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sábado, 23 de marzo de 2019

"IOLANTA" (P. I. Tchaikovsky) - Palau de les Arts - 22/03/19


Ya dije cuando se anunció la presente temporada operística 2018/19 del Palau de les Arts que, en principio, lo que más interés me suscitaba, junto a la Lucia di Lammermoor que la clausurará, eran las funciones de Iolanta, de P.I. Tchaikovsky, que se iniciaron ayer en el coliseo valenciano. Varios eran los alicientes que presentaba: para empezar, es una ópera que me conquistó desde la primera vez que la escuché con una música que me parece preciosa; se trata de una obra que no es muy habitual ver representada; cuenta con la dirección escénica del polaco Mariusz Trelinski que casi siempre nos ha ofrecido propuestas interesantes; y de la dirección musical se encarga Henrik Nánási, que ha culminado con éxito incontestable cada aparición suya en el foso de Les Arts.

Para romper la intriga cuanto antes, empiezo ya por confesar que mis expectativas no quedaron defraudadas y considero que, aunque haya algunas cosas a las que se les pueda sacar punta, anoche se vivió un estreno muy exitoso en el que el público se lo pasó fenomenal, lo que, al fin y al cabo, es lo más importante.


Sí hay algo que no entiendo, y es que esta ópera de poco más de hora y media de duración no se haya ofrecido en un programa doble junto a otra obra breve, como se hace habitualmente en otros teatros (por ejemplo, recientemente, en el Teatro Real junto a Perséphone, de Stravinski; o en el neoyorquino Met junto a El castillo de Barbazul, de Bartók). Es verdad que prefiero que se haya optado por la versión escenificada, aunque sea sin ópera acompañante, y no por otra versión en concierto en el infecto Auditori, como ya la tuvimos en 2012; y también es cierto que se han reducido un poco los precios habituales de la sala principal para estas funciones. Igualmente, reconozco que posiblemente la programación un tanto coja de esta ópera venga derivada de cómo se fraguó esta temporada, sin director artístico, en pleno cambio de sus órganos de gobierno y sin apenas tiempo ni margen de reacción. Pero lo que es un hecho incontestable es que el público sale muy satisfecho de la sala con lo vivido, aunque con una especie de sensación de coitus interruptus muy significativa al quedarte con ganas de más.

Como decía antes, la dirección escénica de esta producción del Teatro Mariinsky de San Petersburgo corre a cargo del polaco Mariusz Trelinski, de quien en Les Arts ya hemos visto en temporadas anteriores sus versiones de Madama Butterfly (2010) y Eugene Onegin (2011), mucho mejor a mi juicio la primera que la segunda, aunque siempre con un poderío e impacto visual muy relevante. También en esta ocasión la iluminación y el componente visual y estético tendrán un papel fundamental, lo cual en esta ópera cobra aún más sentido al ser la luz o su ausencia el eje en torno al cual gira toda esta fábula. El vestuario y la escenografía juegan también con el contraste entre blancos y negros, reflejo de esa dualidad simbólica entre luz y oscuridad (conocimiento – ignorancia; uniformidad – singularidad; integración - marginación) que recorre la trama. 

La acción se ha trasladado temporalmente del siglo XV a una época más moderna, posiblemente sobre los años 40 del pasado siglo, y se ha comentado que se ha buscado inspiración en el cine negro de esos años. Como también suele ser habitual en el director polaco, nos encontramos aquí con una escenografía muy limitada; únicamente una estancia en forma de cubo giratorio que representará tanto el interior como el exterior de la casa donde permanece recluida Iolanta rodeada de cráneos de ciervos muertos. Allí la tiene encerrada su padre, igual que a esos animales sin vida, fuera de su hábitat, como un trofeo, sólo para él, tan sobreprotegida que está muerta para el mundo.    

Junto a la casa, enmarcando la acción, simplemente una pila de leña y un bosque de árboles secos flotantes con sus raíces suspendidas, dando al conjunto un cierto aire fantasmagórico muy apropiado para la fábula que en definitiva es. La oscuridad que rodea la casa o ese ambiente neblinoso y turbio, otorga especial protagonismo a la figura de Iolanta y centra la atención del espectador en los personajes principales y en el devenir dramático. El hecho de que gire el cubo central logra dotar de gran ligereza a la acción y los cambios de escena se suceden sin demoras innecesarias y sin que el ritmo narrativo se resienta.

Durante toda la representación, entre el escenario y la platea permanece permanentemente bajada una tela/pantalla sobre la que puntualmente se proyectan algunas imágenes. Yo pensaba que en la escena final, cuando la protagonista recupera la vista, la pantalla se retiraría definitivamente, pero no; con lo que la verdad es que no entiendo por qué nos tenemos que chupar toda la obra tras ese velo que dificulta la visión y la escucha del espectador, para que sirva de soporte para la proyección de video en apenas 4 o 5 ocasiones. Si es para que empaticemos más con la ceguera de la protagonista, ya puestos, que la hubieran hecho a oscuras. Aunque poco faltó para que la platea quedara ciega de verdad, pues, una vez más, las musas de los registas, que deben tener accionariado en la ONCE, decidieron que había que deslumbrar al espectador en una escena, en este caso cuando se descubre que Vaudemont está con Iolanta y todo el reparto aparece armado con linternas que, por supuesto, se encargan de dirigir convenientemente a las pupilas de los espectadores, no vaya a ser que se duerman.

Cuando finalmente la protagonista consigue ver, la luz crecerá en intensidad, y en la última escena todos los intérpretes, con un vestuario en el que predominará claramente el blanco, se alejarán festejando la buena nueva, a excepción de uno, el rey René, vestido de riguroso negro, con un guante de cuero del mismo color (posiblemente simbólico de lo cerca que está su comportamiento sobreprotector hacia su hija del sadismo o del maltrato psicológico), y que se quedará solo en la habitación de Iolanta mientras suenan las últimas notas de la ópera.

Creo que, en conjunto, la dirección escénica puede calificarse de positiva. Es verdad que se encuentra un poco en tierra de nadie entre las propuestas ajustadas al libreto y las más transgresoras, sin que aporte ninguna lectura especialmente original; pero hay una buena dirección de actores (otra cosa es lo buenos o malos que sean luego ellos) y obtiene una alta calificación en la creación de atmósferas y ambientes sugerentes que acompañan adecuadamente el discurso musical y dramático sin alterarlo especialmente y sin perturbar demasiado al espectador, a excepción, como ya he dicho, de esa molesta pantalla interpuesta y las linternitas del demonio.  

Para quien esto suscribe es una alegría poder volver a decir que regresaba al foso de Les Arts Henrik Nánási. Siempre que ha pasado por nuestro teatro, el rendimiento de la orquesta ha sido excelente. Y ayer no fue una excepción. Esta ópera, aparentemente menor, cuenta con una maravillosa orquestación que encontró en la batuta de Nánási y los componentes de la Orquestra de la Comunitat Valenciana una interpretación privilegiada. Todo el cromatismo con el que Tchaikovsky impregna los pentagramas para mostrarnos musicalmente esa dualidad entre la luz y la oscuridad, fue trasladada a la sala por la orquesta de manera mágica. El director húngaro volvió a maravillarme con su extraordinario manejo de las dinámicas y sabia administración de las intensidades, con el absoluto control y equilibrio de orquesta y foso y, sobre todo, con una labor de dirección rebosante de sentido dramático, sabiendo resaltar cada matiz de la partitura generando emociones, al mismo tiempo que cuidaba las voces con un mimo exquisito.

Ya desde los primeros compases, desde ese preludio donde sólo los vientos intervienen para reflejar así la carencia de la luz que padece la protagonista, la calidad de los componentes de nuestra orquesta se puso una vez más de manifiesto. Grandísima noche de maderas y metales, con muy destacadas intervenciones de flautas, trompas y trompetas, de Ana Rivera en el corno inglés, Pierre Antoine Escoffier al oboe y unos más que sobresalientes Salvador Sanchís al fagot y Tamás Massànyi con el clarinete. Y no menos sensacionales estuvieron las cuerdas, desde las luminosas arpas a unos soberbios contrabajos que junto con violines, chelos y violas sustentaron con excelencia el magnífico edificio orquestal concebido por Tchaikovsky. Mención especial merece también el virtuosismo mostrado por Guiorgui Dimchevski, de nuevo como concertino en el foso de Les Arts.

El coro en esta ópera tiene una escasa participación aunque con momentos de indiscutible belleza. Las componentes femeninas del Cor de la Generalitat estuvieron situadas otra vez en el foso, tras la orquesta, durante casi toda la representación. Esto parece ya una nueva moda y esta es ya la tercera vez que se recurre a este singular emplazamiento en menos de un año, desde que a finales de la pasada temporada Abbado tomara la decisión de ubicar parte del coro en el foso en La damnation de Faust y repitiera recientemente en I Masnadieri. La verdad es que, al menos desde mi posición, anoche se logró un gran equilibrio del coro con la orquesta y las voces. Impecables fueron todas sus intervenciones cargadas de sutileza y musicalidad, e imponente la última escena con todo el conjunto sobre el escenario en uno de esos momentos que quedarán para el recuerdo.

El papel de la protagonista ha sido encomendado a la soprano armenia Lianna Haroutounian, quien ya nos visitara el año pasado como Tosca. En aquella ocasión no me acabó de convencer, pese a reconocer la calidad de su instrumento. Como Iolanta me ha gustado más, aunque valdrían muchas de las consideraciones que hice entonces. Es incuestionable la belleza de una voz sana, con cuerpo, bien proyectada, de atractivo timbre lírico que en la zona aguda se expande y agranda notablemente. Puntualmente se le descontroló un poquito la afinación y, pese a que la cantante pone todo su empeño, no puedo evitar que me traslade una cierta frialdad. Es cierto que hay instantes en los que su derroche vocal y entrega artística elevan la vertiente expresiva, pero le falta ese punto de magia, esa chispa de emoción que estimula nuestra espina dorsal, pero puede que sea una sensación muy particular. De cualquier modo, compuso una Iolanta más que notable que sólo puede merecer un encendido elogio.

El rol de Vaudemont no es precisamente una perita en dulce y el tenor ucraniano, hasta ayer para mí desconocido, Valentyn Dytiuk, ha sido toda una agradable sorpresa. Es aún muy joven, apenas 28 años, y está claro que debe madurar y pulir muchos aspectos, pero el resultado final fue muy relevante. Cantó su romanza con un gusto exquisito, adornándose con falsetes y medias voces, presentando en el registro agudo una frescura deslumbrante con apabullante comodidad. El fraseo en la zona central estaba más descuidado, pero es una cuestión a trabajar y que no deslució su muy brillante rendimiento vocal general. Su flanco más vulnerable es su actuación dramática porque como actor el muchacho muestra obvias carencias, con una movilidad y gestualidad limitadas, sacando pecho palomo y posando cual muñeco Michelin. El vestuario con pijo-jersey de Zipi y Zape y pantalón de chándal metido por dentro del botín, tampoco ayudaba.

Poco antes de comenzar la función, nos encontramos en el programa de mano con la sorpresa de que el bajo ruso Mikhail Kolelishvili, inicialmente anunciado como rey René, quedaba relegado a las dos últimas representaciones. Les Arts ha hecho público un comunicado diciendo que cancelaba por indisposición su participación y que sería sustituido por el ucraniano Vitalij Kowaljow, un cantante que también ha pasado ya por Les Arts, cuando vino en 2014 a cantar el Jacopo Fiesco de Simon Boccanegra, también por cierto para sustituir otra cancelación de otro bajo ruso, Ildar Abdrazakov. Kowaljow cumplió sobradamente el compromiso con una voz grave poderosa que manejó cantando con mucha clase y sabiendo dibujar este complicado personaje de perfiles tan polivalentes. Quizás se echase de menos que se mostrara más imponente con esas resonancias cavernosas de los bajos más profundos.

En mi opinión, el menos destacado del quinteto protagonista, sin que ello quiera decir que estuvo mal, fue el Ibn-Haqia de Gevorg Hakobyan, un barítono armenio que también hemos visto en Les Arts el año pasado como uno de los Scarpia de aquellas Tosca con la Haroutounian. Tiene un instrumento más limitado y muestra más tosquedad en su fraseo. Aun así, solventó bastante bien la difícil papeleta en su monólogo en crescendo, aunque acabase algo apurado, y siempre contó con el apoyo y mimo de una base orquestal fantástica.

Excelente me pareció Boris Pinkhasovich como Robert. A mí fue el que más me gustó de la noche. El barítono ruso mostró un auténtico color baritonal, con graves bien apoyados, agudos potentes y un timbre luminoso que recorría la sala y se imponía a la orquesta con facilidad. Fraseó con vehemencia y estupendo legato. Su aria resultó imponente por potencia vocal, musicalidad y expresividad, aspecto este en el que sin duda fue también el más destacado de la velada, tanto en lo vocal como en lo actoral.

Me gustó mucho el trío de criadas Marta, Briggitta y Laura, que estuvieron interpretadas con indudable acierto por Marina Pinchuk, Olga Zharikova y Olga Syniakova, respectivamente. Mostraron un gran equilibrio vocal, sensibilidad y un muy buen comportamiento escénico.

Muy correcto estuvo también Gennady Bezzubenkov, en el casi anecdótico papel de Bertrand; y magnífico en todos los aspectos el veterano Andrei Danilov en el también breve rol de Almeric.

Como era de esperar conociendo el comportamiento del público valenciano, al ofrecerse una ópera menos popular aparecieron bastantes más huecos en la sala. Una verdadera pena teniendo en cuenta la calidad del espectáculo ofrecido. Ojalá en las próximas representaciones el boca a boca vaya funcionando y se mejore la venta de entradas. Se aplaudió generosamente a todos los intérpretes a la finalización y hubo gran ovación para la orquesta. Esta vez sí salieron a saludar los responsables de la dirección artística que también obtuvieron la unánime aprobación por parte del público presente.

A los que no se os haya pasado por la cabeza asistir a alguna de estas funciones de Iolanta, os recomiendo que reconsideréis vuestra decisión. Descubriréis una ópera de música bellísima, con una orquesta en estado de gracia y un reparto vocal muy homogéneo y equilibrado. Además, los precios de las localidades son más baratos que de costumbre. ¿Qué más se puede pedir?



viernes, 4 de julio de 2014

VI FESTIVAL INTERNACIONAL "RESIDÈNCIES DE MÚSICA DE CAMBRA" DE GODELLA

Pese a la situación cada vez más crítica que vive la cultura en la Comunidad Valenciana gracias, fundamentalmente, a la incompetencia e ignorancia de nuestros gobernantes, un año más se ha hecho posible ese pequeño milagro que todos los veranos tiene lugar en la localidad de Godella y que es el Festival Internacional "Residències de Música de Cambra" que alcanza ya su sexta edición.

Como ya comenté aquí el pasado año, el Festival se desarrolla bajo la dirección de Joan Enric Lluna, clarinete solista de la Orquestra de la Comunitat Valenciana, agrupación titular del Palau de les Arts, y fundador del grupo de instrumentos de viento Moonwinds; quien ha logrado que esta cita veraniega no sólo sea el referente más importante de la música de cámara en nuestra Comunidad, sino que, además, estas jornadas sirvan de lanzamiento a jóvenes músicos que, durante unos días, tienen la oportunidad de aprender y actuar junto a consagrados intérpretes de primera fila.

Este año podemos disfrutar nuevamente en el Festival de la presencia de miembros de la orquesta titular de Les Arts como Guiorgui Dimchevski y Mirabai Weismehl(violines), Rafal Jezierski (violonchelo), Álvaro Octavio (flauta), Matthew Baker (contrabajo), David Fernández (trompa), o el propio Joan Enric Lluna al clarinete, entre otros; además de otros notables músicos invitados, como los pianistas Carles Marín y Juan Carlos Garvayo.

Ayer tuvo ya lugar el primero de los conciertos, al cual no pude asistir, y al que pertenecen las fotografías que ilustran este post, compartidas por el Ayuntamiento de Godella; pero los próximos días tendremos la oportunidad de seguir disfrutando de la mejor música de cámara, hasta el próximo martes día 8, en que culminará el Festivalcon un homenaje al compositor Antón García Abril con motivo de su 80 cumpleaños, en una jornada muy especial que comenzará a las 19 horas con un encuentro abierto del compositor con el público, seguido de una cena a la que también asistirá, y comenzando, a las 22.30, un concierto en el que su obra tendrá igualmente una presencia relevante.

Los conciertos a los que todavía podéis asistir son estos:

Concierto 4 de julio Jóvenes Talentos
Villa Eugènia, 22:00 horas
Ganadora del Certamen Intercentros y Jóvenes Talentos del Festival 

Concierto 5 de julio
Ermita de Campolivar, 22:30 horas

W.A. MOZART, Trío para 2 clarinetes y fagot
W.A. MOZART, Quinteto para trompa y cuerdas
M. GOLUD, Benny’s Gig, para clarinete y contrabajo
G. ROSSINI, Quartetto

Concierto 6 de julio
Teatro Capitolio, 20:30 horas
Jóvenes Talentos, Orquesta del Festival y Ensemble Moonwinds

J.HAYDN, Sinfonía nº45 en Fa# menor
P. SARASATE, Aires gitanos
Violín solista: Guiorgui Dimchevski

W.A. MOZART, Concierto para piano nº17
Piano: Carles Marín
Director: Joan Enric Lluna

Concierto 8 de julio
Teatro Capitolio, 22:30 horas
Ensemble Moonwinds

A. GARCIA ABRIL, Cantos del plenilunio, para flauta y piano
A. GARCIA ABRIL, Cuarteto de Agrippa
Alvaro Octavio, flauta
Juan Carlos Garvayo, piano

P. D’RIVERA, Preludio y merengue
ISAŸE, Sonata para violín y piano nº3
Violín: Guiorgui Dimchevski; piano: Juan Carlos Garvayo

P. HEIDRICH, Happy Birthday
INVITADO ESPECIAL: Antón García Abril (80 aniversario)

Este año es posible también adquirir las entradas a través de internet, tanto de los conciertos que tendrán lugar en el Teatro Capitolio (AQUÍ), como del que se celebrará en la Ermita de Campo Olivar (AQUÍ).

Como alguno ya me preguntó el año pasado acerca de esto, aclaro que ni soy de Godella, ni me dan comisión por publicitar el Festival, pero me parece de justicia dar relieve a una iniciativa musical de primera categoría que no debería pasar desapercibida para los melómanos. Es lo menos que se puede hacer para contribuir al mantenimiento de un evento de máxima calidad, con unas características tan peculiares, como las de celebrarse en una pequeña localidad y centrarse en la música de cámara.

Una vez más, vaya mi aplauso para Joan Enric Lluna y todos los organizadores, para la Associació d’amics de la Música de Cambra de Godella, y para un público fiel que sigue sin fallar, demostrando, a quien quiera y sepa percatarse, que ofrecer calidad es la mejor manera de hacer afición y generar amor por la cultura.

Nos vemos en Godella.
 

jueves, 12 de junio de 2014

"TURANDOT" (Giacomo Puccini) - Palau de les Arts - 11/06/14

Muchas veces he criticado determinados comportamientos del público habitual del Palau de les Arts. No me estoy refiriendo a los universales móviles, caramelitos, toses… (ayer tuvimos un horroroso pajarito de WhatsApp en pleno pianísimo); sino al pasotismo, la desidia y el desinterés con el que en numerosas ocasiones se ha asumido el maltrato recibido, tanto el procedente de los gestores del teatro, como de las administraciones públicas suministradoras de fondos, fondillos o paupérrimas propinas.

Pero ayer por la noche, cuando volvía a casa después del estreno de Turandot, me sentía, sobre todo, muy orgulloso de ese mismo público que durante toda la velada mostró un comportamiento ejemplar, manifestando, expresa y ruidosamente, su apoyo a un proyecto cultural de relieve internacional y el rechazo hacia la ignorancia y la soberbia de nuestros gobernantes.

Después de que se conociese la noticia hace una semana, de que el maestro Mehta rechazaba el ofrecimiento de ser el director musical titular de la Orquestra de la Comunitat Valenciana y que se desvincularía del Festival del Mediterrani, en los diferentes medios de prensa, blogs, foros y corrillos de aficionados, no se comentaba otra cosa. Todo el mundo hablaba del tema con enorme preocupación. Bueno, todo el mundo, no. A modo de irreductible gala, la señora Consellera de Cultura y Portavoz del gobierno valenciano, María José Catalá, ha tenido el cuajo de permanecer todo este tiempo callada y aparentemente inactiva, y, por todo comentario, tan sólo dijo que cuando acabase el Festival ya se estudiaría cómo quedaría el asunto.

En el post que escribí en este blog el pasado viernes, terminaba diciendo que “si la señora Consellera tiene la cara de volver a Les Arts para el estreno de Turandot el día 11, igual no estaría de más que escuchase y viese cómo el público rechaza expresamente su labor y apoya al maestro Mehta. No lo dije convocando a las masas a la revolución, simplemente manifesté lo que a mí me gustaría que pasase. Y pasó.

En toda la semana, después de saber que Zubin Mehta se había quejado de no haber sido ni siquiera escuchado, no se dignó la señora recibirle ni hacer una declaración pública contándonos algo, aunque fuese mentira… Siguió encerrada en su inframundo y, claro, la gente reaccionó.

Ayer, efectivamente, tuvo la cara de ir al estreno de Turandot, y encima entró en la sala a hurtadillas, cuando estaba ya casi en penumbra. Pero un débil abucheo empezó a escucharse y muchos aficionados se volvieron hacia el palco descubriendo a la Consellera allí aposentada, con lo que comenzaron los gritos de dimisión, fuera, sinvergüenzas y muchos abucheos. En ese instante, diez o doce pelotas repeinados, que posiblemente teman irse a la cola del Servef a partir de mayo, comenzaron a aplaudir, lo que tuvo un efecto inmediato; casi la totalidad del teatro abucheó y grito ruidosamente a la Consellera Catalá durante varios minutos.

Apenas instantes después, hacía entrada en el foso el maestro Zubin Mehta, quien fue recibido por el público puesto en pie con una estruendosa y larga ovación y gritos de Bravo y Quédate. Estos se repetirían todos los finales y comienzo de acto. Especialmente, poco antes de comenzar el tercero, cuando una voz gritó: “Zubin, no te vayas”. De nuevo toda la sala se puso en pie y permaneció ovacionando y braveando a Mehta durante casi cinco minutos, llegando a encenderse las luces. Al final de la representación, cuando el maestro subió al escenario, su salida fue acompañada por otra reacción similar acompañada de una lluvia de papelitos lanzados desde los pisos altos, conteniendo mensajes como: “Gracias maestro Mehta”, “no te vayas”, “políticos ignorantes” y “Maestro Mehta, quédese”. El director leyó uno de estos papeles, se lo llevó al corazón e hizo un signo notorio de agradecimiento hacia el público. Más de un cuarto de hora de ovaciones puso el perfecto punto final a una noche cuajada de emociones extra musicales… pero también musicales, claro.


video de MrRobuso

No sé si será por todo lo que está rodeando estas funciones, pero ayer Zubin Mehta hizo sonar a las joyas de la corona, Orquestra de la Comunitat Valenciana y Cor de la Generalitat, con una fuerza y un poderío increíbles. Haciendo ostentación. Parecía que en ese juego de símbolos y gestos que estaba desarrollándose en el teatro, el maestro hubiera pensado: hoy hasta el más tontito se va a enterar de la calidad que tienen los cuerpos estables de este teatro.

La belleza del sonido obtenido de la orquesta fue excelsa. El colorido y riqueza de matices y texturas que logró el maestro indio nos dejó absolutamente emocionados. Yo tengo ya unas cuantas Turandot escuchadas desde que tengo orejas y os puedo asegurar que ayer descubrí algunas facetas de la partitura que pocas veces me habían llamado la atención. Hubo un férreo y efectivo control de batuta, una asombrosa claridad, sentido del ritmo y fuerza dramática. Los pasajes más íntimos fueron abordados con desbordante lirismo y delicadeza extrema, como el maravilloso acompañamiento al “signore ascolta”. Pero cuando había que darle al forte, Mehta ponía el turbo y allí no había prisioneros, con el coro y orquesta al límite de volumen y de notas mantenidas. ¿Efectismo?, quizás; pero los resultados fueron apasionantes e inolvidables.

La orquesta estaba también viviendo una jornada muy especial y no defraudó en absoluto. Todos sus integrantes estos días merecen nuestro total apoyo. Es a ellos a quienes no queremos perder. Zubin Mehta es el mago y quien sabe extraer lo mejor del grupo, pero sobre todo es el medio para asegurarnos que estos músicos permanezcan aquí. Ayer hubo sobresalientes intervenciones en todas las secciones, metales, percusión, cuerdas, maderas… Se lució notablemente el concertino Guiorgui Dimchevski y Francisco Varoch con el flautín; pero querría destacar a dos músicos que brillaron especialmente y que son dos de los que ya han anunciado que, lamentablemente, no continuarán en la orquesta la próxima temporada, Guiorgui Anichenko al violoncello y Christopher Bouwman al oboe.

El Cor de la Generalitat ha conseguido ya agotar mi repertorio de elogios. Con menos refuerzos de los requeridos y sometidos a unas exigencias extremas, consiguieron ofrecernos nuevamente una lección magistral de canto coral operístico y actuación dramática, aunque sufriésemos por ellos en esos finales de acto larguísimos en agudos inacabables en fortísimo que marcó el maestro y que aguantaron de forma excelente. Pero no sólo mostraron fuerza y rotundidad, sino también una sensibilidad exquisita en momentos como el “Liù bontà”.

Un fuerte aplauso merece también la Escolanía de la Mare de Déu dels Desamparats, que obtuvo el reconocimiento expreso del maestro Mehta, al situar a los niños junto a él en los aplausos finales.

En el terreno vocal, tenía muchas expectativas ante la soprano estadounidense Lise Lindstrom, pero no puedo ocultar que me defraudó bastante. Esperaba más de ella después de haber leído algunos comentarios y viendo que interpreta el papel en los principales teatros internacionales. Pero, dentro de mantenerse en un nivel alto, no acabó de convencerme. Comenzó nerviosa y destemplada y fue mejorando progresivamente. Es indudable su dominio de la zona alta de la tesitura, con unos agudos bien proyectados que son puros estiletes, poderosos, acerados y brillantes, aunque también es verdad que en algún momento rozase el chillido. El problema vino básicamente de una zona grave desguarnecida, donde la voz perdía toda consistencia y se hacía inaudible.

Por otro lado, transmitió una gran frialdad, que para el personaje de la princesa de hielo tampoco es que le venga tan mal, pero hay cantantes que mantienen ese distanciamiento al mismo tiempo que su voz te atrapa y emociona. Ella no lo consiguió. Me gustó bastante más vocalmente en el tercer acto, donde la voz pareció haberse asentado más, pero continuó transmitiendo la misma frialdad que antes de los enigmas y eso que le dio un piquito De León.

A Jorge de León creo que poco más se le puede pedir. Podrá gustar más o menos, pero su entrega fue absoluta. Se vació con un Calaf arrojado, valiente y que recibió a porta gayola todas las diabólicas exigencias de la partitura. También dio la impresión de comenzar algo nervioso, con algún despiste y con un centro que mostraba una emisión demasiado oscilante, mejorando algo conforme avanzó la representación. Su fraseo, ya lo conocemos, no es especialmente refinado, pero introdujo algunos matices y detalles de buen gusto. Donde no se le puede discutir raza y poderío es en una zona aguda en la que se encuentra cómodo y donde nos ofreció una exhibición sin parangón, con un calderón larguísimo al finalizar el nessun dorma que hizo estallar a la platea.

La Liù de Jessica Nuccio tuvo una virtud por encima de todas y es que consiguiésemos disociar ese personaje en esta producción con la inefable Voulgaridou de infausto recuerdo. Obviamente la joven soprano italiana no es tampoco la Caballé, pero cantó con suma delicadeza y se marcó algunos pianísimos notables.

El bajo Alexánder Tsymbalyuk es un viejo conocido en Les Arts donde ya ha representado este papel de Timur en anteriores temporadas. Nuevamente volvió a impresionar por su potente voz y su timbre bellísimo de auténtico bajo, aunque con esa característica sonoridad eslava que me hacía ver en él más a Boris Godunov que al padre de Calaf.

Muy acertados y entregados en la vertiente escénica los ministros Ping, Pang y Pong, interpretados por Germán Olvera, Valentino Buzza y Pablo García López, gustándome más este último en el apartado vocal.

El ilicitano Javier Agulló volvió a asumir el rol de Altoum y de nuevo con prestaciones alejadas de las deseadas, contribuyendo a ello también el estar cantando al fondo del escenario y con una dirección escénica de juzgado de guardia. No me gustó tampoco el Mandarino de Ventseslav Anastasov. Por el contrario, sí me parecieron muy acertadas las breves intervenciones de Carmen Avivar y Jacqueline Squarcia, como due ancelle.

En cuanto a la dirección escénica del director de cine chino Chen Kaige, de cuya reposición se ha encargado Allex Aguilera, poco nuevo hay que decir. Ya la conocemos sobradamente pues es la tercera vez que se repone esta producción. Es una propuesta que agrada especialmente a los amantes de las versiones tradicionales y estéticamente vistosas. Tiene su punto kitsch y basa toda su fuerza en el poder visual del colorido vestuario y en una escenografía de corte muy clásico. En el apartado de dirección de actores los estrechos espacios no dan mucho juego al coro y tampoco es un terreno en el que se haya hecho algo especialmente relevante, salvo en los personajes de Ping, Pang y Pong, en los que sí se ha cuidado la actuación dramática y pienso que con éxito. También me resulta atractiva su escena inicial del segundo acto.

En lo peor, siguen estando las absurdas banderitas del coro, el estilete del verdugo danzarín y sobre todo ese personaje de Altoum convertido en un idiota ebrio y con Parkinson.

El teatro estaba lleno hasta la última butaca y se espera que sea así en las dos funciones que restan, donde está ya todo vendido a excepción del 5% reservado para el día de la representación. La noche empezó caldeada con el abucheo a la Consellera y acabó pletórica, con una de las más largas ovaciones de este teatro y la entrañable lluvia de papelitos.

No sé si esta reacción del público servirá finalmente para algo. Lo que es seguro es que el no hacer nada nunca sirve para nada. De momento hoy la señora Consellera se ha dignado abrir esa boca de portavoz que tiene y nos ha obsequiado con su melodioso timbre sopranil. Pero unas cuantas bobadas han vuelto a adornar sus breves declaraciones, como que: el Consell se compromete a mantener el gasto en el coliseo para que Mehta se quede (el año pasado se comprometió a aumentarlo y bajó); que respetan la decisión de Mehta motivada por su agenda y otras circunstancias (sí, otras sin importancia como la falta de compromiso de ustedes en un proyecto de futuro y de calidad o que ni siquiera le habían recibido para hablar con él); que la Intendente planifica la programación con mucha antelación (esto será un chiste de humor negro… planificará, pero no puede cerrar nada hasta bien entrado el verano por la incertidumbre presupuestaria a la que la someten); o que siempre prefiere que sean los profesionales quienes gestionen esos asuntos y que la política debe dar un paso atrás. Mire usted, pues no. Para mantener este proyecto tenían ustedes que haber dado muchos más pasos adelante y ofrecer todo el apoyo necesario para mantener este activo cultural que, pese a todo, su ignorancia parece que les sigue impidiendo vislumbrar.

Hoy, Joaquín Guzmán ha escrito en ABC un artículo que me parece una de las reflexiones más lúcidas y acertadas que se han hecho estos días sobre el tema. Podéis leerlo AQUÍ, pero os dejo ahora los últimos párrafos que me parecen especialmente relevantes y clarificadores:

“Mehta por sí sólo no fue el principio, el durante, ni el fin. La marcha de Mehta es el síntoma. Es evidente que al gran maestro se le tiene devoción pues ha permanecido fiel a nuestro teatro desde que este se inauguró, pudiendo ir donde quiera ganando mucho más dinero. A Mehta se le adora por ser quien es, pero también por lo que representa y por lo que su marcha supone. La reacción del público estos días, que corre como un reguero por las redes sociales de medio mundo, es también por temor. Temor a que un proyecto de gran cultura que la ciudad y los aficionados han hecho suyo sea arrebatado por la falta de sensibilidad y la ignorancia política.

La sensibilidad se tiene o no se tiene (qué le vamos a hacer), pero a pesar de carecer de ella, se puede gobernar muy bien con conocimientos. El proyecto de calidad en Les Arts es viable económicamente pues sus réditos directos y sobretodo indirectos son más que evidentes para una ciudad de clara proyección turística. Pero también lo es culturalmente por el poso que va dejando en la ciudad y en sus ciudadanos.

Con proyectos como el Palau de Les Arts, un IVAM como lo fue, del Palau de la Música, un San Pio V del que sentirse orgullosos, no avergonzados, se crece en todos los sentidos y la Comunidad Valenciana madura, y se desarrolla. De ambas cosas creo mucha gente les pueden hablar con más propiedad que yo. Piensen seriamente en ello, reflexionen sobre lo que hay detrás de esas protestas. Qué es lo que realmente el ciudadano está reclamando. Y si carecen de conocimientos para valorar estas cosas (no se puede saber de todo por muy político que se sea), asesórense, que no cuesta nada. Y rectifiquen.”

Así sea. De momento quedan los últimos tres días de óperas y dos semanas de actividades diversas. Procuraremos disfrutarlo por lo que pueda venir. El sábado, por cierto, quien viene es la, todavía, Reina, a este coliseo que lleva su nombre. Amiga personal de Mehta, no estaría de más que nos echase una mano.


lunes, 15 de julio de 2013

V FESTIVAL INTERNACIONAL "RESIDÈNCIES DE MÚSICA DE CAMBRA" DE GODELLA

Una cita veraniega que para algunos, entre los que me incluyo, se ha convertido en imprescindible, es el Festival Internacional "Residències de Música de Cambra" que se celebra todos los años en la población valenciana de Godella y que en esta ocasión alcanza su quinta edición.

Bajo la dirección de Joan Enric Lluna, clarinete solista de la Orquestra de la Comunitat Valenciana, agrupación titular del Palau de les Arts, y fundador del grupo de instrumentos de viento Moonwinds, el Festival se ha convertido en un referente fundamental de la música de cámara, constituyendo además un vehículo idóneo para jóvenes músicos que, durante unos días, tienen la oportunidad de ensayar y actuar junto a consagrados intérpretes de primera fila.

Este año podemos disfrutar en el Festival de la presencia de miembros de la orquesta titular de Les Arts como Guiorgui Dimchevsky y Theresa Nikolova-Nolen (violines), Alejandro Friedhoff (violonchelo), Álvaro Octavio (flauta), Aine Suzuki (viola), David Fernández (trompa) o Rubén Marqués (trompeta), además del propio Joan Enric Lluna al clarinete.

El pasado sábado tuvo lugar el primero de los conciertos. En la primera parte se presentaba, dentro de la sección “Jóvenes Talentos”, el Quinteto Frontela, una joven agrupación que llevó a cabo una espléndida ejecución del primer movimiento de la Serenata nº 12 (KV 388) de Mozart. Tras esto, Moonwinds, con Joan Enric Lluna al frente, pasaron a interpretar brillantemente la Serenata Opus 44 para vientos, cello y contrabajo de Dvorak.

En la segunda parte, una orquesta compuesta para la ocasión por miembros de Moonwinds, solistas de la orquesta de Les Arts y jovencísimos (no superan los 18 años) músicos de la orquesta Música Cordis, dirigidos por Joan Enric Lluna, interpretaron, junto al barítono murciano José Antonio López, “El maestro de capilla”, un intermedio cómico en un acto compuesto por Domenico Cimarosa. Y los resultados fueron excelentes.

La orquesta, incluyendo los más jóvenes intérpretes, sonó con una precisión increíble, sin que se pusiera de manifiesto ni el más mínimo desajuste, acompañando al cantante con la intensidad y acentos debidos en cada momento, teniendo además oportunidad de lucirse los solistas en los numerosos pasajes que la partitura les ofrece para ello. Portentosas resultaron las exhibiciones de Álvaro Octavio a la flauta o del concertino Guiorgui Dimchevsky. José Antonio López, por su parte, mostró una voz potente de bonito timbre baritonal, llevando a cabo una interpretación actoral muy divertida.

En el patio de butacas disfrutamos de lo lindo y daba gusto ver a los jóvenes músicos, algunos apenas adolescentes, pasárselo también estupendamente, sin poder contener la sonrisa, mientras tocaban junto a los virtuosos solistas que tenían por compañeros.

Ayer tuvo lugar el segundo de los conciertos, con un repertorio de carácter más íntimo, formado por obras de Bach, Scarlatti, Haendel, Haydn, Mozart y Beethoven, donde volvieron a lucirse los músicos de Moonwindsy de la Orquestra de la Comunitat Valenciana, acompañados en esta ocasión por la soprano valenciana Isabel Monar. Quisiera destacar aquí el increíble virtuosismo que mostró toda la noche Rubén Marqués a la trompeta.

Todavía quedan dos conciertos más. Mañana, día 16, destaca la presencia del prestigioso pianista onubense Javier Perianes, que interpretará piezas de Schumann, Chopin, Debussy y Beethoven; y el jueves 18, músicos de Moonwinds y de la orquesta titular de Les Arts afrontarán un programa muy variado bajo el título “Virtuosisme màgic” que promete emociones fuertes. Os recomiendo que si podéis os acerquéis.

Parece casi milagroso que, dados los tiempos que corren, pueda subsistir un evento de estas características, en una pequeña localidad, centrado en la música de cámara y en la promoción de jóvenes músicos, pero el empeño de sus organizadores, de la Associació d’amics de la Música de Cambra de Godella, la respuesta positiva del público y una administración pública, en este caso el Ayuntamiento de Godella, que ha decidido apostar por defender la cultura, han hecho posible su mantenimiento y consolidación. Espero que en años venideros sigamos contando con esta iniciativa y, ya puestos a pedir, ojalá que acontecimientos como este dentro de poco no sean la rareza sino el rumbo de nuestra política cultural y musical.

De momento seguiremos disfrutándolo y, como decía antes, os animo a todos a que lo hagáis también acudiendo a los conciertos que restan. AQUÍ podéis encontrar la programación y toda la información. Los conciertos empiezan a las 22.30 en el Teatro Capitolio de Godella y las entradas valen 10 euros. La experiencia vale la pena.