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jueves, 28 de abril de 2011

"MEFISTOFELE" (Arrigo Boito) - Palau de les Arts - 27/04/11


Ayer se estrenó en el mal llamado Auditorio del Palau de les Arts la última ópera de la temporada valenciana, con la versión en concierto de la obra de Arrigo Boito “Mefistofele”, una página que no es de las más habituales en el repertorio de los principales teatros operísticos, pero que tiene un indudable interés musical, con algunos momentos bellísimos.

Las óperas en versión concierto no son precisamente santo de mi devoción. El componente escénico es parte fundamental de una ópera, aunque resulte fallido, y cuando éste es suprimido, al resultado final, aunque sea muy positivo como es el caso de ayer, a mí me cuesta seguirle llamando ópera. Es otra cosa. Hay quien defiende que prefiere estas versiones en concierto que algunas puestas en escena que destrozan el libreto. Pero no es mi caso.

Asumo que los tiempos de crisis que vivimos requieren ajustes y que una forma de rebajar costes en este campo es recurrir a este tipo de representaciones. Lo acepto, pero inevitablemente mi interés decae. Y mucho me temo que esto sólo es el principio y las óperas en versión concierto aumentarán la próxima temporada (sí, esa que aquí sigue sin desvelarse oficialmente, cuando en todos los teatros decentes del mundo hace ya tiempo que se han anunciado con todo tipo de detalles sobre obras, fechas e intérpretes).

A falta de escenografía, en esta ocasión se intentó ambientar un poco la cosa con una permanente salida de humo y mediante juegos de luces bastante elementales (tonalidades rojas en los pasajes diabólicos y azules y blancas en los celestiales).

El director italiano Nicola Luisotti, al frente de la Orquestra de la Comunitat Valenciana, llevó a cabo una lectura extraordinaria de la partitura. Supo extraer, con hondura, toda la riqueza orquestal concebida por Boito y cuidar los matices con pulcritud, dirigiendo con precisión y enérgico brío. Tan enérgico que, en un momento dado, la batuta salió disparada, sin que afortunadamente sacase el ojo a ningún músico. Ildar Abdrazakov la recogió y se la entregó, volviendo a tirarla al suelo el director, no sé si en esta ocasión intencionadamente o no.

Esta es una obra en la que si orquesta y coro funcionan, el éxito final está casi garantizado. Y en este caso la orquesta, sabiamente conducida por Luisotti, funcionó a la perfección en todas sus secciones, y el coro estuvo inmenso.

Y es que el gran protagonista de la velada fue sin duda alguna el Cor de la Generalitat, que ha puesto un broche de oro a la temporada con su soberbia actuación en esta partitura tan exigente, en la que consiguieron brillar de forma incontestable. Su primera intervención, entrando en piano en “Ave signor”, fue auténticamente sublime, como grandioso y sin fisuras resultó el impresionante final. Los niños de la Escolania de la Mare de Déu dels Desamparats no estuvieron al mismo nivel, aunque nada hay que objetar a su actuación.

En cuanto a los solistas, el bajo Ildar Abdrazakov, un habitual del MET neoyorquino, fue un destacado Mefistofele. Me gustó bastante. Quizás se echó en falta una mayor contundencia, sobre todo en la zona más grave, costándole sobrepasar a la orquesta, especialmente en sus últimas frases de la noche donde no sé si cantaba o se limitó a mover la boca, porque fue implacablemente tapado por el torrente sonoro coral y orquestal. Pero el ruso canta con muchísimo gusto, con una cálida voz, de bello color y nobleza tímbrica, y en “Son espíritu che nega” estuvo fantástico, con poderío.

El papel de Faust fue asumido por el tenor mejicano Ramón Vargas que repetía protagonismo en Les Arts tras su reciente éxito en “L’Elisir d’Amore” y tengo que decir que no estuvo tan brillante como en aquella ocasión. Yo salí con el convencimiento de que, además de que este papel le va menos a su vocalidad, posiblemente ayer no estuviese en perfecto estado de salud. Desde luego empezó bastante inseguro y su "Dai campi dai prati" fue francamente mejorable, mostrando algunos apuros para alcanzar y proyectar los agudos. También parecía un poco frío y falto de expresividad. De todas formas en la segunda mitad de la ópera mejoró ostensiblemente. Mostró una mayor implicación dramática, la voz corría mucho mejor y nos obsequió algunos instantes mágicos, como un muy notable "Giunto, sul'passo estremo" y un bellísimo dúo “Lontano, lontano” donde derrochó elegancia canora.

La, hasta ahora completamente desconocida para mí, soprano canadiense Yannick-Muriel Noah, como Margherita, fue una de las triunfadoras de la noche. Sé que voy a ir contracorriente de la mayoría de opiniones, pero tengo que decir que no me acabó de convencer. Su voz oscura sonaba demasiado entubada y en ocasiones daba la impresión de que le hubiesen colocado una sobrasada entera en la campanilla. Reconozco que entrega no le faltó. Lució volumen, potencia y claridad en los agudos, buen fiato, se adornó con valentía esbozando algunas medias voces y filados muy aceptables, y estuvo siempre inmersa en el papel, con gran expresividad dramática. Pero cuando una voz no te emociona, no hay nada que hacer, y a mí la Noah me dejó completamente frío. Posiblemente fuese problema mío, pero no puedo decir otra cosa.

La venezolana Lucrezia García, en el papel de Elena, tampoco me gustó. Mucho más limitada técnicamente que Noah, no pudo controlar el enorme volumen de su voz. Se mostró potentísima en los agudos, pero estos eran abiertos y chillados. Y su brusco cambio de color en los diferentes registros afeaba muchísimo la línea de canto.

Los papeles de Marta y Pantalis, poco dados al lucimiento, fueron interpretados con brillantez por la joven mezzosoprano mallorquina María Luisa Corbacho que volvía a Les Arts después de habernos dejado la pasada temporada algunas excelentes impresiones en “Cavalleria Rusticana”, “La Traviata” o “La Vida Breve”.

El tenor ilicitano Javier Agulló también intervino en dos roles, como Wagner y Nereo, que tampoco ofrecen mucho margen para destacar, y también lo hizo cumpliendo con enorme corrección. Dio la sensación de empezar algo nervioso, pero no deslució en absoluto en su dúo con Vargas del acto I.

El público, que superaba los tres cuartos de entrada pese a la coincidencia con semifinal futbolera, y entre quienes se pudo ver al maestro Alberto Zedda, respondió con fuertes aplausos al buen espectáculo ofrecido, resultando especialmente sonora la ovación para los miembros del Cor de la Generalitat y Nicola Luisotti.

No quisiera cerrar esta reseña sin referirme una vez más a ese engendro estéticamente atractivo y acústicamente deleznable que osaron denominar Auditorio en el Palau de les Arts. Que digo yo que si le hubiesen llamado Juan Manuel, el nombre le hubiese ido mejor.

Aunque respecto a los primeros años se ha mejorado algo, sigue siendo absolutamente impresentable la acústica de este recinto, fruto del onanismo arquitectónico disfuncional del señor Calatrava, que para mí que debe ser el tercero de los hermanos humoristas, porque lo que nos hace reír el jodío cada vez que vamos no tiene precio.

Ayer comentábamos algunos amigos la necesidad de que esta castaña de Auditorio deje de utilizarse para menesteres musicales y se le dé cualquier otra utilidad. Se apuntó que podría destinarse a almacén (de escenografías, de facturas de trajes, de zapatos de Mairén…); o a “ballenográfico”, aprovechando su similitud con el interior de una ballena, y Helga podría incluso servir de Pinocho; o a piscina climatizada (para rentabilizar las inundaciones); o a Falla de Sección Especial para pegarle fuego en 2012… en fin, no sé… Se abre un concurso de ideas y se admiten propuestas.

Os recomiendo leer las crónicas y comentarios de Titus y Maac.

sábado, 9 de abril de 2011

CONCIERTO POR JAPÓN EN LES ARTS: LA CRÓNICA

El pasado jueves tuvo lugar en el Auditorio del Palau de les Arts el concierto organizado a beneficio de los damnificados por los sucesos ocurridos en Japón, del que os hablé en un post anterior.

La organización del evento parece que surgió de los propios músicos y cantantes y que el Palau de doña Helga en este caso se ha limitado a poner el local. Y, por cierto, el día del concierto yo no vi por allí a mi Intendente favorita, aunque no puedo asegurar que no estuviera, dada la ubicación en la que me encontraba.

Una de las personas más implicadas en esta organización ha sido el barítono hispano-uruguayo Erwin Schrott, a quien al finalizar el acto se le veía realmente emocionado y es muy de agradecer el interés personal que ha puesto en ello.

Al tratarse de un acto benéfico, en el que todos los participantes han colaborado de forma gratuita por un fin solidario, no procede poner aquí de manifiesto los fallos o limitaciones que pudieran tener unos u otros, sobre todo teniendo en cuenta que el evento se ha organizado en muy pocos días y sin posibilidad casi de ensayos. Lo importante es la causa solidaria y el hecho de que se haya tomado esta iniciativa y eso ya valora positivamente por sí mismo el trabajo de cuantos intervinieron.

Pero es que además he de decir que todo salió mejor de lo que muchos esperábamos y el público disfrutó un montón del espectáculo.

Tras una briosa interpretación de la Obertura de “La Forza del Destino” por la Orquestra de la Comunitat Valenciana, el tenor mejicano Ramón Vargas nos ofreció uno de los grandes momentos de la noche con el aria “Quando le sere al placido” de “Luisa Miller” de Verdi, que cantó con enorme expresividad, fuerza, sensibilidad y control vocal, emocionando. Al final de la velada volvería Vargas a electrificar la espina dorsal de los asistentes, en este caso con la popular “Granada”, donde de nuevo maravilló con su musicalidad, impresionantes agudos y control del fiato.

La soprano Rocío Ignacio cantó el “Caro Nome” de “Rigoletto”, lo que hizo demostrando un adecuado control de la coloratura y dominio de la zona aguda.

También intervino la guapa soprano georgiana Ilona Mataradze que optó por una pieza siempre agradecida por el gran público como es el “O mio babbino caro” de “Gianni Schicchi” de Puccini, que cantó con una voz muy bella, mostrando mucho gusto y delicadeza.

El Cor de la Generalitat tuvo dos magníficas intervenciones que pusieron fin a cada una de las partes del concierto: “Amen. In sempiterna” del “Stabat Mater” de Rossini, y el “Coro a bocca chiusa” de “Madama Butterfly” de Puccini, bellísimo y emocionante.

Pero si hubo un protagonista de la noche, ese fue Erwin Schrott. Su primera intervención fue cantando “Udite,udite” de “L’Elisir d’Amore” de Donizetti. Y cuando digo cantando, quiero decir cantando de verdad. Dando al personaje el carácter bufo que tiene, pero sin caer en la pantomima excesiva en la que ha incurrido en otras ocasiones en detrimento del canto. Lució su voz potente, profunda y bien timbrada y la puso al servicio de la partitura. Y por supuesto no faltó el peculiar "toque Schrott". Sacó a modo de elixir un folio enrollado y se dirigió al público enarbolándolo en alto mientras cantaba que se lo comprasen, que era el remedio para todos los males. Desplegó el folio en cuestión y era un cartel del concierto firmado por los participantes en él. Un espectador de la primera fila sacó un billete de 20 euros y se lo entregó a Schrott, quien a su vez le dio el cartel. Al finalizar su aria se dirigió al espectador y, mientras se guardaba el billete en el bolsillo de su chaqueta, le dijo: “esto va para el Japón”, procediendo a salir del escenario dejando al hombre con cara de “pues vaya…”

La segunda parte comenzó con unas palabras del Consul General del Japón en Barcelona que, emocionado, dio las gracias en nombre de su país por el acto organizado, tras lo cual tuvo lugar la intervención del dúo de percusión israelí PercaDu que interpretaron una pieza compuesta por el japonés Minoru Miki, en la que exhibieron un portentoso virtuosismo y sincronización.

Tras esto vino el apartado dedicado a los tangos. Omer Wellber salió a escena en chalequillo y con un acordeón para acompañar a Erwin Schrott en “Oblivion” de Astor Piazzolla, que el uruguayo cantó con mucho estilo y cuidando los matices, mientras no dudaba en dirigir la orquesta con gestos indicativos, ya que el maestro estaba ocupado aporreando el acordeón.

Después, Wellber y su acordeón acometieron junto a la orquesta el “Libertango” de Piazzolla y, claro, pasó lo que tenía que pasar. Wellber toca el acordeón igual que dirige, con esa hiperactividad desatada que te hace preguntarte si es que tendrá un ejército de hormigas carnívoras en los calzoncillos y pirañas en los sobacos, así que, a mitad de “Libertango”, dos o tres teclas del acordeón se fueron a tomar… el aire. Se quedó Wellber mirando el instrumento con cara de perplejidad, se encogió de hombros y tuvo que acabar acompañando a la orquesta golpeando rítmicamente el acordeón cual si de unas congas se tratase.

El apartado tanguista finalizó con Erwin Schrott abordando el tema que da título al CD que acaba de lanzar al mercado, “Rojo tango” de Pablo Ziegler, no pudiendo estar acompañado por Wellber y su ex acordeón, como estaba previsto en un principio, ya que no debía haber cover del instrumento. Schrott volvió a demostrar aquí su potencia vocal, muy metido en estilo, y fue divertido observar como Wellber dirigía la Orquesta batuta en ristre y, a su lado, Schrott hacía lo propio con sus manos y no siempre coincidiendo con las indicaciones del maestro.

Al finalizar (sin bises), el público que llenaba las tres cuartas partes del aforo del Auditorio, con una gran presencia de la colonia japonesa en Valencia, tributó, puesto en pie, una larga y calurosa ovación a todos los participantes y nos marchamos todos de allí muy satisfechos tras pasar una noche plagada de emociones, humanas y artísticas.

Ojalá este gesto solidario que tuvo lugar el jueves en Valencia sirva para paliar el dolor de los afectados por la catástrofe de Japón, si no desde un punto de vista económico, al menos sí como mensaje de apoyo para que sientan que no están solos en los difíciles días que están viviendo.

Para finalizar, os dejo la traducción aproximada del poema de Miyazawa Kenji, “Ame ni mo mazeku”, que leyeron en el concierto los dos músicos japoneses de la Orquestra de la Comunitat Valenciana, la violinista Eri Takeya y el contrabajo Nobuaki Nakata, todo un canto a la lucha por la vida y la solidaridad:

Poder resistir la lluvia,
poder resistir el viento,
poder resistir tanto la nieve como el calor del verano
con un cuerpo fuerte,
sin ansias.
 
No dejándose llevar nunca por el temperamento.
Con una alegría tranquila.
Comer cada día cuatro tazas de arroz integral,
miso y algunos vegetales.
 
En todo,
pensar primero en los otros.
Ver, escuchar y entender
y, además, nunca olvidar.

A la sombra de los pinos, en los prados,
estar en una pequeña choza con techo de paja.
Si hay un niño enfermo al Este,
asistirle.
Si hay una madre exhausta al Oeste,
ponerse al hombro sus fajos de arroz.
Si hay un hombre moribundo al Sur,
decirle que no tema.
Si hay una guerra o conflicto al Norte,
decir que sería mejor acabar con ello.

Cuando hay sequía, derramar lágrimas.
Cuando el verano es frío, vagar perplejo.
Ser llamado imbécil por todos,
no ser alabado,
no ser culpado.

Quisiera convertirme
en una persona así.


sábado, 2 de abril de 2011

CONCIERTO SOLIDARIO POR JAPÓN EN LES ARTS

En el Auditorio del Palau de les Arts de Valencia tendrá lugar el próximo jueves 7 de abril un concierto solidario a beneficio de los damnificados por los trágicos sucesos acaecidos recientemente en Japón.

En él participará la Orquestra de la Comunitat Valenciana dirigida por el israelí Omer Meir Wellber, el Cor de la Generalitat y cuatro de los solistas que intervienen en las funciones de “L’Elisir d’Amore” que están desarrollándose actualmente en el recinto valenciano: La soprano sevillana Rocío Ignacio, que iniciará su participación en “L’Elisir” el día 8; el tenor Ramón Vargas; el barítono Erwin Schrott y la soprano Ilona Mataradze que, aunque la mayoría de críticas aparecidas en prensa la hayan obviado por completo, está siendo una estupenda Gianetta.

Sobre el programa que podrá escucharse, apenas se sabe nada. Tan sólo se ha dicho hasta ahora en la web de Les Arts que estará “integrado por una selección de arias de Puccini, Verdi y Massenet, tangos, pasajes para coro, así como movimientos orquestales”.

Lo de los “movimientos orquestales” no sé si se refiere a que habrá fragmentos de música sinfónica o a que los músicos de la Orquestra de la Comunitat Valenciana nos obsequiarán con algún numerito a lo Dudamel:


video de pepodavid77

En cuanto a la referencia que se hace a los tangos, supongo que será porque el señor Schrott aprovechará la ocasión para hacer promoción de su disco Rojotango que acaba de salir a la venta hace una semana... Miedo me da.

El precio único de las localidades para este concierto extraordinario es de 30 euros, en cualquiera de las zonas del Auditorio, lo que constituye una buena oportunidad para adquirir una entrada a un coste razonable en la parte baja del recinto, que es la única donde la acústica es medianamente pasable.

También se ha abierto una cuenta como Fila Cero para quienes deseen hacer su aportación económica al margen de la entrada. El número de cuenta es 2077-0760-71-6600004500.

Por supuesto, la recaudación íntegra que se obtenga en el concierto se dice que será destinada a los damnificados por la catástrofe japonesa. Puede ser una buena ocasión de colaborar con un fin solidario al tiempo que se disfruta de un recital que no dejará de ser interesante. Veremos si doña Helga nos obsequia también con su solidaria presencia.

Os dejo con el video que se ha grabado al efecto. Que, por cierto, ya podrían habérselo preparado un poquito mejor…


video de PalaudelesartsRS

lunes, 28 de marzo de 2011

"L'ELISIR D'AMORE" (Gaetano Donizetti) - Palau de les Arts - 26/03/11

El pasado sábado tuvo lugar la última noche de estreno de esta fugaz temporada en la sala principal del Palau de les Arts valenciano, con la ópera de Donizetti “L’Elisir d’Amore”. Aún quedará una ópera más, “Mefistofele” de Arrigo Boito, pero será interpretada en versión concierto y en el nefasto Auditorio.

Este “Elisir” es una coproducción entre el Palau de les Arts y el Teatro Real, y, a la vista de la línea de programación que ha impuesto el amigo Mortier, me temo que en Madrid va a tardar bastante tiempo en poderse ver.

La dirección de escena corre a cargo del italiano Damiano Michieletto y empezaré dejando claro que me gustó mucho. Se ha trasladado la acción de la granja italiana del libreto a un chiringuito en una playa mediterránea, donde Adina es quien lo regenta, los segadores son familias de bañistas, los soldados son marineros de permiso y el falso doctor Dulcamara se troca en un chulo de playas, vendedor de bebidas energéticas, que se dedica a trapichear con drogas. De hecho, el elixir es sustituido aquí por una bolsita con polvos blancos, que tienen que mezclar con agua para que luego tenga sentido el libreto cuando se habla de que “la botella se agita, se destapa…”, aunque las referencias posteriores al vino de Burdeos no haya por dónde pillarlas. Leído así se le ponen los pelos de punta a cualquiera, pero el resultado final fue muy satisfactorio.

Es verdad que se le pueden hacer bastantes reparos, y los más puristas criticarán ciertas licencias, posiblemente con razón, pero lo cierto es que el público se lo pasó en grande, incluido yo, que ya sabéis que me suelo aburrir soberanamente con esta ópera, y daba la impresión de que los que estaban sobre el escenario también estaban disfrutando con su trabajo. Y eso al final es lo importante.


Michieletto ha planteado una propuesta enormemente fresca, colorida, ágil y entretenida. Quizás demasiado entretenida. Porque el principal punto que se le puede criticar, precisamente, es que se ofrece demasiada información visual, excesivos planos de acción, lo que tiende a distraer al espectador de lo que realmente importa. Mientras Nemorino intenta conquistar a Adina, unos hacen aerobic, otros juegan al fútbol o se zampan un arroz al horno en biquini, y es casi imposible no acabar apartando la atención de lo puramente musical.

Otro aspecto criticable a mi juicio fue la decisión de que Nemorino cantase el aria “Una Furtiva Lagrima” subido en el tejado del chiringuito. Me pareció estéticamente atrayente que mientras cantaba abrazase el nombre de Adina en el neón iluminado y que al finalizar el aria se fuesen apagando progresivamente las letras, pero creo que no era la mejor ubicación para proyectar la voz, y, sobre todo, me indignó el hecho de que se hiciese aparecer a Adina en escena deambulando antes de que Nemorino acabase su melancólica aria.

Nemorino no aparece aquí retratado con unos rasgos tan acusados de tonto del pueblo como en otras producciones, sino que su diferencia respecto al resto de personajes se ha acentuado más desde una perspectiva social, como tipo sin recursos que trabaja de chico para todo.

Al positivo resultado final contribuyó también de forma decisiva la excelente iluminación de Alessandro Carletti, creando la ambientación requerida en cada momento y mostrando el discurrir del día con los inteligentes cambios de luces.

Como en todo chiringuito que se precie, una marca de cervezas, otra de refrescos de cola y una más de helados, tienen permanente publicidad a la vista, con lo que imagino que Helga igual ha sacado una ayudilla para sus polvorientas arcas, y no es descartable que se imponga como sistema de obtener ingresos en futuros montajes, así que cualquier día nos vemos a un Scarpia con una camiseta de publicidad de tomate frito. Como me comentó un amigo durante la cena “por un momento pensé que cuando salió Vargas a cantar la Furtiva Lagrima iban a decir: Poca Cola Light patrocina este aria”.

Ya lo he comentado en alguna ocasión, pero reitero que no me parecen bien las licencias en la traducción de la subtitulación. Creo que se deberían limitar a traducir simplemente lo que se dice y, si chirría más o menos, que asuma el director de escena las discordancias que pueda haber, pero, aunque sea una bobada, cambiar los escudos y ducados del libreto por euros, me pareció una majadería.

En el apartado musical, Wellber dirigió con sus habituales aspavientos e hiperactividad a una Orquestra de la Comunitat Valenciana que, una vez más, sonó increíblemente bien, a pesar de los desajustes y desequilibrios puntuales que ya son habituales en los estrenos, y de que hubo cierta precipitación en los tempi. Destacaron en sus intervenciones solistas el fagot de Salvador Sanchís, Magdalena Martínez a la flauta y José Ramón Martín en el fortepiano. También hay que alabar a los contrabajos que continuaron tocando aguantando estoicamente la imprevista lluvia de espuma que les llegó desde el escenario en un momento dado.

Una mención muy especial merece hoy el fantástico Cor de la Generalitat. Y en esta ocasión aún más si cabe, pues a su buen hacer en el terreno musical hay que añadir un trabajo escénico impresionante, enormemente exigente, combinando el canto con las múltiples actividades playeras impuestas por la regia. Y no sólo lo hicieron bien, sino que además evidenciaban que se lo estaban pasando pipa.

Con el quinteto vocal solista creo que se ha logrado el nivel más alto y homogéneo de la temporada, y aunque parecieron comenzar un poco fríos, acabaron todos ellos por cuajar una fantástica actuación, empezando por un Ramón Vargas inconmensurable.

El tenor mejicano fue de menos a más, comenzando algo inseguro, pero finalizando pletórico. Hizo gala de su depuradísima técnica, exhibiendo una bellísima línea de canto, una elegancia mayúscula y gran expresividad. Es un placer escuchar hoy a tenores que son capaces de cantar tan bonito sin gritos ni aspavientos, delineando puro bel canto a base de legato y musicalidad. El momento siempre esperado de la famosísima “Una Furtiva Lagrima” ha quedado ya archivado en mi memoria como uno de los instantes mágicos vividos en este teatro. Vargas elevó en este fragmento aún más el listón y maravilló con un portentoso fiato e increíble elegancia melódica, esculpiendo un aria majestuosa, donde su voz se proyectaba con una delicadeza extrema, como si se deslizase lentamente por la sala en una invisible alfombra de seda, culminando en un final excelso, donde la emoción se desbordó por completo. Lástima que el típico mentecato de turno rompiese el hechizo iniciando un desafinado bravo cuando la música aún no había dejado de sonar.

Aleksandra Kurzak compuso una solvente Adina, muy implicada en lo actoral y luciendo una voz bonita y fresca, aunque resultase algo pequeña. Se apreció alguna cortedad en los agudos, y ciertos problemas de afinación, especialmente en el primer acto, pero su actuación general fue muy notable, resolviendo las complicadas coloraturas del segundo acto con limpieza y precisión.

Ya sé que ahora parece que hablar bien de Erwin Schrott casi esté mal visto, pero es imposible no elogiar el carismático Dulcamara que crea el uruguayo. Borda el personaje, aquí reconvertido en un chulo de playas que trapichea con droga. Lució su vozarrón de enorme volumen, con algunas resonancias profundísimas, y una buenísima dicción. Ya en su aria de entrada, “Udite, udite”, obtuvo los primeros bravos de la noche y, a partir de ahí, se creció aún más, sobre todo en la parte actoral, donde es un maestro. Se come absolutamente la escena y se desenvuelve con una tremenda soltura. El problema es que hace demasiado el ganso, poniendo tanto énfasis en su faceta de actor que se ve perjudicado en muchos momentos el fraseo, siendo habitual la pérdida de impostación.

Fabio Capitanucci fue también un estupendo Belcore. Nunca le había escuchado en directo y hubo quien no me dio precisamente buenas referencias de él, pero he de decir que me gustó bastante. Presentó una voz potente, homogénea y robusta, que proyectaba con suficiencia, con unos graves contundentes y su actuación dramática fue más que aceptable.

También es de destacar la Gianetta de Ilona Mataradze. La joven soprano georgiana sacó petróleo de este breve papel, luciendo una voz francamente bonita y muy bien colocada, estando acertadísima en sus intervenciones junto al Coro, y llevando a cabo un trabajo escénico infatigable durante toda la obra como camarera choni: sirviendo copas, fregando vajilla, limpiando las mesas, pasando el mocho y marcándose un animado baile al final del primer acto encima de una mesa.

Como decía al principio, el público se lo pasó en grande y lo demostró con fuertes aplausos para todos los participantes tanto musicales como escénicos, siendo Erwin Schrott quien cosechó los mayores bravos en una de las más sonoras ovaciones que he escuchado yo en este teatro.

Creo que fue la primera vez que en Les Arts anuncian por megafonía antes de comenzar la función y después de los descansos que no se olvide el público de apagar los teléfonos móviles. Y el aviso tuvo sus frutos. Yo no escuché ni un maldito soniquete en toda la noche, cosa rara en este teatro.

Muchas toses, eso sí, como siempre. Aunque lo peor vino al final, cuando comenzaron los aplausos muchísimo tiempo antes de que acabase la música, privándonos a los demás de escuchar los últimos compases, para, inmediatamente después, salir a la carrera cual manada de búfalos con cistitis en estampida.

No quiero acabar sin comentaros el Expediente X de la noche. Nada más finalizar los largos aplausos tras la Furtiva Lagrima, se escuchó claramente en la zona de la orquesta un sonido de acople de amplificación. Me dijeron que parecía ser que se trataba del fortepiano que contaba con algún tipo de ayuda sonora. Yo no sé más.

Otras opiniones: Titus, Maac