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jueves, 15 de octubre de 2009

"CARMEN" (George Bizet) - Royal Opera House - Londres 10/10/09


Tras las intensas emociones vividas el día anterior con la Isolde de Nina Stemme, me dispuse a disfrutar una nueva velada en la Royal Opera House londinense, esta vez con una de las grandes óperas francesas, “Carmen” de Georges Bizet, en la producción de Francesca Zambello que se presentó en 2006 con Jonas Kaufmann y Anna Caterina Antonacci, siendo los protagonistas en esta ocasión mi admirada Elina Garanca y Roberto Alagna.

Gracias al amigo Álvaro tuve además la oportunidad de vivir la experiencia desde una nueva perspectiva que hasta ahora no había experimentado en la ROH, cual fue disfrutar de una localidad de las primeras filas del patio de butacas, lo que posiblemente también condicione algunos de los comentarios que vaya a hacer a continuación.

De entrada, la producción se caracteriza por ser visualmente apabullante. El polo opuesto del minimalismo en blanco y negro del "Tristán" de Christof Loy. La propuesta de Zambello es colorida, vistosa y con un excesivo abigarramiento escénico, con reminiscencias de la comedia musical. Loy no llegaba y Zambello se pasa. Hay una exagerada aglomeración en escena de figurantes, coros y cantantes, y por si eran pocos también aparecen fuentes, acróbatas, asnos y un caballo. Los diseños de Tanya McCallin contribuyen al colorido y realismo de esta puesta en escena de corte clásico, donde se presenta una Sevilla decimonónica y un tanto arquetípica, en tonos ocres, con sus gitanas, guardias civiles y hasta un absurdo paso de Semana Santa de la Virgen Macarena en procesión cerrando el desfile de los toreros.

He de reconocer que me resulta una propuesta atractiva y considero que la dirección de los figurantes y coros está muy trabajada, y toda esa masa se mueve con cierta soltura por el reducido espacio escénico. Otra cosa es la dirección de actores respecto a las voces solistas. También se aprecia que hay detrás un trabajo en ese sentido, aunque bastante simple, sin que se aporte ninguna lectura añadida a los rasgos y motivaciones de los personajes. Sí se agradeció que, por lo general, en los momentos musicalmente más intimistas se procurase vaciar el escenario de gran parte de la distracción visual, centrándose la acción en los cantantes.

La dirección musical corrió a cargo de Bertrand de Billy, a quien recientemente escuché en Viena dirigiendo con solvencia “Faust”. En esta ocasión el francés no brilló especialmente. La orquesta, como siempre, tocó de forma impecable, pero se apreciaron algunos desajustes entre el foso y la escena, y la lectura de De Billy no aportó ningún matiz especial, aparte de pura velocidad y apresuramiento, especialmente en la obertura.

El Coro, en una obra que permite su lucimiento, se mostró compacto y potente, destacando la cuerda de sopranos, y estuvo siempre muy pendiente de su movimiento escénico. Estuvo bastante más inspirado que el día anterior el masculino en “Tristán”, aunque la pronunciación francesa fue su punto flaco. Excepcional el coro infantil.

En cuanto a los intérpretes solistas, tener tan reciente el precedente de la pareja Antonacci-Kaufmann hacía un flaco favor a los actuales protagonistas, pues les colocaba el listón altísimo.

Elina Garanca hizo gala, una vez más, de una formidable técnica y de su prodigiosa voz, robusta, de amplio registro, que proyecta con contundencia y aparente facilidad. En esta ocasión, además, superó su caballo de batalla, moviéndose con autoridad en el registro grave manteniendo la homogeneidad de su canto. En los momentos de mayor lirismo supo jugar con las intensidades, añadiendo emoción a su fraseo. Se nota que ha trabajado su pronunciación francesa y tuvo menos problemas idiomáticos que en anteriores experiencias. Vocalmente creo que no se le puede efectuar reproche alguno. No perdió la intensidad dramática durante toda la representación, llevando a cabo un trabajo actoral sobresaliente. Bailó acompañando al cuadro flamenco, tocó la pandereta y hasta repiqueteó las nalgas de un soldado. A mi juicio, compuso una Carmen más que solvente, descarada y con desparpajo. Consiguió aparcar la frialdad letona metiéndose de lleno en los rasgos mediterráneos del personaje, aunque quizás le faltase una pizca de espontaneidad. La Carmen de Garanca desprendía sensualidad, con ese puntillo guarrindongo, sobre todo en el primer acto, de continuo roce y despatarre, que no creo que sea una aportación suya al personaje, sino de la dirección artística.

Roberto Alagna estuvo toda la noche pletórico, con muchas ganas, deseando hacer algo grande. Se le veía feliz (ignoro si por su reciente separación de Angelita). Exhibió una voz de enorme volumen, bastante fresca, atacando las notas por derecho y haciendo autentica ostentación de poderío vocal. Pese a todo, y sabiendo que discrepo de la mayoría del público, a mí, pese a encantarme su voz, no me gustó su canto. No le vi en ningún momento como Don José. Ese aire chulesco y proxenetil que caracteriza a Alagna le viene muy bien en los dos últimos actos, cuando el personaje da rienda suelta a su faceta “violencia de género”, pero en los anteriores, sobre todo en el segundo acto, eché en falta un trabajo actoral más creíble y una mínima regulación de intensidades en su voz, presentando una absoluta discordancia entre lo que decía y cómo lo decía. Alagna no supo dibujar la evolución del personaje, desde mi punto de vista, ni vocal ni dramáticamente, estando demasiado preocupado en todo momento por los fuegos de artificio, lanzando agudos a cascoporro, a un volumen desatado, alargándolos, primando el exhibicionismo sobre el buen gusto. Su aria de la flor me pareció pésima. Lució buenísima voz, pero debía pensar que la Garanca estaba sorda y no bajó del forte ni en una sola nota. Simple estridencia. Nada de matización. Nada de sentimiento. La antítesis de Kaufmann. Reconozco que en el último acto me gustó más. Su voz, que siguió sonando a todo volumen, mostró una juvenil resistencia y llegó fresquísima al final, se implicó dramáticamente mucho más en el papel y, aunque un pelín sobreactuado “a la Villazón”, consiguió transmitir toda la emoción que previamente no había logrado. Al menos conmigo, porque el público le jaleó con estruendo y a él se le veía exultante.

Ildebrando D’Arcangelo repetía de nuevo en esta producción en el papel de Escamillo que ya protagonizara en 2006. Dramáticamente estuvo entregado, aunque le faltaba ese puntito chulesco que le sobraba a Alagna. Su porte le acompaña para la composición del personaje, aunque vocalmente pienso que, pese a que cantó con enorme corrección, no es el papel más adecuado a sus características, presentando dificultades para mantener la homogeneidad de la emisión en las notas más graves, y su pronunciación fue más bien regular.

Liping Zhang como Micaëla mostró una voz agradable, bien proyectada, aunque tuvo alguna descoordinación en el dúo del primer acto con Alagna y estuvo bastante hierática en escena, transmitiendo cierta frialdad.

El papel de Frasquita estuvo encomendado a la japonesa Eri Nakamura, a quien le tengo especial aprecio desde que asistiese a su estreno en un papel protagonista el marzo pasado en este mismo recinto sustituyendo a Netrebko en “I Capuleti e i Montecchi”. Nakamura volvió a exhibir su facilidad desmesurada en el registro agudo y sobrado desparpajo en escena.

Al finalizar, el público, con un considerable número de fans Alagnistas venidos de Francia, ovacionó fuertemente a todos los participantes con especial intensidad para la pareja protagonista.

A pesar de los reparos que he hecho, la verdad es que pasé una noche estupenda de ópera disfrutando de la voz de Garanca en ese magnífico teatro, modelo de buena organización y atención al cliente. A modo de ejemplo: Nada más llegar a España recibo un email de la ROH Covent Garden donde me remiten una encuesta de satisfacción detallada sobre los servicios recibidos en mi visita al teatro, desde el proceso de reserva de entradas, la comodidad de las localidades, la facilidad de acceso y localización de las mismas, los consumos en los entreactos, la atención de todo el personal… Vamos, igualito que en Les Arts.

Os dejo con Garanca en Baden Baden el año pasado, dirigida por su marido Karel Mark Chichon, interpretando "Les tringles des sistres tintaient":


video de klassizismus

lunes, 21 de septiembre de 2009

EL "FAUST" DE BECZALA. Staatsoper - Viena 07/09/09


Como ya os anuncié cuando todavía tenía las vacaciones por delante (¡qué días aquellos!), al final pude hacer una escapadita rápida a Praga y Viena. Siempre es un placer visitar ciudades donde la cultura en general, y muy especialmente la música, está presente en cada rincón y se mantiene como algo profundamente arraigado en sus habitantes, que la sienten como algo consustancial a su vida diaria.

En Viena pude asistir a un estupendo concierto en Musikverein y admirar la dorada sala donde hordas de japoneses adinerados celebran la llegada del nuevo año palmeando frenéticamente con sonrisa aborregada los compases de la Marcha Radetzky. No había comenzado aún la temporada en el Konzerthaus, así que me quedé con las ganas de hacer triplete, pero sí que lo acababa de hacer la de la Staatsoper, donde pude disfrutar en su bellísimo recinto de un estupendo “Faust” de Charles Gounod, que es de lo que os quería hablar hoy.

Se trata de la misma producción que se presentó ya el pasado año en este mismo recinto, entonces con la parejita Alagna-Gheorghiu en los papeles protagonistas junto al coreano Kwangchul Youn. Curiosamente, la pareja del segundo reparto de entonces, Piotr Beczala y Soile Isokoski, fueron ahora los protagonistas, acompañados de nuevo por el coreano como Mefistófeles.

La concepción escénica de Nicolás Joel y Stéphane Roche y la escenografía de Andreas Reinhardt me parecieron deplorables. Un minimalismo extremo, donde tan sólo unos enormes paneles movibles iban configurando los distintos ambientes escénicos con el apoyo de mínimos detalles: un órgano en la escena de la iglesia, un banco y unas flores eran el jardín de Marguerite... En fin, una mamarrachada carente de cualquier interés, con pretensiones de modernidad y, lo peor de todo, profundamente fea.

Este minimalismo se extendió también a la dirección de actores, brillando por su ausencia. No se aportó absolutamente nada en este apartado y los cantantes en algún momento parecieron incluso perdidos en escena, costando a veces seguir la acción (como en el primer encuentro entre Faust y Marguerite).

Por el contrario, la dirección musical de Bertrand de Billy fue impecable. El parisino domina el repertorio francés y extrajo las mejores prestaciones de la estupenda orquesta vienesa, donde destacaron especialmente las maderas. Sólo trompas y trombones mostraron algún despiste en un par de entradas. Ofreció De Billy una lectura pasional y sensible de la partitura, con incisiva expresividad y multitud de matices, contribuyendo la maravillosa acústica de la sala a dotar de mayor calidez y empaste al conjunto.

Sensacional estuvo también el Coro de la Staatsoper, que se mostró en todo momento cohesionado y brillante, desenvolviéndose en escena con eficacia pese a la nula dirección artística de Joel y Roche.

El bajo coreano Kwangchul Youn, actualmente convertido en wagneriano de pro y habitual de Bayreuth, demostró un importante poderío vocal muy adecuado al personaje, si bien su escueta envergadura física y su gestualidad un tanto limitada, restaron enteros a la malignidad del rol. Exhibió una buena línea de canto y una voz de bello timbre y amplio registro, con mayor brillantez en la zona media y alta y cierta tendencia al vibrato en la más grave, aunque alcanzó con contundencia las zonas abisales de la partitura sin despeinarse. Estuvo espléndido en “Le Veau d’or” trazando hábilmente con su voz los rasgos más maliciosos. Sin embargo, en el "Vous qui faites l’endormie" adoptó un aire exageradamente burlesco y de mofa. Fue vocalmente un excelente Mefistófeles, pero a mi juicio pecó de potenciar en exceso los matices cómicos y sarcásticos dejando un poco oculta la diabólica maldad.

La finlandesa Soile Isokoski es una cantante que siempre me ha gustado y a la que tengo un enorme respeto, cuya interpretación de los cuatro últimos lieder de Richard Strauss, me parece referencial. Isokoski afrontó el papel de la joven Marguerite con 52 años a sus espaldas, y (por Dios, espero que no lea esto) con apariencia de tener bastantes más. Realmente sólo se lleva 9 años de diferencia con Beczala, pero parecían 29, y resultaba poco creíble que el doctor Fausto hubiese aceptado vender su alma al diablo por esta Marguerite, salvo afectado de una gerontofilia incurable. Isokoski cantó con elegancia y buen gusto y presentó una voz nítida y cálida que mantiene una considerable frescura y una musicalidad y línea de canto más que notable. Afrontó el aria de las joyas con valentía, sin florituras exhibicionistas, pero con una corrección extrema en las coloraturas y un fraseo expresivo y sentido, alcanzando los agudos marcados en la partitura con aparente facilidad. En la bellísima aria del acto IV “Il ne revient pas”, se vivió probablemente el momento más emocionante de la velada, luciéndose la finlandesa en un derroche de canto emocionado, dramático y sensible que puso los pelos de punta. Llegó además Isokoski al exigente trío final con la voz incólume y se marcó unos agudos potentes y claros. Su actuación interpretativa estuvo lastrada, como todas, por una dirección artística ausente y en su caso además por la limitada movilidad de una señora avanzada en edad.

Aquí podemos ver a Isokoski hace 8 años como Marguerite, interpretando la archifamosa aria de las joyas:


video de coloraturafan

Adrian Eröd, cantante de la casa, fue un magnifico Valentín. Hizo auténtica ostentación de una verdadera voz baritonal, con brillo y volumen, que conjugó con una expresividad fabulosa. En el aria “Avant de quitter ces lieux” estuvo deslumbrante, pero mejor aún al final del acto IV, donde su “Ecoute-moi bien, Marguerite (…) Marguerite, sois maudite” fue realmente estremecedor y dramáticamente soberbio.

La joven y simpatiquísima mezzosoprano austriaca Michaela Selinger estuvo más que correcta en el papel de Siébel brillando especialmente en “Faites-lui mes aveux”, y Zoryana Kushpler cumplió como Marthe en lo vocal y supo aportar en lo interpretativo el matiz cómico del personaje.

No me gustó Hans Peter Kammerer en el breve papel de Wagner, estando demasiado impostado, con una voz fea y fuera de tono.

He dejado para el final al auténtico protagonista de la noche, que fue el extraordinario tenor polaco Piotr Beczala, posiblemente el mejor tenor lírico del panorama actual. El papel de Faust es actualmente parte fundamental de su repertorio, desde que lo cantase con enorme éxito en el ROH londinense, y es evidente que a Beczala este repertorio francés le va como anillo al dedo. Su exquisita línea de canto y la sublime elegancia y pulcritud en el fraseo se manifestaron con plenitud, acompañadas de unos agudos firmes, seguros, largos y bien atacados. Mostró igualmente sobrado volumen y una perfecta dicción. Es indudable que Beczala tiene unas facultades canoras naturales importantes que sabe explotar con una técnica irreprochable que le hace rozar la perfección, pero, en contra de lo que algunos opinan, ese perfeccionismo vocal en absoluto implica frialdad interpretativa. Todo lo contrario, Beczala derrochó un lirismo mayúsculo y una extrema sensibilidad durante toda su actuación. Consiguió enhebrar algunos pianissimi excelentes y supo jugar con los filati y la mezza voce, cuando era preciso. Su aria “Salut demeure chaste et pure” fue absolutamente antológica, alcanzando el terrible do de “la présence” con cristalinidad, sin respiraciones que interrumpieran la frase y marcándose un calderón infinito. Desde el maestro Alfredo Kraus no había escuchado yo una interpretación tan redonda. Llegó a la escena final sin aparentes signos de desgaste vocal y en plenitud de facultades. Tuvo en general un buen comportamiento escénico pese a la ya repetida ausencia de dirección que hacía que pareciese que cada uno iba un poco a la suya, y a tener que mostrar pasión en el cortejo a esa encantadora damisela que cantaba de lujo, pero parecía su abuela.

Hace tiempo que Beczala se reconoció públicamente un admirador incondicional del desaparecido tenor aleman Fritz Wunderlich, y es realmente sorprendente y casi mágico lo que recuerda la voz del polaco al gran Wunderlich.

Al final de la noche tuve la fortuna de coincidir con Beczala a la salida, quien tuvo la deferencia de charlar unos minutos conmigo, hablando de su amiga la soprano valenciana Isabel Rey y anunciándome su próxima actuación en Bilbao con “Faust” en noviembre, “y unos meses después” en Barcelona, lo cual me sorprendió bastante pues no tenía noticia de esa visita barcelonesa. De hecho en la página del tenor nada se dice de ello, así que no sé si realmente me dio una información relevante o es que estaba aún más despistado que yo.

Para finalizar os dejo tres videos de Beczala, no en su papel de Faust, sino interpretando tres arias de operetas del austriaco Franz Lehár. En primer lugar, le escuchamos en "Wie eine Rosenknospe" de "La Viuda Alegre":


video de sdmachado

A continuación, le vemos en "Dein ist mein ganzes Herz" de "La Tierra de las sonrisas":


video de sdmachado

Y por último podemos verle interpretar "Freunde, das Leben, Ist Lebenswert!" de "Giuditta":


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