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martes, 13 de marzo de 2012

"LA VIDA BREVE" y "EL AMOR BRUJO" (Manuel de Falla) - Palau de les Arts - 11/03/12


Reconozco que este programa doble de Manuel de Falla era lo que menos me atraía de toda la temporada y a punto estuve de no acudir a ninguna de sus funciones. La música de Falla me gusta, pero tampoco es que me vuelva loco, y además esta producción de “La Vida Breve” tuve ocasión de verla ya en 2010 nada menos que 5 veces, no tanto por sus méritos como por que acompañaba en el programa a aquella “Cavalleria Rusticana”, de imborrable recuerdo, dirigida por Maazel. Para empeorar las cosas, en esta ocasión el acompañante de la ópera de Manuel de Falla era “El Amor Brujo”, definido como Gitanería en un acto y dos cuadros, pero, vamos, para entendernos, un espectáculo donde lo principal es el baile… con lo que a mí me gusta…

Pero al final la llamada de la ópera fue demasiado fuerte y, llevado también por alguna crónica como la de Maac y la curiosidad de ver cómo se desenvolvía Omer Meir Wellber con la música de Falla, me acabé animando el pasado domingo a acudir a Les Arts.

Ya comenté en la crónica que hice del estreno de esta producción de “La Vida Breve”, que la dirección escénica de Giancarlo del Monaco me había gustado. Al igual que ocurrió entonces, el primer acto me produjo una sensación de agobio que, sin duda, era lo que pretendía Del Monaco, haciéndonos compartir los estados de ánimo por los que pasa la protagonista de la historia. Me parece muy interesante la resolución escénica de la historia y visualmente atractiva, conjugando inteligentemente lo que siente Salud con lo que realmente ocurre, haciendo que la narración gire en torno al drama psicológico y el conflicto interno de la protagonista, manteniendo a ésta permanentemente en escena.

La propuesta podrá gustar más o menos, pero después de haber padecido inmundicias mentales como el “Don Giovanni” de Miller, aquí al menos hay un planteamiento claro y un trabajo coherente, que se ve además reforzado con el vestuario de Jesús Ruiz y la iluminación de Wolfgang Von Zoubek. En la parte negativa consignaría, no obstante, la escenografía tan cerrada que provoca que los solistas y coros internos del primer acto queden muy deslucidos.

En cuanto a “El Amor Brujo”, la parte escenográfica ha corrido a cargo de Manuel Zuriaga con la dirección y coreografía de Goyo Montero. Visualmente me ha parecido interesante, centrando toda su efectividad en los juegos de luces y colores. Nada del otro mundo, pero se dejaba ver. De la coreografía de Montero poco debo decir, soy un absoluto desconocedor de las claves del género. Me resultó muy aburrido, pero eso en mí no es noticia. Además, opté por centrar mi atención más en el foso orquestal que en los bailarines, así que cualquier cosa que dijese sería una osadía.

En la parte musical, como decía, mi principal interés estribaba en escuchar la versión de la música de Falla que ofrecía el director titular Omer Wellber, y lo cierto es que no acabó de convencerme. En cuanto a “La Vida Breve”, es inevitable hacer la comparación con la lectura que hizo Maazel en 2010 y aquí Wellber pierde por goleada. La suya es una dirección correcta, pero que no aporta absolutamente nada. La suerte que tiene es la de contar con la Orquesta de la Comunitat Valenciana que es garantía de solvente ejecución y con la que hasta el batutero más infame alcanza unos sonidos espectaculares, porque con otros intérpretes los resultados probablemente hubieran sido menos que mediocres. Lejos quedan los múltiples matices, el desmenuzamiento de la partitura, el halo mágico que desplegaba Maazel con un simple movimiento de batuta.

La lectura de Wellber me pareció más propia de quien no busca más que cumplir con un trámite, que de un auténtico trabajo interpretativo. Posiblemente no fuese más que una impresión mía, pero curiosamente me sonó menos española y con tintes más franceses la versión del director israelí que la del maestro Maazel, quien, pese a las peculiaridades que siempre caracterizaban su trabajo, me parece que se ajustó más al espíritu de la música de Manuel de Falla.

En “El Amor Brujo”, más de lo mismo. Wellber dirigió desde el piano a una orquesta reducida para la ocasión a una treintena de componentes. El piano lo aporreaba con contundencia y gesticulaba ostensiblemente pegando saltitos en el asiento, pero el resultado obtenido fue poco más allá de una versión de impecable ejecución técnica pero falta de alma.

No se trata de condenar a Wellber por no estar al nivel de Lorin Maazel, porque si a eso fuéramos pocos directores aguantarían la comparación, pero se nos vendió a Omer Wellber como el niño prodigio que nos iba a maravillar y, hasta ahora, yo no le he escuchado ninguna genialidad. Sus versiones han sido correctas en la mayoría de ocasiones, sí, y no creo que sea un mal director, pero cada vez estoy más convencido de que, hoy por hoy, no es el brillantísimo talento que nos quisieron vender.

En cuanto a la Orquesta de la Comunitat Valenciana, estuvo espléndida. El nivel de sus atriles está ya más que acreditado y nos dieron una nueva muestra de su tremenda calidad. Los metales estuvieron soberbios, salvo un par de pifias puntuales del trompeta en “El Amor Brujo”, y la cuerda en sus cotas de excelencia habituales. Pero si alguien destacó especialmente fue Pierre Antoine Escoffier al oboe, quien con su virtuosismo y sensibilidad nos ofreció los momentos más emocionantes de la noche.

El Coro de la Generalitat también nos brindó sus mejores prestaciones, pese a no poder brillar en el primer acto de “La Vida Breve” por el inconveniente ya comentado de una escenografía que parecía pensada para fastidiar a los cantantes. Tres de los integrantes masculinos del Coro fueron también protagonistas del incidente anecdótico de la noche, cuando dos de los bailarines parecieron sufrir un desvanecimiento y los tres miembros del Coro salieron al unísono, con enorme naturalidad, a recogerlos y sacarlos fuera del escenario, en un movimiento que hacía dudar de si aquello estaba ensayado. Bravo por ellos.

La soprano chilena Cristina Gallardo-Domâs volvió a asumir el papel de Salud y de nuevo hizo gala de un volumen impresionante y una gran fuerza dramática en escena. Lamentablemente, su voz se muestra castigada y destemplada, con grandes cambios de color entre registros, tendencia al chillido en la zona aguda y un vibrato acusado; pero, como ya dije en su día, en este papel esas carencias se convierten en virtudes y potencian el dramatismo del personaje.

Germán Villar, como Paco, estuvo bastante correcto pero el papel tampoco permite mucho lucimiento, y otro tanto se puede decir de Miguel Ángel Zapater como el Tío Sarvaor, Isaac Galán, Sandra Ferrández, Mario Cerdá o Adriana García Mayer.

Sí destacó algo más la estupenda Abuela que siempre nos ofrece María Luisa Corbacho.

Flamenquísimos y desgarradores estuvieron tanto el guitarrista Juan Carlos Gómez Pastor, como, sobre todo, la cantaora Esperanza Fernández, ésta última también encargada de los fragmentos cantados en “El Amor Brujo” que habitualmente suelen interpretar mezzos. El problema en cualquier caso vino del escaso volumen de la cantaora que, pese a sus ímprobos esfuerzos, apenas podía traspasar la barrera orquestal.
El teatro no estaba lleno, pero mostraba bastante menos huecos de los que me esperaba, aunque también es verdad que, tras el intermedio, hubo bastantes espectadores que optaron por no regresar a su asiento para ver “El Amor Brujo”.

El público aplaudió con ganas todo lo aplaudible y no se escucharon las protestas hacia Wellber que parece ser que se produjeron en la función celebrada dos días antes y de las que habló FLV-M en su blog.

En los pasillos algunos cuchicheos sobre Helga y su presunto cese no confirmado, con práctica unanimidad en desconfiar de lo que pueda venir en su lugar, sobre todo si el fichaje proviene de los actuales altos cargos de la Generalitat, entre los que parece que hay más de uno que, como decía un comentarista en mi post anterior, quiere ser califa en lugar del califa.

Permitidme que finalice dedicando un emocionado recuerdo para Bernadette Sarrazin, una estupenda soprano que, junto al Cor de la Generalitat al que pertenecía desde sus inicios, nos ha brindado tantas veladas maravillosas de música y que lamentablemente falleció hace pocos días.

sábado, 27 de marzo de 2010

"LA VIDA BREVE" y "CAVALLERIA RUSTICANA" - Palau de les Arts - 25/03/10


La del jueves fue una noche inolvidable. Otra de esas mágicas veladas que hemos podido vivir en el Palau de les Arts por obra y gracia del Maestro Lorin Maazel. Y van ya unas cuantas. Es un auténtico privilegio el poder disfrutar como lo estamos haciendo en Valencia de la genialidad sin parangón de este hombre. Sabemos que próximamente dejará la dirección musical del coliseo valenciano, por lo que cada ocasión de escucharle se valora doblemente y procuramos aprehender esos momentos absolutamente mágicos que produce su genio y que sabemos que permanecerán para siempre en nuestra memoria.

Se estrenaba en Les Arts el programa doble compuesto por “La Vida Breve” de Manuel de Falla y “Cavalleria Rusticana” de Pietro Mascagni. Lo primero que he de decir es que me parece un enorme acierto de programación el emparejar estas dos obras que, aunque a primera vista parezca que no tengan más semejanzas que su corta duración, combinan perfectamente, al constituir dos visiones mediterráneas distintas sobre una temática similar centrada en el amor, los celos y el engaño.

Ambas se presentaban con la dirección escénica de Giancarlo del Monaco. La de Cavalleria era la conocida producción del Teatro Real de hace unos años, que me sigue pareciendo una solemne estupidez, mientras que la dispuesta para la obra de Falla era una producción original del Palau de les Arts que me resultó francamente interesante.

Los primeros minutos de “La Vida Breve” no me acababan de convencer. La permanente iluminación roja, dos enormes muros móviles por todo decorado y la protagonista continuamente retorciéndose en escena, me producían un agobiante desasosiego, pero conforme avanzaba la obra todo cobraba sentido. Salud, la protagonista, se siente atrapada en un mundo obsesivo del que no puede salir pese a ser consciente de su fatalismo. La realidad de lo que ocurre se mezcla con los sentimientos, los temores, las pesadillas y el mundo interior de Salud. El segundo acto, además de fantásticamente resuelto, con una inteligente mezcla en escena de lo que ocurre y lo que siente Salud, me pareció muy bello estéticamente, con un círculo formado por los asistentes a la boda y la sombra de unos ventiladores incidiendo sobre el mismo. Quizás sólo sobrase ese detalle de la salida a escena de la cantaora crucificada que olía demasiado a gratuita provocación.

Me gustó mucho también el vestuario ideado por Jesús Ruiz, destacando el detalle de la entrada del Coro durante la pesadilla del intermedio, embozados en negros ropajes que, cuando empieza la fiesta, se transmutan en vistosos trajes camperos y vestidos de faralaes, contribuyendo a acentuar el contraste entre la realidad y el oscuro destino de Salud.

Si “La Vida Breve” se desarrollaba dominada por el rojo, la propuesta escénica de “Cavalleria Rusticana” lo estaba por el blanco (sólo faltaba el azul para completar la trilogía de Kieszlowski). Toda la obra se desenvuelve en un único decorado compuesto por enormes bloques de mármol blanco en lo que parece ser una cantera. Ya en su día no me gustó y ahora me sigue pareciendo una escenografía fea y absurda, sin que la dirección de actores contribuya a dotar de sentido a semejante idiotez, que alcanza la culminación cuando se presenta una procesión de Domingo de Resurrección con un Cristo con la cruz a cuestas, propio de Viernes Santo. No entiendo tampoco por qué es Mamma Lucia quien cierra la ópera, en vez de una corista, con el "Hanno ammazzato compare Turiddu". Pero, en fin, seguro que Del Monaco sabe lo que quería decir con todo eso y algún día nos lo explicará a los más torpes con su verbo fácil.

En el apartado musical quiero empezar destacando la nueva muestra de perfección que dieron los cuerpos estables de Les Arts. La Orquestra de la Comunitat Valenciana estuvo impecable, y si siempre suena bien, cuando el Maestro Maazel coge la batuta alcanza cotas difícilmente superables. Los cellos volvieron a emocionarme especialmente, con un par de breves solos de Rafal Jezierski antológicos.

El Coro de la Generalitat también alcanzó la perfección, tanto teatral como musicalmente, en ambas obras. El “Innegiamo” que ofrecieron en Cavalleria fue absolutamente inolvidable. Tan sólo hay que reseñar en el aspecto negativo, aunque no es algo achacable a ellos, que los coros internos del comienzo de “La Vida Breve” apenas se escuchaban. Sin duda la escenografía en forma de caja cerrada y el volumen implacable que Maazel imponía a la orquesta influyeron mucho en eso, pero, sabiéndolo, hubiese sido deseable un reforzamiento del Coro. Claro que aquí nos topamos también con la decisión de doña Helga Schmidt de recortar drásticamente este año la contratación de refuerzos para el Coro. Sin embargo, sí que se veían figurantes, que son más baratos, haciendo bulto junto a los miembros del Coro. No me parece de recibo que los recortes económicos recaigan en aspectos como éste que van en detrimento del resultado musical. Antes que eso puede usted ahorrar, doña Helga, en esos infectos canapés que se venden en los entreactos, o en el chorro de invitaciones que se reparten para que luego queden sus butacas vacías.

En cuanto a las voces solistas en "La Vida Breve", el papel protagonista de Salud recayó en Cristina Gallardo-Domâs. Por fin, actuó en Les Arts, tras las últimas cancelaciones en Turandot y Faust de la pasada temporada. Yo tenía bastante miedo ante lo que nos pudiese deparar su actuación. Sus últimas intervenciones y su delicado estado de salud no llamaban precisamente al optimismo, pero he de decir que me sorprendió muy agradablemente. Se mostró en una aparente perfecta forma física a pesar de estar todo el tiempo en escena. Vocalmente lució sobrada de volumen y con mucha seguridad en los agudos. Su voz sigue teniendo la conocida tendencia al chillido, vibrato acusado e inconsistencia en la zona grave, pero en este papel esas carencias se convirtieron en virtudes, contribuyendo a acrecentar el dramatismo del personaje.

Jorge de León tuvo una correcta actuación como Paco, pero no me pareció destacable, aunque el papel tampoco daba mucho juego, y no es descartable que estuviese reservándose para el magnífico Turiddu que ofreció posteriormente.

María Luisa Corbacho destacó como la Abuela, y Felipe Bou como el Tío Sarvaor, cumpliendo dignamente el resto del reparto.

Mención especial merece la excelente intervención del guitarrista Juan Carlos Gómez Pastor y la cantaora Esperanza Fernández, esta última flamenquísima, de voz contundente y sentida, llena de matices, y con un comportamiento dramático inmejorable.

Por lo que respecta a los solistas que intervinieron en “Cavalleria Rusticana”, la pareja protagonista resultó sobresaliente. Anna Smirnova presentó un canto acerado y temperamental, absolutamente metida en estilo, derrochando intensidad dramática y arrolladora pasión. Su voz, de enorme volumen, tiene un timbre que no me resulta del todo agradable y cuenta con el lastre de un acusado vibrato, pero en esta ocasión, igual que comentaba antes con Gallardo-Domâs, eso jugaba a favor del dramatismo del personaje.

Jorge de León constituyó para mí la sorpresa de la noche. Su Turiddu me pareció excelente. El tinerfeño tiene una voz grande, potentísima, en la que se suele echar de menos una mayor dosis de sensibilidad, pero Turiddu no precisa sensibilidad, requiere potencia, resistencia y técnica, de todo lo cual anduvo sobrado, aguantando perfectamente los tiempos lentísimos impuestos por Maazel. Es un cantante que tiene todavía mucho que trabajar y aprender, pero este papel le va como anillo al dedo.

Gevorg Hakobyan, fue un muy buen Alfio y María Luisa Corbacho estuvo espléndida como Mamma Lucia. Natalia Lunar discreta como Lola.

Pero todo lo anterior fue secundario. Lo verdaderamente importante de la noche fue el Maestro Maazel. Fue él quien hizo que la velada se convirtiese en un acontecimiento imborrable. Yo le miraba en el atril y me preguntaba si lo que movía en su mano derecha era realmente una batuta o una varita mágica. Es asombroso escuchar los sonidos que logra este hombre extraer de la orquesta cuando dirige.

Maazel ofreció una lectura de la obra de Falla, muy acorde con la propuesta escénica de Del Mónaco, potenciando los aspectos más pesimistas y oscuros de la partitura. Desbordándose la brillantez orquestal en la danza nº 1 del segundo acto, donde el maestro, pese a sus 80 años cumplidos, dirigió con inusitada vehemencia sobre el atril.

En “Cavalleria Rusticana” la genialidad de Maazel aún fue más lejos, retardó los tiempos hasta el límite (sobre todo en el momento del brindis “Viva il vino spumeggiante”), consiguiendo que cada sonido y detalle de la partitura refulgiesen como nunca, y todo ello sin perder la intensidad dramática ni caer en el vacuo efectismo.

El Intermedio de Cavalleria es uno de los momentos más bellos de la historia de la ópera, pero con la varita de Maazel se llegó aún más lejos, convirtiéndose en algo sublime, cercano al concepto mismo de divinidad. ¿Es exagerado?, pues sí, pero es que es imposible describir de otra forma lo que nos hizo sentir el Maestro.

Esa noche, en mi insomnio originado por la emoción, recordé lo que en su día dijese Bruno Walter de Von Bülow: "He visto en su rostro la luz de la inspiración y la energía, he sentido la potente fuerza de sus gestos, notado la atención y devoción de los músicos... Vi súbitamente claro que era él quien creaba la música, quien había transformado cientos de intérpretes en su propio instrumento”.

Como decía al principio, sabemos que, mientras el Alzheimer nos respete, momentos mágicos como los vividos el jueves permanecerán para siempre en nuestra memoria. Y somos felices de saber que algún día podremos decir: “yo escuché en directo el Intermedio de “Cavalleria Rusticana” de Maazel, y todos nos envidiarán.

Me hubiera gustado traer el audio de ese momento, pero el proveedor habitual se ve que quedose también en éxtasis y no cumplió, así que me he tenido que conformar con un video del Maestro dirigiendo en 2007 a la Symphonica d’Italia. No es lo mismo, ni mucho menos, pero bueno, para compensar a los que hayáis tenido la paciencia de leer hasta aquí, puede valer. ¡Pero haced ya el favor de sacar entradas para verlo en directo!:


video de supersupercucciolino

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