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lunes, 27 de enero de 2014

"LA GRAN BELLEZA". PUES ESO MISMO

Hace unos días me encontré con un amigo que me dijo haberse sorprendido al entrar en mi blog y comprobar que no había escrito todavía nada sobre la película dirigida por Paolo Sorrentino, La grande belleza (La gran belleza), ya que, tanto por el poder visual de sus imágenes, como por la música que se puede escuchar en la misma, consideraba que no habría podido resistirme a hacer alguna reseña en esta página. La explicación de esa omisión, como le dije a él, es sencilla, no había tenido ocasión de ver la película.
 
Bueno, pues ayer finalmente pude acercarme al cine a ver La gran belleza y aquí estoy ahora dedicándole este post, no sólo por la velada petición de mi amigo, sino porque realmente salí entusiasmado, absolutamente conmocionado por una obra maestra de 140 minutos que se me hicieron cortísimos y, si hubiese empezado otra sesión a continuación, no me hubiese importado haber vuelto a entrar en la sala.

Hacía mucho tiempo que no me encontraba con una obra cinematográfica visualmente tan hermosa y que, a la vez, contuviese una reflexión tan lúcida, irónica, cínica y demoledora, como la de la cinta de Sorrentino, sobre una sociedad romana vacua y decadente, no tan alejada de la que nos rodea a cualquiera de nosotros y que es diseccionada de forma descarnada y cruel, sin prisioneros.

Es difícil explicar qué nos cuenta este desgarrador poema visual que es La gran belleza. O quizás demasiado sencillo. Jep Gambardella (Toni Servillo), un periodista y escritor de una única novela de culto, reflexiona a sus 65 años recién cumplidos, permanente cigarrillo en  la boca y copa en la mano, sobre su frívola y banal existencia en la que ha llegado a ser el rey de los mundanos y decide que ha llegado a un punto en el que ya no va a hacer más que aquello que quiera hacer. Destello de lucidez en medio del infierno, conciencia de la trágica inconsistencia de la vida, donde los pocos sentimientos auténticos que surgen nos deslumbran como fogonazos en la noche, en medio de un desfile de patéticos personajes tan repulsivos y humanos como cualquiera de nosotros (aunque con más bótox).

Es imposible no traer a la memoria al maestro Federico Fellini y su Dolce Vita o su Roma, alusiones expresas a las cuales se vislumbran a lo largo de un metraje en el que es complicado no quedar hechizado por sus imágenes fascinantes, como las vistas desde la terraza del protagonista frente al Coliseo, el recorrido nocturno a la luz de las velas por los palacios romanos, los paseos al amanecer por las callejuelas casi desiertas, la mágica aparición de Fanny Ardant en la solitaria madrugada o ese largo plano final sobre las aguas del Tíber.  

La película cuenta con algunos pilares fundamentales, el primero de los cuales es la espléndida labor de dirección de Sorrentino, sus mágicos encuadres, los estudiados movimientos de cámara y su peculiar estilo narrativo. Otro sería la deslumbrante fotografía, que nos presenta a una ciudad de Roma que pocas veces ha lucido más bella en una pantalla. Y no menos importante resulta la labor inconmensurable de Toni Servillo, actor fetiche del director napolitano y presente en todos sus trabajos, cuyo Jep Gambardella merece entrar por la puerta grande en la galería de inolvidables personajes del cine italiano.

Conforme voy escribiendo más en el blog, aumenta mi sensación de que me repito más que un bocata de pepino y que siempre estoy diciendo las mismas cosas, pero es que hay algunas que creo necesario reiterar, como que esta película es, una más, de las que sería un crimen no visionarlas en versión original y disfrutar de la riqueza y dobles sentidos de la lengua italiana y de los matices y acentos que impone Servillo en su soberbia actuación.

Y, por último, como suele ser costumbre en esta casa, quisiera hacer una referencia a la música que se puede escuchar en la película. La banda sonora original corre a cargo de Lele Marchitelli y está excelentemente utilizada, apostillando, con eficacia y mesura, el hipnótico, y en ocasiones desbordante, torrente visual que ofrece Sorrentino en cada plano. Pero junto a ese trabajo original de Marchitelli, hay algunas apariciones de conocidos (unos más que otros) fragmentos musicales que quiero traer hoy al blog. Obviaré el espeluznante Mueve la colita o las versiones de Rafaella Carra y Carosone que suenan en las fiestas y me centraré en lo que pueda considerarse música, más o menos, clásica.

La película comienza a los sones de I Lie, una obra coral con texto en yiddish, del compositor norteamericano David Lang que fue estrenada en San Francisco en el año 2001 y que podemos escuchar aquí en la interpretación de las voces femeninas del Torino Vocal Ensemble dirigido por Carlo Boccadoro:



Del compositor estonio Arvo Pärt se puede escuchar My Heart's in the Highlands, una pieza compuesta originariamente para órgano y contratenor, con texto del poeta escocés Robert Burns, que fue encargada a Pärt con motivo de los actos de celebración de Avignon como ciudad europea de la cultura en el año 2000. Aquí la traigo en la voz de la soprano danesa Else Torp, acompañada por el organista Christopher Bowers-Broadbent que fue quien la tocó en su estreno (la pieza, no a la soprano):


video de MrTriangleman

Ya sabéis los habituales que Francis Poulenc es uno de mis compositores de cabecera y de él puede identificarse en la película de Sorrentino el primero de sus Tres movimientos perpetuos, una pequeña obra para piano compuesta en 1918, que podemos escuchar en la versión del pianista francés Pascal Rogé:


video de Octavestorm

El compositor polaco Zbigniew Preisner, conocido sobre todo por sus bandas sonoras, estrenó en 1998 la obra “Réquiem para mi amigo”, dedicada póstumamente a la memoria del director de cine Krzysztof Kieslowski, a la cual pertenece este Dies Irae que suena en la película en esta misma versión de Elzbieta Towarnicka:


video de iryiu torr

Otro de los fragmentos musicales que pueden identificarse en La gran belleza es el tercer movimiento de la Sinfonía nº 3 del polaco Henryk Górecki, también conocida como Sinfonía de las Lamentaciones”, compuesta en 1976 para orquesta y soprano y que podemos escuchar a la inglesa Susan Gritton junto a la Royal Philharmonic Orchestra dirigida por Yuri Simonov:


video de hussar2007

También la música del compositor Georges Bizet tiene su espacio en La gran belleza, en este caso con el segundo movimiento de su Sinfonía en Do mayor, compuesta con apenas 17 años, y que podemos escuchar ahora en la interpretación de Leopold Stokowski al frente de su orquesta sinfónica y con Robert Bloom al oboe:


video de adam28xx

El británico John Tavener escribió en 1982 The Lamb, una breve composición coral cuya inspiración parece que le sobrevino en el transcurso de un viaje en coche a Londres y que ahora podemos escuchar al King’s College Choir de Cambridge:


video de britcrit09

Y finalizo con The Beatitudes, una obra del ruso Vladimir Martynov escrita originariamente para coro y adaptada para cuarteto de cuerdas por el  propio compositor, que podemos escuchar al Kronos Quartet:


video de MontseAntares

Y aquí os dejo el tráiler. Si todavía estáis a tiempo de verla yo os recomendaría no perder la oportunidad:


video de IndigoFilmProduzioni

viernes, 29 de marzo de 2013

EL "STABAT MATER" DE FRANCIS POULENC

“El Descendimiento”Roger Van der Weyden – Museo del Prado (Madrid)

Cualquier excusa puede valer para traer de nuevo al blog una de mis obras pictóricas favoritas, como es ese magistral Descendimiento de Van der Weyden, y un poco de buena música. Y en esta ocasión la excusa es perfecta, porque ya ha llegado otra vez la Semana Santa. Torrijas, procesiones, monas de Pascua y películas de romanos a cascoporro, nos vuelven a recordar la ansiada llegada de la primavera.

En el terreno musical, aparte de las Pasiones varias, una de las obras que aparecen puntualmente a su cita con estas fechas es el “Stabat Mater”, en cualquiera de sus múltiples versiones. La secuencia mariana de origen medieval que comienza con las palabras “Estaba la Madre dolorosa junto a la cruz llorando”, ha conocido centenares de adaptaciones musicales y prácticamente no hay compositor que se precie que no tenga su particular versión musicada de esos versos. La más popular, y una de las más bellas, posiblemente sea la que escribió Pergolesi. También son muy célebres las compuestas por Vivaldi, Scarlatti, Haydn, Rossini, Verdi o Dvorak.

Pero hoy la que traigo aquí es la de Francis Poulenc (1899-1963), otro
de los autores que acude también con cierta asiduidad a este blog, y que compuso en 1950 su “Stabat Mater”. Fue la primera obra religiosa con orquesta completa que escribió el compositor francés. El 13 de febrero de 1949 fallecía repentinamente en París su amigo Christian Bérard, famoso diseñador, pintor y escenógrafo, responsable entre otras obras del vestuario y decorados de la mítica película de Jean Cocteau “La Bella y la Bestia” (1945), y una figura enormemente relevante en el mundillo artístico parisino de aquellos años.

Poulenc, profundamente afectado por el suceso, pensó en escribir un Réquiem a su memoria, pero, como él mismo declaró, le pareció “demasiado ostentoso” y optó por componer su propio “Stabat Mater”, como oración para encomendar el alma de su amigo a la Virgen negra de Rocamadour, por la que sentía gran devoción. En apenas dos meses completó Poulenc su obra, escrita para orquesta, coro mixto y soprano solista, y la estrenaría el 13 de junio de 1951 en el Festival de Estrasburgo.

Poulenc divide la obra en doce secciones, otorgando al coro un papel
preeminente, y a lo largo de su desarrollo observamos el gran contraste entre todas ellas, con fragmentos cargados de religiosidad y elevado misticismo, junto a otros de enorme fuerza dramática o incluso algunos que, escuchados de forma independiente, no nos hacen pensar que estamos ante una composición religiosa. En cualquier caso, lo principal es que se trata de una obra de gran belleza, donde Poulenc alcanza un importante grado de madurez compositiva, y cuya línea melódica y depuración estilística ya apunta claramente, y nos recuerda, a su futura obra maestra operística “Diálogos de Carmelitas”, que compondría apenas tres años más tarde.

Pues nada más, aquí os dejo este “Stabat Mater” de Francis Poulenc en una de las escasas versiones completas que circulan por internet y que corre a cargo del Monteverdi Ensemble, el Monteverdichor de Würzburg, la soprano (o lo que sea) Christine Wolff y la dirección de Matthias Beckert, y os deseo a todos/as una muy buena Pascua:


video de MonteverdiChor

lunes, 7 de marzo de 2011

"DIÁLOGOS DE CARMELITAS" Y RECITAL DE VIOLETA URMANA EN EL PALAU DE LA MUSICA DE VALENCIA


Mientras en el Palau de les Arts de Valencia, ayer domingo, Lorin Maazel dirigía la última representación de su inaguantable “1984” coincidiendo con el día de su cumpleaños, en el vecino Palau de la Música hemos podido vivir un fin de semana musical francamente intenso e interesante.

El sábado 5 se ofrecía, en versión concierto, la ópera de Francis Poulenc “Diálogos de Carmelitas”, con la Orquesta de Valencia dirigida por quien fuera su titular años atrás, Miguel Ángel Gómez Martínez. Y al día siguiente nos esperaba un recital de lieder a cargo de Violeta Urmana acompañada al piano por Jan Philip Schulze.

La Orquesta de Valencia parece crecerse últimamente cuando es dirigida por batutas ajenas a su titular Yaron Traub. Así ocurrió en la espléndida 3ª Sinfonía de Mahler que nos brindó recientemente el maestro Frühbeck de Burgos, y de nuevo volvió a pasar el sábado con Miguel Ángel Gómez Martínez dirigiendo con inteligencia y emoción la maravillosa partitura compuesta por Francis Poulenc para su ópera “Diálogos de Carmelitas”, y logrando hacer brillar la gran riqueza orquestal concebida por el compositor francés.

Gómez Martínez, casi siempre dado al desmadre sonoro, cuidó con una pulcritud inusitada los volúmenes de la orquesta en beneficio de los solistas vocales. Logró algunas matizaciones espléndidas en los momentos más líricos, y en el final del primer acto consiguió apagar progresivamente el sonido de la orquesta de forma magistral. El último cuadro de la ópera, posiblemente uno de los finales del género más impactantes, se resolvió con enorme acierto y fuerza dramática, con un extraordinario rendimiento orquestal y del Coro, aunque no me gustó el sonido artificial de la guillotina a través de lo que parecía un sintetizador amplificado.

Los violines, generalmente punto débil de esta orquesta, sonaron con un empaste y calidez desconocidos. Lástima de los perseverantes errores en sus entradas de los metales que tuvieron una noche muy desafortunada.

Fue una pena que la altura del nivel musical ofrecido no encontrase justa correspondencia en un reparto vocal muy irregular.

La soprano valenciana Isabel Monar tuvo que hacer frente al exigente papel de Blanche de la Force. Impecable en el aspecto dramático del personaje, mostró algunas limitaciones en lo vocal y algún fallo de técnica, pero defendió el rol con valentía, yendo de menos a más y siendo el resultado final muy positivo.

La gran triunfadora de la noche, no obstante, fue la mezzosoprano alemana Iris Vermillion, que con su voz oscura, potente y profunda, derrochó autoridad vocal como la Madre Marie.

Me gustó también Kathryn Harries como la anciana Priora Madame de Croissy. Reconozco que su voz está cascadísima, pero al personaje moribundo no le viene mal ese declive vocal y, además, la tremenda fuerza expresiva que exhibió Harries a mí me compensó sobradamente cualquiera de sus carencias.

Más desafortunadas estuvieron Janice Watson, que fue una chillona Madame Lidoine, y la argentina Maria Cristina Kiehr, como Constance, que, pese a que su timbre ligero se adaptaba al personaje, con sus sonidos fijos y gritos convirtió en insoportables sus intervenciones.

Del elenco masculino, sólo se salvaron de la quema el correctísimo Marqués de la Force de Anthony Michaels-Moore y el tenor barcelonés Roger Padullés, como Caballero de la Force, que lució un bellísimo timbre y muchísimo gusto en su canto, destacando especialmente en el dúo del segundo acto con Blanche.

Extraordinario fue el rendimiento de la Coral Catedralicia en sus intervenciones corales, entre cuyos componentes pudimos ver a Irina Ionescu, a quien destaqué recientemente en su pequeña intervención en “1984”, y que aquí apenas pudimos escucharla en una frase en solitario. Más discutible resultó la selección de solistas de dicha agrupación.

El público se hizo notar demasiado por sus deserciones antes de hora y los inconvenientes ruidos que acompañaron en todo momento la representación, culminando con un teléfono móvil que en el tramo final del tercer acto protagonizó unos horrísonos segundos que motivaron incluso un airado gesto del maestro Gómez Martínez.

Aquí podemos ver el final de "Diálogos de Carmelitas" en la producción del Met de 1987, con Jessye Norman como Madame Lidoine y Maria Ewing como Blanche de la Force:


video de tenore23

Al día siguiente, una sala con demasiados huecos para la calidad del espectáculo que se anunciaba, recibió a la lituana Violeta Urmana y al pianista alemán Jan Philip Schulze.

El recital tuvo una primera parte dedicada a Gustav Mahler, con una selección de “Des Knaben Wunderhorn” y los “Rückert Lieder”. Ya desde el principio se pusieron de manifiesto las principales virtudes de la cantante, que nos hizo gozar de una lectura cuidadosa y sentida de las piezas seleccionadas. Su voz extensa, homogénea y uniforme en todos los registros y de generoso volumen, corría con fluidez y potencia, pero siempre sabiamente domada para adaptarse al carácter íntimo que debe caracterizar un recital de este tipo, pese al indudable poderío vocal de la intérprete.

La emoción llegaría con toda su intensidad en los bellísimos “Rückert Lieder”, especialmente en un espléndido “Ich bin der Welt abhanden gekommen”, donde el maravilloso fraseo de Urmana y la intensidad del acompañamiento pianístico, pusieron los pelos de punta de un auditorio que, con la última nota de “Um Mitternacht”, prorrumpió en entusiastas bravos.

La segunda parte del recital se inició con dos canciones de Henry Duparc, “Phydilé” y “Chanson triste”, que la cantante lituana interpretó con una corrección y estilo irreprochables.

Tras esto, afrontó una selección de canciones de Sergei Rachmàninov, llevando a cabo un auténtico alarde de encendida expresividad en “Disonancia” (opus 34, nº 13) y una lección de canto ligado y matizado en “Zdes' khorosho” (Opus 21, nº 7).

Cuando ya parecía que no se podía cantar mejor, llegaron las cuatro canciones de Richard Strauss que componen su opus 27, donde su virtuosismo vocal y altura interpretativa alcanzaron la perfección, brindándonos un “Morgen” majestuoso, arrebatador, donde supo jugar también con los silencios de forma maestra.

El apartado de las propinas comenzó con un electrizante “Der Engel” de los “Wesendonck Lieder” de Richard Wagner, siguió con un espectacular “Zueignung” de Richard Strauss y finalizó con una impresionante “la Mamma Morta” del “Andrea Chénier” de Giordano, donde aquí sí que ya dejó de lado la contención e intimidad, para dar rienda suelta a toda su fuerza vocal y dramática en un auténtico vendaval de emoción que puso la sala patas arriba.

Hay que lamentar que las consabidas prisas de algunos por salir corriendo al primer “chim-pom”, evitaron que continuaran los bises. Habrá que decirles algún día a estos del culo inquieto, que es mentira eso que les deben haber contado de que el último en salir paga a la orquesta y los cantantes. La cosa con la crisis está mal, pero no tanto, hombre.

En cualquier caso, nada pudo privarnos de una noche realmente mágica en la que disfrutamos de la grandeza interpretativa de una artistaza.

Y mientras tanto, en Les Arts, los músicos y el Coro le cantaban el “Cumpleaños Feliz” a Lorin Maazel como despedida.

Para finalizar os dejo con Violeta Urmana cantando "Ich bin der Welt abhanden gekommen" de los "Rückert Lieder" de Gustav Mahler:


video de operazaile

jueves, 28 de octubre de 2010

FRANCIS POULENC Y DENISE DUVAL... Y DOLORES LAHUERTA


El pasado martes tuve la ocasión de asistir a un recital de mélodie que ofreció la soprano valenciana Dolores Lahuerta acompañada por la pianista francesa Laïla Barnat.

Lahuerta es una joven cantante, alumna de Gloria Fabuel, formada en la primera promoción de alumnos del Centre de Perfeccionament Plácido Domingo, a la que ya pude ver el año pasado en el papel de Giulia de “La Scala di Seta”, de Rossini. Ya entonces dije que su voz auguraba una excelente trayectoria, pero
escuchándola el martes afrontando un repertorio siempre difícil de ajustar en estilo como es la mélodie, mi valoración de Lahuerta ha ganado muchísimos enteros.

Supo desgranar el texto con precisión, con una dicción perfecta, que ya querrían muchas ilustres figuras actuales, controlando la emisión de una voz de potente caudal que ajustaba con sutilidad y expresivas inflexiones a los requerimientos de la partitura y, lo que es fundamental, sintiendo y haciendo sentir toda la poesía encerrada en las breves piezas que conformaban este recital dedicado a canciones de Debussy y Poulenc.

Pensaba haberle dedicado un post en exclusiva, pero dada la ausencia de testimonios gráficos y sonoros decidí descartarlo. No obstante, sí quería hacer esta breve reseña al menos, para dejar constancia de una magnífica tarde de música francesa.

El recital finalizó con el ciclo de canciones de Francis Poulenc que lleva por título “La Courte Paille” y me trajo a la memoria la existencia de un video en el que podemos ver al propio compositor francés interpretando
precisamente dos de las canciones del ciclo, acompañando al piano a su cantante preferida y musa, la soprano Denise Duval, quien por cierto el pasado día 23 cumplió 89 años.

“La Courte Paille” fue la última colección de canciones que compuso Poulenc. Basándose libremente en melodías infantiles y con texto de Maurice Carême, poeta belga famoso por sus poesías para niños, Poulenc dedicó el ciclo a Denise Duval para que ésta cantase las canciones a su hijo.

A continuación, podemos ver ese video al que hacía referencia, en el que Poulenc y Duval interpretan dos de las canciones del ciclo: “Les Anges Musiciens” y “Quelle Aventure!”. Independientemente del valor musical de la grabación, tenemos el testimonio de poder escuchar a Poulenc comentando su propia obra y ejecutándola al piano, apreciándose una complicidad evidente entre el compositor y la cantante a quien fue dedicada:



video de fabian1333

Cuando en 1947 Poulenc conoció a Denise Duval, una cantante que venía de actuar en el Folies-Bergère parisino, tuvo muy claro que era la intérprete que buscaba para protagonizar el estreno de su primera ópera, “Les mamelles de Tirésias”. A partir de entonces se iniciaría una fructífera colaboración entre ambos que llevaría a Duval a ser también la protagonista de las otras dos óperas que escribió el compositor, “Diálogos de Carmelitas” (en ésta, en su estreno en Francia, que fue posterior al estreno mundial en italiano en La Scala) y “La Voz Humana”, convirtiéndose en su intérprete referencial.

Contaba el propio Poulenc que la idea de componer una ópera sobre la obra de Jean Cocteau “La Voix Humaine”, surgió durante una estancia en Milán, en la que asistió a una representación operística donde compartían protagonismo Maria Callas y Mario del Monaco. En el momento de los
saludos finales, con ambos cantantes en escena, la Callas empujó a Del Monaco hacia el interior, quedando ella en el centro del escenario recibiendo en solitario la ovación del público. Hervé Dugerdin, editor y amigo de Poulenc que le acompañaba esa noche, medio bromeando le dijo a éste que debería escribir una ópera para la Callas en que ésta fuera la única intérprete, a fin de que pudiese recibir todos los aplausos ella sola sin conflictos, y le sugirió que podría hacer una ópera sobre la obra de Cocteau. Y así parece ser que fue como Poulenc decidió componer “La Voz Humana”, aunque en ningún momento se planteó darle el papel a Maria Callas, sino que siguió confiando en su cantante habitual, Denise Duval, que sería quien finalmente lo estrenaría.

Para finalizar, podemos ver otro video en el que Denise Duval acompañada por Francis Poulenc al piano, interpreta un fragmento de “Diálogos de Carmelitas” y otro de “La Voz Humana”. La voz de Duval, sin disgustarme ni mucho menos, no ha estado nunca entre mis favoritas, pero tengo que reconocer que su dicción y declamación son impecables, así como su capacidad expresiva para transmitir todo el dramatismo del texto. Llega a meterse tan dentro del personaje que acaba enjugándose las lágrimas:



video de donaldcollup

jueves, 30 de julio de 2009

FRANCIS POULENC. Tres canciones


L'Anniversaire - Marc Chagall (1915)

Hoy vuelvo a traer al blog tres canciones francesas, en esta ocasión del gran compositor parisino Francis Poulenc (1899-1963), quien, pese a desarrollar con éxito su actividad en todos los campos de la composición, en el de la “mélodie” es considerado uno de los maestros, sobre todo desde el fallecimiento de Gabriel Fauré (1845-1924), pese a que algunos de sus contemporáneos pensaban que era algo antiguo y carente de interés. El propio Poulenc manifestó: “Me gustaría saber por qué se considera este género pasado de moda. Por el contrario creo que mientras haya poetas podrán componerse canciones”.

La primera canción que quería traer es “Violon”, un tema perteneciente al ciclo de canciones “Fiançailles pour rire”, con textos de la poetisa Louise de Vilmorin. Podemos escucharla en la voz de la soprano Elly Ameling, acompañada al piano por Dalton Baldwyn:


video de AmelingElly

VIOLON (1939)
Couple amoureux accents meconnus
Le violon et son joueur me plaisent.
Ah! J’aime ces gémissements tendus
Sur la corde des malaises.-
Aux accords sur les cordes des pendus
À l’heure où les lois se taisent
Le coeur en forme de fraise
S’offre à l’amour comme un fruit inconnu.
----------------------------------------------------------
Pareja amorosa de acentos desconocidos
el violín y su violinista me cautivan.
¡Ah! Me gustan estos gemidos tensos
en la cuerda del malestar.
Con los acordes en las cuerdas de los ahorcados
a la hora donde las leyes se callan
el corazón en forma de fresa
se ofrece al amor como un fruto desconocido



De nuevo tenemos aquí a la holandesa Elly Ameling, en esta ocasión acompañada al piano por Rudolf Jansen, en una delicada interpretación de "C'est ainsi que tu es”. Se trata de la segunda canción de las tres que componen el ciclo denominado “Métamorphoses”, también sobre poemas de Louise de Vilmorin:


video de Schubert958

“C’EST AINSI QUE TU ES” (1943)
Ta chair, d’ âme mêlée,
Chevelure emmêlée,
Ton pied courant le temps,
Ton ombre qui s’étend
Et murmure à ma tempe.
Voilà, c’est ton portrait,
C’est ainsi que tu es,
Et je veux te l’écrire
Pour que la nuit venue,
Tu puisses croire et dire,
Que je t’ai bien connue
-----------------------------
ASÍ ES COMO TÚ ERES
Tu cuerpo, mezclado de alma,
enredada melena,
Tu pie recorre el tiempo,
Tu sombra que se extiende
y murmura en mis sienes.
Si, este es tu retrato,
así es como tú eres,
y yo quiero escribírtelo
porque la noche se acerca,
para que puedas creer y decir,
que te conozco. (Traducción: Assai)

Por último, podemos escuchar la popular “Les chemins de l’amour”, una preciosa melodía a ritmo de vals (valse chantée) compuesta sobre un poema del dramaturgo Jean Anouilh, en la voz de la francesa Veronique Gens acompañada al piano por Roger Vignoles:



LES CHEMINS DE L’AMOUR (1940)
Les chemins qui vont à la mer
ont gardé de notre passage
des fleurs effeuillées et l'écho sous les arbres
de nos deux rires clairs.
Hélas des jours de bonheur,
radieuses joies envolées,
je vais sans retrouver traces dans mon coeur.
Chemins de mon amour,
je vous cherche toujours.
Chemins perdus, vous n'êtes plus
et vos échos sont sourds.
Chemins du désespoir,
chemins du souvenir,
chemins du premier jour,
divins chemins d'amour.
Si je dois l'oublier un jour,
la vie effaçant toute chose,
je veux dans mon coeur qu'un souvenir repose
plus fort que l'autre amour.
Le souvenir du chemin
Où, tremblante et toute éperdue,
un jour j'ai senti sur moi brûler tes mains.
------------------------------------------------------------
Los caminos que van al mar
han guardado, de nuestro paso
flores deshojadas y el eco, bajo sus árboles,
de nuestra risa clara.
Lejanos días felices,
radiante alegría desvanecida.
Marcho sin encontrar su rastro en mi corazón.
Caminos de mi amor,
os busco todavía.
Caminos perdidos, ya no existís
y vuestros ecos han enmudecido.
Caminos de la desesperanza,
caminos del recuerdo,
caminos del primer día,
Divinos caminos de amor.
Si un día he de olvidarle,
pues al fin la vida todo lo borra,
quiero que en mi corazón un recuerdo permanezca
más fuerte que el otro amor.
El recuerdo del camino
donde, un día
trémula y del todo abandonada,
sentí sobre mí arder tus manos.