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viernes, 1 de octubre de 2010

"ASCENSO Y CAIDA DE LA CIUDAD DE MAHAGONNY" (Kurt Weill) - Teatro Real 30/09/10


Ayer se estrenó en el Teatro Real de Madrid “Ascenso y caída de la ciudad de Mahagonny”, la ópera de Kurt Weill, en una producción que cuenta con la dirección escénica de Alex Ollé y Carles Padrissa (La Fura dels Baus) y musical del joven granadino Pablo Heras-Casado. Se trata de la primera nueva producción que se presenta en el recinto madrileño desde que Gerard Mortier asumió su dirección en septiembre, y es claramente una apuesta personal suya.

La retransmisión de este estreno a través de las pantallas de cine, nos permitió acercarnos al espectáculo que se ofreció en el Real a quienes no podíamos acudir personalmente pero aguardábamos con curiosidad esta incursión en un título que no es fácil de ver representado.

Los huecos que se pudieron apreciar en el aforo podrían ser un indicativo de que el público madrileño no estuviera especialmente predispuesto a dejarse seducir por la apertura de repertorio propuesta por Mortier. Pero eso quizás sea cuestión de tiempo. De momento es una lástima que prejuicios hacia el nuevo director artístico o en general a todo lo que suene a “moderno”, prive al aficionado a la ópera de algunos espectáculos como el de ayer, que, con los reparos que puedan hacerse, pueden ser mucho más interesantes que algunas obras incrustadas ya a fuego en el repertorio clásico, o al menos resultan un buen complemento a las mismas.

Desde este punto de vista, quizás haya sido una buena idea decidir que la función que fuese retransmitida haya sido la del estreno, permitiendo una mayor difusión de una obra poco conocida y que a priori podía generar cierto escepticismo, favoreciendo así que el boca a boca empiece a funcionar y la venta de entradas se anime para las siguientes representaciones.

Se ha optado por escenificar su versión operística íntegra y en lengua inglesa, y lo que en principio iba a ser una coproducción con la Ópera de Viena, finalmente se ha quedado en una apuesta en solitario de Mortier ante la renuncia de los nuevos responsables vieneses al proyecto. El propio Mortier realizó, previamente a la retransmisión, una introducción a la ópera situándola en su contexto histórico y destacando la actualidad del mensaje que contiene.

La obra de Weill, con libreto del dramaturgo alemán Beltolt Bretch, fue estrenada en Leipzig en 1930, y surge como una crítica feroz de la sociedad capitalista carente de valores, en un momento histórico en el que un año antes se había producido el crack del 29 y en Alemania iniciaba el ascenso el partido nazi. Está ambientada en la ficticia ciudad estadounidense de Mahagonny, fundada en medio del desierto por tres personajes fracasados, fugitivos de la justicia, que es refugio de todo tipo de seres marginales y donde todos los placeres tienen vía libre sin cortapisas. Todo está permitido mientras puedas pagarlo. Allí el único delito que se conoce es la falta de dinero.

Ya su estreno en Leipzig estuvo envuelto en la polémica y se produjeron tumultos incluso dentro del teatro, con el protagonismo de algunos simpatizantes del Partido Nazi. Luego estuvo prohibida en la Alemania de Hitler durante doce años, siendo calificada como una obra decadente y sólo tras el fin de la Segunda Guerra Mundial volvió a representarse, constituyendo desde entonces una pieza que aunque no forma parte del repertorio habitual de los teatros de ópera, sí se pone en escena con alguna frecuencia.

La dirección escénica de Ollé, Padrissa y los chicos de La Fura, convierte el desierto en un vertedero. En palabras del escenógrafo Alfons Flores: “en un lugar sin posibilidad de éxito, una ciudad construida sobre cimientos que no se sostienen”. Son los propios desechos de la sociedad los que crean ésta y la sostienen hasta que todo se viene abajo.

El mensaje de denuncia del texto de Brecht y la carga dramática del libreto tienen la suficiente entidad como para no necesitar demasiados elementos de refuerzo. Simplemente con que no se distraiga el fluir narrativo es suficiente. Y aquí creo que esta vez Ollé y Padrissa han acertado de pleno.

La puesta en escena de La Fura prescinde del habitual derroche de elementos mecánicos y audiovisuales y se centra más en la dirección de actores, algo que en sus últimas producciones algunos echábamos especialmente a faltar. Ayer, de hecho, el elemento más destacable de la dirección artística fue, precisamente, un trabajo de dramaturgia y dirección de actores muy cuidado y que puede gustar o no, pero al menos denota la existencia de una propuesta elaborada. Es verdad que se contó con unos cantantes que son magníficos actores y que el libreto de Brecht tiene la fuerza suficiente como para constituir un armazón dramático sólido, pero esta vez la lectura de Ollé y Padrissa prescinde del exhibicionismo en favor de la eficacia narrativa, contribuyendo también de forma importante al éxito final de la propuesta escénica la inteligente y fluida iluminación de Urs Schönebaum.

Como en todas las producciones de La Fura vuelven a aparecer figurantes en escena, pero su presencia ocupa por lo general un segundo plano, contribuyendo a un silencioso y contenido apoyo de la acción, y no se convierte en molesto protagonista no invitado como en “Los Troyanos”.

Lo peor para mi gusto fue el final, con una sobrecarga de pancartas desplegadas defendiendo valores contrapuestos, que resultaba demasiado primario y obvio. Y entre lo mejor destacaría la escena de la gula con los habitantes de Mahagonny abrevando en un comedero de pienso como si fuera ganado.

Me gustó mucho también como sonó ayer la Orquesta, con algunos momentos de los saxos muy destacables. La dirección musical corrió a cargo de Pablo Heras-Casado, un director que se prodiga poco en España, pese a que tiene relevantes compromisos internacionales. Con las limitaciones que tiene una escucha en cines, que no permite apreciar los matices del directo, sobre todo respecto a si algunas voces, no muy potentes, pudieron quedar tapadas, la impresión que transmitió Heras-Casado fue muy positiva. Dirigió manteniendo la intensidad en todo momento, con gran sentido musical, llevando a cabo una lectura brillante y profunda, y sabiendo acentuar los pasajes dramáticos sin perder nunca el equilibrio de una página que puede ser propicia a excesos y descontroles.

Muy destacable en todos los aspectos fue también la actuación del Coro Intermezzo, aunando volumen y conjunción y mostrando un comportamiento escénico impecable.

La partitura concebida por Weill no es precisamente sencilla y requiere de un elenco solista con capacidad para afrontar una pieza vocal y dramáticamente exigente. En este sentido hay que destacar la gran adecuación en esta ocasión de los cantantes elegidos a sus respectivos papeles, tanto vocalmente como en el plano actoral, donde estuvieron fantásticos.

La soprano canadiense Measha Brueggergosman fue de menos a más y demostró estar en posesión de un instrumento muy versátil, de amplia riqueza cromática. Su voz cálida se adaptó en cada momento a las exigencias de la partitura, metida siempre en estilo, ya fuera en los pasajes musicalmente más próximos a la música popular, al cabaret, el musical o la línea operística más clásica. Supo imponer además la fuerza dramática que requiere el personaje de Jenny Smith, con una presencia escénica arrolladora, siendo la gran triunfadora de la noche si a la intensidad de los aplausos nos remitimos.

Michael König demostró ser un estupendo tenor lírico de voz homogénea y potente en su zona aguda, y estuvo absolutamente entregado, componiendo un Jim MacIntyre extraordinario, lleno de emoción.

El veterano bajo barítono Willard White (perdón, Sir Willard White), a quien pudimos escuchar este verano en Valencia en “El castillo de Barba Azul” de Bartok, volvió a derrochar expresividad dramática, aunque su voz acuse el paso de los años. Su presencia física y la imponente y bella oscuridad de su timbre, contribuyeron de manera capital a construir un más que notable Trinity Moses.

El personaje de la viuda Begwick creo que fue el mejor dibujado, contando con una magnífica Jane Henschel que llevó a cabo una interpretación destacadísima.

Igualmente brillantes en el plano actoral estuvieron Donald Kaasch y un extraordinario John Easterlin, que en su caracterización de Jack O'Brien no pude evitar que me recordase a un joven Mortier.

Tras la polémica que siempre persigue a Gerard Mortier desde su toma de posesión como director artístico del coliseo madrileño y los desafortunados comentarios aparecidos en alguna prensa local en días previos a la representación cargando contra Mortier y La Fura, se aguardaba con expectación la reacción del público asistente al Real, pero al final, en el temido momento de los saludos finales, no llegó la sangre al río y tan sólo hubo algún muy aislado y más incomprensible abucheo a Pablo Heras-Casado y una minoritaria protesta en los saludos de Padrissa y el resto de la dirección artística, pero que quedaron prácticamente inaudibles ante una mayoritaria ovación con bravos incluidos. Los cantantes fueron todos ovacionados, siendo Measha Brueggergosman quien obtuvo los mayores aplausos.

Mención aparte merece nuevamente la espantosa realización de la retransmisión. No sé si fue un problema generalizado, pero, al menos en el cine al que yo acudí, durante la primera hora y media de función no apareció en pantalla ni un solo subtítulo. Pero eso no fue lo peor. El sonido estuvo desequilibrado y, sobre todo, una obsesión enfermiza por los primeros planos, incluso de quienes no cantaban en ese instante, y un despiste mayúsculo en varias ocasiones respecto hacia dónde se dirigía la cámara, obstaculizó el seguimiento de la acción e impidió apreciar la propuesta escénica en su conjunto. Eso sí, la cicatriz de la reciente operación de corazón de Brueggergosman y los chorros de sudor y escupitajos de todos los intervinientes, se apreciaron a nivel molecular. Si esa va a seguir siendo la tónica dominante de futuras retransmisiones, de verdad que prefiero que dejen una cámara fija enfocando de lejos la totalidad de la caja escénica.

Creo que la andadura de Gerard Mortier al frente del Teatro Real ha empezado con muy buen pie con este “Ascenso y caída de la ciudad de Mahagonny”, una obra que animo a que quien pueda no se la pierda.

Para finalizar os dejo con el video de presentación de esta producción:


video de communityTeatroReal