
Muchas caras conocidas en el Palau de Les Arts para asistir al estreno de “Götterdämmerung” (El Ocaso de los Dioses), la tercera y última jornada de la Tetralogía “El Anillo del Nibelungo” de Richard Wagner, que inauguró el II Festival del Mediterrani. También se vio mucho agropijismo e invitado de gorra, tras el regalo masivo de entradas que llevaron a cabo en Casa Helga los últimos días para evitar la visión de un patio de butacas con demasiados huecos en un estreno de esta categoría.
La puesta en escena de Carlus Padrissa y La Fura dels Baus siguió la línea de lo ya visto en el Prólogo y dos primeras jornadas del Anillo. El espectáculo visual sigue siendo sumamente
impactante y está claro que La Fura puede gustar o no, pero a nadie deja indiferente. Yo me declaro en el primer grupo, pese a los reparos que siempre pueden hacerse.
Lo peor, a mi juicio, de este “Götterdämmerung”, fue el momento “boda de Siegfried” donde la estética cursi y de regalitos de boda cayendo del cielo, cuanto menos puede calificarse de inapropiada. Discutible fue también el funeral de Sigfried por el patio de butacas, que sólo colaboraba a descentrar al público en un momento musicalmente sublime. Por el contrario, el viaje por el Rhin y el comienzo con las Nornas tejiendo, me parecieron fascinantes.
Es criticable que tal derroche de medios visuales no se acompañe de una mayor atención a la dirección artística y a trabajar más los movimientos de los actores, quienes muchas veces parecía que no supieran dónde dirigirse entre tanta pantalla y miembros de La
Fura por medio.
La decisión de colgar de los pies al tenor en un momento dado y hacerle cantar boca abajo, no puede justificarse en el burdo simbolismo que posiblemente se pretendiera para hacer ver que Siegfried obraba contra su auténtica voluntad, lo cual el libreto ya especifica suficientemente, sin necesidad de aumentar el martirio de los intérpretes.
Pese a todo, a mi el conjunto me sigue pareciendo muy interesante, innovador y a la vez plenamente apropiado para la obra wagneriana, a la que arropa, casi siempre, eficazmente, colaborando a dotar de magia visual la excelsa maravilla musical creada por el de Leipzig.
De la Orquesta de la Comunitat Valenciana, afortunadamente, no cabe sino volver a reiterar sus óptimas prestaciones y máxima calidad, con una sección de cuerda extraordinaria.
Zubin Mehta nos volvió a deleitar con su percepción de la obra que ya mostró en el Prólogo y dos primeras jornadas, destacando los perfiles más líricos de la misma, con un viaje por el Rhin absolutamente antológico. En la inmolación final el director ralentizó notablemente el tempo, no sabemos si a petición de una Jennifer Wilson que empezaba a mostrar signos de cansancio. Abusó Mehta un tanto de los volúmenes en algún momento, sobre todo en alguna escena del Coro, el cual ofreció, como siempre, lo mejor de sí, pese a las exigencias de la partitura y los requerimientos sonoros de la dirección musical.
Entre los solistas, Jennifer Wilson fue, con justicia, la gran
triunfadora de la noche. Compuso una Brünnhilde excepcional, de referencia, con un poderío vocal tremendo, especialmente en el registro agudo, sin perder la capacidad de matización, mejorando notablemente respecto a su intervención del año pasado en “Siegfried”. Tan sólo se le podría reprochar que llegó a la inmolación mostrando cierto agotamiento, así como su hieratismo interpretativo.
El otro gran triunfador fue el Hagen del bajo Matti Salminen. Un veterano cantante de quien no vamos ahora a descubrir sus inmensas cualidades, que volvió a deslumbrar con la potencia, profundidad y limpieza de su voz, mostrando un dominio absoluto del personaje. Un auténtico lujazo.

Lance Ryan decepcionó mucho como Siegfried. Si ya el año pasado se pensaba que Leonid Zakhozhaev no era un Siegfried adecuado, ayer Ryan hizo bueno al ruso. Mostró volumen y entrega, pero su voz carece de brillo y presentó una exagerada nasalidad, que incitaba a enchufarle un par de inhaladores en sus napias.
Muy correcta estuvo Elisabete Matos, la reciente Turandot del mes pasado, como Gutrune, así como Franz-Josef Kapellmann como Alberich. Menos me gustó el Gunther de Ralf Lukas en lo vocal y algo más en lo interpretativo.
Muy dignamente defendieron también sus papeles Daniela Denschlag, Pilar Vázquez y Eugenia Bethencourt, como las Nornas, y Silvia Vázquez, Ann-Katrin Naidu y Marina Prudenskaya como las hijas del Rhin.
Cerrada ovación al finalizar para todo el elenco, tras casi 6 horas de representación, con especial intensidad para la Orquesta, Salminen y, sobre todo, la inmensa, en todos los sentidos, Jennifer Wilson.
La puesta en escena de Carlus Padrissa y La Fura dels Baus siguió la línea de lo ya visto en el Prólogo y dos primeras jornadas del Anillo. El espectáculo visual sigue siendo sumamente

Lo peor, a mi juicio, de este “Götterdämmerung”, fue el momento “boda de Siegfried” donde la estética cursi y de regalitos de boda cayendo del cielo, cuanto menos puede calificarse de inapropiada. Discutible fue también el funeral de Sigfried por el patio de butacas, que sólo colaboraba a descentrar al público en un momento musicalmente sublime. Por el contrario, el viaje por el Rhin y el comienzo con las Nornas tejiendo, me parecieron fascinantes.
Es criticable que tal derroche de medios visuales no se acompañe de una mayor atención a la dirección artística y a trabajar más los movimientos de los actores, quienes muchas veces parecía que no supieran dónde dirigirse entre tanta pantalla y miembros de La

La decisión de colgar de los pies al tenor en un momento dado y hacerle cantar boca abajo, no puede justificarse en el burdo simbolismo que posiblemente se pretendiera para hacer ver que Siegfried obraba contra su auténtica voluntad, lo cual el libreto ya especifica suficientemente, sin necesidad de aumentar el martirio de los intérpretes.
Pese a todo, a mi el conjunto me sigue pareciendo muy interesante, innovador y a la vez plenamente apropiado para la obra wagneriana, a la que arropa, casi siempre, eficazmente, colaborando a dotar de magia visual la excelsa maravilla musical creada por el de Leipzig.
De la Orquesta de la Comunitat Valenciana, afortunadamente, no cabe sino volver a reiterar sus óptimas prestaciones y máxima calidad, con una sección de cuerda extraordinaria.
Zubin Mehta nos volvió a deleitar con su percepción de la obra que ya mostró en el Prólogo y dos primeras jornadas, destacando los perfiles más líricos de la misma, con un viaje por el Rhin absolutamente antológico. En la inmolación final el director ralentizó notablemente el tempo, no sabemos si a petición de una Jennifer Wilson que empezaba a mostrar signos de cansancio. Abusó Mehta un tanto de los volúmenes en algún momento, sobre todo en alguna escena del Coro, el cual ofreció, como siempre, lo mejor de sí, pese a las exigencias de la partitura y los requerimientos sonoros de la dirección musical.
Entre los solistas, Jennifer Wilson fue, con justicia, la gran

El otro gran triunfador fue el Hagen del bajo Matti Salminen. Un veterano cantante de quien no vamos ahora a descubrir sus inmensas cualidades, que volvió a deslumbrar con la potencia, profundidad y limpieza de su voz, mostrando un dominio absoluto del personaje. Un auténtico lujazo.

Lance Ryan decepcionó mucho como Siegfried. Si ya el año pasado se pensaba que Leonid Zakhozhaev no era un Siegfried adecuado, ayer Ryan hizo bueno al ruso. Mostró volumen y entrega, pero su voz carece de brillo y presentó una exagerada nasalidad, que incitaba a enchufarle un par de inhaladores en sus napias.
Muy correcta estuvo Elisabete Matos, la reciente Turandot del mes pasado, como Gutrune, así como Franz-Josef Kapellmann como Alberich. Menos me gustó el Gunther de Ralf Lukas en lo vocal y algo más en lo interpretativo.
Muy dignamente defendieron también sus papeles Daniela Denschlag, Pilar Vázquez y Eugenia Bethencourt, como las Nornas, y Silvia Vázquez, Ann-Katrin Naidu y Marina Prudenskaya como las hijas del Rhin.
Cerrada ovación al finalizar para todo el elenco, tras casi 6 horas de representación, con especial intensidad para la Orquesta, Salminen y, sobre todo, la inmensa, en todos los sentidos, Jennifer Wilson.
Podéis leer aquí la crónica de Titus, aquí la de Mei y aquí la de Joaquim.
Y ahora a esperar el Anillo completo.