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jueves, 9 de septiembre de 2010

FESTIVAL DE SALZBURGO 2010 (II). "ROMEO Y JULIETA" (13/08/10)

Piotr Beczala y Anna Netrebko - "Romeo y Julieta" - Festival de Salzburgo 2010

Tras las intensas emociones de la noche anterior con “Elektra”, me dispuse a vivir mi segunda y última jornada de ópera en el Festival de Salzburgo. En esta ocasión se trataba de “Romeo y Julieta” de Charles Gounod. No es que sea una de mis óperas favoritas, pero lo que me atraía era la posibilidad de poder escuchar por fin en directo a Anna Netrebko después de algunos intentos fallidos, y si para ello tenía que pasar por un “Romeo”, no había problema, y menos aún en Salzburgo, donde hubiese estado dispuesto a tragarme hasta un Elisir donizettiano, que ya es decir.

Al llegar a la calle de los Festivales observé que el ambiente era ligeramente distinto al día anterior. Más joyas, más gente presuntamente famosa que era parada por fotógrafos de prensa y, sobre todo, muchísimas más personas con el típico cartelito: “Suche Karte” (busco entrada). Alguno de los cuales estaba posteriormente en el interior de la sala, con lo cual supongo que consiguió su objetivo. Según leí después en la prensa local parece que en el día del estreno de este “Romeo” se pagaban en reventa unos 1.000 euros por una localidad, lo que pone de manifiesto, aparte de la incorregible estulticia de algunas personas, el tirón popular que tiene Anna Netrebko.

Esta vez la representación tenía lugar en la Felsenreitschule, antigua escuela de equitación, y que constituye uno de los más emblemáticos recintos del Festival. Aquí se vienen representando espectáculos desde los primeros años del Festival de Salzburgo, y los seguidores de los musicales de Rodgers y Hammerstein lo conocemos bien gracias a la película “The sound of music” (en Ejpaña, que somos más chulos, “Sonrisas y Lágrimas”). Realmente impresiona ver este inmenso escenario de anchura inacabable, con sus características arcadas de fondo en 3 pisos, que lo primero que te hace pensar es que los cantantes que no tengan una voz de gran volumen se las van a ver negras para conseguir proyectar adecuadamente. Pero, al menos en este caso, la pareja protagonista lo consiguió con creces.

La producción presentada es la reposición de la que ya pudo verse en el Festival en 2008 y que fue posteriormente editada en DVD. Preparada en aquella ocasión para reunir de nuevo a la mediática pareja Villazón-Netrebko, el embarazo de ésta frustró las previsiones, aunque lanzó a la fama a su sustituta, la georgiana Nino Machaidze. Este año se ha llevado de nuevo la producción al Festival con la presencia, esta vez sí, de Anna Netrebko, y, en lugar de Villazón, el tenor polaco Piotr Beczala.

La dirección escénica ya conocida de Bartlett Sher es vistosa, colorida y muy clásica. No aporta absolutamente nada, pero tampoco llega a molestar. Es muy “americana”, con una estética y planteamiento muy de comedia musical. De hecho, Bartlett Sher ganó en 2008 un premio Tony, como mejor director de un musical, por “South Pacific” en Broadway. Pero, como decía, a mí al menos no me molestó y la puesta en escena es eficaz como mero entretenimiento visual, sabiendo aprovechar el enorme espacio escénico. Incluso parece que a veces se le quedase pequeño, pues hubo varios momentos en los que se decidió desarrollar la acción por los pasillos de platea (un error desde mi punto de vista).

Las coreografías ideadas por BH Barry para las luchas a espada estuvieron bastante bien resueltas y se notaba un trabajo serio de preparación de los cantantes, no quedando, como suele ser habitual, de función fin de curso o filà de moros y cristianos.

Yannick Nézet-Séguin se encargó de la dirección musical, al frente de la Orquesta del Mozarteum. El quebequés debutó en el Festival en 2008 dirigiendo precisamente esta producción de “Romeo y Julieta”. Siempre vehemente en el pódium, su dirección resultó apasionada y llena de ímpetu, sin descuidar los matices más emotivos y la elegancia inherente al repertorio. En el preludio del segundo acto hizo brillar especialmente a una orquesta que mostró durante toda la obra una impecable conjunción y musicalidad, como también lo hizo el Coro de la Ópera de Viena.

La belleza de la voz de Anna Netrebko hace mucho tiempo que me conquistó. Independientemente de la mercadotecnia que siempre acompaña al personaje y de las aventuras profesionales más o menos acertadas que en algún momento ha podido acometer, lo cierto es que esta mujer posee una de las voces más privilegiadas del panorama actual. Pero realmente hasta que no se escucha una voz en directo no se pueden calibrar sus auténticas cualidades. Yo llevaba ya mucho tiempo intentando conseguirlo y la verdad es que esta vez tenía cierto temor a salir desilusionado o a que las condiciones actuales de la rusa no fueran ya las más idóneas. Pero, afortunadamente, no fue así y la experiencia de escuchar y ver a Anna Netrebko sobre la escena supero todas mis expectativas, y estuvo auténticamente radiante.

La cosa sin embargo no empezó del todo bien y en su primera intervención estuvo bastante insegura sin acabar de controlar la emisión de la voz, pero cuando llegó al “Je veux vivre” el torrente vocal fluyó seguro y cristalino consiguiendo una interpretación de gran calibre. Las agilidades siguen siendo uno de los caballos de batalla de Netrebko, pero resolvió la papeleta con encomiable corrección, ayudada también por el tempo impuesto por Nézet-Séguin.

Otro de los habituales reproches que se le suelen hacer es su mala dicción francesa, y he de decir que en este aspecto ha mejorado muy notablemente. No es que la chica sea Régine Crespin, pero no chirría tanto su escucha como hace años.

A partir del segundo acto, donde sus características vocales se adaptaban mejor a la partitura, las prestaciones de la cantante alcanzaron su punto máximo, sabiendo transmitir perfectamente la evolución del personaje. El momento más importante de la tarde vino sin duda con la extraordinaria aria de la poción “Viens! viens! Amour, ranime mon courage” que nos brindó Netrebko, dando una auténtica exhibición de canto, fuerza, matices y emoción, que arrancó el espontaneo aplauso del público y numerosos bravos que se mantuvieron durante largos instantes.

Creo que Juliette es un papel que se le queda ya pequeño a sus condiciones actuales, que reclaman roles de mayor envergadura, pero daba igual. La magia y carisma que desprende Anna Netrebko con su mera presencia es inigualable. Nada más salir a escena su imagen magnetiza todas las miradas. Es como aquellas actrices de cine clásico que con una simple caída de ojos llenaban la pantalla. Además su comportamiento actoral es inmejorable, lo que unido a la mayúscula expresividad que despliega con su canto, hace de la experiencia de asistir a su interpretación un acontecimiento inolvidable.

La belleza de su voz en directo se acentúa, y esa oscura suntuosidad que la caracteriza se extiende homogéneamente, abrazando al espectador e inundándole de belleza sonora. Y no sólo canta con belleza, sino que además emociona. Y lo hace consiguiendo desplegar una paleta de matices casi imposible, llegando desde los pianísimos y filados más exquisitos, desbordados de lirismo, hasta los arrebatados momentos cargados de fuerza y pasión en que despliega toda su exuberancia vocal y el volumen hace que se estremezcan los cimientos del teatro. Y todo ello además lo lleva a cabo con una apariencia de facilidad casi insultante para el resto de los mortales.

Como decía antes, al final la experiencia no sólo valió la pena, sino que superó mis expectativas, y escuchar a Anna Netrebko en directo es algo que recomiendo a todos los amantes de la ópera, incluso a aquellos que puedan ser más críticos o escépticos respecto a la cantante. Creo que no les defraudará.

A Piotr Beczala pude escucharle en directo el año pasado en Viena, también cantando Gounod (en aquella ocasión “Fausto”), y he observado respecto a entonces dos circunstancias que han cambiado para mejor: su dicción francesa, y, sin ser un volcán de pasión, ha mejorado también notablemente en expresividad tanto actoral como vocal. Su comportamiento escénico fue impecable y su dominio de la técnica es espectacular. Exhibió una exquisita musicalidad, homogeneidad y adecuación al género, sin brusquedades ni los histrionismos efectistas de algún antecesor en estas tablas. No capó ni un solo agudo, y en todo momento estuvo valiente, encarando por derecho los escollos de la partitura. Sigue teniendo la peculiaridad de que en los sobreagudos la voz tiende a irse hacia atrás, pero su emisión es limpia y segurísima, mostrando una luminosidad deslumbrante. Su fraseo es impoluto y se marcó algunos pianísimos de ensueño. Un estupendo Romeo.

El resto del reparto estuvo correcto en general, destacando Mikhail Petrenko, que fue un meritorio Fray Lorenzo, luciendo una emisión llena de prestancia y empaque. Su “Entends ma prière fervente” fue más que notable.

Nada más sonar el último acorde, la respuesta del público, que llenaba por completo las más de 1.400 localidades de la Felsenreitschule, fue exultante. Una gran ovación para todos los intervinientes que se convertía en atronadora tempestad de bravos para la pareja protagonista. Muy largos minutos de aplausos que obligaron a salir a saludar al elenco reiteradamente, incluso después de encendidas las luces y retirada ya la orquesta. Pese a que Beczala animaba a Netrebko a recibir en solitario su ovación, ella cogió la mano del tenor y le obligó a compartir con ella todo el tiempo los calurosísimos aplausos.

Al haber comenzado la función a las 3 de la tarde, cuando salimos todavía no había anochecido, y como además no llovía decidí acercarme a ver el ambientillo que había por la puerta de salida de artistas. Para lo que suele ser habitual cuando canta una artista tan mediática como Anna Netrebko, no había demasiada gente, unas 30 personas. Eso sí, allí estaba un curioso sujeto (ver foto) al que ya me he encontrado dos veces en la stage door del ROH de Londres, otra en la Opéra Bastille parisina y ahora en Salzburg. A modo de “dónde está Wally” no hay puerta de artistas europea que no cuente con la presencia en primera fila de este individuo entradito en carnes, francoparlante, siempre con gafas de sol aunque sea noche cerrada y siempre acompañado de su madre, la cual siempre lleva, aunque sea agosto, una gabardina blanca no precisamente recién estrenada. Tienen, sobre todo la mami, una habilidad innata para colocarse en primera fila y sortear a las hordas de fans, con grácil manejo del hincamiento de codos en higadillos, siendo los primeros en dar la vara al cantante de turno y haciéndoles firmar hasta las fotos de la Comunión. Ya me diréis si os suena.

Muy pronto salió Anna Netrebko acompañada de su pareja, el barítono uruguayo Erwin Schrott, quien el día anterior había obtenido un importante éxito en el Festival como Leporello. Mientras ella atendía amablemente a mami Wally y al resto de admiradores, yo aproveché para acercarme a Schrott y conversar con él unos instantes. Cuando supo que veníamos de Valencia le faltó tiempo para contarnos que están pensando en venirse a vivir a Valencia o hacia la zona de Jávea, donde han estado viendo algunas casas, y que el único problema es que Anna dice que está un poco lejos de todo, pero que no descartan trasladarse aquí porque les encanta esta parte de España. Me confirmó que vendrá esta temporada a Les Arts como Dulcamara (omití prudentemente mi parecer acerca de L’Elisir) y le dije que ya nos veríamos por aquí. Luego me acerqué a Netrebko, a la que no dije nada de la conversación con Erwin no la fuéramos a liar, me limité a felicitarla y me di cuenta de que, aunque ganó peso tras el embarazo, está menos oronda de lo que parece en algunas fotografías. Al grito de “Erwin, andiamo!” la pareja se alejó caminando del teatro y podía seguirse su ruta por los aplausos con que les iban obsequiando la gente que estaba cenando en las terrazas de las calles próximas.

Posteriormente salió Beczala con quien también estuve charlando brevemente en universal idioma ciclista (un poco de todo mezcladillo) y que me dijo que cantará “Fausto” en el Liceu a principios de la próxima temporada, precisamente con Schrott de Mefistófeles.

Bueno, pues hasta aquí han llegado mis crónicas salzburguenses. Creo que me he extendido demasiado, pero quería dejar constancia de una experiencia francamente muy positiva y que espero poder repetir algún día.

De momento ya parece confirmarse que en el Festival de 2011 se repondrá la Trilogía Da Ponte de Mozart (“Las Bodas de Figaro”, “Cosí fan Tutte” y “Don Giovanni”) con la conocida y polémica dirección escénica de Claus Guth y dirección musical de Robin Ticciati, Marc Minkowski y Yannick Nézet-Séguin, respectivamente.

También se habla de tres nuevas producciones:
- “Macbeth” de Giuseppe Verdi, con dirección escénica de Peter Stein y musical de Riccardo Muti.
- “El caso Makropulos” de Janacek, con dirección escénica de Christian Marthaler y musical de Essa Pekka Salonen.
- Y “La mujer sin sombra” de Richard Strauss, con dirección escénica de Christof Loy y musical de Christian Thielemann, con un reparto del que podrían formar parte Anne Schwanewilms, Evelyn Herlitzius, Michaela Schuster, Stephen Gould y Wolgang Koch.

No pinta mal. Por si acaso, iremos ahorrando.

lunes, 21 de septiembre de 2009

EL "FAUST" DE BECZALA. Staatsoper - Viena 07/09/09


Como ya os anuncié cuando todavía tenía las vacaciones por delante (¡qué días aquellos!), al final pude hacer una escapadita rápida a Praga y Viena. Siempre es un placer visitar ciudades donde la cultura en general, y muy especialmente la música, está presente en cada rincón y se mantiene como algo profundamente arraigado en sus habitantes, que la sienten como algo consustancial a su vida diaria.

En Viena pude asistir a un estupendo concierto en Musikverein y admirar la dorada sala donde hordas de japoneses adinerados celebran la llegada del nuevo año palmeando frenéticamente con sonrisa aborregada los compases de la Marcha Radetzky. No había comenzado aún la temporada en el Konzerthaus, así que me quedé con las ganas de hacer triplete, pero sí que lo acababa de hacer la de la Staatsoper, donde pude disfrutar en su bellísimo recinto de un estupendo “Faust” de Charles Gounod, que es de lo que os quería hablar hoy.

Se trata de la misma producción que se presentó ya el pasado año en este mismo recinto, entonces con la parejita Alagna-Gheorghiu en los papeles protagonistas junto al coreano Kwangchul Youn. Curiosamente, la pareja del segundo reparto de entonces, Piotr Beczala y Soile Isokoski, fueron ahora los protagonistas, acompañados de nuevo por el coreano como Mefistófeles.

La concepción escénica de Nicolás Joel y Stéphane Roche y la escenografía de Andreas Reinhardt me parecieron deplorables. Un minimalismo extremo, donde tan sólo unos enormes paneles movibles iban configurando los distintos ambientes escénicos con el apoyo de mínimos detalles: un órgano en la escena de la iglesia, un banco y unas flores eran el jardín de Marguerite... En fin, una mamarrachada carente de cualquier interés, con pretensiones de modernidad y, lo peor de todo, profundamente fea.

Este minimalismo se extendió también a la dirección de actores, brillando por su ausencia. No se aportó absolutamente nada en este apartado y los cantantes en algún momento parecieron incluso perdidos en escena, costando a veces seguir la acción (como en el primer encuentro entre Faust y Marguerite).

Por el contrario, la dirección musical de Bertrand de Billy fue impecable. El parisino domina el repertorio francés y extrajo las mejores prestaciones de la estupenda orquesta vienesa, donde destacaron especialmente las maderas. Sólo trompas y trombones mostraron algún despiste en un par de entradas. Ofreció De Billy una lectura pasional y sensible de la partitura, con incisiva expresividad y multitud de matices, contribuyendo la maravillosa acústica de la sala a dotar de mayor calidez y empaste al conjunto.

Sensacional estuvo también el Coro de la Staatsoper, que se mostró en todo momento cohesionado y brillante, desenvolviéndose en escena con eficacia pese a la nula dirección artística de Joel y Roche.

El bajo coreano Kwangchul Youn, actualmente convertido en wagneriano de pro y habitual de Bayreuth, demostró un importante poderío vocal muy adecuado al personaje, si bien su escueta envergadura física y su gestualidad un tanto limitada, restaron enteros a la malignidad del rol. Exhibió una buena línea de canto y una voz de bello timbre y amplio registro, con mayor brillantez en la zona media y alta y cierta tendencia al vibrato en la más grave, aunque alcanzó con contundencia las zonas abisales de la partitura sin despeinarse. Estuvo espléndido en “Le Veau d’or” trazando hábilmente con su voz los rasgos más maliciosos. Sin embargo, en el "Vous qui faites l’endormie" adoptó un aire exageradamente burlesco y de mofa. Fue vocalmente un excelente Mefistófeles, pero a mi juicio pecó de potenciar en exceso los matices cómicos y sarcásticos dejando un poco oculta la diabólica maldad.

La finlandesa Soile Isokoski es una cantante que siempre me ha gustado y a la que tengo un enorme respeto, cuya interpretación de los cuatro últimos lieder de Richard Strauss, me parece referencial. Isokoski afrontó el papel de la joven Marguerite con 52 años a sus espaldas, y (por Dios, espero que no lea esto) con apariencia de tener bastantes más. Realmente sólo se lleva 9 años de diferencia con Beczala, pero parecían 29, y resultaba poco creíble que el doctor Fausto hubiese aceptado vender su alma al diablo por esta Marguerite, salvo afectado de una gerontofilia incurable. Isokoski cantó con elegancia y buen gusto y presentó una voz nítida y cálida que mantiene una considerable frescura y una musicalidad y línea de canto más que notable. Afrontó el aria de las joyas con valentía, sin florituras exhibicionistas, pero con una corrección extrema en las coloraturas y un fraseo expresivo y sentido, alcanzando los agudos marcados en la partitura con aparente facilidad. En la bellísima aria del acto IV “Il ne revient pas”, se vivió probablemente el momento más emocionante de la velada, luciéndose la finlandesa en un derroche de canto emocionado, dramático y sensible que puso los pelos de punta. Llegó además Isokoski al exigente trío final con la voz incólume y se marcó unos agudos potentes y claros. Su actuación interpretativa estuvo lastrada, como todas, por una dirección artística ausente y en su caso además por la limitada movilidad de una señora avanzada en edad.

Aquí podemos ver a Isokoski hace 8 años como Marguerite, interpretando la archifamosa aria de las joyas:


video de coloraturafan

Adrian Eröd, cantante de la casa, fue un magnifico Valentín. Hizo auténtica ostentación de una verdadera voz baritonal, con brillo y volumen, que conjugó con una expresividad fabulosa. En el aria “Avant de quitter ces lieux” estuvo deslumbrante, pero mejor aún al final del acto IV, donde su “Ecoute-moi bien, Marguerite (…) Marguerite, sois maudite” fue realmente estremecedor y dramáticamente soberbio.

La joven y simpatiquísima mezzosoprano austriaca Michaela Selinger estuvo más que correcta en el papel de Siébel brillando especialmente en “Faites-lui mes aveux”, y Zoryana Kushpler cumplió como Marthe en lo vocal y supo aportar en lo interpretativo el matiz cómico del personaje.

No me gustó Hans Peter Kammerer en el breve papel de Wagner, estando demasiado impostado, con una voz fea y fuera de tono.

He dejado para el final al auténtico protagonista de la noche, que fue el extraordinario tenor polaco Piotr Beczala, posiblemente el mejor tenor lírico del panorama actual. El papel de Faust es actualmente parte fundamental de su repertorio, desde que lo cantase con enorme éxito en el ROH londinense, y es evidente que a Beczala este repertorio francés le va como anillo al dedo. Su exquisita línea de canto y la sublime elegancia y pulcritud en el fraseo se manifestaron con plenitud, acompañadas de unos agudos firmes, seguros, largos y bien atacados. Mostró igualmente sobrado volumen y una perfecta dicción. Es indudable que Beczala tiene unas facultades canoras naturales importantes que sabe explotar con una técnica irreprochable que le hace rozar la perfección, pero, en contra de lo que algunos opinan, ese perfeccionismo vocal en absoluto implica frialdad interpretativa. Todo lo contrario, Beczala derrochó un lirismo mayúsculo y una extrema sensibilidad durante toda su actuación. Consiguió enhebrar algunos pianissimi excelentes y supo jugar con los filati y la mezza voce, cuando era preciso. Su aria “Salut demeure chaste et pure” fue absolutamente antológica, alcanzando el terrible do de “la présence” con cristalinidad, sin respiraciones que interrumpieran la frase y marcándose un calderón infinito. Desde el maestro Alfredo Kraus no había escuchado yo una interpretación tan redonda. Llegó a la escena final sin aparentes signos de desgaste vocal y en plenitud de facultades. Tuvo en general un buen comportamiento escénico pese a la ya repetida ausencia de dirección que hacía que pareciese que cada uno iba un poco a la suya, y a tener que mostrar pasión en el cortejo a esa encantadora damisela que cantaba de lujo, pero parecía su abuela.

Hace tiempo que Beczala se reconoció públicamente un admirador incondicional del desaparecido tenor aleman Fritz Wunderlich, y es realmente sorprendente y casi mágico lo que recuerda la voz del polaco al gran Wunderlich.

Al final de la noche tuve la fortuna de coincidir con Beczala a la salida, quien tuvo la deferencia de charlar unos minutos conmigo, hablando de su amiga la soprano valenciana Isabel Rey y anunciándome su próxima actuación en Bilbao con “Faust” en noviembre, “y unos meses después” en Barcelona, lo cual me sorprendió bastante pues no tenía noticia de esa visita barcelonesa. De hecho en la página del tenor nada se dice de ello, así que no sé si realmente me dio una información relevante o es que estaba aún más despistado que yo.

Para finalizar os dejo tres videos de Beczala, no en su papel de Faust, sino interpretando tres arias de operetas del austriaco Franz Lehár. En primer lugar, le escuchamos en "Wie eine Rosenknospe" de "La Viuda Alegre":


video de sdmachado

A continuación, le vemos en "Dein ist mein ganzes Herz" de "La Tierra de las sonrisas":


video de sdmachado

Y por último podemos verle interpretar "Freunde, das Leben, Ist Lebenswert!" de "Giuditta":


video de orfnos

martes, 10 de febrero de 2009

FAUST (Gounod) - Palau de Les Arts - 08/02/09

Finalmente, asistí a la representación del "Faust" de Gounod que venía siendo noticia últimamente más por sus cambios de reparto que por sus propuestas artísticas. El resultado del conjunto me pareció altamente positivo, pese a algún despropósito que ya nos temíamos.

Se trata de una coproducción del londinense Royal Opera House, la Opéra de Monte-Carlo, la Opéra de Lille, y la Fondazione Teatro Lirico Giuseppe Verdi de Trieste, que cuenta ya más de 20 años. La puesta en escena original de David McVicar, adaptada por Bruno Ravella, es espectacular, de tintes clásicos, aunque la acción se traslade ligeramente de época y lugar (de la Alemania del siglo XVI a la Francia de finales del XIX), con un tono sombrío y gótico que considero muy adecuado al drama mefistofélico, apoyado por una escenografía de Charles Edwards barroca e impactante. El cuidado movimiento escénico y el inteligente uso de los espacios permiten el seguimiento de la acción, jugando en muchas ocasiones con los segundos planos. La escena del crucifijo, provocadora donde las haya, el episodio heroinómano de Fausto, la bailarina embarazada y el travestismo de Schrott en esa noche de Walpurgis que acaba en orgía, me parecieron lo más chocante y prescindible de esta puesta en escena que, en general, valoro muy positivamente.
La iluminación de Gary Dooley resultó efectista cuando debía serlo y ayudó a conseguir el tono sombrío buscado por la regia sin pecar de oscuridad.
El vestuario de Brigitte Reiffenstuel es muy vistoso, aunque mostrase algunos anacronismos.
El típico ballet de toda ópera francesa que se precie se incluye en esta ocasión en la escena de la Noche de Walpurgis, con coreografía de Esther Balfe. Unos buenos bailarines, descalzos, protagonizan un interesante número a modo de paródica “Giselle”.

En el apartado puramente musical, empezaré por lo mejor: El Coro de la Generalitat, sin duda. Excelso. No se puede hacer mejor. ¡Qué barbaridad!. La capacidad de asombro ante la emoción desmedida que genera este grupo de hombres y mujeres, con su perfección, sigue superando cualquier expectativa. El empaste y poderío que demuestran en cada intervención alcanzó su culminación en el brillantísimo coro masculino "Gloire immortelle de nos aïeux" del acto IV.

Frédéric Chaslin fue el encargado de sustituir al frente de la Orquesta de la Comunitat Valenciana al presunto enfermo Lorin Maazel. Maazel nunca ha dirigido "Faust", con lo que no podemos saber como lo hubiese hecho. Todo apunta a que muy bien como suele ser norma en él. No obstante, me cuesta creer que Maazel hubiera conseguido superar la emotividad, la fuerza, el dramatismo, la expresividad y la poesía que logró transmitir ayer Chaslin. Sin duda el francés conoce bien el repertorio y manejó la batuta con autoridad, guiando las secciones con precisión milimétrica y extrayendo unos sonidos cálidos y robustos de esta Orquesta, extraordinariamente cohesionada, que muestra cada día mayor musicalidad y perfección. A los músicos se les ve disfrutar con lo que hacen, y transmiten al oyente ese placer de tocar bien. Impecables estuvieron todas las secciones. Una vez más, volvió a lucirse el primer clarinete en un par de solos espléndidos, así como el primer violín, quien en la Cavatina “Salut, demeure, chaste et pure” alcanzó un grado de lirismo exquisito, derrochando todo el sentimiento que el tenor no logró acabar de transmitir.

En cuanto a las voces solistas:

Mario Cassi, como Valentin, demostró potencia y buen gusto, superando los escollos de su aria "Avant de quitter ces lieux" con aparente facilidad y mostrando un fraseo elegante. Lástima que como actor resultase muy mejorable.

La Siebel de Ekaterina Gubanova estuvo aceptable, aunque anduvo un poco falta de fuelle y el vibrato afeaba su gama alta. En ocasiones se desconcentraba en su actuación y la cojera de su personaje igual era exagerada que milagrosamente inexistente.

Annie Vavrille como Marthe dibujó bien el perfil de su personaje aunque el timbre de su voz no me resultó nada atractivo.

Vittorio Prato fue un Wagner simplemente correcto, pasando sin pena ni gloria por el escenario en ese corto y poco lucido papel.

Vittorio Grigolo estuvo muy bien en el complicado papel protagonista. Comenzó su interpretación del anciano doctor con un look y movimientos un tanto exagerados que me recordaron al Dick Van Dyke de Mary Poppins. Vocalmente, este comienzo fue adornado inteligentemente por el italiano, acentuando el vibrato para avejentar una voz que, tras la transformación, surgió con toda su frescura y claridad. Exhibió volumen y buen control del fiato, así como una descarada facilidad para los agudos, si bien tendían a abrirse en alguna ocasión, sin que acabase de redondearlos. Le faltó capacidad de matización y de regular intensidades, lo que hizo que no transmitiese toda la emotividad que en ciertos pasajes, especialmente el dúo con Marguerite del acto III, se hacen imprescindibles.

Erwin Schrott fue de menos a más. Comenzó bastante reservón, pero en la segunda mitad refulgió esa maravillosa voz, amplia, poderosa y consistente con que regala nuestros oídos el uruguayo. Su presencia escénica es imponente y perfiló magistralmente el aspecto sarcástico y seductor del rol, aunque no acabó de sacar toda la maldad de Méphistophélès, si bien estuvo impresionante en la escena de la maldición de Marguerite, posiblemente lo mejor del uruguayo, con un tremendo "Marguerite, sois maudite! à toi l'enfer!". En cualquier caso, el Sr. Netrebko fue con diferencia el gran triunfador de la velada.

Alexia Voulgaridou, aunque no os lo creáis, no es una de mis cantantes favoritas. ¿Qué le vamos a hacer?. No puedo evitarlo, a mi esta señora no me gusta. Algo haría bien, pensaréis. Pues sí: saludar elegantemente al final y largarse de una escena que jamás debía haber pisado. Bueno, para ser justos, en la dificilísima escena final bastante hizo con que no se le calase el motor. Sacó toda la fuerza que pudo y se movió en la zona alta con unos agudos, algo planos, pero bastante aceptables, sin perder la compostura ni quebrarse. Fue lo mejor de su actuación, aunque ignoro si acabaría defecándose encima, pues el esfuerzo se veía que era límite. El timbre de su voz es agradable, pero en cuanto tiene que moverse con fluidez hacia la zona grave o realizar un mínimo salto interválico, se quiebra su línea de canto y la voz se desmorona, al estilo de (perdóneseme la herejía) la Callas de los últimos años. Personalmente, me parece inaceptable que se coloque en este papel a una mujer absolutamente incapacitada para las agilidades y adornos. En el comienzo del aria de las joyas resultó simplemente ridícula, con unos grititos desacompasados patéticos. Se preparó bien los agudos para alcanzarlos con seguridad y con eso asegurarse el aplauso fácil. Tuvo a bien la griega, eso sí, para que su leyenda no decaiga, de obsequiarnos con un inmisericorde gallo poco antes de comenzar la escena final. Consiguió algunos buenos momentos en que jugó con las medias voces y filados, pero su capacidad de transmisión de emociones es nula. Su voz me parece profundamente inexpresiva, con lo que su actuación, en el mejor de los casos, acaba siendo fría, sosa, aburrida, vulgar.

Al final disfrutamos de un extraordinario espectáculo operístico que ni la vulgar consiguió empañar.

De postre, para desengrasar, este video de Schrott en plan torero:

video de fritz51269