejo Jurídico Consultivo, pelotas varios y algún engominado ex Secretario Autonómico recientemente cesado. Nada que ver con el oropel de la “Thaïs” del sábado, con el President Fabra y la Infanta doña Pilar a la cabeza. Es lo que tiene que cante Plácido Domingo.

Por cierto, ahora sólo queda esperar a ver si Domingo consigue mejorar la dirección de Wellber en las últimas funciones. A priori me hubiera atrevido a apostar que no, pero después de lo escuchado ayer, todo es posible.

Aquí podéis leer también la siempre interesante y fundamentada crónica de Maac.

martes, 14 de junio de 2011

CRÓNICA DE LA ÚLTIMA "TOSCA". CAVARADOSSI ES TINERFEÑO.

Anoche fue también otra jornada para recordar en el Palau de les Arts. Había una gran expectación por presenciar el debut absoluto del tenor tinerfeño Jorge de León en el papel de Mario Cavaradossi, en la última de las funciones de “Tosca”, de Giacomo Puccini, que se han representado en el recinto valenciano dentro del IV Festival del Mediterrani. Además, el debutante contaba con el aliciente de saber que su interpretación se retransmitía en directo a 57 ciudades europeas.

El teatro se encontraba lleno y, pese a ser lunes, registraba una numerosa presencia de público de fuera de Valencia. Entre los asistentes pudimos ver a otro grandísimo joven tenor canario, Celso Albelo, amigo personal de De León y reciente compañero de Oksana Dyka en “I Pagliacci” en la Scala.

Y, desde luego, se iría contento Albelo, porque el amigo De León compuso un Cavaradossi extraordinario. Parecía mentira que este hombre estuviese anoche debutando el papel y lo hiciese tan bien como lo hizo. No quiere esto decir que haya alcanzado la perfección y que no existan cosas que pulir, pero oído lo oído ayer no parece atrevido afirmar que De León puede hacer de este papel, que se acopla perfectamente a su vocalidad, uno de sus referentes.

Ya en el aria de entrada de Mario, la celebérrima “Recondita Armonia”, pudimos comprobar que la noche se presentaba mejor que bien. Jorge de León apareció en escena quizás con el centro algo tremolante todavía, pero enseguida calentó la voz, sacó el potentísimo caudal que le caracteriza y en cuanto entró en la zona aguda deslumbró por la belleza de su emisión, su brillantez y mordiente, ofreciendo una interpretación apasionada, auténtica, cargada de emoción, y donde la exhibición de fiato en los agudos finales fue realmente espectacular.

Impresionante fue también su “Vittoria” y majestuoso el “La vita mi costasse”, auténticos cañonazos de una claridad, ortodoxia y limpieza mayúsculas, en los que costaba contenerse para no interrumpir la representación braveando a tan valiente tenorazo.

En momentos como ‘O dolci mani’ su canto es quizás menos delicado de lo requerido, pero la belleza y autenticidad de su interpretación compensa cualquier reproche. Su voz además, tal y como presuponía, se complementaba mucho mejor con la de Dyka que la de Marcelo Álvarez en las funciones anteriores.

Y en ‘E lucevan le stelle…’ puso el teatro patas arriba. Fue precisamente ésta el aria con la que Jorge de León ganó en 2004 el Concurso Internacional de Canto Julián Gayarre y lanzó definitivamente su carrera operística. La versión que ayer ofreció el tinerfeño de la inmortal aria de Puccini fue muy distinta de la que pudimos escuchar días atrás a Marcelo Álvarez, pero no menos convincente. Si el argentino optó por la delicadeza en el fraseo y la abundancia de matices, De León aportó una visión de la página hondamente sentida, desgarrada, apasionada y vehemente, luciendo todo su poderío vocal y belleza tímbrica deslumbrante. Al finalizar el aria, una larga y sonora ovación, con unánimes bravos, premió la emocionante interpretación que nos regaló De León, y un cariñoso y muy audible “Gracias, niño” le fue dedicado desde el cuarto piso del teatro por su amigo Celso Albelo.

Como decía antes, lo más sorprendente es el altísimo nivel mostrado ayer por De León tratándose de un debut en un papel no precisamente cómodo. Y, sobre todo, es muy esperanzador ver cómo su carrera de tenor spinto se sigue consolidando y cómo se puede apreciar que su canto evoluciona a mejor en cada nueva visita que nos hace. Esperemos que siga así.

En cuanto al resto de aspectos de la representación, poco más hay que decir respecto a lo ya comentado en mi anterior crónica y que no voy a reiterar. La dirección escénica de Jean-Louis Grinda me sigue sin gustar. Oksana Dyka reconozco que ha evolucionado a mejor desde el estreno, y en el ‘Vissi d’Arte’ intentó incluso regular un poquito, pero me sigue pareciendo fría y poco expresiva.

Bryn Terfel, en su línea, compuso un Scarpia extraordinario, odioso y malvado, dramáticamente inmejorable, y que en pleno acoso lujurioso a Tosca tuvo el gesto ‘Torrente’, que no le vi en días anteriores, de oler con rijosa avidez el manto de la diva.

En la orquesta, sabiamente dirigida por Zubin Mehta, y que en general estuvo espléndida toda la noche, se produjo sin embargo una importante pifia al sonar el cañonazo del Castel Sant’Angelo, momento en que algunos músicos adelantaron su entrada arrastrando a parte de sus compañeros, aunque inmediatamente Mehta tomó las riendas y el asunto no fue a mayores.

Al finalizar, el público puesto en pie ovacionó y braveo ruidosamente a todos los intérpretes, viniéndose el teatro abajo al saludar el debutante Jorge de León, a quien se le veía enormemente emocionado.

El típico payaso de turno no faltó a su cita y, en lo que ya se está convirtiendo en una estúpida costumbre cada vez que se representa alguna ópera del compositor de Lucca, lanzó su desafinado y extemporáneo ‘Viva Puccini’ al finalizar ‘E lucevan le stelle…’ Como sigan estas modas exhibicionistas, dentro de nada nos vemos a Jimmy Jump en pelotas en el escenario con peluca mozartiana (aunque como me diría mi amiga Mime: “no des ideas”).

Los rumores sobre la temporada 2011-2012 en Les Arts eran tema de conversación ayer entre los aficionados y fuentes bastante fiables me confirmaron que volveremos a tener la oportunidad de escuchar a Jorge de León el año que viene varias veces: en la reposición en abril de esta “Tosca”, donde alternaría reparto nuevamente con Marcelo Álvarez, y posiblemente con dirección musical de Plácido Domingo; en “El Cid” de Massenet; y en un apetecible “Il Trovatore”. A este paso se va a convertir en el tenor oficial de la casa. Lo cual no sería precisamente una mala noticia.

También me comentaron, aunque no acabe yo de creérmelo, que podremos disfrutar de “Thaïs” de Massenet, con Celso Albelo en el papel de Nicias y Plácido Domingo como Athanaël, un rol de barítono, y que se estaban ultimando gestiones para que la protagonista femenina fuese Renée Fleming.

Si todo esto finalmente se confirma, soy capaz de contratar al bobo del grito pucciniano para que durante todas las funciones de la temporada próxima entone un ‘Viiva Heeelgaa’ de mis partes.

Os recomiendo leer la estupenda crónica de la función que ha escrito Papagena.

domingo, 29 de mayo de 2011

"TOSCA" (Giacomo Puccini) - Palau de les Arts - 28/05/11

Se dio ayer el pistoletazo de salida a una nueva edición del Festival del Mediterrani, la cuarta, con el estreno de una ópera emblemática del repertorio como es “Tosca” de Giacomo Puccini.

A pesar de la coincidencia con final futbolera de Champions, hubo lleno absoluto en el Palau de les Arts, con presencia de los fieles aficionados de siempre, mucho novato, bastante público extranjero y, por supuesto, faranduleo y politiqueo, aunque en menor medida que en otros estrenos pese a la popularidad del título, posiblemente debido al fútbol y a que ya habían pasado las elecciones y algunos imputados ya no necesitaban disimular fingiéndose cultos para arañar votos.

Esta “Tosca” estrenada ayer es una nueva coproducción de Les Arts con la Fundación del Festival Puccini de Torre del Lago, la Ópera de Montecarlo y el Teatro Regio de Turín, que ha contado con la dirección escénica de Jean-Louis Grinda y musical de Zubin Mehta.

Jean-Louis Grinda ha declarado con motivo del estreno que su intención era presentar la historia que vive Floria Tosca “como la de un ángel caído que se plantea la pregunta ¿cómo he podido llegar a esto?”. Para ello, introduce la historia con unas imágenes proyectadas donde se ve a Tosca saltando al vacío desde el Castel Sant’Angelo y en su caída, a modo de flashback, va recordando todo lo ocurrido para haber llegado a ese punto, comenzando en ese momento la ópera. La misma proyección cerrará la función con los últimos compases de la partitura.

Estéticamente estas imágenes resultaban atractivas e impactantes y facilitaban la resolución del momento del suicidio, aunque el planteamiento de la trama como un flashback no creo que aporte absolutamente nada, además de que narrativamente sería un flashback tramposo al no respetar el punto de vista, mostrándose escenas que Tosca no podría recordar por no estar presente.

La propuesta de Jean-Louis Grinda, en general, me pareció fallida. Es enormemente clásica en cuanto a su concepción, vestuario y desarrollo, pero parece que se le haya querido dar un barniz de ‘modernidad’ con una escenografía caracterizada por un extremo minimalismo. Pero en este caso, más que minimalismo conceptual, daba la impresión de ser minimalismo ahorrativo, porque allí profundidad de concepto o introspección psicológica no había por ningún lado.

Escenográficamente cercana al todo a cien, me pareció nefasto el primer acto, casi digno de Carlos Saura; no me desagrado del todo el segundo, gustándome la proyección del lienzo de Tintoretto “Tarquino y Lucrecia” (según me apuntó un amigo) en el momento en que Scarpia se va poniendo más calentorrete; y del tercero sólo salvaría el interesante efecto de la sombra del ángel que culmina Sant’Angelo.

En cuanto a la dirección de actores, fue tremendamente elemental y previsible. Aquí se contó con la ventaja de tener a un gran animal escénico como es Bryn Terfel, que él solo se come el escenario. Aunque se compensaba con una sosa Dyka y un Marcelo Álvarez que, siendo benévolos, diremos que no es precisamente Marlon Brando el hombre, con lo que, excepto a Terfel, la verdad es que a la mayoría de intérpretes se les veía un tanto perdidos por la escena.

Tan sólo hubo algunos detalles aislados ‘innovadores’ en la propuesta de Grinda, pero sin que aportasen nada al drama, como que al final del segundo acto el manto se quede enganchado en la mesa, lo cual provocaba risas y cuchicheos en un momento especialmente dramático, por dar la apariencia de que pudiera ser un accidente escénico fortuito. Tampoco me gustó el detalle pandilleril de que Scarpia le meta un golpe con la frente a Cavaradossi después del grito “Vittoria, Vittoria” del segundo acto. Sí me pareció acertado sin embargo que Scarpia finalice el primer acto arrodillándose y besando la mano del Cardenal; pero que inmediatamente después acabe arrojando las flores de Tosca al aire, lo considero una majadería imperdonable, completamente contraria al personaje. Ya sólo faltaba que le hubieran vestido de Locomía.

La iluminación de Roberto Venturi tampoco aportó nada a una dirección escénica que pretende ser moderna, pero que se quedó en previsible y anodina.

En lo musical, la dirección del maestro Zubin Mehta suscitó comentarios para todos los gustos. A mí me gustó bastante. Como suele ser habitual en el director indio, no hizo una lectura especialmente genial o innovadora, pero sí muy correcta y con algunos detalles de muy buen gusto. Condujo Mehta la orquesta con batuta firme, manteniendo una pulsión dramática muy destacable, sobre todo en un segundo acto estupendo. Mimó a los cantantes con especial cuidado, pero sin que en ningún momento mermase la tensión requerida por la partitura.

Es cierto que hubo algunos desajustes en la Orquestra de la Comunitat Valenciana, como ya viene siendo habitual los días de estreno, pero yo no percibí que fuesen de tanta envergadura como algunos amigos me comentaban a la salida. En sus intervenciones solistas destacaron clarinete y concertino; y me pareció que tuvieron una noche especialmente inspirada los metales.

El Cor de la Generalitat Valenciana estuvo soberbio en su pequeña pero crucial participación, e igualmente positiva fue la intervención de los niños de la Escolanía de la Mare de Déu dels Desamparats.

Entre los solistas vocales hubo un poco de todo.

Marcelo Álvarez no sólo no nos regaló una de sus temidas espantás de divo caprichoso, sino que para mí fue el gran triunfador de la noche. De entrada el argentino sorprendió favorablemente por su imagen, habiendo perdido bastante peso desde aquel Don José orondísimo y charcutero del año pasado. Vocalmente su Cavaradossi estuvo plagado de matices y lucimiento canoro, llevando a cabo todo un recital de pianissimos y filados, casi excesivos, haciendo que por momentos yo me acordase del gran Miguel Fleta (admítase la herejía), aunque es cierto que pecaban de poco volumen. Su dicción fue perfecta y el fraseo bellísimo y estilísticamente impecable. Se mostró segurísimo toda la noche en la zona aguda, aunque en ocasiones tendiese a irse la voz un tanto atrás, y nos obsequió con unos “Vittoria, Vittoria” ajustados y larguísimos, y un ‘E lucevan le stelle…’ francamente emocionante.

El galés Bryn Terfel dibujó un Scarpia estupendo. Siniestro, rijoso y malvado hasta el tuétano. Gran parte de su éxito se basa en su enorme talento escénico que, incluso con direcciones escénicas tan planas como la de Grinda, le permite llevar a cabo actuaciones dramáticas memorables. Su voz flexible, de centro bellísimo y poderoso, brilló más en el segundo acto que en el primero, donde pareció comenzar un poco frío, con algún problema de proyección y con demasiados empujones de la voz, como si le costase encontrar el apoyo natural de la misma. El mejor momento del galés fue el monólogo “Non mi vendo a prezzo di moneta”, donde su cuidado e intencionado fraseo y la fuerza dramática de su interpretación hizo que la emoción se adueñase definitivamente de la sala.

La soprano Oksana Dyka, que nos sorprendió muy favorablemente a todos el año pasado en “Madama Butterfly”, no me convenció nada como Tosca. Ya desde su primer “Mario, Mario” me dio la impresión, que se mantendría toda la noche, de que estábamos escuchando a Cio-Cio-San cantando "Tosca". Y también supe que, pese a que a mí no me estaba gustando, sería muy aplaudida al final. Y es que la ucraniana tiene una voz muy rica en armónicos, de agradable timbre y enorme volumen, que se mueve además con solvencia por la zona aguda, todo lo cual suele ser en Les Arts sinónimo de éxito garantizado.

Pero por el contrario, Dyka fue una Tosca, permítaseme el fácil chiste, muy tosca. Su fraseo fue duro, totalmente exento de legato y muy plano. Tuvo una nula capacidad de matización y de acento dramático, y la frialdad y la brusquedad fueron características de su interpretación. En la escena de la tortura dio un importante recital de gritos y el momento siempre esperado del “Vissi d’arte” resultó gélido y falto de elegancia, delicadeza y emoción, no siendo capaz ni de intentar un solo piano, así que, en lugar de transmitirnos el pesar y frustración de la protagonista, parecía que estuviera haciendo el pedido a la cocina del Burger King. Y su “Questo è il bacio di Tosca!” fue, además de inaudible, tan rutinario como un “Chicas, que ha llegado el afilador”.

Todos los comprimarios estuvieron en un nivel más que correcto, gustándome especialmente el Sacristán que compuso el barítono veneciano Fabio Previati.

Al final hubo fuertes aplausos para todos, incluida la dirección de escena, aunque aquí se escucharon tres o cuatro tímidos intentos muy aislados de abucheo. La anécdota de la noche la firmó Zubin Mehta al hacer callar al público durante la ovación final para anunciar el resultado del partido de fútbol, originando el desconsuelo de Bryn Terfel, supporter declarado del Man United, y el alborozo de uno de los miembros de la orquesta (creo que un fagot) que ondeó jubiloso una camiseta del Barça.

Ese es el poder del fútbol, seguro que a la inversa no ocurrirá nunca. La megafonía del Camp Nou anunciando: “Atención: En el Liceu, gallo de Vittorio Grigolo en ‘Che gelida manina’, abucheos a la escena y bravos para Netrebko”.

Os recomiendo leer también las crónicas de los amigos Maac y FLV-M.

ACTUALIZACIÓN A 05/06/11:
Anoche estuve viendo de nuevo esta "Tosca" y hubo algunas cosas que me gustaría comentar.

Lo primero que me llamó la atención fue que dos de las cosas que yo había criticado de la puesta en escena se han cambiado. Afortunadamente, Scarpia ya no finaliza el primer acto tirando las flores al aire con un amaneramiento impropio del personaje, sino que ahora las arroja hacia un lado, con rabia, quedándose con una en la mano que simboliza a esa Tosca a la que piensa hacer suya. Lo que podéis ver en este video del final del primer acto grabado en la función del día 31:


video de MrsTLeighton


La otra variación, también para mejor, es que al final del segundo acto ya no se queda el manto enganchado en la mesa, sino atrapado bajo el cadáver de Scarpia.

En el apartado musical, la orquesta estuvo excelente, mucho mejor acoplada que en el estreno; Marcelo Álvarez me gustó menos, sobre todo en el primer acto, con pianos inaudibles y corriéndole poco la voz; Oksana Dyka estuvo mejor que en el estreno aunque su "Vissi d'Arte" me siguió pareciendo muy flojo; y Bryn Terfel, sensacional de principio a fin.