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lunes, 10 de marzo de 2014

"ANNA BOLENA" (Gaetano Donizetti) - Palau de la Música de Valencia - 09/03/14

Hace dos años pasaron por el Palau de la Música de Valencia Fabio Biondi y los músicos de Europa Galante, llevando a cabo una versión de la Norma de Bellini interesantísima, basada en la partitura original, en la que se consiguieron unos resultados musicales excelentes. Tras aquella representación parece que se acordó con la dirección del Palau que regresarían por Valencia con otra ópera belcantista, en este caso Anna Bolena, de Gaetano Donizetti. Y ayer se hizo realidad esta vuelta de Biondi, en la que obtuvo de nuevo un enorme y merecidísimo éxito.

El trabajo de investigación llevado a cabo por el director siciliano ha recuperado la versión de Anna Bolena aprobada por el propio Donizetti para la representación de la obra en el Teatro alla Scala diez años después de su estreno, habiéndose adoptado además unos criterios interpretativos y un equilibrio entre música y voces que procurasen reproducir, en la mayor medida posible, las sensaciones que pudieron vivir los espectadores milaneses en 1840. A este respecto, os recomiendo leer en la web de Amics de l’Òpera i de les Arts de la Comunitat Valenciana la interesantísima entrevista realizada a Fabio Biondi, donde éste explica todos los entresijos de la versión presentada ayer.

Igual que ocurriera hace dos años con Norma, mi primera impresión ante los sonidos recibidos en la sala fue de cierta extrañeza. Acostumbrados como estamos a las grabaciones “clásicas” de la obra, aquello estaba claro que no sonaba igual, pero sonaba muy bien. Mejor que bien. Y la dirección musical llevada a cabo por Biondi y el control de éste de todo cuanto ocurría sobre el escenario, fueron espléndidos.

Resultó impecable el equilibrio obtenido entre las diferentes secciones orquestales y, al mismo tiempo, la atención prestada al color y características de cada familia instrumental. La dirección fue vivaz, ágil y con una carga dramática impresionante de principio a fin, sin que la tensión decayese ni un solo momento. Magistral me pareció la lectura del dúo del segundo acto entre Anna y Giovanna, así como la intensidad y evolución de la escena final. También se mostró muy preciso el maestro en la dirección de los concertantes.

La orquesta tuvo un protagonismo capital, estando siempre presente, yendo mucho más allá de un simple acompañamiento de las voces, dibujando con precisión las emociones y tensiones que navegan por la partitura. Entre los músicos me parecieron muy destacables las intervenciones de las flautas, trompas o de la percusión, que jugó un papel importantísimo en el énfasis dramático de algunas escenas.

La soprano Marta Torbidoni sorprendió a propios y extraños, llevando a cabo una excelente interpretación de la protagonista donizettiana. Comenzó un tanto fría o nerviosa, sin acabar de alcanzar todo el empaque vocal que requiere el personaje y con algún problema en las agilidades, pero pronto hizo refulgir toda la belleza de una voz homogénea y de amplio registro, que supo utilizar con una fuerza dramática imponente. Sensacional se mostró en el dúo con Giovanna y su escena final revolucionó completamente la platea. Sólo eché en falta un mayor grado de matización en “Al dolce guidami”. Me encantó el efecto conseguido con los sonidos fijos y una peculiar emisión en los recitativos que anunciaban el estado de delirio de Anna.

No menos halagos se deben dedicar a una Laura Polverelli, como Giovanna, que tampoco comenzó bien. Bueno, realmente empezó fatal, con un acusado vibrato y un timbre hiriente y desagradable, pero, conforme calentaba la voz, fue mejorando exponencialmente, con un gran sentido del legatoy del drama, culminando su interpretación en el dúo inicial del segundo acto, donde se mostró soberbia. Hacía mucho tiempo que no veía yo a una cantante, y menos en una versión de concierto, ofrecer tal intensidad emocional en su fraseo.

Positivo resultó también el Percy de Moisés Marín. Se mostró valiente, con gran musicalidad, buen control de la respiración y seguridad en el agudo. Alguna falta de apoyo y sonoridad en los graves, puntuales errores de afinación y cierta tendencia al golpe de glotis, no consiguieron deslucir, sin embargo, una actuación enormemente meritoria que fue reconocida por el público con una enorme ovación.

Buenas prestaciones ofreció también Marina de Liso como Smeton, aunque presentase unos registros desequilibrados. Pese a su atractivo timbre de bajo y buenas resonancias, menos me gustó Ugo Guagliardo como Enrico VIII, quien pasó ostensibles apuros en sus ascensos al agudo y en las agilidades. Olvidable el Rochefort de Dionisos Tsantinis y correcto el Hervey de Francisco Fernández-Rueda.

Mención aparte merece la Coral Catedralicia de Valencia que, bajo la dirección de Luis Garrido, llevo a cabo una de las mejores actuaciones a las que yo he asistido, demostrando que están siguiendo una evolución espléndida. Impresionantes resultaron la sonoridad, el empaste y el equilibrio de sus voces, ofreciendo una gama sorprendente de matices y unas interesantes variaciones dinámicas.

La sala mostraba demasiados huecos para la excelencia del producto ofrecido, sobre todo siendo una función de abono, aunque el público asistente se lo pasó en grande y premió a todos los intervinientes con fuertes ovaciones. Eso sí, no estuvieron ausentes los típicos abonados del culo inquieto que no son capaces de esperarse cinco minutos a que finalice la representación para abandonar la sala.

Especialmente digno de ejecución sumaria fue el tipejo sentado en los asientos de Coro que, en plena escena final, no sólo se levantó y cruzó su fila molestando a los espectadores y al director, al cual tenía enfrente, sino que además tuvo los santos atributos masculinos de quedarse en pie frente a Biondiponiéndose una horripilante cazadora color diarrea sangrienta y volver a sentarse en el extremo de la fila, preparado para salir con el chimpún final cual Usain Bolt. Si yo hubiese sido ayer Biondile hubiera lanzado la batuta a modo de jabalina y hoy estaría el señor en la tienda de parches para tuertos.

Bueno, pues hasta aquí esta crónica de urgencia de una extraordinaria tarde de ópera. Esperemos que el maestro Biondi siga con su buena costumbre de pasarse por Valencia ofreciéndonos sus peculiares pero interesantes aproximaciones al repertorio belcantista.

lunes, 17 de octubre de 2011

"ANNA BOLENA" (Gaetano Donizetti) - Metropolitan Opera 15/10/11


La 128ª temporada de ópera del Metropolitan de Nueva York se abría este año con una joya belcantista como es “Anna Bolena”, de Donizetti, que contaba además, a priori, con el atractivo de una pareja femenina protagonista tan interesante como mediática, formada por Anna Netrebko y Elina Garanca, quienes en abril de este mismo año ya asumieran con éxito los roles de Bolena y Seymour en la producción que se estrenó en Viena y de la que tuve ocasión de hablar en un post anterior. En esta ocasión el embarazo de Elina Garanca ha impedido que la letona formase parte del elenco, siendo la mezzosoprano rusa Ekaterina Gubanova la elegida para sustituirla.

La retransmisión en directo de la función a cines de todo el mundo nos ha permitido asistir una vez más a este interesante evento, desde una butaca privilegiada en la que podemos captar cada detalle de la representación (a veces demasiados detalles, casi de estudiante de odontología), y donde el único punto negativo, al menos en los cines Yelmo de Valencia, ha sido la muy mejorable calidad del sonido.

Ya dije en mi comentario sobre la Bolena vienesa que esperaba con gran interés la puesta en escena concebida para la ocasión por el escocés David McVicar, después del gran fiasco de la propuesta vienesa de Eric Génovèse. Pues bien, he de decir que McVicar no me defraudó. Es verdad que la concepción es tremendamente clásica, como lo era la de Génovèse, pero la diferencia básica es que la de McVicar me pareció estéticamente bella, con una buena concepción del movimiento escenográfico y con un elaborado e interesante trabajo de dirección de actores, aunque los movimientos de los coros fueran muy burdos y la introducción de un ¿baile? en el primer acto sin apenas espacio, prescindible.

La enorme caja escénica del MET posibilita el uso de una espectacular escenografía de Robert Jones, que, junto al vistoso vestuario de Jenny Tramani y la muy efectiva iluminación de Paule Constable, consiguen introducirnos en la historia y la época, con una estética que nos remite a las pinturas de Holbein, con un inteligente uso del claroscuro. Es obvio que no estamos ante la producción más innovadora o reflexiva del regista escocés, pero sí ante un vehículo adecuado y atractivo para que se desarrolle la obra, y eso, en los tiempos que corren, ya es mucho.

En lo musical, buen rendimiento de la Orquesta y del Coro del teatro neoyorquino bajo la dirección de Marco Armiliato, quien llevó a cabo un trabajo correcto, aseado, muy centrado en hacer fácil la labor de los cantantes, pero sin aportar la más mínima chispa de genialidad. No se le pueden hacer al director italiano demasiados reproches, desde luego, pero tampoco especiales elogios, limitándose a hacer que fluyera ágil la partitura de Donizetti, con oficio, y entregado en cuerpo y alma a lo que ocurría sobre el escenario.


Pero la estrella de la función, sin duda, se llamaba Anna Netrebko. Desde su salida a escena, como suele ser habitual, la cantante rusa se come el escenario (sí, ya sé que es fácil aquí hacer el chiste: “claro, así se ha puesto”) y consigue concitar el interés de todos los espectadores con su tremendo magnetismo escénico.

Ya dije hablando de su debut del personaje en Viena que, aunque el bel canto no es el terreno más apropiado para las características de Netrebko y el rol es tremendamente exigente, su creación me pareció muy conseguida. Y, después de lo visto el sábado, he de añadir que se me hace complicado pensar en una cantante que, hoy por hoy, pueda ofrecer una mejor Bolena. A mí por lo menos me conquistó sin reservas.

Ha pulido muchos aspectos desde las funciones vienesas y madurado el personaje, tanto vocal como dramáticamente. Ha mejorado notablemente su técnica y su dicción y sabe ocultar sus limitaciones al tiempo que saca el mayor partido de sus cualidades.

La expresividad y fuerza dramática de Netrebko siguen siendo prodigiosas y los primeros planos de estas retransmisiones cinematográficas nos permiten disfrutar de cada uno de los matices que aporta la cantante rusa con sus inmensas dotes como actriz. Impresionante en este sentido fue su “Giudici! ad Anna” del primer acto, donde la mezcla de rabia, desesperación y vulnerabilidad del personaje fueron inmejorablemente recreados.

Su “Al dolce guidami” fue realmente emocionante, con algunos pianos demoledores y bellísimos, y creo que ha sido la primera vez que asisto a una representación de ópera en el cine donde los presentes prorrumpen en una espontánea ovación al finalizar un aria; y el "Coppia Iniqua" con que acaba la obra, todo un derroche de dramatismo desbocado.


video de Grand Teton Music Festival

Ekaterina Gubanova cumplió con corrección como Seymour, aunque en ningún momento consiguió que olvidáramos a la ausente Elina Garanca, pese a que le puso mucha más pasión al personaje que la letona. Vocalmente presentó algunos problemas de emisión y cambios de color y en la zona alta se mostró forzada con agudos abiertos y tendiendo al chillido. No obstante, en el segundo acto me gustó más y su dúo con Anna fue notable. En cualquier caso, Gubanova me parece una estupenda cantante, pero creo que este no es su repertorio.

Ildar Abdrazakov fue un excelente Henry VIII. Imponente en presencia y comportamiento escénico, lució una voz rotunda y tan sólo le cuestionaría la impresión que daba, al menos en el cine, de estar justito de volumen, sobre todo en la zona más grave donde se echaba de menos algo más de peso y consistencia.

Stephen Costello me gustó más bien poco como Percy, aunque reconozco que fue yendo a mejor conforme avanzaba la representación. Vocalmente su timbre me resulta atractivo y generalmente se mueve con solvencia en el registro agudo, aunque tienda demasiado a abrirlos, exhibiendo también un considerable fiato, pero su línea de canto era tosca, empujando la voz de forma fea, su dicción muy deficiente y sus virtudes como actor escasas, lo que, unido a su ausencia absoluta de legato, escasa capacidad de matiz y nula elegancia canora, le inhabilita, a mi juicio, para un papel como éste, pese a los cerrados aplausos que obtuvo en todo momento de sus paisanos.

No me desagradó, ni mucho menos, la Smeaton que compuso Tamara Mumford, una mezzosoprano de timbre cálido que, aunque no sea una auténtica contralto, se movió con solvencia en la tesitura, siendo probablemente la cantante que mejores rasgos belcantistas exhibió de todo el reparto, mostrando además gran desenvoltura escénica y buenas dotes de actriz a pesar de tener que aguantar el look excesivamente gore del segundo acto, con toneladas de ketchup embadurnándola cual hamburguesa made in USA.

Como suele ser tónica habitual en el teatro neoyorquino, posiblemente uno de los más aplaudidores del orbe, hubo grandes y numerosas ovaciones para todos los intérpretes durante y después de la función, rozando la locura colectiva cuando la destinataria de las mismas fue Anna Netrebko.

La verdad es que disfruté de una estupenda tarde/noche de ópera en compañía de buenos amigos, gracias sobre todo a esa gran cantante que es Netrebko, y que no deja de sorprendernos para bien, pareciendo no tener limitaciones. Yo, personalmente, estoy deseando poder escucharla en dos papeles como los de Leonora (“Il Trovatore”) y Tatiana (“Eugene Oneguin”). Seguro que pronto podremos hacerlo.


video de MetropolitanOpera

miércoles, 6 de abril de 2011

"ANNA BOLENA" (Gaetano Donizetti) - Wiener Staatsoper - 05/04/11


Ayer pudimos asistir a distancia a un acontecimiento operístico de indudable interés, gracias a la retransmisión en directo en salas de cine, desde la Wiener Staatsoper, de la ópera de Donizetti “Anna Bolena”, cuyo mayor aliciente residía en el debut de la soprano rusa Anna Netrebko en este papel emblemático del bel canto, estando acompañada de un elenco no menos interesante en el que destacaban Elina Garanca como Giovanna Seymour y Francesco Meli en el rol de Lord Percy.

Para este debut se ha optado por una nueva producción que ha contado con la dirección escénica de Eric Génovèse y dirección musical de Evelino Pidò al frente de la Orquesta Filármonica de Viena y el Coro de la Wiener Staatsoper.

Para comenzar diré que, aunque no todo saliese lo redondo que siempre se espera, se pudo disfrutar de una noche de ópera estupenda. Bueno, lo de disfrutar es un decir, porque gracias a la pésima retransmisión que sufrimos, al menos en los cines Kinepolis de Valencia, durante casi un tercio del primer acto estuvimos acompañados por un chisporroteo sonoro que fue ganando en intensidad, hasta convertir a Netrebko en la niña del exorcista y a Meli en Darth Vader. Y, cuando el tema se medio solucionó, parece que debió ser a costa de cerrar uno de los canales de sonido, con lo que de ahí hasta el final de la obra, aunque la niña del exorcista se fuese a dormir, la calidad del audio no acabó de ser todo lo buena que hubiera sido deseable.

Comenzando por lo menos importante y más fallido de la noche, debo manifestar que la dirección escénica de Génovèse me pareció muy desafortunada. La falta de originalidad de la propuesta es apabullante. Es verdad que cuenta con un vestuario vistoso de Luisa Spinatelli, una iluminación sobria y efectiva, a ratos, de Bertrand Couderc y la puesta en escena rezuma un clasicismo a prueba de bomba. Pero todo esto se queda en puramente anecdótico ante la incapacidad del regista para aportar nada nuevo.

No estoy pidiendo tampoco majaderías al uso como sacar a Enrique VIII en calzoncillos paqueteros o mostrar a una Bolena yonki y adicta al bingo. Se podría compatibilizar una escenografía y ambientación clásicas, con una dirección de actores donde se consiga, o al menos se intente, dibujar unos personajes con una coherencia mínima y con unos movimientos escénicos trabajados y dramáticamente sólidos que constituyan un vehículo narrativo adecuado al discurso musical.

En el caso de Génovèse, el resultado obtenido no superaría el ensayo general de una función de Navidad de Pre-escolar. Es una auténtica lástima que la belleza visual que por momentos podría presentar la propuesta, pese a la escenografía oscura e impersonal de Jacques Gabel y Claire Sternberg, se quede simplemente en eso, en apariencia exterior, porque el interior es más hueco que el cráneo de Génovèse y el producto final resulta inánime.

La dirección de actores es nula. Los cantantes salen a escena y sólo su mejor o peor saber hacer les guía su comportamiento. Las apariciones del Coro se llevan la palma, pues irrumpen en el escenario y permanecen cantando estáticos, como si aquello fuera la Granja de los Click. Así que la sensación que se le queda a uno es la de haber asistido a una versión en concierto con disfraces. Es una auténtica pena que habiendo reunido un equipo de cantantes tan destacable y que se desenvuelven tan bien en el plano actoral, no se haya contado con una dirección escénica medianamente decente que pudiese haber engrandecido el espectáculo global. Tendremos que esperar a Septiembre para ver si David McVicar hace un trabajito mejor para la “Anna Bolena” que abrirá la próxima temporada del MET neoyorquino con la misma pareja protagonista de ayer.

En el apartado musical, afortunadamente, las cosas fueron bastante mejor. La dirección del italiano Evelino Pidò tampoco es que fuese para tirar cohetes, pero se mantuvo en un nivel muy aceptable. Por momentos hubo cierto apresuramiento en los tempi que se combinaba con pasajes demasiado lentos, posiblemente para favorecer a los cantantes. Pecó de un exceso de volúmenes, o esa es la impresión que me dio en el cine, y se observó algún despiste en las entradas de los metales. Por lo demás, no fue la suya una lectura que deje poso de genialidad, pero tampoco entorpeció el nivel vocal que hubo sobre el escenario, aunque también es verdad que contó para ello con la inestimable ayuda de un conjunto orquestal de primera magnitud como la Filarmónica de Viena, que es casi imposible que suene mal, por limitado que sea el batutero de turno.

El Coro femenino mostró mejor empaste que el masculino, donde se apreciaron demasiados desajustes, y la incompetencia de la dirección escénica tampoco favoreció precisamente su lucimiento.

Pero lo realmente importante de la noche fueron las voces solistas que se escucharon, con un trío protagonista que, al menos en lo que a mí concierne, lograron hacer brotar la emoción y que valiera la pena el viaje y los ruidos padecidos.

La mayor expectación se centraba en asistir al debut del rol principal por Anna Netrebko. Yo soy de los que mantiene que las mejores prestaciones de esta cantante se encuentran en otros repertorios y que el bel canto no es su territorio idóneo. La coloratura siempre suele ser uno de sus puntos débiles mostrando cierto atropellamiento. También su control de la respiración impide un resultado más redondo y ajustado en estilo, afeando la línea de canto, pero aún así el resultado final en un papel tan complicado, que hay que recordar que está debutando, a mí me pareció muy positivo, con todas las peculiaridades que se quieran, y desde luego mucho mejor de lo que esperaba.

Mostró un fiato aceptable y consiguió ligar algunos momentos bellísimos, con unos filados y pianísimos de ensueño. El sobreagudo con el que finalizó el precioso concertante con el que termina el primer acto fue realmente espectacular. La fuerza arrebatadora y el brío con que interpretó “Coppia Iniqua” y la dulzura y sensibilidad rebosante de matices con las que cinceló “Al dolce guidami” compensan cualquier defecto que se le quiera buscar. Su entrega escénica fue absoluta y la interpretación del personaje irreprochable, dentro de las cortapisas marcadas por Génovèse. En suma, opino que ha sido un fantástico debut.

Elina Garanca, quien estuvo recientemente en Barcelona interpretando este mismo papel de Giovanna Seymour, volvió a maravillar con su portentosa voz. Se mostró segurísima en las agilidades, al tiempo que enhebraba unos agudos espléndidos y unos graves solventes. Únicamente podría hacérsele el reparo, ya habitual, de la frialdad que parece desprender, a lo que contribuye posiblemente esa sensación de facilidad con la que canta, sin aparente esfuerzo, como si estuviera recitando la carta de pinchos del bar. Y luego encima acaba las funciones rodeada de cantantes sudados y despeinados mientras ella reluce como recién salida de maquillaje. Pero esa presunta frialdad poco importa cuando con su instrumento consigue transmitir tantísima belleza y logra tal grado de amplitud y perfección vocal y adecuación estilística. Sin ninguna duda, se ha convertido, hoy por hoy, en la Seymour de referencia.

Francesco Meli es un tenor por el que siento debilidad después de haberle escuchado en Les Arts como Edgardo en “Lucia di Lammermoor”. Llegó un poco justo al aria final y en la zona más aguda mostró cierta tirantez y la voz tendía a abrirse y tremolar en exceso, pero a cambio se marcó durante la noche algunos pianos de escándalo, lució un centro precioso, luminoso y brillante y, sobre todo, consiguió dibujar un fraseo ligado y con intención, bellísimo.

En cuanto al resto del reparto, Ildebrando D’Arcangelo fue el rey Enrico. El papel le viene algo grande al italiano, porque él, aunque se empeñe, no es un auténtico bajo, con lo que en la zona más grave tendía al eructo áfono. Elizabeth Kulmann como Smeton estuvo francamente bien, fraseando con intensidad y con gran entrega escénica (autodidacta, claro). Correcto estuvo Dan Paul Dumitrescu como Rochefort; y muy deficiente me resultó Peter Jelosists como Hervey, pasando tales apuros para cantar cada una de sus frases que juraría que al final defecose.

Al acabar la función, el público que llenaba por completo el teatro tributó una enorme ovación a la pareja femenina y eché en falta un más caluroso premio para Meli que fue menos aplaudido que D’Arcangelo o Kulmann.

Ahora solo queda esperar que los hados se conjuren y se hagan realidad aquellos rumores que circularon en su día sobre que Mortier llevaría a Madrid a Anna Netrebko para cantar “Anna Bolena”... Aunque vista la marcha que lleva el belga…