viernes, 28 de marzo de 2014

"SIMON BOCCANEGRA" (Giuseppe Verdi) - Palau de les Arts - 27/03/14

Decía el otro día la Intendente Helga Schmidt en una entrevista, que en el Palau de les Arts “vamos de milagro en milagro”. Y realmente, tal y como está la situación en el coliseo valenciano y ante el desamparo en el que se encuentra por parte de las instancias políticas autonómicas y estatales competentes, es verdad que es un milagro que siga pudiéndose desarrollar una programación operística de nivel relevante en nuestra ciudad.

Ayer, uno de esos milagros volvió a hacerse realidad con el estreno de la ópera Simon Boccanegra, de Giuseppe Verdi, en la producción propia de Les Arts que pudo verse en Valencia en 2007, con el protagonismo esta vez, en el papel del corsario Simon reconvertido en Dux, del tenor reconvertido en barítono, Plácido Domingo y la presencia en el foso de un director musical de cierto renombre como es el italiano Evelino Pidò.

El milagro del que hablo es el hecho mismo de que pueda montarse una producción de estas características y con estos nombres en el momento actual. Cosa distinta es que luego los resultados artísticos obtenidos sean más o menos satisfactorios. Y en este sentido tengo que empezar por manifestar que ayer no salí precisamente satisfecho del teatro. Por diferentes motivos. Principalmente por una dirección musical, a mi juicio, desafortunada, y unas voces, en general, decepcionantes.

Sobre la dirección musical de este Simon hubo absoluto silencio durante meses, motivado, en un principio, por el proceso de negociación con el maestro Wellber respecto a la fecha en que dejase la dirección de la orquesta titular de Les Arts. Después, los problemas de agenda y compromisos adquiridos por diferentes directores, tuvieron en vilo al aficionado hasta hace bien poco tiempo, cuando finalmente se conoció que sería el maestro turinés Evelino Pidò quien subiría al podio en todas las representaciones, salvo la última en que lo hará el alcoyano Jordi Bernàcer.

De Evelino Pidò siempre se comenta cuando se promocionan sus actuaciones que es el director de referencia de famosos cantantes como Angela Gheorghiu, Roberto Alagna o Elina Garanca. No sé si diciendo esto se pretende hacerle un favor, pero yo lo percibo como si (perdonen los antitaurinos la comparación) se buscase alabar una ganadería diciendo que es la preferida de las grandes figuras del toreo, cuando posiblemente lo único que indique esa preferencia sea su blandura y falta de bravura para facilitar la posturita pinturera y sin riesgo del diestro de turno. En nuestro caso, cuando leí el comentario sobre Pidò lo primero que pensé es que estaríamos ante un director que antepondría el cuidado a las voces y a las exigencias y características del divo de turno, frente a cualquier intento de hacer brillar la partitura verdiana.

Y no sé si es porque iba con esa predisposición, pero la verdad es que la sensación con la que salí anoche fue la de haber asistido a una labor de batuta que no consiguió transmitir ese plus de emoción, ese aliento verdiano, que hace que una gran partitura como es esta, además de belleza musical deje un poso de emoción. Y en esta ocasión, la emoción vino más de algún instante esporádico de sabio fraseo verdiano del veterano Domingo, con todos los peros que se le quieran poner, que del foso.

La dirección de Pidò me resultó plana. Es complicado encontrar, en una partitura tan rica en color y matices como esta, una lectura tan carente de brillo y contrastes como la que ayer perpetró Pidò. Puso el piloto automático del forte y sólo pasó a modo manual al final del primer acto, para subir aun más el volumen hasta los mismos límites del reventón de tímpanos, y en la escena final, donde, por fin, apianó el sonido de la orquesta. Más que una batuta parecía que llevase un garrote en la mano, por la tosquedad de una dirección con menos sutilezas que un concurso de ventosidades de puercos del Pirineo.

Desde luego, si algo no se le puede negar es que adaptó los tiempos de la orquesta a las necesidades de Domingo, y en ocasiones aquello difería notablemente de los Boccanegra que podemos estar acostumbrados a escuchar. En eso sí estuvo condescendiente con el cantante. Pero, contra lo que yo pensaba a priori, no cuidó en absoluto el volumen de la orquesta y avasalló las voces de forma inmisericorde. Esto no es el primer director que lo hace. El mismo Maazel más de una vez tiró de decibelios sin prisioneros, pero, mientras lo hacía, conseguía que la orquesta brillase en todo su esplendor y nos ofreció versiones personalísimas y bellísimas. Pidò no. Su visión de Boccanegra me pareció simplista, efectista y chimpunera, con incapacidad para la creación de atmósferas y el mantenimiento de la tensión dramática.

En los concertantes tampoco estuvo acertado y el ajuste fue imposible. El bellísimo trío del segundo acto fue un disparatado ejemplo. Allí cada uno iba a la suya: la orquesta a todo volumen y al pachín pachón que marcaba el batutero; Domingo a su ritmo; Guanqun Yu en forte permanente, y Magrí entrando tarde y desafinando como sólo él sabe.

Eso no obsta para que el rendimiento de la Orquestra de la Comunitat Valenciana fuese espléndido, con unos violonchelos intensos y estremecedores, unas trompas, y metales en general, gloriosos, y las virtuosas intervenciones de Francisco Javier Ros en el clarinete bajo, Tamás Massànyi al clarinete, y Pierre Antoine Escoffier con el oboe.

El coro en Simon Boccanegra tiene un papel preponderante y se convierte en un personaje más que ha de tener toda la relevancia que el maestro Verdi quiso imprimirle. Aquí, otra vez más, el Cor de la Generalitat no falló y estuvo rotundo y poderoso, haciéndose oír incluso por encima del tsunami sonoro alentado por Pidò.

Si alguien pretende asistir a este Simon Boccanegra comparando al protagonista con las versiones de referencia que cada uno tenga, mal vamos. Ir a escuchar a Plácido Domingo cantando de barítono hay que planteárselo de forma distinta. Hay que saber que se va a ver el Simon de Plácido. Habrá algunos a quien, como a mí, nos compense la fuerza dramática del madrileño, la intencionalidad de su fraseo o su poderío escénico; y otros que lanzarán pestes porque aquello se parezca al original como un huevo a una castaña, y tendrán razón.

Personalmente, me siento afortunado de poder disfrutar todavía en los teatros de un monstruo de la escena como Domingo y de una voz que, esto sí que es un milagro, a los setenta y tantos años siga teniendo frescura, pese a que cada año se perciba más pérdida de brillo, sonidos más abiertos, mayor fatiga y un arsenal de trucos más extenso que los Presupuestos de Montoro. Y a mí  me compensa una frase cantada con auténtico sabor verdiano, bien respirada y con sentido del drama, como ese “figlia” que puso fin al dúo del acto primero. Volviendo al símil taurino, me reconozco como esos aficionados que se zampaban con ilusión una soporífera Feria de San Isidro con tal de haber podido contemplar un par de naturales dibujados a la vieja usanza por Curro Romero.

Al igual que hiciese en I due Foscari, volvió a morirse Domingo pegándose tremendo batacazo, sin que hayamos leído hoy en la prensa que se haya roto la cadera, con lo cual aumentan nuestras sospechas de que no es humano y en realidad se trata de un cyborg cantarín.

No me desagradó Guanqun Yu como Amelia Grimaldi, aunque más por ser la tuerta en el país de los ciegos que porque nos ofreciera algo extraordinario. Tiene una voz lírica, timbrada, con volumen y que brilla en la zona alta y se proyecta con fuerza, sin embargo cantó todo el tiempo en forte y fue incapaz de matizar ni una sola frase. Su pronunciación sigue siendo ininteligible y el acento verdiano estuvo de vacaciones, pero fue una Amelia aceptable para lo que se cocía en escena.

Para el papel de Jacopo Fiesco se anunció al principio de temporada al gran bajo ruso Ildar Abdrazakov. Posteriormente, sin aviso, como es mala costumbre en Les Arts, desapareció del cartel, apareciendo en su lugar Vitali Kovaliov, un bajo ucraniano del que la única referencia que yo tenía era, nada menos, que haber sido el Wotan de La Valquiria dirigida por Daniel Barenboim que abrió la temporada milanesa en 2010.

Tiene Kovaliov una voz profunda, oscura, que da el pego de que nos encontramos ante un bajo “de acero”, como exigía Verdi al rol, pero que, en cuanto cantó un poquito, nos demostró ser más bien un bajo de mantequilla. Cada vez que bajaba a la zona más grave, su voz desaparecía y era sustituida por un eructillo áfono y su fraseo, además, fue plano y completamente falto de emoción. Personalmente salí muy defraudado con un cantante del que esperaba bastante más.

Ivan Magrì fue un Gabriele Adorno de voz fea y técnica deficiente. Ya conocemos todas sus carencias de anteriores actuaciones. Es incapaz de regular o apianar, y cuando lo intenta pierde la impostación y la voz se cae. Desafinó reiteradamente, tuvo varias entradas fuera de tiempo, y en escena estuvo tenso como un pasmarote. Tuvo algunos agudos de buena factura y no le faltó arrojo, pero masacró su aria y estuvo muy lejos de brillar como el personaje merece.

Tampoco me convenció el Paolo de Gevorg Hakobyan, un barítono rudo, de voz cascada y al que le eché en falta carácter y presencia vocal.

Estuvieron bastante correctos en sus pequeños papeles Serguéi Artamonov, Valentino Buzza y Chiara Osella.

Yo no tuve ocasión de ver en 2007 esta producción, así que este era mi primer contacto con la dirección de escena concebida por Lluis Pasqual, adaptada para esta reposición por Leo Castaldi, y creo que, en general, puede calificarse de positiva.

Dos de sus características: la oscuridad y la presencia permanente del mar, se adaptan perfectamente al libreto. La escenografía es mínima y tan sólo con unas celosías o enrejados móviles van creándose los diferentes escenarios y ambientes, con la imprescindible colaboración de una inteligente iluminación, si bien en este apartado hay que reprochar los reflejos y luces de fondo que en algunos momentos molestan bastante en la platea.

No hay un trabajo excesivo en los movimientos de actores y el vestuario no me pareció nada del otro mundo, pero en conjunto, como decía, resulta una puesta en escena eficaz, que no molesta y que deja que fluya el drama con relativa facilidad.

Como ya viene siendo tristemente habitual, nuevamente un estreno mostró demasiadas butacas vacías. Yo sigo insistiendo en que mantener más caras las entradas de la primera función, además de no tener sentido, no puede compensar. Ayer, además, el público estuvo bastante frío. Es cierto que desde el foso tampoco es que se estimulase la emoción, pero los aplausos fueron tibios y esporádicos. Al finalizar la representación sí se escucharon muestras de aprobación algo más rotundas, sobre todo para Plácido Domingo.

Y una vez más también voy a tener que hacer referencia al lamentable espectáculo vivido en el cuarto piso. Aquello parecía ayer una verbena de barrio: comentarios permanentes en voz alta, bolsas de plástico tamaño edificio de Calatrava que eran arrugadas con sadismo, estornudos y toses que pugnaban en superar los decibelios de la orquesta… allí sólo faltaba una mascletà. Pero lo mejor llegó transcurrido un cuarto de hora de función cuando, en mitad de “il lacerato spirito”, irrumpieron en la sala de forma ruidosa un grupo de 4 ó 5 personas acompañadas por una acomodadora con linternita, como si estuviésemos en la terraza de verano con el bocata de calamares, la cual además se puso a levantar de sus asientos a quienes habían ocupado las plazas de los retrasados, montándose un lío de narices. Cuando un espectador en el descanso recriminó a la joven su conducta, ésta le dijo que habían sido instrucciones del jefe de sala.

Yo no sé quién fue el responsable ni la causa de lo ocurrido, pero, ya que no es la primera vez que pasa, convendría recordar las normas del propio Palau de les Arts que impiden la entrada en el recinto una vez comenzada la representación, máxime si, como ayer, apenas unos minutos después iba a haber un cambio de acto.

Bueno, pues ahora sólo nos queda esperar a Maror y aguardar con impaciencia la llegada del Festival del Mediterrani y que sus expectativas se cumplan. Aunque, ya puestos a pedir, me gustaría que, lo antes posible, pudiéramos anunciar que Zubin Mehta ha aceptado asumir la dirección musical de la casa. Eso daría más garantías de supervivencia a nuestra orquesta y haría que la Consellera Catalá y sus secuaces dejasen de lanzar torpedos a la línea de flotación del Palau con absoluta irresponsabilidad, como están haciendo ahora, volviendo hoy a sacar a la palestra a los jóvenes directores valencianos.

Aunque pedirle responsabilidad y sensatez a nuestros gobernantes… eso sí que es un milagro y no los de Santa Helga


video de PalaudelesartsRS
 

25 comentarios:

  1. Los retrasados estuvieron un largo rato encerrados en el ascensor. Lamento el estrépito.

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    1. Gracias por la explicación, aunque no justifica que estando tan próximo un final de acto no se esperase al mismo.

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    2. Anónimo2/4/14, 8:53

      Es su opinión. Yo tengo la mía. Y creo que el caso fortuito justifica totalmente la actuación del Palau. Espero que, si en algún momento alguien se encuentra en situaciones similares (totalmente involuntarias), se le trate con igual delicadeza. Incluso si se trata de blogueros.

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    3. Las opiniones son libres, incluso si se trata de anónimos opinantes, pero las normas del Palau se supone que están para cumplirse, especialmente por sus gestores.
      La atención o delicadeza a 3 o 4 personas no puede condicionar la molestia al resto de ocupantes de los asientos del cuarto piso. Yo no digo que no se les dejase entrar, pero si que se esperase al lapso entre el Prologo y primer acto que estaba a punto de producirse, o, al menos, si se les permite acceder en medio de la representación, que se les ubique provisionalmente en cualquier asiento libre y, luego, cuando la obra se interrumpiera, ya se produjese el acceso a sus localidades.
      Los blogueros son caso aparte, a esos no habría que dejarles ni sacarse entradas que luego van y lo largan todo.

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    4. Efectivamente, la atención no debe condicionar la comodidad. Quizás los lectores no puedan comprenderlo si pierden de vista las molestias que causa una linternita naranja, con mayor potencia (al parecer) que el faro de Cullera. La reubicación de los ocupas (a juicio de un humilde anónimo, que ha escogido no utilizar un nick para ocultar su identidad) es un riesgo que se asume. Repito: hay situaciones y situaciones, y la sabiduría consiste en distinguirlas prudentemente.

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    5. Gracias por sacarme de mi error. Yo, hasta ahora, siempre había pensado que la prohibición de que el público accediera a la sala una vez iniciada la representación, era una medida que tenía como fin evitar molestias a los espectadores y a los intérpretes; pero se ve que no, parece, por lo que dice usted, que tal prohibición sea un castigo para quien llega tarde sin justa causa. Y entonces sí tendrá sentido que el sabio distinga prudentemente entre el caso fortuito o el que se haya retrasado por tardón y perezoso. Ahora bien, muy sabio deberá ser para discernir si el que se queda encerrado en un ascensor tiene más justificación que el que se haya encontrado en su traslado al teatro con una manifestación y el tráfico cortado, o el que haya sufrido una avería en su vehículo.
      Mire, no nos engañemos, aquí se pretende justificar lo ocurrido porque al Palau se le caía la cara de vergüenza de que en sus famélicos y escasos ascensores se hubieran quedado atrapados unos habituales asistentes a los estrenos e hicieron lo posible para que no se cabreasen más, sin ponderar que al hacerlo estaban molestando y enojando al resto de ocupantes de esa planta.
      Las molestias no las causó sólo la potencia de la linternita naranja a la altura de los ojos, aunque también, ni el ruido de la entrada de estas personas hablando, que también. La mayor incomodidad la originó la acomodadora hablando con las personas sentadas y los movimientos de reubicación de los recién llegados y los que usted califica como ocupas, quienes, sin duda, asumieron al sentarse allí que eso podría ocurrir, aunque no en medio de una representación. Y le aclaro, por si acaso, y con esto finalizo por mi parte este estéril debate: yo no era uno de esos ocupas.

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    6. Atticus no entiendo como seguís dando cuerda a este "Don Anónimo", yo creo que no pretende mas que crear mal rollo en este magnífico blog que no hace sino comentar los aspectos artístucos de las obras y criticar, debidamente, las dificultades que "estamos" pasando por la mala gestión de los que deben ser "sus políticos".
      Eduardo.

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  2. Totalmente de acuerdo Atticus, el director pasado de vueltas, la orquesta a pesar de todo magnífica, me encantó el chelo, el coro descomunal. Plácido me gustó mucho, lo prefiero como tenor pero su presencia escénica es soberbia en todo caso, y le vi bien fisicamente y con su maravillosa técnica. La china me gustó más que a ti, efectivamente le faltaron matices pero tiene una voz muy bonita de la que saldrán cosas importantes; y lo del tenor ya no se como calificarlo, no se de quién es "amigo", no le hemos oído bien ni una sola vez, es un caso claro para olvidarse de él y darle la oportunidad a un joven.
    En todo caso, milagro destacable ver este Simón en nuestro "Palacio" de la Ópera.
    En cuanto a los políticos, esperemos que no les de tiempo a destrozar una cosa más.
    Eduardo.

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    1. Independientemente de que al final por el director o por algunos cantantes el resultado no fuese el deseado, hay que seguir luchando para que una programación operística de este nivel pueda seguir siendo posible en Valencia. No para el disfrute de unos pocos, como dice el inculto President, sino para el enriquecimiento cultural de la sociedad valenciana..

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  3. Atticus: Si no es porque actúa Plácido, la Orquesta y e Coro, que ya son suficientes, me estabas quitando la ganas de acudir, aunque después del comentario de arriba, parece que no llego la sangre al rio, je, je. Como tú bien dices, el estreno debería de costar lo mismo, al fín y al cabo te toca aguantar las incomodidades de los políticos de rigor, y todos los desajustes operísticos del debut. Esperemos que cuando acuda se hayan perfeccionado ciertos matices.

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    1. Cuando escribo estas crónicas mi último deseo es que alguien decida no ir a la ópera por lo que ha leído aquí. Me gustaría animar a todo el mundo a que vaya al teatro y luego opine por sí mismo. La mía no es más que una opinión más.
      En este caso, la música de Verdi, disfrutar de Plácido en escena y una orquesta y coro como los nuestros, ya justifica sobradamente el viaje.
      Supongo que hay matices que pueden perfeccionarse, sobre todo los desajustes observados en el estreno. Las voces que no sirven y un extraño concepto de la dirección musical, supongo que no cambiarán, desgraciadamente.
      Veremos si Jordi Bernàcer el día 9 cambia el rumbo.

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  4. Nosotros hemos ido hoy y, por motivos que no vienen al caso, llegamos tarde y nos chupamos el 1r acto en la sala de tortura (castigo aceptado y merecido) pero sería de desear una imagen más digna en la pantalla q ofrecen a los q por desgracia no hemos llegado a tpo y, ya sería el summum de la misericordia si nos ponen los letreritos de la traducción para no entrar un poco perdidos a la 2ª parte...... Enhorabuena por el blog. Nos hemos reído mucho con tu crítica.... Viva la ópera y más barata mejor aún: hemos sufrido una 2ª tortura: butacas de 'visibilidad nula' (despropósito no sé si achacable a Calatrava q es capaz d cegar butacas en pleno siglo XXI o a qué o a quién).... ay y a ver si para los no curristas -por el símil taurino que tú has empleado)- se nos ofrece un milagro más allá de dos o tres geniales pases....

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    1. Bueno, pues se ve que con vosotros no han sido tan generosos como con los que se quedaron atrapados en el ascensor.
      Las butacas ciegas en un teatro nuevo no tienen sentido. Se pretende darle la clásica forma de herradura y se alega que así hay opciones de entradas mas baratas, pero no es lógico mantener incomodidades. Hay otras opciones de entradas baratas como las localidades de pie.
      El mayor milagro es que Curro-Placi siga saliendo a la arena.
      Gracias por tu comentario

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    2. Muy tarde han llegado ustedes. La función ha empezado con veinte minutos de retraso porque Plácido Domingo ha llegado tarde al teatro. Lógico que no hayan entrado. Y no debían conocer mucho la obra si necesitan traducción para saber lo que sucede en el 2º y 3er. acto. Eso si, por protestar que no quede. Es lo que está de moda. Quejarse de todo, con razón o sin ella. Las entradas con visibilidad nula las han comprado vds. sabiendo que eran con visibilidad nula. Así se venden, por poco dinero. Que no se hayan podido cambiar de sitio al estar todo lleno es otra cosa.

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    3. Sí: hemos llegado muy tarde pero imagino que mi vida no te interesa. Ya dije que es justo no entrar (no he pedido entrar; igual has leído mal). Me quejo de una imagen borrosita en la sala de tv. y sin subtitular y que en el siglo XXI se sigan construyendo teatros como hace unos siglos, con butacas que son una pirueta lingüística conceptual; una 'contraditio in terminis': "visibilidad nula". Ya sé lo que compramos, listo; y no soy de los que se quejan como una moda de todo ni sé a qué te refieres (tampoco me interesa). Igual tú sí sabes lo que está de moda en el comportamiento social español. Yo no afino tanto. Perdona Atticus... pero los 'anónimos' parece que sí están de moda...

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    4. Antes que nada, dar mi enhorabuena a Atticus. Demuestras ser gran conocedor de la materia. Y como además haces tus críticas con un elevadísimo sentido del humor, conviertes leer tu Blog en un momento muy interesante y agradable, útil y divertido.
      Estoy de acuerdo por completo con el comentario del Sr. Javillaplana, y completamente en desacuerdo con la respuesta de Don Anónimo.
      Efectivamente, al comprar entradas de "visión nula", uno no se puede considerar engañado al "no ver".
      Pero resulta totalmente infumable que un teatro nuevo, hecho con las tecnologías más modernas, disponga de butacas en las cuales se ve 1/4 del escenario, cuando no te tapan los de la 1ra fila.
      Sencillamente impresentable.
      En cuanto al tema de llegar tarde, por supuesto que es un detalle de educación y respeto no permitir entrar a los tardones, para no molestar a los puntuales. Don Anónimo demuestra ser un gran hipermétrope, ya que el Sr. Javillaplana reconoce que es "castigo aceptado y merecido" (SIC).
      Pero también es cierto que bastante castigo es llegar tarde (sus motivos tendría, digo yo; aunque no parece opinar lo mismo Don Anónimo, ya que del subtexto de su comentario se lee "haber llegado antes", e incluso un "te jodes"), como para además no poder seguir la función de manera más... digamos... llevadera.
      Por último, reconozco que lo que me ha decidido a escribir aquí (discúlpame, Atticus) es el comentario de Don Anónimo "Y no debían conocer mucho la obra si necesitaban traducción para saber lo que sucede en el 2º y 3er acto".¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡!!!!!!!!!!!!!!!!!!
      ¡OSTRAS! Ignoraba que para acudir a la ópera había que conocer el libreto al detalle.....
      Al parecer, para Don Anónimo, sería obligado (o al menos muy recomendado) hacer un examen tipo-test al comprar las entradas, con preguntas como "¿en qué teatro y qué año se estrenó La Bohème?", o "¿dónde transcurre el 2º acto de Così Fan Tutte?".....
      Estoy segura de que usted, Don Anónimo, sacaría una nota altísima.
      En este caso, los teatros de ópera ganarían en público ilustrado (en materia operística exclusivamente), pero perderían en humanidad, respeto a los demás y buen gusto.
      En fin, de listillos están los Blogs llenos......
      Gracias, Atticus, por tus comentarios. No nos dejes.

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    5. No, Montaña, no os dejo... Sobre todo si me hacéis comentarios tan agudos y divertidos como el tuyo.
      Respecto a los comentarios cruzados de Javillaplana y Don Anónimo, como le llama Montaña de Paz, no he querido inmiscuirme demasiado. Pero sí quiero hacer alguna precisión.
      Yo no he interpretado del comentario inicial de Javillaplana que se estuviera quejando porque no le hubieran dejado entrar ni porque sus entradas fuesen sin visibilidad.
      Sí plantea que no es muy lógico en un teatro nuevo y moderno que se dejen butacas sin visión. Opinión que yo comparto.
      También plantea que la pantalla de la salita de espera se ve mal, lo que también comparto; y se queja de que no pongan subtítulos, cuestión esta en la que no coincido con su opinión. No es normal que se pongan subtítulos en esas pantallas de sala.
      Cosa distinta es que tampoco comparto la opinión de don Anónimo de que uno tenga que ir a la ópera con el libreto sabido. Cada cual es muy libre de hacer lo que le venga en gana y mucha gente disfruta más descubriendo la ópera y su historia en directo.
      Y, por supuesto, todos sois libres de pasar por aquí y dejar vuestra opinión sin más límite que el respeto mutuo.
      Gracias a todos

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  5. Hola Javi, me parece que este anónimo debe ser el mismo que en la publicación anterior de Atticus atacaba de manera furibunda a Helga en defensa de los polìticos valencianos, supongo que le irá bien con está gente. Nunca he llegado tarde pero sí me han comentado que lo de la salita esa es de vergüenza, como no la usan ellos....
    Eduardo.

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  6. Ayer asistí a la representación del Simón Boccanegra. Ante todo confesar que no es una ópera que conozca mucho, más bien poco. Plácido llenó con su interpretación la sala. Creo que tuvo una gran noche, por lo menos si lo comparo con el Foscari que escuché. No estoy de acuerdo en eso de reconvertido a barítono. Él era barítono en sus comienzos, luego reconvertido a tenor. Tuvo momentos brillantes y repitió, efectivamente, el batacazo final de I due Foscari, cosa que entusiasmó a gran parte del público que n.p.i. de música, ópera ni manera de comportarse ni respetar al resto del público y músicos.
    Guanquin Yu tuvo la mejor interpretación que he escuchado. Iván Magri, no estuvo mal. Debió tener una noche inspirada. Kovaliov y Hakobyan irregulares.
    Sí que es cierto que hubo algún momento que la orquesta llegó a tapar un poco a los cantantes, pero no fue algo remarcable a lo largo de la actuación. Igual Pidò ha rectificado. Orquesta y coro muy bien.
    La sensación final es que fue una representación de aceptable calidad. Pero por tus comentarios, Atticus, es muy posible que tengas razón con el resultado final. La ópera no me pareció de mucha calidad en general, ni me gustó la trama dramática.
    No conozco la obra de Gutierrez. Tampoco es que la otra ópera basada en una obra suya, Il Trovatore, sea una maravilla de argumento. Pero musical y vocalmente me parece muy superior ( a pesar del coro de gitanos ). No sé, igual fue la dirección musical la que no me deja ver mas allá.

    Saludos a todos

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    1. Sí, es verdad que Placido pasó de cantar de barítono a tenor, pero creo que pocos dudarán de que su tesitura natural es tenoril.
      El argumento de Trovatore para mí es de los mas disparatados y surrealistas del repertorio, pero el de Boccanegra tampoco es moco de pavo. Afortunadamente, la revisión del libreto por Boito le dio mucha mas fuerza dramática, especialmente con la introducción de la escena del Consejo.
      Y, aunque hay opiniones para todos los gustos, a mí me parece mejor partitura el Boccanegra revisado que Il Trovatore.
      Gracias por compartir tu opinión.

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    2. Bueno, pero su voz siempre a tirado al monte...baritonal.

      Gracias a ti.

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  7. Vengo de ver la representación de hoy domingo y tengo que decir que ha sido un éxito absoluto con mas de 15 minutos de aplausos del público puesto en pié y no solo por la estupenda actuación del maestro P.D. Supongo que el director musical se ha tomado la molestia de leer las críticas que recibió en este blog y nos ha dejado disfrutar de la actuación de los cantantes, incluido el tenor I.M. que ha ido de menos a mas para acabar de manera mas que notable su actuación

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    1. Yo he estado también en la representación de hoy y las cosas han rodado mucho mejor que el día del estreno.
      Pidò ha llevado mucho mejor la orquesta, aunque no sea un ejemplo verdiano el hombre, y sobre todo ha cuidado más el volumen. Eso sí, no creo que haya sido por lo dicho en este blog.
      Plácido ha estado fabuloso y Magrí aunque ha vuelto a desafinar y entrar a destiempo (una de las veces de forma muy evidente) ha mejorado también respecto al primer día e incluso ha regulado un poquito.
      Una buena función que me ha dejado con mucho mejor sabor de boca que el día del estreno.

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  8. ¡Hola! Ayer vimos una función un poco pobre al principio, pero que tal como se adentraba la noche iba madurando. Al final nos gustó, Placido estuvo esplendido, aparte del bel canto, tuvo una interpretación final que ya quieran muchos estar en sus condiciones físicas, se tiro en plancha y apenas se inmuto, estuvo magnífico, pero que no abuse con el tema que que lo queremos en escena durante mucho tiempo. Magrì también fue de menos a más, al final se comportó, y Guanqun Yu tuvo momentos de esplendor y otros no tan brillantes. El coro y la orquesta en su linea, como siempre muy bien; y el director también fue de más a menos pero al final respondió.
    Satisfacción en general.
    Saludos.

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    1. Me alegro de que tu impresión final fuese satisfactoria. Yo estuve ayer también y las cosas salieron mucho mejor que el primer día.
      Si yo fuese la mujer de Domingo, es decir doña Marta, no le dejaría seguirse muriendo en escena de semejante forma. Este hombre nos dará un día un disgusto...
      Eso sí, estuvo fantástico. Absolutamente increíble que a su edad, tras el cáncer y tras una embolia pulmonar, pueda mantener semejante frescura en la voz. Un auténtico milagro de la naturaleza. Y que siga.

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