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sábado, 21 de abril de 2018

CONCIERTO WAGNER - Auditori del Palau de les Arts - 20/04/18


Casi cinco años después, la música de Wagner volvió a sonar en Les Arts… Desde aquella magnífica Valquiria que dirigiera el maestro Zubin Mehtaallá por noviembre de 2013, la obra de Richard Wagner no había vuelto a tener presencia en el teatro valenciano. Una auténtica vergüenza, especialmente teniendo en cuenta las características de la Orquestra de la Comunitat Valencianaque se ajusta extraordinariamente bien y siempre ha destacado en el repertorio germánico del XIX y XX.

La llegada a la dirección artística de Davide Livermore sepultó las ilusiones de los muchos wagnerianos que formamos parte del público habitual de Les Arts y que temporada tras temporada veíamos como se nos empachaba de Verdi y Puccini mientras la programación de óperas de Wagner o Strauss, quedaba reducida a cero. Siempre alegó el turinés que el motivo era económico al precisar esas obras de refuerzos orquestales. Sin embargo no parecía haber problemas económicos para incluir otras óperas italianas, como Aida o Don Carlo, o francesas, como La condenación de Fausto, que no exigen precisamente unas orquestas reducidas. Además, como ya he dicho otras veces, no toda la producción de Wagner requiere fosos abarrotados, ahí están por ejemplo El Holandes Erranteo Lohengrin y no digamos obras como Ariadne auf Naxos de Strauss. A mí nadie me quitará nunca la idea de que el único motivo de peso ha sido la preferencia y gusto personal del ex intendente Livermore.

Pero bueno, el caso es que esta temporada, antes de marcharse, Livermore aceptó incluir de nuevo en la programación la música de Richard Wagner. Eso sí, a modo de popurrí, en versión concierto y relegada a la infecta acústica de ese aberrante espacio que se hace llamar Auditori. Ayer volvimos a vivir un ejemplo de la tortura para las orejas que supone un concierto en esta sala, donde según el lugar en que te ubiques puedes tener una acústica sólo mala o pésima, dispersándose el sonido, retumbando los metales, escuchándose el ruido exterior y con imposibilidad de ubicar correctamente a los solistas vocales, lo que en un concierto como el de ayer, con una orquesta muy numerosa, tiene garantizado el avasallamiento y un desequilibrio importante. Por eso confieso que ayer no pude evitar reírme cuando Siegmund dijo eso de “O lieblichste Laute, denen ich lausche!” (Oh, dulcísimo sonido el que escucho)… sobre todo si además se pronunciaba con el timbre de grajo de las antípodas de Simon O’Neill.

Además de eso, a las despejadas mentes de Les Arts no se les ha ocurrido nada mejor que, al poco tiempo de salir las entradas a la compra general, vender (espero) todo el aforo libre a un patrocinador (Pavasal), con lo que desde hace meses en la web del teatro aparecían las localidades como agotadas; así que los aficionados que no tenían incluido en abono este concierto ni estuvieron especialmente rápidos en la compra anticipada, se han visto obligados a acudir a taquillas el mismo día de la representación a chuparse la cola, con perdón, y buscar si les llegaba alguna del 5% reservado legalmente. Ese bloqueo de entradas ha motivado además que, pese a la gran expectación que existía y a venderse en prensa que el concierto había agotado las localidades, se vieran bastantes huecos en la sala, posiblemente debidos a entradas regaladas por el patrocinador que no han sido utilizadas. Una pena hacer las cosas tan mal.

De cualquier forma, como decía, la expectación que se ha vivido estas últimas semanas ante el concierto y el ambiente emocionado que se respiraba ayer a la entrada, mostraban a las claras las ganas que tenía el público valenciano de volver a escuchar la música de Richard Wagner en su teatro; en un teatro que, no hemos de olvidar, hace no tantos años fue un referente internacional de la interpretación wagneriana.

El programa presentado estaba compuesto por la Obertura de Tannhäuser, el Preludio y Liebestod de Tristan e Isolda, y el primer acto de Die Walküre; contándose además con la presencia de tres voces importantes en el circuito internacional en repertorio wagneriano como las de Camilla Nylund, Simon O’Neill y Matti Salminen. El programa resultaba realmente atractivo para el espectador. Sobre todo para el más neófito porque esta modalidad de selección variadita a los wagnerianos más recalcitrantes nos deja un poco con sensación de coitus interruptus. Cuando la obertura de Tannhäuser te había introducido en el mundo del Venusberg, había que cambiar el chip al intimismo de Tristan. Y no digamos asistir a un emocionante primer acto de Valquiria y tenerse que marchar uno a casa sin que Wotan haga acto de presencia. Pero en fin, no me quejaré porque la verdad es que, pese a todo lo que pueda criticarse, yo me lo pasé estupendamente y espero que a partir de ahora si el teatro sigue vivo, cosa que cada vez veo más complicada, no tengamos que esperar otros 5 años para escuchar, aunque sea mal, la música de Wagner.

A esa expectación de la que hablaba contribuía también la anunciada presencia al frente de la Orquestra de la Comunitat Valenciana del húngaro Henrik Nánási, un director muy querido por el público de Les Arts tras haber ofrecido unas magistrales interpretaciones en repertorios tan distintos como Bartók (El castillo del duque Barbazul), Verdi (Macbeth) o Massenet (Werther), y un maestro también muy querido por los músicos de la orquesta de la casa, que le han situado como el segundo preferido para dirigirla, sólo superado por escasos votos por Gustavo Gimeno, en una encuesta que salió hace diez días a la luz y que parece que ha sido el detonante para la dimisión de Fabio Biondi esta misma semana.

Ayer desde luego quedó claro que Nánási tiene una muy buena relación con los componentes de la Orquestra de la Comunitat Valenciana. Ese entendimiento entre director y músicos hay ocasiones en que trasciende más allá del pódium y casi se puede palpar en la sala y anoche fue una de esas jornadas. Sólo había que ver la forma en la que fue despedido por los integrantes de la orquesta, a los que sólo les faltó agarrarse a sus piernas y decirle: no te vaaayaaas. Yo no sé si existirá alguna posibilidad de materializar que este hombre pudiera ser el nuevo titular de la orquesta de Les Arts, pero no me cabe duda de que sería una muy buena noticia. Supongo que la cosa será difícil, si no imposible, y dejar su dirección actual de la Komische Oper de Berlín para venirse a esta jaula de grillos valenciana no parece una decisión especialmente sensata.

La labor de Nánási ayer, pese a todo, tuvo cosas mejores y peores y a la salida había opiniones para todos los gustos, pero nadie podrá discutirle su personalidad y profesionalidad. En general se caracterizó por estirar los tempi, ralentizando a veces hasta el límite del batacazo de la tensión, como en Tristan; pero compaginándolo siempre con algunos detalles magníficos. Me encantó la variedad dinámica y el espíritu que impuso en Tannhäuser. Y me gustó mucho su primer acto de Valquiria, con una introducción realmente espectacular y con una lectura lírica muy ajustada a las voces que le tocaron en suerte. Personalmente, me volvió a sorprender por su aparente facilidad para hacer brillar el conjunto orquestal, con un equilibrio fantástico, teniendo que pelear contra una acústica nefasta, primando la expresividad sin perder nunca la fuerza dramática y el pulso narrativo, salvo quizás en algún pasaje de Tristan. La colocación de las voces fue un error, pero tampoco creo que tuviera mucha mejor opción.

La Orquestra de la Comunitat Valenciana tuvo una gran noche. Hubo algún comentario de esos típicos de “esta orquesta no suena como antes”. Si seguimos tomando como referencia los tiempos del Fidelio o del Anillo más vale que nos surtamos de Prozac, pero, objetivamente, escuchar ayer la orquesta fue una gozada. Daba gusto ver el escenario abarrotado de músicos y el nivel ofrecido fue excelente pese a algunas pifias, unos pizzicatos a destiempo, algún desajuste puntual… pero yo disfruté muchísimo. Los violonchelos, con Rafal Jezierski marcándose un solo en Valquiriade escándalo, estuvieron sublimes; así como los metales, especialmente en Tannhäuser; el oboe de Pierre Antoine Escoffier, el clarinete de Joan Enric Lluna… Bravo.

En el apartado vocal fue un lujo contar con la presencia de una cantante wagneriana de referencia como es mi muy querida Camilla Nylund. La soprano finlandesa comenzó afrontando el Liebestod de Tristan e Isolda apenas unas semanas después de haber cantado por vez primera el rol (segundo acto y versión concierto) en Boston en compañía de Jonas Kaufmann que también debutaba el papel de Tristan. En esta segunda y breve aproximación al personaje de Isolde, la Nylund ofreció ayer una muerte de amor emocionante, cargada de lirismo y sentido dramático, con un fraseo exquisito que se vio empañado por su colocación en medio de la orquesta, lo cual unido a la densidad orquestal de la partitura y su voz lírica, bellísima, pero a la que, posiblemente, le falte todavía cuerpo como para insistir demasiado a estas alturas de su carrera en frecuentar este personaje, hizo que quedase sepultada por la avalancha orquestal.

Mucho más adecuado a su vocalidad resulta su Sieglinde, un papel que ha paseado ya con éxito por los principales recintos operísticos, incluido el templo wagneriano de Bayreuth, y con el que yo creo que se ha convertido en una de las dos o tres Sieglinde de referencia del panorama actual. Es verdad que aquí también su voz es más lírica de lo que, sobre todo históricamente, es habitual, pero la belleza de su canto, la fuerza dramática, la expresividad y el alma que imprime a la narración, son auténticamente cautivadoras, al menos para el que esto escribe.

Todo lo contrario me ocurrió con el tenor neozelandés Simon O’Neill que me resultó un Siegmund de saldo.  ¿Cometió alguna pifia, dejó de dar las notas que tocaban?, no; pero su voz se encuentra lejísimos de lo que debería ser un héroe wagneriano. La única heroicidad respecto a su personaje fue la de los espectadores que tuvimos que aguantar impertérritos cómo afeaba los dúos con Sieglinde y como toda la elegancia orquestal que se pretendía imprimir se machacaba con un timbre horrendo, nasal e ingrato. Ayer no tuvimos a Siegmunden escena, sino a Mime cantando el papel de Siegmund. Vocalmente, al lado de Nylund y hasta de un Salminen cascado, O’Neill fue un mero monigote con voz de pregonero. Es verdad que aguantó el fiato en unos Wälse largos, pero sin espíritu heroico y es que su canto insulso y monolítico aburría a las ovejas.

Tras anunciarse inicialmente que el encargado de asumir el papel de Hundingsería el veterano bajo norteamericano Eric Halfvarson, hace pocos días se conoció la noticia de que se veía obligado a cancelar su participación por enfermedad, y nos encontramos con la sorpresa añadida de que su sustituto sería el más veterano aún Matti Salminen. El legendario bajo finlandés que tan memorables jornadas nos ha brindado en este teatro desde sus inicios, anunció a finales de 2016 su retirada de los escenarios, con lo que su presencia en Les Arts ha sido aún más inesperada. Obviamente la voz de Salminenno es la misma de sus grandes años y asoman lógicas carencias, pero cualquier reproche queda automáticamente enmudecido ante la autoridad y presencia de su canto y su imponente fraseo. El público valenciano le adora y lo demostró sobradamente en los saludos finales.

Como he dicho antes fue una pena ver notorios huecos en la sala después de haber estado presumiendo de sold out durante meses. El ambiente, no obstante, era el de las grandes noches, con una ilusionante presencia, además, de bastante gente joven. Como siempre, algún móvil descontrolado y toses inoportunas, con especial referencia a la que se cargó sin piedad tras mi cogote el silencio final al consumirse las últimas notas del Liebestod. Al final, grandes ovaciones y euforia general pusieron el punto final a una noche mágica, pese a que algunos aficionados a la salida se mostraban ligeramente decepcionados. No fue mi caso. Yo disfruté mucho, pese a la acústica, al timbre de O’Neilly al coitus interruptus. Ojalá podamos seguir teniendo la presencia en Valencia de la música de Wagner y de Henrik Nánási.

Y mientras todo esto ocurría… en la conselleria de cultura supongo que el señor Girona buscaba en su colección de álbumes de cromos de fútbol a ver si encontraba en qué equipo jugaba ese tal Fabio Biondi del que todo el mundo le hablaba estos días, mientras su equipo de colaboradores seguía debatiendo si el concurso para elegir director artístico lo resolvían con la lotería de los Juegos Reunidos Geyper o echándolo a pies.


lunes, 23 de diciembre de 2013

UNA TRIPLE FELICITACIÓN NAVIDEÑA

Adoración de los Magos - Sandro Botticelli - 1475 - Galería Uffizi (Florencia)

Un año más, y que dure, las fiestas navideñas y toda la parafernalia que las rodea se nos vienen encima cual alud de nieve. No os voy a ocultar que estos días de impuesta fraternidad y felicidad me han caído siempre bastante gordos, y cuando me encuentro a estas alturas de mes ya estoy deseando que llegue el 7 de enero, pero la verdad es que tampoco está tan mal tomarnos de vez en cuando un respiro, en medio de la inmundicia que nos sacude día tras día, para intercambiar buenos deseos con las personas a las que apreciamos.

Yo desde este blog, cumpliendo con la tradición, quiero transmitiros a todos los que pasáis por aquí mi felicitación, con la esperanza de que sobreviváis a las fiestas navideñas y de que el próximo año sea más benigno con todos nosotros que el que ahora se aproxima a su final.

Esta vez he decidido trasladaros como felicitación tres fragmentos musicales relacionados de alguna forma con estas fechas, escritos por Richard Wagner, Giuseppe Verdi y Benjamin Britten, los tres compositores que han protagonizado gran parte del calendario musical del año 2013 con ocasión de la conmemoración de su nacimiento.  

El Idilio de Sigfrido ya fue objeto de un post en este blog, precisamente para felicitaros las navidades de 2010, pero, como me gusta mucho, vuelvo a traerlo. La pieza fue compuesta por Richard Wagner en 1870 como regalo de cumpleaños a su esposa Cosima, quien despertó la mañana de Navidad de ese año con esta bellísima música sonando en las escaleras de la casa del matrimonio Wagner en Tribschen (Suiza), interpretada por trece músicos que habían estado ensayando la obra en secreto junto al maestro.

Esta vez no traigo la versión original compuesta para trece instrumentos, sino la adaptación orquestal que el propio Wagner realizó y publicó posteriormente. La interpretación en esta ocasión corre a cargo de la Orquesta Filarmónica de Munich, dirigida por el mítico Hans Knappertsbusch, en una grabación de 1962:


video de ProHabsburg

Un año después de que en Tribschen se escuchasen las notas del romántico regalo de Richard Wagner a Cosima, el día de Nochebuena de 1871 tenía lugar, en el Teatro Italiano de El Cairo, el estreno mundial de la ópera Aida, compuesta por Giuseppe Verdi cuando contaba 58 años de edad y se encontraba en la cima de su popularidad. El estreno fue un gran éxito que Verdi no pudo vivir en directo al no haber viajado a El Cairo, parece ser que por miedo al largo viaje en barco.

Aquí podemos escuchar los minutos finales de esta genial composición de Verdi, en una grabación de 1959 con las voces de Renata Tebaldi, Carlo Bergonzi y Giulietta Simionato, acompañados por la Filarmónica de Viena y dirigidos por Herbert von Karajan:


video de SensusEtRadio

El que no debía tener ningún miedo a viajar en barco era Benjamin Britten. En la primavera de 1942 el compositor regresaba en un navío rumbo a Inglaterra, en compañía del tenor Peter Pears, tras haber permanecido tres años viviendo y trabajando en Estados Unidos. Durante esa travesía, Britten compondría A ceremony of carols (Una ceremonia de villancicos), una de las obras maestras de la extensa producción en el terreno coral del compositor inglés. La pieza está escrita originariamente para coro de niños y arpa, sobre unos poemas medievales relacionados con la Navidad que se cuenta que Britten extrajo de un libro adquirido en una de las escalas que hizo ese barco que le llevaba de regreso a Inglaterra.

Podemos escuchar a continuación la preciosa A ceremony of carols, de Benjamin Britten, en interpretación del Coro de la Catedral de Westminster, dirigido por David Hill, con Sioned Williams al arpa:


video de Rique Borges

Pues nada, lo dicho, que paséis una fiestas apacibles en la mejor compañía posible y disfrutando de buena música.

lunes, 4 de noviembre de 2013

"LA VALQUIRIA" (Richard Wagner) - Palau de les Arts - 03/11/13


Anoche tuvo lugar el estreno de la segunda ópera de esta temporada en el Palau de les Arts. Todo un plato fuerte. Nada menos que “La Valquiria”, de Richard Wagner, en la premiada coproducción del teatro valenciano con el Maggio Musicale Fiorentino que ya pudimos ver aquí en 2007 y en los dos Anillos de 2009.

Inicialmente estaba previsto que esta temporada se hubiese inaugurado precisamente con una nueva reposición del ciclo de El Anillo del Nibelungo completo, pero las estrecheces económicas han motivado que hayamos tenido que conformarnos únicamente con la segunda de las óperas del ciclo. No obstante, gracias a aquella previsión inicial y a que el maestro Zubin Mehta había reservado fechas en su agenda para haber dirigido aquí la tetralogía, hemos podido disfrutar de su batuta en las dos primeras óperas de la temporada, “La Traviata”y “La Valquiria”, con sendos homenajes a Verdi y Wagner en el año en que se conmemora el bicentenario del nacimiento de estos dos compositores, y en ambos casos con unos resultados musicales magníficos.

Existía gran curiosidad entre los aficionados por comprobar si, tras los incidentes acaecidos en el estreno de “La Traviata” con la sustitución del tenor Ivan Magrì en plena representación por Nikolai Schukoff, en esta ocasión nos esperaba alguna otra sorpresa, como que apareciese cualquiera de los seis tenores anunciados hasta ahora en Traviata en casa de Hundingconquistando a Sieglinde; o que saliese alguna de las dos Violettaentonando los guerreros “Hojotoho”reservados a Brünnhilde. Pero, afortunadamente, esta vez transcurrió todo sobre el escenario sin artistas invitados.

Donde también hubo pocos invitados esta vez fue en los palcos reservados a autoridades. Si en el estreno de “La Traviata” pudimos ver a un aburrido President de la Generalitat con una corte considerable de compañeros de desgobierno y pelotas varios, esta vez la presencia de politiquillos locales fue mínima. Se ve que Wagner les da miedo. No sé si es que les recordará a la Merkel o que, como decía Woody Allen, no quieren que les entren ganas de invadir Polonia y llenar Varsovia de puentes de Calatrava.

Pero bueno, entrando ya en el análisis concreto de lo acaecido, empezaré por decir que el resultado final de conjunto me pareció espléndido y, aunque ahora pueda entrar a criticar algunos aspectos concretos, quiero dejar claro que salí enormemente satisfecho del teatro y, pese a que haya cosas mejorables, ya quisieran, por ejemplo en Bayreuth, contar con un nivel así ahora mismo.

La dirección de escena ya conocida de Carlus Padrissa y La Fura dels Baus presenta los defectos y virtudes comentados en su momento. Entre los primeros, el exceso de gente en ocasiones trajinando en el escenario, los ruidos que se producen y una dirección de actores más bien pobre, centrándolo prácticamente todo en el impacto visual de la propuesta. Pero claro, esta fuerza visual es tan grande que, sobre todo en las dos primeras óperas del ciclo que se prestan más a ello, se compensan aquellos puntos flacos.

Sin embargo, de toda la tetralogía es esta la entrega en la que el trabajo furero es más comedido, llegando en algún pasaje, como el monólogo de Wotan, al minimalismo puro, lo cual creo que es un acierto pues concentra el interés donde se debe. No deja de ser en cualquier caso una lectura muy clásica, perfectamente ajustada al libreto y en perfecta consonancia con los sonidos surgidos del foso.

Siguen pareciéndome muy interesantes algunos detalles, como la evolución del personaje de Sieglinde, a quien Siegmund no sólo enamora, sino que además la humaniza, ayudando a que camine erguida; o el impactante comienzo del tercer acto; así como el simbolismo de Wotan-sol y Fricka-luna.
Anoche, en el momento en el que Siegmund extrae la espada del fresno o se despistó el director de escena en sus instrucciones o el propio Nikolai Schukoff, pero el caso es que sacó la espada a la carrera, sin el mínimo esfuerzo, como si la cogiese de un mostrador de El Corte Inglés.

Como ya ocurriese en su día, lo que menos me gusta de esta producción es el vestuario de Chu Oroz. Me sigue pareciendo horroroso.

Pero lo más grande de la noche, a mi juicio, tuvo lugar en el foso. La Orquesta de la Comunitat Valenciana, dirigida por el maestro Zubin Mehta, se convirtió en protagonista absoluta de la velada, con unos sonidos maravillosos que hicieron justicia a la genial partitura de Richard Wagner.

La versión ofrecida por Mehta es mucho más lírica que dramática y comenzó con un primer acto en el que ralentizó los tempi y se recreó quizás demasiado en esa vertiente lírica, dejando un poco abandonada la garra y fuerza que también deben estar presentes, llegando al límite mismo de dejar que el motor se calase y decayese la tensión. En los siguientes dos actos, sin embargo, disfrutamos de una lectura más fluida e intensa, con un dominio magistral de la técnica de batuta al servicio del drama escénico, en la que la precisión, la transparencia y la claridad se impusieron definitivamente.

Cuidó muchísimo a los cantantes. En ocasiones en exceso, pero es que las limitaciones de algunos, especialmente de Wotan, obligaban a bajar considerablemente el volumen de la orquesta si se pretendía que se le escuchara en algunos momentos, y aun así varias veces quedaron tapados.

En cualquier caso, el maestro Mehta extrajo de la orquesta todo su potencial, que es mucho, logrando unos sonidos de enorme belleza y haciéndose visibles muchos detalles de orquestación que normalmente pasan inadvertidos. Yo no recordaba una versión de La Valquiria donde las maderas tuviesen tal protagonismo. Los fagots estuvieron inspiradísimos toda la noche y las intervenciones solistas de Joan Enric Lluna al clarinete y Cristopher Bouwman en el oboe, fueron de ensueño. Toda la sección de cuerda fue seda pura, debiéndose destacar el papel de la cuerda grave desde el primer compás de la obra hasta el final, con unos contrabajos de lujo y una belleza en los cellos, comandados por Guiorgui Anichenko, difícil de olvidar. También la percusión estuvo sobresaliente. En los metales, trombones y trompetas en concreto, se apreciaron algunos pequeños problemas que no merecen ni reseñarse ante las exigencias de la partitura.

Muy bonito el detalle final del maestro, que espero que no suene a despedida, de subir con toda la orquesta al escenario. Fueron los grandes protagonistas de la velada y merecían este reconocimiento.

En cuanto a los cantantes, del Wotan de Thomas Johannes Mayer me habían hablado regular y, desgraciadamente, mi impresión tras escucharle no es mucho mejor. Pese a lo cual, he de reconocer que en el largo monólogo de Wotan del acto II, que es la prueba del algodón para cualquier cantante que pretenda asumir el rol, la variedad del fraseo y los acentos de Mayer fueron notables. Como también fue muy destacable su matización y las frases ligadas en “Der Augen leuchtendes Paar". Pero su voz me parece insuficiente para el personaje, careciendo del peso y autoridad requeridos en la zona grave y central, y sobre todo de volumen, forzando la emisión y llegando extenuado a los adioses.

En el primer “Leb wohl” Mayer entró a destiempo y luego tuvo que ir a la carrera para no perder a la orquesta, y en la invocación a Loge la voz estaba ya a punto de quebrarse. No me gustó nada su intervención en la muerte de Hunding, donde, lo que debe ser apenas un golpe de aliento y desprecio con el que el dios fulmina a aquél, se convirtió en un chillido que intuyo que hizo fenecer a Hunding del susto más que nada. Pese a todo, la actuación del barítono alemán fue digna y llena de entrega, y comparado con el Wotan que cantó en Bayreuth este verano, este hombre es Hans Hotter.

Jennifer Wilson nos asombró a muchos con su Brühnnildeen sus primeras visitas a Les Arts, con un instrumento privilegiado y unos agudos potentes, luminosos y precisos. El tiempo ha pasado y el brillo deslumbrante en la zona alta ya no es el mismo, mostrando algunos puntuales apuros con algún chillido un tanto feo. Sin embargo, a cambio, ha ensanchado más la voz y ha ganado  en autoridad y expresividad. A mí me sigue gustando mucho esta Brühnnilde.

Nikolai Schukoff, ya regresado de París después de haber conquistado a Violetta  desde el atril en el estreno de La Traviata, compuso un buen Siegmund, mostrando una voz grande y firme, con mordiente, que superaba casi siempre cómodamente la ingente orquesta wagneriana y con algunos momentos en que se preocupó de regular y matizar. Pero nos encontramos con un problema habitual en el repertorio wagneriano actual, el cantante austriaco no es un tenor heroico o heldentenor, sino un tenor lírico valiente y su voz no es homogénea. En la parte superior del registro no acaba de alcanzar el brillo que requiere un Siegmund, y en zonas centrales y graves parece querer dotarla artificialmente de una anchura que no tiene. Algo con lo que debería tener cuidado pues posiblemente esté forzando en exceso el instrumento y eso se acaba pagando.

La norteamericana Heidi Melton, a quien no había escuchado anteriormente, tiene una voz fresca y luminosa, de bello timbre, con un registro agudo solvente, y compuso una Sieglinde casi irreprochable, aunque no consiguió electrizar al público en sus intervenciones, faltándole algo más de garra y pasión en el fraseo. O quizás fuese que teníamos todavía muy reciente el huracán arrebatado que fue Eva María Westbroek en 2009. No obstante, me gustó bastante más en su intervención del tercer acto, donde la encontré mucho más expresiva.

Aunque también parecía difícil poder olvidar el impresionante, malvado y profundo Hunding que ofreciese en su día el gran Matti Salminen, Stephen Milling logró sacar adelante el reto con enorme suficiencia. Su voz de auténtico bajo se mostró imponente y amedrentadora, su fraseo muy cuidado, y su actuación escénica fue magnífica, salvo en el momento de la muerte, donde parecía más preocupado en colocarse bien y no partirse la crisma que en expirar.

La interpretación que más agradablemente me sorprendió fue, curiosamente, la del antipático personaje de Fricka, a cargo de la austriaca Elisabeth Kulman que culminó una actuación excelente, con una bella voz aterciopelada y potente, y sabiendo imprimir al personaje la autoridad que requiere, derrochando expresividad con un fraseo de acentos intensos.

En las Valquirias Bernadette Flaitz, Julia Borchert, Pilar Vázquez,Nadine Weissmann, Eugenia Bethencourt, Julia Rutigliano, Patrizia Scivoletto y Gemma Coma-Alabert hubo un poco de todo, pero en términos generales estuvieron muy correctas.

Frente al lleno prácticamente completo que caracterizó el estreno de “La Traviata”, ayer había demasiados huecos. La platea superaba por poco los tres cuartos de aforo, pero los pisos superiores estaban con muchísimos asientos vacíos. Hubo también algunas deserciones en los intermedios, pero los que se quedaron ovacionaron como se merecía a todos los intervinientes en el espectáculo, especialmente a Mehta y a la orquesta. Por parte de la dirección de escena no salió ningún miembro de La Fura dels Baus, sino Allex Aguilera, perteneciente a la plantilla de Les Arts y encargado de la dirección de esta reposición, recibiendo también los aplausos del público.

Hay todavía muchas localidades disponibles para las siguientes tres funciones de “La Valquiria”. Parece que la mención de la palabra Wagner y la larga duración de sus óperas sigue asustando a una gran parte de los aficionados, y es una lástima, porque el espectáculo vale la pena y es una excelente manera, tanto para acercarse a la producción del genial compositor alemán, como, sobre todo, para disfrutar de nuestra orquesta, que en pocas obras podrá sonar mejor que en esta y que no sabemos lo que nos va a durar tal y como están las cosas.

Aunque si cualquier ser racional con orejas, de quien pudiese depender poner los medios necesarios para el mantenimiento de la Orquesta de la Comunitat Valenciana, estaba presente, no debería ser preciso plantear ningún otro argumento para convencerle. El problema es que encontrar seres racionales entre quienes nos gobiernan es casi más complicado que hallar un cover para Alfredo en Les Arts.

sábado, 8 de junio de 2013

CONCIERTO XXV ANIVERSARIO COR DE LA GENERALITAT - Palau de les Arts - 07/06/13

Jornada festiva la de anoche en el Palau de les Arts. El Cor de la Generalitat celebraba oficialmente su XXV cumpleaños y para tal conmemoración se decidió contar con un programa que, al mismo tiempo, homenajease otros dos aniversarios, los del bicentenario del nacimiento de Giuseppe Verdi y Richard Wagner.
 
La Orquesta de la Comunitat Valenciana y la batuta del maestro Zubin Mehta fueron ilustres acompañantes en esta celebración que vistió de gala el mal llamado Auditori de Les Arts.

La fiesta llegó en un momento delicado, precisamente cuando han vuelto a renacer los rumores acerca del ERE que se cierne sobre ese macro engendro llamado CulturArts Generalitat, aunque parece que su director general, Manuel Tomás, ha garantizado que el Cor de la Generalitat no va a verse afectado, e incluso que está previsto impulsar la actividad de la formación potenciando su proyección internacional e implantando cursos de formación para sus miembros. Esta gente es menos de fiar que Cristobal Montoro jugando al mus, pero más vale que diga eso a que calle poniendo cara de estreñimiento como anteriores responsables autonómicos de la cartera de Cultura.

El Cor de la Generalitat es un activo cultural irrenunciable de la Comunidad Valenciana y su mantenimiento una obligación que imponen la decencia y el sentido común, dos criterios generalmente ausentes del discurso político, pero que hoy más que nunca son necesarios si no queremos acabar asfixiados por falta de oxígeno en medio de tanta inmundicia.

Este coro además no es un dream team fruto de la cultura del pelotazo y de nuevo rico, sino resultado del esfuerzo personal de cada uno de sus miembros y directores, de su trabajo durante 25 años y de la inteligencia. Desde sus inicios como Cor de Valencia ha ido evolucionando, mostrando una enorme versatilidad y capacidad de adaptación a nuevas exigencias y repertorios, alcanzando una calidad que, en el mundo musical, absolutamente nadie cuestiona hoy por hoy.

El programa elegido para la celebración de ayer era propicio para el lucimiento del coro y de la orquesta y, al mismo tiempo, estaba plagado de temas populares para el gran público. Eso motivó los consabidos e inevitables canturreos o esos comentarios de “esta sí que es bonita” cuando se comenzó a entonar el coro de “Nabucco”.

La primera parte estuvo dedicada a Verdi y, junto a celebérrimos fragmentos, como el “Gloria all’Egitto” de “Aida” o el ya citado “Và, pensiero” de “Nabucco”, se coló ese coro del acto II de “La Traviata”, con el “bello y gallardo Piquillo” y los toreros de Madrid que siempre he odiado especialmente, pero, bueno, lo tomaremos como un ensayo de ese inicio de temporada próxima, que esperemos se confirme, con Mehta dirigiendo “La Traviata”. En la segunda parte las notas de la sublime música de Richard Wagner volvió a escucharse en el Palau de les Arts, con fragmentos de “Tannhäuser” y  de “Los maestros cantores de Nuremberg”.

Como no podía ser de otra forma, el Cor de la Generalitat se entregó por completo el día de su celebración y rindió al excelente nivel al que nos tiene acostumbrados. Empaste, potencia, equilibrio, homogeneidad… en fin, todas esas virtudes que le han convertido en uno de los mejores coros de ópera de Europa. Me gustó más en la parte wagneriana que en Verdi, donde Zubin Mehta pecó de cierto exhibicionismo y amor al decibelio, no pareciendo controlar que la orquesta no estaba en el foso y que la acústica del Auditori es horrenda, con lo que hubo cierta estridencia y las voces fueron avasalladas en más de una ocasión.

Excelsa me pareció la intervención de la sección masculina (¡qué tenores tiene esta formación!) en el Coro de Peregrinos de “Tannhäuser”, momento en el que la emoción recorrió la sala como un huracán, provocando incluso lágrimas en alguna cercana vecina de localidad. Cosa que también ocurrió en ese impresionante final de Meistersinger, con toda la agrupación brillando mientras cantaba “Honrad a los Maestros alemanes”. Y a fe mía que se honró a Richard Wagner.

El maestro Mehta llevó a cabo una dirección más controlada en la parte dedicada al compositor alemán, con un sabio manejo de las dinámicas y consiguiendo un mágico equilibrio y claridad de las diferentes secciones orquestales.

La Orquesta de la Comunitat Valenciana exhibió también su inmensa calidad y todos sus componentes tuvieron ocasiones de lucimiento, como los violonchelos en el Preludio del acto I de “La Traviata”, las trompetas y trombones en “Aida”, donde también destacó el flautín de Virginie Reibel, el clarinete de Tamás Massànyi en el Preludio de “Luisa Miller”, el oboe de Cristopher Bouwman en la Obertura de Meistersinger, o las violas y violines en la de “Tannhäuser”.

Enormes ovaciones, con el teatro puesto en pie, premiaron la labor de todos los intervinientes en el concierto, y, sobre todo, agradecían al Cor de la Generalitat y a su director, Francesc Perales, el trabajo que llevan desempeñando desde hace 25 años, convirtiendo esta agrupación en todo un referente en España y Europa. La noche finalizó con todo el teatro entonando el “Cumpleaños Feliz” bajo la dirección de Zubin Mehta.



El recinto estaba prácticamente lleno, a excepción de algunos asientos de la zona alta del infame Auditori. Me gustaría que alguien me explicase cuál ha sido el misterio de que en la web no hayan salido a la venta en ningún momento las localidades de esa zona, pese a que desde 48 horas antes del evento se agotasen las entradas de la parte baja, quedándose muchas personas sin poder acudir y, sin embargo, ayer al dar comienzo la representación apareció casi llena también la zona superior. Misterios de esta casa.

Entre el público asistente se pudo ver a un exultante Carlos Álvarez que no paró de recibir felicitaciones por el magnífico Yago que está representando estos días en la sala principal del teatro valenciano, en ese triunfal “Otello” que está teniendo una enorme repercusión a nivel internacional. También estaba presente el director general de esa cosa llamada CulturArts Generalitat, Manuel Tomás, y la Consellera de Cultura, María José Catalá, a quien se vio charlando largo y tendido con la Intendente Helga Schmidt. Ojalá de esas conversaciones surja un mayor acercamiento entre la Administración autonómica y Les Arts que permita garantizar el futuro de la temporada de ópera en Valencia y que la sensatez se imponga en las medidas que se adopten para hacer frente a la crisis.

Señoras y señores del Cor de la Generalitat: ¡Muchas felicidades! Gracias por las noches de emoción que nos habéis permitido vivir durante todo este tiempo y ahora más que nunca: ¡que cumpláis muchos más!... y nosotros que lo oigamos.


domingo, 14 de abril de 2013

"TO THE WONDER". LA MÚSICA DEL ÚLTIMO MALICK


El ser humano es un profundo misterio… No, tranquilos, que no os voy a dar la brasa con ninguna interpretación metafísica. Decía que el ser humano es un misterio porque es muy complicado averiguar por qué algunos congéneres nuestros pueden encontrar satisfacción en cosas como pasarse horas a la intemperie pescando truchas con mosca, dedicar el tiempo libre a escuchar discos de la tuna de Derecho o, como es mi caso, disfrutar sin reservas con el cine de Terrence Malick.

Para mí, asistir a un nuevo estreno del director tejano es todo un acontecimiento. Y eso que no tiene la magia de antes, cuando podían transcurrir 20 años de espera entre una película y otra, lo que contribuía a engrandecer el mito (sobre todo si se trataba de dos obras maestras como “Días del Cielo” y “La delgada línea roja”); porque ahora Malick ha tenido un arranque de creatividad y en el plazo de dos años ha culminado dos películas (“El árbol de la vida” y esta “To the Wonder”) y tiene otras dos más en cartera a punto de salir de la sala de montaje.

Pero, en cualquier caso, cuando acudo al cine a ver uno de sus trabajos, lo hago con una especial motivación y disposición. No se trata de entrar en la sala esperando a ver “qué me echan”, sino mentalizado para asistir a un recital de poesía en imágenes, a través de las cuales no sólo vamos a ver una historia, sino que vamos a compartir emociones y sensaciones a base de pura genialidad cinematográfica.

Algunos se sienten incómodos ante una técnica narrativa con voces en off, ausencia de diálogos, grandes elipsis, inserciones súbitas de planos aparentemente incoherentes… pero ahí reside gran parte de la verdad y magia de su construcción. Esa es la forma en la que nuestra memoria guarda los recuerdos. Así funcionaría nuestra mente si, como los protagonistas de las historias de Malick, intentásemos rememorar lo sucedido tiempo atrás y recuperar las sensaciones vividas. Y si además logra que compartamos esas emociones y sensaciones que pretende contarnos, mediante cuidados planos de aparente sencillez (unas manos intentando aprehender la luz del sol en un cristal, el contacto del agua sobre la piel, el roce de unos labios…), el disfrute está garantizado. Al menos para algunos raritos como yo.

De todas formas, no pretendía hablar aquí de “To the Wonder”, la última película de Terrence Malick y menos aún defenderla. Comprendo que haya personas que no la soporten y, por supuesto, no se la recomendaría a nadie a quien ya no le haya convencido cualquiera de sus películas previas. Pero, ¿a mí me ha gustado?: pues sí. Desde luego considero que está lejos de “El árbol de la vida” y de creaciones anteriores. Pienso también que hay un evidente fallo de casting con el reparto masculino. Y si se quiere hablar de pretenciosidad a raudales, de preciosismo formal, de hueco misticismo… no seré yo quien lo discuta. Pero sus imágenes siguen siendo bellísimas y su cine me sigue emocionando. Independientemente de sus mensajes. Es muy fácil hacer chistes sobre su grandilocuencia desbordante, aunque para mí es mucho más importante dejarme llevar por mis sensaciones y esas me siguen compensando, con mucho, cualquier reproche que se pueda hacer. Y se pueden hacer muchos.  

Pero, como decía, no era mi intención analizar el último estreno de Terrence Malick, sino, tal y como ya hice cuando se estrenó “El árbol de la vida”, efectuar una referencia a la música que podemos escuchar en el film, o parte de ella. Y es que, como es habitual en las películas de Malick, la música ocupa un lugar esencial y no hay apenas ningún momento en el metraje en el que la imagen no esté acompañada por alguna melodía cuidadosamente escogida por el director estadounidense. En esta ocasión, firma la banda sonora original el neozelandés Hanan Townshend, y, como siempre, la cinta está plagada de fragmentos, más o menos conocidos, de música clásica.

Al poco de comenzar “To the Wonder”, acompañando unas bellísimas e inolvidables imágenes de la abadía del Monte Saint-Michel y su entorno, nos encontramos nada menos que con las maravillosas notas del Preludio al acto I de la ópera “Parsifal”, la última de las compuestas por Richard Wagner. Este fragmento volverá a sonar en dos ocasiones más y, cada vez que se escucha, las emociones en la sala suben varios enteros. Aquí traigo ese Preludio, en la mítica versión que en 1951 interpretase en el Festival de Bayreuth la orquesta titular de la casa bajo la dirección del maestro Hans Knappertsbusch:


Addiobelpassato

No es inhabitual que Malick recurra a la música de Héctor Berlioz, ya lo hizo en “El árbol de la vida” con la “Grande Messe de Morts” del compositor francés. En esta ocasión se pueden escuchar fragmentos del segundo movimiento de su segunda sinfonía, conocida como “Harold en Italie”, compuesta por Berlioz en 1834 y estructurada en cuatro movimientos, con un protagonismo indiscutible de la viola. Aquí os dejo con ese segundo movimiento, “Marcha de los Peregrinos”, en interpretación de la London Symphony Orchestra, con Nobuko Imai a la viola y la dirección de Sir Colin Davis (por cierto, hoy lamentablemente fallecido):


video de sstuddert

Otro compositor que repite respecto a “El árbol de la vida” es Ottorino Respighi, quien aparecía allí representado con la Suite III de sus “Arias y Danzas Antiguas”, siendo en esta ocasión la Suite II la que puede escucharse. En esta obra, Respighi procedió a transcribir libremente algunas piezas para laúd de los siglos XVI y XVII, convirtiéndolas en suite orquestal. Esta es la versión de esa Suite II que grabó en 1976 Sir Neville Marriner al frente de Los Angeles Chamber Orchestra:


video de peartree336

Al poema sinfónico “La Isla de los Muertos”, compuesto en 1908 por Sergei Rachmaninov, ya le dedique una entrada en este blog. La obra fue escrita tras quedar impresionado el compositor con la visión en París de una reproducción del cuadro del mismo título del pintor suizo Arnold Böcklin. Malick incluye en su última película algún fragmento de este poema sinfónico de Rachmaninov, que podemos escuchar aquí a la Royal Stockholm Philharmonic Orchestra bajo la dirección de Sir Andrew Davis:


video de Nocturne331

También Joseph Haydn tiene su hueco en “To the Wonder”, pudiéndose escuchar un fragmento de su genial oratorio “Las Estaciones”, compuesto alrededor de 1801,  cuando ya era un venerable anciano, y que constituye una de sus más relevantes obras, aunque haya estado un tanto infravalorada en su comparación con el otro gran oratorio del compositor austriaco, “La Creación”. Aquí podemos escuchar El Invierno, de “Las Estaciones” de Joseph Haydn, con Karl Böhm al frente de la Wiener Symphoniker y con Gundula Janowitz, Peter Schreier y Martti Talvela como solistas:


video de Enrico Wessels

Y vamos ahora con otras Estaciones, en este caso las compuestas por Peter I. Tchaikovsky en 1875 y 1876. Se trata de doce piezas breves para piano que fueron subtituladas con los nombres de los doce meses del año. La sexta, Junio, es una bellísima Barcarola que puede escucharse también en el último film de Malick en su versión orquestal. Como esta, interpretada por la Orquesta Sinfónica de Detroit dirigida por Neeme Järvi:


video de MrBambolfiga

Y no menos belleza destila el Concierto para Piano nº 2 del ruso Dmitri Shostakóvich, compuesto como regalo de diecinueve cumpleaños para su hijo Maxim. Su maravilloso segundo movimiento, Andante, aparece también en la última película de Terrence Malick y podemos escucharlo ahora en una interpretación de 1958, con el propio Shostakovich al piano, acompañado por la Orquestre National de la Radiodiffusion Française bajo la dirección de André Cluytens:


video de theoshow2

En 1977 el compositor estonio Arvo Pärt escribe “Fratres”. Al igual que Malick, Pärt está influido en su obra por un sentimiento trascendente y religioso que tienen claro reflejo en sus partituras. No es la primera vez que esta composición de Arvo Pärt llega a la gran pantalla. Ya en 2007, Paul Thomas Anderson la incluyó en su film “There will be blood” (Pozos de Ambición). Hay numerosas versiones de la pieza para diferentes combinaciones de instrumentos, la presentada en “To the Wonder” es para ocho violonchelos. En este blog, como no queremos ser menos, tenemos la versión para doce, que podemos escuchar ahora en la interpretación de los violonchelos de la Filarmónica de Berlín:


video de clarisaxoflute

Bueno, pues hasta aquí esta entrada de hoy sobre la música clásica que aparece en “To the Wonder”. No está referenciada toda la que suena en un momento u otro, ni mucho menos, pero sí los principales fragmentos que he podido identificar en esta última creación del siempre polémico y genial Terrence Malick. Espero que si no os ha gustado la película o ni siquiera vais a ir a verla, al menos podáis pasar un buen rato escuchando la música que he dejado.


video de movietrailers