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miércoles, 4 de marzo de 2020

"IL VIAGGIO A REIMS" (Gioachino Rossini) - Palau de les Arts - 03/03/20


Hacía bastantes años que no me perdía un estreno operístico en el Palau de les Arts y que en este blog no aparecía al día siguiente del mismo mi personal visión de lo acontecido; pero una festiva celebración familiar ineludible hizo que en esta ocasión no pudiese estar presente en el estreno de la ópera Il viaggio a Reims, de Gioacchino Rossini, el pasado sábado 29 de febrero. Un estreno que, por cierto, coincidía con el 228 aniversario del nacimiento del compositor. Así que esta crónica de hoy no se corresponde con lo vivido en el estreno, sino en la segunda de las funciones, la que tuvo lugar ayer, día 3 de marzo.

Este regreso de la ópera rossiniana a Les Arts se produce inmediatamente después de las intensísimas emociones vividas con la anterior ópera de abono, Elektra, en unas funciones que permanecerán para siempre en el recuerdo de los aficionados valencianos por el grandísimo nivel orquestal, vocal y escénico desplegado. Pasar de esa Elektra a Il viaggio a Reims, sin cabina de descompresión ni terapia de adaptación intermedia, confieso que me daba bastante pereza. Y lo digo sin el más mínimo ánimo peyorativo para la composición rossiniana, que me parece una obra muy disfrutable si está bien servida y a la que le reconozco indudables méritos, pero entre ellos desde luego no se encuentra su consistencia narrativa. Si la ópera de Strauss se hallaba sustentada por la fuerza y el poderío dramático de un libreto magnífico, la de Rossinideriva todas sus opciones de éxito a la genialidad musical del compositor y a la calidad de voces e instrumentistas, porque eso que aparece en el programa definido como “libreto de Luigi Balocchi”, se llama libreto como se podía haber llamado Wenceslao.

La insulsez supina de una historia estática con menos chispa dramática que un episodio de los teletubbies en modo pause y con el control parental activado, hace que constituya un reto de primer orden para cualquier director de escena que tenga que enfrentarse a la dirección escénica de Il viaggio a Reims, una obra más cercana a poder ser apellidada cantata que ópera, y que si se representase en versión concierto tampoco se perdería mucho. Rossini compuso esta obra por encargo, para celebrar la coronación en Reims del último rey Borbón de Francia, Carlos X, y su propósito no fue nunca que la obra perviviera representándose por los escenarios europeos tras su estreno en París en 1825 y unas pocas funciones más; sino que, cumplido su encargo, hizo desaparecer la partitura y utilizó gran parte de su música en otra ópera suya, Le Comte Ory, estrenada tres años después. Eso explica que a Rossini le chupase un pie la coherencia y enjundia dramática de la propuesta y lo único que quería era construir una loa a la monarquía francesa y a la aristocracia europea que sirviera de vehículo en el que poder llevar a cabo una exhibición de sus habilidades como compositor, tan admiradas en Francia en aquellos años, y en el que su partitura fuese interpretada, además, por los mejores cantantes e instrumentistas del momento, todos ellos, a su vez, con números individuales y de conjunto que permitieran su lucimiento, más allá de que la coherencia narrativa del conjunto se resintiese o no.

Con esas premisas, al director de escena actual, si no quiere dormir a las ovejas, sólo le cabe echarle un poco de imaginación e intentar condimentar esa construcción dramática tan endeble con el picante de una propuesta distinta que resulte original y aporte interés escénico a una obra que, por otro lado, es musicalmente muy rica, y debe hacerlo sin generar demasiada incoherencia con el texto, sin que se resienta el particular espíritu rossiniano y sin que se perjudique la necesaria exhibición de virtuosismo musical y vocal que debe ser la protagonista, manteniendo un equilibrio que, reconozco, es muy complicado.

La producción que se ha presentado en Valencia es la que ideara en 2015 Damiano Michielettopara la Ópera de Ámsterdam, la Dutch National Opera & Ballet, en coproducción con la Royal Danish Opera Copenhagen y la Opera Australia, y que cuenta con el imprescindible apoyo de la escenografía de Paolo Fantin, el vestuario de Carla Teti y la iluminación de Alessandro Carletti. Michielettoya ha demostrado sobradamente a lo largo de su carrera que ingenio y originalidad no le faltan, y no suele ser un hombre de medias tintas, así que cuando tiene una idea se lanza a desarrollarla con entusiasmo y sin red, triunfando muchas de las veces y pegándose el gran batacazo otras. Aquí, en Les Arts, nos ha ofrecido de todo, su mejor cara (La damnation de Faust) y la peor (Il barbiere di Siviglia), pero llevando a cabo siempre, más allá del éxito final, un arduo trabajo teatral de planificación y dirección escénica, y sin dejar nunca a nadie indiferente.

L'albergo del Giglio d'Oro, en el que aristócratas y pudientes personajes de diversas partes de Europa se reúnen camino de Reims, donde se celebrará la coronación de Carlos X, se transformará en esta ocasión, por gracia de Michieletto, en la Golden Lilium Gallery, un espléndido museo donde los personajes de las diferentes obras de arte expuestas cobrarán vida por la noche, mientras nuestros protagonistas se mueven perdidos buscando su lugar en el mismo, que finalmente descubriremos que será el cuadro de François Gérard: La coronación de Charles X.

La genialidad del regista italiano es absoluta. Consigue transformar un mojón argumental en una creación en la que el interés no decae en ningún momento y donde, hasta en los momentos más estáticos de esta obra tan encorsetada en lo narrativo, consigue que fluya la acción con sentido teatral y con una frescura muy cercana al espíritu de Rossini. Todos los personajes, como ocurre en el original, esperan para llegar a la coronación de Reims, aunque aquí será a la representada pictóricamente por Gérard y, contrariamente a lo reflejado en el libreto, aquí si lo lograrán.

El impacto visual y la belleza estética de la propuesta es incuestionable, el acierto en la elección de los figurantes, total, pareciendo realmente que habían escapado de las creaciones de Van Gogh, Goya, Velázquez, Kahlo, Botero, Magritte, Haring o Dix; y hay instantes visualmente inolvidables: como cuando el Retrato de Madame X de John Singer Sargent, parece cobrar vida y abrazar a su restaurador o, sobre todo, la composición de La coronación de Charles X por los personajes de la ópera, mientras Corinnacanta All’ombra amena, para acabar fundiéndose la imagen real con la del lienzo auténtico. Magistral.

En mi particular opinión, Michieletto ha vuelto a acertar totalmente y seguro que, de nuevo, a pocos habrá dejado indiferentes, porque los comentarios que escuché ayer, durante el intermedio y a la salida, se movían únicamente entre quienes se mostraban entusiasmados con la propuesta escénica (los más) y quienes la rechazaban furibundamente (los menos) bien porque se sentían perdidos en la trama o molestos con el exceso escénico o porque consideraban que se habían traicionado las esencias rossinianas.

Quizás algunos espectadores pudieron sentirse perdidos siguiendo el texto y viendo la escena, sin tampoco entender lo que allí ocurría hasta la composición del cuadro final, aunque yo no sé si se hubieran encontrado menos perdidos con la obra representada ajustándose estrictamente a Wenceslao, digo al libreto, que ya es bastante absurdo y surrealista de por sí. A propósito de esto me gustaría decir algo que ya vengo pensando desde hace tiempo. Quizás no estaría de más que en Les Arts en lugar de gastarse el dinero en los programas de mano que reparte actualmente en papel “del bueno”, con cuatro fotos y el argumento, bajase la calidad del continente y subiese la del contenido, dando algunas notas sobre la producción que se presente y sobre la obra interpretada, aunque cobrase un precio simbólico.

Es verdad que pueden cuestionarse aspectos que yo mismo he criticado en otras ocasiones. Como siempre ocurre con Michieletto hay un exceso de acción sobre el escenario. Siempre está pasando algo, en primer y segundo plano, pero ello dota de riqueza a la construcción dramática de los personajes y les insufla verosimilitud, aunque a veces pueda distraer la atención del espectador de la música o de la trama principal. Ese exceso de acción suele conllevar también que se produzcan ruidos que en ocasiones pueden disturbar la escucha musical. Pero, sinceramente, pienso que Il viaggiosale ganando con ese enriquecimiento de la acción y no es lo mismo molestar con ruidos o distrayendo con acciones en segundo plano un par de momentos puntuales en una ópera bufa de desarrollo narrativo plano, como Il viaggio, que en los momentos clave de Les Troyens, La Valquiriao Don Giovanni. Sí que quizás sea más crítico respecto a convertir el Medaglie incomparabili de Don Profondo en una subasta de arte, que como idea me parece muy bien, pero creo que se patina trasladando la acción a la platea, molestando, esta vez sí, al espectador cercano.

Además, hubo otros instantes donde no sólo no se perjudicó lo musical sino que la dirección de Michieletto contribuyó a engrandecerlo, como interpretando la introducción a telón bajado, o en el momento más mágico de la velada, con el arpa acompañando a Corinna en su Arpa gentil, che fida mientras la luz se atenúa y se inicia un lento y delicado ballet. Un instante de esos en los que, como quería Rossini, todo el alboroto se detiene y sólo la genialidad y belleza de su música se hace protagonista, llegando incluso a lograr el silencio total en la platea, curando milagrosamente, cual a leprosos en Nuevo Testamento, el coro de afectados de tuberculosis y coronavirus que nos estaba deleitando toda la noche.

En definitiva, una dirección de escena que me pareció sobresaliente y que creo que hace mucho más disfrutable la rica partitura rossiniana.

De la dirección musical se ha encargado Francesco Lanzillotta, un director al que yo no conocía hasta ahora y con quien confieso que no me quedan muchas ganas de repetir después de lo vivido ayer. Se presentaba al director romano como un especialista en el género rossiniano, pero no sé si es que el título se lo sacó en un master de la Universidad Rey Juan Carlos, si en lo que era especialista era en el turnedó Rossini o si definitivamente tengo que ir a desembozar mis orejas; porque el caso es que quedé francamente decepcionado con su labor. Creo que lo mejor que hizo fue ponerse el casco con penacho durante el aria de Don Profondo. Después de haber disfrutado tanto con la Orquestra de la Comunitat Valenciana en la reciente Elektra con los sonidos y la tensión que se exhibió desde el foso, parecía mentira que la que lo ocupase ayer fuera la misma agrupación.

La partitura de Rossinies mucho más traicionera de lo que parece, sobre todo si se quiere extraer el peculiar acento rossiniano, la chispa, la vivacidad, la frescura y transparencia que deben ser consustanciales al compositor de Pesaro. Poco de eso hubo ayer. Más bien Lanzillotta se caracterizó por imponer una batuta tosca y pesada que descuidó los matices, llevando a cabo una lectura excesivamente plana, imprimiendo tiempos lentos y trabados, y donde cualquier atisbo de tensión era absorbido en una especie de blandiblubsonoro que incitaba al sopor. Para colmo, la difícil concertación de los exigentes números de conjunto tampoco resultó especialmente acertada, y la descoordinación del foso con algunos solistas, como con el nefasto en este aspecto Sâmpetrean, fue demasiado evidente. Eso no quita para que se deban alabar las prestaciones de los músicos de la orquesta, con unos vientos en estado de gracia toda la noche, así como las intervenciones solistas de la flauta y el maravilloso sonido del arpa. También resultó muy destacable el trabajo del continuo con Simone Ori al fortepiano y Arne Neckelmann al violonchelo.

Impecable nuevamente el Cor de la Generalitat con alguna intervención ciertamente brillante, como la del coro femenino en Come dal cielo, o el estupendo L'allegria è un sommo bene que además tuvieron que ejecutar cantando y actuando a la vez que recogían y ordenaban el material escénico para el número final. Y es que si destacaron en el apartado vocal, en lo actoral sólo cabe concederles la nota máxima.

Esta ópera está concebida para permitir la exhibición de un extenso reparto de solistas que tienen todos ellos importantes momentos de lucimiento. Se escribió pensando en las mejores voces del momento y, tras su recuperación en los 80, todos tenemos en la cabeza versiones con ilustres nombres como los de Caballé,  Ricciarelli, Raimondi, Ramey, Gasdia, Valentini Terrani, Araiza, Nucci, Merritt… Lo ofrecido anoche en el Palau de les Arts estuvo muy lejos de eso y, lamentablemente, la faceta musical no estuvo a la altura de la dirección escénica. Sin embargo, tengo que reconocer que el conjunto de cantantes elegido para la ocasión sí se mostró homogéneo y a muy buen nivel en la faceta actoral, cumpliendo todos ellos con brillantez las exigencias de la regia.

Destacó claramente en lo vocal, a mi juicio, la Corinnade la soprano Mariangela Sicilia, una cantante que ya nos dejara muy buenas sensaciones como Pamina en La flauta mágica que inauguró la pasada temporada. Suyas fueron las intervenciones más relevantes de la velada, especialmente en ese lujo que es Arpa gentil, che fida. Bonito timbre en una voz lírica muy homogénea que se movía con seguridad en todos los registros, con una inmaculada línea de canto y un fraseo elegantísimo, cargado de regulaciones y matices, y con un legato fantástico.

En el resto de mujeres, no le anduvo muy a la zaga la reciente ganadora de los Opera Awards 2019 a la mejor voz joven, la mezzosoprano Marina Viotti, que compuso una relevante Melibea de muy bella voz oscura, amplia y a la que dota de un fraseo intencionado y expresivo, presentando igualmente una gran presencia escénica. Ruth Iniesta defendió con pundonor y personalidad el nada sencillo rol de Madama Cortese, aquí convertida en una tiránica gestora del museo. Cuenta con el hándicap de una zona aguda de timbre ingratísimo que llega a ser hiriente, lo que lastró especialmente sus primeras intervenciones. Después se asentó la voz algo más y me gustó en la parte final. Más ruido que nueces en la Condesa de Folleville de la soprano rusa Albina Shagimuratova que se movió con insultante facilidad por agudos, sobreagudos y escalas ascendentes y descendentes, pero cuyo fraseo resultaba forzado y poco natural, transmitiendo bastante frialdad.

En el equipo masculino hubo un poco de todo sin que nada destacara especialmente, al menos para bien. El Don Profondo de Misha Kiria fue muy aplaudido. Tiene esa joyita para lucirse que es la divertida Medaglie incomparabili, en la que puso intención, imitando claramente la histórica creación de Raimondi, pero faltándole gracia y chispa a raudales. El veterano Fabio Capitanucci fue quizás quien ofreció mayor sentido del estilo rossiniano, con un Trombonok algo sobreactuado, pero de potente voz y auténtico color baritonal. Voz y timbre atractivos también los de Adrian Sâmpetrean como Lord Sidney, aunque su fraseo fue chapucero, mal respirado e incapaz de seguir a la orquesta. Me agradó también la voz, color y arrojo del Belfiore que presentó Ruzil Gatin, aunque su tosquedad y falta de finura perjudicaba el resultado. No me gustaron ni el Don Álvaro de voz intestinal de César San Martín; ni el Libenskof del realmente ruso Sergey Romanovsky quien, aunque parecía conocer el estilo, me desesperaba por su permanente tirantez y estrangulamiento en la zona alta.

En los papeles menores, me gustó Francesca Cucuzza, como Maddalena, y estuvieron también acertados Gonzalo Manglano, en el doble papel de Zefirino y Gelsomino, y Omar Lara como Antonio. Cumplieron también muy correctamente los alumnos del Centre de Perfeccionament Pláci… ay, no, que ahora es pecado decir culo, pilila y Plácido... Bueno, de ese Centre: Max Hochmuth, Joel Williams, Aida Gimeno y Evgeniya Khomutova.

Vuelvo a insistir en que, más allá de la calidad individual mayor o menor de las voces de los solistas que suben al escenario en esta producción, debe defenderse de todos y cada uno de ellos su entrega escénica y el desempeño actoral ofrecido ante el exhaustivo trabajo requerido por Michieletto, consiguiendo que el conjunto de la propuesta funcione perfectamente en el apartado teatral.

No quiero finalizar el repaso por los artistas participantes en esta multitudinaria producción sin felicitar al personal de casting y de maquillaje y peluquería de Les Arts por la elección y caracterización de los figurantes que representan a los personajes de los cuadros de la galería que cobran vida en diversos momentos de la obra. Igualmente, hay que aplaudir a las tres bailarinas, Marta Gómez, Aycha Naffaa y Carla Ortiz, por su fascinante intervención, caracterizadas como tres esculturas que también cobrarán vida, acompañando ese bellísimo momento musical y escénico con Corinnafuera de escena cantando Arpa gentil, che fida.

Para ser un martes la sala principal de Les Arts se encontraba bastante llena, volviéndose a ver a bastante gente joven junto al tradicional público del abono, algo que me parece enormemente positivo y que espero que se consolide y siga en aumento en las próximas temporadas. Sé que se está trabajando especialmente en ello desde la dirección del teatro, con numerosas iniciativas que sólo pueden ser bienvenidas. Me  han contado que el día del estreno volvió a hacer acto de presencia el president de la Generalitat, Ximo Puig, una persona que, hasta hace poco, apenas se prodigaba en este tipo de eventos; por lo que, considerando que ya estuvo recientemente en Elektra y teniendo en cuenta que el pasado sábado hacía un fuerte viento que hacía que se volasen las ideas y lo que está por encima de ellas, su asistencia es muy de agradecer.

El comportamiento del respetable no fue especialmente caluroso y apenas se aplaudieron algunas intervenciones durante la representación. Algún móvil especialmente programado para la ocasión, intuyo, fastidió el inicio de la intervención del arpa en Arpa gentil, che fida, y otro el concertante a capela. No faltaron tampoco los habituales tosedores ruidosos, aunque en esta ocasión se encontraron, vaya usted a saber por qué, con que sus vecinos de butaca no les miraban con disgusto, sino con cara de terror. Al final sí hubo generosas ovaciones para todo el elenco, incrementadas notablemente con la salida de Mariangela Sicilia. Si por algo siento no haber estado el día del estreno es para haber braveado fuertemente el trabajo de Michieletto en la persona de Eleanora Gravagnola, asistente de la dirección de escena y responsable de esta reposición, junto al resto de su equipo técnico.

Hasta aquí mi crónica retrasada de este peculiar viaje a Reims que nos proponen Rossiniy  Michieletto. Aunque haya opiniones contrapuestas creo que lo mejor es ir y juzgar por uno mismo. Pienso que sólo por la bellísima y original puesta en escena vale la pena, y hay todavía muchas entradas disponibles. Y recordad que el mismo día de la función hay un 35% de descuento para compras realizadas 2 horas antes del inicio de lunes a viernes, y 1 hora los sábados, domingos y festivos.

Otro día ya, si acaso, hablaremos de Plácido Domingo… o no, porque realmente poco tengo que añadir a lo que he venido diciendo siempre. Lo único que confieso que no entiendo es a aquellos que en verano, sin venir mucho a cuento, les faltó tiempo para erigirse en los máximos defensores de la honorabilidad del cantante y en distinguir su faceta personal de la profesional, y que ahora, cuando Domingodice que pide perdón por si alguien se sintió mal debido a su conducta, también han querido ser los primeros en apostatar de su dominguismo, condenarle públicamente sin juicio previo y vetarle y retirar todo vestigio de cualquier relación anterior con una de las principales personalidades de la historia de la ópera. Semos asín…

domingo, 30 de octubre de 2011

PREMIOS "HELGA DE ORO 2011". LOS GANADORES


A menos de una semana para que “Boris Godunov” inaugure en el Palau de les Arts la temporada operística 2011-2012 (que algunos parece que estén empeñados en conseguir que sea la última), los votos de los lectores del Blog de Atticus ya han elegido destinatarios para los premios “Helga de Oro” correspondientes a la pasada temporada 2010-2011.

Antes de nada, como siempre, quisiera agradeceros vuestra participación en esta tontería que un día me dio por promover. No sé si los resultados obtenidos serán o no representativos de lo que pueda ser la opinión mayoritaria del público que acude habitualmente al Palau de les Arts, aunque creo que no diferirá mucho, pero desde luego lo son respecto de las personas que se pasan por aquí.

Soy consciente de que premiar “lo mejor” o “lo peor” es una tarea que no suele ser fácil, implica demasiada simplificación y muchas veces es injusta, pero siempre he pensado que, aunque sea dentro de los reducidísimos límites de este blog, es positivo conocer qué opina el aficionado respecto a la programación operística que se le ofrece. No se trata tanto de resaltar lo mal o lo bien que lo puedan haber hecho determinados artistas, potenciando filias y fobias, cuanto de que se sepa aquello que gusta o no gusta al público, aunque luego los responsables artísticos de Les Arts se pasen la opinión por allí mismo y sus alrededores.

Yo, como de costumbre, me había reservado mi opción de votar por si hubiese habido que desempatar en alguna de las categorías, pero no ha hecho falta mi intervención y, aunque en apartados como el de mejor tenor ha habido mucha igualdad entre algunos candidatos, en la mayoría de categorías, desde el principio mismo de la votación, se han destacado claramente los finalmente ganadores.

Como resumen, se podría decir que la indiscutible triunfadora de la temporada 2010-2011 en Les Arts ha sido la reposición de la producción propia del teatro valenciano de la ópera “Fidelio” de Beethoven, que inaugurase en 2006 el recinto valenciano y que se pudo ver el pasado mes de junio dentro del IV Festival del Mediterrani, la cual ha obtenido cuatro de las siete “Helga de Oro” que se repartían, incluyendo la correspondiente a Mejor Espectáculo de la temporada. Los otros tres premios dorados se los han repartido “Tosca”, “Aida” y “Mefistofele”, con lo que se han ido de vacío dos producciones como “Yevgueni Oneguin” y “L’Elisir d’amore” que yo pienso que hubieran merecido algo más.

En la tradicional gala* virtual celebrada esta misma noche en el Palau de les Arts, y a la que pertenecen algunas de las imágenes que ilustran este post, se ha procedido a la entrega de los premios a los galardonados. La Intendente Schmidt ha presidido el acto luciendo el nuevo look que puede verse en la fotografía de la derecha y con el que se apunta como posible nueva chica Bond. Este año la crisis ha vuelto a hacer mella en el evento y los tristes bocadillos de chóped de la última edición han sido sustituidos por Boca Bits, y sándwiches de margarina de tres colores, todo ello regado con abundante Champín de fresa.

Los galardonados han sido:

Helga de Oro a la mejor Dirección Escénica: Pier’Alli por “Fidelio”.

Pocas dudas parecen haber existido entre los votantes sobre cuál era la mejor puesta en escena que había pasado por Les Arts la pasada temporada. Desde el primer minuto de votación, la propuesta concebida por el italiano Pier’Alli en 2006 para inaugurar el teatro valenciano con la ópera “Fidelio”, comenzó a destacarse claramente, habiendo obtenido el 50 por cien de los votos en este apartado. También era esta mi opción preferida, aunque he de reconocer que pensaba que el original trabajo de Damiano Michieletto para “L’Elisir d’Amore”, iba a obtener un mejor resultado que los escasos 11 votos que ha recibido, pese a haber quedado en segunda posición.
Pier’Alli: 25 votos
Damiano Michieletto: 11 votos
Robert Lepage: 7 votos
Vincent Paterson: 5 votos
Mariusz Trelinski: 2 votos

Helga de Oro a la mejor Dirección Musical: Zubin Mehta por “Fidelio”.

Este ha sido otro de los galardones donde ha habido una holgada diferencia de votos desde el principio, teniendo muy claro los votantes, y yo también, que había que recompensar el excelente trabajo de Zubin Mehta al frente de la Orquestra de la Comunitat Valenciana en “Fidelio”, con lo que el director indio consigue este premio por segundo año consecutivo. Pero, pese a la justicia de este galardón, nos queda cierto sabor agridulce viendo como el magistral trabajo de batuta de Nicola Luisotti en “Mefistofele” queda sin premio, al igual que la genialidad (esta ya más discutida) de Lorin Maazel en “Aida”. Más preocupante es que el sucesor de éste, Omer Wellber, no haya obtenido ni uno solo de los votos emitidos en este apartado, quedando en último lugar.
Zubin Mehta (Fidelio): 29 votos
Lorin Maazel: 9 votos
Nicola Luisotti: 8 votos
Zubin Mehta (Tosca): 3 votos
Omer Wellber: 0 votos

Helga de Oro al mejor tenor: Jonas Kaufmann.

Si de sabor agridulce hablaba en el apartado anterior, otro tanto se podría decir de este premio al mejor tenor de la temporada. Aquí sí que ha existido una reñida pugna, desde el principio al fin de la votación, entre Jonas Kaufmann y Dmitri Korchak. Al final, por tan solo 3 votos de diferencia, el premio ha ido a manos del alemán, que nos enamoró con el impresionante Florestan que se marcó el 22 de junio pasado, en aquella visita inesperada para cantar una sola noche este breve (y exigente) papel. Pero no hubiera sido más injusto que se hubiera llevado el premio Korchak, por un Lensky lleno de lirismo y sensibilidad, con detalles de un gusto exquisito; o Seiffert, por un Florestan pletórico por entrega y con una voz que dejó momentos bellísimos pese a acusar el paso de los años; o Jorge de León, por su espectacular debut como Cavaradossi; o Ramón Vargas, por la elegancia y delicadeza de su canto… En fin, afortunadamente este año en este apartado ha habido mucho y bueno donde elegir.
Jonas Kaufmann: 19 votos
Dmitri Korchak: 16 votos
Jorge de León: 8 votos
Ramón Vargas: 8 votos
Peter Seiffert: 5 votos

Helga de Oro al mejor Bajo/Barítono: Bryn Terfel.

La verdad es que este premio no ha sido una sorpresa para nadie. Desde la designación de los candidatos se veía venir que Terfel iba a arrasar en las votaciones. Su Scarpia ha sido uno de los mejores acontecimientos que ha pasado por el escenario de Les Arts, tanto por calidad vocal como por personalidad escénica y fuerza interpretativa, y el galardón llevaba su nombre puesto, pese a la calidad y meritorio trabajo llevado a cabo por sus rivales en esta categoría, que, de no haber competido con Scarpia, nos hubiesen proporcionado una emocionante y reñida votación. A la salida del acto pude conversar brevemente con el cantante galés, quien manifestó: “la estatuilla es fea de narices, pero muchas gracias. A ver si tenéis cocos de premiar el año que viene también al Scarpia de Marco Vratogna, jajaja…”.
Bryn Terfel: 34 votos
Erwin Schrott: 10 votos
Ildar Abdrazakov: 4 votos
Stephen Milling: 4 votos
Artur Rucinski: 1 voto

Helga de Oro a la mejor cantante femenina: Daniela Barcellona.

La escasez este año de candidatas al premio y la calidad de la interpretación que llevó a cabo la mezzosoprano Daniela Barcellona del personaje de Amneris en “Aida”, también parecían garantizar la victoria de la cantante triestina con holgada mayoría de votos, como así ha ocurrido, ya que ha obtenido el mayor número de votos y porcentaje de todas las categorías. Es significativo que haya estado acompañada en la candidatura por dos cantantes que venían de segundos repartos (Hui He y Kristine Opolais) y por dos sopranos cuya actuación había generado controversia (Oksana Dyka y Jennifer Wilson), pero es que no había más nombres para elegir en papeles femeninos protagonistas (para el olvido quedan gente como Indra Thomas, Irina Mataeva, Aleksandra Kurzak, Rocío Ignacio o Ailyn Pérez).
Daniela Barcellona: 35 votos
Kristine Opolais: 8 votos
Jennifer Wilson: 6 votos
Oksana Dyka: 4 votos
Hui He: 3 votos

Helga de Oro al cantante revelación: Fabio María Capitanucci.

Ya sé que el concepto “cantante revelación” es relativo, sobre todo cuando se trata de artistas que, pese a actuar por primera vez en Les Arts, llevan ya unos años de carrera a sus espaldas, o porque algunos de los nombres propuestos tuvieron poca ocasión de dejar apreciar su auténtica valía por lo breve de sus papeles; pero el jurado ha procurado incluir aquí a cantantes que combinen el hecho de haber actuado por vez primera en Les Arts y que, sin estar propuestos en ninguna de las restantes categorías, hayan dejado detalles interesantes que sean merecedores de reconocimiento y que nos hayan motivado a desear volver a verles actuar en papeles de mayor enjundia. Finalmente, tras una gran igualdad inicial entre la soprano Yannick-Muriel Noah y el barítono Fabio Capitanucci, ha sido el cantante italiano quien ha obtenido el galardón, con gran alegría por mi parte, pues personalmente no me acabó de convencer la cantante canadiense, pese a que crítica y público coincidieron en alabar su Margherita de “Mefistofele”. De todas formas, mi voto se debatía entre el Gremin de Groissböck y la Gianetta de Mataradze.
Fabio Capitanucci: 21 votos
Yannick-Muriel Noah: 13 votos
Ilona Mataradze: 9 votos
Günther Groissböck: 8 votos
Jenniffer Lynn Waters: 3 votos

Helga de Oro al mejor espectáculo: “Fidelio”.

Este ha sido sin lugar a dudas el premio que menos emoción ha generado de todos, pues también desde el principio parecía bastante claro que la estatuilla estaba destinada a la producción del Palau de les Arts de “Fidelio”, que contó con una dirección musical y escénica y unos solistas de primer nivel, en la que ha sido indiscutiblemente la ópera más redonda de toda la temporada. En segundo lugar, aunque a gran distancia, ha quedado un “L’Elisir d’Amore” que, como ya dije antes, creo que fue una interesante y original producción que merecía mayor reconocimiento, el cual posiblemente hubiera obtenido con unas Adinas menos decepcionantes que Kurzak y Rocío Ignacio.
"Fidelio": 31 votos
“L’Elisir d’Amore”: 8 votos
“Aida”: 6 votos
“Yevgueni Oneguin”: 2 votos
“Tosca”: 1 voto

Helga Abucheadora a lo peor de la temporada: “1984”, de Lorin Maazel.

Una vez más, mi poco admirado Vittorio Grigolo se ha librado de la Helga Abucheadora, pero lo cierto es que en esta ocasión ha vuelto a tener unos contrincantes que le han puesto relativamente fácil la escapatoria. En los primeros días de votación hubo bastante igualdad entre la infame Aida que perpetró Indra Thomas y el pestiño king size concebido en una noche de resaca por el maestro Maazel, pero al final los votantes han dejado claro que debía señalarse la ópera del ex director musical de Les Arts como lo peor que pasó por aquí la pasada temporada. Yo en su momento fui bastante duro con “1984” y sigo manteniendo todo cuanto escribí, pero considero que peor que Indra Thomas ha habido pocas cosas en este teatro… incluida la Voulgaridou
“1984”: 23 votos
Indra Thomas: 14 votos
Vittorio Grigolo: 9 votos
Jean-Louis Grinda: 7 votos
Marco Vratogna: 4 votos

Pues hasta aquí ha llegado esta edición de los Helga de Oro 2011. Reitero mi agradecimiento a todos por vuestra participación y espero, como digo siempre, que dentro de un año este blog y el Palau de les Arts sigan funcionando y que podamos participar en la elección de lo mejor de esa temporada 2011-2012 que levanta el telón el próximo sábado, y que confiemos que no sea la última.

Para finalizar, os dejo con dos videos donde podemos escuchar a los dos intérpretes masculinos ganadores del Helga de Oro al mejor tenor y al mejor bajo/barítono.

En primer lugar podemos escuchar a Bryn Terfel cantando el “Tedeum” del final del acto primero de “Tosca”, tal y como lo hizo el día 31 de mayo pasado en el Palau de les Arts acompañado por la Orquestra de la Comunitat Valenciana y el Cor de la Generalitat, dirigidos por Zubin Mehta:


video de MrsTLeighton

Y aquí está el señor Jonas Kaufmann, interpretando el aria de Florestan “Gott, welch Dunkel hier!”, de “Fidelio”. El video pertenece a una función grabada en Munich tan sólo 16 días después de cantar Kaufmann el papel en Valencia. La puesta en escena de Calixto Bieito debía ser de las toma pan y moja:


video de ximowb

(*) Vuelvo a advertir como siempre a crédulos y despistados que, tanto la gala como las fotografías de la misma, son más falsas que las mechas de Mairen Beneyto.

lunes, 28 de marzo de 2011

"L'ELISIR D'AMORE" (Gaetano Donizetti) - Palau de les Arts - 26/03/11

El pasado sábado tuvo lugar la última noche de estreno de esta fugaz temporada en la sala principal del Palau de les Arts valenciano, con la ópera de Donizetti “L’Elisir d’Amore”. Aún quedará una ópera más, “Mefistofele” de Arrigo Boito, pero será interpretada en versión concierto y en el nefasto Auditorio.

Este “Elisir” es una coproducción entre el Palau de les Arts y el Teatro Real, y, a la vista de la línea de programación que ha impuesto el amigo Mortier, me temo que en Madrid va a tardar bastante tiempo en poderse ver.

La dirección de escena corre a cargo del italiano Damiano Michieletto y empezaré dejando claro que me gustó mucho. Se ha trasladado la acción de la granja italiana del libreto a un chiringuito en una playa mediterránea, donde Adina es quien lo regenta, los segadores son familias de bañistas, los soldados son marineros de permiso y el falso doctor Dulcamara se troca en un chulo de playas, vendedor de bebidas energéticas, que se dedica a trapichear con drogas. De hecho, el elixir es sustituido aquí por una bolsita con polvos blancos, que tienen que mezclar con agua para que luego tenga sentido el libreto cuando se habla de que “la botella se agita, se destapa…”, aunque las referencias posteriores al vino de Burdeos no haya por dónde pillarlas. Leído así se le ponen los pelos de punta a cualquiera, pero el resultado final fue muy satisfactorio.

Es verdad que se le pueden hacer bastantes reparos, y los más puristas criticarán ciertas licencias, posiblemente con razón, pero lo cierto es que el público se lo pasó en grande, incluido yo, que ya sabéis que me suelo aburrir soberanamente con esta ópera, y daba la impresión de que los que estaban sobre el escenario también estaban disfrutando con su trabajo. Y eso al final es lo importante.


Michieletto ha planteado una propuesta enormemente fresca, colorida, ágil y entretenida. Quizás demasiado entretenida. Porque el principal punto que se le puede criticar, precisamente, es que se ofrece demasiada información visual, excesivos planos de acción, lo que tiende a distraer al espectador de lo que realmente importa. Mientras Nemorino intenta conquistar a Adina, unos hacen aerobic, otros juegan al fútbol o se zampan un arroz al horno en biquini, y es casi imposible no acabar apartando la atención de lo puramente musical.

Otro aspecto criticable a mi juicio fue la decisión de que Nemorino cantase el aria “Una Furtiva Lagrima” subido en el tejado del chiringuito. Me pareció estéticamente atrayente que mientras cantaba abrazase el nombre de Adina en el neón iluminado y que al finalizar el aria se fuesen apagando progresivamente las letras, pero creo que no era la mejor ubicación para proyectar la voz, y, sobre todo, me indignó el hecho de que se hiciese aparecer a Adina en escena deambulando antes de que Nemorino acabase su melancólica aria.

Nemorino no aparece aquí retratado con unos rasgos tan acusados de tonto del pueblo como en otras producciones, sino que su diferencia respecto al resto de personajes se ha acentuado más desde una perspectiva social, como tipo sin recursos que trabaja de chico para todo.

Al positivo resultado final contribuyó también de forma decisiva la excelente iluminación de Alessandro Carletti, creando la ambientación requerida en cada momento y mostrando el discurrir del día con los inteligentes cambios de luces.

Como en todo chiringuito que se precie, una marca de cervezas, otra de refrescos de cola y una más de helados, tienen permanente publicidad a la vista, con lo que imagino que Helga igual ha sacado una ayudilla para sus polvorientas arcas, y no es descartable que se imponga como sistema de obtener ingresos en futuros montajes, así que cualquier día nos vemos a un Scarpia con una camiseta de publicidad de tomate frito. Como me comentó un amigo durante la cena “por un momento pensé que cuando salió Vargas a cantar la Furtiva Lagrima iban a decir: Poca Cola Light patrocina este aria”.

Ya lo he comentado en alguna ocasión, pero reitero que no me parecen bien las licencias en la traducción de la subtitulación. Creo que se deberían limitar a traducir simplemente lo que se dice y, si chirría más o menos, que asuma el director de escena las discordancias que pueda haber, pero, aunque sea una bobada, cambiar los escudos y ducados del libreto por euros, me pareció una majadería.

En el apartado musical, Wellber dirigió con sus habituales aspavientos e hiperactividad a una Orquestra de la Comunitat Valenciana que, una vez más, sonó increíblemente bien, a pesar de los desajustes y desequilibrios puntuales que ya son habituales en los estrenos, y de que hubo cierta precipitación en los tempi. Destacaron en sus intervenciones solistas el fagot de Salvador Sanchís, Magdalena Martínez a la flauta y José Ramón Martín en el fortepiano. También hay que alabar a los contrabajos que continuaron tocando aguantando estoicamente la imprevista lluvia de espuma que les llegó desde el escenario en un momento dado.

Una mención muy especial merece hoy el fantástico Cor de la Generalitat. Y en esta ocasión aún más si cabe, pues a su buen hacer en el terreno musical hay que añadir un trabajo escénico impresionante, enormemente exigente, combinando el canto con las múltiples actividades playeras impuestas por la regia. Y no sólo lo hicieron bien, sino que además evidenciaban que se lo estaban pasando pipa.

Con el quinteto vocal solista creo que se ha logrado el nivel más alto y homogéneo de la temporada, y aunque parecieron comenzar un poco fríos, acabaron todos ellos por cuajar una fantástica actuación, empezando por un Ramón Vargas inconmensurable.

El tenor mejicano fue de menos a más, comenzando algo inseguro, pero finalizando pletórico. Hizo gala de su depuradísima técnica, exhibiendo una bellísima línea de canto, una elegancia mayúscula y gran expresividad. Es un placer escuchar hoy a tenores que son capaces de cantar tan bonito sin gritos ni aspavientos, delineando puro bel canto a base de legato y musicalidad. El momento siempre esperado de la famosísima “Una Furtiva Lagrima” ha quedado ya archivado en mi memoria como uno de los instantes mágicos vividos en este teatro. Vargas elevó en este fragmento aún más el listón y maravilló con un portentoso fiato e increíble elegancia melódica, esculpiendo un aria majestuosa, donde su voz se proyectaba con una delicadeza extrema, como si se deslizase lentamente por la sala en una invisible alfombra de seda, culminando en un final excelso, donde la emoción se desbordó por completo. Lástima que el típico mentecato de turno rompiese el hechizo iniciando un desafinado bravo cuando la música aún no había dejado de sonar.

Aleksandra Kurzak compuso una solvente Adina, muy implicada en lo actoral y luciendo una voz bonita y fresca, aunque resultase algo pequeña. Se apreció alguna cortedad en los agudos, y ciertos problemas de afinación, especialmente en el primer acto, pero su actuación general fue muy notable, resolviendo las complicadas coloraturas del segundo acto con limpieza y precisión.

Ya sé que ahora parece que hablar bien de Erwin Schrott casi esté mal visto, pero es imposible no elogiar el carismático Dulcamara que crea el uruguayo. Borda el personaje, aquí reconvertido en un chulo de playas que trapichea con droga. Lució su vozarrón de enorme volumen, con algunas resonancias profundísimas, y una buenísima dicción. Ya en su aria de entrada, “Udite, udite”, obtuvo los primeros bravos de la noche y, a partir de ahí, se creció aún más, sobre todo en la parte actoral, donde es un maestro. Se come absolutamente la escena y se desenvuelve con una tremenda soltura. El problema es que hace demasiado el ganso, poniendo tanto énfasis en su faceta de actor que se ve perjudicado en muchos momentos el fraseo, siendo habitual la pérdida de impostación.

Fabio Capitanucci fue también un estupendo Belcore. Nunca le había escuchado en directo y hubo quien no me dio precisamente buenas referencias de él, pero he de decir que me gustó bastante. Presentó una voz potente, homogénea y robusta, que proyectaba con suficiencia, con unos graves contundentes y su actuación dramática fue más que aceptable.

También es de destacar la Gianetta de Ilona Mataradze. La joven soprano georgiana sacó petróleo de este breve papel, luciendo una voz francamente bonita y muy bien colocada, estando acertadísima en sus intervenciones junto al Coro, y llevando a cabo un trabajo escénico infatigable durante toda la obra como camarera choni: sirviendo copas, fregando vajilla, limpiando las mesas, pasando el mocho y marcándose un animado baile al final del primer acto encima de una mesa.

Como decía al principio, el público se lo pasó en grande y lo demostró con fuertes aplausos para todos los participantes tanto musicales como escénicos, siendo Erwin Schrott quien cosechó los mayores bravos en una de las más sonoras ovaciones que he escuchado yo en este teatro.

Creo que fue la primera vez que en Les Arts anuncian por megafonía antes de comenzar la función y después de los descansos que no se olvide el público de apagar los teléfonos móviles. Y el aviso tuvo sus frutos. Yo no escuché ni un maldito soniquete en toda la noche, cosa rara en este teatro.

Muchas toses, eso sí, como siempre. Aunque lo peor vino al final, cuando comenzaron los aplausos muchísimo tiempo antes de que acabase la música, privándonos a los demás de escuchar los últimos compases, para, inmediatamente después, salir a la carrera cual manada de búfalos con cistitis en estampida.

No quiero acabar sin comentaros el Expediente X de la noche. Nada más finalizar los largos aplausos tras la Furtiva Lagrima, se escuchó claramente en la zona de la orquesta un sonido de acople de amplificación. Me dijeron que parecía ser que se trataba del fortepiano que contaba con algún tipo de ayuda sonora. Yo no sé más.

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